Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal
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Para ser profesional en comunicación social,
egresado de la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), es necesario
estudiar una asignatura denominada “Iglesia y Medios”, que tiene como propósito
ofrecerles una visión cristiana de la comunicación social, tal como lo enseña
la Iglesia católica que, también en esto, es madre y maestra, experta y
servidora. Pues, desde el Concilio Vaticano II con su decreto Inter mirifica (IM - promulgado el 4 de
diciembre de 1963), nos ofrece un valioso y renovador magisterio sobre este
tema. Estos magníficos instrumentos son denominados por la Iglesia “Medios de
Comunicación Social” porque trascienden los límites del individuo para llegar a
toda la sociedad humana (cf. IM 1). Es decir, son medios para unificar a la
humanidad y ayudar al orden social, que era considerado “masa” al denominarlos
Medios de Masas.
En abril de 1986, siendo Mons. Ovidio Pérez Morales
presidente, y Mons. José Trinidad Valera secretario ejecutivo, el Departamento
de Comunicación Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (DECOS-CELAM), nos
ofrece también un manual pastoral de comunicación social titulado
“Comunicación: Misión y Desafío”. A mi juicio, uno de los mejores aportes de la
Iglesia latinoamericana a la sociedad y a la Iglesia sobre el tema en cuestión.
Un signo de progreso en la reflexión y la praxis, fruto del documento
conciliar.
Siguiendo esta extraordinaria obra, podemos
diseñar un esquema para su estudio. En primer lugar, el fenómeno de la
comunicación social, su fundamento antropológico y su realidad en la sociedad y
en la Iglesia. Con esta base, trata sobre el concepto de “comunicación”. La
segunda parte del manual nos introduce en dos importantes temas: la teología de
la comunicación social y, urgente entre nosotros, la ética y moral en el
ejercicio de los profesionales y manejadores de dichos medios. Por último, esta
obra nos ofrece un amplio apartado sobre la acción pastoral, fundamentado en
las categorías que nos brinda Puebla: Comunión y participación.
En esta primera reflexión que dedico al tema
de la visión cristiana de la comunicación social, sólo deseo destacar los más
importantes documentos de la Iglesia, partiendo del Vaticano II hasta nuestro
Concilio Plenario de Venezuela, incluyendo los aportes latinoamericanos.
El decreto conciliar sobre los medios de
comunicación social del Vaticano II marca su propia originalidad al valorar uno
de los más grandes y maravillosos inventos de la humanidad moderna. Y, aunque es
un documento de los más modestos, produjo una influencia enorme en la humanidad
e inspiró grandes acontecimientos de crecimiento, de desarrollo, de pensamiento
y de acción. Hoy, a los cincuenta y dos años de la Inter mirifica, son numerosos los documentos y, más aún, las innumerables
iniciativas pastorales de comunicación social. Sólo consta de una breve
introducción, dos capítulos y unas, aún más breves, cláusulas como conclusión.
Para la Iglesia, los medios de comunicación
social son unos extraordinarios instrumentos para ejercer su misión y vocación,
la evangelización (cf. IM 3). Es decir, la comunicación del mensaje del
Evangelio de Jesús a la humanidad entera. Estos medios nos permitirán hacerlo,
como lo ha exigido Juan Pablo II, con nuevos métodos, nuevas expresiones y
nuevo ardor. En la misma línea, la Iglesia pide el compromiso de los laicos
para que los medios también sirvan al crecimiento del ser humano y de los
pueblos: “Toca principalmente a los laicos vivificar con espíritu humano y
cristiano estos medios para que respondan plenamente a las grandes expectativas
de la sociedad humana y al plan divino” (IM 3). Así como los medios de
comunicación social construyen sociedad, en manos de cristianos, también ayudan
a la formación de comunidades eclesiales.
Por tanto, todo aquél que utiliza estos maravillosos
medios, no sólo debe tener una competente formación técnica y científica, sino
también una conciencia humanística y, por tanto, ética que permita respetar a
la persona humana en su integridad. Defendiendo, como es debido, el derecho a
la expresión, información y formación. Así lo enseña el decreto: “El recto
ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su contenido, la comunicación
sea siempre verdadera e integra, salvadas la justicia y la caridad; además, en
cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar
escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del
hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación, ya que no
todo conocimiento aprovecha, pero la
caridad es constructiva (1Cor 8,1)” (IM 5).
En relación con el derecho del arte, también
aquí debe regir los principios morales, porque, “el orden moral es, en efecto,
el único que abarca en toda su naturaleza al hombre, criatura racional de Dios
y llamado a lo sobrenatural; y solamente tal orden moral, si es observado integra
y fielmente, lo conduce al logro pleno de la perfección y de la
bienaventuranza” (IM 6). Así, los medios de comunicación social no pueden
convertirse en instrumento de destrucción ni de desorden social, su propia
naturaleza le exige servir al bien común, a los principios y valores humanos.
Por tanto, estamos comprometidos a formar profesionales competentes, honestos y
responsables. Comunicadores al servicio de una sociedad nueva, más humana y
mejor cristiana, asentada en los valores fundamentales del cristianismo. Al
servicio de la convivencia pacífica, en la libertad, la verdad, la justicia y
el amor.
El segundo capítulo del decreto nos habla de
la comunicación social como un apostolado. Son medios para que los pastores
ejerzan su misión de predicadores de la Palabra de Dios, para que todo seguidor
de Jesucristo exprese su testimonio de vida, como tarea apostólica. Se refiere
a la dimensión pastoral de dichos medios. Este es el espíritu de las instrucciones
y normas conciliares que se van renovando constantemente, abiertos a los retos
históricos de la humanidad. Por eso, este documento es inspirador de otros
muchos que iremos señalando en estas reflexiones, especialmente la Instrucción
Pastoral Communio et progressio
(18-mayo-1971) y la Instrucción Pastoral Aetatis
novae (22-febrero-1992), ambos del Pontificio Consejo para las
Comunicaciones Sociales.
Maracaibo, 20 de septiembre de 2015