Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal
28
XII Domingo Ordinario
Jesús nos brinda con su persona y su
Evangelio un proyecto de vida que abarca todas las dimensiones humanas y se
fundamenta en el amor que él nos propone como un novedoso mandamiento. Es San
Pablo quien interpreta que el amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde
que fuimos testigos de cómo nos amó hasta la entrega de su existencia en la
cruz (cf. 2Cor 5,14). Esta es la novedad del mandamiento de Jesús: “Así como yo
los amo, así deben amarse ustedes los unos a los otros” (Jn 13,34). En este
sentido, la Iglesia que peregrina y sirve en Venezuela, en su Concilio Plenario
nos enseña que “la caridad es el amor cristiano, teologal, desinteresado, que
viene de Dios y nos une a él. Es el alma de la solidaridad y de toda acción de
servicio a la fraternidad, la justicia y la paz”. Me refiero al extraordinario
documento de titulo largo: “La Contribución de la Iglesia a la Gestación de una
Nueva Sociedad” (CIGNS), queriendo decir que la Iglesia trabaja con grandes
esfuerzos para transformar nuestra sociedad con la novedad de los valores del
Evangelio de Jesús.
Quiero
orientar mi reflexión en los temas que, a mi juicio, son los más relevantes de
este tercer documento del acontecimiento eclesial del siglo XXI, que lamentablemente
no lo hemos acogido como se merece, el Concilio Plenario de Venezuela (CPV).
Inaugurado el 26 de noviembre de 2000 y concluido el 7 de octubre de 2006. Se
puede decir que es un acontecimiento en medio de una sociedad sacudida por
fuertes vientos tormentosos, políticos y sociales, donde la Iglesia hace
presenta a Jesús que nos acompaña solidariamente con su gracia y nos reclama
mayor profundidad de fe para poder, con la fuerza del Espíritu Santo, renovar a
Venezuela y levantarnos en la defensa del bien de todos, hacia la libertad (cf.
Mc 4,35-41).
Creo que
el reto principal está expresado con estos términos: “Urge definir cuál debe
ser la presencia y el compromiso cristiano en el vasto campo de la cultura,
entendida ésta como horizonte general de la actividad humana, es decir, no sólo
como expresión artística, sino como los diversos aspectos del quehacer
humanizante de las personas y de los pueblos en los ámbitos jurídicos,
políticos, económicos, sociales, familiar, artístico” (CIGNS 4). Se concreta en
cuatro de ellos como núcleos problemáticos: lo económico, lo social, lo político
y lo ético-cultural. Después de hacer un análisis de la realidad (una mirada
pastora de la situación de Venezuela en estos cuatro ámbitos), nos presenta una
iluminación teológico-pastoral. A esta visión teológica es a la que quiero
referirme, completándola con algunos desafíos y sus respuestas comprometedoras.
Como lo
indiqué al principio, en la Persona y el Evangelio de Jesucristo es donde se
fundamenta la vida y la misión de la Iglesia al servicio de nuestro pueblo con
el deseo de acompañar a todos aquellos que quieran, con sincera entrega,
contribuir a la gestación de una nueva sociedad para la Venezuela de hoy. Como
para Jesucristo, también para la Iglesia el Reino de Dios es el centro de la
evangelización. Aunque sabe que el Reino de Dios trasciende la historia humana,
la Iglesia la recibe como misión y vocación, cada una de sus acciones y de sus
predicaciones tiene el objetivo de construirlo en este mundo. Dios debe reinar
en el aquí concreto de nuestra sociedad.
Nuestro
documento enseña que el paso importante de los cristianos es la conversión para
acercarse a Jesús, seguirle y asumir su causa, la causa del Reino. Luego,
sumergido en la vivencia de historia de salvación, trabajar constantemente para
liberar al pueblo del individualismo egoísta, de la corrupción del pecado, para
vivir el ideal de la comunión como expresión del Reino de Dios.
Con el numeral 76 concluye el primer punto
sobre Jesucristo y el Reino de Dios, para entrar en el tema esencial del
documento, la nueva sociedad: “La Palabra de Dios y el magisterio eclesiástico
reciente arrojan luces para determinar la naturaleza y la especificidad de la
acción evangelizadora y sus correspondientes aportes a la gestación de una
nueva sociedad. La implementación de respuestas acertadas a la nueva situación
nos llevará al compromiso, personal y comunitario, de transformar el orden
social, comenzando por nuestros propios ambientes, y manifestando claramente la
voluntad inequívoca de acercarnos al Reino de Dios”.
Es decir, el compromiso socio-político del
cristiano de construir una nueva sociedad, es un mandato evangélico. De ahí que
el documento nos ofrece un segundo punto sobre las exigencias del amor. Es que
“todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a unirnos e interesarnos
cada día más por lo social, porque este es un campo de la actividad humana, y
nada de lo humano es indiferente a la Iglesia” (CIGNS 82). La fe debe hacerse
notar en el amor – ámense como yo los he amado, así sabrán que son mis
discípulos – que se vive encarnado en nuestra realidad concreta, con la
solidaridad, la lucha por la paz y la justicia: “El compromiso solidario de la
Iglesia con los pobres, con los marginados, con los oprimidos, con los débiles,
con los tristes, con aquellos cuyos derechos han sido violados o amenazados, es
también motivación, invitación y argumento para la fe del mundo en Cristo”
(CIGNS 81).
El tercer punto, la opción por los pobres,
como exigencia del amor y consecuencia de una auténtica evangelización. A
continuación, hace una excelente reflexión sobre la persona humana y la
sociedad teniéndolos como principios de su doctrina social. Me permito cerrar
esta reflexión con el texto de compromiso a servicio de la nueva sociedad para
nuestro pueblo: “Construir una nueva sociedad implica, en primer lugar, tener
claro que todo lo que se plantea como objetivo o ideal de sociedad debe ser viable,
aunque sea difícil lograrlo. En segundo lugar, implica buscar pistas propias,
con cierta originalidad, rechazando la mera imitación, sin que esto signifique
alejarnos de nuestra larga tradición eclesial y de nuestro propio pasado
histórico. En tercer lugar, debemos señalar que son los laicos quienes deben
asumir como propio de su condición la construcción de esta nueva sociedad, en
unión con los pastores, que están llamados, a su vez, a iluminar, instruir y
motivar” (CIGNS 91).
Toda esta enseñanza abre desafíos muy
importantes: la formación de la doctrina social de la Iglesia que nos brinda
los principios de reflexión, los criterios de juicios y las directrices de
acción. Desde donde la Iglesia ejerce su vocación profética, que anuncia,
denuncia y construye. A mi juicio, dos desafíos son de una necesidad apremiante
en la actualidad: “Concretar la solidaridad cristiana y defender y promover la
paz y los derechos humanos ante las frecuentes violaciones de los mismos”
(CIGNS 137). El otro es: “Ayudar a construir y consolidar la democracia,
promoviendo la participación y organización ciudadana, así como el
fortalecimiento de la sociedad civil” (CIGNS 153).
Maracaibo, 21 de junio de 2015
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