Nada más
que un feliz testimonio sacerdotal
Pbro.
José Andrés Bravo Henríquez
Por la gracia de
Dios, Comunidad Divina de Amor, del Padre amante, el Hijo amado y el Espíritu
Santo de amor, soy cristiano por el bautismo y presbítero por la ordenación
sacerdotal recibida hace casi treinta y siete años, en esta maravillosa Iglesia
local de Maracaibo. He experimentado los más grandes dones de amor recibido de
Dios y vivido entre el pueblo. He sido párroco casi toda mi vida de consagrado,
en una parroquia rural como la de Nuestra Señora del Carmen de El Carmelo
(Cañada-Urdaneta); en una parroquia de un barrio popular de ahora municipio San
Francisco, Nuestra Señora de Guadalupe de Sierra Maestra; de una parroquia de
élite situada en plena avenida 5 de Julio de nuestra Ciudad de Maracaibo, San
José; de una parroquia del casco central de Maracaibo como Santa Bárbara; de la
parroquia de más grande significación por ser dedicada a la patrona zuliana
Nuestra Señora de Chiquinquirá, la Basílica de La Chinita amada. Hasta ser
párroco fundador de la parroquia personal universitaria San Juan Crisóstomo y
San Juan Pablo II, siendo capellán de la Universidad del Zulia.
Otras misiones no menos importantes y
con una carga valiosa de experiencia amorosa que me hacen sentir a la Iglesia
como sacramento de comunión universal, peregrina por estos pueblos del Zulia.
He sido, pues, vicario parroquial de la misma Parroquia Nuestra Señora de
Chiquinquirá y San Juan de Dios acompañando a Mons. Roberto Lückert; también he
sido vice-rector del Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino acompañando al padre
Eduardo Ortigoza; director del Centro Vocacional y responsable de la pastoral
vocacional y juvenil de nuestra Arquidiócesis; canciller-secretario de la Curia
Arquidiocesana; capellán del Hospital Noriega Trigo; administrador parroquial de la parroquia San Rafael Arcángel de El Moján; capellán de la Universidad
del Zulia y de la Universidad Católica Cecilio Acosta; vicario episcopal de
pastoral; director general del Instituto Niños Cantores del Zulia; rector del
Templo San Tarsicio; asesor de la Acción Católica de Maracaibo y del Foro
Eclesial de Laicos; profesor de teología y filosofía en el Seminario y en la
Universidad Católica Cecilio Acosta; escribo y dicto conferencias,
especialmente de doctrina social de la Iglesia. Como si fueran pocas las
gracias recibidas por el Señor, tuve dos años de receso misionero para realizar
estudios teológicos en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Con todos
estos servicios que he ejercido, unas veces bien otras no tan bien, con
aciertos y con errores, testimonio mi amor a la Iglesia, casa-escuela-taller de
comunión.
Todo esto lo expreso hoy con un espíritu
de agradecimiento, para aclamar al mundo mi inmensa felicidad de seguir
sirviendo a Dios y a su pueblo desde mi amada Iglesia Católica como sacerdote.
Porque estoy absolutamente convencido de que no se puede tener a Dios por Padre
si no se tiene a la Iglesia por Madre, como lo diría san Cipriano en el siglo
III de la era cristiana. Porque el fundamento de la comunión fraterna es la
comunión de hijos con el Padre del Hijo amado. Es decir, si somos cristianos,
seguidores de Jesús, somos hijos de su Padre eterno que con su Espíritu Santo
nos convierte en una familia de hermanos que es la Iglesia. Somos cristianos,
por lo tanto, somos Iglesia.
Pero, lo hago en el momento en el que
finalizo una de las misiones más bellas y enriquecedoras de mi vida sacerdotal,
ser párroco de esta hermosa comunidad parroquial Santa Teresita del Niño Jesús
del humilde sector Amparo, donde se alaba a Dios, se proclama su Palabra, se
celebra la Eucaristía y se santifica con los sacramentos, la oración y toda
clase de actos piadosos, bajo el patrocinio de la santica de Lisieux y su
caminito de la infancia espiritual. Santa Teresita, humilde, sencilla, generosa
y amorosa como Amparo. Después de casi doce años viviendo con esta comunidad,
tengo el honor de testimoniarlo con responsabilidad. Siempre lo dije, me siento
orgulloso de ser párroco de esta comunidad.
Ya desde mis primeros años de sacerdote
visitaba esta comunidad que crecía cada vez más con el esfuerzo de muchos de
sus feligreses, como una capilla filial de nuestra madre parroquia Nuestra
Señora de Lourdes. Revisando el archivo parroquial me encontré un escrito donde
se agradecía a Dios los veinticinco años del templo de Santa Teresita del Niño
Jesús. De ahí pude recoger varios datos significativos que vale la pena recordar
para seguir siendo agradecido al Amor Divino. Según este interesante
testimonio, nuestro templo se construyó con mucho esfuerzo comunitario, para
recabar fondos y poder comprar materiales de construcción.
Gracias a la dirigencia de los laicos más
activos de esta comunidad, acompañado por el Arzobispo Mons. Roa Pérez, se
logró la donación del terreno y la mano de obra de parte de los poderes
públicos del Estado.
En el archivo parroquial reposa el
documento que testimonia la donación por parte del entonces Concejo Municipal
del Distrito Maracaibo a la Arquidiócesis de Maracaibo del terreno donde hoy
está construido este Templo Parroquial. Este acto de donación del terreno fue
autorizado por sesión de la Cámara Municipal de los días 6, 20 y 27 de junio de
1973. No fue sino el 5 de octubre de 1975 cuando se coloca la primera piedra y
el 18 de marzo de 1978 se abre y bendice el Templo dedicado a Santa Teresa de
Lisieux, carmelita nacida el 2 de enero de 1873, quien ofreció un legado
espiritual muy hermoso conocido como el caminito de la infancia espiritual que
vivió en el amor a Dios y al prójimo como su vocación cristiana.
Muchas son las personas a las que debemos
agradecer, sería muy mezquino de nuestra parte no recordarlo. Pero, no puedo
hacerlo hoy porque es posible que olvide a algunos. Detrás de cada uno de ellos
están sus familias, así se alarga más la lista. Me disculpan que sólo nombre a
la Sra. Berenice de Bermúdez, responsable de la Sociedad del Sagrado Corazón de
Jesús, y a la Sra. Edita de Rincón, responsable de la Pía Unión de Santa
Teresita del Niño Jesús. Sólo un nombre más que es recordado con mucho cariño,
el Sr. Ramón Molina quien, además de ser por mucho tiempo custodio fiel del
Templo, antes prestaba su casa de habitación para que pudiera celebrarse la
Eucaristía. A nuestros pastores, Mons. Domingo Roa Pérez quien acompañó a esta
comunidad y bendijo el Templo y a Mons. Ubaldo Santana que creó la parroquia. A
los párrocos que han servido en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes,
especialmente el padre José Molero quien representa el esfuerzo y amor de todos
sus antecesores. Memoria agradecida para una larga lista. Un dato más, donde el
muy querido Mons. Guillermo González Fuenmayor es el principal protagonista,
porque a él se debe la formación de la Pía Unión y la donación de la reliquia
de nuestra patrona que reposa venerada en nuestro templo. Sin duda, lo
testimonia el escrito de acción de gracias citado, el padre Laudi Zambrano es
digno también de nuestro recuerdo agradecido.
Un día, por la eficiente dirigencia del
bien amado padre José Molero y la sabia decisión de nuestro padre y pastor
Mons. Ubaldo Santana, fue elevada Parroquia en la mañana de la cuaresma
dominical del seis de abril del año dos mil tres, siendo el privilegiado primer
párroco el muy querido padre José Gregorio Montenegro. Esa mañana dominical yo
acompañaba al padre Eduardo Ortigoza quien, como vicario general de nuestra
Arquidiócesis, presidia la celebración solemne en nombre del Arzobispo. En ese
mismo momento, le expresé al padre Ortigoza que yo envidiaba esta parroquia. Me
escuchó el Señor, porque a los veintisiete meses después, en la Eucaristía
dominical del once de septiembre del año dos mil cinco, solemnidad de Nuestra
Señora de Coromoto, patrona de Venezuela, recibía a esta Comunidad Parroquial
Santa Teresita del Niño Jesús como su párroco, bendito día mariano que me donó
tan grande honor.
Un importante legado recibí ese momento de
los sucesivos párrocos de la parroquia madre, de varios sacerdotes que aquí
sirvieron y, especialmente, de su párroco fundador el padre Montenegro. Una
organización, una historia, mil desafíos. Durante los primeros días recibí a
todos los que hacían vida pastoral, a sus principales líderes y a los más comprometidos.
Escuchar y tomar nota fue el inicio en la primera semana.
Esa misma semana me reuní con el equipo de
catequistas, todos renunciaron. Pero, a los meses fueron regresando muchos de
ellos y, con otros que se unieron, después de un taller o curso del
Secretariado Arquidiocesano de Catequesis, se formó un nuevo equipo de
catequistas y comenzamos la formación cristiana para que los niños y jóvenes,
en un itinerario formativo fueran recibiendo los sacramentos de iniciación
cristiana.
Con insistencia he dado un gran valor a la
catequesis y he orado constantemente para que en mi parroquia el Señor suscite
abundantes vocaciones para la catequesis, el servicio pastoral más importante
de una comunidad cristiana. Como lo afirma el Concilio Plenario de Venezuela,
“ser catequista es una vocación. Se es catequista por un llamado de Dios para
el servicio de la Iglesia… Ser catequista no se confunde con ningún otro
ministerio. Sólo en la medida en que el catequista descubra la especificidad de
su vocación y servicio y viva el sentido de pertenencia a la Iglesia, asumirá
su misión con propiedad y se preocupará por cultivarla” (Concilio Plenario de
Venezuela, La Catequesis 86-87). Hoy lo entrego al nuevo pastor seguro de que
lo va apreciar.
A los pocos días realizamos una asamblea
parroquial con una asistencia extraordinariamente significativa. En ella
estaban representados todos los grupos y aquellos no asociados a ningún grupo.
Ahí decidimos juntos el horario de las Eucaristías diaria y dominical, horario
de despacho y otros servicios comunes. Tomando en cuenta la situación de
inseguridad que desde mi inicio es una de las debilidades de este sector. Poco
a poco fuimos todos tomando nuestras responsabilidades al servicio de Dios y de
su pueblo a nosotros encomendado. Una de los más bellos aprendizajes en mi
formación sacerdotal es que el mismo pueblo es quien nos enseña el cómo debemos
servirlo. Así quise hacerlo.
En estos momentos reciben ustedes un nuevo
párroco, un nuevo pastor, un nuevo camino, la historia sigue pero renovada, en
crecimiento. Reciban mis felicitaciones porque hoy el Buen Pastor les regala un
buen pastor, el padre José de Jesús Palmar Morales, mi hermano y amigo de
muchos años, que recibe una bella comunidad. Así pues, desde este momento su
párroco es el Pbro. Lcdo. José de Jesús Palmar Morales, cura de barrio como le
gusta ser. Estudió filosofía y teología en el Seminario Interdiocesano Santa
Rosa de Lima de Caracas y comunicación social en nuestra Universidad Católica
Cecilio Acosta. Nació el día primero de octubre de 1961, fiesta de nuestra
venerada santa Teresita. Dios me dio la gracia de compartir con su hermosa
familia, su mamá María Chiquinquirá de la etnia Añú, su papá José Ramón de la
etnia Wayuu, pero mi hermano José y su hermana Charito nacieron y se criaron en
el Saladillo. Mons. Domingo Roa Pérez le impuso las manos y pronunció la
oración consagratoria ordenándolo el día 14 de agosto de 1988, solemnidad de la
Asunción de la Virgen, en la Basílica de nuestra Sagrada Dama del Saladillo.
Recuerdo con cariño que el neo-sacerdote José me pidió le predicara su primera
Misa.
Te felicito padre Palmar porque ese mismo
Buen Pastor te regala un buen rebaño, una gran Comunidad Cristiana. Con sueños
e ilusiones, que cree y ama, que confía en ti y te respeta desde ya porque
antes de que llegaras te ofrecimos cada Eucaristía. Esta parroquia es buena y
generosa, como todo rebaño, necesita de tus cuidados, de que sanes sus heridas
y cures sus enfermedades, que la mantengas sana y activa, que la orientes por
el camino del bien, que como buen pastor seas su valiente defensor para que
ningún lobo feroz la destruya. Estoy absolutamente seguro que el Dios bendito,
el amor misericordioso, te ayudará en ésta, tan importante misión apostólica.
El padre Palmar es un sacerdote con celo
pastoral y entrega total, generoso y bien formado, inquieto en su caridad
social y servicio de la justicia, furioso defensor de los derechos humanos,
amante de la Iglesia tanto como es amante del pueblo venezolano, piadoso,
mariano amante de la Virgen de Chiquinquirá hasta lo más hondo de su ser, en
pocas palabras, un buen pastor. Es el pastor valiente que es capaz de
enfrentarse a cualquier lobo que quiera atentar contra su rebaño.
Así pues padre, aquí tienes a la Pía Unión
Santa Teresita del Niño Jesús. Es un grupo de mujeres adultas, jóvenes y niñas
que tiene la misión de vivir, enseñar y fomentar el caminito de la infancia
espiritual de Santa Teresita. La devoción a nuestra patrona es el corazón
amoroso que sostiene esta parroquia. Enséñale la vida, la obra y la espiritualidad
de Santa Teresita para que cada socia de la Pía Unión viva la vocación de amar
que la Santa Carmelita vivió. Esta asociación piadosa nace el primero de abril
de mil novecientos setenta y nueve, ahora ha parido un grupo de veintiún
hombres que el pasado primero de octubre, fiesta patronales, se juramentaron
como los Caballeros de Santa Teresita. Juntos organizan la fiesta haciendo que
todos los grupos y la comunidad participen.
Esta fiesta en honor a Santa Teresita del
Niño Jesús, consiste en el traslado de su imagen a la carroza de veneración
especial, la novena celebrada del 22 al 30 de septiembre de cada año. El
primero de octubre es el día glorioso de la santa patrona que celebramos con la
Eucaristía solemne y la procesión. Del 2 al 4 de octubre le ofrecemos el
triduo, el domingo siguiente salimos en caravana con la imagen de Teresita por
las calles, avenidas, callejones, veredas y caminos de Amparo. Concluye las
fiestas con el traslado de la imagen de Santa Teresita a su sitio habitual de
veneración. Hay bendiciones de los niños y pétalos de rosas, ofrendas de flores
de los niños, besos a la reliquia.
Aquí también tienes a la Sociedad del
Sagrado Corazón de Jesús que tuvo una muy significativa transformación. También
es uno de los primeros grupos de esta comunidad. Hoy la entrego rejuvenecida.
Está formada de mujeres adultas, jóvenes y niños. También han integrado jóvenes
varones. Su principal misión es la adoración al Santísimo Sacramento y la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Se han hecho responsables de la Virgen
peregrina por los hogares de la parroquia desde el mes de mayo hasta el fin del
año litúrgico. De igual manera también el Corazón de Jesús visita los hogares
desde el mes de junio. Tienen la responsabilidad litúrgica de todos los
primeros viernes de cada mes que comienza con la adoración al Santísimo
Sacramento. Muchas otras iniciativas han surgido de esta Sociedad Religiosa,
desde su renovación. Aunque participaron todos los grupos, esta Sociedad se
hizo cargo de las actividades del Año de la Misericordia.
He aquí al equipo de Pastoral Bíblica que,
a mi juicio, es una bendición para nuestra comunidad cristiana. Estudian,
meditan, celebran, viven y proclaman la Palabra de Dios. Esta experiencia
pastoral responde a las líneas de acción que el Concilio Plenario de Venezuela
nos plantea, “entregar la Biblia al pueblo”, que implica estudio semanal
ayudando a que los cristianos se encuentren con el Señor, se entreguen a Él, le
sigan y le sirvan. El anuncio de la Palabra que convoca para formar la
comunidad y alimenta al cristiano para su santificación. Es decir, hacer “de la
Biblia la base fundamental de la predicación y la renovación” (Concilio
Plenario de Venezuela, La proclamación
profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela 154).
También te entrego al grupo de Renovación
Carismática en el Espíritu de nuestra parroquia que se hace sentir con su
carisma pentecostal. Su misión es el fomento de la vivencia del Espíritu Santo
en la comunidad. La oración y la proclama de la Palabra de Dios les sostienen.
Son los que visitan con sus oraciones de sanación a los enfermos de la
comunidad. Uno de sus mayores aportes, buscando la participación de todos los
demás grupos, es la organización y conducción de la fiesta de Pentecostés.
Consiste en una fiesta fraterna donde se canta y se alaba al Señor, se ora,
especialmente por la sanación, se anuncia la Palabra de Dios y se comparte una
sencilla enseñanza y el ágape de fraternidad.
Al comienzo de mi misión como párroco,
organizamos un espacio para la formación de todos los feligreses denominado
“Escuela de Comunión”. Se trata de pequeños encuentros donde, bajo mi
conducción, pudimos leer e interpretar todo el libro del Génesis y el libro del
Éxodo como historia de la salvación. Un curso de liturgia conducida por el
diácono Juan José Pérez y su esposa Mary Carmen. También participamos del
diplomado de Doctrina Social de la Iglesia que dirigió la Conferencia Episcopal
Venezolana con el Consejo Nacional de Laicos avalado académicamente por nuestra
Universidad Católica Cecilio Acosta. Lamentablemente, la peligrosidad del
sector azotado por la inseguridad personal, hizo difícil la realización de
mayor formación, aún con la conciencia de la gran responsabilidad que teníamos.
Con toda la Iglesia Universal, en nuestra
comunidad parroquial vivimos con especial relevancia la liturgia, especialmente
los tiempos más importantes como Cuaresma, tiempo de camino de la pascua, de
penitencia y conversión, de compartir. Este tiempo, se celebra el Vía Crucis el
miércoles de ceniza y todos los viernes cuaresmales, un retiro parroquial que
lo realizamos en la casa de las carmelitas en Suramérica, grandes amigas y
colaboradoras de esta comunidad. Consiste en un encuentro espiritual con
oraciones, reflexiones y compartir fraterno. Hemos tenido hasta 109 asistentes
en ese retiro. Se vive la pascua con gran esplendor y culminamos con la fiesta
de Pentecostés que ya he mencionado.
Otro tiempo de profundidad espiritual y
litúrgica es el adviento y navidad. Las Eucaristías de Aguinaldos forman el
mayor esfuerzo pastoral de los diferentes grupos y las familias. La fiesta de
navidad y de año nuevo hasta la epifanía y el bautismo del Señor. Podría
decirse que la caridad y la solidaridad con los más necesitados es el punto más
relevante de navidad.
En lo litúrgico, merece especial mención
con mi agradecimiento sincero, al Coro Parroquial. Su ministerio no es el menos
importante, por el contrario, este grupo hace el esplendor más participativo y
la belleza espiritual más profunda de cada acto. Una de las cuestiones que
admiro del coro es una espléndida profundidad en la armonía de sus cantos con
el sentido de cada celebración. Así, por ejemplo, una Eucaristía por la paz,
los cantos sobre la paz. También tenemos un Ministro que está formándose para
el Diaconado Permanente, Mervin Rincón.
Hemos organizado la liturgia eucarística
dominicales de forma que cada grupo apostólico y equipo de pastoral se hace
responsable durante un mes, así hemos logrado mayor participación.
Muy queridos hermanos, al terminar esta
etapa de mi vida sacerdotal entre ustedes quiero agradecer sus servicios
amorosos. Ya tendré la oportunidad de particularizar personalmente mi
agradecimiento, pues, sé dónde viven. Aquí jamás me faltó ayuda, ni para abrir
el templo, ni en el servicio del altar, ni en actividad alguna, por muy difícil
que fuera. Eso sí, he tenido mucho cuidado en que el servicio pastoral en
nuestra parroquia no los aparte ni le impida su compromiso con la familia, con
sus trabajos, con sus estudios, con sus responsabilidades ciudadanas. Por el
contrario, les impulsa a vivir mejor esos compromisos primarios. El servicio
pastoral debe hacer crecer sus familias, si no es así, no vale la pena la
pastoral. En fin, en todo me sentí bien
servido y la comunidad bien servida. Un abrazo de corazón a corazón para cada
uno de ustedes.
Cuando dejo este lugar, Mons. Ubaldo Santana
me confía otras misiones. Desde ya soy el Director del Centro Arquidiocesano de
Estudios de Doctrina Social de la Iglesia, misión que realizo desde la
Universidad Católica Cecilio Acosta. Al decirle hasta luego, también les digo
que sigo a su servicio porque este Centro de Estudio que dirijo es para
servirles a ustedes.
Hoy nuestro Arzobispo, Mons. Ubaldo
Santana preside esta Asamblea Eucarística como signo de su confirmación en la
fe, como el pastor y padre de todos. Gracias Monseñor, por su presencia,
gracias por su confianza cuando me nombró párroco de esta comunidad y cuando
ahora me coloca al frente de un nuevo organismo de formación, con grandes
responsabilidades. Gracias por su consagración, por su bondad y comprensión.
Siempre me verán por aquí, sé dónde tomar
el café mañanero y dónde comerme una sabrosa arepa, sé dónde se hace el mejor
arroz con leche, el hervido y la hallaca de mejor calidad. Sé dónde me arreglan
mi carro y dónde me regalan cambures. También sé dónde me lavan la ropa con el
mayor cuidado y mejor cariño. En fin, sé dónde hay cariño y, se los he dicho,
donde me tratan bien me tienen que sacar por la fuerza.
Gracias, Dios los bendiga.