Capellán de la UNICA
El jesuita chileno Alberto Hurtado Cruchaga es un ser transparente de una existencia auténtica, vivida con sentido trascendente, fiel al seguimiento de Jesús en su Iglesia. Él mismo lo expresa diciendo que el camino de su vida es la voluntad de Dios, su santificación, colaborar con Dios, realizar su obra. Y se pregunta: “¿Habrá algo más grande, más digno, más hermoso, más capaz de entusiasmar?”. Así vive eternamente. Hoy sigue como antorcha encendida iluminando los caminos de los universitarios a quienes tanta dedicación consagró. Sigue siendo entusiasta y entusiasmando, como “un fuego que enciende otros fuegos”.
Chile lo vio nacer el 22 de enero de 1901 del seno de la familia de Alberto Hurtado Larraín y Ana Cruchaga Tocornal. A causa de la muerte de su padre, cuando apenas contaba cuatro años de edad, Alberto es obligado a trasladarse con su familia a la capital para habitar con su tío Jorge Cruchaga. Ahí recibe sus primeras enseñanzas en el Colegio San Ignacio finalizadas en 1917. Pero, su vida familiar y estudiantil va integrada a su fe cristiana vivida apostólicamente. En 1909 recibe la primera comunión y es confirmado al siguiente año. Ya en 1911 comienza su compromiso apostólico como miembro de las Congregaciones Marianas.
En 1918 inicia sus estudios universitarios de Derecho en la Universidad Católica de Chile. Un universitario inquieto, siempre movido por su seguimiento a Jesús. Activista político en el Partido Conservador, en el Centro de Alumnos de Derecho y dedicado a los pobres en el Patronato de Andacollo. La cuestión obrera también ocupa su vida apostólica con gran entusiasmo. Participa en el Círculo de Estudios León XIII y se convierte en instructor de obreros en el Instituto Nocturno San Ignacio.
Para obtener su título de Bachiller en Derecho presenta en 1922 un trabajo sobre La reglamentación del trabajo de los niños. Al año siguiente, para su licenciatura en Leyes y Ciencias Políticas, presenta: El trabajo a domicilio. El mismo año presenta su examen final calificado de sobresaliente. Sin duda, su vida universitaria entre su activismo político, su apostolado cristiano y su competencia académica, hacen de Alberto Hurtado una persona auténtica.
No podemos dejar de mencionar su amistad con quien es su compañero y más tarde Obispo y hasta Presidente del CELAM, Mons. Manuel Larraín. Junto a este gran amigo, Alberto pudo descubrir su vocación religiosa y sacerdotal. Es importante destacar que él siempre busca descubrir la voluntad de Dios, “¿Qué quiere Dios para mí?”. Toda vida es una vocación. Todos tenemos una misión que da sentido trascendente a nuestro existir. La Universidad Católica de Chile sintió que entregaba a Dios uno de sus mejores estudiantes cuando en el año 1923 Alberto entra al Noviciado de la Compañía de Jesús (Jesuitas). Entre los años 1927 y 1931 estudia filosofía y teología en Barcelona (España). Continúa la teología en Lovaina (Bélgica).
Es ordenado Sacerdote el 24 de agosto de 1933 en Lovaina. Al año siguiente aprueba el examen Ad Gradum de Teología y su examen para el Doctorado en Ciencias Pedagógicas en la misma Universidad de Lovaina.
Su Universidad Católica de Chile no deja de sentir su presencia, aun lejos trata de impulsar la Facultad de Teología. Retornando a su país el año 1936, comienza su apostolado con los jóvenes y universitarios en general. En su Universidad como profesor, predicador de retiros espirituales y su misión de Pastoral Universitaria. Además, su asesoría espiritual de la Acción Católica a nivel diocesano. También trabaja con estudiantes liceístas.
En Santiago de Chile, el año 1945, comienza su obra social de inspiración cristiana de mayor importancia en el país, el Hogar de Cristo. Ahora “Cristo, acurrucado bajo los puentes, en la persona de tantos niños que no tienen a quién llamar padre, que carecen hace muchos años del beso de madre sobre su frente”, tiene un hogar. En 1947, con un grupo de universitarios constituye la Acción Sindical y Económica Chilena (ASICH) y establece un centro de formación sindical cristiano. En 1951 funda la revista Mensaje de formación cristiana.
Con la única inquietud por los pobres y necesitados, pero con una existencia disparada a la eternidad, como él mismo lo enseña, sufrió su enfermedad manifestando su fe en las palabras inolvidables para la humanidad: “Contento Señor, contento”. Así parte a la casa del Padre Dios a las 5 de la tarde del 18 de agosto de 1952. Joven, como “un fuego que enciende otros fuegos”, Juan Pablo II lo beatifica el 16 de octubre de 1994 y es canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005. Al año siguiente, el 7 de abril, en una Visita Pastoral a nuestra Alma Mater, Mons. Ubaldo Santana lo proclama Patrono Oficial de la Universidad Católica Cecilio Acosta.
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