“Para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1)
Mensaje
de Solidaridad a Venezuela
Del
Centro de Estudios de Doctrina y Praxis Social de la Iglesia, de la Universidad
Católica Cecilio Acosta
Pbro. José Andrés Bravo H.
Director
Alzamos
la voz en defensa de la dignidad de la persona humana y sus derechos, vilmente
violados por el régimen que actualmente gobierna a nuestra amada Venezuela. Valoramos
la imagen cristiana de la persona humana y su más alta dignidad, desde el
misterio del Dios revelado por Cristo crucificado y resucitado.
La
libertad es un don de Dios, pues, “para ser libres nos ha liberado Cristo”
(Gálatas 5,1). Pero, también es una tarea, una vocación. Estamos llamados a ser
libres. Por eso, se protesta, para defender la dignidad de ser libres. La
persona humano no puede vivir dignamente en un sistema opresor. Como lo enseña
la Iglesia, “la libertad implica siempre aquella capacidad que en principio
tenemos todos para disponer de nosotros mismos a fin de ir construyendo una
comunión y una participación que han de plasmarse en realidades definitivas,
sobre tres planos inseparables: la relación del hombre con el mundo, como
señor; con las personas, como hermanos y con Dios, como hijos” (Puebla 322).
Por
eso es moralmente inaceptable la situación de injusticia que impone el régimen
empobreciendo al venezolano, haciendo difícil que la persona humana llegue al
sentido de responsabilidad comunitaria y sea consciente de su dignidad. Se le
niega su libertad cuando se sumerge en una extrema necesidad, despojándolo de
los alimentos y medicinas, de los servicios básicos, de la educación de
calidad, de una asistencia social eficiente, de seguridad jurídica y social.
Una
sociedad libre y justa no se construye con presos políticos, con fuerzas de
poder que disparan contra el pueblo, irrespetando la voluntad popular,
confiscando los poderes que deben ser independientes, impidiendo el voto libre
y confiable, destruyendo el aparato productivo y aplicando políticas de
hambruna para los venezolanos, con odio de clase y armando a civiles para matar
a sus propios hermanos.
No,
una sociedad libre y justa, no deja morir a los enfermos, ni ancianos y niños
sin alimentos y servicios adecuados. No deja corromper a los cuerpos policiales
ni militares, mientras los delincuentes roban, violan y asesinan.
Alzamos
la voz con la de los millones de hermanos venezolanos que no son indiferentes,
que piden el sagrado derecho de ser libres. Pero, le exigimos que no caigan en la
tentación de la violencia que resta credibilidad a la causa por la que luchamos.
Igualmente, denunciamos la represión cruel que se ha aplicado como respuesta a
peticiones populares justas.
En
la academia, desde donde alzamos nuestra voz, nos sentimos obligados a la
solidaridad, a unir nuestros esfuerzos en la recuperación de la libertad y la
democracia para Venezuela.
Nos
basamos en los principios y valores de la vida social que, con el Compendio de
la Doctrina Social de la Iglesia, el Magisterio Eclesial nos enseña. Entre
otros, la participación ciudadana que “no puede ser delimitada o restringida a
algún contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento,
sobre todo humano, en ámbitos como el mundo del trabajo y de las actividades
económicas en sus dinámicas internas, la información y la cultura y, muy
especialmente, la vida social y política hasta los niveles más altos, como son
aquellos de los que depende la colaboración de todos los pueblos en la
edificación de una comunidad internacional solidaria” (Compendio 189).
Igualmente, “la participación en la vida comunitaria no es solamente una de las
mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y
responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno
de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las
mejores garantías de permanencia de la democracia (Compendio 190).
Entre
los valores de la vida social, destacamos los más destruidos por el régimen que
nos gobierna, el de la libertad y el de la justicia. En cuanto al primero, el
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia cita textualmente el Catecismo:
“La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda
persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser
reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada
cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la
libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana”
(Compendio 199).
Ciertamente,
la miseria del pueblo venezolano es una situación de injusticia que clama al
cielo. Es, sin dudas, contraria a la voluntad de Dios y a la ley natural. Por
tanto, desde la fe cristiana, la calificamos como pecado social. Como lo
advierten los pastores latinoamericanos en 1968, en el documento de la
Conferencia de Medellín, “el amor, la ley fundamental de la perfección humana,
por lo tanto de la transformación del mundo, no es solamente el mandamiento
supremo del Señor, es también el dinamismo que debe mover a los cristianos a
realizar la justicia en el mundo, teniendo como fundamento la verdad y como
signo la libertad” (Medellín, Justicia 4).
Hermanos
venezolanos, no perdamos el objetivo de nuestra lucha: la conquista de la
libertad y la democracia en Venezuela. “Para ser libres nos ha liberado Cristo”
(Gálatas 5,1).
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