XII
SEMANA DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
SIGNIFICACION HISTORICA DE LA CONFERENCIA GENERAL
DE MEDELLIN Y LA IGLESIA DE LOS POBRES
Por +Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
Introducción
Acepté gustoso la invitación
que me dirigió el padre Andrés Bravo y a través de él, del Foro eclesial de
Laicos, de la Universidad Católica Cecilio Acosta, porque soy de la generación
del 68. Ese año en que se llevó a cabo Medellín, 1968, fui ordenado sacerdote y
de algún modo soy tributario de la dinámica de renovación eclesial que generó
el Concilio Vaticano II a través de la lectura y aplicación de Medellín.
Se me ha pedido que trate del
significado histórico de esa Conferencia y su relación con el sueño de
Francisco de una Iglesia de los pobres. Entiendo el término “significación” en
el sentido de importancia, de influencia de alguna persona o de un
acontecimiento. Significación proviene de la palabra signo, término teológico
que tomó particular proyección en el Concilio Vaticano II, con la expresión “signos de los tiempos”. ¿Se puede decir
que Medellín reviste una gran significación histórica, en sí mismo, por ser uno
de esos signos de los tiempos que debemos saber discernir e interpretar?
Se me pide además que vincule
esta relevancia de Medellín con la propuesta del Papa Francisco de una Iglesia
pobre para los pobres. No tengo la intención de realizar una investigación
exhaustiva sobre el uso de este término en el Magisterio del Papa. Me limitaré
a entenderlo, tal como lo presenta en el cap. IV la Exhortación apostólica
“Evangelii Gáudium” (24-11-2013). El Papa la trata en la segunda parte del
capítulo IV, que lleva por título “La inclusión social de los pobres” (NN
186-216).
A la hora de valorar la
importancia de un acontecimiento histórico precisa ser muy modesto. La Iglesia
lleva un caminar de siglos. Ciertos acontecimientos que se han producido en su
larga historia ha tenido una particular trascendencia. El impacto de muchos de
ellos no ha sido inmediato, sino que se ha dado progresivamente, a través de
una lenta maduración de las conciencias. La Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (aún no se había añadido el Caribe) ocurrido en Medellín, hace
apenas cincuenta años, fue uno de ellos. Es un lapso muy corto aún para poder
valorar su significación y su influjo en la configuración del pueblo de Dios
que camina en los distintos países latinoamericanos.
Delimitado el campo conceptual,
nos acercaremos a este tema en las siguientes partes:
-Los
contextos, el actual y aquel dentro del cual surgió la Segunda Conferencia.
-El
acontecimiento y las Conclusiones.
-
Medellín.
- La
Iglesia de y para los pobres: Visión de Francisco.
1-
Contextos
de la Conferencia
1.1.
Contexto
local
Me parece muy acertada haber
escogido como tema central para esta XII Semana de la DSI, “El hambre y las Nuevas Pobrezas en Venezuela
a la luz de los 50 años de la Conferencia de Medellín” (1968-2018). Los temas sociales ocuparon un amplio espacio
en el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006) y se encuentran recogidos en
varios de sus 16 documentos, particularmente en: Contribución de la Iglesia a
la gestación de una nueva sociedad (3) y la Evangelización de la cultura (13).
Pero la grave descomposición del
país en todos sus órdenes en estos últimos 18 años y que configura la más
devastadora crisis de su historia, ha llevado, tanto a la Conferencia Episcopal
Venezolana, como los demás organismos nacionales representativos de la vida
consagrada (CONVER) y del laicado (CNL), en sus diversas instancias, a realizar
estudios, pronunciamientos y comunicados cada vez más críticos, sin dejar de
señalar caminos de solución y de esperanza.
Estas tomas de posición han encontrado apoyo irrestricto en el Papa
Francisco, en el CELAM, en numerosas Conferencias episcopales del mundo y otros
organismos ecuménicos e internacionales.
En la Asamblea Nacional de
Pastoral (ANP), que se llevó a cabo en noviembre del 2105, una las cuatro
dimensiones seleccionadas para el desarrollo de los trabajos y la elaboración
de propuestas de acción, fue precisamente el Compromiso social. Sus nueve propuestas junto con una de las
premisas del preámbulo, constituyen un decálogo de trabajo para todos los
miembros del Pueblo de Dios para los próximos años: formarse seriamente en la
DSI, promoción de liderazgos políticos y sociales, capacitación laboral y
emprendimiento, fortalecimiento de las capacidades humanas técnicas y socio-pastorales, creación de las Cáritas parroquiales,
promoción y fortalecimiento del voluntariado soco-caritativo, promoción de
pastorales sociales especializadas, activación de espacios de encuentro y
diálogo, promoción de celebraciones que destaquen el valor de la vida y su
dignidad.
1.2
Contexto mundial
El mundo actual se encuentra
particularmente convulsionado: rearmamento nuclear en USA y Rusia y en el Medio
y lejano Oriente; incremento de la guerra en el Medio Oriente; amenaza
creciente del Estado Islámico; migraciones masivas: de los pueblos africanos hacia
Europa, acosados por la guerra, los exterminios guerrilleros y el hambre; hacia
América del Norte, huyendo de la violencia y del hambre. El Papa no duda en
hablar de una tercera guerra mundial por retazos.
2-
La Conferencia General de Medellín:
2. 1. Hitos antecesores de la Conferencia General
de Medellín:
Quiero recordar tres hitos
regionales de particular importancia marcaron la vida de la Iglesia
latinoamericana antes de Medellín.
El primero fue la realización
en 1899 del Primer Concilio Plenario de
América Latina, convocado por el Papa León XIII. Este Concilio le permitió
a la Iglesia en América Latina entrar, como conjunto, en el mapamundi de la
Iglesia. La intención del Papa era insuflarle una dinámica de actualización y
fortalecimiento, ya que llegó al siglo XX, fuertemente desarticulada y
debilitada, aislada de la catolicidad universal y despojada de sus recursos
pastorales. Todo ello debido las guerras emancipadoras, a los despojos y
confiscaciones de sus bienes, a las expulsiones de sus pastores y a los
incesantes hostigamientos que sufrieron tanto pastores y fieles, de parte de
los gobiernos liberales de inspiración masónica, a lo largo del siglo XIX.
El segundo hito es la
realización, en Río de Janeiro (25
de julio al 4 de agosto de 1955) de la Primera
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con la asistencia de 96
obispos. Es la primera en su género y por consiguiente la pionera de esta
figura. Esta conferencia marcó el inicio de la historia contemporánea de la
Iglesia en AL. Rio de Janeiro centra su
atención en la promoción de las vocaciones y del clero nativo, la renovación de
la vida religiosa, el apostolado seglar visto aún como un “auxiliar del clero”,
y la preservación y defensa de la fe ante el crecimiento del protestantismo.
A partir de aquí la Iglesia en
América Latina cobra carta de ciudadanía y las sucesivas conferencias generales
de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), la
irán mostrando cada vez más viva, comprometida y profética. Va a descubrir su
propia originalidad y se esforzará por descubrir sus propias respuestas a los
retos que se le presentan, particularmente el inmenso desafío que representa la
pobreza, el subdesarrollo y el analfabetismo religioso.
El anhelo de una mayor comunión
entre las Iglesias del continente, provocará uno de los mejores frutos de la
Conferencia de Río, y que, por su trascendencia, se puede considerar como un
tercer hito precursor: la creación del Consejo
episcopal latinoamericano, CELAM, organismo de primerísima importancia, que
jugará un papel determinante en la realización y el talante sinodal de las
siguientes conferencias generales, experiencia orgánica aún única en su género
y que en un momento de particular tensión, S. Juan Pablo II mantuvo, a pesar de
las presiones de la Curia para eliminarla.
2.2 Desarrollo
y Contenido de la Conferencia de Medellín
a) Esta Conferencia tiene lugar
apenas tres años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965),
y un año después de la publicación de la Encíclica social del Papa Paulo VI,
“Populorum Progressio” (1967). Su finalidad: poner a tono las Iglesias de AL
con el Magisterio conciliar. Se llevó a cabo en la ciudad de Medellín
(Colombia) del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1968, con la presencia de 145
obispos, 70 sacerdotes y religiosos, 6 religiosas, 19 laicos y 9 observadores
no católicos. Por Venezuela participaron siete obispos, entre ellos Mons.
Domingo Roa, 2 sacerdotes y un laico.
b) La asamblea fue considerada
como un nuevo Pentecostés (Cfr.
Introd. No 8). En su Mensaje final, los participantes declaran: “Hemos visto que nuestro compromiso más
urgente es purificarnos en el espíritu del evangelio todos los miembros e
instituciones de la Iglesia Católica. Debe terminar la separación entre la fe y
la vida, porque en Cristo lo único que cuenta es ”.
c) Las Conclusiones fueron recogidas en 16 documento agrupados en tres
partes:
Promoción
Humana: Con cinco documentos: Justicia, Paz, Familia y Demografía,
Educación y Juventud.
Evangelización
y crecimiento en la fe: con cuatro documentos: Pastoral popular; Pastoral
de élites; Catequesis y Liturgia
La Iglesia
Visible y sus estructuras: con siete documentos: Movimientos de laicos;
Sacerdotes; Religiosos; Formación del Clero; Pobreza de la Iglesia; Pastoral de
Conjunto y Medios de Comunicación Social.
d) Muchos son los puntos novedosos tratados en los 16
documentos conclusivos, pero cinco de ellos destacan en el conjunto a modo de
tres grandes opciones:
1) Las reflexiones y
aportaciones de Medellín tienen como marco propio, una lectura evangélica y
comunitaria de los signos de los tiempos desde la realidad de pobreza en el
continente. No se propone ser una mera repetición de los documentos
conciliares, sino una aplicación creativa que tiene siempre, como norte, dar
respuestas concretas a los problemas más acuciantes del continente. Estas
respuestas son recogidas a su vez como opciones y compromisos no solo de los
asistentes sino de todos los destinatarios, miembros del pueblo de Dios.
2) La fuerte toma de conciencia
de que se está entrando en el continente en “una nueva época histórica, llena de anhelo de emancipación total, de
liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración
colectiva. Percibimos aquí los preanuncios en la dolorosa gestación de una
nueva civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo
por una rápida transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu
que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación”
(Introd No 4).
3) La centralidad de la persona
humana (Cfr. Introd. 1), desde la óptica del pobre (Ibíd. No 6), considerado no
solo como destinatario, sino como sujeto de la Iglesia y de la acción
transformadora de su propia realidad y de su entorno;
2) La nueva evangelización concebida como un proceso de liberación
integral.
4) La promoción de las pequeñas
comunidades, fruto de la nueva eclesiología conciliar, concebidas como la
Iglesia misma en plena actividad evangelizadora y de promoción humana y no solo
como una simple metodología de evangelización popular.
2.3.
Dimensión social del Documento
de Medellín
Medellín le dedica un espacio
muy amplio al examen de la problemática social. El título de las conclusiones:
“La Iglesia en la actual transformación
de América Latina a la luz del Concilio”, lo deja entender claramente. Se
refleja aquí la gran influencia de la constitución pastoral del Concilio
“Gáudium et Spes” y la encíclica “Populorum Progressio” del año anterior. Esta
temática ocupa la primera sección de las conclusiones y allí se tratan temas de
gran relevancia en ese momento en AL: Justicia, Paz, Familia y demografía,
Educación y Juventud.
Para una exposición más
detallada del desarrollo y contenido de la Conferencia de Medellín, pueden leer
el artículo, con su correspondiente presentación en ppt, cuyo autor es el Padre
Leonidas Ortiz, que prestó sus servicios hasta hace poco en el CELAM, como
subsecretario adjunto y director del Observatorio Pastoral.
3-Francisco
y la Iglesia pobre y para los pobres
3.1. Antecedentes:
3.1.1.
opción preferencial por los pobres
Esta opción, aunque en su
formulación explícita la encontramos en el Documento de Puebla, forma parte del
patrimonio mismo de la Iglesia a partir de Jesús que nació, vivió y murió
pobre, y le otorgó a los más pobres, de forma preferencial, su predilección
durante su ministerio público hasta identificarse con ellos en el juicio final.
S. Juan Pablo II, después de
citar Mt. 35-36, había afirmado: “Esta página no es una simple invitación a
la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo y
por eso mismo es criterio para la Iglesia, pues sobre esta página la Iglesia
mide su fidelidad como esposa de Cristo, no menos que sobre el alcance de su
ortodoxia” (NMI 49; cfr. CT 53). El Papa Benedicto XVI, en su discurso
inaugural de la Conferencia General de Aparecida (2007), comentando a San
Pablo, afirmó que “en la opción
preferencial por los pobres está implícita la fe cristológica en aquel Dios que
se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).
3.1.2. Antecedentes pre y post conciliares.
Ya San Juan XXIII, antes del
Concilio, en su radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, había afirmado: “De cara a los países pobres, la Iglesia se
presenta tal como es y como desea ser: la Iglesia de todos, pero especialmente
la Iglesia de los pobres”.
El Cardenal Giácomo Lercaro,
arzobispo de Bolonia, la retomó al final de la primera sesión del Concilio, al
proponer la “Iglesia, sobre todo de los pobres” como el gran tema del Concilio
e incluso la razón principal de la unidad de los cristianos, centrándolo en el
misterio de Cristo en los pobres. El Concilio no las recogió. Encontraremos sin
embargo su resonancia en la GS y la PP, de la cual es fue uno de los autores.
Con todo tales iniciativas no
cayeron en saco roto. Casi al final de la última sesión conciliar un grupo de
cuarenta padres conciliares, encabezados por Dom Helder Cámara, obispo de
Olinda y Recife, hicieron público el llamado Pacto de las Catacumbas (16-11-1965). Se trata de un compromiso personal y público que cada firmante
iba a asumir en sus respectivas diócesis. Su contenido se rige por la regla
general de vivir “tal como suele vivir
nuestra gente” y suelen ir acompañadas de fundamentaciones bíblicas. Tocan,
entre otros el estilo de vida, las posesiones, los títulos honoríficos, la
vestimenta, la gestión económica, las relaciones personales con ricos y
poderosos, con los pobres y los trabajadores. Muchos de sus propósitos siguen
siendo válidos para la reforma de la Iglesia hoy.
3.2. La Iglesia pobre y de los pobres, corazón de la reforma de la Iglesia
De algún modo el Papa Francisco
retoma el propósito reformador de este Pacto y el espíritu y algunas de las
insistencias claves de Medellín. Hace suya esta lectura teológica de sus
predecesores: “Para la Iglesia la opción
por los pobres es una categoría teológica, antes que cultural, sociológica,
cultural o filosófica”, EG 198). Pero ahora la transforma en el eje
fundamental de la reforma de la Iglesia.
Son variados los perfiles que
caracterizan al Papa Francisco, pero sin duda uno de ellos, que él mismo asumió
desde su aparición en el balcón de la Plaza San Pedro, es el de reformador. Una
de esas reformas, es la conversión eclesiológica con sus consecuencias sobre la
pastoral y todas las estructuras eclesiales. Por eso repite lo que ya expresó
desde el inicio de su pontificado: “Quiero
una Iglesia pobre para los pobres” (Ibíd.)
esto lo reforzará con la escogencia del nombre de Francisco.
El sueño del Papa Francisco es sacar a la
Iglesia de su auto-referencialidad, para colocarla “en la dinámica del éxodo, del salir de sí, del caminar y sembrar
siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21), para cumplir la misión
confiada por Cristo, tal como la presenta la GS 40-45. En esta dimensión
itinerante, reconocemos la presentación que hacen de la Iglesia LG 2-4 y AG
2-4, como prolongación de las misiones trinitarias del Hijo y del Espíritu
Santo, como continuación en la historia, de la Encarnación kenótica del Hijo de
Dios. Esta misión que la lleva a entrar en la misma dinámica de la Encarnación,
a romper cercos para ir siempre más allá, implica la inculturación, la pobreza
y el servicio de los pobres.
3.2.1. Iglesia pobre, de y para los pobres
Según el p. Pedro Trigo a este
término se le pueden dar tres acepciones.
a) La
Iglesia, aún sin ser pobre, tiene a los pobres como destinatarios preferidos de
su acción. En esta línea podríamos leer LG 8.
b) Si
ellos se sienten en la Iglesia “como en su casa”
c) Si
además son sujetos activos y privilegiados de su misión
Descartado el primero y
avanzando ya en la aplicación de la segunda interpretación en muchas Iglesia
locales, quedaría pendiente aún la realización de la tercera: una conversión
espiritual, pastoral y estructural a Cristo pobre y en los pobres.
Es el deseo que Francisco
expresado en EG 198: “Ellos tienen mucho
que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores
conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por
ellos. La Nueva Evangelización es una invitación a reconocer la fuerza
salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia.
Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus
causas, pero también ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a
recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos”
(EG 198); Cfr. NMI 50).
Y más adelante concluye: “Solo
desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su
camino de liberación. Únicamente esto hará posible que los pobres, en cada
comunidad cristiana, se sientan como en su casa” (Ibíd. 199).
3.2.2. Iglesia para los pobres e inclusión social
Hay una íntima relación entre
este modelo de Iglesia y la dimensión social de la evangelización como uno de
sus componentes esenciales. Desde los pobres la Iglesia se dirige a toda la
humanidad. Francisco hace suya una expresión de Benedicto XVI: “el servicio de la caridad es una dimensión
constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su esencia”
(EG 179). Se trata de evangelizar el hombre, todo el hombre y todos los
hombres. De allí la obligación que pesa sobre la Iglesia si quiere ser fiel a
su misión “de emitir opiniones sobre todo
cuanto respecta a la vida de las personas…No se puede afirmar que la religión
deba limitarse al ámbito privado y que sirva únicamente para preparar a las
almas para el cielo. Sabemos que Dios desea la felicidad de sus hijos también
en esta tierra” (EG 182). Y más adelante: “Nadie puede exigirnos relegar la religión a la secreta intimidad de las
personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos
por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los
acontecimientos que interesan a los ciudadanos” (Ibíd. 183).
Siguiendo la línea de S. Juan
XXIII, Francisco quiere dejar claro que nosotros somos ante todo pastores, que
debemos de cuidar de la salvación integral de los seres humanos. Es desde esta
óptica que hay que leer todo el capítulo IV de la Exhortación que lleva por
título la dimensión social de la Evangelización. Nuestras respuestas deben
abarcar, por consiguiente, desde los gestos más sencillos y cotidianos de la
solidaridad hasta la cooperación con otros entes privados no-gubernamentales,
para resolver los problemas estructurales de la pobreza (EG 188), lo cual
supone no solo la atención amorosa sino también voluntad política. (EG 205).
4. Medellín y la Iglesia pobre, de y para los pobres de Francisco.
¿Qué encontramos del sueño de
Francisco en el documento de Medellín? Intentaremos responder a esta pregunta
de tal modo que se resalte también la significación histórica de esta
Conferencia.
Recordemos que Medellín se
propuso aplicar las directrices del Concilio Vaticano II al continente
latinoamericano y caribeño. Y lo hace no repitiendo sus conclusiones sino
acogiendo su espíritu de renovación y llevando a cabo una lectura de los signos
de los tiempos presentes en la realidad del continente y descubrir desde ellos
la presencia salvífica de Dios.
Los obispos encontraron en los
pobres los protagonistas más significativos y el “hecho mayor” de la vida y de
la historia de los países del continente (Cg Pobreza 7, Laicos 2). En los
pobres ven un sacramento de la presencia de Dios y por tanto un auténtico
“lugar teológico” (Cf Justicia 1: Introducción 4 y 5). Medellín marca así un
hito en la toma de conciencia de que la injusta y degradante pobreza en la que
vivían millones de personas en el Continente era el más grande y mayor desafío
para su misión evangelizadora. De allí se deriva la opción de Medellín por el
hombre y dentro de esta opción pone su mirada, de manera especial, en los
pobres. Hay un claro propósito en los
pastores allí congregados de promover y construir al hombre íntegro e
integralmente, especialmente los más pobres. Allí se vislumbra ya que esta
opción no es una actividad pastoral inmanente sino un quehacer teológico.
Desde esta visión y esta
opción, Medellín le otorgará al tema de la promoción humana un amplio espacio,
inaugurando así un acercamiento privilegiado a la realidad social, que se
mantendrá de un modo u otro, en las siguientes conferencias. Es de ese espíritu
que bebió el Papa Francisco, además de su espiritualidad ignaciana, para escoger
su línea de pontificado. El compromiso con la justicia social y la
transformación de la vida de los pobres se entenderá ya como una dimensión
esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ya aquí encontramos el
término Nueva evangelización y el alcance de su significado.
Medellín dedica al tema de la
pobreza dos de sus documentos. El primero se encuentra en la primera sección
dedicada a la promoción humana y el segundo en la última sección, intitulada La
Iglesia visible y sus estructuras, en el documento la Pobreza de la Iglesia. Este
documento consta de tres partes que deja ya entrever la metodología del
Ver-Juzgar-Actuar, que se adoptará en los trabajos del CELAM y en Puebla: La
realidad latinoamericana, la Motivación doctrinal y la Orientaciones
pastorales.
En la primera parte se
comprueba una vez más “el sordo clamor
que brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no
les llega de ninguna parte”. También acoge las críticas que le hacen a la
Jerarquía, al clero y a los religiosos “de
ser ricos y aliados de los ricos”. En la segunda parte describe los
distintos sentidos del término pobreza y señala las características de una
Iglesia pobre:
a) “Denuncia la carencia de injusticia de los bienes de este mundo y el
pecado que la engendra.
b)
Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y
apertura al Señor.
c)
Se compromete ella misma en la pobreza material”.
Concluye: “La pobreza de la Iglesia y sus miembros en América Latina debe ser
signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios,
compromiso de solidaridad con los que sufren” (Pobreza de la Iglesia 5 y
7).
En las Orientaciones
pastorales, cuando trata de las preferencias y solidaridad y del testimonio,
recoge mucho del espíritu que animó el Pacto de las Catacumbas. He aquí algunas
de ellas:
- “Los obispos queremos acercarnos cada vez más con sencillez y sincera
fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta nosotros”.
- “La promoción humana ha de ser la línea de nuestra acción pastoral y a
favor del pobre".
Deseamos
que nuestra habitación y estilo de vida sean modestos, nuestro vestir sencillo;
nuestras obras e instituciones, funcionales si aparato ni ostentación".
Pedimos
a sacerdotes y fieles que nos un tratamiento que convenga a nuestra misión de
padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos honoríficos propios de
otra época".
“La
ayuda de todo el pueblo de Dios, esperamos superar el sistema arancelario,
remplazándolo por otras formas de cooperación económica que estén desligadas de
la administración de los sacramentos”.
“Exhortamos
a los sacerdotes a dar testimonio de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales,
como lo hacen tantos particularmente en regiones rurales y en barrios pobres”.
Con empeño procuraremos que tengan una justa, aunque modesta sustentación y la
necesaria previsión social.
Y dejo esta afirmación como
compromiso final: “Estos ejemplos
auténticos de desprendimiento y libertad de espíritu, harán que los demás
miembros del pueblo de Dios den testimonio análogo de pobreza. Una sincera
conversión ha de cambiar la mentalidad individualista en otra de sentido social
y preocupación por el bien común”
Queremos que nuestra Iglesia
latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de convivencias y de
prestigio ambiguo, que “libre de espíritu respecto a los vínculos de la
riqueza” sea más trasparente y fuerte su misión de servicio; que esté presente
en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de Cristo, presente en la
construcción del mundo”.
CONCLUSION
Quizá la mayor significación
histórica de mayor trascendencia de Medellín es de haber hecho una clara y
definida opción por los pobres. Los obispos de Medellín enuncian varios motivos
para fundamentar esta opción:
-Sociológicos: exigida por la
escandalosa realidad de la desigualdad social (M.P,2).
-Teológicos: Dios ama a los
pobres y los defiende.
-Cristológicos: Asumió su condición.
Son los primeros destinatarios de su misión. Se identifica con ellos. Su
evangelización es señal del advenimiento del Reino (M.P,31-39).
-Eclesiológicos: La Iglesia que
se hace pobre se parece más a lo que Jesucristo quiso de ella M.P. 5; J,15).
-Escatológicos: El Juicio final
se hará en base a la actitud asumida ante ellos.
De todo esto se deduce que la
opción por los pobres es un verdadero lugar teológico. De aquí en adelante el
tema será tomado por todas las conferencias generales sucesivas. La Iglesia en
Venezuela no se montó en el tren de Medellín en el momento de su realización.
Será 10 años después, gracias a la Conferencia General de Puebla, que asumirá
progresivamente las grandes opciones de esta profética Conferencia.
El Papa Francisco es sin duda
tributario en su Magisterio y espiritualidad de las Conclusiones de la
Conferencia General de Aparecida. Pero es también el Papa que mejor recoge el
talante y la herencia espiritual de S. Juan XXIII y quien intenta llevar hasta
sus últimas consecuencias la opción evangélica y preferencial por los pobres
inspirada en Medellín, transformándola no solo en un signo de los tiempos, en
un lugar teológico sino también en el modelo que debe configurar la Iglesia en
la totalidad de su ser sacramental para ser fiel a los designios de la Trinidad
y de las ansias y anhelos de la humanidad de hoy. Hay una fuerte corriente
espiritual y pastoral que une esta opción de Medellín con la Iglesia de y para
los pobres, que, sueña el Papa Francisco, 50 años después, para la Iglesia
universal.
Maracaibo, 26 de febrero de
2018
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo