Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal
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XVI Domingo Ordinario
Esta
breve reflexión tiene como objetivo presentar al movimiento teológico
latinoamericano denominado “Teología de la Liberación” (TL) que me tocó exponer
en el el curso sobre política latinoamericana. Tomo como base el libro: “Del
Lado de los Pobres. Teología de la Liberación” (CEP, Lima 2005), que recoge
seis artículos, tres del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el
padre de la TL, y tres del teólogo alemán el cardenal Gerhard Ludwig Müller,
actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Debo advertir que
me ubico en el plano de la teología, discurso sobre Dios o, si se prefiere,
ciencia sagrada. Por tanto, la fuente es la Revelación Divina transmitida por
las Sagradas Escrituras. Haciendo notar, además, como lo desarrolla el primer
artículo escrito por Gutiérrez, se trata de una función de Iglesia: “Partimos
de la convicción de que la tarea teológica es una vocación que se suscita y se
ejerce en el seno de la comunidad eclesial… (Se) nutre con las fuentes de la
Revelación” (pág. 15). Otra cosa más de aclarar es que la teología está al
servicio de la evangelización, acción pastoral que identifica a la Iglesia (cf.
pág. 16).
Un
resumen de lo que hemos advertido, que ayuda a comprender la naturaleza del
tema en cuestión, es este texto del citado artículo: “La teología es un hablar
de Dios a la luz de la fe, un lenguaje sobre quien es, en verdad, su único
tema. Al misterio de Dios debemos acercarnos con respeto y humildad; pero, en
una perspectiva bíblica, misterio no significa algo que debe permanecer
secreto. El misterio debe más bien ser dicho y comunicado. Ser revelado
pertenece a la esencia misma del misterio (cf. Rom 16,25-26). La teología se
constituye entonces en ciencia de la Revelación Cristiana” (pág. 17).
Debo
señalar que el método de la TL parte de una reflexión de fe desde una realidad
de opresión que viven los pueblos latinoamericanos, denominada por Gutiérrez,
reflexión crítica de la praxis eclesial en la realidad. Aclarando que “lo
primero es el compromiso de caridad, de servicio. La teología viene después, es
acto segundo. La acción pastoral de la Iglesia no se deduce como una conclusión
de premisas teológicas. La teología no engendra la pastoral, es más bien
reflexión sobre ella; debe saber encontrar en ella la presencia del Espíritu
inspirando el actuar de la comunidad cristiana; la vida de la Iglesia será para
ella un lugar teológico. Reflexionar sobre la presencia y el actuar de la
Iglesia en el mundo, significa estar abierto a este último, recoger las
cuestiones que se plantean en él, estar atento a los avatares de su devenir
histórico” (Gutiérrez, G., Hacia una
Teología de la Liberación, Bogotá 1971 – se trata de una conferencia
dictada en 1968 desde donde parte el movimiento en cuestión).
Dos categorías son trabajadas en el discurso
teológico: liberación y pobres, considerando que este movimiento
es latinoamericano. Ciertamente, la situación de pobreza que sufre la población
de nuestro continente se presenta ante nuestros ojos con una crudeza que
interroga. Una realidad humana que reta la tarea eclesial. La cuestión
fundamental es: ¿Cómo decirle al pobre, al último de la sociedad, que Dios lo
ama? (cf. pág.19).
A partir
de aquí, Gutiérrez, siguiendo el documento de Puebla, señala dos niveles en la
noción de liberación (aunque Puebla habla de tres en los numerales 321-329. cf.
págs. 20-21): 1) Liberación integral
en Cristo que nos lleva a la plena comunión con Dios y con los demás. 2) Liberación social y política que no debe
ocultar de ningún modo el significado final y radical de la liberación del
pecado que sólo puede ser obra del perdón y de la gracia de Dios. Aquí aclara
Gutiérrez que el contenido de la predicación y la fe es el Reino de Dios acogido por
personas que viven en la historia y, por tanto, es un mensaje que incide en la
convivencia social, aunque este Reino trasciende cualquier proyecto político
(cf. pág. 21). Es decir, el Reino de Dios, de amor, de paz y de justicia, va
más allá de los proyectos políticos (sociales), pero los implica. También el
compromiso humano de una nueva sociedad centrada en la dignidad de la persona
humana es asumido en el mensaje cristiano, y la praxis cristiana encuentra en
la historia humana concreta su lugar.
La otra
categoría política es la opción por los
pobres que, desde la Conferencia de Medellín (1968) hasta hoy, es opción de
la Iglesia (cf. pág. 23). Aunque en los tres artículos de Gutiérrez trata el
tema, yo prefiero enfocarme en su tercer artículo que comienza en la página
111: “Dónde dormirán los pobres”. Es significativo y elocuente su título
original: “El rostro de Dios en la historia” (2002). Eso me recuerda lo que san
Alberto Hurtado decía: “los pobres son Cristo”. Es decir, en cada pobre y
necesitado, vemos el rostro del “Siervo Sufriente” (cf. Mt 35).
Gutiérrez,
al tratar el tema de los pobres, insiste en que “la teología es un hablar
acerca de Dios animado por la fe; Dios es, en verdad, el primer y el último
tema del lenguaje teológico. Muchos
otros puntos pueden ser tocados por él, pero esto no ocurre sino en la medida
en que ellos dicen relación con Dios” (pág. 113). Dicho eso, se afirma que
“nada escapa a la acción salvífica de Jesucristo. Ésta alcanza, y pone su
impronta en ella, todas las dimensiones humanas, personales y sociales” (Pág.
115). Así también la TL hace “…esfuerzo de comprensión exigido por el don de la
fe y, simultáneamente, es cambiante en cuanto responde a interpelaciones
concretas y a un mundo cultural dado” (pág. 116). En suma, la TL en su
preocupación pastoral e inquietud evangelizadora, se sostiene en un compromiso
liberador con la sociedad latinoamericana, particularmente con los más pobres.
“La
opción por los pobres es radicalmente evangélica, constituye por ello un
criterio importante para operar una criba en los precipitados acontecimientos y
en las corrientes de pensamiento de nuestros días” (pág. 117). El dato más
importante de la realidad latinoamericana es la de una sociedad pobre y
creyente a la vez. Esta inhumana pobreza inspiró la búsqueda de su noción
bíblica: 1) Pobreza real como
escandalosa, consecuencias del pecado, no deseada por Dios, como lo denuncian
los profetas. 2) Pobreza espiritual,
lo que llaman los maestros espirituales infancia espiritual, desprendimiento
del mundo y confianza en Dios. 3) Pobreza
como compromiso, solidaridad con los pobres y protesta contra la pobreza.
En este
artículo, Gutiérrez hace un amplio análisis teológico desde de una economía
planetaria. La profundidad teológica lo expresa: “La temática de la pobreza y
la marginación nos invita a hablar de justicia y a tener presentes los deberes
del cristiano al respecto… En la raíz de esa opción está la gratuidad del amor
de Dios. Éste es el fundamento último de la preferencia” (pág. 119).
En
cuanto al tema que titula “hacia una economía planetaria” analiza lo afirmado
por el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo de que el siglo
nuestro es “un siglo fascinante y cruel” (pág. 123). Lo fascinante por los
logros y progresos de la ciencia y la tecnología, especialmente, las comunicaciones
y el dominio de la naturaleza. Lo cruel para los pobres y últimos, “si no
hacemos un inmenso esfuerzo de solidaridad, …habrá una mayor miseria y será más
numerosos los que vivan en ella” (pág. 124). En definitiva, esta realidad sigue
desafiando a la inteligencia de la fe en el Dios de Jesucristo que nos llama a
proteger a los más pequeños (pág. 124).
Müller,
por su parte, ve la experiencia del movimiento de la TL como un impulso a la
teología que se hace en Europa. En su primer artículo (pág 29), ubica a la TL
entre las corrientes teológicas más importantes del siglo XX, partiendo del
Vaticano II y fruto de las conferencias de obispos latinoamericanos. “La
Iglesia ya no es más Iglesia para el pueblo o solamente Iglesia del pueblo,
sino pueblo de Dios entre el mar de pueblos de la tierra y, por eso, pueblo de
Dios para el mundo. Los pobres y los marginados palpan su dignidad como seres
humanos en su encuentro profundo con Dios y con el Evangelio pero participan
activamente, vitalmente, en la comunidad, conscientes de la misión de la
Iglesia como sacramento de la salvación del mundo” (pág. 34).
A la
cuestión de cómo nos ven los europeos, podemos responder que, al menos Müller
habla de la TL desde Gutiérrez. Dice que el teólogo de la liberación comparte
los sufrimientos y esperanzas: “En el mejor sentido de la palabra, la teología
de la liberación es teología que nace coherentemente de la comunidad y se
supera de este modo la brecha entre una teología universitaria, académica, y
una reflexión en la fe acerca de las experiencias concretas de las comunidades”
(pág. 34). Añade: “La TL no trata de una nueva Revelación. Sólo quiere alentar
la participación de los cristianos en la praxis transformadora de Dios” (pág.
35). Y aclara que “la TL no es una sociología decorada con religiosidad ni un
tipo de socioteología. La TL es
teología en sentido estricto” (pág. 37).
Con
respecto a la metodología, Müller señala tres etapas (cf. págs. 37-39): 1) En
la fe, seguimiento a Cristo; participan los cristianos en la praxis de Dios que
libera a los hombres al obtener para ellos su dignidad y su salvación. 2) La
reflexión sociológica, racional y crítica, que analiza a la luz del Evangelio y
con los criterios de la Revelación las dimensiones masivas de la miseria, su
estructura y su historia, sus causas nacionales e internacionales. 3) Acometer
activamente la transformación, igualmente crítica y reflexiva, de la realidad
empírica. Porque la meta es el reinado de Dios en la tierra, tal como Jesús lo
anunció.
Müller,
en su artículo “la TL en debate” (pág. 79), plantea uno de los problemas
fundamentales de la teología: la salvación y la liberación. Ciertamente, la
teología habla del Dios bíblico “que ha dado al mundo y al hombre grandeza
espiritual y material, y se ofrece como vida para esta única realidad en la
creación, en la historia, en la plenitud final de los tiempos. Es el Dios de la
vida y de la salvación. Ofrece y realiza la salvación y la vida en este mundo
hecho de creaturas humanas, sociales, históricas, es decir, vida y salvación en
la unidad espiritual y corporal del hombre” (pág 85).
Aquí se
supera el dualismo del “bienestar terreno” y la “salvación ultraterrena”,
adoptando una concepción integral y una línea de pensamiento bíblico: La
experiencia de Dios como autor de la creación y de la redención de un único
mundo, y la unidad de la existencia humana, personal, espiritual/corporal y
social (cf. pág. 86).
De ahí
que la TL entienda “por teología la participación activa y transformadora,
práctica por tanto, en la acción liberadora emprendida por Dios, quien hace de
la historia el proceso en el que la libertad se autorrealiza” (pág. 87). Esto
justifica las tres instancias metodológicas de la TL señalada por Müller: el
análisis social, la sistematización hermenéutica y la pastoral práctica y sus
aplicaciones (cf. pág. 90).
Quiero
decir que siento una gran admiración por el ahora dominico Gustavo Gutiérrez, he
leído con pasión sus obras y he aprendido mucho de él. Así también dedo
advertir que no me agradan todos los autores de la TL y sus enseñanzas, en
particular, me niego a aceptar cualquier postura ideológica de cualquier signo
y cualquier método que nos lleve al error materialista y, por tanto,
anti-humanista. Eso sí, no me niego a estudiar ninguna corriente teológica,
porque siempre hay una buena enseñanza que no quiero perderme. Sin embargo, todo
estudio debe comprometerme con un claro discernimiento, desde la fe vivida en
comunión con la Iglesia cristiana-católica.
Maracaibo, 19 de julio de 2015