La XI
Semana de la Doctrina Social de la Iglesia
La Comunidad Política y la Iglesia Católica
Pbro. MSc. José Andrés
Bravo Henríquez
Director del Centro de
Estudios de Doctrina y Praxis Social de la Iglesia
Universidad Católica
Cecilio Acosta
Arquidiócesis de
Maracaibo
El año pasado la Arquidiócesis de Maracaibo realizó la X
Semana de la Doctrina Social de la Iglesia con una feliz novedad que garantizó
el éxito que, en un comienzo, no esperábamos, pero se logró con la gracia de
Dios y la perseverante dirigencia de un grupo significativo de cristianos. ¿Cuál
novedad? Ese año, además de la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA) y el
Foro Eclesial de Laicos, se integró un nuevo grupo de personas creyentes,
competentes, responsables y consecuentes, que hacen vida de comunión cristiana
en la parroquia “San Antonio María Claret”, identificándose como “DSI Padre
Claret”, bajo el extraordinario liderazgo pastoral del Pbro. MSc. Ovidio
Eduardo Duarte Torres. Contamos, además, con el eficiente y generoso servicio
de personas de los diversos grupos apostólicos de tan importante comunidad
parroquial de nuestra Arquidiócesis.
Se realizó, pues, unas jornadas de alta calidad durante la
segunda semana litúrgica de cuaresma del año 2016, sobre el tema Contribución
y Desafíos de la DSI en el siglo XXI.
Más bien, en la Venezuela del siglo XXI, porque es esta realidad concreta la
que nos inspiró y nos exigió una respuesta. Temas como la persona humana y sus
múltiples dimensiones, los derechos humanos, los principios de la doctrina
social, los valores fundamentales de la vida social y el compromiso social del
laico católico, configuraron el evento. A la vez, se realizó en la hermana
Diócesis de Cabimas con la Pastoral Social y la Pastoral Universitaria, donde
le brindamos apoyo con el tema de la formación política del cristiano.
Esto suscitó muchas inquietudes y nos
planteamos el reto de no quedarnos satisfechos, necesitamos lanzarnos a nuevas
acciones. Recordamos que hace algunos años nos comprometimos a que estas
Semanas de la Doctrina Social de la Iglesia se desarrollaran, de alguna manera,
durante todo el año. El reto de convertir la “semana” en un “año”, renace entre
nosotros con mayor fuerza. No estamos dispuestos a esperar que pasen los meses
para organizar la siguiente actividad. Siempre con el objetivo principal de
formar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). En este sentido son
numerosas las llamadas que el Magisterio Eclesial nos hace, como muestra, les
dejo como referencia el numeral 793 de la Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (Puebla):
“En nuestro continente latinoamericano, marcado por agudos
problemas de injusticia que se han agravado, los laicos no pueden eximirse de
un serio compromiso en la promoción de la justicia y del bien común, iluminados
siempre por la fe y guiados por el Evangelio y por la Doctrina Social de la
Iglesia, pero orientados a la vez por la inteligencia y la aptitud para la
acción eficaz”. Citando a Juan Pablo II, sigue: “Para el cristiano no basta la
denuncia de las injusticias, a él se le pide ser en verdad testigo y agente de
la justicia”.
Por tal motivo, animados por esta
reflexión que hicimos juntos, proyectamos un taller para celebrar el
aniversario 125° de la encíclica Rerum
novarum del papa León XIII que dio comienzo a la doctrina social en la era
contemporánea. Además, celebramos el 25° aniversario de la encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II. El
referido taller se realiza el domingo 29 de mayo de 2016 con 63 participantes.
Se centra en la naturaleza de la doctrina social, su historia y su relación con
la evangelización. La excelente organización y la significativa participación
de los asistentes, no sólo de la parroquia Claret donde se realizó, sino de
otras comunidades cristianas, se hizo con un éxito mayor, el sábado 23 de julio
con 92 personas que no habían asistido a la anterior cita.
Durante un año, el grupo organizador se
reunió todos los martes, con muy pocas excepciones, para conversar, planificar,
avaluar, hacernos preguntas y buscar respuestas, para estudiar posibilidades y
ver la viabilidad de algunas otras actividades. Aún tenemos pendiente los
conversatorios con empresarios sobre esta doctrina social que les brinda
valores para el enriquecimiento personal y empresarial, desde el punto de vista
más integral del desarrollo humano. También el conversatorio con los jóvenes,
con la exigencia de hacerlo más dinámico. Son tareas pendientes de gran interés
que no queremos abandonar.
Por este camino hemos llegado a la
organización de la XI Semana de la Doctrina Social de la Iglesia, celebrada del
12 al 17 de marzo de 2017, segunda semana de cuaresma. El tema central y los
temas específicos, los expositores, la logística, la estrategia comunicacional,
el financiamiento, entre otras muchas cosas, nos mantuvo ocupados con seriedad
y eficiencia. Realmente, las diversas comisiones trabajamos con excelente
competencia. Muchas discusiones, encuentros y desencuentros, duros debates y al
final todos andamos por el mismo objetivo. Mucha colaboración y generosidad,
constancia y perseverancia, esfuerzo inteligente, acción continua, nos llevó al
éxito que hoy ofrecemos al verdadero autor de esta obra, Dios-Amor revelado por
el Hijo amado que, con el Padre amante, nos da el Espíritu Santo de amor Comunional.
El capítulo ocho del Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia sobre “la comunidad política” nos sirve de base
fundamental. De ahí diseñamos los contenidos de cada conferencia, centrados en
el tema: “La Comunidad Política y la Iglesia Católica”, de suma actualidad y
urgente necesidad en la actual sociedad venezolana. Uno de los mayores desafíos
de la Iglesia peregrina en Venezuela es, sin lugar a dudas, la formación
política del cristiano. El Concilio Plenario lo denuncia como una sombra en su
documento “La Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad”
(CIGNS):
“En el campo de la política, escenario donde se configuran
las leyes y se toman las grandes decisiones, se evidencia la escasez de laicos
formados en la fe y específicamente en la Doctrina Social de la Iglesia, que
influyan significativamente en las decisiones que afectan a la nación,
particularmente en los campos como la familia, la defensa de la vida, la
educación y la libertad religiosa” (CIGNS 66).
“Se constata en algunos cristianos una actitud pasiva en
participar en la vida de sus comunidades y del país, dejando a un lado la
responsabilidad social y política, la cual es insoslayable para cualquier
persona como miembro de una sociedad. Esa apatía e indiferencia contraría el
compromiso cristiano con la comunidad para la construcción de un nuevo país”
(CIGNS 69).
Es un llamado que el papa Francisco
hace con la fuerza renovadora de del Evangelio de Jesús. Así lo expresa en el
cuarto capítulo de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (EG), titulado “La Dimensión Social de la
Evangelización”. Es claro al afirmar que “ya no se puede decir que la religión
debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas
para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en
esta tierra, aunque estén llamados a la plenitud eterna” (EG 182). A
continuación, explica:
“Por consiguiente, nadie puede
exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas,
sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la
salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos
que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y
acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta?
Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e
individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de
transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad
que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas,
con sus valores y fragilidades. La tierra es nuestra casa común y todos somos
hermanos. Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea
principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en
la lucha por la justicia. Todos los cristianos, también los Pastores, están
llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata,
porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo,
orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de
esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo. Al mismo tiempo, une «el
propio compromiso al que ya llevan a cabo en el campo social las demás Iglesias
y Comunidades eclesiales, tanto en el ámbito de la reflexión doctrinal como en
el ámbito práctico” (EG 183).
En fin, suficientes causas para tan
importante tema que da sentido a la XI Semana de la Doctrina Social de la
Iglesia. Los temas específicos son:
1.
Los
aspectos bíblicos-teológicos de la comunidad política: su fundamentación y el
fin de la misma, es decir, la persona humana y el pueblo.
2.
La
Iglesia y los derechos humanos: la vida política y el tutelaje de los derechos
humanos, la relación entre la fe cristiana católica y la política, el pecado
destructor de la sociedad.
3.
La
autoridad política: el Estado y los principios que deben orientarlo, la fuerza
moral, la objeción de conciencia, el derecho a la resistencia, los derechos y
deberes de propiciar y conminar penas proporcionadas a la gravedad de los
delitos.
4.
Los
valores, instituciones e instrumentos de una democracia auténtica: el
componente moral de la representación política, la participación e información
cabal en una democracia digna de tal nombre.
5. La comunidad política al servicio de la
sociedad civil: el Estado y las comunidades religiosas, la libertad religiosa
como derecho humano fundamental, la Iglesia y la comunidad política, autonomía
e independencia.
Por supuesto que estos temas,
cuidadosamente seleccionados, exigieron unos expositores excelentes y
competentes. De esta manera invitamos a grandes personalidades nacionales de la
vida eclesial y social de Venezuela: Mons. Ovidio Pérez Morales,
arzobispo-obispo emérito de los Teques; Mons. Diego Padrón, arzobispo de Cumaná
y presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV); el R.P. Luis Ugalde,
sacerdote jesuita ex-rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de
Caracas; el Dr. Ramón Guillermo Aveledo, político y catedrático universitario;
el Dr. Guillermo Yepes Boscán, letrado humanista político y profesor honorario
de la UNICA; el Pbro. José Andrés Bravo, Director del Centro de Estudios de
Doctrina y Praxis Social de la Iglesia de la UNICA; el Dr. David Gómez Gamboa,
catedrático de la Universidad Rafael Urdaneta (URU), quien dictó una excelente
conferencia sobre los derechos humanos en la Diócesis de Cabimas.
El segundo domingo de cuaresma de 2017,
12 de marzo, se inaugura el evento con la Eucaristía solemne presidida por
nuestro arzobispo Mons. Ubaldo Santana quien, en su homilía nos exhortó sobre la
urgente necesidad de la formación y participación del cristiano en la actividad
política en un pueblo en conflicto y una muy grave crisis social, política y
económica, que reta a la movilización activa y eficiente del cristiano.
Igualmente señaló la importancia del gran evento eclesial que ofrecemos al
Señor en la Eucaristía:
La Semana de Doctrina Social de la Iglesia en
Maracaibo obedece a un imperativo del Magisterio pontificio, recogidos en el
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, repercutido en Latinoamérica por
todas las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe y
concretamente en nuestro país por el Concilio Plenario de Venezuela. Más
concretamente hemos querido dar aplicación a las directrices pastorales
contenidas en el documento conciliar venezolano “La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad”.
Allí se considera el estudio, el conocimiento y la aplicación de los grandes
principios y criterios de la DSI como una de las grandes herramientas para
contribuir en la construcción de una Venezuela más justa, fraterna y solidaria.
El
lunes 13 de marzo a las nueve de la mañana en la sede principal de la Católica
de Maracaibo, UNICA, con un público mayoritariamente de jóvenes estudiantes,
escuchamos a Mons. Pérez Morales enseñando el aspecto bíblico-teológico de la
comunidad política. Así iluminó el tema en cuestión desde la fe cristiana, en
siete puntos:
1.
La línea teológico-pastoral como eje
unificador y articulador del conjunto doctrinal y práctico del mensaje
cristiano que es la comunión. Según Puebla, la comunión y la participación.
Según el Concilio Plenario de Venezuela, la comunión y la solidaridad.
2.
La raíz y fuente de toda comunión es
Dios-Trinidad (Comunidad Divina de Amor) que ha impreso su sello Comunional en
toda su obra creativa-salvífica. Por tanto, el ascenso en la línea de ser es
vida-persona-comunión.
3.
El ser humano creado a imagen y semejanza de
Dios: iluminación trinitaria de la antropología.
4.
El fundamento de la comunidad política: la
persona con su dignidad y derechos. Dios que al crear al hombre crea la
comunidad política. Tres principios operativos de la comunidad política:
solidaridad, participación y subsidiariedad.
5.
El fin de la comunidad política: el bien
común. La centralidad de la persona y el bien común no se oponen. El Estado
tiene el deber de cuidar y promover el bien común. Destaca la preocupación por
los pobres.
6.
Naturaleza y contrato: el ser humano social
por naturaleza, genera agrupaciones naturales (por ejemplo la familia) y otras
mediante encuentros, convenios y normas.
7.
Persona y pueblo: la comunidad política es
primariamente pueblo. Pueblo es confluencia de personas por factores que van
más allá de lo puramente socio-económico de exigencias primarias. Es además,
realidad fundamentalmente ético-cultural-espiritual. Teología del pueblo:
pueblo de Dios del Antiguo Testamento (elección-alianza). El nuevo Israel
(nuevo pueblo de Dios) en el Nuevo Testamento: es la Iglesia como sacramento de
comunión constituido por pueblos-culturas. Pueblo peregrino hacia la
Polis-Jerusalén celestial, plenitud de la Iglesia y plenitud de la humanidad.
Ese
mismo lunes 13 de marzo a las cinco y treinta de la tarde, en el Templo Parroquial
del Padre Claret, el Padre Bravo dicta la conferencia con el mismo tema,
enfocado en una teología narrativa del relato de la historia de la salvación. Comienza
diciendo que el ser humano es creado para la comunión, la responsabilidad, para
ser libres en comunión con Dios como hijo, en comunión fraterna con los otros
seres humanos, y en comunión de cuidado humanizador para su servicio con las
demás criaturas. Pero, el pecado rompe el eje de comunión y se produce unas
relaciones de esclavitud de opresores y oprimidos.
Al
final del libro del Génesis nos refiere que es el hambre la que conduce al
pueblo de Israel a Egipto donde, pronto, es esclavizado y oprimido por el poder
absoluto del Faraón. Es por eso que Dios se acerca y, escuchando los gemidos de
sufrimiento del pueblo oprimido, elige a un líder para que le hable a sus
hermanos hebreos que deben tomar conciencia de su dignidad, que su Creador los
quiere libres, que deben organizarse, movilizarse y emprender el camino
sacrificado del desierto que los conduce como pueblo a la liberación, a una
tierra de prosperidad.
Su
organización política, como pueblo de Dios, se caracteriza por la vida
comunitaria (doce tribus – comunidades de familias) comprometidas entre sí como
servidoras. Sin embargo, cuando el pueblo pide establecer la monarquía para ser
gobernado por un rey al igual que las otras grandes naciones, las relaciones
comienzan a estropearse. Naturalmente, no podemos negar que Israel crece y las
relaciones internacionales traen consigo compromisos más conflictivos y las
tentaciones monárquicas son mayores. En este mundo el sistema de vida social
deseado por Dios se hace difícil de establecer.
Aun
así, la elección de David como rey crea un sentido profundamente importante
para el plan de salvación de Dios para la humanidad. David tiene el perfil
apropiado para ser rey según el corazón de Dios. Porque, en definitiva, es Dios
quien debe gobernar a su pueblo. David es joven y pobre. Pero, especialmente,
tiene el oficio más apropiado para gobernar, es pastor. Un verdadero pastor
tiene habilidades y sensibilidades indispensables para gobernar según el querer
de Dios. Porque un pastor es responsable de su rebaño. No es asalariado, el
rebaño le pertenece. Debe saber entender a sus ovejas a pesar de sus torpezas.
Mantenerlas sanas y unidas. Hacer que le conozcan y le sigan. Incluso, debe ser
valiente y tener un alto sentido de responsabilidad que lo lleva a enfrentarse
al rabioso lobo para defender su rebaño. Así quiere Dios que gobierne el rey a
su pueblo, como un pastor a su rebaño.
En
realidad, la mayor fuerza del rey David es su fe. Sabe que Dios es el único
Rey. Como lo reza el salmista, él es el brazo y su bravura, justicia y derecho
es la base de su trono, ante sí tiene el amor y la lealtad. El salmista suplica:
“Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia. Para que con
justicia gobiernes a tu pueblo, con equidad a tus humildes” (Salmo 72).
Ya sabemos la historia transmitida en
la Sagrada Escritura, muchos reyes desviaron su misión y, olvidándose de la
Alianza con Dios, se convirtieron en explotadores del pueblo. Las consecuencias
son el caos y la pérdida de la convivencia en paz y libertad. La deportación a
Babilonia trae consigo nuevos y más crueles sufrimientos para el pueblo. Dios
sigue escuchando sus gemidos y sigue respondiendo acercándose al ser humano y
hablándole por medio de los profetas. Habla, impone su palabra fuerte, como una
espada de doble filo que penetra hasta lo más intimo, hasta lograr que se
convierta y vuelva a ser leal a la Alianza. Pues, Dios rescata nuevamente a su
pueblo. El ser humano vuelve a tener un espacio para vivir en comunión, en
libertad y amor. Esta es la historia humana donde Dios realiza su plan
liberador, respondiendo siempre cada vez que el ser humano sufre.
Jesucristo ha venido al mundo, esta es
la buena noticia para la humanidad sumergida en la opresión. Su encarnación es
el encuentro del Evangelio con el pueblo. Su proyecto es un Reino, distinto a
los de este mundo cuyo signo es la tiranía. Él es el rey esperado, anhelado;
que actúa como un Pastor bueno (Juan 10). El centro de su vida y predicación es
el Reino de Dios, dándole un sentido nuevo a un gobierno fundamentado en el
servicio: “Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las gobiernan
como señores absolutos y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de
ser así entre ustedes; sino que el que quiera llegar a ser grande entre
ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero, será esclavo de
todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y
a dar su vida como rescate por muchos” (Marcos 10,42-45). Este pasaje bien podría denominarse
la doctrina política de Jesús y su Evangelio.
El
martes 14 de marzo es Mons. Padrón quien nos enseña sobre los derechos humanos
según la doctrina transmitida por la Iglesia Católica. Hace un recorrido
histórico sobre el desarrollo de la toma de conciencia en la humanidad moderna
y contemporánea sobre los derechos humanos y la enseñanza de la Iglesia al
respecto.
Como
principio fundamental de su exposición está en que el origen, la base y la meta
de toda vida social es la persona humana. Para el Arzobispo de Cumaná, son
cuatro puntos desafiantes:
1.
La Iglesia y los derechos humanos.
2.
La vida política y el tutelaje de los
derechos humanos.
3.
La relación entre la fe cristiana católica y
la política.
4.
El pecado destructor de la sociedad.
Por la
limitación de tiempo, sólo trató ampliamente el primer punto. La premisa
principal es que actualmente “los derechos humanos” es un tema recurrente en los
documentos y pronunciamientos de la Iglesia católica y, en particular, de la
Conferencia Episcopal Venezolana. La razón fundamental que explica y justifica
esta actitud de la Iglesia es que hoy los derechos humanos pertenecen no sólo
al ámbito de lo jurídico, social y político, sino también al religioso,
específicamente, al tema de Dios. En efecto, Dios se revela en la historia como
el dador y protector de la vida. De toda vida, incluso, protege la vida de
Caín, aunque éste haya asesinado a su hermano. En el mismo sentido, el libro
del Éxodo nos presenta que una de las cláusulas de la Alianza entre Dios y su
pueblo es: “No matar” (Éxodo 29,13). Es el precepto que constituye la defensa
categórica de la vida.
Ahora
bien, la expresión de los derechos humanos es una formulación histórica,
jurídica y filosófica, nacida en un momento determinado de la edad moderna, que
recoge la sensibilidad moral básica de la dignidad humana, la libertad. Fue
John Locke (1632-1704) quien, en su “Tratado sobre el Gobierno Civil” (1690),
explica la primera teoría filosófica de los derechos humanos, precedido por las
enseñanzas de Francisco de Vitoria (1492-1546), fundador de la Escuela de Salamanca
(1539).
Pero,
son las “Declaraciones” sobre los derechos humanos las que mejor permiten
interpretar su contenido. La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue
promulgada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), el 10 de diciembre de 1948, años después del fin de la segunda guerra
mundial. Fue, pues, el resultado de una toma de conciencia de los líderes
mundiales de que a cada hombre y a cada mujer les corresponde frente al poder
de los Estados, unos derechos universales e inalienables, simplemente por ser
humanos.
Esta
toma de conciencia y las consiguientes declaraciones son el final de un largo
camino histórico-social. Vemos como fruto de la Revolución Francesa, que la
Asamblea Nacional de Francia aprobó, el 26 de agosto de 1789, la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que fue incorporada en forma de
preámbulo en la Constitución Francesa de 1791. Desde esta fecha, esta
declaración se convirtió en el texto base de todo el proceso de difusión de los
derechos humanos. Como precursores de ella, se cita el Bill of Rights, consecuencia de la “Gloriosa Revolución” de 1668 en
Inglaterra, que creó una forma de gobierno parlamentaria y marcó el arraigo de
los principios liberales en la organización de la vida pública.
En los
Estados Unidos de América hay que reseñar el Acta de Tolerancia de 1649
(Mariland) y, ya en el siglo XVIII, la Declaración de los Derechos Humanos del
buen pueblo de Virginia (1776). En el origen de tales derechos está la idea de
que todos los hombres, por naturaleza, son igualmente libres e independientes y
tienen derechos innatos a su condición humana. Es la primera declaración que contiene
un catálogo específico de los derechos del hombre y del ciudadano. Junto a
ella, el Bill of Rights de 1791, las
tres declaraciones forman parte de la Constitución Federal Americana,
Por su
parte, la Iglesia, en un comienzo, es reacia para admitir la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, porque no la veía fundamentada en principios
trascendentes y, por otra parte, la consideraba como un camino de emancipación
de la institución civil frente a la dirección que la Iglesia había mantenido
hasta entonces sobre la sociedad.
Sin
embargo, la Iglesia católica, aunque no se sintió cómoda con la doctrina de los
derechos humanos fruto del liberalismo individualista, característica de la
edad moderna, no ha dejado de sentirse interpelada por las palabras y el
ejemplo de Jesucristo, quien promovió y defendió la dignidad de toda persona
humana, sin excepción.
León
XIII (1810-1903) se abre a la idea de que los derechos humanos son positivos
porque dependen de la ley natural querida por Dios y custodiada por la Iglesia.
Pero, no fue sino en la segunda mitad del siglo XX, con Juan XXIII y Pablo VI,
quienes con el concilio Vaticano II y siguiendo el planteamiento de Pío XII
(1876-1958), cuando la Iglesia asume las teorías y los valores democráticos.
Ahí, es el filósofo francés Jacques Maritain (1882-1973) el artífice de la
aclimatación de esos conceptos en la Iglesia actual.
Así,
en los años sesenta, Juan XXIII inició en la Iglesia, con la Pacem in Terris (1963), la acogida
definitiva del paradigma de los derechos humanos, con significativas novedades.
Entre los principales derechos, destaca el de la existencia, la integridad
física, los recursos correspondientes a una vida digna, lo que incluye también
a ser protegido en la enfermedad, la vejez, así como en la viudez, a invalidez
y el desempleo. Afirma también los derechos morales y culturales, que incluyen
la libertad de pensamiento, a expresar el pensamiento y de recibir información
veraz sobre los acontecimientos públicos, como también el derecho a la
educación y a la formación técnica profesional.
Por
otra parte, afirma el derecho a la libertad religiosa y a escoger el .estado de
vida. Otro campo lo constituyen los derechos económicos, civiles y políticos
que comprenden el derecho al trabajo y su justa remuneración, el derecho a
participar activamente en la vida pública o el derecho de reunión y asociación,
así como el derecho de inmigración y emigración. Como vemos, este conjunto de
derechos, con sus deberes, sobrepasa los consignados por la ONU en 1945.
El
Concilio Vaticano II en la Gaudium et
spes numeral 41, declara que la Iglesia, en virtud del Evangelio que se le
ha confiado, proclama los derechos, reconoce y estima en mucho el dinamismo de
la época actual que está promoviendo por todas partes tales derechos. Y en la
declaración Dignitatis Humanae trata
de la libertad religiosa, así como de la libertad integral.
Pablo
VI en la Evangelii Nuntiandi añade
que la defensa y promoción de los derechos humanos y la liberación integral es
parte de la acción evangelizadora de la Iglesia. También Juan Pablo II defiende
y promueva los derechos humanos desde la Laboren
exercens (1981), la Sollicitudo rei
sociales (1987) y la Centesimus annus
(1991). Él mismo, en su mensaje de paz de 1999, afirma proféticamente: “Si se
ignora o desprecian los derechos humanos, o la búsqueda de intereses
particulares prevalece injustamente sobre el bien común, se siembran
inevitablemente los gérmenes de la inestabilidad, la rebelión y la violencia”.
El
aporte de la Iglesia latinoamericana es de suma significación para la doctrina
social, por su visión profética de los derechos humanos. Es un enfoque original
con acento bíblico. Por ejemplo, la conferencia de Santo Domingo (1992), en el
numeral 167 denuncia: “Los derechos humanos se violan en América Latina no sólo
por el terrorismo, la represión y los asesinatos, sino también por la
existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras económicas
injustas que originan grandes desigualdades. La intolerancia política y el
indiferentismo frente a la situación de empobrecimiento generalizado muestran
un desprecio a la vida humana que no podemos callar”.
La
Iglesia Venezolana ha hecho de la promoción y defensa de los derechos humanos
una línea de acción permanente. En el concilio plenario, acoge de corazón la
enseñanza bíblica y del magisterio eclesial – pontificio y latinoamericano –
sobre la grandeza, inviolabilidad y centralidad de los derechos de cada
persona, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural
(Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad 113).
El
miércoles 15 de marzo fue el padre Ugalde quien dicta la conferencia sobre el
sentido de la autoridad. Y, toma como base el pasaje del Evangelio donde Jesús
enseña a sus discípulos que la autoridad política que él quiere se diferencia
de la que el mundo ejerce. Para Jesús, aquel que quiera gobernar debe ser el
servidor de todos, dispuesto incluso a dar su vida por amor a los demás (Marcos
10,42-45). Así va
desarrollando su tema, con seria crítica al sistema de política que hoy vivimos
en Venezuela.
Para fundamentar este sentido de la
autoridad política, cita el numeral 205 de la exhortación del papa Francisco
titulada el Evangelio de la Alegría (Evangelii
Gaudium): ¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar
en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas
y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es
una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque
busca el bien común… ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les
duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que
los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus
perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la
salud para todos los ciudadanos”.
El jueves 16 de marzo el Dr. Aveledo
centró su conferencia en la moral democrática con sus valores, instituciones e
instrumentos, para una democracia auténtica. Para ello, se refirió a dos
clásicos conceptos de democracia. El primero es de Abraham Lincoln tomado del
discurso que pronunció el 19 de noviembre de 1863, en el lugar donde se produjo
la batalla de Gettysburq: la democracia es “el gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo”. El segundo concepto es del ex-senador Eugene
McCarthy: la democracia es “una filosofía de organización política y social que
da a los individuos un máximo de libertad y un máximo de responsabilidad”.
Libertad y responsabilidad son dos conceptos correlativos en una democracia
auténtica.
Partiendo de estos conceptos
complementarios, afirma que una democracia requiere de ciudadanos, de
derechos-libertad-deberes, de estructuras (instituciones y leyes). Las
instituciones son sociales (primacía de la sociedad civil) y públicas (sociedad
política como servidora de la sociedad civil). Estas instituciones suponen
organización, permanencia y beneficio. La moral democrática se compone de fines
(el fin es el bien común); de medios que deben ser lícitos; de principios como
la solidaridad, la responsabilidad personal, la subsidiaridad y la justicia.
Concluye su exposición afirmando que la
ética es indispensable en la política, tanto en su actividad como en su gestión
pública, pero no es suficiente. La política, además, debe nutrirse de buenas
“políticas públicas”, ser atractiva con una excelente presentación
comunicacional y una ética que la conserve limpia y sana.
El viernes 17 de marzo, cerrando el
gran evento, el Dr. Yepes expuso su conferencia sobre la comunidad política al
servicio de la sociedad civil. Comenzó afirmando que el concepto de libertad es
una herencia cristiana y lo es en una triple dimensión:
1.
Somos libres
en sentido ontológico porque Cristo nos ha hecho libres (Gálatas 5,1).
2.
Amamos y
buscamos la libertad, en cuanto que la dignidad de toda persona – enseñada por
el cristianismo – promueve la aspiración a la libertad y al dominio de sí.
3. Somos capaces de gozar de una auténtica
libertad en el sentido social, porque la distinción entre el nivel político y
religioso – promulgado por Jesús – es la garantía práctica de las libertades
civiles.
Bajo este fundamento, desarrolla su disertación.
Tiene
cuidado en distinguir la función eclesial de la autoridad política, advirtiendo
que el Estado pierde su sacralidad y su pretensión de gobernar las conciencias,
porque el verdadero garante de la moralidad es la autoridad ético-religiosa que
es competencia de la Iglesia. Sin embargo, esto no significa que la Iglesia
deba reducir su acción a lo privado, pues, “en ningún momento debe abdicar de
su misión de garante ético de la sociedad. Como tampoco el Estado puede
despreciar los valores morales que le preceden y le sirven de fundamento y como
condición de existencia”. Así, por un lado, se debe aceptar la instancia ético-religiosa
que es antecedente al ámbito político (contra el laicismo), admitir el derecho
de la libertad religiosa, reconocer el derecho al pluralismo político.
Concluye
expresando el sentido de la autonomía e independencia entre la Iglesia católica
y la comunidad política, sin excluir la relación de mutua colaboración entre
sí: “Las dos, aunque a título diverso, están al servicio personal y social de
los mismos hombres. La Iglesia y la comunidad política en efecto, se expresan
mediante formas organizativas que no constituyen un fin en sí mismas, sino que
están al servicio de la persona humana para permitirle el pleno ejercicio de
sus derechos, inherentes a su identidad de ciudadano y de cristiano, y un
correcto cumplimiento de los correspondientes deberes”. Es decir, tanto la
Iglesia como la comunidad política están al servicio de la humanidad.
Así
concluimos con éxito la XI Semana de la Doctrina Social de la Iglesia. El
equipo organizador, representando a la UNICA, al Foro Eclesial de Laicos y DSI
Padre Claret, nos reunimos para la evaluación. El desafío sigue siendo el
traducir en la práctica los contenidos teológicos de la doctrina social. Se
quiere seguir con los talleres con nuevos temas. Atender a los jóvenes. Pero,
ante todo, el equipo organizador se seguirá reuniendo para la formación interna
permanente sobre la doctrina social. Quedamos que para la próxima reunión
estudiemos entre todos la Introducción del Compendio de la Doctrina Social de
la Iglesia: “Un Humanismo Integral y Solidario”.
Al
finalizar, queremos agradecer a nuestro Arzobispo Ubaldo Santana y a su Obispo
auxiliar. Al Padre Ovidio Duarte y a su parroquia que, con gran capacidad de
sentido eclesial y solidario con el pueblo venezolano, nos brindó la generosa y
valiosísima ayuda en todo un trabajo pastoral eficiente, completo y competente.
A la Universidad Católica Cecilio Acosta y al Foro Eclesial de Laicos. A los
expositores y al pueblo de Dios que con su participación nos abren un horizonte
de fe y esperanza. “La Iglesia camina junto a toda la humanidad por los
senderos de la historia. Vive en el mundo y, sin ser del mundo (cf. Juan
17,14-16), está llamada a servirlo siguiendo su propia e íntima vocación” (Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia 18).