Dr. Antonio Pérez Esclarín
Maestro
Así se titula un libro que escribió Erich Fromm
hace ya algunos años y que hoy tiene una gran vigencia. Ciertamente,
porque le tenemos mucho miedo a la libertad, llegamos a confundirla
con su opuesto: con llenarnos de cadenas. Muchos dicen “Soy libre y
por ello hago lo que me da la gana”, sin caer en la cuenta que están
encadenados a su capricho, a su flojera, a su agresividad, a su poder, a
su egoísmo, a su droga, a su alcohol, a su lujuria, a su avaricia…
No es libre el que hace lo que quiere, sino el que
hace lo que debe, el que se responsabiliza completamente de su conducta y de su
vida. Viktor Frankl solía decir que la estatua de la libertad de Nueva
York debía complementarse con la estatua de la responsabilidad en Los
Ángeles para que todos comprendiéramos que es imposible la libertad sin
responsabilidad. Libre es la persona que logra desamarrarse de sus
miedos, caprichos y ataduras y vive comprometido con la conquista de sí mismo.
Hoy hace falta mucho valor para ser libre, para
salirse del rebaño y levantarse del egoísmo y la sumisión al vuelo valiente de
la autonomía y el servicio. En un mundo que cada vez más nos va llenando
de cadenas, la genuina libertad debe traducirse en liberación, en lucha tenaz
contra todas las formas de opresión, dominación y represión.
Para ser genuinamente libres, cada persona debe
analizar cuáles son sus cadenas que le impiden crecer y ser cada vez mejor.
Sólo donde hay libertad hay disponibilidad para el servicio que ayuda a los
demás a romper sus propias ataduras. Por ello, sólo corazones libres, es decir,
comprometidos en romper sus propias cadenas, podrán contribuir a romper
las cadenas externas de la injusticia, la opresión y la violencia. Con
corazones aferrados al poder, nunca construiremos verdadera participación ni
genuina democracia; con corazones esclavos del tener y acumular, nunca
acabaremos con la corrupción; con corazones llenos de rabia y de
violencia, nunca construiremos la paz. Ser libre es, en definitiva, vivir
para los demás, disponibilidad total para ayudar a cada persona a desarrollar
sus potencialidades y lograr su propia autonomía, combatiendo todo tipo
de dependencia y sumisión. Somos libres, en definitiva, para amar, para servir.
Si Dios es amor y nos hizo a su imagen y semejanza,
somos seres para amar. El sentido de la vida es el amor y sin amor la vida
no tiene sentido. El amor es la experiencia más honda y plenificante del ser
humano. Todos aspiramos a amar y a ser amados. Amar nunca es debilidad, sino
poder. El amor confiere fuerza y es fuente de alegría y de vida. Sin amor la
vida languidece y se va secando. La peor enfermedad es la incapacidad de amar.
Nunca pesa más un corazón que cuando está vacío o cuando está solo lleno
de sí mismo, que es la mejor forma de estar vacío. El amor pone alas a la
libertad, colabora en el crecimiento del ser amado y se alegra de sus éxitos y
triunfos. El que ama acepta a las personas como son, sabe descubrir sus
necesidades y atenderlas, comprende las limitaciones y está siempre
dispuesto a perdonar.
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