Abogado y Politólogo
Profesor Universitario
Para la
Iglesia, el mensaje social del Evangelio no
debe considerarse como una teoría, sino por
encima
de todo, un
fundamento y estímulo para la acción
(Centesimus
annus, 57)
Comenzaremos con
algunos conceptos sobre la Doctrina Social de la Iglesia, haremos un recorrido
histórico de la Rerum Novarum hasta
nuestros días y terminaremos con algunas consideraciones sobre las reflexiones
de los Obispos venezolanos, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, sobre
la realidad nacional.
Concepto de Doctrina Social de la Iglesia
La misión de la Iglesia
es de orden religioso, no de orden político económico o social. La Iglesia no
ofrece soluciones técnicas y no pretende mezclarse en política, pero si tiene
una misión que cumplir a favor de una sociedad a medida del hombre (Benedicto
XVI, 2009: 16). Como afirma De la Iglesia (2014: 286) “Ninguna realización
humana lleva a plenitud el ideal del Evangelio”.
La Doctrina Social de
la Iglesia “no es una tercera vía entre el capitalismo liberal y el
colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones
menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es
tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una
atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la
sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición
eclesial”. Sin embargo, el magisterio se ha pronunciado con frecuencia contra
el comunismo y los regímenes totalitarios, excluye el socialismo como remedio y rechaza el liberalismo entendido como
ilimitada competencia entre las fuerzas económicas (CDSI, 2006: 65-67).
La locución doctrina
social se remonta a Pio XII para designar “el corpus doctrinal relativo a temas de relevancia social que, a
partir de la encíclica Rerum novarum
de León XIII, se ha desarrollado en la Iglesia a través de los Romanos
Pontífices y los Obispos en comunión con ellos” (CDSI, 2006: 64).
Sin embargo, decimos
con Van Gestel (1964: 21) que la Doctrina Social de la Iglesia es más antigua que
la Iglesia misma en el sentido que ya en el Antiguo Testamento encontramos las
ideas sociales que desarrollaría la predicación de Jesucristo y se recogerían
en el Nuevo Testamento, los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y sus
Epístolas. Señalaba san Juan Pablo II (1981: 5) en Laborem exercens que la Doctrina Social de la Iglesia “tiene su
fuente en la Sagrada Escritura, comenzando por el libro del Génesis y, en
particular, en el Evangelio y en los escritos apostólicos. Esa doctrina
perteneció desde el principio a la enseñanza de la Iglesia misma, a su
concepción del hombre y de la vida social y, especialmente, a la moral social
elaborada según las necesidades de las distintas épocas”.
De acuerdo con los
documentos de Puebla de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) la
enseñanza social de la Iglesia es “el conjunto de orientaciones doctrinales y
criterios de acción que tienen su fuente en la Sagrada Escritura, en la
enseñanza de los Padres y grandes teólogos de la Iglesia y en el magisterio,
especialmente en los últimos papas” (García, 2010: 25).
La Doctrina Social de
la Iglesia es la reflexión política, económica y social desarrollada en las
encíclicas, documentos conciliares, discursos pontificios, documentos de los
distintos dicasterios de la Iglesia, en un momento histórico concreto, cónsona
con la tradición humanista cristiana que en cada país corresponderá a las
respectivas Conferencias Episcopales hacer las aplicaciones a las realidades
particulares. Considerándose la Iglesia “experta en humanidad” debe escrutar
los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio (San Juan
Pablo II, 1987: 4).
La Doctrina Social de
la Iglesia debe resultar “un saber teórico-práctico orientador de la acción
parroquial” que surge del derecho y deber de la Iglesia de emitir juicios
morales sobre situaciones, estructuras y sistemas (Rodríguez, 1990: 1). Decía Juan
XXIII (1961:39) en Mater et Magistra (15/05/1961)
que “la doctrina social profesada por la Iglesia Católica es algo inseparable
de la doctrina que la Iglesia enseña sobre la vida humana (222). Por esto deseamos intensamente que se estudie cada
vez más esta doctrina. Exhortamos, en primer lugar, a que se enseñe como
disciplina obligatoria en los colegios católicos de todo grado, y
principalmente en los seminarios, aunque sabemos que en algunos centros de este
género se está dando dicha enseñanza acertadamente desde hace tiempo. Deseamos,
además, que esta disciplina social se incluya en el programa de enseñanza
religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares
y se divulgue también por todos los procedimientos modernos de difusión, esto
es, ediciones de diarios y revistas, publicación de libros doctrinales, tanto
para los entendidos como para el pueblo, y, por último, emisiones de radio y
televisión (223)”.
Por su parte, el Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI, 2006: 320) señala que “la doctrina social es un punto de referencia
indispensable para una formación cristiana completa”. “Es absolutamente
indispensable –sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos
modos en el campo social y político- un conocimiento exacto de la doctrina
social de la Iglesia”. Se destaca que “el valor formativo de la doctrina social
debe estar más presente en la actividad catequética” y “no menos relevante debe
ser el compromiso de emplear la doctrina social en la formación de presbíteros
y de los candidatos al sacerdocio (CDSI, 2006: 323).
Señala el Compendio
(CDSI, 2006: 19) que la Doctrina Social de la Iglesia contiene los principios
de reflexión, los criterios de juicio y los principios de acción que sirven de
base para promover un humanismo integral y solidario. Sus valores
fundamentales: la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, la paz y la
caridad o amor cristiano, posibilitan la primacía de la ética sobre la técnica,
la persona sobre las cosas, y el espíritu sobre la materia (Rodríguez, 1990:
3).
Para Benedicto XVI (2009:
20-21), la DSI es “una única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre
nueva”. Cada pontífice, cada encíclica tiene sus peculiaridades, sin perder la
coherencia de todo el corpus
doctrinal en su conjunto. Está construida sobre el fundamento trasmitido por
los Apóstoles a los Padres de la Iglesia y acogida y profundizada por los
grandes doctores cristianos La Doctrina Social de la Iglesia tiene una
importante dimensión interdisciplinaria que permite a la fe, a la teología, a
la metafísica y a las ciencias económicas encontrar su lugar dentro de una colaboración
al servicio del hombre (Benedicto XVI, 2009: 42-43). Su enseñanza está
“orientada esencialmente a la acción” y “se desarrolla en función de las
circunstancias cambiantes de la historia” (n. 72) (Rodríguez, 1990: 3). San Juan
Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis
(41) señaló que la Doctrina Social de la Iglesia “no pertenece al ámbito de la
ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral” (CDSI,
2006: 55).
Siendo Arzobispo de
Buenos Aires, el entonces Cardenal Bergoglio afirmaba que la Iglesia no debe
meterse en la política partidista, sino en la gran política que nace de los
mandamientos y del Evangelio. Es hacer política con sentido evangélico,
denunciar los atropellos a los derechos humanos, situaciones de explotación o
exclusión, carencias en la educación o alimentación (Rubin y Ambrogetti, 2013:
85).
Belaunde (1982: 10-11)
concluye: 1) Existe una doctrina o enseñanza social propia y original de la
Iglesia Católica por los principios que la inspiran; 2) Es una doctrina evolutiva,
dinámica y actual porque va extrayendo nuevas consecuencias de los principios
teniendo en cuenta las realidades cambiantes de la problemática social; 3) Es
obligatoria para los católicos como lo señala Juan XXIII en Mater et Magistra (60) por ser “una
parte integrante de la concepción cristiana de la vida”.
Por último, advertimos que
no debemos confundir la Doctrina Social de la Iglesia con el denominado
‘pensamiento social católico’ producto de la acumulación de estudios
sistemáticos, interpretaciones y aplicaciones de la Doctrina Social de la
Iglesia, ya que tales contenidos, en muchos casos de gran interés, no poseen la
autoridad del Magisterio de la Iglesia (Rodríguez Iturbe, 2001: 1).
Las encíclicas sociales
Antecedentes
inmediatos:
Antecedentes inmediatos
de las encíclicas sociales son: el proyecto de decreto sobre la situación de
los trabajadores presentado durante el Concilio Vaticano I (1869-1870) y la
encíclica Aeterni Patris de León XIIl
del 04/08/1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la
doctrina de santo Tomás de Aquino.
Encíclicas
sociales
Se consideran
encíclicas sociales las siguientes:
Rerum novarum (15/05/1891) de León
XIII (1878-1903) “sobre la situación de los obreros”.
Quadragesimo Anno (15/05/1931) de Pio XI
(1922-1939) “sobre la restauración del orden social en perfecta conformidad con
la ley evangélica”.
Mater et Magistra (15/05/1961) de Juan
XXIII (1958-1963) “sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz
de la doctrina cristiana”.
Pacem in Terris (11/04/1963) de Juan
XXIII “sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la
justicia, el amor y la libertad”.
Populorum progressio (26/03/1967) de Pablo
VI (1963-1978) sobre la “sobre la necesidad de promover el desarrollo de los
pueblos”.
Laborem exercens (14/09/1981) de san Juan
Pablo II (1978-2005) “sobre el trabajo humano”.
Sollicitudo rei sociali (30/12/1987)
de san Juan Pablo II (1987: 9), “al cumplirse el vigésimo aniversario de la Populorum Progressio”.
Centesimus annus (01/05/1991) de san Juan
Pablo II, a los 100 años de la Rerum
Novarum.
Caritas in Veritate (29/06/2009) de
Benedicto XVI (2005-2013) “sobre el desarrollo humano integral en la caridad y
la verdad”.
Laudato Si (24/05/2015) del Papa
Francisco (2013-?) “sobre el cuidado de la casa común”.
Otros
documentos
Son documentos de gran
relevancia para la Doctrina Social de la Iglesia los siguientes:
Encíclica Divini redemtoris “sobre el comunismo
ateo” de Pio XI.
Encíclica Summi Pontificatus (20/10/1939) y
radiomensajes: La Solennitá
(01/6/1941), Oggi (1-9-43), Benignitas et humanitas 24/12/44) de Pio XII (1939-1958).
Constitución Pastoral Gaudium et spes (07/12/1965) “sobre la
Iglesia en el mundo actual” y Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II (1958-1965).
Carta Apostólica Octagesima adveniens (14/05/1971) de
Pablo VI, a los 80 años de la Rerum
Novarum.
Códigos de Malinas de
1927 de la Unión Internacional de Estudios Sociales.
Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia de 2012 promulgado por Benedicto XVI.
Pio IX
(1846-1878)
A finales del
pontificado de Pio IX se reúne el Concilio Vaticano I (1869-1870) al cual se
presentó un proyecto de decreto sobre la situación de los trabajadores que
denunciaba la miseria imperante. También hubo iniciativas sobre el peligro del
socialismo, sin embargo, el fin abrupto del Concilio, derivado de la ocupación
de Roma, impidió la consideración de ambas propuestas (Belaunde, 1982: 7).
León XIII
(1878-1903)
La encíclica Rerum novarum (15/05/1891) de León XIII
“sobre la situación de los obreros” es considerada la primera gran encíclica
social (López, 1986: 206). “Carta magna del orden social” la llamará Pio XI
(1931: 10). Juan XXIII (1961: 5) dirá que “ha sido reconocida como la Carta Magna de la instauración del nuevo orden
económico y social” y recordará (1961: 2) que “abrió un camino más amplio a la acción de la Iglesia Católica”. San Juan
Pablo II (1991: 5), afirmará que “confirió a
la Iglesia una especie de ´carta de ciudadanía´ respecto a las realidades de la
vida pública”.
Aparece la encíclica en
un momento de apogeo del capitalismo europeo. La revolución industrial iniciada
en Inglaterra se ha expandido y los principios liberales dominan Europa (Reih,
1982: 27). La Rerum novarum es parte
de un movimiento de renovación doctrinal que tiene como fuente la encíclica Aeterni Patris (04/08/1879) de Leon XIIl
sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de santo
Tomás de Aquino. León XIII –afirma van Gestel (1964: 21)- restablece el
contacto de la Iglesia con el mundo en la época del liberalismo y del
nacimiento del socialismo. Atacará lo que constituye el común denominador de
las corrientes políticas de entonces: una concepción individualista y
materialista de la vida humana. Se trata del reencuentro del Evangelio con las
realidades de una época.
La Rerum novarum en su introducción anuncia como objetivo abordar la
“cuestión social”, o sea, el problema de la situación miserable de los obreros;
analiza sus causas, su gravedad y el deber del magisterio pontificio de
intervenir. En la primera parte, estudia la solución propuesta por el
socialismo y las razones de su rechazo absoluto. En la segunda, propone
acciones que dependen de la Iglesia, el Estado y los obreros (Pérez, 2009: 64).
Cuatro líneas
doctrinales que todavía tienen En síntesis, las propuestas de la encíclica,
según Reich (1982: 27) son: 1) Reformar la sociedad; 2) Enfocar las relaciones
sociales desde un punto de vista ético; y 3) Intervención estatal en las
relaciones sociales. Asimismo, su importancia primordial está en que la Iglesia
se aparta de la solución de los problemas sociales vigencia se exponen: 1)
Garantizar un salario suficiente acorde con las necesidades del trabajador; 2)
El Estado debe promover una mayor distribución de la propiedad, habida cuenta
que es un derecho de toda persona; 3) Las condiciones de trabajo deben
garantizar la seguridad física del trabajador; y 4) El derecho de asociación es
un derecho natural, principal instrumento de los trabajadores para la defensa
legítima de sus intereses (Camacho, 2014: 204).
por medio de métodos
exclusivamente caritativos.
Dice el Compendio que
“toda la doctrina social se podría entender como una actualización, una
profundización y una expansión del núcleo originario de los principios
expuestos en la Rerum novarum” (CDSI,
2006: 66).
Pio XI
(1922-1939)
Durante los
pontificados de san Pio X (1903-1914) y Benedicto XV (1914-1922) no hubo encíclicas
sociales. 40 años después de la Rerum
novarum el mundo está experimentando la mayor crisis del sistema
capitalista. Las medidas sociales y políticas adoptadas hasta entonces no
bastaban como correctivo del sistema (Reich, 1982: 29). El fascismo se ha
instalado en Italia y el comunismo en Rusia. La Quadragesimo Anno (15/05/1931) de Pio XI “sobre la restauración del
orden social en perfecta conformidad con la ley evangélica” se ocupa
ampliamente del orden impuesto por el capitalismo, así como de la lucha de
clases promovida por el socialismo. Confirma el principio de la solidaridad y
la colaboración para superar las antinomias sociales. Analiza los frutos de la Rerum Novarum, revisa y pone al día su
doctrina en relación a la propiedad, el capital, el trabajo, el salario y la
restauración del orden social (Pérez, 2009: 66-67). La libre concurrencia no
basta como principio básico como creían los liberales (Belaunde, 1982: 69). Es
una radical crítica al capitalismo de aquellos años, sin embargo, Pio XI no lo
rechaza en cuanto el sistema se base en la colaboración de capital y trabajo
(Camacho, 2014: 205). Se habla de una formación de capital en manos de los
trabajadores y una regulación definitiva de las relaciones capital-trabajo. El
capital y el trabajo deben entenderse como amigos (Reich, 1982: 30-31).
Formula el principio de
la subsidiariedad, de acuerdo al cual las decisiones de la sociedad deben estar
en el nivel más cercano a los afectados por ésta (García, 2010: 35). Pio XI
exige un nuevo principio regulador de la economía impregnado de justicia. Debe
estar sometida a una autoridad mayor que la simple del capital, una autoridad
cuya ley máxima no sea el egoísmo o el interés individual, sino el bienestar
común (Reich, 1982: 33).
Destaca el Compendio
(CDSI, 2006: 67-68) que Pio XI hizo oír su voz contra los regímenes
totalitarios y destaca las encíclicas Non
abbiamo bisogno (29/06/1931) protestando contra los atropellos del régimen
fascista, Mit brennender Sorge (1937)
sobre la situación de la Iglesia católica en Reich alemán y Divini Redemtoris sobre el comunismo
ateo, definido intrínsecamente malo y la doctrina socialcristiana. Mit brennender Sorge solicitada a Pio XI
por los Obispos alemanes fue leída desde todos los pulpitos de Alemania, tras haber
sido difundida con la máxima reserva. En 1938, ante la difusión del
antisemitismo Pio XI afirmaría: “Somos espiritualmente semitas”.
Pio XII
(1939-1958)
Pio XII, precursor
inmediato del Concilio Vaticano II, aunque no dictó ninguna encíclica social,
en la Summi Pontificatus (20/10/1939)
enumera errores capitales del orden político que vivía, el olvido de la
solidaridad (28-38) y la concepción totalitaria (39-43). También son sumamente
valiosas las enseñanzas contenidas en sus radio mensajes: La Solennitá (01/6/1941), Oggi (1-9-43), Benignitas et humanitas
24/12/44) Iglesia (Bravo, 2009: 17-19).
En los sesenta, el
mundo se ha recuperado de la devastación de la II Guerra Mundial, se ha
iniciado la descolonización y hay señales de deshielo en el clima de la Guerra
Fría. La cuestión social se ha universalizado y afecta a todos los países
(CDSI, 2006: 69).
Juan XXIII (1958-1963)
El papa Roncalli conmemora
el 70 aniversario de la Rerum Novarum
con una nueva encíclica que sorprende al mundo: Mater et Magistra (15/05/1961) “sobre el reciente desarrollo de la
cuestión social a la luz de la doctrina cristiana”. Es considerada una
encíclica de transición entre el pensamiento oficial de la Iglesia antes y
después del Concilio Vaticano II (Camacho, 2014: 245). En la introducción, Juan
XXIII recuerda la doble misión asignada a la Iglesia: Enseñar y practicar la
caridad y su misión social. En la primera parte, expone sucintamente las
enseñanzas de sus predecesores y presenta una visión de conjunto de los nuevos
problemas que plantea la evolución contemporánea. En la segunda parte, trata
problemas tradicionales vistos en su nuevo aspecto: las relaciones entre
iniciativa privada e intervención estatal en el campo económico, multiplicación
y entrecruzamiento de las relaciones sociales, la “socialización”, relaciones
entre patronos y empleados en la empresa, en la profesión, y en la vida
económica nacional e internacional, el derecho de propiedad. La tercera parte,
está dedicada a los problemas nuevos de la época planteados por el desarrollo y
el subdesarrollo. La cuarta parte, sobre todo pastoral, exalta la doctrina
social de la Iglesia frente a las ideologías contemporáneas que considera
truncadas y falsas (Van Gestel, 1964: 105-107).
El tratamiento del
trabajo va adquiriendo preeminencia sobre la propiedad, como advierte Camacho
(2014: 207-208), probablemente, por la pérdida de prioridad de la polémica
antisocialista, se coloca el trabajo en primer término como lo exige el orden
ético y más tarde lo afirmará expresamente san Juan Pablo II. Juan XXIII viendo
con profundidad los “signos de los tiempos” precisa en Mater et Magistra los criterios del salario justo, el cual no puede
estar sometido a la libre competencia. Establece como principio “que los
trabajadores cobren un salario cuyo importe les permita mantener un nivel de
vida verdaderamente humano y hacer frente con dignidad sus obligaciones
familiares”. En consecuencia será necesario tomar en cuenta: 1) La efectiva
aportación del trabajador a la actividad económica; 2) La situación financiera
de la empresa: 3) Las exigencias del bien común nacional y 4) Las exigencias
del bien común universal. En cuanto a la propiedad debe establecerse un
equilibrio entre la dimensión individual y social. Es decir, debe servir
simultáneamente a los individuos y al bien común (Camacho, 2014: 244).
En el contexto de la proliferación
de armas nucleares, Juan XXIII dirige a “todos los hombres de buena voluntad” Pacem in Terris (11/04/1963) “sobre
la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el
amor y la libertad”. Constata la existencia de una comunidad mundial y
la necesidad de organizarla mediante la constitución de una autoridad
internacional (Allo, 1982: 16). Se ocupa del orden entre los seres humanos y el
universo, las relaciones entre los hombres y el poder público, entre
comunidades, sus derechos y deberes. Reafirma las enseñanzas de la Iglesia y
destaca la necesidad de la paz para la existencia de la humanidad (López, 1986:
207).
En Pacem in Terris, por primera vez en una encíclica, se reflexiona
sobre los derechos humanos, “es la encíclica de la paz y de la dignidad de las
personas”. Se detiene sobre los poderes públicos de la comunidad mundial,
llamados a “examinar y resolver los problemas relacionados con el bien común
universal en el orden económico, social, político o cultural” (CDSI, 2006: 70).
La primera parte, se
refiere a la ordenación de las relaciones civiles detallando los derechos y
deberes. La segunda parte, está dedicada a la ordenación de las relaciones
políticas. Considera la autoridad, el bien común, la constitución
jurídico-política de la sociedad y las exigencias de la época. Al hablar de la
autoridad advierte que la doctrina de acuerdo a la cual ésta proviene de Dios
es perfectamente conciliable “con cualquier clase de régimen auténticamente
democrático”. La tercera parte, trata de la ordenación de las relaciones internacionales.
La cuarta parte, está dedicada a la ordenación de las relaciones mundiales y la
quinta parte, a la acción temporal del cristiano (Rodríguez, 1990: 14-17).
El Concilio Vaticano II
(1962-1965) convocado por Juan XXIII en 1959 y clausurado por Pablo VI dicta la
Constitución pastoral Gaudium et spes
(07/12/1965) “sobre la Iglesia en el mundo actual” y la declaración Dignitatis Humanae, en la que se proclama el derecho a la libertad religiosa.
Gaudium et spes delinea el rostro de
una Iglesia “íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia…”
en sintonía con la renovación eclesiológica “refleja una nueva concepción de
ser comunidad de creyentes y pueblo de Dios…”. Estudia orgánicamente: la
cultura, la vida económico-social, el matrimonio y la familia, la comunidad
política, la paz y la comunidad de los pueblos (CDSI, 2006: 70).
Pablo VI
(1963-1978)
“El desarrollo es el
nuevo nombre de la paz” afirma Pablo VI en la encíclica social Populorum progressio (26/03/1967) “sobre
la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”. Se considera una
ampliación de la Gaudium et spes, en
lo económico-social (CDSI, 2006: 72).
Como se desprende del
propio título, a diferencia de las encíclicas sociales precedentes, el objetivo
antes que la relación entre los grupos sociales, es la relación entre los
pueblos. Se ocupa de una solución cristiana al subdesarrollo, de un desarrollo
integral y solidario de la persona, de la necesidad de un mundo estructurado
sobre nuevas bases. Señala las acciones a emprender con relación a la
propiedad, la industrialización, el trabajo, la violencia, la planificación, la
alfabetización y la educación, la familia, la demografía, el sindicalismo y la
cultura (Pérez, 2009: 82-84).
San Juan Pablo II, al
interpretar la Populorum progressio,
señala tres novedades: 1/ Destacar el carácter ético y cultural del problema
del desarrollo; 2/ Ampliar la cuestión social al orden mundial; y 3/ Vincular
la paz a las posibilidades de desarrollo (Aparicio, 2014: 30).
También del Papa
Montini debemos mencionar la carta apostólica Octagesima adveniens (14/05/1971) que a los 80 años de la Rerum Novarum, ratifica el rechazo
cristiano al análisis marxista inseparable del ateísmo y la antropología
marxista (Rodríguez, 2007b: 714). Se ocupa de la urbanización, los jóvenes, la
mujer, el trabajo, la discriminación, las fuentes de trabajo, los medios de
comunicación social, los derechos humanos. Reclama mayor justicia en la
distribución de los bienes, tanto interna como internacionalmente (Pérez, 2009:
90-92). Pablo VI trata del sentido de la política y el peligro de visiones
utópicas e ideológicas que comprometen su cualidad ética y humana (Benedicto
XVI, 2009: 22).
San Juan Pablo
II (1978-2005)
Durante el brevísimo período
de Albino Luciani, Juan Pablo I (1978), como es natural, hubo pocos documentos
pontificios. Luego, con san Juan Pablo II, tendríamos uno de los pontificados
más largos de la historia que incluye tres encíclicas sociales.
La primera encíclica
social del Papa Wojtyla es Laborem
exercens (14/09/1981) “sobre el trabajo humano”, centro de la “cuestión
social”. Se refiere a la relación del trabajo con el hombre y el capital, a los
derechos del trabajador, y a la espiritualidad del trabajo (Pérez, 2009:
96-100). Se aborda desde una perspectiva teológico-antropológica, de acuerdo a
la cual, el trabajo es una dimensión fundamental de la existencia humana. Se
identifica como error el economicismo -sistema capitalista- y el materialismo –sistema
socialista- y como solución una auténtica participación de los trabajadores. Se
enumeran en el capitalismo: 1) La copropiedad de los medios de trabajo, 2) La
participación de los trabajadores en la gestión y 3) en la propiedad; y para el
socialismo: l) Asociar el trabajo a la propiedad del capital y 2) promover
sociedades intermedias económicas, sociales y culturales (Camacho 2014:
210-212).
Sollicitudo rei sociali (30/12/1987) es
la segunda encíclica social de san Juan Pablo II (1987: 9), “al cumplirse el
vigésimo aniversario de la Populorum
Progressio”. Analiza, como ya se indicó, sus novedades pero también su
significado. Se ocupa del nuevo panorama del mundo contemporáneo, el cual visto
bajo el aspecto de un auténtico desarrollo humano ofrece una impresión más bien
negativa. Señala el creciente abismo entre el Norte desarrollado y el Sur en
vías de desarrollo, y los negativos indicadores económicos, sociales y culturales.
Destaca la contraposición geopolítica, ideológica y militar Este-Oeste propia
de la Guerra Fría con tendencias al imperialismo y a formas de neocolonialismo
que contribuye a ampliar las diferencias económicas entre el Norte y el Sur.
Denuncia el armamentismo, la tragedia de los refugiados, el terrorismo, las
campañas sistemáticas contra la natalidad. Al evaluar los aspectos positivos
señala una mayor conciencia del respeto de los derechos humanos, de una mayor
interdependencia y de la solidaridad necesaria, justicia y paz, en función del
destino común, así como una mayor preocupación ecológica.
Al referirse al
auténtico desarrollo humano la encíclica distingue ente progreso y desarrollo,
y afirma que “el verdadero desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de
los bienes y servicios, esto es, a lo que se posee, sino que debe contribuir a
la plenitud del “ser” del hombre. De este modo, pretende señalar con claridad
el carácter moral del verdadero desarrollo” (CDSI, 2006, 74).
En su tercera encíclica
social, Centesimus annus
(01/05/1991), san Juan Pablo II realiza una relectura de la centenaria Rerum Novarum que enmarca dentro de la
“opción preferencial por los pobres”. Constata el fracaso de las ideologías
especialmente socialistas y del sistema comunista (Bravo, 2009: 20-21). Se dan
respuestas a los problemas del mercado, la empresa, los beneficios empresariales,
la deuda externa, las amenazas de las economías avanzadas, la cuestión
ecológica en sus vertientes natural y humana, la mercantilización, la
alienación y el capitalismo como supuesto modelo alternativo (Yepes, 1991: 69).
Recuerda san Juan Pablo
II que el contenido esencial de la Rerum
novarum “fue proclamar las condiciones fundamentales de la justicia en la
coyuntura económica y social de entonces” y ratificar el principio de acuerdo
al cual “la paz se edifica sobre el fundamento de la justicia”. Destaca la
relevancia del derecho a la propiedad privada ante el fracaso de la propiedad
colectiva y el principio que la complementa sobre el destino universal de los
bienes y el derecho de asociaciones privadas empresariales, profesionales o
sindicales. Se subrayan derechos de los trabajadores como el derecho al salario
justo y al descanso. También se refiere la encíclica a los deberes del Estado,
su obligación de intervenir y tutelar a los más débiles, al principio de la
solidaridad, elemental de una sana organización política (Yepes, 1991:
59-61).
En 2004, el Pontificio
Consejo “Justicia y Paz” instituido por Pablo VI en 1967, culmina la redacción
del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia promulgado por Benedicto XVI
que presenta de manera completa y sistemática, aunque sintética, la enseñanza
social de la Iglesia (Bravo, 2009: 36).
Benedicto XVI
(2005-2013)
Caritas in Veritate (29/06/2009) es la
última encíclica de Benedicto XVI. En su introducción señala que la caridad en
la verdad es “el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia”.
Se trata de una visión amplia de la caridad desarrollada en la encíclica Deus Caritas (Benedicto XVI, 2009: 10).
Se ocupa de la justicia, medida mínima de la caridad y del bien común como
exigencia de la caridad y la justicia para el desarrollo en una sociedad en
vías de globalización.
En el capítulo I trata
el mensaje de la Populorum Progresio;
en el capítulo II del desarrollo humano en nuestro tiempo; en el capítulo III
de la fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil; en el capítulo IV del
desarrollo de los pueblos, de sus deberes y derechos y del ambiente; en el
capítulo V de la colaboración de la familia humana; en el capítulo VI del
desarrollo de los pueblos y la técnica.
Concluye con un llamado
a afirmar individualmente y como comunidad un humanismo íntegro y verdadero.
Para la Iglesia, “el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”
(Benedicto XVI, 2009: 1-62)
Francisco
(2013-?)
Laudato Si (24/05/2015) del Papa
Francisco “sobre el cuidado de la casa común” es la última encíclica social. Se
refiere al deterioro ambiental global. Para el Papa Bergoglio la degradación
ambiental y la degradación humana están íntimamente ligadas.
Las reflexiones de los Obispos venezolanos
Al hablar de la
Doctrina Social de la Iglesia en América Latina debemos incluir los documentos de las Conferencias
Generales del Episcopado latinoamericano y del Caribe, y particularmente las de
Medellín (1968) y Puebla (1979) (Bravo, 2009: 14).[2] En cuanto a la realidad
venezolana, son imprescindibles los documentos de la Conferencia Episcopal
Venezolana que, como ya se dijo, le corresponde hacer las aplicaciones a
nuestras realidades particulares.
Entre 1904 y 1962, los
Obispos venezolanos realizaron once conferencias ordinarias y ocho
extraordinarias siendo frutos importantes las instrucciones pastorales de 1904,
1928 y 1957 (Santana, 2007: 3). Sin embargo, será la Carta Pastoral de monseñor
Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, en ocasión del 1° de mayo de 1957, la cual
dada su significación histórica y su casi inmediato efecto, ha permitido
afirmar que “fue este extraordinario documento del Pastor de Caracas con el que
comienza una doctrina social de la Iglesia venezolana”. Monseñor Arias Blanco se
refiere a “la multitud de problemas sociales que está viviendo la nación…” y se
detiene sobre la injusta distribución de la riqueza, el desempleo, los bajos
salarios, la falta de escuelas, las violaciones de la legislación laboral, la
libertad sindical (Arias, 2007: 9-19).
A partir de 1958, con
el advenimiento de la democracia, las reuniones de la Conferencia Episcopal se
hacen frecuentes, institucionalizándose y haciéndose periódicas después del
Concilio Vaticano II (actualmente son dos las reuniones ordinarias anuales).
Instaurada la
democracia, los Obispos, en Carta Pastoral Colectiva (15/06/1958) reflexionan
“sobre los nuevos horizontes que se abren a la patria después del régimen
imperante en enero de 1958” (CEV (1), 1958: 7-45). Se pronuncian a favor de la
democracia y repudian al comunismo y llaman a los católicos a ejercer la
ciudadanía y a participar en la vida pública. Citando a Pio XI (encíclica Ubi arcano) señalan que “los católicos
están obligados por la ley de la caridad social a procurar con todos sus
esfuerzos que toda la vida de la República esté regulada por principios
cristianos”. Los Obispos se pronuncian sobre los regímenes de fuerza, el
capitalismo estatal, la autoridad, la libertad, la justicia, los impuestos, los
partidos políticos, la educación, los sindicatos obreros y sus
reivindicaciones, la violencia, la xenofobia y la pornografía.
Desde entonces, las
reflexiones del episcopado sobre la realidad nacional son frecuentes, sus
reclamos contra la corrupción, de renovación moral y lucha contra la pobreza
han sido permanentes. No hay tema político, económico o social que haya
escapado a su consideración, teniendo la mayoría de ellas absoluta vigencia. Los
Obispos han reafirmado la doctrina social de la Iglesia, anhelando y propugnando
“un orden social, en el que el bienestar no esté limitado a una minoría, sino
que pueda ser logrado por todos los venezolanos”. En cada proceso electoral, los Obispos en
práctica que se prolonga a nuestros días, han llamado a cumplir con el deber de
votar.
Periódicamente, los
Obispos se pronuncian sobre las luces y sombras de la democracia. Así, con
motivo de los 40 años de la democracia (20/01/1998) (CEV (2), 1998: 380-387) señalan
que la experiencia democrática “es uno de los mayores logros y bienes sociales
que compartimos los venezolanos”, que “pese a sus deficiencias ha permitido la
conquista de la paz social”. Para los prelados “la voluntad del pueblo
venezolano de vivir en paz es lo que explica el rechazo de los golpes de estado
y su preocupación por mantener el sistema democrático a pesar de sus
imperfecciones”. Afirman que el sistema democrático no es negociable, es decir,
no están “dispuestos a avalar formas autoritarias o dictatoriales que tantas
penas y lágrimas nos causaron en el pasado”.
Para la Conferencia
Episcopal Venezolana, “la Democracia es un proyecto ético que tiene que ver de
manera directa con la persona humana…” y recordando el Mensaje de san Juan
Pablo II a la VII Cumbre iberoamericana (28/10/1997), subrayan que la
Democracia “es una opción fundamentalmente ética a favor de la dignidad de la
persona, con sus derechos y libertades, sus deberes y responsabilidades, en la
cual encuentra sustento y legitimidad toda forma de convivencia humana y de
estructuración social” y agregan que “el primer valor ético de la democracia,
que coincide con el presupuesto que la sostiene y alimenta, es el
reconocimiento de que la persona humana está dotada por Dios de una dignidad
que nada ni nadie puede violar. Es un rechazo de toda forma de sometimiento del
hombre por el hombre y, por tanto, de toda forma de tiranía, absolutismo o
totalitarismo”.
Indica el Episcopado
que “los ciudadanos son la pieza clave de la democracia. Si hay ciudadanos
habrá sociedad libre. Esta es todavía demasiado débil entre nosotros. Una
sociedad que crece numéricamente, que tiende a ser cada vez más pluralista y
abierta en todos los órdenes, requiere de organizaciones de todo tipo y nivel
que promuevan y luchen por los más variados y legítimos intereses. Una sociedad
civil se caracteriza por actuar en lo público, en el terreno de la toma de las
decisiones sociales y en su ejecución. En nuestra sociedad este espacio lo han
llenado de forma casi abusiva los partidos políticos y las organizaciones
gremiales. Ellos tienen un papel importante e insustituible, pero no pueden
seguir siendo los acaparadores de todo el espectro social”.
Y agregan, “el
crecimiento poblacional y la complejidad de la vida social entrelazan la
participación con la representatividad. Nadie puede estar en todo. Pero la
representatividad no es una hipoteca de los derechos ciudadanos. Lograr que los
representantes sean tales es uno de los mayores retos de la democracia. El
pueblo está cansado de elegir a gente que no lo representa y que nunca entrega
cuentas”.
Concluyen diciendo que
“una sociedad democrática es impensable sin un Estado fuerte y eficiente en que
la separación de poderes garantice esa representación de toda la sociedad
civil… El Estado debe concebirse como instrumento de la sociedad civil cuyo
sujeto es un pueblo de ciudadanos que comparten una cultura política
democrática”.
Con la llegada de Hugo
Chávez al poder se inicia un nuevo periodo en las relaciones entre la Iglesia y
el Estado venezolano, al igual que en el siglo XIX y buena parte del XX, ha
estado lleno de controversias y disputas sobre los más variados asuntos.
No obstante, el
Episcopado ha continuado preocupándose por la situación del país haciendo
permanente su llamado a “la edificación de una sociedad fundamentada en el
respeto a la vida y a la dignidad de toda persona, en el imperio de la verdad y
de la justicia, en el pluralismo, la inclusión social y la democracia” (CEV (9),
2011: 1). Sus reflexiones sobre los distintos problemas de la República como la
inseguridad, la educación, el auge delictivo, el narcotráfico; sus
preocupaciones por la vigencia de la democracia y del estado de derecho, sus
denuncias sobre violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de la
Constitución, el desconocimiento de la voluntad popular, al igual que sus
llamados a la paz, a la unidad, al acuerdo nacional, al diálogo y la
reconciliación, a la sensatez, a la reflexión, y a la participación electoral,
han sido constantes.
Los Obispos han invitado
a colaborar
en la “reconstrucción material
y espiritual de la República en
un clima de solidaridad y convivencia,
que incluya a todos y en la que todos tengamos vida en libertad” (CEV (8),
2010: 6). Han señalado que es un clamor popular
“que viene de lejos y que el Estado venezolano no ha sido capaz de resolver
suficientemente” las demandas de los derechos más elementales de alimentación,
salud, vivienda, trabajo, servicios públicos… (CEV (4), 2005: 232)
La Conferencia
Episcopal Venezolana ha condenado permanentemente la violencia y las consignas
que la estimulan; el lenguaje descalificador,
ofensivo e irrespetuoso, así como la represión desmesurada. Han rechazado el
populismo, el clientelismo, la corrupción, el militarismo, el Socialismo del
siglo XXI y el capitalismo salvaje.
La Iglesia se ha preocupado
por la situación de las cárceles y la existencia de presos políticos. Ha
solicitado al Presidente, en varias oportunidades, medidas de gracia o
indultos, beneficios procesales y trato humanitario a los civiles y militares
condenados o imputados por razones políticas (CEV (3), 2005: 196 y 2006 (5) :244).
Recientemente, han dicho que “la ley de Amnistía es un clamor nacional e
internacional y una contribución a la distensión social (CEV (12), 2016.)
Con relación al
Socialismo del Siglo XXI, han afirmado que el sistema político
socialista-marxista y totalitario “es moralmente inaceptable, pues ofende la
dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, desconoce la
soberanía popular y vulnera gravemente el bien común, la institucionalidad
democrática y los derechos de los venezolanos”. Consideran que
la hegemonía absoluta del Estado sobre todos los espacios y aspectos de la
vida de Venezuela que se pretende, “compromete la libertad, la justicia y los
derechos constitucionales del pueblo”. Para la Iglesia venezolana el sistema
socialista que se quiere imponer, “amplía el círculo de la pobreza, y agudiza
la dependencia del pueblo respecto de un poder centralista” (CEV, 2011: 3).
Durante la presidencia de Nicolás Maduro, los Obispos han rechazado
abiertamente el llamado Plan de la Patria, Segundo Plan Socialista de
Desarrollo económico y social de la Nación 2013-2019 (CEV (10), 2014: 4).
La Conferencia
Episcopal Venezolana ha señalado, reiteradamente, que el mayor problema y la
causa de la crisis venezolana “es la decisión del gobierno nacional y de los
otros órganos del poder público de imponer un sistema político-económico de
corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es totalitario y
centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la
vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además,
atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones y ha
conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado”
(CEV, 2015 (11): 1-2).
Tampoco han considerado los
Obispos, como validos para resolver nuestros males sociales, los caminos
propuestos por el neoliberalismo, pues aunque supongan un aparente progreso de
la sociedad, llevan inherentes la marginación de amplias masas del pueblo y el
ahondamiento de la injusticia y exclusión (CEV (6), 2007: 276)
Así, pues, ni el capitalismo salvaje, ni el
socialismo marxista, son vías que conducen a la construcción de una sociedad
más justa. Paradójicamente,
el socialismo del siglo XXI venezolano, que cada vez se distingue menos del
socialismo autoritario del siglo pasado, ha hecho florecer un capitalismo
salvaje sustentado en el capitalismo de Estado que construye y una economía
informal totalmente desregulada que crece cada día.
La última reflexión de
los Obispos contenida en el “Comunicado
de la Presidencia de la Conferencia Episcopal ante la gravísima situación del
país” del 27/04/2016 (CEV (12) 2016) es un angustioso y solidario
llamado ante “la extrema carencia de bienes y productos básicos para la
alimentación y la salud, junto con otros males como la delincuencia…”. Los
Obispos denuncian la ideologización y el pragmatismo manipulador. Rechazan la
violencia y los linchamientos, pero llaman a la acción, a derrotar el miedo
paralizante, la resignación y la desesperanza. Condenan la especulación y “el
bachaqueo” y piden a todos y muy particularmente, a los líderes y dirigentes, a
actuar a favor de buen común. Reclaman que se autorice la ayuda humanitaria
internacional y exigen el respeto a la institucionalidad en la búsqueda del
encuentro y diálogo para la solución de los problemas nacionales: recuperación
económica, desabastecimiento, falta de electricidad y calidad de los servicios
públicos, violencia e inseguridad. Terminan manifestando que “todas las
instancias de servicio de la Iglesia, diócesis, parroquias, institutos
religiosos, asociaciones y grupos de apostolado, institutos educativos
católicos, centros de reflexión, deben iluminar, con la Palabra de Dios y la
Doctrina Social de la Iglesia, la situación concreta de cada región… Todas
nuestras comunidades eclesiales deben abrir un espacio, de modo que se conviertan
en “casas de encuentro y diálogo” para quienes sincera y desinteresadamente
buscan construir la paz”.
Gracias a Dios, los Obispos
han cumplido con la promesa de no callar y seguir insistiendo sobre “la
centralidad de la persona humana, los derechos humanos; el pluralismo político
frente al pensamiento único y la exclusión por razones ideológicas o por
cualquier otro motivo; la educación pluralista, abierta a la trascendencia y a
la religión; la lucha contra la pobreza, el desempleo, la inseguridad jurídica
y social y la violencia; la libertad de expresión y el derecho a la
información; una positiva respuesta a la situación infrahumana de nuestros
hermanos privados de libertad y los que se sienten perseguidos” (CEV (6), 2007:
270)
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(4): “Exhortación Pastoral: “Al Señor tu Dios adorarás y al Él solo
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(6): “Exhortación Pastoral: “Tiempo de diálogo para construir juntos”,
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(7): “Exhortación Pastoral: “Urge el Diálogo y la Reconciliación en
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2007, Ediciones Trípode, Caracas 2007, p. 279.
(8): “Carta Pastoral sobre el Bicentenario de la Declaración de
Independencia”, Caracas, 12/01/2010. p.3. Ver en http://www.ucab.edu.ve
(9)
“Exhortación: “Anhelos de
Unión, Justicia, Libertad y Paz para Venezuela” del 11/01/2011, 6
p. Ver en http://www.ucab.edu.ve
(10) “Exhortación Pastoral: Diálogo y pluralismo político”,
Caracas, Venezuela, 10/01/2014, 5 p. Ver en http://www.cev.org.ve/
(11) “Exhortación Pastoral: Renovación ética y
espiritual frente a la crisis”, Caracas, Venezuela, 12/01/2015, p. 1-2.
Ver en http://www.cev.org.ve/
(12) “Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal ante la
gravísima situación del país” del 27/04/2016 Ver en http://www.cev.org.ve/
[1] Participación en Taller sobre la Misión de la
Iglesia y Doctrina Social en la Iglesia del Padre Claret de Maracaibo el
29/05/2016
[2] El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)
fue fundado en 1955 por Pio XII a solicitud de los obispos latinoamericanos. Ha
celebrado cinco conferencias: Río de Janeiro, Brasil (1955), Medellín, Colombia
(1968), Puebla, México (1979), Santo Domingo, República Dominicana (1992) y
Aparecida, Brasil (2007).