Andrés Bravo
Profesor de la
UNICA
Reflexión Semanal 9
Tercer
domingo ordinario
El pasaje del Evangelio testimoniado
por san Marcos (Mc 1,14-20) donde Jesús da comienzo a su misión, tras la paulatina
desaparición de Juan Bautista, recorriendo los caminos de este mundo con el
mensaje del Evangelio del reino y llamando a unos pescadores a seguirle para ser
sus apóstoles, me motiva a reflexionar sobre la Iglesia que Jesús va haciendo
nacer con ellos, como “signo e instrumento de salvación” (Lumen gentium 1), al servicio de la humanidad. Misterio de comunión
y misión.
Pero,
más que preocuparnos sobre qué es la Iglesia, debemos ocuparnos en ser Iglesia
(Comunión de fe, esperanza y caridad). Al igual que los grandes padres de los primeros
siglos, considero que la Iglesia no es simplemente un objeto de estudio, es un
modo de vivir el seguimiento de Jesús en comunión. Por eso el papa Francisco insiste
en exigirnos en no convertirla en una ONG, ni en ningún organismo de poder: “La
gran tentación de la Iglesia es pretender tener luz propia… Se vuelve
autorreferencial y se debilita su intención de ser misionera. Deja de ser
esposa para terminar siendo administradora. De servidora se transforma en
controladora” (Al CELAM 28 de julio 2013). Si el apóstol abandona su misión, se
convierte en siervo del poder mundano.
En
este sentido, Puebla resalta varias notas importantes que caracterizan a la
Iglesia. Ella “es inseparable de Cristo porque Él mismo la fundó por un acto
expreso de su voluntad, sobre los Doce (apóstoles) cuya cabeza es Pedro, constituyéndola
como sacramento universal y necesario de salvación” (Puebla 222). Señala a la
Iglesia como pueblo y familia de Dios (cf. Puebla 238-249). Un pueblo enviado
al servicio de la comunión (cf. Puebla 267-273). La Iglesia es en Cristo, no es
autosuficiente. Ella es el signo e instrumento de salvación. Es ella la que
debe servir de candelabro para que la verdadera luz que es Cristo ilumine al
mundo. Ella, en especial, es servidora del reino de Dios: “La Iglesia es
también el instrumento que introduce el reino entre los hombres para
impulsarlos hacia su meta definitiva” (Puebla 227).
El apostolado de la Iglesia es evangelizar.
Ella es evangelizadora. Esta es su vocación e identidad. Se puede decir que la
Iglesia es la Apóstol de Jesús, elegida para anunciar la buena noticia del
reino, la liberación del mal y la reconciliación entre nosotros y con Dios. Es
que la Iglesia es llamada y elegida para hacer que los seres humanos se
acerquen y escuchen a Dios y se identifiquen con su Palabra. Porque “el anuncio
no adquiere toda su dimensión más que cuando es escuchado, aceptado y cuando
hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón. Adhesión a las
verdades que en su misericordia el Señor ha revelado, es cierto. Pero más aún,
adhesión a la persona de Cristo y al programa de vida… que Él propone. En una
palabra, adhesión al reino, es decir, al mundo nuevo, al nuevo estado de cosas,
a la nueva manera de ser, de vivir, de vivir juntos, que inaugura el Evangelio”
(Evangelii nuntiandi 23).
No puedo dejar de referirme, en primer lugar,
al Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006), donde la Iglesia se desafía a sí
misma a una renovación en Cristo, hacia la comunión y la solidaridad, para
convertirse en una Iglesia viva y evangelizadora, en comunión de hermanos,
solidaria con los pobres, profeta y abierta al diálogo sincero con todos. Les
exhorto a que conozcamos los documentos de este extraordinario Concilio
Plenario, sin dudas, el más importante acontecimiento eclesial de la Iglesia
peregrina en Venezuela, de los últimos años.
En segundo lugar, como Iglesia,
debemos dejarnos mover por los vientos renovadores que nos da el Espíritu Santo,
a los cincuenta años del Vaticano II, con nuestro papa Francisco. Considero que
debemos asumir su compromiso, aprender de su magisterio, dejarnos “Primerear” (Evangelii Gaudium 24) y salir decididos
a construir el reino. En su extraordinaria exhortación Evangelii gaudium (la alegría del Evangelio) nos ofrece su programa
pastoral, el modelo de Iglesia que quiere que vivamos. Una Iglesia pobre al
servicio de los pobres, una Iglesia en salida, misionera, comunidad evangelizadora
en búsqueda de los alejados. Una Iglesia de calle, saliendo de sí misma al
encuentro con la gente de los pueblos. La Iglesia de Cristo.
Maracaibo, 18 de enero de 2015
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