Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristobal
Recientemente, el Papa Francisco ha tenido algunas
reflexiones sobre el tema de la “corrupción”. Considero oportuno transcribirlas
para el conocimiento de todos los lectores y para que nos sirvan de base a
diálogos e intercambios posteriores. Nos encontramos, muchas veces con
cristianos que justifican la corrupción, al dejarse guiar por un pragmatismo y
por la moral del “vale todo”, que no es otra cosa sino la expresión de un
fuerte relativismo ético.
A continuación las ideas que nos propone el Santo Padre:
Y la doble vida de un cristiano hace tanto mal, tanto
mal. ‘¡Pero, yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el bolsillo y
doy a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los pobres… roba.
Es un injusto. Ésta es doble vida.
Donde «está el engaño,
no está el Espíritu de Dios. Esta es la diferencia entre el pecador y el
corrupto». El Papa también subrayó que quien lleva una doble vida «es un
corrupto».
“Nosotros debemos decirnos pecadores, sí, todos, ¿eh?;
lo somos todos. Corruptos, no. El corrupto está fijo en un estado de
suficiencia, no sabe qué cosa es la humildad. Jesús, a estos corruptos, les
decía: ‘La belleza de ser sepulcros blanqueados, que parecen bellos, por
afuera, pero dentro están llenos de huesos muertos y de putrefacción. Y un
cristiano que se vanagloria de ser cristiano, pero que no hace vida de
cristiano, es uno de estos corruptos”.
«¡todos conocemos a
alguien que se encuentra en esta situación y cuánto mal provocan en la Iglesia!
Cristianos corruptos, sacerdotes corruptos... ¡Cuánto daño hacen a la Iglesia!
Porque no viven en el Espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la
mundanidad».
«Una podredumbre barnizada: ésta es la vida del
corrupto. Y Jesús no les decía sencillamente
“pecadores” a estos, les decía: “hipócritas”.
La corrupción moral es como un plano inclinado, pequeñas
violaciones a menudo anteceden y favorecen delitos mayores. Papa Francisco
quiso recordarlo hoy en su homilía, “porque -explicó- tal vez se empieza con un
pequeño soborno… ¡Pero es como la droga, ¿eh?!”. “Entonces -afirmó el Papa- la
costumbre de esta corrupción se convierte en una dependencia”.
“Tal vez hoy nos haría bien rezar por los niños y
jóvenes que reciben de sus padres un pan sucio: también estos tienen hambre,
¡tienen hambre de dignidad!”. Invitó, por ello a rezar “para que el Señor
cambie los corazones de estos devotos del dios soborno y se den cuenta de que
la dignidad viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de todos
los días y no de estos caminos más fáciles que al final te quitan todo”.
Estas son algunas ideas propuestas por el Santo Padre:
se llega a ser corrupto por una conducta endurecida y por ser un “pecador
empedernido”, como se suele decir. La corrupción ha ido alcanzando niveles en
todos los sectores, públicos y privados, que van creando toda una anti-cultura
del facilismo, del querer enriquecerse a como dé lugar. Por eso, junto a la
corrupción administrativa, podemos encontrar la de los contrabandistas, la de
quienes se dedican al cobro de vacunas y extorsiones, al “matraqueo”, al
narcotráfico, al tema de la usura y de otros actos, como el de negociar con las
“remesas” para “redondearse…
La tarea de la Iglesia y de una sociedad que se quiere
considerar “sana” es la de luchar contra los antivalores que facilitan que la
corrupción sea considerado como algo “normal” y “hasta necesario” en nuestra
sociedad. De allí la urgente toma de conciencia y del compromiso por asumir la
tarea de renovar moralmente nuestra sociedad.
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