lunes, 28 de marzo de 2016

El Poder y la Cruz

Padre Luis Ugalde

Sacerdote Jesuita


¿Qué tiene el poder que oprime a los débiles, atrapa a los más poderosos y esclaviza incluso a los esclavizadores?

El poder en Venezuela se ha vuelto cruel, insensible y loco por perpetuarse. Esto choca más cuando lo vemos en personas que parecían sinceras cuando predicaban el anti poder en la lucha contra toda “dominación del hombre por el hombre”.

Cambiar la política venezolana exige empoderar las capacidades de 30 millones de habitantes y fortalecer las instituciones democráticas que hagan imposible el poder de dominación concentrado en unos pocos (oligarquías de derecha, de izquierda o monarquías, aunque se llamen Stalin, Mao, Castro, Chávez, Daniel Ortega y…).

Marx y Bakunin (padre del anarquismo) estaban de acuerdo (1864) en que el Estado burgués es una dictadura que hay que erradicar, pero se enfrentaron en el modo de hacerlo. Según Marx hay que crear otra dictadura (la del proletariado) para  destruir la burguesa y eliminar su causa como es la apropiación privada de los medios de producción para dar paso al “Paraíso”, sociedad de abundancia sin empresa privada y sin explotación. Una vez hecho eso,  el Estado “se extingue” porque ya han desaparecido las causas que lo engendraron. Bakunin lo contradice porque no cree en el determinismo económico de Marx y argumenta que concentrar el poder en una nueva dictadura (la del proletariado) no puede ser el camino a la anti dictadura y la liberación humana de todo poder opresor. Ningún poderoso renuncia a su poder, dice el anarquista y el sentido común. La historia de una veintena de “dictaduras del proletariado” en cuatro continentes, demuestra que en esto Bakunin tenía razón: el poder atrapa, emborracha y pone de rodillas a sus adoradores, y a los que inicialmente querían el poder como instrumento de humanización.

Lo vemos en la “revolución” venezolana con su “poder popular”. Falta de todo, pero la conservación perpetua del poder se convierte en absoluto. Trágica mutación de los libertadores de ayer en despiadados opresores de hoy. Ahora hay que dominar todo, los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, Moral, Policial, Militar, Educativo, Comunicacional;  domesticar la mente y la conciencia de la gente, y controlar la economía, la producción y la distribución… Una vez con el control del poder absoluto, no nos vamos y nadie nos podrá sacar, piensan ellos… Por eso el intento (fracasado) de imponer otra Constitución en 2007 y la ilimitada reelección presidencial (de Castro, Chávez, Ortega, Evo Morales…). Para ellos la separación de poderes del Estado (como establece nuestra Constitución) es una aberración del liberalismo burgués; los “revolucionarios”- dicen- no caemos en esa trampa y el poder ya conquistado no lo entregaremos por unos votos al modo burgués. Pero a pesar de todo, el Muro de Berlín cayó, las inmensas dictaduras rusa y china con voluntad de perpetuidad murieron, y la cubana está agonizando en la miseria de su pueblo.

No así entre ustedes

Los hombres (hombres y mujeres) quieren “ser como dioses” y construir una torre de Babel para alcanzar el cielo. Buscando esa autodivinización, el hombre es un creador de ídolos; modernamente más bien ídolos seculares que con su eficiencia instrumental lo transforman y dominan todo: La Razón, el Poder y el Dinero. Estos son sin duda tres medios necesarios para la liberación humana, pero mientras se mantengan como instrumentos. Lo malo es que quien los posee  termina poseído por ellos y los convierte en dioses absolutos, en madres y padres de nuevas y más eficaces formas de dominación y opresión.

Jesús sorprendió a sus discípulos pobres que disputaban quién sería más importante en el futuro reino y poder. Los corrigió (también a nosotros) diciendo que nadie puede servir a dos señores: a Dios y al dinero, y que los señores de este mundo oprimen y esclavizan a sus pueblos. “Pero no ha de ser así entre ustedes”. El que se considere más importante sea el servidor, “como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida”. El Hijo del Hombre es Hijo de Dios-Amor. El Dios Poder mata y exige sacrificios humanos (y se infiltra en las religiones y las carcome y desvirtúa). El Dios Amor por lo contrario lleva a afirmar al otro, a  dar la vida por él, que no es perderla, sino encontrarla.  A Jesús, que vive y enseña esto, lo persigue y mata el Poder, hace 2000 años, y también hoy a millones de venezolanos. La cruz cristiana no es solo cruz de muerte, sino de vida porque es la cruz del que da la vida para que todos vivamos la cruz del Dios Amor, que nos hace libres y da fuerza y capacidad para enfrentar el Poder que oprime. Esta es la Semana Santa. Acompañar al Nazareno y al mismo tiempo empoderar a 30 millones de venezolanos y a sus instituciones democráticas para que el poder de dominación quede sin fuerza. El Amor es más fuerte que la muerte y que el Poder endiosado. La vida entregada por AMOR resucita en las personas y construye sociedades de vida y no de muerte.
Caracas, 15 de marzo de 2016.

viernes, 11 de marzo de 2016

Los Valores Fundamentales de la Vida Social Según la Doctrina Social de la Iglesia


Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
Sobre el Origen de las Semanas de la Doctrina Social de la Iglesia
         Permítanme comenzar con unas consideraciones previas, con el fin de ubicarnos en este evento y su importancia. Celebro con mucha esperanza la realización de la X Semana de la Doctrina Social de la Iglesia en nuestra Arquidiócesis de Maracaibo, unidos a nuestra hermana Diócesis de Cabimas. Este proyecto que cuenta ya con una década de historia, unió los espíritus inquietos de insignes laicos, con auténtico sentido de fe cristiana, que viven en comunión con la Iglesia Católica, con el fin de formar al pueblo de Dios en el rico tesoro del magisterio social que desde hace más de un centenar de años nos brinda nuestra Iglesia en los documentos de sus más calificados pastores universales y locales. Este consecuente grupo es el Foro Eclesial de Laicos de nuestra Arquidiócesis, guiados por nuestro Arzobispo Mons. Ubaldo Santana y su Obispo Auxiliar Mons. Ángel Caraballo.

         Hacer memoria histórica nos permite conocer la motivación de estas jornadas. El Papa Benedicto XVI, responsabilizando al Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, promulga el extraordinario documento conocido como el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (en adelante cito: Compendio), publicado por la Santa Sede el año 2004. Como lo leemos en la Introducción,

Este documento pretende presentar, de manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social, que es fruto de la sabia reflexión magisterial y expresión del constante compromiso de la Iglesia, fiel a la Gracia de la salvación de Cristo y a la amorosa solicitud por la suerte de la humanidad. Los aspectos teológicos, filosóficos, morales, culturales y pastorales más relevantes de esta enseñanza se presentan aquí orgánicamente en relación a las cuestiones sociales. De este modo se atestigua la fecundidad del encuentro entre el Evangelio y los problemas que el hombre afronta en su camino histórico (Compendio 8).

         Inmediatamente todas las Iglesias locales se activaros para presentar y dar a conocer solemnemente nuestro Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. A nivel de América Latina, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) hizo lo propio. El Pastor de Maracaibo convocó al Foro Eclesial de Laicos y a nuestra Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), para que juntos realizáramos la presentación al pueblo zuliano. Comenzamos a trabajar y lanzamos la idea de celebrar la I Semana de la Doctrina Social de la Iglesia en la Arquidiócesis de Maracaibo que se realizó con éxito del 10 al 16 de junio de 2007, centrando nuestras reflexiones en el Compendio que presentamos. Pero, no se podía ignorar los grandes acontecimientos del momento: el Concilio Plenario de Venezuela (CPV-2000-2006) y la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en la mariana ciudad brasileña Aparecida (2007). Fue un tiempo histórico eclesial de una significación especial. Mientras que Venezuela convulsionaba social y políticamente.

         Aparecida en su numeral 99 nos habla de la invaluable riqueza de la Doctrina Social de la Iglesia que anima el testimonio y la solidaridad del cristiano, como discípulos y misioneros de la caridad que transforma el mundo. Concretamente recomienda a los catequistas utilizar como instrumento de formación cristiana, además del Catecismo de la Iglesia Católica, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

Por su parte, nuestro CPV en su documento La Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad  (Cf. CIGNS 71) denuncia el poco conocimiento de esta tan importante doctrina social, exigiendo la formación sistemática a las Universidades Católicas, a los Seminarios, a los Centros de Formación para Religiosos y para Religiosas, así como en la Catequesis (Cf. CIGNS 171-172).

En la misma línea, lo exige para los jóvenes cristianos en su documento Jesucristo Buena Noticia para los Jóvenes (Cf. JBNJ 81). Precisamente, uno de sus desafíos es formulado así: “Alentarles en su misión de colaborar y ser levadura en la construcción de una nueva sociedad, desde la fe, y ofrecer oportunidades para que estudien, profundicen y pongan en práctica la Doctrina Social de la Iglesia” (JBNJ 88). Ahora saben ustedes el porqué de nuestro empeño y la motivación de tan grande compromiso.

         Debo subrayar que para nuestra Católica de Maracaibo, la UNICA, esta iniciativa es natural a su  identidad católica y humanista. En el seno de nuestra Comunidad Universitaria, tanto en lo académico, como en su vida pastoral, inspirada por nuestro santo patrono, el Padre Alberto Hurtado, y nuestro epónimo, el gran humanista cristiano Cecilio Acosta, esta doctrina social penetra su alma.

De manera que estas jornadas de reflexión tienen garantizado el éxito. Prontamente, desde el Área Académica de Pensamiento Teológico de su Facultad de Filosofía y Teología, reactivaremos más temprano que tarde el Diplomado de la Doctrina Social de la Iglesia que se ha dictado pocos años antes en Maracaibo y en Cabimas e introduciremos pronto la propuesta de una Maestría en el tema.

         Casi enseguida, se une a nuestro proyecto eclesial, la Pastoral Universitaria y Pastoral Social de la Diócesis de Cabimas y, desde entonces, caminamos unidos en esta faena. Rápidamente, Cabimas consolida su “Semana” con su propia originalidad. Pero, siempre unidos en la fortaleza de la fe y la caridad. Hemos intentado en otras Iglesias Locales, pero nos falta mucho por hacer. Significa que nuestro sueño sigue buscando espacios donde desarrollarse.

         Hemos estado presentes en la Universidad del Zulia (LUZ), en las Escuelas Católicas, en otras Instituciones Católicas como el Centro de Formación Profesional “San Francisco”. Seguimos buscando cómo brindar este extraordinario tesoro doctrinal donde, como afirma el Compendio, “el cristiano sabe que puede encontrar… los principios de reflexión, los criterios de juicios y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario”, en concreto, en nuestra Sociedad Venezolana, que reclama de nosotros una respuesta comprometedora, hasta el sacrificio de la Cruz. En este sentido, asumimos el llamado insistente del Papa Francisco de no ser indiferentes (Mensaje de la Jornada de Paz 2016).

         Este año, celebramos con mayor fuerza esta X Semana de la Doctrina Social de la Iglesia, con nuevas experiencias. Hace un tiempo, escuchamos al entusiasta Padre Ovidio Duarte, Párroco de la Comunidad Parroquial “San Antonio María Claret”, brindándonos un excelente apoyo. Ahí se ha creado un grupo en torno a la Doctrina Social de la Iglesia. Nos hemos reunido, en la medida de nuestras posibilidades, los martes en la tarde, para conversar y planificar actividades que van pujándose paso a paso, al ritmo de un País en situaciones sumamente críticas. Así hemos llegado aquí, a esta acogedora Comunidad Cristiana que se une a nosotros en la misión que Jesús nos ha encomendado.

Pensamos que podemos seguir buscando en las Comunidades Parroquiales, porque sabemos que muchos esperan este impulso del Espíritu para aprender y vivir la doctrina social que se enriquece cuando la Iglesia, como el buen samaritano del Evangelio, se acerca a la humanidad herida por las injusticias y las tiranías, para servirle con el amor del mandamiento de Jesús. Así pues, la celebración de estas jornadas es una misión que no asumimos solos, sino como Iglesia, en comunión cristiana.

 

Desde la Venezuela del siglo XXI

         Esta X Semana de la Doctrina Social de la Iglesia gira en torno a un tema: Contribución y Desafíos de la Doctrina Social de la Iglesia en el siglo XXI. Iglesia que peregrina y sirve en la Venezuela del siglo XXI. Aunque, a mi juicio, a nuestro pueblo venezolano se le ha negado el derecho de avanzar con el progreso de la historia y no hemos todavía llegado al nuevo milenio. Por el contrario, hemos retrocedido copiando modelos sociales, económicos y políticos, fracasados y dañinos para la humanidad. Creo que esta apreciación es común entre nosotros, no decimos nada que no hemos escuchado antes.

Hoy, aquella sociedad de desarrollo humano ha ido desapareciendo. Las propuestas gubernamentales son más bien primitivas como el bañarnos con totuma, usar velas para alumbrarnos, entre otras absurdeces que da pena mencionar. Pero, más grave aún, es el franco deterioro de la salud, de la educación, de la justicia, de los servicios elementales de nuestra comunidad. Nadamos en basura y no hay agua. Más que pobreza, el empobrecimiento creciente signa el comienzo de este siglo que no nos han permitido vivir, sino sufrir. Se ha impuesto una tiranía y todavía preguntamos ¿qué hace la oposición? ¿Qué hace la Iglesia? Y, por otro lado, cuestionamos ¿qué hacemos nosotros? ¿Por qué hemos llegado a esta situación? He ahí la cuestión social que nos ocupa como venezolanos cristianos.

En 1968 la Iglesia en la Conferencia de Medellín denunciaba que el subdesarrollo que vive América Latina es una injusta situación promotora de tensiones que conspira contra la paz. El año anterior lo denunciaba Pablo VI en la Populorum progressio (PP 87). Después de casi medio siglo, es lamentable tener que seguir denunciándolo para Venezuela. Así como la creciente y cada vez más grave marginalidad. Nuestra patria es marginal, socioeconómica y políticamente. Las desigualdades sociales son excesivas, las frustraciones como nunca, la opresión clama al cielo. Somos un pueblo empobrecido.

Pero, aún más grave todavía, es la falta de testimonio de los cristianos porque no hemos formado nuestra conciencia en los valores humanos elementales ni en los valores cristianos que nos exigen un compromiso mayor, el sacrificio de la cruz. Somos falsos cuando nos llamamos cristianos y nos convertimos en bachaqueros con la excusa de que debemos aprovechar el momento. Mientras cada quien pretenda solucionar los problemas individuales y conformarnos con ello, no vamos a superar esta situación. Ni saliendo del régimen. Somos falsos cuando no pensamos en los demás que sufren violencia por las injusticias, por las persecuciones políticas o por la delincuencia, y nos convertimos en colaboracionistas de la dictadura, bien por haber recibido un beneficio o para proteger nuestros negocios. Esto, sólo como ejemplo.

Parafraseando al querido san Juan XXIII, podemos decir que la Iglesia ve en nuestros días que la convivencia de los venezolanos, gravemente perturbada, tiende a un gran cambio. Y cuando la comunidad humana es llevada a un nuevo orden social, la Iglesia tiene ante sí una misión inmensa. Hoy en Venezuela se exige a la Iglesia que inyecte la virtud perenne, vital, divina del Evangelio en las venas de esta sufrida y frustrada comunidad humana (Cf. Humanae salutis 25-12-1961). Esta es nuestra pretensión, inyectar, sembrar, escribir en nuestro corazón, los valores cristianos, la virtud del Evangelio de Jesús.

 

Por fin mi tema: Los valores de la vida social

         El tema de los valores fundamentales de la vida social es respuesta a este exigente llamado a la Iglesia que hace explicito el Papa Bueno. Se encuentra formulado en el Compendio, en el capítulo IV sobre los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. Introduce afirmando que tales principios son los verdaderos puntos de apoyo de toda esta doctrina. Señala cuatros principios: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad. Todos expresan la verdad del mensaje del Evangelio, se comprende en el mandamiento nuevo del amor y se concreta en la justicia. Estos principios, como notamos, forman una unidad entre sí y se integran en los valores: “Los valores requieren, por consiguiente, tanto la práctica de los principios fundamentales de la vida social, como el ejercicio personal de las virtudes y, por ende, las actitudes morales correspondientes a los valores mismos” (Compendio 197).

         Estos valores fundamentales de la vida social son la verdad, la libertad y la justicia. Recordemos al mismo Juan XXIII quien con su impactante encíclica Pacem in Terris (PT - 11-4-1963), al dejar bien claro que el principio de la convivencia humana es la persona humana, dotada de inteligencia y libertad, sujeto de derechos y deberes, imagen de su Creador, redimido por Jesucristo, convertido por ello en hijo y amigo de Dios, es decir, elevado a la dignidad divina (PT 9-10); nos enseña que los fundamentos de esta convivencia pacífica son la verdad, la justicia, el amor y la libertad (PT 35). Lo expresa así:

Una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor de tal manera, que sientan como suyas las necesidades del prójimo y hagan a los demás participes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano. Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va desarrollando conjuntamente con la libertad, es decir, con sistemas que se ajusten a la dignidad del ciudadano, ya que, siendo éste racional por naturaleza, resulta, por lo mismo, responsable de sus acciones (PT 35).

         La comunidad humana descrita por Juan XXIII es ordenada a la dignidad de la persona humana. Para ello anuncia los derechos a la existencia y a una calidad de vida, a la buena fama, a la verdad y a la cultura, al culto divino y la libertad religiosa, a elegir el estado de vida que prefieren y a fundar una familia, al trabajo, a ejercer libremente actividades económicas sin perder el sentido de responsabilidad, a la propiedad privada con auténtica conciencia de su función social, a la reunión, a asociarse, a la residencia y a la emigración, a participar en la vida pública y a la seguridad jurídica. Así como a sus deberes, esos son: respeto a los derechos ajenos, a colaborar con los demás y a actuar con sentido de responsabilidad. En suma, el Papa Bueno concluye en que la sociedad “se funda en la verdad, debe practicarse según los preceptos de la justicia, exige ser vivificado y completado por el amor mutuo, y, por último, respetado íntegramente la libertad, ha de ajustarse a una igualdad cada día más humana” (PT 37).

         Así, pues, en la Pacem in Terris, los valores fundamentales son: la verdad, la justicia, el amor, la libertad y la igualdad. El amor es tratado relevantemente por el Compendio en el apartado siguiente con el subtítulo “La vía de la caridad” (Compendio 204-208). Pienso que debemos hablar primero de la caridad que es la fuente de todo valor, de la misma existencia humana y del sentido de toda sociedad. Además, como lo expresa el mismo Compendio, es el camino que nos conduce a la verdad, a la justicia y a la libertad (Cf. Compendio 205). Con todos ellos, también es fuente y camino de la convivencia pacífica y democrática.

         El Papa Benedicto XVI nos expone en la segunda parte de su encíclica Deus caritas est que el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como comunidad de amor, tiene al misterio de la Trinidad como fuente, modelo y meta. Recuerdo al beato Pablo VI que dice en la Ecclesiam suam (ES – 6-agosto-1964) que “la caridad lo explica todo” (ES 58), haciendo referencia a la hora de la caridad: “La caridad debe hoy asumir el puesto que le compete, el primero, el más alto, en escala de valores religiosos y morales, no sólo en la estima retórica sino también en la práctica cristiana” (ES 58).

         Es de saber que hablar de un valor en particular no se puede hacer sin relacionarlo con los otros. Por ejemplo, la Conferencia de Medellín enseña que el amor “es también el dinamismo que debe mover a los cristianos a realizar la justicia en el mundo, teniendo como fundamento la verdad y como signo la libertad” (Conclusiones de Medellín, Justicia 4). Es decir, que amar es practicar la justicia, fundada en la verdad, vivida y expresada en la libertad.

En todo el maravilloso magisterio de la Iglesia latinoamericana, existe una coherencia en los valores sociales, que consiste en que antes de hablar de ellos, nosotros debemos escuchar al pueblo. Por eso en Medellín los Pastores escuchan: “un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte” (Conclusiones de Medellín, Pobreza de la Iglesia 2 – Cf. Puebla 88). Pues, en la III Conferencia de Puebla (1979) se enfatiza, diez años después, que ese “clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante” (Puebla 89). De ahí, que “nuestra misión de llevar a Dios a los hombres y los hombres a Dios implica también construir entre ellos una sociedad más humana” (Puebla 90). Así hizo Dios para liberar a Israel, escucho sus gemidos de pueblo esclavizado, eligiendo un líder entre ellos, los movilizó para comenzar a caminar unidos por el desierto sacrificado que lo conduciría a la Patria de libertad. Una libertad vivida en comunión y en corresponsabilidad.

Pero, cuidado, el amor no se agota en la justicia. Así lo hace ver el Compendio: “La caridad presupone y trasciende la justicia” (Compendio 206). Pero, como lo canta el salmista: “El amor y la verdad se encuentran, la paz y la justicia se besan, la verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo. El Señor mismo traerá la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, y le preparará el camino” (Salmo 85, 10-13). No hay duda sobre la primacía del amor, como lo enseña San Pablo (1Cor 13). Pero, no olvida San Pablo que el amor no se alegra de las injusticias, sino de la verdad. Sin embargo, el amor no tiene límite.

Naturalmente, es supremo el amor con el que identificamos al mismo Dios: “Dios es amor”, comunidad divina de tres personas distintas en relaciones tan perfectas de amor que es un solo Dios, comunión de amor. Sí, Dios es la sociedad perfecta, fuente, modelo y meta de nuestra sociedad ideal. Por eso, nuestra fe cristiana no puede vivirse en privado ni individualmente, es en comunión de amor. Por eso, lo primero es el amor en fraternidad, la expresión más grande donde la justicia, la verdad, la libertad, la igualdad y la paz, tienen su sentido.

El Compendio expresa que debemos tender hacia la verdad, debemos respetarla y testimoniarla responsablemente (Compendio 198). Aquí podemos apoyarnos en la excelente encíclica Caritas in Veritate (CV – 29-junio-2009), de Benedicto XVI. Comienza diciendo que “el amor – caritas – es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz” (CV 1). Es que “en Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad” (CV 1).

Para el Papa emérito, la “Caritas in Veritate es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral. Deseo volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común” (CV 5). Porque “desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad” (CV 7). Esta justicia comienza por reconocer al otro en su dignidad como persona humana (Compendio 201).

Hablando de justicia quiero recordar un documento olvidado por muchos, a mi juicio, de una enorme actualidad a pesar de ser firmado por Pablo VI en 1971 como fruto del sínodo sobre la justicia en el mundo. Sólo cito una parte:

Escuchando el clamor de quienes sufren violencia, oprimidos por sistemas y mecanismos injustos; y escuchando también los interrogantes de un mundo que con su perversidad contradice el plan del Creador, tenemos conciencia unánime de la vocación de la Iglesia a estar presente en el corazón del mundo predicando la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos y la alegría a los afligidos. La esperanza y el impulso que anima profundamente al mundo no son ajenos al dinamismo del Evangelio, que por virtud del Espíritu Santo libera a los hombres del pecado personal y de sus consecuencias en la vida social.

La situación actual del mundo, vista a la luz de la fe, nos invita a volver al núcleo mismo del mensaje cristiano, creando en nosotros la íntima conciencia de su verdadero sentido y de sus urgentes exigencias. La misión de predicar el Evangelio en el tiempo presente exige que nos empeñemos en la liberación integral del hombre ya desde ahora, en su existencia terrena. En efecto, si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no manifiestan su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente logrará credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo.

La Iglesia ha recibido de Cristo la misión de predicar el mensaje evangélico, que contiene la llamada del hombre a convertirse del pecado al amor del Padre, la fraternidad universal y, por tanto, la exigencia de justicia en el mundo. Esta es la razón por la cual la Iglesia tiene el derecho, más aún, el deber, de proclamar la justicia en el campo social, nacional e internacionalmente, así como de denunciar las situaciones de injusticia, cuando lo exijan los derechos fundamentales del hombre y su misma salvación. La Iglesia no es la única responsable de la justicia en el mundo; tiene, sin embargo, una responsabilidad propia y específica, que se identifica con su misión de dar ante el mundo testimonio de la exigencia de amor y de justicia tal como se contiene en el mensaje evangélico.

En este sentido, debo recomendar el estudio de la primera parte del Compendio que se refiere a los fundamentos bíblicos y teológicos de la Doctrina Social de la Iglesia, pues, lo dice Juan Pablo II en la Centesimus annus (CA - 1991), “la dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana” (CA 55). En esta parte se afirma que la fuente y el fundamento de la doctrina social se encuentran en la acción liberadora de Dios en la historia de salvación que comienza con la cercanía gratuita de este Dios y que tiene en la persona de Jesús su cumplimiento. En Jesucristo se cumple el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con los hombres.

En Cristo, en su anuncio y en sus acciones, encontramos la verdad del amor que se vive en la justicia. Porque ese anuncio se concreta en el Reino de Dios, un reino de amor, paz, libertad y justicia. Este Jesús es presentado por la Iglesia como Señor de la historia e inspirador de un verdadero cambio social. Por eso este Reino de Dios no sólo es don, sino también tarea, vocación que nos exige construirlo en las relaciones interhumanas. Por eso, la Iglesia se compromete en la Conferencia de Puebla, a hablar de Jesucristo, proclamar su Evangelio del Reino, y pedirle al pueblo latinoamericano acoger su doctrina liberadora.

Por eso, “solidarios con los sufrimientos y aspiraciones de nuestro pueblo, sentimos la urgencia de darles lo que es específico nuestro: el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios. Sentimos que ésta es la fuerza de Dios capaz de transformar nuestra realidad personal y social, y de encaminarla hacia la libertad y la fraternidad, hacia la plena manifestación del Reino de Dios” (Puebla 180-181).

Cuando se habla de libertad, otro de los valores humanos y, por lo mismo, fundamental en la vida social, es signo eminente de la imagen divina. Con la libertad, el ser humano se expresa como ser divino, partícipe de la naturaleza de Dios. El Compendio, citando textualmente el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), afirma que “la libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana” (Compendio 199 y CIC 1738).

X Semana de la Doctrina Social de la Iglesia - Informe

Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
            Hemos celebrado en la Arquidiócesis de Maracaibo, en comunión con la Diócesis de Cabimas, la X Semana de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Se trata de unas jornadas de reflexión sobre las cuestiones sociales de nuestra Venezuela bajo la mirada pastoral de la Iglesia Católica. Su objetivo fundamental es hacer beneficiaria a la familia humana de la riqueza doctrinal contenida en el Magisterio de nuestra Iglesia sobre la persona humana en relación. Como lo expresan las orientaciones ofrecidas por la Congregación para la Educación Católica (30-12-1988), “hoy, la doctrina social está llamada, cada vez con mayor urgencia, a aportar su propio servicio específico a la evangelización, al diálogo con el mundo, a la interpretación cristiana de la realidad y a las orientaciones de la acción pastoral, para iluminar las diversas iniciativas en el plano temporal con principios rectos… Se trata de promover un verdadero progreso social, el cual, para garantizar efectivamente el bien común de todos los hombres, requiere una organización justa de tales estructuras”.
            La responsabilidad de la organización recae, por mandato de nuestros Arzobispo Mons. Ubaldo Santana y su Obispo Auxiliar Ángel Caraballo, en la Coordinación del Área Académica de Pensamiento Teológico, de la Facultad de Filosofía y Teología, de la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA); del Foro Eclesial de Laicos y de la Parroquia San Antonio María Claret, bajo el asesoramiento pastoral del Pbro. Ovidio Duarte. Así mismo en Cabimas, unidos a nosotros, por mandado de su Obispo Mons. William Delgado, son responsables de su organización las Pastorales Universitaria y Social. La organización, la logística y la difusión, luego de una exhaustiva evaluación, fueron excelentes. Debemos darles mérito especial a todos los movimientos y grupos de apostolado de la Parroquia Claret. Cuando se presentó alguna emergencia, todos se movilizaron para superarlo enseguida sin ningún problema.
            Esta X Semana de la DSI gira en torno a un tema: Contribución y Desafíos de la DSI en el siglo XXI. Más bien, en la Venezuela del siglo XXI. El programa se cumplió estrictamente, según se planificó. Como ya es tradición, desde hace diez años, este evento eclesial se celebra la segunda semana de cuaresma (domingo 21 al viernes 26 de febrero 2016). Por lo que, nuestro Arzobispo Santana en Maracaibo, y el Obispo Delgado en Cabimas presidieron la Eucaristía Inaugural con toda solemnidad. A las once de la mañana, con una Asamblea Litúrgica abundante del Templo Claret, ofrecimos al Señor estas jornadas y le pedimos que nos diera las gracias suficientes para hacer realidad esta obra suya que nos ha encomendado como Iglesia suya que somos. La experiencia en Cabimas también fue extraordinaria. ¡Alabado sea nuestro Señor!
            El lunes 22, a las nueve de la mañana, escuchamos desde la sede de la Católica de Maracaibo a Mons. Mariano José Parra Sandoval, Obispo de Ciudad Guayana, quien nos habló sobre la persona humana y sus múltiples dimensiones, utilizando una metodología dialogante que consiste en interrogar al mundo sobre su visión humanista y, luego, preguntar al proyecto de Dios sobre nosotros. Así pudimos confirmar que “la enseñanza social de la Iglesia se origina del encuentro del mensaje evangélico y de su exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”. Ciertamente, fue una enseñanza con profundidad bíblica y teológica, expuesta pastoralmente. Esta misma experiencia se repitió ese día a las 7:30 de la noche en la Iglesia Claret. Si en la UNICA la asistencia fue de una gran cantidad de profesores y alumnos, en el Claret fue aún mayor, de mucho más de cien personas, en su mayoría laicos, con presencia significativa de seminaristas. Lamentamos que estos seminaristas sólo hayan podido asistir a la primera conferencia, igual lo agradecemos.
            La dinámica de todas las actividades se realizó en la Iglesia Claret a las siete y treinta de la tarde, donde después de las conferencias disfrutamos de un compartir extraordinario. Todas las conferencias tuvieron como base el Compendio de la DSI y fueros filmadas por especialistas comunicacionales. El martes 23, escuchamos al Dr. Homero Pérez Aranaga quien disertó sobre los principios de la DSI. El miércoles lo hizo el Pbro. Andrés Bravo sobre los valores de la vida social. El jueves le correspondió al Dr. David Gómez Gamboa hablar de los derechos humanos en el futuro de Venezuela. Para cerrar con lujo, el viernes, con la conferencia del Dr. Guillermo Yepes Boscán que nos enseñó sobre la identidad del laico cristiano-católico y su compromiso social. La asistencia fue en su totalidad de laicos, entre sesenta y setenta personas con una activa participación, con preguntas y reflexiones. Sólo asistieron dos presbíteros.
            En la Diócesis de Cabimas se dictaron tres conferencias: la primera, en la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, núcleo de Bachaquero, sobre el conflicto ético-político que enfrenta el universitario cristiano de nuestro tiempo. La segunda sobre el compromiso político del laico en la sociedad actual, en la Parroquia San Benito de Ciudad Ojeda. La tercera dictada por el Pbro. Andrés Bravo, sobre la dimensión política del cristiano, en el Seminario Buen Pastor de Cabimas.
            La gran novedad que vivimos en esta X Semana de la DSI fue la participación de los laicos de la Parroquia Claret que, pastoreados por el Pbro. Duarte, se han organizado en un equipo apostólico de DSI, reuniéndose todos los martes para reflexionar y planificar. Este grupo ha crecido y seguimos nuestras reuniones. De ahí, surgió un conversatorio sobre la DSI con un grupo de treinta catequistas en el Colegio Mater Salvatoris el jueves 3 de este mes. Existen varios proyectos que se irán realizando en el transcurso de este año. ¡Alabado sea el Señor!
Maracaibo, 8 de marzo de 2016