martes, 13 de noviembre de 2018

Los Ministros del Canto Litúrgico

Los Ministros del Canto Litúrgico
Pbro. Mg. José Andrés Bravo Henríquez
Director del Centro Arquidiocesano de Estudios de Doctrina Social de la Iglesia
Arquidiócesis de Maracaibo
Universidad Católica Cecilio Acosta 

               En mi pueblo, el Templo Parroquial se encontraba frente a la plaza principal, al otro lado de ésta se encontraba un local de bailes donde se reunían algunos jóvenes pobladores para divertirse con licor y música. La música expresaba los sentimientos del momento histórico baladas y ritmos bailables, que tenían sentido porque alegraban el ambiente festivo de la reunión. Si la música era de otra época o mal tocada, los jóvenes y las demás personas se iban o morían de aburrimiento. Una vez, en ese mismo local se realizó, con mucho éxito, un concierto de cantos del 60 y 70. Por supuesto, se llenó de viejos y algunos jóvenes asistieron para conocer la música de la época de sus abuelos. Esto nos indica la importancia de la música y cantos para una reunión.
          Una vez estuvo de moda un canto al ritmo de rock and roll, que decía algo así: “Jesucristo, Jesucristo, yo estoy aquí…”. La verdad es que la letra era muy bella como una oración al ritmo de la época. Para sorpresa de muchos, se cantaba en el bar y en la Iglesia. No faltaron las críticas, pero los mismos jóvenes asistían tanto a las fiestas del local mencionado como a la Eucaristía de la Iglesia. ¿Cómo lo ven? El mismo canto en dos ambientes humanos totalmente distintos. Ahora bien, la cuestión que nos ocupa es si el músico y cantor de un bar tiene el mismo interés y el mismo espíritu que el que canta en las Misas. ¿Cuál es la especificidad del cantor litúrgico?
          Antes debo decirles que escribo esto motivado por la inquietud de un joven director de un coro parroquial, quien recientemente me llamó para preguntarme sobre la espiritualidad del, como ellos lo llaman correctamente, ministro del canto litúrgico. Ministro es servidor, así lo entiende el cristiano. Pienso que sirve también para ellos las mismas consideraciones que el papa Francisco hace sobre la homilía. Por eso, parafraseando al papa (Cf. Evangelii Gaudium 138), la Misa no es un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, más bien debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Esto, de principio, es fundamental. Es como cantar el “Santo Gregoriano” en el bar.
          Tienen que saber que el movimiento litúrgico que impulsó la reforma del Concilio Vaticano II exige para una nueva liturgia que en ella se revele y se viva el misterio de amor de Jesús que ofreció su vida para nuestra salvación y, para este propósito, la mayor formación y participación del pueblo. Esto nos condujo a la Constitución Conciliar sobre la Liturgia (Sacrosantum Concilium). Uno de sus grandes enseñanzas es la de centrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía, en la dinámica de la historia de la salvación. Ellos no son productos de la lógica humana, sino de la acción salvadora de Dios en el tiempo humano, es decir, la historia. Deben, por tanto, revelar este misterio en sus ritos y celebraciones, para que Dios siga actuando su salvación en nosotros.
          Al recuperarse la riqueza del “signo”, se recupera la bella simbología del canto y la música. Así el sacramento celebrado es signo de la presencia de Dios en medio del pueblo. La pascua en una liturgia renovada es núcleo del misterio de la Iglesia. De esta forma la liturgia, celebrada correctamente y con la dulzura natural del lenguaje humano, se convierte en epifanía de Cristo y de la Iglesia. Cristo crucificado es el acto de amor más grande, el sacrificio eucarístico, porque es cuando verdaderamente entrega su cuerpo y derrama su sangre para la salvación. Desde la cruz es donde el amor se hace extremo para atraernos a Él y hacer de nosotros un solo Pueblo de Dios en comunión. A la vez, revela la pascua eterna, porque es la fiesta de la resurrección, el triunfo de la vida, la liberación de todo pecado y sus consecuencias.
          Desde esta acción divina hecha humana en nuestra liturgia, ¿cómo cantar un canto al Señor en tierra extrajera? Es decir, desde una vida esclavizada por el egoísmo, las pasiones desordenadas, las discordias, el odio, las injusticias y toda clase de maldad. En un bar, quizás, pero en la Eucaristía jamás. El ministerio del canto litúrgico debe ser ejercido de modo tal que ayude a que la celebración alcance la armonía de la comunión.
          A partir de estas consideraciones, le he respondido al joven director del coro de su parroquia. Primero, para entender la espiritualidad debemos superar la visión dualista de la persona humana, para asumir una visión integral según el humanismo cristiano. La persona humana no es un cuerpo y un alma yuxtapuestos. Por eso muchos piensan que espiritualidad es exaltar lo espiritual que hay en mí, para mortificar lo corpóreo porque es materia. Por el contrario, el ser humano es una compleja unidad de cuerpo y alma, integrada en su ser. Podemos, incluso, decir que somos un espíritu encarnado o un cuerpo espiritualizado. Sólo que, en el bautismo nos unimos íntimamente a Cristo en quien el Padre Dios nos adopta como hijos suyos y el Espíritu Santo habita en nosotros como en su casa. Somos hijos del Padre, en comunión de amor con su Hijo y templos del Espíritu Santo. Espiritualidad es vivir según el Espíritu Santo quien, habitando en nosotros, dinamiza nuestra existencia para vivir los valores del Evangelio de Jesús. Tal como lo enseña San Pablo en la carta que dirige a los romanos (capítulo 12): ofrecerse en el mismo sacrificio de Cristo, ser una ofrenda agradable a Dios; vivir la humildad de la caridad en la comunidad; vivir la caridad con todos los seres humanos aunque sean enemigos; ser luz despojándonos de las obras de las tinieblas y revestirnos de las vestiduras de la luz; vivir la caridad con los débiles acogiéndolos en la fe; en fin, vivir según el Espíritu es vivir el mandato nuevo  del Señor, el amor fraterno. Todo lo que hacemos debe ser inspirado, movido y santificado por el Espíritu. El ministro del canto litúrgico hace crecer la relación con Dios siempre que el Espíritu Santo lo mueva, lo inspire, lo edifique, lo santifique; para glorificar a Dios, edificar la Iglesia y santificarse personalmente.
          Para concluir, les exhorto a cumplir el ministerio del canto litúrgico como una bella vocación otorgada de lo Alto, por eso cantar en la liturgia es distinto a cantar en un sitio de fiesta. Los otros cantantes hacen espectáculos, ustedes hacen oración, crean puentes milagrosos para que los seres humanos puedan acercarse a Dios y éste los pueda recibir con su misericordia. Con sus poesías y melodías provocan la comunión entre la asamblea y la Trinidad Santísima. Si en sus cantos no se conectan con la Comunidad Divina de Amor, que es el Dios que Cristo nos reveló, es que no están siendo movidos por el Espíritu que habita en ustedes. Les recomiendo, pues, mucha oración comunitaria, ensayen como si fueran a cantar por primera y última vez, mediten la Palabra de Dios, mediten también la letra y la música de cada canción, estén serenos y confiados, estimen más el éxito y esfuerzo del otro, celebren, abrácense, felicítense. Que la asamblea litúrgica no los sienta distraídos, peleados, divididos, competitivos, de mal humor. Cuando se ha faltado o errado en algo, descubran que son humanos y pidan perdón y, los  otros, no se cansen de perdonar.
          Lo más bello de los cantos cristianos bien hechos es que transparentan la misma belleza de Dios, la armonía de lo diverso No canten para que los admiren y aplauden, sino para que vean que Dios nos ama y que nosotros también debemos amarnos. ¡Canten, canten y canten bien, hasta que irrumpa  la justicia en la aurora!

lunes, 22 de octubre de 2018

Pensamiento Social Cristiano



Pensamiento Social Cristiano
Un Diplomado
Pbro. Mg. José Andrés Bravo Henríquez
Director del Centro Arquidiocesano de Estudios de Doctrina Social de la Iglesia
Arquidiócesis de Maracaibo
Universidad Católica Cecilio Acosta

Respondiendo a la invitación del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC), para participar, en calidad de alumno, en el Diplomado sobre Pensamiento Social Cristiano durante dos semanas, me dirigí a la Ciudad de México donde se encuentra dicho Instituto.
Al llegar, lo primero que me encuentro es un Instituto donde se vive y trabaja con espíritu de Iglesia, brindando un testimonio de comunión fraterna expresada, especialmente, en el servicio competente y amable. IMDOSOC está formado por laicos cristianos que viven su fe y entrega desde la comunión católica, en diálogo ecuménico y con las culturas. Se nota que su espíritu es el humanismo cristiano, por su opción en favor de la formación de la persona humana en sus dimensiones individual y social.
Según reza su misión, se orientan hacia la construcción de una realidad social de justicia fundamentada en el Evangelio de Jesús. Es una casa de comunión y fraternidad, de investigación y formación, en particular, sobre el pensamiento social cristiano. Este objetivo da sentido al diplomado al que fui gratamente invitado.
Sinceramente, las personas que forman parte de la organización y funcionamiento del IMDOSOC, con los profesores y compañeros, vivimos una convivencia fraterna sumamente agradable. Entre los alumnos participantes de México y varios países de América Latina y del Caribe, compartimos experiencias de apostolado social y trabajo académico de un alto valor humano-cristiano.
La primera semana fue del 23 al 27 de julio y la segunda, del 30 de julio al 3 de agosto de 2018. Y quedó abierta la invitación para dos semanas más donde se concluye el Diplomado, que se realizará los días 15 al 26 de julio del 2019.
Durante la primera semana tratamos el primer curso con el tema “análisis de la realidad social, económica, política y religiosa de México”, dictado por el profesor Guillermo Torres Quiroz. El objetivo principal es que el alumno tenga bases fundamentales en conceptos políticos, sociológicos y económicos para poder realizar un acercamiento al análisis de la realidad local y regional desde el pensamiento social cristiano. Se trató, pues, en primer lugar, los fundamentos teóricos de política. Con ello se busca enseñar conocimientos básicos sobre la ciencia política, los distintos tipos de metodologías para su estudio y las contribuciones del Magisterio Socio-Político de la Doctrina Social de la Iglesia en la materia. En segundo lugar, se trató los fundamentos teóricos de economía para obtener conocimientos básicos sobre economía desde la visión de la Doctrina Social de la Iglesia, así como elementos para lograr un análisis básico de la materia en su realidad. En tercer lugar, se estudiaron los fundamentos básicos de sociología para conocer las aportaciones científicas en la materia de parte de Max Weber, John Rawls, Paul Ricoeur, así como lograr entender los elementos para un acercamiento de la realidad social y religiosa desde el pensamiento social cristiano. Por último, se habló del caso mexicano para conocer algunas aportaciones y elementos propios de la situación en México. En realidad, esta última parte se amplió al análisis del contexto socio-político de algunos países latinoamericanos con una excelente y amplia participación de los alumnos. Como asistimos tres venezolanos, nos toco hacer equipo para presentar la realidad venezolana. Específicamente me correspondió exponer las etapas históricas de la política de los cien últimos años que cubren, prácticamente, los siglos XX y XXI.
Otro gran tema es la “formación de la conciencia social solidaria”, dictado por la presidente de IMDOSOC, la profesora Lucila Servitje Montull. Explica la profesora la importancia de este segundo curso en estos términos: “La realidad social es el lugar en el que se realiza la misión evangelizadora de la Iglesia, es por ello la que concretiza y condiciona la vida cristiana. El seguimiento de Jesús, que es el proyecto moral fundamental cristiano, debe necesariamente integrarse en los ámbitos de la cultura, la política y la economía. La formación personal, la vida eclesial comunitaria y el servicio evangelizador requieren la elaboración y asunción responsable de valores, criterios y normas morales sobre el comportamiento social”. Su objetivo es analizar y reflexionar sobre las exigencias ético-sociales que surgen de la práctica evangélica y de la reflexión teológica sobre la misma. Se trataron los siguientes temas: fe cristiana y conciencia social; conciencia, conciencia moral y conciencia social; desarrollo de la conciencia moral en el ser humano; deformación de la conciencia y sus repercusiones en la vida social; modelos morales y formación de la conciencia.
El tercer curso es sobre los fundamentos bíblicos del pensamiento social cristiano, dictado por la profesora Wanda Rodríguez Mangual, con el objeto de identificar y analizar las raíces bíblicas que sustentan el pensamiento social cristiano con la intención de fundamentar una reflexión crítica desde la fe, en torno a la pertinencia actual del mensaje cristiano y a favor de la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Se explicó el contexto socio-político en el que surge el pueblo de Israel y cómo este contexto se convierte en el telón de fondo del texto bíblico. Se buscó recuperar el testimonio de fe de Israel como memoria subversiva a favor de los pobres y oprimidos. Se analizó los momentos claves de la historia de Israel en clave de alianza y promesa (el Éxodo). Se analizó también el mensaje de los profetas como deconstrucción de la ideología dominante de la élite israelita. Así como el tejido socio-político de la sociedad mediterránea y la Palestina del siglo I para descubrir la fuerza y el impacto del mensaje de Jesús y del cristianismo. Todo esto en una excelente dinámica de narrativas: el contexto socio-político de Israel en el Antiguo Testamento (narrativa del imperio); testimonio de Israel, el Dios liberador (narrativa de los pobres); alianza y promesa, responsabilidad y justicia social (narrativa de Yahvé); mensaje profético, idolatría y desenmascaramiento de la ideología dominante (narrativa de la idolatría); Jesús y el Reino de Dios, resistencia y estilo de vida contracultural (narrativa del Evangelio).
La segunda semana del 30 de julio al 3 de agosto comenzó con la materia sobre el “origen y evolución de la doctrina social cristiana”, dictada por el profesor Juan Carlos López Sáenz. El objetivo es “comprender adecuadamente lo que es el pensamiento social cristiano, su relación con la doctrina social de la Iglesia y la doctrina social cristiana, para profundizar en el origen y evolución de la doctrina social cristiana, mediante un estudio personal y grupal”. El contenido temático versó sobre los presupuestos antropológicos y teológicos, respondiendo a dos interrogantes: ¿quién es la persona humana y cuál es su dignidad? y ¿de cuál Dios hablamos? El segundo tema es sobre el pensamiento social cristiano, es decir, “la reflexión que hacen los cristianos   sobre la compleja realidad social”. El tercer tema se plantea lo siguiente: doctrina social ¿de la Iglesia? o ¿cristiana? El cuarto tema es sobre el método de la doctrina social cristiana: ascendente-pastoral-ver/juzgar/actuar, en la praxis del papa Francisco. El último tema es sobre los principios y valores, destacando el principio misericordia (guiándonos por la parábola evangélica del buen samaritano), solidaridad y subsidiariedad. Su metodología muy dinámica giró entre exposición, discusión y síntesis.
La otra materia consistió en el pensamiento social cristiano en América Latina, con el objetivo de “dar una visión y concepción continental de cómo se ha desarrollado y cómo impacta el pensamiento social cristiano en América Latina y El Caribe”. Se desarrolló el siguiente temario: introducción, aportes del magisterio latinoamericano a la doctrina social de la Iglesia, el Vaticano II y la teología de la liberación, comunidades eclesiales de base, pastoral urbana (mística en la ciudad) y otras expresiones eclesiales. Desde el principio fueron surgiendo realidades de gran interés entre los participantes, tales como la integración latinoamericana, la opción preferencial por los pobres, la promoción humana-liberación, el método de la doctrina social de la Iglesia, las culturas y las ideologías. Se habló también del lugar teológico de la teología de la liberación (los pobres) y de la teología del pueblo (el pueblo como sujeto comunitario). Otras inquietudes que surgieron de las ricas conversaciones en las clases, como el que Dios llegue a las personas, los movimientos sociales, entre otros.
La materia sobre discernimiento evangélico de la realidad social para su transformación la dictó el padre Umberto Mauro Marsich. Se trataron una serie de importantes temas sobre la antropología bíblica: el sentido bíblico de cuerpo, el alma, lo social, la familia humana, el convivir en comunidad, el modelo de convivencia humana, entre otras. Se reflexionó sobre el Decálogo como el credo ético para la realización de la convivencia humana que Dios quiere. De ahí se plantearon las cuestiones: ¿por qué Dios escogió a Israel? ¿Qué discernimos? Ante la primera pregunta se identifica al sujeto de discernimiento. Y frente a la segunda, se responde: La presencia de Dios es lo que discernimos. Partiendo de estas respuestas se reflexionó sobre la libertad auténtica, la conciencia recta, la voluntad sana y los principios evangélicos. Trabajamos, siguiendo el libro del profesor “Discernimiento Evangélico” (IMDOSOC, México 2015), los puntos de concretización del discernimiento evangélico (cuestión trascendental, imperativo evangélico, definición, los principios fundamentales y valores sociales del discernimiento), los niveles del discernimiento evangélico (personal, social-comunitario, grupal), los factores constitutivos del discernimiento evangélico (un sujeto, un objetivo un proceso, un lugar social, una finalidad, una convicción, un principio básico), el discernimiento evangélico como tarea de todo creyente (a vivir el Evangelio, a actuar según el Espíritu, a cumplir los mandamientos de Dios, es decir, el código ético que regula la vida social del pueblo de Dios), los diez pasos del discernimiento evangélico de la realidad social, las actitudes personales básicas para el discernimiento, los indicios acerca de la autenticidad del discernimiento evangélico (la fraternidad, las conductas correctas y concretas, los frutos según el Espíritu, la prioridad de los más necesitados, la fidelidad eclesial), la interpretación de algunas situaciones-problemas contemporáneas (la injusta distribución de los bienes de la tierra, la costumbre del fraude electoral y de la mentira política, el lucro como fin principal de la vida y de la actividad económica, la marginación social de los débiles y de los pobres, la liberación sexual con sus implicaciones éticas de destrucción del matrimonio y la familia con la explotación sexual de mujeres y niños, la violencia social como método generalizado para solucionar conflictos, el deterioro ecológico y la corrupción, el narcomenudeo).
Para concluir este informe, agradezco a mi Arzobispo y a mi Universidad Católica Cecilio Acosta por el permiso requerido, al Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM por su postulación y al mismo IMDOSOC por su testimonio y sus valiosos aportes académicos y pastorales.

viernes, 28 de septiembre de 2018

El Camino de Renovación de la Iglesia

El Camino de Renovación de la Iglesia
Al Excelentísimo Monseñor Doctor
Edgar Robinson Peña Parra[1]
Pbro. Mg. José Andrés Bravo Henríquez
Director del Centro Arquidiocesano de Estudios de Doctrina Social de la Iglesia
Arquidiócesis de Maracaibo
Universidad Católica Cecilio Acosta
Camino de renovación de la Iglesia: Vaticano II
El 28 de octubre 1958, hace sesenta años, la Iglesia y la humanidad entera vive una agradable sorpresa, un regalo del Altísimo, es elegido papa un italiano campesino, el patriarca de Venecia, el papa bueno, Juan XXIII. Se trata, sin duda, de una acción divina que rompió lo cotidiano y creó cambios radicales. Un acontecimiento evangélico, es decir, una buena noticia para el mundo sumergido en profundos cambios, llenos de conflictos y crisis. Aún se viven las penas de las recientes guerras mundiales y una llamada “Guerra Fría” en pleno desarrollo, no menos violenta. La amenaza de una guerra nuclear que destruiría totalmente a la humanidad, mientras muchos países luchan por sus independencias políticas.
Por otro lado, encuentra una Iglesia tratando de salvarse y protegerse a sí misma presentando a un Dios cada vez más alejado del mundo. Como escribe el teólogo alemán Walter Kasper, se ha alejado tanto a Dios del mundo, que hemos hecho a Dios menos mundano y un mundo más ateo. En este contexto, el rostro de una nueva presencia de la Iglesia en la humanidad contemporánea se asoma al barcón del Vaticano en la persona del ya anciano de 77 años Ángel Roncalli, Juan XXIII.
Juan XXIII abre el camino de renovación, rejuveneciendo a la Iglesia en su interior y de cara a la humanidad, colocándola a la altura de los grandes y graves desafíos de nuestra época con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965). Hace poco celebramos cincuenta años de tan magno evento, tan importante que todos experimentamos en él un nuevo pentecostés, una nueva acción del Espíritu Santo que, como en los primeros discípulos de Jesús, lanza valientemente a la iglesia al mundo para una nueva presencia de Dios salvador, para la evangelización renovada. Hoy escuchamos al papa Polaco Juan Pablo II diciéndonos, al comienzo del nuevo milenio, que debemos seguir interrogándonos sobre la acogida y puesta en práctica del Vaticano II. Pues, dice el papa grande, “con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza” (Novo millennio ineunte 57).
Se ha dicho que Juan XXIII es elegido como un papa de transición, es decir, por un tiempo corto mientras se encuentre otro mejor. En esto observamos que los humanos hacemos los cálculos, pero el Espíritu Santo es quien actúa. Como lo diría el teólogo Ives Congar, realmente su pontificado significó una verdadera “transición o paso de una Iglesia en sí a una Iglesia para los hombres, abierta al diálogo con los otros. Este aspecto se puso de relieve en el Concilio o con ocasión del Concilio, pero también en el estilo tan pastoral y tan evangélico de este corto Pontificado”.
Así, el 11 de octubre de 1962, con la inauguración del Concilio Ecuménico Vaticano II, se comienza un camino renovador que, impulsado por Juan XIII, es protagonizado de una manera concreta por su inmediato sucesor, el humanista contemporáneo Juan Bautista Montini, elegido papa el 21 de junio de 1963, tomando el nombre de Pablo VI (1963-1978), quien inmediatamente anuncia a la humanidad: “Hago mía la herencia de Juan XXIII, de feliz memoria, convirtiéndola en programa para toda la Iglesia”. Se refiere al Concilio Vaticano II, marcando sus objetivos por lo que entregó su vida entera: una auto-comprensión más clara de la Iglesia, su renovación interior, tender puentes hacia el mundo contemporáneo y realizar un esfuerzo de unidad con los hermanos de otras religiones cristianas.
Más específico lo señala en su programática encíclica Ecclesiam suam el 6 de agosto de 1964, tres pensamientos agitan nuestro espíritu: “Esta es la hora en que la Iglesia debe profundizar la conciencia de sí misma… Brota, por tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación… El segundo pensamiento…, a fin de encontrar no sólo mayor aliento para emprender las debidas reformas, sino también para hallar en vuestra adhesión el consejo y apoyo en tan dedicada y difícil empresa, es ver cuál es el deber presente de la Iglesia de corregir los defectos de los propios miembros y hacerlos tender a mayor perfección y cuál es la vía para llegar con sabiduría a tan gran renovación” (ES 4). Su tercera inquietud es el diálogo de la Iglesia con el mundo, no para censurar ni condenar, sino para respetar su autonomía y brindarle el servicio de la evangelización. Una Iglesia sirvienta de la humanidad o, como hoy lo pide el papa Francisco, una Iglesia samaritana, con entrañas de misericordia.
Pablo VI, a quien pronto se nos permitirán llamarlo san Pablo VI, es el Concilio en marcha. No sólo lo siguió y lo culminó, sino que lo aplicó en la gran reforma profunda y radical. En esta época dialogar con el mundo contemporáneo significaba encontrarse con la diferentes culturas en el proyecto de la evangelización de las culturas. Pero, para la situación de miseria y dominación socio-política del Tercer Mundo, exigía una nueva acción evangelizadora que integrara el progreso y la liberación de los pueblos. Aquel sueño de Juan XXIII de una Iglesia para todos, especialmente para los pobres, encuentra continuidad de compromiso en Pablo VI. Es ahí donde nos cuestiona desde la Evangelii Nuntiandi 31: “¿Cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?”.
Pablo VI le debe Latinoamérica la Conferencia de Medellín en 1968, inaugurada personalmente por él. Una Iglesia que se presenta liberadora, con una clara opción preferencial por los pobres y oprimidos, una Iglesia de comunión de cuyo seno nace el signo renovador con las comunidades de base. Es Pablo VI quien convoca la Conferencia de Puebla y le entregó la Evangelii Nuntiandi como base para sus estudios.
Puebla es convocada por Pablo VI poco antes de su partida al cielo. Igual, fue convocada por el feliz papa Juan Pablo I en sus pocos días de su ministerio petrino. La Iglesia no se detiene y su continua renovación avanza guiada por el Espíritu Santo. Finalmente, es el papa grande Juan Pablo II quien convoca y preside la Conferencia de Puebla en 1979. Juan Pablo II viene a proponer una Iglesia que renueva su misión evangelizadora con su proyecto pastoral más querido: la nueva evangelización con nuevos métodos,  nuevo ardor y nuevas expresiones, marcando así la Conferencia de Santo Domingo, convocada y presidida por él en 1992.
A Benedicto XVI le corresponde seguir adelante con una Iglesia abierta al mundo e inaugura la Conferencia de Aparecida el año 2007. Recuerdo sus primeras intervenciones destacando que la Iglesia está viva. Impactante su encíclica Caritas in Veritate (2009), celebrando los cuarenta años de la Populorum Progressio de Pablo VI. Dice el hoy papa emérito: “La crisis nos obliga revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo” (CV 21). La Iglesia y la humanidad actual son proyectos abiertos, tareas que nos comprometen. Ciertamente, un mundo mejor es posible, tenemos vocación de construir el reino de Dios.
El Papa Francisco, nueva etapa de renovación
Después de cincuenta años del Vaticano II, el Señor vuelve a sorprender al mundo con el regalo de un papa nuevo, latinoamericano, de gestos y palabras claras y sencillas para que su mensaje siga penetrando en el interior de cada persona del siglo XXI, invitándonos a abrir nuestras vidas al Evangelio de Jesús. Ciertamente, desde que el papa Francisco, el 13 de marzo de 2013, se asomó al balcón del Vaticano, pidiendo al pueblo que lo bendijera antes de bendecir él al pueblo, se siente la presencia de un tiempo nuevo, de renovaciones, para seguir construyendo el camino de sus predecesores, el mundo fraterno, fundado en el amor. Con la exigencia de una visión de Iglesia como Jesús, pobre para los pobres, desde el principio de misericordia, una Iglesia samaritana. Es como dar un renovado impulso al sueño de Juan XXIII cuando expresaba que el Concilio debe auto-comprenderse como la Iglesia de todos, especialmente de los pobres. El sueño de Pablo VI que, al culminar el Concilio, proclama a la Iglesia como la sirvienta de la humanidad, es la misma Iglesia samaritana del papa Francisco.
He leído un libro de dos periodistas, el paisano del papa, Sergio Rubin y la romana Francesca Ambrogetti, que trata de una conversación con el entonces cardenal de Buenos Aires Jorge Bergoglio. En esta obra, el rabino amigo del primado de Argentina, que presenta la obra, Abraham Skorka, define el pensamiento de Francisco con dos vocablos: “encuentro y unidad”. A mi juicio, es esto lo que expresan sus gestos y palabras, desde que comenzó su ministerio como obispo de Roma.
En el referido libro, habla ya sobre un tema apasionante y urgente: “la construcción de una cultura del encuentro”, como propuesta concreta a una situación de individualismo, discordia y desencuentro: “En este momento creo que, o se apuesta a la cultura del encuentro, o se pierde. Las propuestas totalitarias del siglo pasado –fascismo, nazismo, comunismo o liberalismo- tienden a atomizar. Son propuestas corporativas que, bajo el cascarón de la unificación, tienen átomos sin organicidad. El desafío más humano es la organicidad. Por ejemplo, el capitalismo salvaje atomiza lo económico y social, mientras que el desafío de una sociedad es, por el contrario, cómo establecer lazos de solidaridad”. Así piensa el cardenal que hoy es el papa Francisco.
Esto es lo que nos ha estado transmitiendo como pastor universal. Por ejemplo, al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 23 de marzo de 2013, calificando el acto como un encuentro con todos los pueblos, “que quiere ser idealmente el abrazo del papa al mundo”; propone un proyecto común: el amor a los pobres y el esfuerzo en construir la paz. Y les manifiesta el auténtico sentido de su ministerio como pontífice. De ahí su programa más querido: crear puentes de encuentro entre las personas humanas con Dios y entre sí. En concreto, “la lucha contra la pobreza, tanto material como espiritual; edificar la paz y construir puentes. Son como los puntos de referencia de un camino al cual quisiera invitar a participar a cada uno de los Países que representan”.
Otro de sus discursos emblemáticos sobre el mismo tema es el del encuentro con los representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales, y de las diversas religiones, el 20 de marzo de 2013. De entrada los invita a asumir de nuevo el deseo de Jesús de la unidad en la fe: “Éste será nuestro mejor servicio a la causa de la unidad entre los cristianos, un servicio de esperanza para un mundo todavía marcado por divisiones, contrastes y rivalidades”. Luego, manifiesta su deseo sincero de un diálogo respetuoso con las comunidades judías y musulmanas, con el fin de cooperar para el bien de la humanidad. Pues, con la promoción de la amistad entre las personas de diversas tradiciones religiosas, “podemos hacer mucho por el bien de quien es más pobre, débil o sufre, para fomentar la justicia, promover la reconciliación y construir la paz”.
Por último, quisiera referirme también al discurso que ofrece a la clase dirigente del Brasil el día 27 de julio del año 2013. Aquí insiste en “un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir”.
Luego pasa a llamar la atención sobre la responsabilidad social. Claramente afirma que “quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que insistir en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria”.
Completa su reflexión sobre el humanismo integral, respetando la cultura original y asumiendo la responsabilidad solidaria, con el tema recurrente que traza su línea fuerte de encuentro y unidad, “el diálogo constructivo”. Asegura que “el único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca, la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social, que es la que favorece el diálogo”.
Mons. Edgar Peña, asociado al proceso renovador
Hoy el Señor de la historia miró de nuevo a tierra latinoamericana y encontró a un Sacerdote nacido en el Saladillo, sector más tradicional y mariano en la Ciudad de Maracaibo, del Estado Zulia, Venezuela. Un sacerdote que sale de clero de nuestra Arquidiócesis de Maracaibo, su excelencia mons. dr. Edgar Robinson Peña Parra. Nacido el 3 de marzo de 1960, comienzo de la década renovadora de la acción evangelizadora de la Iglesia, en plena preparación del concilio Vaticano II. De una buena y digna familia cristiana de Robinson Peña, su padre, y Adela Parra de Peña, su madre.
Dios vino a buscarlo para la importante misión de trabajar muy cerca del papa Francisco, correspondiéndole seguir las líneas trazadas en la Exhortación Evangelii Gaudium de la reforma de la Iglesia en salida misionera, entendida como la totalidad del pueblo de Dios que evangeliza, apuntando a la inclusión social de los pobres. En fin, una impostergable renovación eclesial, para decirlo con las mismas palabras del papa Francisco.
Hoy, excelencia, hermano y amigo, te toca soñar con el papa Francisco. El papa dice: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el leguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentas pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (Evangelii Gaudium 27). Sólo para indicar una muestra de lo significa trabajar alado del papa Francisco.
Nosotros, excelencia, conocemos lo que significa esta misión y te estaremos acompañado con nuestras oraciones y, desde nuestra instancia pastoral, específicamente desde esta tu Universidad Católica Cecilio Acosta, con la acción renovadora que nos corresponda asumir. Señores universitarios, familia UNICA, invitados especiales, este sacerdote zuliano, Edgar Peña, nuestro profesor honorario, es elegido por el papa Francisco como sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano, misión que comienza el próximo 15 de octubre.
Su excelencia es presbítero desde el 23 de agosto de 1985, ordenado por mons. Domingo Roa Pérez, entonces arzobispo de Maracaibo, después de haber cursado estudios de filosofía y teología en los Seminarios Santo Tomás de Aquino de San Cristóbal y el Interdiocesano Santa Rosa de Lima de Caracas.
Lleva consigo una exitosa pastoral en diferentes Parroquias de nuestra Arquidiócesis, Nuestra Señora de Guadalupe (Sierra Maestra), San Pablo Apóstol (La Rotaria) y San Rafael Arcángel (El Moján). Esto sirva de testimonio de que el elegido para tan importante misión, no es un improvisado, le tocó, como joven sacerdote desarrollas una pastoral rural y popular, muy cerca de la gente, como le gusta al papa Francisco. También sirvió como profesor del seminario Mayor Santo Tomás de Aquino de Maracaibo. Pretenciosamente les digo que nuestro rector, el padre Eduardo Ortigoza y yo, somos testigos fieles de tan valiosa misión pastoral de su excelencia en nuestra Arquidiócesis. Pues, les hemos acompañado por estos caminos.
Doctorándose en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en la Pontificia Academia Eclesiástica para realizar su formación al servicio diplomático de la Santa Sede. Su tesis doctoral versa sobre “los derechos humanos en el sistema interamericano a la luz del Magisterio Pontificio”. Convirtiéndose así en el primer diplomático venezolano al servicio de la Santa Sede.
Su misión diplomática comenzó en Nairobi-Kenia, donde también representó a la Santa Sede ante las Agencias de las Naciones Unidas para el Ambiente y para la vivienda conocida como HABITAT. Luego, pasa a la nunciatura de Yugoslavia en Belgrado, en medio de la guerra de los Balcanes. De ahí pasa a Suiza, Ginebra y luego a Sur África. Es así como cumple su misión diplomática en la Misión Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Organizaciones Especializadas y la Organización Mundial del Comercio. Es consejero de la Nunciatura en Tegucigalpa-Honduras y, después, en la Nunciatura de México, donde le correspondió ejercer como encargado de negocios.
También en África hemos tenido el honor de contemplar de cerca su grata y comprometida presencia muy cerca de los misioneros. En Kenia nos invitó, al padre Eduardo y a mí, a visitar Turkana, un pueblo nilótico en el noroeste de Kenia. Ahí pasamos la noche y el día domingo compartiendo una bella experiencia espiritual y pastoral de los misioneros. De su cercanía y preocupación por los misioneros sacerdotes, religiosos y laicos, también hemos sido testigos.
El 8 de enero de 2011 es nombrado por el papa Benedicto XVI arzobispo titular de la Diócesis de Telepte, situada en la antigua Túnez, y nuncio apostólico de Pakistán. Consagrado arzobispo por Benedicto XVI el 5 de febrero de 2011. El 21 de febrero el papa Francisco lo nombra nuncio apostólico en Mozambique hasta este momento. Ahora ha venido a Maracaibo para ofrecer al Señor su nueva misión eclesial en el Altar de la Virgen de Chiquinquirá, la Sagrada Dama del Saladillo, donde le acompañamos pueblo y pastores en una sola plegaria a la amada Chinita de Maracaibo.
Hoy, nuestra Universidad, unida en comunión con la Iglesia de Venezuela y su pueblo, le expresamos nuestra felicidad por este nuevo paso en su entrega sacerdotal al servicio de la Iglesia y la humanidad. Nos honra entregarle la Orden Cecilio Acosta en su Única Clase para su distinguida personalidad, al excelentísimo monseñor doctor Edgar Robinson Peña Parra, hermano y amigo. Y con su excelencia, a nuestro querido papa Francisco por quien oramos cada vez que nos pide rezar por él. Es él quien nos anima a avanzar en la construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad (cf. Evangelii Gaudium 221). No será fácil trabajar alado del pastor universal. Pero será fascinante ayudarle al papa Francisco a cargar la cruz de la humanidad. Ya sabes, todo lo puedes en Aquel que te conforta.

[1] Discurso de Orden promunciado el 27 de septiembre 2018 por motivo del conferimiento de la Orden Cecilio Acosta de la Universidad Católica “Cecilio Acosta” al excelentísimo monseñor Doctor Edgar Robinson Peña Parra, nombrado por el papa Francisco como sustituto para asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.

martes, 3 de abril de 2018

MENSAJE DE PASCUA 2018


+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

¡Jesús ha resucitado! Este es el mensaje que resuena esta noche en todas las vigilias que los cristianos celebramos en el mundo entero. Nos hemos congregado, nosotros también, al término del largo camino cuaresmal, para recibir con inmenso gozo esta noche de fiesta, de luz y de vida, renovar con gozo nuestra condición cristiana y comprometernos a trasmitir tan maravillosa noticia.
La resurrección de Jesús de entre los muertos, tres días después de haber sido crucificado, junto con dos ladrones en el monte de la calavera, no marca solamente la conclusión de su historia personal y de su ministerio público en Palestina, sino también la conclusión gloriosa de toda la historia de la salvación.
Todo comenzó, como lo escuchamos en las lecturas de esta noche, en tiempos remotos. Dios creó un universo armonioso, que llegó a su culmen con la creación de la pareja humana “a imagen y semejanza” suya. Varias veces el autor del relato a medida que va desgranando, día tras día la obra creadora, deja claro que todo brotó de las manos de Dios con armonía y belleza. El “todo está bien”, se transforma en “todo está muy bien”, cuando tiene ante sí a la primera pareja humana. Esa belleza y esa bondad sufre un profundo descalabro con el pecado de Adán y Eva, y se prolonga, como una onda maléfica e indetenible, de división, odio, venganza, codicia, guerra y destrucción, envolviendo el orbe entero, su historia y sus pueblos, en un manto de tinieblas.
Pero Dios no dejó a ninguna de sus criaturas en el abandono. Con Noé, con Abrahán, y luego con Moisés y seguidamente con Josué, los jueces, los reyes, los profetas y los sabios llevó adelante, a través la historia concreta de un pueblo, su plan salvador. Ni los tumbos del ser humano, ni las infidelidades del pueblo de Israel, por su dura cerviz y su corazón de piedra, detuvieron la persistente búsqueda de Dios-Pastor de sus ovejas perdidas.  A través de personas elegidas primero, y finalmente, en la persona de su mismo Hijo hecho hombre, hizo real y efectiva su presencia redentora.
La llegada de su Hijo a este mundo en el seno de María, la sierva pobre de Nazaret, marcó el inicio de la plenitud de los tiempos (Gal. 4,4). Con él, con su vida, su mensaje, su obra, su entrega y finalmente su muerte en cruz y su admirable resurrección, Dios llevó a feliz término lo empezado en la creación y desarrollado a través de los siglos con la primera alianza.
Es hermosa la historia que hemos escuchado llenos de exultación, en el himno que anuncia, al inicio de esta velada, la llegada de la Pascua. “Esta es la noche en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo”. En la primera pascua un solo pueblo, el pueblo hebreo, pasó a través del Mar rojo, de la esclavitud a la libertad. La noche en que Cristo resucita, es la humanidad entera que pasa el infranqueable Mar rojo, a través de las aguas del bautismo, de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, de la muerte a la vida.
Nunca terminaremos de gozarnos de esta victoria de Jesús. “¡Qué asombroso beneficio de su amor (el de Dios) por nosotros! ¡Qué incomparable su ternura y caridad!” Con esta Noche dichosa se inicia una nueva creación; se levanta un nuevo sol “que no conoce ocaso”. La nueva creación que se inicia el primer día de la nueva semana, es una obra “más maravillosa todavía que la misma creación del mundo”. Por obra de Jesucristo, el nuevo Adán y la nueva Eva, su Iglesia, todas las cosas empiezan a confluir hacia aquella unidad y belleza plural y armoniosa, que tuvieron en su origen.
Si. Exultemos, hermanos, ¡porque esa noche de liberación también es nuestra! ¡Es la Pascua de toda la humanidad! ¡Es nuestra Pascua, tu pascua! Cristo Jesús portando la cruz, no ya como signo de suplicio sino como trofeo de victoria, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes; expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”.
El diablo pierde definitivamente su dominio sobre este mundo ¡Se une nuevamente y para siempre el cielo con la tierra, la humanidad con Dios, el tiempo con la eternidad, el ser humano con su semejante, los hombres con la creación! Dios Padre abre nuevamente las puertas de su casa a sus hijos pródigos, los viste de la dignidad de hijos suyos, les da un nuevo corazón sensible y apasionado por el bien, les comunica un nuevo Espíritu, los invita a todos a la fiesta y los habilita para cumplir amorosamente sus mandatos.
Lo ocurrido esa noche en Cristo, pasa a ser de ahora en adelante, patrimonio de la nueva humanidad. Todos estamos implicados en lo que vivió Jesús en las horas amargas de su pasión. Ahora todos también quedamos asociados a la vida nueva y viviremos con El para siempre.  Ya no estamos llamados a vivir perpetuamente en pugna, en guerra. Los enemigos nos podemos volver hermanos. Los egoístas acaparadores aprendemos a compartir; los rencorosos a perdonar, los codiciosos a compartir, los irrespetuosos y violentos a dialogar. La lucha y la destrucción mutua, a través de la explotación, no son ya el motor de la historia sino el amor y la misericordia, hechos perdón, compasión, cercanía y servicio desinteresado. Todo empezó bello y ahora es posible que todo pueda terminar también bello: otro mundo, otras relaciones humanas, otra organización política y social en beneficio de todos.
¡Todo puede concluir también bello! Así se lo comunica el joven lleno de luz, sentado a la derecha de la tumba vacía, a las mujeres, la madrugada del domingo.  “¿Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Ahora vayan a decirle a los discípulos que no han perdido su condición de discípulos míos, pese a su fracaso rotundo y a su huida cobarde (Cfr. Mc 14,50). Díganles que la historia no ha terminado. Ahora es cuando empieza. Que vuelvan a Galilea, que la retomen, pero ahora conmigo, a la luz de mi resurrección, caminando delante de ellos, como su verdadero y definitivo Maestro y Señor.
Esta es la Pascua que nos ofrece el Señor. Nosotros también, estamos invitados, a la luz y bajo la fuerza irradiante del resucitado, a retomar el hilo de nuestras existencias, desde nuestras respectivas Galileas, y a releer, bajo esta luz, toda la historia de nuestra vida, con sus tumbos, sus caídas, sus tinieblas e infidelidades, sus negaciones, traiciones y zancadillas. Él nos precede. Él va adelante. Él marca el camino.
Renovemos con nuestras promesas bautismales este sagrado compromiso. Proclamemos con más fuerza y entusiasmo que nunca, la fe que hemos recibido. No tenemos mayor tesoro que éste. La luz de Cristo nos ha iluminado. No dejemos que otras falsas luminarias nos encandilen y engañen. Para elevar el nivel de calidad de nuestras vidas y la de nuestros hermanos más desposeídos, tenemos una medida formidable: la de Jesús. Esa es la única medida por la que tenemos que vivir, movernos, organizarnos y avanzar en este mundo. Él alumbra y comunica su luz consumiéndose. Así tenemos que vivir siempre, como Cristo: alumbrando, comunicando luz y consumiendo, de esta manera, entregada y servicialmente nuestras vidas por los más débiles. Esta es la fuente de la vida y de la verdadera felicidad.
Con la resurrección del Señor, reafirmamos nuestra esperanza y nuestro compromiso caritativo” (Mensaje de la Presidencia de la CEV del 19-03-18). Oxigenemos a Venezuela con este nuevo soplo de esperanza. Devolvamos a los pobres y sencillos sus ganas de vivir y su protagonismo para emprender los cambios necesarios. Presionemos a nuestros gobernantes para que dejen de matar, de dividir, de robar y en vez de mantener al pueblo en la esclavitud, el hambre y la mendicidad, le devuelvan su dignidad y su protagonismo. Nuestra patria puede aún levantarse de su tumba y resucitar a una vida nueva. No estamos solos. El Señor Jesús, con toda la fuerza de su vida y de su amor, camina con nosotros. Con caridad y misericordia trabajemos unidos por la reconciliación de nuestra Patria.
Les invito a acoger las dos invitaciones que nos ha hecho la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), en su reciente mensaje del 19 pasado:
a) Organizar este domingo de resurrección u otro cercano, en cada una de nuestras comunidades parroquiales, una olla solidaria, una mesa de misericordia, un convite fraterno con los pobres y necesitados, en la que todos participemos como expresión de nuestra fe en esta nueva vida en Cristo resucitado.
b) Llevar a cabo, en el fin de semana del 19 al 22 de abril, en todas las comunidades parroquiales de Venezuela una jornada nacional de oración, al estilo de las “Cuarenta Horas”, acompañadas con gestos significativos de misericordia y caridad.
¡No tengamos miedo! ¡La piedra ya está corrida! ¡El sepulcro está vacío! ¡El crucificado está vivo para siempre! Con humildad y valentía, pongamos nuestra parte, como María de Nazaret y sus compañeras, para que la luz y la vida de Cristo resucitado, que empezó a desparramarse por el mundo en la noche de Pascua, salgan al encuentro de nuestros hermanos, ilumine sus senderos y transforme sus existencias. Nuestra Iglesia, nuestro país, el mundo entero, por donde se están regando tantos compatriotas, lo necesitan hoy más que nunca.
¡Felices Pascuas de Resurrección! ¡Jesucristo ha resucitado!
Maracaibo, 31 de marzo de 2018



lunes, 12 de marzo de 2018

SIGNIFICACION HISTORICA DE LA CONFERENCIA GENERAL DE MEDELLIN Y LA IGLESIA DE LOS POBRES

XII SEMANA DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

SIGNIFICACION HISTORICA DE LA CONFERENCIA GENERAL DE MEDELLIN Y LA IGLESIA DE LOS POBRES
Por +Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
Introducción
Acepté gustoso la invitación que me dirigió el padre Andrés Bravo y a través de él, del Foro eclesial de Laicos, de la Universidad Católica Cecilio Acosta, porque soy de la generación del 68. Ese año en que se llevó a cabo Medellín, 1968, fui ordenado sacerdote y de algún modo soy tributario de la dinámica de renovación eclesial que generó el Concilio Vaticano II a través de la lectura y aplicación de Medellín.
Se me ha pedido que trate del significado histórico de esa Conferencia y su relación con el sueño de Francisco de una Iglesia de los pobres. Entiendo el término “significación” en el sentido de importancia, de influencia de alguna persona o de un acontecimiento. Significación proviene de la palabra signo, término teológico que tomó particular proyección en el Concilio Vaticano II, con la expresión “signos de los tiempos”. ¿Se puede decir que Medellín reviste una gran significación histórica, en sí mismo, por ser uno de esos signos de los tiempos que debemos saber discernir e interpretar?
Se me pide además que vincule esta relevancia de Medellín con la propuesta del Papa Francisco de una Iglesia pobre para los pobres. No tengo la intención de realizar una investigación exhaustiva sobre el uso de este término en el Magisterio del Papa. Me limitaré a entenderlo, tal como lo presenta en el cap. IV la Exhortación apostólica “Evangelii Gáudium” (24-11-2013). El Papa la trata en la segunda parte del capítulo IV, que lleva por título “La inclusión social de los pobres” (NN 186-216).
A la hora de valorar la importancia de un acontecimiento histórico precisa ser muy modesto. La Iglesia lleva un caminar de siglos. Ciertos acontecimientos que se han producido en su larga historia ha tenido una particular trascendencia. El impacto de muchos de ellos no ha sido inmediato, sino que se ha dado progresivamente, a través de una lenta maduración de las conciencias. La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (aún no se había añadido el Caribe) ocurrido en Medellín, hace apenas cincuenta años, fue uno de ellos. Es un lapso muy corto aún para poder valorar su significación y su influjo en la configuración del pueblo de Dios que camina en los distintos países latinoamericanos.
Delimitado el campo conceptual, nos acercaremos a este tema en las siguientes partes:
-Los contextos, el actual y aquel dentro del cual surgió la Segunda   Conferencia.
-El acontecimiento y las Conclusiones.
- Medellín.
- La Iglesia de y para los pobres: Visión de Francisco. 
1-    Contextos de la Conferencia 
1.1.        Contexto local
Me parece muy acertada haber escogido como tema central para esta XII Semana de la DSI, “El hambre y las Nuevas Pobrezas en Venezuela a la luz de los 50 años de la Conferencia de Medellín” (1968-2018).  Los temas sociales ocuparon un amplio espacio en el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006) y se encuentran recogidos en varios de sus 16 documentos, particularmente en: Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (3) y la Evangelización de la cultura (13).
Pero la grave descomposición del país en todos sus órdenes en estos últimos 18 años y que configura la más devastadora crisis de su historia, ha llevado, tanto a la Conferencia Episcopal Venezolana, como los demás organismos nacionales representativos de la vida consagrada (CONVER) y del laicado (CNL), en sus diversas instancias, a realizar estudios, pronunciamientos y comunicados cada vez más críticos, sin dejar de señalar caminos de solución y de esperanza.  Estas tomas de posición han encontrado apoyo irrestricto en el Papa Francisco, en el CELAM, en numerosas Conferencias episcopales del mundo y otros organismos ecuménicos e internacionales.
En la Asamblea Nacional de Pastoral (ANP), que se llevó a cabo en noviembre del 2105, una las cuatro dimensiones seleccionadas para el desarrollo de los trabajos y la elaboración de propuestas de acción, fue precisamente el Compromiso social.  Sus nueve propuestas junto con una de las premisas del preámbulo, constituyen un decálogo de trabajo para todos los miembros del Pueblo de Dios para los próximos años: formarse seriamente en la DSI, promoción de liderazgos políticos y sociales, capacitación laboral y emprendimiento, fortalecimiento de las capacidades humanas técnicas y socio-pastorales,  creación de las Cáritas parroquiales, promoción y fortalecimiento del voluntariado soco-caritativo, promoción de pastorales sociales especializadas, activación de espacios de encuentro y diálogo, promoción de celebraciones que destaquen el valor de la vida y su dignidad.
1.2 Contexto mundial
El mundo actual se encuentra particularmente convulsionado: rearmamento nuclear en USA y Rusia y en el Medio y lejano Oriente; incremento de la guerra en el Medio Oriente; amenaza creciente del Estado Islámico; migraciones masivas: de los pueblos africanos hacia Europa, acosados por la guerra, los exterminios guerrilleros y el hambre; hacia América del Norte, huyendo de la violencia y del hambre. El Papa no duda en hablar de una tercera guerra mundial por retazos.
2- La Conferencia General de Medellín:
2. 1. Hitos antecesores de la Conferencia General de Medellín:
Quiero recordar tres hitos regionales de particular importancia marcaron la vida de la Iglesia latinoamericana antes de Medellín.
El primero fue la realización en 1899 del Primer Concilio Plenario de América Latina, convocado por el Papa León XIII. Este Concilio le permitió a la Iglesia en América Latina entrar, como conjunto, en el mapamundi de la Iglesia. La intención del Papa era insuflarle una dinámica de actualización y fortalecimiento, ya que llegó al siglo XX, fuertemente desarticulada y debilitada, aislada de la catolicidad universal y despojada de sus recursos pastorales. Todo ello debido las guerras emancipadoras, a los despojos y confiscaciones de sus bienes, a las expulsiones de sus pastores y a los incesantes hostigamientos que sufrieron tanto pastores y fieles, de parte de los gobiernos liberales de inspiración masónica, a lo largo del siglo XIX.
El segundo hito es la realización, en Río de Janeiro (25 de julio al 4 de agosto de 1955) de la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con la asistencia de 96 obispos. Es la primera en su género y por consiguiente la pionera de esta figura. Esta conferencia marcó el inicio de la historia contemporánea de la Iglesia en AL.  Rio de Janeiro centra su atención en la promoción de las vocaciones y del clero nativo, la renovación de la vida religiosa, el apostolado seglar visto aún como un “auxiliar del clero”, y la preservación y defensa de la fe ante el crecimiento del protestantismo.
A partir de aquí la Iglesia en América Latina cobra carta de ciudadanía y las sucesivas conferencias generales de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), la irán mostrando cada vez más viva, comprometida y profética. Va a descubrir su propia originalidad y se esforzará por descubrir sus propias respuestas a los retos que se le presentan, particularmente el inmenso desafío que representa la pobreza, el subdesarrollo y el analfabetismo religioso.
El anhelo de una mayor comunión entre las Iglesias del continente, provocará uno de los mejores frutos de la Conferencia de Río, y que, por su trascendencia, se puede considerar como un tercer hito precursor: la creación del Consejo episcopal latinoamericano, CELAM, organismo de primerísima importancia, que jugará un papel determinante en la realización y el talante sinodal de las siguientes conferencias generales, experiencia orgánica aún única en su género y que en un momento de particular tensión, S. Juan Pablo II mantuvo, a pesar de las presiones de la Curia para eliminarla.
2.2 Desarrollo y Contenido de la Conferencia de Medellín
a) Esta Conferencia tiene lugar apenas tres años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965), y un año después de la publicación de la Encíclica social del Papa Paulo VI, “Populorum Progressio” (1967). Su finalidad: poner a tono las Iglesias de AL con el Magisterio conciliar. Se llevó a cabo en la ciudad de Medellín (Colombia) del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1968, con la presencia de 145 obispos, 70 sacerdotes y religiosos, 6 religiosas, 19 laicos y 9 observadores no católicos. Por Venezuela participaron siete obispos, entre ellos Mons. Domingo Roa, 2 sacerdotes y un laico.
b) La asamblea fue considerada como un nuevo Pentecostés (Cfr. Introd. No 8). En su Mensaje final, los participantes declaran: “Hemos visto que nuestro compromiso más urgente es purificarnos en el espíritu del evangelio todos los miembros e instituciones de la Iglesia Católica. Debe terminar la separación entre la fe y la vida, porque en Cristo lo único que cuenta es ”.
c) Las Conclusiones fueron recogidas en 16 documento agrupados en tres partes:
Promoción Humana: Con cinco documentos: Justicia, Paz, Familia y Demografía, Educación y Juventud.
Evangelización y crecimiento en la fe: con cuatro documentos: Pastoral popular; Pastoral de élites; Catequesis y Liturgia
La Iglesia Visible y sus estructuras: con siete documentos: Movimientos de laicos; Sacerdotes; Religiosos; Formación del Clero; Pobreza de la Iglesia; Pastoral de Conjunto y Medios de Comunicación Social.
d) Muchos son los puntos novedosos tratados en los 16 documentos conclusivos, pero cinco de ellos destacan en el conjunto a modo de tres grandes opciones:
1) Las reflexiones y aportaciones de Medellín tienen como marco propio, una lectura evangélica y comunitaria de los signos de los tiempos desde la realidad de pobreza en el continente. No se propone ser una mera repetición de los documentos conciliares, sino una aplicación creativa que tiene siempre, como norte, dar respuestas concretas a los problemas más acuciantes del continente. Estas respuestas son recogidas a su vez como opciones y compromisos no solo de los asistentes sino de todos los destinatarios, miembros del pueblo de Dios.
2) La fuerte toma de conciencia de que se está entrando en el continente en “una nueva época histórica, llena de anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva. Percibimos aquí los preanuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación” (Introd No 4).
3) La centralidad de la persona humana (Cfr. Introd. 1), desde la óptica del pobre (Ibíd. No 6), considerado no solo como destinatario, sino como sujeto de la Iglesia y de la acción transformadora de su propia realidad y de su entorno;
2) La nueva evangelización concebida como un proceso de liberación integral.
4) La promoción de las pequeñas comunidades, fruto de la nueva eclesiología conciliar, concebidas como la Iglesia misma en plena actividad evangelizadora y de promoción humana y no solo como una simple metodología de evangelización popular.
2.3. Dimensión social del Documento de Medellín
Medellín le dedica un espacio muy amplio al examen de la problemática social. El título de las conclusiones: “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, lo deja entender claramente. Se refleja aquí la gran influencia de la constitución pastoral del Concilio “Gáudium et Spes” y la encíclica “Populorum Progressio” del año anterior. Esta temática ocupa la primera sección de las conclusiones y allí se tratan temas de gran relevancia en ese momento en AL: Justicia, Paz, Familia y demografía, Educación y Juventud.
Para una exposición más detallada del desarrollo y contenido de la Conferencia de Medellín, pueden leer el artículo, con su correspondiente presentación en ppt, cuyo autor es el Padre Leonidas Ortiz, que prestó sus servicios hasta hace poco en el CELAM, como subsecretario adjunto y director del Observatorio Pastoral.
3-Francisco y la Iglesia pobre y para los pobres
3.1. Antecedentes:
3.1.1. opción preferencial por los pobres
Esta opción, aunque en su formulación explícita la encontramos en el Documento de Puebla, forma parte del patrimonio mismo de la Iglesia a partir de Jesús que nació, vivió y murió pobre, y le otorgó a los más pobres, de forma preferencial, su predilección durante su ministerio público hasta identificarse con ellos en el juicio final.
S. Juan Pablo II, después de citar Mt.  35-36, había afirmado: “Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo y por eso mismo es criterio para la Iglesia, pues sobre esta página la Iglesia mide su fidelidad como esposa de Cristo, no menos que sobre el alcance de su ortodoxia” (NMI 49; cfr. CT 53). El Papa Benedicto XVI, en su discurso inaugural de la Conferencia General de Aparecida (2007), comentando a San Pablo, afirmó que “en la opción preferencial por los pobres está implícita la fe cristológica en aquel Dios que se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).
3.1.2. Antecedentes pre y post conciliares.
Ya San Juan XXIII, antes del Concilio, en su radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, había afirmado: “De cara a los países pobres, la Iglesia se presenta tal como es y como desea ser: la Iglesia de todos, pero especialmente la Iglesia de los pobres”.
El Cardenal Giácomo Lercaro, arzobispo de Bolonia, la retomó al final de la primera sesión del Concilio, al proponer la “Iglesia, sobre todo de los pobres” como el gran tema del Concilio e incluso la razón principal de la unidad de los cristianos, centrándolo en el misterio de Cristo en los pobres. El Concilio no las recogió. Encontraremos sin embargo su resonancia en la GS y la PP, de la cual es fue uno de los autores.
Con todo tales iniciativas no cayeron en saco roto. Casi al final de la última sesión conciliar un grupo de cuarenta padres conciliares, encabezados por Dom Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, hicieron público el llamado Pacto de las Catacumbas (16-11-1965). Se trata de un compromiso personal y público que cada firmante iba a asumir en sus respectivas diócesis. Su contenido se rige por la regla general de vivir “tal como suele vivir nuestra gente” y suelen ir acompañadas de fundamentaciones bíblicas. Tocan, entre otros el estilo de vida, las posesiones, los títulos honoríficos, la vestimenta, la gestión económica, las relaciones personales con ricos y poderosos, con los pobres y los trabajadores. Muchos de sus propósitos siguen siendo válidos para la reforma de la Iglesia hoy.
3.2. La Iglesia pobre y de los pobres, corazón de la reforma de la Iglesia
De algún modo el Papa Francisco retoma el propósito reformador de este Pacto y el espíritu y algunas de las insistencias claves de Medellín. Hace suya esta lectura teológica de sus predecesores: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica, antes que cultural, sociológica, cultural o filosófica”, EG 198). Pero ahora la transforma en el eje fundamental de la reforma de la Iglesia.
Son variados los perfiles que caracterizan al Papa Francisco, pero sin duda uno de ellos, que él mismo asumió desde su aparición en el balcón de la Plaza San Pedro, es el de reformador. Una de esas reformas, es la conversión eclesiológica con sus consecuencias sobre la pastoral y todas las estructuras eclesiales. Por eso repite lo que ya expresó desde el inicio de su pontificado: “Quiero una Iglesia pobre para los pobres” (Ibíd.)  esto lo reforzará con la escogencia del nombre de Francisco.
El sueño del Papa Francisco es sacar a la Iglesia de su auto-referencialidad, para colocarla “en la dinámica del éxodo, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21), para cumplir la misión confiada por Cristo, tal como la presenta la GS 40-45. En esta dimensión itinerante, reconocemos la presentación que hacen de la Iglesia LG 2-4 y AG 2-4, como prolongación de las misiones trinitarias del Hijo y del Espíritu Santo, como continuación en la historia, de la Encarnación kenótica del Hijo de Dios. Esta misión que la lleva a entrar en la misma dinámica de la Encarnación, a romper cercos para ir siempre más allá, implica la inculturación, la pobreza y el servicio de los pobres.
3.2.1. Iglesia pobre, de y para los pobres
Según el p. Pedro Trigo a este término se le pueden dar tres acepciones.
a)   La Iglesia, aún sin ser pobre, tiene a los pobres como destinatarios preferidos de su acción. En esta línea podríamos leer LG 8.
b)   Si ellos se sienten en la Iglesia “como en su casa”
c)    Si además son sujetos activos y privilegiados de su misión
Descartado el primero y avanzando ya en la aplicación de la segunda interpretación en muchas Iglesia locales, quedaría pendiente aún la realización de la tercera: una conversión espiritual, pastoral y estructural a Cristo pobre y en los pobres.
Es el deseo que Francisco expresado en EG 198: “Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La Nueva Evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198); Cfr. NMI 50).
Y más adelante concluye: “Solo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa” (Ibíd. 199).
3.2.2. Iglesia para los pobres e inclusión social
Hay una íntima relación entre este modelo de Iglesia y la dimensión social de la evangelización como uno de sus componentes esenciales. Desde los pobres la Iglesia se dirige a toda la humanidad. Francisco hace suya una expresión de Benedicto XVI: “el servicio de la caridad es una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su esencia” (EG 179). Se trata de evangelizar el hombre, todo el hombre y todos los hombres. De allí la obligación que pesa sobre la Iglesia si quiere ser fiel a su misión “de emitir opiniones sobre todo cuanto respecta a la vida de las personas…No se puede afirmar que la religión deba limitarse al ámbito privado y que sirva únicamente para preparar a las almas para el cielo. Sabemos que Dios desea la felicidad de sus hijos también en esta tierra” (EG 182). Y más adelante: “Nadie puede exigirnos relegar la religión a la secreta intimidad de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que interesan a los ciudadanos” (Ibíd. 183).
Siguiendo la línea de S. Juan XXIII, Francisco quiere dejar claro que nosotros somos ante todo pastores, que debemos de cuidar de la salvación integral de los seres humanos. Es desde esta óptica que hay que leer todo el capítulo IV de la Exhortación que lleva por título la dimensión social de la Evangelización. Nuestras respuestas deben abarcar, por consiguiente, desde los gestos más sencillos y cotidianos de la solidaridad hasta la cooperación con otros entes privados no-gubernamentales, para resolver los problemas estructurales de la pobreza (EG 188), lo cual supone no solo la atención amorosa sino también voluntad política.  (EG 205).
4. Medellín y la Iglesia pobre, de y para los pobres de Francisco.
¿Qué encontramos del sueño de Francisco en el documento de Medellín? Intentaremos responder a esta pregunta de tal modo que se resalte también la significación histórica de esta Conferencia.
Recordemos que Medellín se propuso aplicar las directrices del Concilio Vaticano II al continente latinoamericano y caribeño. Y lo hace no repitiendo sus conclusiones sino acogiendo su espíritu de renovación y llevando a cabo una lectura de los signos de los tiempos presentes en la realidad del continente y descubrir desde ellos la presencia salvífica de Dios.
Los obispos encontraron en los pobres los protagonistas más significativos y el “hecho mayor” de la vida y de la historia de los países del continente (Cg Pobreza 7, Laicos 2). En los pobres ven un sacramento de la presencia de Dios y por tanto un auténtico “lugar teológico” (Cf Justicia 1: Introducción 4 y 5). Medellín marca así un hito en la toma de conciencia de que la injusta y degradante pobreza en la que vivían millones de personas en el Continente era el más grande y mayor desafío para su misión evangelizadora. De allí se deriva la opción de Medellín por el hombre y dentro de esta opción pone su mirada, de manera especial, en los pobres.  Hay un claro propósito en los pastores allí congregados de promover y construir al hombre íntegro e integralmente, especialmente los más pobres. Allí se vislumbra ya que esta opción no es una actividad pastoral inmanente sino un quehacer teológico.
Desde esta visión y esta opción, Medellín le otorgará al tema de la promoción humana un amplio espacio, inaugurando así un acercamiento privilegiado a la realidad social, que se mantendrá de un modo u otro, en las siguientes conferencias. Es de ese espíritu que bebió el Papa Francisco, además de su espiritualidad ignaciana, para escoger su línea de pontificado. El compromiso con la justicia social y la transformación de la vida de los pobres se entenderá ya como una dimensión esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ya aquí encontramos el término Nueva evangelización y el alcance de su significado.
Medellín dedica al tema de la pobreza dos de sus documentos. El primero se encuentra en la primera sección dedicada a la promoción humana y el segundo en la última sección, intitulada La Iglesia visible y sus estructuras, en el documento la Pobreza de la Iglesia. Este documento consta de tres partes que deja ya entrever la metodología del Ver-Juzgar-Actuar, que se adoptará en los trabajos del CELAM y en Puebla: La realidad latinoamericana, la Motivación doctrinal y la Orientaciones pastorales.
En la primera parte se comprueba una vez más “el sordo clamor que brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”. También acoge las críticas que le hacen a la Jerarquía, al clero y a los religiosos “de ser ricos y aliados de los ricos”. En la segunda parte describe los distintos sentidos del término pobreza y señala las características de una Iglesia pobre:
a) “Denuncia la carencia de injusticia de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra.
b) Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor.
c) Se compromete ella misma en la pobreza material”.
Concluye: “La pobreza de la Iglesia y sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios, compromiso de solidaridad con los que sufren” (Pobreza de la Iglesia 5 y 7).
En las Orientaciones pastorales, cuando trata de las preferencias y solidaridad y del testimonio, recoge mucho del espíritu que animó el Pacto de las Catacumbas. He aquí algunas de ellas:
- “Los obispos queremos acercarnos cada vez más con sencillez y sincera fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta nosotros”.
- “La promoción humana ha de ser la línea de nuestra acción pastoral y a favor del pobre".
Deseamos que nuestra habitación y estilo de vida sean modestos, nuestro vestir sencillo; nuestras obras e instituciones, funcionales si aparato ni ostentación".
Pedimos a sacerdotes y fieles que nos un tratamiento que convenga a nuestra misión de padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos honoríficos propios de otra época".
“La ayuda de todo el pueblo de Dios, esperamos superar el sistema arancelario, remplazándolo por otras formas de cooperación económica que estén desligadas de la administración de los sacramentos”.
“Exhortamos a los sacerdotes a dar testimonio de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales, como lo hacen tantos particularmente en regiones rurales y en barrios pobres”. Con empeño procuraremos que tengan una justa, aunque modesta sustentación y la necesaria previsión social.
Y dejo esta afirmación como compromiso final: “Estos ejemplos auténticos de desprendimiento y libertad de espíritu, harán que los demás miembros del pueblo de Dios den testimonio análogo de pobreza. Una sincera conversión ha de cambiar la mentalidad individualista en otra de sentido social y preocupación por el bien común
Queremos que nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de convivencias y de prestigio ambiguo, que “libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza” sea más trasparente y fuerte su misión de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de Cristo, presente en la construcción del mundo”.
CONCLUSION
Quizá la mayor significación histórica de mayor trascendencia de Medellín es de haber hecho una clara y definida opción por los pobres. Los obispos de Medellín enuncian varios motivos para fundamentar esta opción:
-Sociológicos: exigida por la escandalosa realidad de la desigualdad social (M.P,2).
-Teológicos: Dios ama a los pobres y los defiende.
-Cristológicos: Asumió su condición. Son los primeros destinatarios de su misión. Se identifica con ellos. Su evangelización es señal del advenimiento del Reino (M.P,31-39).
-Eclesiológicos: La Iglesia que se hace pobre se parece más a lo que Jesucristo quiso de ella M.P. 5; J,15).
-Escatológicos: El Juicio final se hará en base a la actitud asumida ante ellos.
De todo esto se deduce que la opción por los pobres es un verdadero lugar teológico. De aquí en adelante el tema será tomado por todas las conferencias generales sucesivas. La Iglesia en Venezuela no se montó en el tren de Medellín en el momento de su realización. Será 10 años después, gracias a la Conferencia General de Puebla, que asumirá progresivamente las grandes opciones de esta profética Conferencia.
El Papa Francisco es sin duda tributario en su Magisterio y espiritualidad de las Conclusiones de la Conferencia General de Aparecida. Pero es también el Papa que mejor recoge el talante y la herencia espiritual de S. Juan XXIII y quien intenta llevar hasta sus últimas consecuencias la opción evangélica y preferencial por los pobres inspirada en Medellín, transformándola no solo en un signo de los tiempos, en un lugar teológico sino también en el modelo que debe configurar la Iglesia en la totalidad de su ser sacramental para ser fiel a los designios de la Trinidad y de las ansias y anhelos de la humanidad de hoy. Hay una fuerte corriente espiritual y pastoral que une esta opción de Medellín con la Iglesia de y para los pobres, que, sueña el Papa Francisco, 50 años después, para la Iglesia universal.
Maracaibo, 26 de febrero de 2018
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo