martes, 31 de mayo de 2016

Apuntes históricos sobre la Doctrina Social de la Iglesia

Dr. Rafael Díaz Blanco[1]
Abogado y Politólogo
Profesor Universitario
Para la Iglesia, el mensaje social del Evangelio no

 debe considerarse como una teoría, sino por encima

de todo, un fundamento y estímulo para la acción

(Centesimus annus, 57)

Comenzaremos con algunos conceptos sobre la Doctrina Social de la Iglesia, haremos un recorrido histórico de la Rerum Novarum hasta nuestros días y terminaremos con algunas consideraciones sobre las reflexiones de los Obispos venezolanos, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, sobre la realidad nacional.
 
Concepto de Doctrina Social de la Iglesia
 
La misión de la Iglesia es de orden religioso, no de orden político económico o social. La Iglesia no ofrece soluciones técnicas y no pretende mezclarse en política, pero si tiene una misión que cumplir a favor de una sociedad a medida del hombre (Benedicto XVI, 2009: 16). Como afirma De la Iglesia (2014: 286) “Ninguna realización humana lleva a plenitud el ideal del Evangelio”.
La Doctrina Social de la Iglesia “no es una tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial”. Sin embargo, el magisterio se ha pronunciado con frecuencia contra el comunismo y los regímenes totalitarios, excluye el socialismo como remedio  y rechaza el liberalismo entendido como ilimitada competencia entre las fuerzas económicas (CDSI, 2006: 65-67).
La locución doctrina social se remonta a Pio XII para designar “el corpus doctrinal relativo a temas de relevancia social que, a partir de la encíclica Rerum novarum de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través de los Romanos Pontífices y los Obispos en comunión con ellos” (CDSI, 2006: 64).
Sin embargo, decimos con Van Gestel (1964: 21) que la Doctrina Social de la Iglesia es más antigua que la Iglesia misma en el sentido que ya en el Antiguo Testamento encontramos las ideas sociales que desarrollaría la predicación de Jesucristo y se recogerían en el Nuevo Testamento, los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y sus Epístolas. Señalaba san Juan Pablo II (1981: 5) en Laborem exercens que la Doctrina Social de la Iglesia “tiene su fuente en la Sagrada Escritura, comenzando por el libro del Génesis y, en particular, en el Evangelio y en los escritos apostólicos. Esa doctrina perteneció desde el principio a la enseñanza de la Iglesia misma, a su concepción del hombre y de la vida social y, especialmente, a la moral social elaborada según las necesidades de las distintas épocas”.
De acuerdo con los documentos de Puebla de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) la enseñanza social de la Iglesia es “el conjunto de orientaciones doctrinales y criterios de acción que tienen su fuente en la Sagrada Escritura, en la enseñanza de los Padres y grandes teólogos de la Iglesia y en el magisterio, especialmente en los últimos papas” (García, 2010: 25).
La Doctrina Social de la Iglesia es la reflexión política, económica y social desarrollada en las encíclicas, documentos conciliares, discursos pontificios, documentos de los distintos dicasterios de la Iglesia, en un momento histórico concreto, cónsona con la tradición humanista cristiana que en cada país corresponderá a las respectivas Conferencias Episcopales hacer las aplicaciones a las realidades particulares. Considerándose la Iglesia “experta en humanidad” debe escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (San Juan Pablo II, 1987: 4).
La Doctrina Social de la Iglesia debe resultar “un saber teórico-práctico orientador de la acción parroquial” que surge del derecho y deber de la Iglesia de emitir juicios morales sobre situaciones, estructuras y sistemas (Rodríguez, 1990: 1). Decía Juan XXIII (1961:39) en Mater et Magistra (15/05/1961) que “la doctrina social profesada por la Iglesia Católica es algo inseparable de la doctrina que la Iglesia enseña sobre la vida humana (222). Por esto deseamos intensamente que se estudie cada vez más esta doctrina. Exhortamos, en primer lugar, a que se enseñe como disciplina obligatoria en los colegios católicos de todo grado, y principalmente en los seminarios, aunque sabemos que en algunos centros de este género se está dando dicha enseñanza acertadamente desde hace tiempo. Deseamos, además, que esta disciplina social se incluya en el programa de enseñanza religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares y se divulgue también por todos los procedimientos modernos de difusión, esto es, ediciones de diarios y revistas, publicación de libros doctrinales, tanto para los entendidos como para el pueblo, y, por último, emisiones de radio y televisión (223)”.
Por su parte, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI, 2006: 320) señala que “la doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa”. “Es absolutamente indispensable –sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político- un conocimiento exacto de la doctrina social de la Iglesia”. Se destaca que “el valor formativo de la doctrina social debe estar más presente en la actividad catequética” y “no menos relevante debe ser el compromiso de emplear la doctrina social en la formación de presbíteros y de los candidatos al sacerdocio (CDSI, 2006: 323).
Señala el Compendio (CDSI, 2006: 19) que la Doctrina Social de la Iglesia contiene los principios de reflexión, los criterios de juicio y los principios de acción que sirven de base para promover un humanismo integral y solidario. Sus valores fundamentales: la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la paz y la caridad o amor cristiano, posibilitan la primacía de la ética sobre la técnica, la persona sobre las cosas, y el espíritu sobre la materia (Rodríguez, 1990: 3).
Para Benedicto XVI (2009: 20-21), la DSI es “una única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre nueva”. Cada pontífice, cada encíclica tiene sus peculiaridades, sin perder la coherencia de todo el corpus doctrinal en su conjunto. Está construida sobre el fundamento trasmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia y acogida y profundizada por los grandes doctores cristianos La Doctrina Social de la Iglesia tiene una importante dimensión interdisciplinaria que permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias económicas encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre (Benedicto XVI, 2009: 42-43). Su enseñanza está “orientada esencialmente a la acción” y “se desarrolla en función de las circunstancias cambiantes de la historia” (n. 72) (Rodríguez, 1990: 3). San Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis (41) señaló que la Doctrina Social de la Iglesia “no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral” (CDSI, 2006: 55).
Siendo Arzobispo de Buenos Aires, el entonces Cardenal Bergoglio afirmaba que la Iglesia no debe meterse en la política partidista, sino en la gran política que nace de los mandamientos y del Evangelio. Es hacer política con sentido evangélico, denunciar los atropellos a los derechos humanos, situaciones de explotación o exclusión, carencias en la educación o alimentación (Rubin y Ambrogetti, 2013: 85).
Belaunde (1982: 10-11) concluye: 1) Existe una doctrina o enseñanza social propia y original de la Iglesia Católica por los principios que la inspiran; 2) Es una doctrina evolutiva, dinámica y actual porque va extrayendo nuevas consecuencias de los principios teniendo en cuenta las realidades cambiantes de la problemática social; 3) Es obligatoria para los católicos como lo señala Juan XXIII en Mater et Magistra (60) por ser “una parte integrante de la concepción cristiana de la vida”.
Por último, advertimos que no debemos confundir la Doctrina Social de la Iglesia con el denominado ‘pensamiento social católico’ producto de la acumulación de estudios sistemáticos, interpretaciones y aplicaciones de la Doctrina Social de la Iglesia, ya que tales contenidos, en muchos casos de gran interés, no poseen la autoridad del Magisterio de la Iglesia (Rodríguez Iturbe, 2001: 1).

Las encíclicas sociales
 
Antecedentes inmediatos:
 
Antecedentes inmediatos de las encíclicas sociales son: el proyecto de decreto sobre la situación de los trabajadores presentado durante el Concilio Vaticano I (1869-1870) y la encíclica Aeterni Patris de León XIIl del 04/08/1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de santo Tomás de Aquino.

Encíclicas sociales

Se consideran encíclicas sociales las siguientes:

Rerum novarum (15/05/1891) de León XIII (1878-1903) “sobre la situación de los obreros”.

Quadragesimo Anno (15/05/1931) de Pio XI (1922-1939) “sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica”.

Mater et Magistra (15/05/1961) de Juan XXIII (1958-1963) “sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana”.

Pacem in Terris (11/04/1963) de Juan XXIII “sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”.

Populorum progressio (26/03/1967) de Pablo VI (1963-1978) sobre la “sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”.

Laborem exercens (14/09/1981) de san Juan Pablo II (1978-2005) “sobre el trabajo humano”.

Sollicitudo rei sociali (30/12/1987) de san Juan Pablo II (1987: 9), “al cumplirse el vigésimo aniversario de la Populorum Progressio”.

Centesimus annus (01/05/1991) de san Juan Pablo II, a los 100 años de la Rerum Novarum.

Caritas in Veritate (29/06/2009) de Benedicto XVI (2005-2013) “sobre el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad”.

Laudato Si (24/05/2015) del Papa Francisco (2013-?) “sobre el cuidado de la casa común”.
 
Otros documentos
Son documentos de gran relevancia para la Doctrina Social de la Iglesia los siguientes:

Encíclica Divini redemtoris “sobre el comunismo ateo” de Pio XI.

Encíclica Summi Pontificatus (20/10/1939) y radiomensajes: La Solennitá (01/6/1941), Oggi (1-9-43), Benignitas et humanitas  24/12/44) de Pio XII (1939-1958).

Constitución Pastoral Gaudium et spes (07/12/1965) “sobre la Iglesia en el mundo actual” y Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II (1958-1965).

Carta Apostólica Octagesima adveniens (14/05/1971) de Pablo VI, a los 80 años de la Rerum Novarum.

Códigos de Malinas de 1927 de la Unión Internacional de Estudios Sociales.

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia de 2012 promulgado por Benedicto XVI.

Pio IX (1846-1878)
A finales del pontificado de Pio IX se reúne el Concilio Vaticano I (1869-1870) al cual se presentó un proyecto de decreto sobre la situación de los trabajadores que denunciaba la miseria imperante. También hubo iniciativas sobre el peligro del socialismo, sin embargo, el fin abrupto del Concilio, derivado de la ocupación de Roma, impidió la consideración de ambas propuestas (Belaunde, 1982: 7).
León XIII (1878-1903)
La encíclica Rerum novarum (15/05/1891) de León XIII “sobre la situación de los obreros” es considerada la primera gran encíclica social (López, 1986: 206). “Carta magna del orden social” la llamará Pio XI (1931: 10). Juan XXIII (1961: 5) dirá que “ha sido reconocida como la Carta Magna de la instauración del nuevo orden económico y social” y recordará (1961: 2) que “abrió un camino más amplio a la acción de la Iglesia Católica”. San Juan Pablo II (1991: 5), afirmará que “confirió a la Iglesia una especie de ´carta de ciudadanía´ respecto a las realidades de la vida pública”.
Aparece la encíclica en un momento de apogeo del capitalismo europeo. La revolución industrial iniciada en Inglaterra se ha expandido y los principios liberales dominan Europa (Reih, 1982: 27). La Rerum novarum es parte de un movimiento de renovación doctrinal que tiene como fuente la encíclica Aeterni Patris (04/08/1879) de Leon XIIl sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de santo Tomás de Aquino. León XIII –afirma van Gestel (1964: 21)- restablece el contacto de la Iglesia con el mundo en la época del liberalismo y del nacimiento del socialismo. Atacará lo que constituye el común denominador de las corrientes políticas de entonces: una concepción individualista y materialista de la vida humana. Se trata del reencuentro del Evangelio con las realidades de una época.
La Rerum novarum en su introducción anuncia como objetivo abordar la “cuestión social”, o sea, el problema de la situación miserable de los obreros; analiza sus causas, su gravedad y el deber del magisterio pontificio de intervenir. En la primera parte, estudia la solución propuesta por el socialismo y las razones de su rechazo absoluto. En la segunda, propone acciones que dependen de la Iglesia, el Estado y los obreros (Pérez, 2009: 64).
Cuatro líneas doctrinales que todavía tienen En síntesis, las propuestas de la encíclica, según Reich (1982: 27) son: 1) Reformar la sociedad; 2) Enfocar las relaciones sociales desde un punto de vista ético; y 3) Intervención estatal en las relaciones sociales. Asimismo, su importancia primordial está en que la Iglesia se aparta de la solución de los problemas sociales vigencia se exponen: 1) Garantizar un salario suficiente acorde con las necesidades del trabajador; 2) El Estado debe promover una mayor distribución de la propiedad, habida cuenta que es un derecho de toda persona; 3) Las condiciones de trabajo deben garantizar la seguridad física del trabajador; y 4) El derecho de asociación es un derecho natural, principal instrumento de los trabajadores para la defensa legítima de sus intereses (Camacho, 2014: 204).
por medio de métodos exclusivamente caritativos.
Dice el Compendio que “toda la doctrina social se podría entender como una actualización, una profundización y una expansión del núcleo originario de los principios expuestos en la Rerum novarum” (CDSI, 2006: 66).
Pio XI (1922-1939)
Durante los pontificados de san Pio X (1903-1914) y Benedicto XV (1914-1922) no hubo encíclicas sociales. 40 años después de la Rerum novarum el mundo está experimentando la mayor crisis del sistema capitalista. Las medidas sociales y políticas adoptadas hasta entonces no bastaban como correctivo del sistema (Reich, 1982: 29). El fascismo se ha instalado en Italia y el comunismo en Rusia. La Quadragesimo Anno (15/05/1931) de Pio XI “sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica” se ocupa ampliamente del orden impuesto por el capitalismo, así como de la lucha de clases promovida por el socialismo. Confirma el principio de la solidaridad y la colaboración para superar las antinomias sociales. Analiza los frutos de la Rerum Novarum, revisa y pone al día su doctrina en relación a la propiedad, el capital, el trabajo, el salario y la restauración del orden social (Pérez, 2009: 66-67). La libre concurrencia no basta como principio básico como creían los liberales (Belaunde, 1982: 69). Es una radical crítica al capitalismo de aquellos años, sin embargo, Pio XI no lo rechaza en cuanto el sistema se base en la colaboración de capital y trabajo (Camacho, 2014: 205). Se habla de una formación de capital en manos de los trabajadores y una regulación definitiva de las relaciones capital-trabajo. El capital y el trabajo deben entenderse como amigos (Reich, 1982: 30-31).
Formula el principio de la subsidiariedad, de acuerdo al cual las decisiones de la sociedad deben estar en el nivel más cercano a los afectados por ésta (García, 2010: 35). Pio XI exige un nuevo principio regulador de la economía impregnado de justicia. Debe estar sometida a una autoridad mayor que la simple del capital, una autoridad cuya ley máxima no sea el egoísmo o el interés individual, sino el bienestar común (Reich, 1982: 33).
Destaca el Compendio (CDSI, 2006: 67-68) que Pio XI hizo oír su voz contra los regímenes totalitarios y destaca las encíclicas Non abbiamo bisogno (29/06/1931) protestando contra los atropellos del régimen fascista, Mit brennender Sorge (1937) sobre la situación de la Iglesia católica en Reich alemán y Divini Redemtoris sobre el comunismo ateo, definido intrínsecamente malo y la doctrina socialcristiana. Mit brennender Sorge solicitada a Pio XI por los Obispos alemanes fue leída desde todos los pulpitos de Alemania, tras haber sido difundida con la máxima reserva. En 1938, ante la difusión del antisemitismo Pio XI afirmaría: “Somos espiritualmente semitas”.
Pio XII (1939-1958)
Pio XII, precursor inmediato del Concilio Vaticano II, aunque no dictó ninguna encíclica social, en la Summi Pontificatus (20/10/1939) enumera errores capitales del orden político que vivía, el olvido de la solidaridad (28-38) y la concepción totalitaria (39-43). También son sumamente valiosas las enseñanzas contenidas en sus radio mensajes: La Solennitá (01/6/1941), Oggi (1-9-43), Benignitas et humanitas  24/12/44) Iglesia (Bravo, 2009: 17-19).
En los sesenta, el mundo se ha recuperado de la devastación de la II Guerra Mundial, se ha iniciado la descolonización y hay señales de deshielo en el clima de la Guerra Fría. La cuestión social se ha universalizado y afecta a todos los países (CDSI, 2006: 69).
 Juan XXIII (1958-1963)
El papa Roncalli conmemora el 70 aniversario de la Rerum Novarum con una nueva encíclica que sorprende al mundo: Mater et Magistra (15/05/1961) “sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana”. Es considerada una encíclica de transición entre el pensamiento oficial de la Iglesia antes y después del Concilio Vaticano II (Camacho, 2014: 245). En la introducción, Juan XXIII recuerda la doble misión asignada a la Iglesia: Enseñar y practicar la caridad y su misión social. En la primera parte, expone sucintamente las enseñanzas de sus predecesores y presenta una visión de conjunto de los nuevos problemas que plantea la evolución contemporánea. En la segunda parte, trata problemas tradicionales vistos en su nuevo aspecto: las relaciones entre iniciativa privada e intervención estatal en el campo económico, multiplicación y entrecruzamiento de las relaciones sociales, la “socialización”, relaciones entre patronos y empleados en la empresa, en la profesión, y en la vida económica nacional e internacional, el derecho de propiedad. La tercera parte, está dedicada a los problemas nuevos de la época planteados por el desarrollo y el subdesarrollo. La cuarta parte, sobre todo pastoral, exalta la doctrina social de la Iglesia frente a las ideologías contemporáneas que considera truncadas y falsas (Van Gestel, 1964: 105-107).
El tratamiento del trabajo va adquiriendo preeminencia sobre la propiedad, como advierte Camacho (2014: 207-208), probablemente, por la pérdida de prioridad de la polémica antisocialista, se coloca el trabajo en primer término como lo exige el orden ético y más tarde lo afirmará expresamente san Juan Pablo II. Juan XXIII viendo con profundidad los “signos de los tiempos” precisa en Mater et Magistra los criterios del salario justo, el cual no puede estar sometido a la libre competencia. Establece como principio “que los trabajadores cobren un salario cuyo importe les permita mantener un nivel de vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad sus obligaciones familiares”. En consecuencia será necesario tomar en cuenta: 1) La efectiva aportación del trabajador a la actividad económica; 2) La situación financiera de la empresa: 3) Las exigencias del bien común nacional y 4) Las exigencias del bien común universal. En cuanto a la propiedad debe establecerse un equilibrio entre la dimensión individual y social. Es decir, debe servir simultáneamente a los individuos y al bien común (Camacho, 2014: 244).
En el contexto de la proliferación de armas nucleares, Juan XXIII dirige a “todos los hombres de buena voluntad” Pacem in Terris (11/04/1963) “sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”. Constata la existencia de una comunidad mundial y la necesidad de organizarla mediante la constitución de una autoridad internacional (Allo, 1982: 16). Se ocupa del orden entre los seres humanos y el universo, las relaciones entre los hombres y el poder público, entre comunidades, sus derechos y deberes. Reafirma las enseñanzas de la Iglesia y destaca la necesidad de la paz para la existencia de la humanidad (López, 1986: 207).
En Pacem in Terris, por primera vez en una encíclica, se reflexiona sobre los derechos humanos, “es la encíclica de la paz y de la dignidad de las personas”. Se detiene sobre los poderes públicos de la comunidad mundial, llamados a “examinar y resolver los problemas relacionados con el bien común universal en el orden económico, social, político o cultural” (CDSI, 2006: 70).
La primera parte, se refiere a la ordenación de las relaciones civiles detallando los derechos y deberes. La segunda parte, está dedicada a la ordenación de las relaciones políticas. Considera la autoridad, el bien común, la constitución jurídico-política de la sociedad y las exigencias de la época. Al hablar de la autoridad advierte que la doctrina de acuerdo a la cual ésta proviene de Dios es perfectamente conciliable “con cualquier clase de régimen auténticamente democrático”. La tercera parte, trata de la ordenación de las relaciones internacionales. La cuarta parte, está dedicada a la ordenación de las relaciones mundiales y la quinta parte, a la acción temporal del cristiano (Rodríguez, 1990: 14-17).
El Concilio Vaticano II (1962-1965) convocado por Juan XXIII en 1959 y clausurado por Pablo VI dicta la Constitución pastoral Gaudium et spes (07/12/1965) “sobre la Iglesia en el mundo actual” y la declaración Dignitatis Humanae, en la que se proclama el derecho a la libertad religiosa.
Gaudium et spes delinea el rostro de una Iglesia “íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia…” en sintonía con la renovación eclesiológica “refleja una nueva concepción de ser comunidad de creyentes y pueblo de Dios…”. Estudia orgánicamente: la cultura, la vida económico-social, el matrimonio y la familia, la comunidad política, la paz y la comunidad de los pueblos (CDSI, 2006: 70).
Pablo VI (1963-1978)
“El desarrollo es el nuevo nombre de la paz” afirma Pablo VI en la encíclica social Populorum progressio (26/03/1967) “sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”. Se considera una ampliación de la Gaudium et spes, en lo económico-social (CDSI, 2006: 72).
Como se desprende del propio título, a diferencia de las encíclicas sociales precedentes, el objetivo antes que la relación entre los grupos sociales, es la relación entre los pueblos. Se ocupa de una solución cristiana al subdesarrollo, de un desarrollo integral y solidario de la persona, de la necesidad de un mundo estructurado sobre nuevas bases. Señala las acciones a emprender con relación a la propiedad, la industrialización, el trabajo, la violencia, la planificación, la alfabetización y la educación, la familia, la demografía, el sindicalismo y la cultura (Pérez, 2009: 82-84).
San Juan Pablo II, al interpretar la Populorum progressio, señala tres novedades: 1/ Destacar el carácter ético y cultural del problema del desarrollo; 2/ Ampliar la cuestión social al orden mundial; y 3/ Vincular la paz a las posibilidades de desarrollo (Aparicio, 2014: 30).
También del Papa Montini debemos mencionar la carta apostólica Octagesima adveniens (14/05/1971) que a los 80 años de la Rerum Novarum, ratifica el rechazo cristiano al análisis marxista inseparable del ateísmo y la antropología marxista (Rodríguez, 2007b: 714). Se ocupa de la urbanización, los jóvenes, la mujer, el trabajo, la discriminación, las fuentes de trabajo, los medios de comunicación social, los derechos humanos. Reclama mayor justicia en la distribución de los bienes, tanto interna como internacionalmente (Pérez, 2009: 90-92). Pablo VI trata del sentido de la política y el peligro de visiones utópicas e ideológicas que comprometen su cualidad ética y humana (Benedicto XVI, 2009: 22).
San Juan Pablo II (1978-2005)
Durante el brevísimo período de Albino Luciani, Juan Pablo I (1978), como es natural, hubo pocos documentos pontificios. Luego, con san Juan Pablo II, tendríamos uno de los pontificados más largos de la historia que incluye tres encíclicas sociales.
La primera encíclica social del Papa Wojtyla es Laborem exercens (14/09/1981) “sobre el trabajo humano”, centro de la “cuestión social”. Se refiere a la relación del trabajo con el hombre y el capital, a los derechos del trabajador, y a la espiritualidad del trabajo (Pérez, 2009: 96-100). Se aborda desde una perspectiva teológico-antropológica, de acuerdo a la cual, el trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana. Se identifica como error el economicismo -sistema capitalista- y el materialismo –sistema socialista- y como solución una auténtica participación de los trabajadores. Se enumeran en el capitalismo: 1) La copropiedad de los medios de trabajo, 2) La participación de los trabajadores en la gestión y 3) en la propiedad; y para el socialismo: l) Asociar el trabajo a la propiedad del capital y 2) promover sociedades intermedias económicas, sociales y culturales (Camacho 2014: 210-212).
Sollicitudo rei sociali (30/12/1987) es la segunda encíclica social de san Juan Pablo II (1987: 9), “al cumplirse el vigésimo aniversario de la Populorum Progressio”. Analiza, como ya se indicó, sus novedades pero también su significado. Se ocupa del nuevo panorama del mundo contemporáneo, el cual visto bajo el aspecto de un auténtico desarrollo humano ofrece una impresión más bien negativa. Señala el creciente abismo entre el Norte desarrollado y el Sur en vías de desarrollo, y los negativos indicadores económicos, sociales y culturales. Destaca la contraposición geopolítica, ideológica y militar Este-Oeste propia de la Guerra Fría con tendencias al imperialismo y a formas de neocolonialismo que contribuye a ampliar las diferencias económicas entre el Norte y el Sur. Denuncia el armamentismo, la tragedia de los refugiados, el terrorismo, las campañas sistemáticas contra la natalidad. Al evaluar los aspectos positivos señala una mayor conciencia del respeto de los derechos humanos, de una mayor interdependencia y de la solidaridad necesaria, justicia y paz, en función del destino común, así como una mayor preocupación ecológica.
Al referirse al auténtico desarrollo humano la encíclica distingue ente progreso y desarrollo, y afirma que “el verdadero desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de los bienes y servicios, esto es, a lo que se posee, sino que debe contribuir a la plenitud del “ser” del hombre. De este modo, pretende señalar con claridad el carácter moral del verdadero desarrollo” (CDSI, 2006, 74).
En su tercera encíclica social, Centesimus annus (01/05/1991), san Juan Pablo II realiza una relectura de la centenaria Rerum Novarum que enmarca dentro de la “opción preferencial por los pobres”. Constata el fracaso de las ideologías especialmente socialistas y del sistema comunista (Bravo, 2009: 20-21). Se dan respuestas a los problemas del mercado, la empresa, los beneficios empresariales, la deuda externa, las amenazas de las economías avanzadas, la cuestión ecológica en sus vertientes natural y humana, la mercantilización, la alienación y el capitalismo como supuesto modelo alternativo (Yepes, 1991: 69).
Recuerda san Juan Pablo II que el contenido esencial de la Rerum novarum “fue proclamar las condiciones fundamentales de la justicia en la coyuntura económica y social de entonces” y ratificar el principio de acuerdo al cual “la paz se edifica sobre el fundamento de la justicia”. Destaca la relevancia del derecho a la propiedad privada ante el fracaso de la propiedad colectiva y el principio que la complementa sobre el destino universal de los bienes y el derecho de asociaciones privadas empresariales, profesionales o sindicales. Se subrayan derechos de los trabajadores como el derecho al salario justo y al descanso. También se refiere la encíclica a los deberes del Estado, su obligación de intervenir y tutelar a los más débiles, al principio de la solidaridad, elemental de una sana organización política (Yepes, 1991: 59-61).
En 2004, el Pontificio Consejo “Justicia y Paz” instituido por Pablo VI en 1967, culmina la redacción del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia promulgado por Benedicto XVI que presenta de manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social de la Iglesia (Bravo, 2009: 36).
Benedicto XVI (2005-2013)
Caritas in Veritate (29/06/2009) es la última encíclica de Benedicto XVI. En su introducción señala que la caridad en la verdad es “el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia”. Se trata de una visión amplia de la caridad desarrollada en la encíclica Deus Caritas (Benedicto XVI, 2009: 10). Se ocupa de la justicia, medida mínima de la caridad y del bien común como exigencia de la caridad y la justicia para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización.
En el capítulo I trata el mensaje de la Populorum Progresio; en el capítulo II del desarrollo humano en nuestro tiempo; en el capítulo III de la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil; en el capítulo IV del desarrollo de los pueblos, de sus deberes y derechos y del ambiente; en el capítulo V de la colaboración de la familia humana; en el capítulo VI del desarrollo de los pueblos y la técnica.
Concluye con un llamado a afirmar individualmente y como comunidad un humanismo íntegro y verdadero. Para la Iglesia, “el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano” (Benedicto XVI, 2009: 1-62)
Francisco (2013-?)
Laudato Si (24/05/2015) del Papa Francisco “sobre el cuidado de la casa común” es la última encíclica social. Se refiere al deterioro ambiental global. Para el Papa Bergoglio la degradación ambiental y la degradación humana están íntimamente ligadas.
 
Las reflexiones de los Obispos venezolanos

Al hablar de la Doctrina Social de la Iglesia en América Latina debemos  incluir los documentos de las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano y del Caribe, y particularmente las de Medellín (1968) y Puebla (1979) (Bravo, 2009: 14).[2] En cuanto a la realidad venezolana, son imprescindibles los documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana que, como ya se dijo, le corresponde hacer las aplicaciones a nuestras realidades particulares.
Entre 1904 y 1962, los Obispos venezolanos realizaron once conferencias ordinarias y ocho extraordinarias siendo frutos importantes las instrucciones pastorales de 1904, 1928 y 1957 (Santana, 2007: 3). Sin embargo, será la Carta Pastoral de monseñor Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, en ocasión del 1° de mayo de 1957, la cual dada su significación histórica y su casi inmediato efecto, ha permitido afirmar que “fue este extraordinario documento del Pastor de Caracas con el que comienza una doctrina social de la Iglesia venezolana”. Monseñor Arias Blanco se refiere a “la multitud de problemas sociales que está viviendo la nación…” y se detiene sobre la injusta distribución de la riqueza, el desempleo, los bajos salarios, la falta de escuelas, las violaciones de la legislación laboral, la libertad sindical (Arias, 2007: 9-19).
A partir de 1958, con el advenimiento de la democracia, las reuniones de la Conferencia Episcopal se hacen frecuentes, institucionalizándose y haciéndose periódicas después del Concilio Vaticano II (actualmente son dos las reuniones ordinarias anuales).
Instaurada la democracia, los Obispos, en Carta Pastoral Colectiva (15/06/1958) reflexionan “sobre los nuevos horizontes que se abren a la patria después del régimen imperante en enero de 1958” (CEV (1), 1958: 7-45). Se pronuncian a favor de la democracia y repudian al comunismo y llaman a los católicos a ejercer la ciudadanía y a participar en la vida pública. Citando a Pio XI (encíclica Ubi arcano) señalan que “los católicos están obligados por la ley de la caridad social a procurar con todos sus esfuerzos que toda la vida de la República esté regulada por principios cristianos”. Los Obispos se pronuncian sobre los regímenes de fuerza, el capitalismo estatal, la autoridad, la libertad, la justicia, los impuestos, los partidos políticos, la educación, los sindicatos obreros y sus reivindicaciones, la violencia, la xenofobia y la pornografía.
Desde entonces, las reflexiones del episcopado sobre la realidad nacional son frecuentes, sus reclamos contra la corrupción, de renovación moral y lucha contra la pobreza han sido permanentes. No hay tema político, económico o social que haya escapado a su consideración, teniendo la mayoría de ellas absoluta vigencia. Los Obispos han reafirmado la doctrina social de la Iglesia, anhelando y propugnando “un orden social, en el que el bienestar no esté limitado a una minoría, sino que pueda ser logrado por todos los venezolanos”. En  cada proceso electoral, los Obispos en práctica que se prolonga a nuestros días, han llamado a cumplir con el deber de votar.
Periódicamente, los Obispos se pronuncian sobre las luces y sombras de la democracia. Así, con motivo de los 40 años de la democracia (20/01/1998) (CEV (2), 1998: 380-387) señalan que la experiencia democrática “es uno de los mayores logros y bienes sociales que compartimos los venezolanos”, que “pese a sus deficiencias ha permitido la conquista de la paz social”. Para los prelados “la voluntad del pueblo venezolano de vivir en paz es lo que explica el rechazo de los golpes de estado y su preocupación por mantener el sistema democrático a pesar de sus imperfecciones”. Afirman que el sistema democrático no es negociable, es decir, no están “dispuestos a avalar formas autoritarias o dictatoriales que tantas penas y lágrimas nos causaron en el pasado”.
Para la Conferencia Episcopal Venezolana, “la Democracia es un proyecto ético que tiene que ver de manera directa con la persona humana…” y recordando el Mensaje de san Juan Pablo II a la VII Cumbre iberoamericana (28/10/1997), subrayan que la Democracia “es una opción fundamentalmente ética a favor de la dignidad de la persona, con sus derechos y libertades, sus deberes y responsabilidades, en la cual encuentra sustento y legitimidad toda forma de convivencia humana y de estructuración social” y agregan que “el primer valor ético de la democracia, que coincide con el presupuesto que la sostiene y alimenta, es el reconocimiento de que la persona humana está dotada por Dios de una dignidad que nada ni nadie puede violar. Es un rechazo de toda forma de sometimiento del hombre por el hombre y, por tanto, de toda forma de tiranía, absolutismo o totalitarismo”.
Indica el Episcopado que “los ciudadanos son la pieza clave de la democracia. Si hay ciudadanos habrá sociedad libre. Esta es todavía demasiado débil entre nosotros. Una sociedad que crece numéricamente, que tiende a ser cada vez más pluralista y abierta en todos los órdenes, requiere de organizaciones de todo tipo y nivel que promuevan y luchen por los más variados y legítimos intereses. Una sociedad civil se caracteriza por actuar en lo público, en el terreno de la toma de las decisiones sociales y en su ejecución. En nuestra sociedad este espacio lo han llenado de forma casi abusiva los partidos políticos y las organizaciones gremiales. Ellos tienen un papel importante e insustituible, pero no pueden seguir siendo los acaparadores de todo el espectro social”.
Y agregan, “el crecimiento poblacional y la complejidad de la vida social entrelazan la participación con la representatividad. Nadie puede estar en todo. Pero la representatividad no es una hipoteca de los derechos ciudadanos. Lograr que los representantes sean tales es uno de los mayores retos de la democracia. El pueblo está cansado de elegir a gente que no lo representa y que nunca entrega cuentas”.
Concluyen diciendo que “una sociedad democrática es impensable sin un Estado fuerte y eficiente en que la separación de poderes garantice esa representación de toda la sociedad civil… El Estado debe concebirse como instrumento de la sociedad civil cuyo sujeto es un pueblo de ciudadanos que comparten una cultura política democrática”.
Con la llegada de Hugo Chávez al poder se inicia un nuevo periodo en las relaciones entre la Iglesia y el Estado venezolano, al igual que en el siglo XIX y buena parte del XX, ha estado lleno de controversias y disputas sobre los más variados asuntos.
No obstante, el Episcopado ha continuado preocupándose por la situación del país haciendo permanente su llamado a “la edificación de una sociedad fundamentada en el respeto a la vida y a la dignidad de toda persona, en el imperio de la verdad y de la justicia, en el pluralismo, la inclusión social y la democracia” (CEV (9), 2011: 1). Sus reflexiones sobre los distintos problemas de la República como la inseguridad, la educación, el auge delictivo, el narcotráfico; sus preocupaciones por la vigencia de la democracia y del estado de derecho, sus denuncias sobre violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de la Constitución, el desconocimiento de la voluntad popular, al igual que sus llamados a la paz, a la unidad, al acuerdo nacional, al diálogo y la reconciliación, a la sensatez, a la reflexión, y a la participación electoral, han sido constantes.
Los Obispos han invitado a colaborar en la “reconstrucción material y espiritual de la República en un clima de solidaridad y convivencia, que incluya a todos y en la que todos tengamos vida en libertad” (CEV (8), 2010: 6). Han señalado que es un clamor popular “que viene de lejos y que el Estado venezolano no ha sido capaz de resolver suficientemente” las demandas de los derechos más elementales de alimentación, salud, vivienda, trabajo, servicios públicos… (CEV (4), 2005: 232)
La Conferencia Episcopal Venezolana ha condenado permanentemente la violencia y las consignas que la estimulan; el lenguaje descalificador, ofensivo e irrespetuoso, así como la represión desmesurada. Han rechazado el populismo, el clientelismo, la corrupción, el militarismo, el Socialismo del siglo XXI y el capitalismo salvaje.
            La Iglesia se ha preocupado por la situación de las cárceles y la existencia de presos políticos. Ha solicitado al Presidente, en varias oportunidades, medidas de gracia o indultos, beneficios procesales y trato humanitario a los civiles y militares condenados o imputados por razones políticas (CEV (3), 2005: 196 y 2006 (5) :244). Recientemente, han dicho que “la ley de Amnistía es un clamor nacional e internacional y una contribución a la distensión social (CEV (12), 2016.)
Con relación al Socialismo del Siglo XXI, han afirmado que el sistema político socialista-marxista y totalitario “es moralmente inaceptable, pues ofende la dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, desconoce la soberanía popular y vulnera gravemente el bien común, la institucionalidad democrática y los derechos de los venezolanos”. Consideran que la hegemonía absoluta del Estado sobre todos los espacios y aspectos de la vida de Venezuela que se pretende, “compromete la libertad, la justicia y los derechos constitucionales del pueblo”. Para la Iglesia venezolana el sistema socialista que se quiere imponer, “amplía el círculo de la pobreza, y agudiza la dependencia del pueblo respecto de un poder centralista” (CEV, 2011: 3). Durante la presidencia de Nicolás Maduro, los Obispos han rechazado abiertamente el llamado Plan de la Patria, Segundo Plan Socialista de Desarrollo económico y social de la Nación 2013-2019 (CEV (10), 2014: 4).
La Conferencia Episcopal Venezolana ha señalado, reiteradamente, que el mayor problema y la causa de la crisis venezolana “es la decisión del gobierno nacional y de los otros órganos del poder público de imponer un sistema político-económico de corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además, atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones y ha conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado” (CEV, 2015 (11): 1-2).
Tampoco han considerado los Obispos, como validos para resolver nuestros males sociales, los caminos propuestos por el neoliberalismo, pues aunque supongan un aparente progreso de la sociedad, llevan inherentes la marginación de amplias masas del pueblo y el ahondamiento de la injusticia y exclusión (CEV (6), 2007: 276)
Así, pues, ni el capitalismo salvaje, ni el socialismo marxista, son vías que conducen a la construcción de una sociedad más justa. Paradójicamente, el socialismo del siglo XXI venezolano, que cada vez se distingue menos del socialismo autoritario del siglo pasado, ha hecho florecer un capitalismo salvaje sustentado en el capitalismo de Estado que construye y una economía informal totalmente desregulada que crece cada día.
La última reflexión de los Obispos contenida en el Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal ante la gravísima situación del país” del 27/04/2016 (CEV (12) 2016) es un angustioso y solidario llamado ante “la extrema carencia de bienes y productos básicos para la alimentación y la salud, junto con otros males como la delincuencia…”. Los Obispos denuncian la ideologización y el pragmatismo manipulador. Rechazan la violencia y los linchamientos, pero llaman a la acción, a derrotar el miedo paralizante, la resignación y la desesperanza. Condenan la especulación y “el bachaqueo” y piden a todos y muy particularmente, a los líderes y dirigentes, a actuar a favor de buen común. Reclaman que se autorice la ayuda humanitaria internacional y exigen el respeto a la institucionalidad en la búsqueda del encuentro y diálogo para la solución de los problemas nacionales: recuperación económica, desabastecimiento, falta de electricidad y calidad de los servicios públicos, violencia e inseguridad. Terminan manifestando que “todas las instancias de servicio de la Iglesia, diócesis, parroquias, institutos religiosos, asociaciones y grupos de apostolado, institutos educativos católicos, centros de reflexión, deben iluminar, con la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, la situación concreta de cada región… Todas nuestras comunidades eclesiales deben abrir un espacio, de modo que se conviertan en “casas de encuentro y diálogo” para quienes sincera y desinteresadamente buscan construir la paz”.
Gracias a Dios, los Obispos han cumplido con la promesa de no callar y seguir insistiendo sobre “la centralidad de la persona humana, los derechos humanos; el pluralismo político frente al pensamiento único y la exclusión por razones ideológicas o por cualquier otro motivo; la educación pluralista, abierta a la trascendencia y a la religión; la lucha contra la pobreza, el desempleo, la inseguridad jurídica y social y la violencia; la libertad de expresión y el derecho a la información; una positiva respuesta a la situación infrahumana de nuestros hermanos privados de libertad y los que se sienten perseguidos” (CEV (6), 2007: 270)
 
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Documentos de la Conferencia Episcopal Venezolana 

(1): “Carta Pastoral Colectiva del Episcopado en la oportunidad de los nuevos horizontes que se abren a la patria después de la caída del régimen imperante en enero de 1958”, del 15/06/1960 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. I 1958-1979, Ediciones Trípode, Caracas 2000, p. 7-45.

(2): “Declaración con motivo del los cuarenta años de la democracia venezolana”, del 20/01/1998 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. II 1980-1999, Ediciones Trípode, Caracas 2000, p. 380-387.

(3): “Exhortación Pastoral: “Diálogo y Perdón para la Paz”, del 11/01/2005, p. 191-197.

(4): “Exhortación Pastoral: “Al Señor tu Dios adorarás y al Él solo servirás Mt 4, Dt 6, 13)”, del 12/07/2005 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. III Julio 1999-Julio 2007, Ediciones Trípode, Caracas 2007, p. 228-236.

(5): “Exhortación Pastoral: “Ser Luz en el mundo y sal de la tierra en la Venezuela de hoy)”, del 11/01/2006 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. III Julio 1999-Julio 2007, Ediciones Trípode 2007, p. 240-245.

(6): “Exhortación Pastoral: “Tiempo de diálogo para construir juntos”, del 13/01/2007 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. III Julio 1999-Julio 2007, Ediciones Trípode, Caracas 2007, p. 267-271.

(7): “Exhortación Pastoral: “Urge el Diálogo y la Reconciliación en Venezuela”, del 07/07/2007 en “Compañeros de Camino, Cartas, Instrucciones y Mensajes”, vol. III Julio 1999-Julio 2007, Ediciones Trípode, Caracas 2007, p. 279.

(8): “Carta Pastoral sobre el Bicentenario de la Declaración de Independencia”, Caracas, 12/01/2010. p.3. Ver en http://www.ucab.edu.ve  

(9)  Exhortación: “Anhelos de Unión, Justicia, Libertad y Paz para Venezuela” del 11/01/2011, 6 p.  Ver en http://www.ucab.edu.ve

(10) “Exhortación Pastoral: Diálogo y pluralismo político”, Caracas, Venezuela, 10/01/2014, 5 p. Ver en http://www.cev.org.ve/

(11) “Exhortación Pastoral: Renovación ética y espiritual frente a la crisis”, Caracas, Venezuela, 12/01/2015, p. 1-2. Ver en http://www.cev.org.ve/

(12) “Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal ante la gravísima situación del país” del 27/04/2016 Ver en http://www.cev.org.ve/

 

 

 

 




[1] Participación en Taller sobre la Misión de la Iglesia y Doctrina Social en la Iglesia del Padre Claret de Maracaibo el 29/05/2016
[2] El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) fue fundado en 1955 por Pio XII a solicitud de los obispos latinoamericanos. Ha celebrado cinco conferencias: Río de Janeiro, Brasil (1955), Medellín, Colombia (1968), Puebla, México (1979), Santo Domingo, República Dominicana (1992) y Aparecida, Brasil (2007).