Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal 15
Cuarto domingo de
cuaresma
Una
de las cuestiones sociales más importante iluminada por la Doctrina Social de
la Iglesia (DSI), es la vida económica. Esto nos hace comprender la naturaleza
cristiana de la noble acción de compartir. Esta reflexión es motivada por la
“Campaña Compartir” que realiza la Iglesia venezolana en el tiempo de cuaresma.
El amor es su raíz y fundamento (cf. Ef 3,14-21). Porque, “aunque reparta todos
mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me
sirve” (1Cor 13,3). Su principio es la dignidad de la persona humana de donde
parten los demás principios que dan sentido al compartir: los derechos humanos,
la relación persona-sociedad, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad.
La vida económica se
comprende necesariamente integrada a toda la persona humana. A la familia como
protagonista de la vida social, escuela de solidaridad donde aprendemos a
compartir un mismo hogar. Cada familia, basada en el amor, no se encierra en sí
misma, sino que se convierte en parte de la gran familia humana. Ella “debe ser
considerada protagonista esencial de la vida económica, orientada no por la
lógica del mercado, sino según la lógica del compartir y de la solidaridad
entre las generaciones” (Compendio de la DSI 248). También integra la dignidad
del trabajo como identidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. La
Iglesia exhorta a la solidaridad traducida en el compartir fraterno entre los
trabajadores.
De ahí que, que la
riqueza existe para ser compartida (cf. Compendio de la DSI 328-329). Esta es
una enseñanza que la humanidad recibe desde los grandes padres de la Iglesia. El
principio cristiano es que “los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente,
conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es
inmoral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que
Dios creador asignó a todos los bienes” (Compendio de la DSI 328). Como lo
afirma claramente Juan Pablo II en Puebla (1979), toda propiedad privada porta
en sí una hipoteca social. Esto responde a lo que leemos en el Pastor de Hermas
(siglo II) sobre que las riquezas realizan su función de servicio al hombre
cuando son destinadas a producir beneficios para los demás y para la sociedad.
Nuestra
Iglesia peregrina en Venezuela traduce en obras sociales esta extraordinaria
doctrina social, por medio de su pastoral o acción apostólica para el bien de
los más necesitados. De esta manera nos invita a compartir con la pastoral de
salud, con los ambulatorios que se sostienen gracias al trabajo de muchas
parroquias y congregaciones religiosas. La solidaria acción del compartir
edifica una nueva sociedad que tiene por fundamento la espiritualidad de
comunión con la misión de transformarnos en una comunidad universal fraterna.
El propósito no es el de
obtener poder, ni el de hacer proselitismo; no se trata de seguir una ideología
política, sino del seguimiento de Cristo. Estas palabras de San Alberto Hurtado, patrono de la UNICA, pronunciadas en enero
1950 a dirigentes del apostolado económico-social de Bolivia, nos ayudan a
comprender la profundidad espiritual del compartir: “Cristo se ha hecho
nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta a nosotros
bajo una u otra forma: preso en los encarcelados; herido en un hospital;
mendigo en la calle; durmiendo, con la forma de un pobre, bajo los puentes de
un río. Por la fe debemos ver en los pobres a Cristo, y si no lo vemos es
porque nuestra fe es tibia y nuestro amor imperfecto. Por esto San Juan nos
dice: Si no amamos al prójimo a quien vemos, ¿cómo podremos amar a Dios a quien
no vemos? (cf. 1Jn 4,20). Si no amamos a Dios en su forma visible ¿cómo
podremos amarlo en sí mismo?”.
Maracaibo, 15 de marzo
de 2015
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