viernes, 6 de septiembre de 2013

Miedo a la Libertad


Dr. Antonio Pérez Esclarín
Maestro
Así se titula un libro que escribió Erich Fromm hace ya algunos años y que hoy tiene una gran vigencia.  Ciertamente, porque  le tenemos mucho miedo a la libertad, llegamos a confundirla  con su opuesto: con llenarnos de cadenas.  Muchos dicen “Soy libre y por ello hago lo que me da la gana”, sin caer en la cuenta que están encadenados a su capricho, a su flojera, a su agresividad, a su  poder, a su egoísmo, a su droga, a su alcohol, a su lujuria, a su avaricia…
No es libre el que hace lo que quiere, sino el que hace lo que debe, el que se responsabiliza completamente de su conducta y de su vida.  Viktor Frankl solía decir que la estatua de la libertad de Nueva York debía complementarse con la estatua de  la responsabilidad en Los Ángeles para que todos comprendiéramos que es imposible la libertad sin responsabilidad.   Libre es la persona que logra desamarrarse de sus miedos, caprichos y ataduras y vive comprometido con la conquista de sí mismo.
Hoy hace falta mucho valor para ser libre, para salirse del rebaño y levantarse del egoísmo y la sumisión al vuelo valiente de la autonomía y el servicio.  En un mundo que cada vez más nos va llenando de cadenas, la genuina libertad debe traducirse en liberación, en lucha tenaz contra todas las formas de opresión, dominación y represión.
Para ser genuinamente libres, cada persona debe analizar cuáles son sus cadenas que le impiden crecer y ser cada vez mejor. Sólo donde hay libertad hay disponibilidad para el servicio que ayuda a los demás a romper sus propias ataduras. Por ello, sólo corazones libres, es decir, comprometidos en  romper sus propias cadenas, podrán contribuir a romper las cadenas externas de la injusticia, la opresión y la violencia. Con corazones aferrados al poder, nunca construiremos verdadera participación ni genuina democracia; con corazones esclavos del tener y acumular,  nunca acabaremos con la corrupción; con corazones  llenos de rabia y de violencia, nunca construiremos la paz. Ser libre es, en definitiva, vivir para los demás, disponibilidad total para ayudar a cada persona a desarrollar sus potencialidades y lograr su propia autonomía,  combatiendo todo tipo de dependencia y sumisión. Somos libres, en definitiva, para amar, para servir.
Si Dios es amor y nos hizo a su imagen y semejanza, somos seres para amar.  El sentido de la vida es el amor y sin amor la vida no tiene sentido. El amor es la experiencia más honda y plenificante del ser humano. Todos aspiramos a amar y a ser amados. Amar nunca es debilidad, sino poder. El amor confiere fuerza y es fuente de alegría y de vida. Sin amor la vida languidece y se va secando. La peor enfermedad es la incapacidad de amar. Nunca pesa más un corazón que cuando está vacío  o cuando está solo lleno de sí mismo, que es la mejor forma de estar vacío. El amor pone alas a la libertad, colabora en el crecimiento del ser amado y se alegra de sus éxitos y triunfos. El que ama acepta a las personas como son, sabe descubrir sus necesidades  y atenderlas, comprende las limitaciones y está siempre dispuesto a perdonar.

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