Capellán de la UNICA
Se ha enseñado que el laico es aquella
persona que por el bautismo confiesa la fe cristiana en la Iglesia católica,
pero no está consagrada a ningún ministerio del orden sacerdotal, ni ha
profesado como religioso o religiosa. Es decir, no es ni sacerdote ministerial,
ni religioso, ni religiosa. Mucho se ha discutido sobre este asunto. Existen
quienes ven esta definición muy negativa, especialmente cuando se formula simplemente
como el bautizado no consagrado. La verdad es que el bautismo nos consagra a
todos como hijos de Dios; configurados a Cristo que es sacerdote, profeta y
rey. Además, por la unción del Espíritu Santo que comienza a habitar en
nosotros, somos convertidos en templos de la divinidad.
El
Vaticano II, nos enseña que todos los bautizados somos sacerdotes. Aunque, el
mismo Concilio tiene cuidado en distinguir ese sacerdocio común del bautizado
del sacerdocio ministerial. De modo que el laico es sacerdote por el bautismo,
común a todos los que formamos parte del Pueblo de Dios. Juan Pablo II
identifica al laico como el obrero de la viña, es decir, el obrero del mundo (Christifideles laici 1). El Concilio
Plenario de Venezuela asume lo enseñado en el documento de Puebla, en el
sentido de que el laico es persona de Iglesia en el corazón del mundo y persona
del mundo en el corazón de la Iglesia (Puebla 786 y CPV documento 7, numeral
62).
Lo
entenderemos mejor si contemplamos vidas ejemplares de auténticos seguidores de
Jesús que dentro de la comunidad eclesial, integran su vida a su fe, personas
que optan por el Evangelio de Jesús y proyectan su existencia conforme a sus
criterios evangélicos. Quiero destacar este tema porque hace un mes partió a la
casa eterna del Padre un laico ejemplar, el Dr. Jorge Enrique Porras Moreno.
Así como existió Jorge, excelente hombre de valores trascendentes como la
familia, la profesión, la amistad, la universidad, la educación, el trabajo y
la Iglesia, es un laico. Aquel que, todo él, es vivencia del bautismo.
Consagrado para el servicio de Dios en los hermanos. Para esto se formó y
trabajó toda su vida.
Jorge
se comprometió con pasión al bien de los demás. Lo hizo como cristiano, en los
diferentes ámbitos de la vida social. Su acción apostólica se expresó en el
trabajo a favor del progreso de las comunidades más humildes. Creyendo en los
jóvenes pobres y marginados y confiando en sus capacidades, se empeñó en fundar
y dirigir el Centro de Formación Profesional San Francisco en sus dos sedes.
Somos testigos de los éxitos que manifestaba con una alegría enorme, aunque le
costaran dolor y lágrimas. Lo vimos muy preocupado ante graves dificultades,
pero jamás rendido, siempre ocupado; implorando constantemente la gracia
divina, seguía con pasión su apostolado. Amaba lo que hacía y, para ello,
buscaba hacerlo mejor. Como buen hijo de san Ignacio de Loyola, para la mayor
gloria de Dios.
Era
un convencido de la Educación para el trabajo, así construía el país que soñó.
Sin odios, sin descalificaciones, sin exclusiones, metiéndose entre la gente
inquieta de los barrios, brindándoles su amor y ganándose su respeto. Creían en
él, porque sentían su amor cristiano hacia ellos, sin importarles sus opciones
políticas o religiosas, sus condiciones sociales o culturales. Si es humano y
sólo por ser humano, le servía como el samaritano del Evangelio. Es admirable
su participación en los consejos comunales y en otras muchas organizaciones
populares. Con ellos enfrentaba las invasiones y otras graves dificultades.
Formó
parte del FORO CERPE (Centro de Reflexión y Planificación Educativa),
coordinado por el padre Luis Ugalde, que nos ofrece sus propuestas en la obra
“Educación para transformar el país”. Ahí es presentado como economista y
abogado, profesor de la Universidad Rafael Urdaneta y director del Centro de
Arbitraje y Mediación de la Cámara de Comercio de Maracaibo. Sin embargo, su
aporte se centró en su experiencia y saberes sobre la educación para el
trabajo.
Además,
impulsó la responsabilidad de las empresas a la solidaridad, a la acción social
por el bien de los que necesitan. Las respuestas positivas las celebraba y
agradecía con sincero sentimiento. La sensibilidad social hace engrandecer a la
persona humana. Formó parte de la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes
de Empresas (UNIAPAC), organización que tiene por objetivo promover entre los
dirigentes de empresas la visión e implementación de una economía que sirva a
la gente y al bien común de toda la humanidad, para la construcción de una
sociedad más justa y humana. Formar un movimiento así en Venezuela es una tarea
que dedicó tiempo y talentos. Esta obra reclama la necesidad de seguirla
construyendo. Para ello ofreció toda su pasión, su excelencia profesional y su
fe cristiana.
En
ocasiones me invitó a compartir con él en el Centro de Formación con mi
acompañamiento espiritual. Porque en esta obra sembró la conciencia de que su
trabajo es como Iglesia católica. Aunque en ocasiones lo dejamos sólo, siempre
expresó que su apostolado era de Iglesia y con la Iglesia.
Otra
de sus más grandes pasiones, integrada también a su trabajo del Centro de
Formación y vivida especialmente con el Foro Eclesial de Laicos en equipo con
la Universidad Católica “Cecilio Acosta”, fue la Doctrina Social de la Iglesia
(DSI). Sus principios de reflexión, sus criterios de juicio y sus directrices
de acción no fueron de él. Los asumió del magisterio social de su Iglesia, con
el propósito de promover un humanismo integral y solidario. Eso data de mucho
tiempo, desde su formación jesuítica. Recuerdo que una vez Mons. Roa Pérez me
pidió un trabajo sobre esta doctrina social y Mons., Antonio López me aconsejó
que buscara la ayuda de Jorge Porras, porque él era uno de los más inquietos en
la DSI en Maracaibo. Lamento no haber obedecido ese consejo en aquel momento,
mucho me perdí, estoy seguro.
Después
de algunos años, Dios me dio la gracia de encontrarme con él, en la misma
trinchera a favor de la formación y difusión de la DSI. Ante la situación del
país, en los difíciles días del año 2002, Mons. Santana convocó a un grupo de laicos
inquietos, intelectuales, con sensibilidad social y profunda fe cristiana, para
ayudarle con sus reflexiones a discernir la mejor respuesta de la Iglesia en
esos momentos de turbulencia política y social. De ahí, quedó un reducido pero
muy competente grupo que se organizó para la formación y disfunción de la DSI,
denominado Foro Eclesial de Laicos, que Jorge con Guillermo Yepes Boscán,
coordinó y fortaleció.
El
mejor momento fue la promulgación del Compendio de la DSI por parte del Pontificio
Consejo “Justicia y Paz”, el año 2004. Eso entusiasmó más el espíritu inquieto
de Jorge y del Foro Eclesial de Laicos. A México fue a dar para asistir a la
presentación formal del Compendio por parte de la Iglesia Latinoamericana,
organizada por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Ahí se entusiasmó
más al conocer el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC) y
comenzó a participar en él para su profundización y la nuestra sobre el tema de
gran interés para nosotros. Esta experiencia avanzó hasta formar una red social
de comunicación de los trabajos e investigaciones sobre la DSI.
El
llamado del Pastor de realizar un acto para la presentación del Compendio de la
DSI en nuestra Arquidiócesis, nos unió al Foro Eclesial de Laicos y a la
Universidad Católica “Cecilio Acosta”, ahí Jorge propone realizar una Semana de
la DSI. Así nace la I Semana de la DSI que celebramos en junio del año 2007.
Nos encontramos en estos momentos en la organización de la VIII Semana que
celebraremos, Dios mediante, en la cuaresma del próximo año. Nos ayuda que, en
comunión con la Trinidad santa, Jorge sigue movilizándonos para progresar en
este tan importante evento eclesial.
Desde
estos eventos, Jorge Porras manifestaba con mucha inquietud que la DSI debe ser
parte de la formación de todos, de sacerdotes, seminaristas y laicos. Que sea
materia obligada en todos los centros de formación, empezando por las escuelas
católicas, universidades, movimientos de apostolado y seminarios. Él daba el
ejemplo en el Centro de Formación Profesional San Francisco. Esta inquietud,
desde el Foro Eclesial de Laicos, fue expresada al Nuncio Apostólico, a la
Conferencia Episcopal Venezolana, al Cardenal Urosa, a la AVEC, a la Vicaría
para la Educación y la Cultura y al Seminario, siempre bajo la guía de nuestro
Arzobispo. Cómo desearíamos seguir esta lucha para que así podamos rendir
verdadero homenaje a nuestro amigo Jorge.
Mucho
se ha logrado, lo que sucede es que la tarea es aún más exigente. Sé que en la
UNICA hay señales significativas y propuestas valiosas que también recibieron
gran apoyo de Jorge. Así como igualmente se le reconoce su apoyo a la Acción
Católica de Maracaibo y a la Diócesis de Cabimas donde también se celebra la
Semana de la DSI, acompañando Jorge a la Pastoral Universitaria y a la Pastoral
Social de la Costa Oriental del Lago. Quiso extender la iniciativa de la Semana
de la DSI a otras Iglesias locales, Barquisimeto, Machiques, Vigía-San Carlos,
Coro, Valencia.
A
estas reflexiones añado un agradecimiento al Señor de la historia por habernos
regalado a una persona tan extraordinaria como Jorge Porras. Expreso, además, mis
sentimientos solidarios de fe y esperanza a su esposa Cecilia, a sus hijas e hijo
y a toda su familia. Sentimientos que comparto personalmente con el padre
Eduardo Ortigoza, quien preside esta Eucaristía, en nombre de toda la Iglesia que
peregrina en Maracaibo, muy particularmente en nombre de nuestros Pastores
Mons. Ubaldo Santana y Mons. Ángel Caraballo. También quiero expresar estos
mismos sentimientos en nombre de la Universidad Católica “Cecilio Acosta”,
Comunidad Universitaria que ha orado por Jorge y su familia con especial
aprecio y admiración. Y su espacio apostólico, el Foro Eclesial de Laicos, que
unido a los mismos sentimientos cristianos, quiere honrarlo trabajando con
mayor fuerza por la gran pasión que compartimos con Jorge Porras, la DSI.
Permítanme
visualizar el encuentro de Jorge con Dios. Es Jorge a la entrada de la Morada
Eterna quien dice al Padre: gracias por darme tantos talentos, aquí te los
ofrezco multiplicados. Y el Padre que lo invita: pasa a tomar parte de la comunión
eterna de amor, porque cuando estuve necesitado tú me serviste con sincero
amor. Y el Hijo de Dios a la derecha del Padre le replica: es que donde esté
yo, ahí quiero que esté mi servidor.
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