jueves, 30 de diciembre de 2010

La paz como actitud de vida

Dr. Antonio Pérez Esclarín
Filósofo y teólogo, sobre todo, Maestro


Había una vez un rey que ofreció un gran premio al artista que lograra captar en una pintura la paz perfecta. Numerosos artistas presentaron sus cuadros en los que intentaron plasmar sus visiones de la paz. El rey, tras observar todas las pinturas, seleccionó dos que le habían impactado profundamente.
La primera recogía la imagen de un lago muy tranquilo. En él se reflejaban las montañas plácidas y sobre ellas un cielo inmensamente azul con unos tenues brochazos de nubes blanquecinas. Ciertamente, la visión del cuadro producía paz y todos estaban seguros que esta pintura sería la ganadora. La segunda pintura ofrecía un paisaje de montañas abruptas y escabrosas, sobre las que un cielo enfurecido descargaba una colosal tormenta de rayos y truenos. De la montaña caía un torrente impetuoso.
La gente no entendía cómo el rey la había seleccionado como finalista. Mayor fue su asombro cuando, después de largas cavilaciones, el rey la eligió como ganadora.
—Observen bien el cuadro —les dijo el rey al explicar su decisión-. Detrás de la cascada hay un pequeño arbusto que crece en la grieta de la roca. En el arbusto hay un nido con un pajarito que descansa tranquilo a pesar de la tormenta y del fragor de la cascada. Paz no significa vivir sin problemas ni conflictos, llevar una vida sin luchas ni sufrimientos. Paz significa tener el corazón tranquilo en medio de las dificultades.
Sólo los que tienen el corazón en paz podrán ser sembradores de paz y contribuirán a gestar un mundo mejor en medio de tantas violencias, tormentas y problemas. La lucha por la paz y la justicia debe comenzar en el corazón de cada persona. Ser pacífico o constructor de paz no implica adoptar posturas pasivas, ni ser sumiso, sino comprometerse y luchar por la verdad y la justicia.
Pero no seremos capaces de romper las cadenas externas de la injusticia, la violencia, la miseria, si no somos capaces de romper las cadenas internas del egoísmo, el odio, el consumismo…, que atenazan los corazones. No derrotaremos la corrupción, que actualmente corroe la entraña de la sociedad, con corazones apegados a la riqueza y el tener; no construiremos participación y democracia con corazones ávidos de poder; no estableceremos un mundo fraternal con corazones llenos de odio y de violencia.
Se acerca la Navidad, tiempo para la reflexión profunda, para el reencuentro, la fraternidad y la paz. De nada servirá decorar casas y oficinas, llenar de luces plazas y avenidas, poner pinos y pesebres en nuestros hogares, si no tenemos la disposición de cambiar nuestros corazones, de deponer toda actitud violenta, excluyente, vengativa. Hoy tenemos el peligro de ahogar las navidades en un consumismo desenfrenado o de vivirlas superficialmente, de un modo sensiblero, sin ahondar en su significado y en consecuencia, sin conversión profunda de nuestras actitudes y valores.
En Navidad celebramos el misterio de un Dios que se despoja de sus atributos divinos para nacer en la total precariedad. Aceptar a ese niño que tiembla de frío en un pesebre es aceptar a todos los excluidos, a todos los marginados, a todos los que sufren cualquier tipo de discriminación o de carencia; es aceptar la sencillez en lugar de la prepotencia, la fraternidad en vez de la dominación, el amor en vez del odio, el perdón en vez de la venganza.
En Belén los ángeles anunciaron el nacimiento del Niño con un mensaje de paz a los “hombres y mujeres de buena voluntad”, es decir a los sencillos y humildes de corazón, a los que se comprometen a actuar con honestidad y respeto.
En Navidad no celebramos el recuerdo del nacimiento de un niño hace más de dos mil años, que luego llegaría a ser un maestro famoso. Los nacimientos de los personajes ya muertos no se celebran. A nadie se le ocurre celebrar el nacimiento de Sócrates, de Pericles, de Virgilio, o incluso de nuestros familiares que ya se fueron. Celebramos el nacimiento de los que están vivos, de los que siguen con nosotros. Para los católicos y cristianos en general celebrar la Navidad es afirmar que Dios sigue con nosotros, que continúa naciendo en los corazones de todos aquellos que se comprometen a trabajar por la paz, por la justicia, por la inclusión; en todos los que eligen el servicio y el amor como proyecto de vida. Celebrar la Navidad es, en definitiva, convertirse a los valores de Jesús.
Celebrar la Navidad de espaldas a las necesidades de los demás es repetir la actitud de todos los que cerraron sus puertas a José y María cuando solicitaban posada. Celebrar la Navidad y alimentar el odio y la venganza es celebrar no a Jesús, sino a Herodes, que quiso matar al niño porque lo consideró una amenaza a su poder.

martes, 28 de diciembre de 2010

Jesús sigue naciendo entre las víctimas

Dr. Antonio Pérez Esclarín

Cuando uno presencia una tragedia tan dolorosa como la que están sufriendo tantos hermanos nuestros que lo han perdido todo con las lluvias, es normal que a uno le suba al corazón y a los labios el grito rebelde de “¿Dónde está Dios?” o “¿Qué Dios es este que parece castigar siempre con especial saña a los más débiles, pobres y necesitados?”.
Y entonces viene a mi mente, el recuerdo de aquel suceso en un campo de concentración nazi. Un adolescente fue condenado a morir en la horca por haberse robado unos pedazos de pan. Todos los prisioneros debían presenciar la ejecución, para que sirviera de escarmiento. Cuando el joven se agitaba en su agonía, se escuchó la queja adolorida de uno de los presos: “¿Dónde está Dios?”. Enseguida llegó la respuesta de otro compañero: “¡Allí, colgando de esa soga!”.
La Navidad es una excelente oportunidad para convertirnos de una vez al Dios de Jesús, un Dios que está siempre con los que sufren las desgracias y no con los que las causan. Un Dios amigo de las víctimas y no de los victimarios. Dios está en el dolor de los que lo han perdido todo, en el llanto de la madre que no tiene que darles de comer a los hijos, está esperando agua, medicinas o una colchoneta en los refugios de los damnificados.
Es urgente que nos libremos de una vez de la imagen de ese Dios amigo de los poderosos, ajeno a los dolores y desgracias de este mundo, insensible ante el sufrimiento de las víctimas. Dios no causa las tragedias, sino que las sufre.
Dios se despoja de los atributos con que hemos revestido la imagen de la divinidad, y se esconde en ese niño que no tiene dónde nacer, que tiembla de frío sobre las pajas de un pesebre, que enseguida tiene que huir al destierro para salvar la vida, pues los poderosos quieren matarlo y durante varios años deberá vivir como un indocumentado. Dios se oculta en la vida anónima y sin brillo de un pobre carpintero de un pueblucho miserable que luego, arrastrado por el Espíritu, empezará a recorrer los caminos de Palestina con la Buena Noticia de que Dios es amigo de los pobres y necesitados, que quiere para todos vida digna y nos necesita para realizar en este mundo su sueño de justicia, libertad y fraternidad. Para ello, debemos convertirnos, cambiar radicalmente nuestra imagen de Dios, cambiar los valores y el modo de vida. Para el mundo, lo importante es triunfar; para Dios, según Jesús, lo importante es servir. Para el mundo es primero el que más tiene, para Jesús es primero el que más sirve con lo que tiene. Jesús nunca utilizó el poder para gobernar y mandar, sino para servir, para liberar, para curar. No ejerció nunca el poder sobre las personas, sino que lo orientó a humanizar la vida y aliviar los sufrimientos de la gente, para hacer crecer la libertad y la fraternidad.
El poder suele ir acompañado de autoritarismo impositivo y no es capaz de cambiar los corazones. Jesús cree en el servicio humilde de los que buscan una sociedad mejor para todos. Por ello, “quien quiera ser el mayor, que se haga su servidor” (Mc 9,25).
Si Dios está siempre con las víctimas, lo está también con los solidarios, con los buenos samaritanos que acuden a socorrer a los heridos del camino, a los que han sido golpeados por esta tragedia y por todas las tragedias.
Ciertamente, no está con los que viven indiferentes ante el dolor y sufrimiento de los demás, no está con los especuladores que siempre se aprovechan de la escasez y necesidades para enriquecerse; ni está tampoco con los que quieren utilizar la tragedia para proyectarse ellos, para obtener dividendos politiqueros, o para exhibir su solidaridad.
Navidad: tiempo para acrecentar nuestra solidaridad humilde y eficaz. Jesús nos necesita en los miles de víctimas que sufren. Celebrar la navidad de espaldas a su dolor es negar posada a Jesús que sigue tocando la puerta de nuestro corazón. Navidad: una invitación a nacer de nuevo, a renacer a una nueva vida, a hacer nuestro el estilo de vida de Jesús.
26 de diciembre de 2010
Tomado de http://www.panorama.com.ve/

MENSAJE DE AÑO NUEVO

MENSAJE DE AÑO NUEVO
A TODOS LOS SACERDOTES
Y MIEMBROS DEL PUEBLO DE DIOS

Luego de haber celebrado con alegría la fiesta de la Navidad, nos disponemos a recibir un año nuevo. Es una hermosa oportunidad para hacer una revisión de vida por lo que hemos realizado a lo largo del año 2010: así podremos dar gracias a Dios por los beneficios recibidos, reconocer nuestras faltas por lo que no hicimos bien o por lo que dejamos de hacer, y también evaluar la marcha de nuestro trabajo evangelizador.
Durante el año 2010 hemos podido continuar la MISION DIOCESANA, con la que estamos desarrollando la MISION CONTINENTAL en nuestra Iglesia local. Hemos celebrado los 400 años de la venerada imagen del Santo Cristo de La Grita, que nos permitió reafirmar nuestra fe en el Señor Redentor de la humanidad. Hemos ido consolidando el Proyecto Diocesano de Pastoral y así se han venido fortaleciendo numerosas Comunidades Eclesiales de Base. En las últimas semanas de este año sentimos la fuerza de la naturaleza: no pocos hermanos nuestros acá en el Táchira y en Venezuela fueron golpeados por las lluvias y otros fenómenos naturales. Ello nos permitió reafirmar el sentido de solidaridad existente entre nosotros y hacerles llegar nuestra fraterna demostración de caridad.
El nuevo año 2011 se nos presenta con nuevos retos y compromisos. Hemos aprobado el Plan Trienal de la Diócesis en la Asamblea Diocesana de Pastoral de octubre pasado. Entre los programas del mismo hay dos que son urgentes: los aportes para la renovación moral de nuestra sociedad y la defensa y consolidación de la institución familiar en nuestra región. Comenzar a poner en práctica este Plan Trienal nos permitirá reafirmar lo que concluimos en el II Sínodo: queremos que nuestra Iglesia local de San Cristóbal se renueve en “espíritu y verdad”. A la vez, que se haga presente con lo que le es propio: el anuncio de la Palabra liberadora a todo hermano, en todas las comunidades e instituciones.
Sabemos que el nuevo año se avizora con dificultades de diverso tipo en el campo político, social y económico. Nuestra actitud debe ser la de un compromiso en comunión con todos, promoviendo el encuentro y el diálogo, sin importar la diversidad de opiniones. Con nuestras acciones pastorales, con el testimonio decidido y valiente de cada uno y con la fuerza del Espíritu nos corresponde edificar la solidaridad, la paz, la concordia, la reconciliación y la fraternidad: es nuestra colaboración a la edificación del reino de Dios y nuestra contribución al auténtico desarrollo de nuestra sociedad.
No olvidemos a los más pobres y necesitados, en especial a los que han sido golpeados por las inclemencias de la naturaleza. Es importante que sigamos mostrando que en el Táchira los creyentes somos solidarios, capaces de vencer toda mezquindad y egoísmo, para hacer brillar el amor y la luz del Dios de la vida.
Que el año 2011 sea un tiempo de gracia y de paz, en el que manifestemos con nuestras acciones enriquecidas por la oración, la Palabra y los sacramentos que somos “hijos de la luz” y que hacemos presentes al Dios de la Vida y del Amor en todo momento y lugar.
Imploro la bendición del Señor para todos y la maternal protección de María del Táchira, Nuestra señor de la Consolación.

San Cristóbal, 1 de enero del año 2011.

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

Para el año 2011…


Por Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristóbal

El inicio de un nuevo año siempre nos presenta interrogantes y retos. Muchas veces se nos presenta la tentación de pensar que “algo” nos traerá mejor suerte. Sin embargo, desde la perspectiva cristiana, estamos llamados a vivir el nuevo año con el sentido evangelizador: es decir, sabiendo que estamos caminando en la plenitud de los tiempos hacia el encuentro con el Señor. De allí que nuestros saludos de año nuevo sean los de reafirmación del compromiso que tenemos con todos: edificar el Reino de Dios y contagiarnos mutuamente del amor del Dios de la vida.
Vivimos en la plenitud de los tiempos, inaugurada por el Dios humanado que hemos celebrado en el misterio de su nacimiento. Gracias a la encarnación, como nos enseña Juan Evangelista, podemos vivir gracia sobre gracia. Y todo ello con una característica que nos distingue y que es fruto de la acción salvadora de Dios hecho hombre: somos hijos de Dios. A lo largo del nuevo año estamos llamados a manifestarnos como hijos de Dios. Ello conlleva el ser testigos de lo “que hemos visto y oído”: es decir de nuestra propia experiencia de Dios. Entonces, se requiere que a lo largo del nuevo año, reforcemos nuestra comunión con Dios, nuestro encuentro con Jesús, en su Palabra, en los sacramentos, en la caridad y en la comunión con los hermanos.
Un signo especial que nos garantiza esto nos lo presenta la Iglesia. Precisamente el 1 de enero de cada año la Iglesia celebra a María, la Madre de Dios. Esta celebración es un reconocimiento desde la fe de su maternidad divina. Por tanto, de su servicio sencillo pero decidido con el cual nos dio el regalo del DIOS-CON-NOSOTROS. María es modelo de todo creyente. Ella supo cumplir la voluntad de Dios y fruto también de ese cumplimiento, gracias al fruto bendito de su vientre, es el convertirnos en hijos de Dios.
Como María, cuales hijos de Dios, nos corresponde la tarea hermosa de hacer presente a Dios. Para ello, nuestro trabajo evangelizador, acompañado de nuestro testimonio entusiasta, nos ayudarán. Es, así, el nuevo año un momento de gracia en el cual nos manifestamos como lo que somos, y durante el cual proclamamos el evangelio de la salvación y de la vida.
Contamos con la gracia de Dios. No es otra cosa sino su continua bendición. Esta nos da fuerza y nos sostiene en nuestro caminar durante el año 2011, y siempre. Como nos lo recuerda el libro de los Números, es una bendición que conlleva la protección de Dios para que sobre cada uno de nosotros resplandezca su rostro y su favor. Esa bendición también incluye la paz: no la de los acuerdos o de las treguas, que es una paz frágil… sino la paz verdadera que nace del amor de Dios y se expresa en la solidaridad, el perdón, la reconciliación y la fraternidad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

NAVIDAD Y ESPERANZA

Por el Padre
Luis Ugalde SJ

Un país sin esperanza es como un pájaro con alas cortadas. Los pueblos se vuelven irreconocibles cuando les matan el alma colectiva y creadora. Siempre me vuelve la deprimente imagen que hace 46 años se me grabó en la plaza principal del Cuzco al ver a aquellos indios doblados barriendo el piso con unas grandes ramas a modo de escobas. ¿Cómo se explica el abismo entre estos pobres y humillados hombres y sus antepasados que construyeron la maravilla del Templo del Sol o la ciudad sagrada de Machu Picchu? Son ellos mismos; ayer con sueños y alma creativa y hoy con la columna vertebral de su espíritu quebrada. Es un misterio el auge y la muerte de las culturas. Desde luego detrás de las obras culturales más admirables, como en las pirámides de Egipto o en asombrosos monumentos aztecas, hay imperios de iniquidad y de esclavitud, pero animados por un espíritu de grandeza, aunque sea sacrificando vidas para ofrendar una tumba al faraón.
En la Cuba de hace medio siglo hubo sueños de liberación y de dignidad, pero el faraón de turno los convirtió en la actual imperante desesperanza donde los sueños de los jóvenes sólo se proyectan al otro lado del “mar de la felicidad”; mientras él clama contra la infelicidad del resto del mundo para no mirar la ruina de su isla.
Venezuela hoy se debate entre la esperanza y el desaliento. Cientos de miles de jóvenes preparados lanzan sus sueños y talentos fuera del país, aunque no todos puedan salir. El régimen juega al desaliento de los insumisos y se apresura a aprobar una catarata de leyes para aferrarse al poder. Como si conversara con Fidel, Chávez dice: ustedes se afianzaron porque sus opositores huyeron a Miami, nuestra hazaña es mayor, pues tenemos que neutralizar, anular y ahuyentar a los de dentro. Hoy la desesperanza es común a los opositores, a los propios seguidores del régimen y a millones de pobres colgados entre palabras henchidas de promesas y la cruel y vacía realidad. Recientemente en un barrio de repetidas promesas rojitas, frustradas y barridas por las lluvias desmesuradas, un periodista le preguntó a uno de los afectados qué ayuda esperaba y recibió una respuesta amarga: “luego de tantas falsas promesas, ahora no espero nada”. Es lo peor que nos puede pasar, que la gente pobre se resigne a su negación y no espere nada; que el régimen, perdida su utopía por el inútil esfuerzo de encerrarla en la jaula de la sumisión, se aferre cínicamente al poder en sí mismo, sin propósito liberador; que los emprendedores agredidos, pero todavía con recursos económicos y formación, coloquen el nido de sus sueños y creatividad en Panamá, Colombia o Miami.
Afortunadamente Venezuela tiene futuro y esperanza; tiene con qué y con quiénes, pero necesita emocionarse con un proyecto de liberación compartido y en democracia, es decir, con todos y para todos. Hoy como nunca necesitamos vencer la tentación de la desesperanza, diseñar una propuesta de transformación que nos invita a la movilización hacia un país de progreso y dignidad para todos.
La Navidad en Venezuela, que empieza antes de diciembre y termina en el nuevo año, siempre vuelve cargada de esperanza trascendente como visita de Dios que nos llama a la vocación más sublime. En torno al Niño de Belén se renueva la esperanza en el Amor que es más fuerte que la muerte, capaz de convertir las aspiraciones en realidades y las palabras en hechos de carne y sangre. Escuchemos la invitación transformadora del Maestro al tullido que tiene fe: “Levántate y camina”; asume tu responsabilidad y cambia el odio en tu país en convivencia creadora.
En medio de esta gigantesca irresponsabilidad manipuladora que juega con las desgracias, ayudémonos unos a otros a avivar la esperanza de vida, con respeto y solidaridad, con instituciones y políticas serias que permitan construir casa y hábitat acogedores, con salud, educación, seguridad… y trabajo digno y creativo. No es una vergüenza vencer el escepticismo y seguir con esperanza activa, ni cosa de niños que creen en San Nicolás o en los regalos del Niño Jesús con tarjeta en los centros comerciales. El futuro de Venezuela está presente y en esta Navidad y Año Nuevo lo vivimos, no como ilusión de escape, sino como fuego interior que ninguna manipulación ni amenaza puede apagar.

sábado, 25 de diciembre de 2010

TRIBUNA NICOLE MUCHNIK: Cristianos de Oriente


Nicole Muchnik es periodista y escritora
Traducción de Juan Ramón Azaola




Recientemente se han producido dos noticias que no han ocupado la primera página de los periódicos ni han tenido la repercusión que merecían: la celebración en Roma, del 10 al 25 del pasado mes de octubre, del sínodo que ha reunido a 165 obispos, durante el cual la Iglesia ha dejado de ocuparse del aborto, de la masturbación, de las mujeres en el hogar y de la sexualidad de los adolescentes, para centrarse en el grave problema de los cristianos de Oriente. La segunda noticia es la decisión, más simbólica que significativa, tomada el 2 de noviembre, de acoger en suelo francés a 150 cristianos de Irak, víctimas del atentado del 1 de noviembre, que se saldó con la muerte de 46 fieles católicos siríacos en una iglesia de Bagdad.
De hecho, la decisión francesa no es sino el síntoma de una realidad mucho más apremiante, ya que los cristianos de Oriente son ahora más numerosos en el extranjero (Europa, América, Australia) que en sus países de origen. Durante los últimos 100 años su proporción en la región no ha dejado de caer: en total solo representarían entre un 3% y un 6% de las poblaciones locales en lugar de entre un 15% y un 20% a comienzos del siglo XX. Hoy son aproximadamente 13 millones los cristianos que viven en países árabes de Oriente Próximo, en Turquía y en Irán.
Aunque sea difícil evaluar la población cristiana de cada uno de los países de Oriente Próximo, se calcula que actualmente habría en Líbano un 30% de cristianos y que un 40% de su contingente inicial habría abandonado el país desde el comienzo en 1975 de las guerras civiles. Recordemos que en un Líbano afectado por el conflicto palestino-israelí, la política y las operaciones violentamente antipalestinas de la Falange cristiana entre 1975 y 1982 no les dispensaron precisamente las simpatías del mundo árabe.
En Irak, la población cristiana presente en Mesopotamia desde hace 2.000 años ha disminuido en un tercio desde el conflicto entre Irán e Irak y las dos guerras estadounidenses contra Sadam Husein, y solo representa ya el 3% de la población. Lejos de calmar las cosas o de proteger a las comunidades amenazadas, la presencia norteamericana en ese país solo ha servido para atizar los odios.
Las iglesias iraquíes son regularmente atacadas, como ha ocurrido recientemente con la iglesia siríaca de Bagdad. En un lugar como Mosul solo quedan 500 familias cristianas de las 2.000 que había. "Los cristianos de Mosul y de Basora deben escoger entre el regreso a la dimitud, la emigración o la muerte", dice Jean Benjamin Sleiman, arzobispo católico de Bagdad.
Bajo el Imperio Otomano, la dimitud era un régimen de tipo medieval de sumisión y protec-ción de las minorías, que implicaba el pago de un impuesto particular.
De hecho, la tragedia que golpea a los cristianos de Irak afecta también al conjunto de minorías étnico-religiosas de la región. En Alepo, Siria, cuna del cristianismo histórico, la población cristiana no representa más que un 10%, y el 2% en Jordania. Israel contaría con un 10% de árabes israelíes cristianos y actualmente sería receptora de una diáspora de árabes cristianos. En Egipto, los coptos son desde hace tiempo el objetivo de los Hermanos Musulmanes, precursores de todos los islamistas y talibanes del mundo, cuyas exacciones, sobre todo en el Alto Egipto, fuerzan a los coptos al exilio. Desde hace 10 años, un millón y medio de coptos habrían emigrado, principalmente hacia Estados Unidos o Canadá.
También en Palestina la situación se deteriora rápidamente: la mujer de Yasir Arafat era cristiana, pero en Cisjordania, en Jerusalén Este y en la franja de Gaza sus correligionarios ya no serían más que unos 50.000. Representan el 30% de la población de Belén, después de haber sido durante siglos el 80%. No obstante, el alcalde cristiano de Belén ha sido elegido con el apoyo de Hamás y los cristianos están representados en la dirección de la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas.
La cristiandad de Oriente reconoce a una docena de iglesias diferentes -todo un símbolo de tolerancia y libertad-, dirigidas por 11 patriarcas, habiendo prosperado cuatro de ellas más que las otras: la griega ortodoxa de Constantinopla, la iglesia copta de Alejandría, la iglesia de Antioquía, griega, siria y jacobita, y la iglesia católica de Roma. Pero la historia de los últimos decenios se ha encargado de transformar totalmente la situación de esta región extraordinariamente compleja y rica tanto social como culturalmente.
Mientras que Líbano se desgarraba en guerras intestinas y Palestina se judaizaba, el Irak laico y tolerante ha sufrido literalmente una implosión por efecto de las dos guerras norteamericanas, que han hecho de la colectividad cristiana una de sus principales víctimas.
Causas políticas internas o introducidas desde el exterior, y por lo general por Occidente, han provocado en todas partes la misma consecuencia, el incesante ascenso del islamismo más radical, que constituye una creciente amenaza no solo para la libertad religiosa sino una amenaza política para la sociedad civil y los derechos de las personas.
"Algunos observadores predicen que Tierra Santa se habrá vaciado enteramente de sus cristianos en el siglo próximo", escribe René Guitton. Y, sin embargo, esos árabes cristianos tienen precisamente su hogar en Oriente, donde su presencia bimilenaria es anterior al islam.
Desde los orígenes de la cristiandad, encajonados entre Oriente y Occidente, con una cultura árabe y una religión o creencia que les vincula a Occidente, "los cristianos han sido los catalizadores de la modernidad árabe", recuerda el historiador Henry Laurens.
La contribución de los árabes cristianos, particularmente de los libaneses, al renacimiento del mundo árabe, es bien conocida, y es larga la lista de los intelectuales árabes cristianos reconocidos en el mundo entero, desde Edward Saïd a Gibrán Jalil Gibrán pasando por Butros Butros-Ghali, antiguo secretario general de la ONU, y la gran cantante Fayruz. La historia de la prensa, de las artes gráficas y de la edición, desde la primera imprenta árabe en Oriente hasta el lanzamiento de algunos de los grandes periódicos contemporáneos, no existiría sin ellos.
Y, como han escrito en Le Monde Nadia Hamour y Mohamed Abdi: "A la cabeza de la laicización, han sido los primeros en pensar en la integración política de todas las minorías religiosas en un mismo movimiento de reivindicación nacional, de lucha anticolonialista y de emancipación. Su desaparición corre el riesgo de dar la razón a los defensores del choque de civilizaciones, cristalizado en esta seudofractura entre Oriente y Occidente".

http://www.elpais.com/
el día 26-12-2010

LA LIBERTAD RELIGIOSA, CAMINO PARA LA PAZ


MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLIV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2011

LA LIBERTAD RELIGIOSA CAMINO PARA LA PAZ


1. Al comienzo de un nuevo año deseo hacer llegar a todos mi felicitación; es un deseo de serenidad y de prosperidad, pero sobre todo de paz. El año que termina también ha estado marcado lamentablemente por persecuciones, discriminaciones, por terribles actos de violencia y de intolerancia religiosa.
Pienso de modo particular en la querida tierra de Irak, que en su camino hacia la deseada estabilidad y reconciliación sigue siendo escenario de violencias y atentados. Vienen a la memoria los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de modo especial el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa. En los días siguientes se han sucedido otros ataques, también a casas privadas, provocando miedo en la comunidad cristiana y el deseo en muchos de sus miembros de emigrar para encontrar mejores condiciones de vida. Deseo manifestarles mi cercanía, así como la de toda la Iglesia, y que se ha expresado de una manera concreta en la reciente Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos. Ésta ha dirigido una palabra de aliento a las comunidades católicas en Irak y en Medio Oriente para vivir la comunión y seguir dando en aquellas tierras un testimonio valiente de fe.
Agradezco vivamente a los Gobiernos que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos en humanidad, e invito a los Católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos. En este contexto, siento muy viva la necesidad de compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la libertad religiosa, camino para la paz. En efecto, se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral.[1]
En efecto, en la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana.
Por tanto, exhorto a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37). Éste es el sentimiento que inspira y guía el Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, dedicado al tema: La libertad religiosa, camino para la paz.
Derecho sagrado a la vida y a una vida espiritual
2. El derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana,[2] cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar o descuidar. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). Por eso, toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos, y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una sociedad justa. [3]
La Sagrada Escritura, en sintonía con nuestra propia experiencia, revela el valor profundo de la dignidad humana: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8, 4-7).
Ante la sublime realidad de la naturaleza humana, podemos experimentar el mismo asombro del salmista. Ella se manifiesta como apertura al Misterio, como capacidad de interrogarse en profundidad sobre sí mismo y sobre el origen del universo, como íntima resonancia del Amor supremo de Dios, principio y fin de todas las cosas, de cada persona y de los pueblos. [4] La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, pero, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bien universal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica.
Libertad religiosa y respeto recíproco
3. La libertad religiosa está en el origen de la libertad moral. En efecto, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad.
Entre libertad y respeto hay un vínculo inseparable; en efecto, «al ejercer sus derechos, los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes con relación a los otros y al bien común de todos».[5]
Una libertad enemiga o indiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro. Una voluntad que se cree radicalmente incapaz de buscar la verdad y el bien no tiene razones objetivas y motivos para obrar, sino aquellos que provienen de sus intereses momentáneos y pasajeros; no tiene una “identidad” que custodiar y construir a través de las opciones verdaderamente libres y conscientes. No puede, pues, reclamar el respeto por parte de otras “voluntades”, que también están desconectadas de su ser más profundo, y que pueden hacer prevalecer otras “razones” o incluso ninguna “razón”. La ilusión de encontrar en el relativismo moral la clave para una pacífica convivencia, es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos. Se comprende entonces la necesidad de reconocer una doble dimensión en la unidad de la persona humana: la religiosa y la social. A este respecto, es inconcebible que los creyentes «tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe– para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos».[6]
La familia, escuela de libertad y de paz
4. Si la libertad religiosa es camino para la paz, la educación religiosa es una vía privilegiada que capacita a las nuevas generaciones para reconocer en el otro a su propio hermano o hermana, con quienes camina y colabora para que todos se sientan miembros vivos de la misma familia humana, de la que ninguno debe ser excluido.
La familia fundada sobre el matrimonio, expresión de la unión íntima y de la complementariedad entre un hombre y una mujer, se inserta en este contexto como la primera escuela de formación y crecimiento social, cultural, moral y espiritual de los hijos, que deberían ver siempre en el padre y la madre el primer testimonio de una vida orientada a la búsqueda de la verdad y al amor de Dios. Los mismos padres deberían tener la libertad de poder transmitir a los hijos, sin constricciones y con responsabilidad, su propio patrimonio de fe, valores y cultura. La familia, primera célula de la sociedad humana, sigue siendo el ámbito primordial de formación para unas relaciones armoniosas en todos los ámbitos de la convivencia humana, nacional e internacional. Éste es el camino que se ha de recorrer con sabiduría para construir un tejido social sólido y solidario, y preparar a los jóvenes para que, con un espíritu de comprensión y de paz, asuman su propia responsabilidad en la vida, en una sociedad libre.
Un patrimonio común
5. Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizados en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. Cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz, y se refuerzan el ethos y las instituciones de los pueblos. Y viceversa, cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y Sumo Bien.
La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna. En este ámbito, el ordenamiento internacional resulta emblemático y es una referencia esencial para los Estados, ya que no consiente ninguna derogación de la libertad religiosa, salvo la legítima exigencia del justo orden público. [7] El ordenamiento internacional, por tanto, reconoce a los derechos de naturaleza religiosa el mismo status que el derecho a la vida y a la libertad personal, como prueba de su pertenencia al núcleo esencial de los derechos del hombre, de los derechos universales y naturales que la ley humana jamás puede negar.
La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre. Es un «indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos».[8] Al mismo tiempo que favorece el ejercicio de las facultades humanas más específicas, crea las condiciones necesarias para la realización de un desarrollo integral, que concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones.[9]
La dimensión pública de la religión
6. La libertad religiosa, como toda libertad, aunque proviene de la esfera personal, se realiza en la relación con los demás. Una libertad sin relación no es una libertad completa. La libertad religiosa no se agota en la simple dimensión individual, sino que se realiza en la propia comunidad y en la sociedad, en coherencia con el ser relacional de la persona y la naturaleza pública de la religión.
La relacionalidad es un componente decisivo de la libertad religiosa, que impulsa a las comunidades de los creyentes a practicar la solidaridad con vistas al bien común. En esta dimensión comunitaria cada persona sigue siendo única e irrepetible y, al mismo tiempo, se completa y realiza plenamente.
Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. No se la debería marginar o prohibir, sino considerarla como una aportación válida para la promoción del bien común. En esta perspectiva, hay que mencionar la dimensión religiosa de la cultura, que a lo largo de los siglos se ha forjado gracias a la contribución social y, sobre todo, ética de la religión. Esa dimensión no constituye de ninguna manera una discriminación para los que no participan de la creencia, sino que más bien refuerza la cohesión social, la integración y la solidaridad.
La libertad religiosa, fuerza de libertad y de civilización:
los peligros de su instrumentalización
7. La instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad. El fanatismo, el fundamentalismo, las prácticas contrarias a la dignidad humana, nunca se pueden justificar y mucho menos si se realizan en nombre de la religión. La profesión de una religión no se puede instrumentalizar ni imponer por la fuerza. Es necesario, entonces, que los Estados y las diferentes comunidades humanas no olviden nunca que la libertad religiosa es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad». [10] En este sentido, la religión es una fuerza positiva y promotora de la construcción de la sociedad civil y política.
¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones.
También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad. La exclusión de la religión de la vida pública, priva a ésta de un espacio vital que abre a la trascendencia. Sin esta experiencia primaria resulta difícil orientar la sociedad hacia principios éticos universales, así como al establecimiento de ordenamientos nacionales e internacionales en que los derechos y libertades fundamentales puedan ser reconocidos y realizados plenamente, conforme a lo propuesto en los objetivos de la Declaración Universal de los derechos del hombre de 1948, aún hoy por desgracia incumplidos o negados.
Una cuestión de justicia y de civilización:
el fundamentalismo y la hostilidad contra los creyentes comprometen la laicidad positiva de los Estados
8. La misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso ha de animar la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política.
No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia. Por eso, las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella. A través de la acción democrática de ciudadanos conscientes de su alta vocación, se han de conmensurar con el ser de la persona, para poder secundarlo en su dimensión religiosa. Al no ser ésta una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe reconocerla y respetarla.
El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno. Éstas últimas no pueden quedar al arbitrio del legislador o de la mayoría porque, como ya enseñaba Cicerón, la justicia consiste en algo más que un mero acto productor de la ley y su aplicación. Implica el reconocimiento de la dignidad de cada uno,[11] la cual, sin libertad religiosa garantizada y vivida en su esencia, resulta mutilada y vejada, expuesta al peligro de caer en el predominio de los ídolos, de bienes relativos transformados en absolutos. Todo esto expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales.
Diálogo entre instituciones civiles y religiosas
9. El patrimonio de principios y valores expresados en una religiosidad auténtica es una riqueza para los pueblos y su ethos. Se dirige directamente a la conciencia y a la razón de los hombres y mujeres, recuerda el imperativo de la conversión moral, motiva el cultivo y la práctica de las virtudes y la cercanía hacia los demás con amor, bajo el signo de la fraternidad, como miembros de la gran familia humana. [12]
La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales. Para dicho fin, es fundamental un sano diálogo entre las instituciones civiles y las religiosas para el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad.
Vivir en el amor y en la verdad
10. En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. Sobre la base de las respectivas convicciones religiosas y de la búsqueda racional del bien común, sus seguidores están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa. En las diversas culturas religiosas, a la vez que se debe rechazar todo aquello que va contra la dignidad del hombre y la mujer, se ha de tener en cuenta lo que resulta positivo para la convivencia civil.
El espacio público, que la comunidad internacional pone a disposición de las religiones y su propuesta de “vida buena”, favorece el surgir de un criterio compartido de verdad y de bien, y de un consenso moral, fundamentales para una convivencia justa y pacífica. Los líderes de las grandes religiones, por su papel, su influencia y su autoridad en las propias comunidades, son los primeros en ser llamados a vivir en el respeto recíproco y en el diálogo.
Los cristianos, por su parte, están llamados por la misma fe en Dios, Padre del Señor Jesucristo, a vivir como hermanos que se encuentran en la Iglesia y colaboran en la edificación de un mundo en el que las personas y los pueblos «no harán daño ni estrago […], porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar» (Is 11, 9).
El diálogo como búsqueda en común
11. El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres». [13]
Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, «anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas». [14] Sin embargo, esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo». [15]
En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en el que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz.
Verdad moral en la política y en la diplomacia
12. La política y la diplomacia deberían contemplar el patrimonio moral y espiritual que ofrecen las grandes religiones del mundo, para reconocer y afirmar aquellas verdades, principios y valores universales que no pueden negarse sin negar la dignidad de la persona humana. Pero, ¿qué significa, de manera práctica, promover la verdad moral en el mundo de la política y de la diplomacia? Significa actuar de manera responsable sobre la base del conocimiento objetivo e íntegro de los hechos; quiere decir desarticular aquellas ideologías políticas que terminan por suplantar la verdad y la dignidad humana, y promueven falsos valores con el pretexto de la paz, el desarrollo y los derechos humanos; significa favorecer un compromiso constante para fundar la ley positiva sobre los principios de la ley natural. [16] Todo esto es necesario y coherente con el respeto de la dignidad y el valor de la persona humana, ratificado por los Pueblos de la tierra en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945, que presenta valores y principios morales universales como referencia para las normas, instituciones y sistemas de convivencia en el ámbito nacional e internacional.
Más allá del odio y el prejuicio
13. A pesar de las enseñanzas de la historia y el esfuerzo de los Estados, las Organizaciones internacionales a nivel mundial y local, de las Organizaciones no gubernamentales y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que cada día se esfuerzan por tutelar los derechos y libertades fundamentales, se siguen constatando en el mundo persecuciones, discriminaciones, actos de violencia y de intolerancia por motivos religiosos. Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida.
Como ya he afirmado, se dan también formas más sofisticadas de hostilidad contra la religión, que en los Países occidentales se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus Países.
La defensa de la religión pasa a través de la defensa de los derechos y de las libertades de las comunidades religiosas. Que los líderes de las grandes religiones del mundo y los responsables de las naciones, renueven el compromiso por la promoción y tutela de la libertad religiosa, en particular, por la defensa de las minorías religiosas, que no constituyen una amenaza contra la identidad de la mayoría, sino que, por el contrario, son una oportunidad para el diálogo y el recíproco enriquecimiento cultural. Su defensa representa la manera ideal para consolidar el espíritu de benevolencia, de apertura y de reciprocidad con el que se tutelan los derechos y libertades fundamentales en todas las áreas y regiones del mundo.
La libertad religiosa en el mundo
14. Por último, me dirijo a las comunidades cristianas que sufren persecuciones, discriminaciones, actos de violencia e intolerancia, en particular en Asia, en África, en Oriente Medio y especialmente en Tierra Santa, lugar elegido y bendecido por Dios. A la vez que les renuevo mi afecto paterno y les aseguro mi oración, pido a todos los responsables que actúen prontamente para poner fin a todo atropello contra los cristianos que viven en esas regiones. Que los discípulos de Cristo no se desanimen ante las adversidades actuales, porque el testimonio del Evangelio es y será siempre un signo de contradicción.
Meditemos en nuestro corazón las palabras del Señor Jesús: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados […]. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 5-12). Renovemos, pues, «el compromiso de indulgencia y de perdón que hemos adquirido, y que invocamos en el Pater Noster, al poner nosotros mismos la condición y la medida de la misericordia que deseamos obtener: “Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6, 12)».[17] La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios. Expreso también mi deseo de que en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio. Que Europa sepa más bien reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, que tiene y que quiere tener en la historia; de esta manera, sabrá experimentar la justicia, la concordia y la paz, cultivando un sincero diálogo con todos los pueblos.
La libertad religiosa, camino para la paz
15. El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional.
La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz, que no es la simple ausencia de la guerra, ni el mero fruto del predominio militar o económico, ni mucho menos de astucias engañosas o de hábiles manipulaciones. La paz, por el contrario, es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual de cada persona y cada pueblo, en el que la dignidad humana es respetada plenamente. Invito a todos los que desean ser constructores de paz, y sobre todo a los jóvenes, a escuchar la propia voz interior, para encontrar en Dios referencia segura para la conquista de una auténtica libertad, la fuerza inagotable para orientar el mundo con un espíritu nuevo, capaz de no repetir los errores del pasado. Como enseña el Siervo de Dios Pablo VI, a cuya sabiduría y clarividencia se debe la institución de la Jornada Mundial de la Paz: «Ante todo, hay que dar a la Paz otras armas que no sean las destinadas a matar y a exterminar a la humanidad. Son necesarias, sobre todo, las armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional; primeramente, la de observar los pactos». [18] La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz.
Vaticano, 8 de diciembre de 2010

BENEDICTUS PP XVI


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[1] Cf. Carta Enc. Caritas in veritate, 29.55-57.
[2] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2
[3] Cf. Cart. enc. Caritas in veritate, 78.
[4] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 1.
[5] Ibíd., Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 7
[6] Discurso a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (18 abril 2008); AAS 100 (2008), 337.
[7] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2
[8] Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea de la Organización para la seguridad y la cooperación en Europa (OSCE), (10 octubre 2003), 1: AAS 96 (2004), 111.
[9] Cf. Carta Enc. Caritas in veritate, 11.
[10] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 1
[11] Cf. Cicerón, De inventione, II, 160.
[12] Cf. Discurso a los Representantes de otras Religiones del Reino Unido (17 septiembre 2010): L’Osservatore Romano (18 settembre 2010), 12.
[13] Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 2
[14] Ibíd.
[15] Super evangelium Joannis, I, 3.
[16] Cf. Discurso a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático en Chipre (5 junio 2010): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, 13 junio 2010, 6; Comisión Teológica Internacional, En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, Ciudad del Vaticano 2009.
[17] Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS 67 (1975), 671.
[18] Ibíd., 668.

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MENSAJE DE COMUNION Y SOLIDARIDAD

MENSAJE DE COMUNION Y SOLIDARIDAD DE LOS OBISPOS DE LAS PROVINCIAS DE CORO Y DE MARACAIBO CON MONS. JOSE LUIS AZUAJE, SU PRESBITERIO Y LA FELIGRESIA DE LA DIOCESIS DE EL VIGIA-SAN CARLOS DEL ZULIA
1) El pasado 20 de diciembre Mons. José Luis Azuaje Obispo de El Vigía-San Carlos del Zulia y los sacerdotes de la zona pastoral “San Carlos Borromeo” publicaron un comunicado en el que expresan su preocupación “ante la situación de zozobra e incertidumbre que viven las poblaciones de los Municipios Colón y Francisco Javier Pulgar del Sur del Lago en el Estado Zulia, debido al gran número de damnificados de la región, así como a las expropiaciones de numerosas fincas productivas”.
2) Los arzobispos y obispos de las Provincias eclesiásticas de Coro y de Maracaibo, hacemos nuestros las palabras y los sentimientos expresados por el Obispo y su presbiterio en ese documento y les manifestamos nuestra plena solidaridad. Compartimos también las angustias que viven los damnificados y desplazados a causa de las fuertes lluvias de noviembre y diciembre del presente año así como las zozobras de los pobladores de las fincas afectadas por las expropiaciones y la militarización de la zona. Encomendamos al Señor de la misericordia a todos los que han perdido la vida y a las familias que lloran su desaparición.
3) La dramática situación que están atravesando tantas familias damnificadas exige que nos dediquemos totalmente a ellos y les ayudemos a transformar esta calamidad en una oportunidad para alcanzar mejores niveles de vida. Por eso consideramos que la intervención y expropiación de fincas son inoportunas y privan a los pobladores y a los trabajadores de productos de primera necesidad. Compartimos la inquietud Mons. Azuaje y de su presbiterio cuando señalan que “los procedimientos en curso están alterando el ritmo pacífico en que se desarrolla la actividad económica de Santa Bárbara y Santa Cruz del Zulia”.
4) Manifestamos nuestro reconocimiento a los Equipos de las Cáritas diocesanas y a los numerosos voluntarios que se han incorporado a la ingente labor desplegada por este organismo católico en cada una de nuestras diócesis. Sabemos que en la Guajira, en el Sur del Lago, y en el Estado Falcón, la solidaridad de nuestras iglesias no se ha hecho esperar y es inmensa la cantidad de ayuda humanitaria que se ha canalizado a través de parroquias, escuelas comunidades y grupos apostólicos que han acudido al llamado de la iglesia.
5) Acordémonos: ¡Estamos en Navidad!, fiesta de gran significación en el calendario cristiano que convoca a todos los venezolanos a reunirse en familia, a renovar la fe en la presencia redentora de Dios hecho hombre entre nosotros y a promover activamente un clima de paz, de convivencia, y de reconciliación.

6) No nos cansemos de orar al Señor los unos por los otros para que siempre confiemos en El y tengamos la fuerza necesaria para seguir promoviendo el bien a pesar de las dificultades. Que la venida del Niño Dios, el Mesías, el Señor, aleje todo mal de nuestro pueblo y nos enseñe a ser constructores de paz y de concordia entre todos los venezolanos.
Con nuestra bendición y mejores deseos de una feliz Navidad para todos, así como un venturoso año nuevo 2011:

+Roberto Luckert, Arzobispo de Coro
+Ubaldo Santa Sequera, Arzobispo de Maracaibo
+William Delgado Silva, Obispo de Cabimas
+Juan Ma. Leonardi, Obispo de Punto Fijo
+Ramiro Díaz Sánchez, Vicario Apostólico de Machiques
+Oswaldo Azuaje Pérez, Obispo Auxiliar de Maracaibo

Maracaibo 24 de diciembre de 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

La Palabra de Dios en el mundo



Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


Celebro la publicación de la Exhortación Verbum Domini de Benedicto XVI, e invito a leerla con mucho interés, porque su tema es fundamental para el cristiano. Ciertamente, la Palabra de Dios jamás ha dejado de ser tratada con cuidado por el magisterio de la Iglesia. El Vaticano II le da una gran atención en su Constitución Dogmática Dei Verbum. Uno de los documentos más valioso y actual es el de la Pontificia Comisión Bíblica: “La interpretación de la Biblia en la Iglesia” (1993). Verbum Domini es un documento doctrinalmente rico y muy motivador al plantearnos temas desafiantes en la actualidad.
Es fruto del Sínodo de obispos celebrado el año 2008 sobre “la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. En tres partes trata los temas. La primera la titula Verbum Dei (Palabra de Dios). La revelación de Dios a la humanidad y la respuesta del hombre con la fe serán los fundamentos doctrinales y vivenciales del cristianismo. Sigue sin duda, la Constitución conciliar, no sólo al tratar la revelación desde la concepción histórico-salvífica, sino también al valorar la Tradición siempre viva de la Iglesia en relación con la Escritura, y la inspiración y la verdad en la Escritura. Por cierto, temas bastante conocidos por el teólogo Ratzinger, ya que hace varios años, con Karl Rahner, escribió una obra titulada “Revelación y Tradición”, pocos años después del Concilio, además de todo su aporte teológico en relación con estos temas. La respuesta del hombre al Dios que habla, completa el tema de la revelación: “En efecto, la fe, con la que abrazamos de corazón la verdad que se nos ha revelado y nos entregamos totalmente a Cristo, surge precisamente por la predicación de la Palabra divina” (VD 25). La hermenéutica es otro de los temas que enseña con gran atención. Tanto como la teología, el magisterio, la relación fe-razón, entre otros.
Después de esta extensa enseñanza teológica, la segunda parte nos presenta la Palabra en la Iglesia (Verbum in Ecclesia). Aquí nos llama la atención sobre la liturgia como lugar privilegiado de la Palabra de Dios, sobre todo en los sacramentos donde se manifiesta viva y eficaz. En esta parte se convierte la Verbum Domini en muy práctica y disciplinar. Ciertamente, la parte pastoral es más atractiva y dinámica. Se trata de la animación bíblica de la pastoral en todos los ámbitos.
No menos interesante es la tercera parte Verbum Mundo (Palabra al mundo). La Palabra da sentido a la misión evangelizadora, integrándola al compromiso en el mundo, con la justicia social, la paz, los jóvenes, los emigrantes, los que sufren y los pobres. Al final, los temas de la cultura y el diálogo interreligioso lo colocan en la punta de lanza de los grandes retos de la actualidad.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Dictadura


Por el Dr. Pablo Aure

Decir que en Venezuela no estamos en democracia no debe ser sorpresa para nadie. No es cuento ni exageración, sólo basta conocer el significado de democracia para darnos cuenta de la tragedia que sufrimos los venezolanos. Democracia es respeto a las diferencias, saber convivir con quienes opinen de manera distinta al gobierno. Democracia conlleva el reconocimiento, la garantía y la protección de los más elementales derechos humanos: a la vida, a la propiedad, al trabajo, a la salud y, desde luego, a la libertad de expresión. Esos y muchos otros derechos sólo pueden ser protegidos en aquellos países con poderes autónomos e independientes. Venezuela no los tiene. Ya basta de eufemismos, el Tribunal Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional, el Consejo Nacional Electoral y el Poder Ciudadano, está integrado por personas que no solamente rinden culto a su “Comandante Presidente”, sino que ciegamente obedecen a sus desmanes.
Que me digan lo contrario. Que me desmientan. Si o no: los magistrados, en su mayoría, son incondicionales de los caprichos del dictador. Si hablamos del Poder Legislativo, no podemos expresar cosa distinta. No han tenido iniciativa legislativa y sin rubor esperan las líneas de Chávez para legislar. Ese Poder en once años ha habilitado al Presidente cuatro veces. Las leyes habilitantes o la delegación legislativa al gobierno se justifica para atender emergencias en materias muy específicas, cuando se constate que el procedimiento legislativo ordinario no lograría conseguir la entrada en vigencia de una norma legal. En Venezuela para los rojos rojitos el Derecho constitucional no es su problema. En la Asamblea Nacional el único plato que conocen, y se devoran con las dos manos, es el de la obediencia al caudillo; el del atropello y la vulgaridad.
Es inexplicable, a la luz del Derecho, el otorgamiento de esta cuarta habilitante por 18 meses. A las claras se busca alevosamente disminuir la actividad del nuevo parlamento. Limpiar el camino a Hugo Rafael y quitar cualquier obstáculo que le pueda impedir o dificultar sus constantes arbitrariedades. Ese disfraz de demócrata con el que pretende seguir presentando por actuar supuestamente amparado por las leyes y con el visto bueno de los poderes constituidos, hace tiempo dejó de disimular sus protuberancias dictatoriales. Y es así como lo debemos enfrentar. Como lo que es, un dictador de nuevo cuño.
El corajudo Chucho Meleán
Muchos hombres y mujeres como Jesús Meleán son los que darán al traste con este oprobioso régimen. Que orgulloso nos sentimos los venezolanos al ver el carácter y el aplomo de ese nonagenario que ha entendido demasiado bien que la verdadera resistencia comienza por estar dispuesto a todo para defender los derechos humanos. El anciano es digno ejemplo de la resistencia. Probablemente el gobierno logre sus objetivos de desalojarlo a la fuerza. Quizás logren confiscarle sus tierras, pero jamás lograrán expropiarle su dignidad y su valentía. Meleán debe inspirar a todos los venezolanos para que se entienda, de una vez por todas, que la vía es esa, la de resistir, cuéstenos lo que nos cueste. Desde luego que no es fácil, nadie ha dicho que luchar contra los dictadores sea fácil, pero acciones como las que vimos el sábado en el Zulia son las que debemos representar como la vía ideal, aunque la acompañemos de otras. O sea, a Dios rogando, y con el mazo dando.
Personas audaces en la defensa de sus derechos. Los tiranos son tiranos hasta que se les enfrenta con guáramo. Los militares éstos son valientes cuando tienen una pistola o un fusil frente a un pueblo desarmado para reprimirlo (sobre todo los militares sin mística ni profesión, que violan su juramento). Vergüenza debería darle al comandante del pelotón que lideró el asalto a las fincas de las zonas de Santa Bárbara del Zulia y Santa Cruz en el Sur del Lago. Digo al comandante militar, no al matón con pistola en el cinto que simulaba ser el macho de la partida de invasores que por la fuerza querían entrar a las fincas de los aguerridos maracuchos. Mejor respuesta al dictador y sus esbirros no se la pudo dar alguien como la empleada de la finca El Peonio de Chucho Meleán (http://t.co/S0RDezh) que le estrujo en la cara al dictador todo lo que sentía por el atropello de querer quitarle la finca al verdadero dueño de esas tierras.
Misión milagro
Hay quienes no están convencidos de que en Venezuela estamos en dictadura. Lo aceptaría en aquellos individuos que no entiendan la diferencia entre dictadura y democracia, pero es inconcebible ver a políticos duchos dudando. Decir por ejemplo, que “ahora sí voy a creer lo que algunos dicen que Chávez es un dictador” es como tarde de parte de nuestro gobernador Salas Römer, a quien de paso quiero reconocer su disposición por hacerlo mejor cada vez; de acercarse más a la gente y de atacar la inseguridad. Lo digo porque ha construido varios módulos policiales en algunos sitios estratégicos. Quizá haga falta más de ellos para combatir a los malhechores y hacer que los ciudadanos se sientan mejor, pero por algo hay que comenzar. Hasta ahora he contabilizado ocho: Trigaleña, Puente El Boquete, Puente Galicia, Chaguaramal, San José de Tarbes, El Viñedo, Shopping Center, La Isabelica. Mi amigo Jesús Gánem Arenas, secretario de Relaciones Políticas e Interinstitucionales me informa que pronto colocarán otros similares en Mañonguito, Los Guayos, Mariara y Puerto Cabello. De eso se trata, coloquen tantos módulos policiales como sean necesarios para apalear la zozobra en la que vivimos los carabobeños.
Prohibido rendirse
Por este año será el último ¡Hasta cuándo! regresaremos después de Reyes. No quiero despedirme sin decirles que aunque tengamos el agua al cuello no podemos rendirnos. Aunque estemos angustiados y algunas veces lleguemos a pensar que de ésta no saldremos, tengamos siempre presente que sí vamos a salir. Recuerden que dentro de cada uno de ustedes hay un Meleán escondido; tiene que ser así. Algunos tendrán sus planes para irse al extranjero, no los critico, pero jamás podemos dejar de pelear por nuestro país, por lo que queremos sea nuestra patria. Los que se van, o se han ido, respetemos sus decisiones, pero la inmensa mayoría de venezolanos que nos quedamos aquí nos está prohibido resignarnos y entregarle nuestra patria a los tiranos, prohibido dejar de luchar por el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos. Viva Venezuela libre y para los venezolanos. Pidámosle al Niño Jesús fuerza y sabiduría para saber dar la pelea y construir el país que todos deseamos y donde todos quepamos respetándonos los unos a los otros.

Tomado de http://www.analitica.com

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Twitter: @pabloaure
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martes, 14 de diciembre de 2010

La esperanza cristiana


Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


El tema de reflexión que nos inspira el tiempo litúrgico del adviento es la esperanza. Pues, su sentido es la espera gozosa a Jesús que nos trae la liberación del pecado y sus consecuencias. La fiesta de navidad también nos habla de la esperanza que se experimenta en uno de los acontecimientos más grande de la historia, la irrupción de Dios que se hace carne y habita con nosotros. Porque Navidad es el amor de Dios vivido en su nivel más alto, expresado en el Emmanuel (Dios-con-nosotros). Si Dios está con nosotros todo es posible, porque para él nada hay imposible, tal como lo asegura el Ángel Gabriel a María de Nazaret.
Es así como la Virgen Madre se convierte en un ícono maravilloso que espera con alegría, el nacimiento de la nueva humanidad, asumiendo los sacrificios propios de su preñes. Podríamos decir que la esperanza cristiana es como una mujer encinta. Ella espera que se produzca el misterio de ser madre porque de sí misma nace la vida nueva que hace crecer y multiplicar el mundo.
Pero, el Hijo de Dios que irrumpe y conduce la historia hacia la eternidad gloriosa del Padre, nos enseña a vivir la esperanza en la acción. Ella es vocación, tarea y misión. Es dinamismo e inquietud. Se construye en el constante andar, haciendo camino. Nos realizamos como personas en el peregrinar histórico, a la vez que hacemos la historia construyendo el futuro orientado hacia la eternidad. Aquél que opta por el seguimiento de Jesús espera como lo hace la mujer encinta: cambia su estilo de vida, evita lo que pueda perjudicar y cultiva los valores que debe ofrecer al humano que nace. Sabe que Dios le ha dado un hijo, don maravilloso del amor. Por el hijo que gesta en su seno es responsable y la hace feliz todo sacrificio. Siempre hay posibilidad de un mundo mejor, cuando somos capaces, con la gracia divina como María, de salir de nosotros mismo al encuentro de los otros y asumimos con responsabilidad, competencia y honestidad la misión que tenemos ante una humanidad que experimenta dolores de parto.
Esto se fundamenta en el hecho revelado del misterio mismo del ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza. Somos un proyecto de Dios. Él es la fuente, el camino y la meta de nuestra existencia. En Él vivimos y existimos. De modo que no somos un azar en el mundo. Nuestra existencia se diferencia mucho de cualquier ser vivo que sólo sigue su proceso vital natural. No somos un árbol en una plaza, ni una mascota doméstica. Somos personas, señores del mundo y de la historia, capaces de hacer crecer y multiplicar a la humanidad, porque somos imagen del Creador. Podríamos decir que Dios nos hizo creadores como Él. El mundo bueno, digno del ser humano es nuestra responsabilidad. Si tenemos esperanza en la posibilidad de eso, es porque Dios está con nosotros y para Él nada es imposible.
Dios tuvo un gesto con su pueblo que da mayor sentido a nuestra esperanza y que vale la pena no olvidar. Se trata de que cuando el pueblo vivía una situación de esclavitud, subyugado por la tiranía del faraón, sin esperanza, sin fe, sin fuerza, sufriendo las injusticias y la deshumanización; Dios se hace Yahvé (Presencia) y elige a Moisés diciéndole que ha escuchado el gemido del pueblo sufrido y ha venido a liberarle. A partir de ese momento el pueblo, con la presencia activa de Yahvé, se moviliza y comienza el proceso largo y difícil de liberación. Dios lucha con su pueblo. El camino por el desierto es el mejor ejemplo de la esperanza liberadora. Un pueblo que peregrina confiando, entre plegarias y trabajos, entre caídas y levantadas, asumiendo los sacrificios propios del que decide cambiar la situación indigna y ser libre.
En la historia de la salvación encontramos muchos otros eventos de este misterio liberador que aún sigue orientando nuestra esperanza. El que celebramos en este tiempo litúrgico es el más pleno. El mismo Dios se hace humano, la eternidad se hace historia, se hace pueblo y habita con nosotros para seguir su proyecto liberador. Para Dios todo es posible. Es posible, como lo anuncia el Profeta, que la estéril pueda parir y poblar la tierra con vidas nuevas surgidas del misterio amoroso de Dios. Es posible que el pueblo, como la esposa abandonada y afligida, vuelva a ser llamado por Dios y recibido en su casa como la Señora amada. El Profeta asegura que la justicia hará más fuerte al pueblo para vivir libre de opresión y sin miedo. Así puede el pueblo mismo convertirse en la casa de todos, reunir en sí a todas las naciones, ensanchar su tierra de izquierda y de derecha para acoger a la humanidad entera, salvada por el Hijo que nace.
Es posible que el Dios eterno, todopoderoso, omnipotente y omnipresente, venga a nosotros en el seno de una humilde campesina y un obrero, en un pesebre, como niñito pequeñito casi insignificante, en un pequeño caserío palestino. Sin embargo, Él es nuestro Salvador. De este misterio en el que Dios se encarna vaciándose de sí mismo y ofreciéndose como víctima amorosa que culmina en la entrega del sacrificio de la cruz, es posible esperar la realización del reino de Dios. Porque el Hijo es ungido y enviado a cambiar la situación de dolor y sufrimiento en bienaventuranza. Eso será posible si nosotros le seguimos, asumiendo su causa: dar la libertad a los que están presos, liberar a los oprimidos, dar vista a los ciegos y anunciar a los pobres que hay una noticia buena para ellos. Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si Él es el Cristo esperado, la promesa salvadora del Padre, ellos sólo podían testimoniar lo que veían y escuchaban: ciegos viendo, paralíticos caminando, leprosos limpios y curados, sordos escuchando, muertos resucitados. Es decir, un pueblo movilizado por la liberación. Hoy nosotros debemos hacer eso para que nuestro testimonio sea verdadero y nuestra esperanza posible.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Caballero, el fuego del rebelde eterno


Fue Antimilitarista, crítico de la visión mítica de Bolívar y "mamador de gallo"

ROBERTO GIUSTI
EL UNIVERSAL
lunes 13 de diciembre de 2010

El lugar común en la vida de Manuel Caballero fue la rebeldía. Siendo un niño casi, a los 14 años, aparece ya celebrando el derrocamiento de Medina Angarita el 18 de octubre de 1945, con un grupo de estudiantes barquisimetanos. Pero pocos años después, sin haber cumplido, los veinte, ya desarrollaba intensa actividad política contra la Junta Militar, causa de su primer encarcelamiento.
Inquieto, atrevido, respondón y retrechero, como estudiante del Liceo Lisandro Alvarado, lo botaron faltando un mes para graduarse de bachiller, debió culminar terminar sus estudios en Valencia y terminó en una pensión de mala muerte, en el centro de Caracas, )Pensiòn Caraota) donde compartía una maloliente y estrecha habitación con Eleazar Díaz Rangel y Rafael Cadenas.
En Caracas, aún miembro de AD, ingresó a la facultad de derecho de la UCV, pero embebido en el trabajo clandestino (confiesa haber participado en fallido complot para asesinar a Pérez Jiménez) poca atención le prestó a profesores como Jóvito Villalba o Rafael Caldera. En febrero de 1952 participa en el asalto a la Universidad Central de Venezuela (UCV) con un grupo de estudiantes y va a dar a la cárcel del El Obispo junto con Díaz Rangel y Sucre Figarella. De allí lo enviarían a la Cárcel Modelo y seis meses después le ofrecen la libertad a cambio del exilio.

Viajes y militancia

En París y sin beca, inicia estudios de Ciencias Políticas con Maurice Duverger, pero una vez más lo absorbe la vida política. Viaja a Rumania y allí, en el Festival de las Juventudes, luego de descubrir las penurias de la vida en el comunismo, se monta en un escenario y a capella interpreta un golpe tocuyano que deja estupefactos a los jóvenes europeos.
Cuando ya había decidido dejar Acción Democrática e incorporarse al Partido Comunista ) cae preso por no tener sus papeles en regla, aun cuando sus amigos sospechaban que ese fue el pretexto del Gobierno francés para ponerlo fuera de circulación por presiones de la dictadura perezjimenista.
Lo encierran con los presos comunes y aprende las técnicas de los chulos franceses gracias a dos de ellos, con quienes compartió cautiverio durante cinco meses, "aunque nunca las puse en práctica".
De vuelta a Venezuela hace periodismo militante, funda la revista Mesa Redonda, es jefe de redacción de El Mundo, escribe en panfletaria La Pava Macha y Rómulo Betancourt se convierte en la víctima de sus terribles artículos, todos teñidos de un humor negro que nunca lo abandonaría.
Durante ese tiempo inició sus estudios de historia y aunque, como lo confiesa, nunca fue un alumno de 20 (estaba muy ocupado con trabajos alimenticios y políticos) tampoco fue mal estudiante.
Cuando en 1962 es proscrito el Partido Comunista de Venezuela (PCV), junto con Jesús Sanoja Hernández, es uno de los pocos militantes que se salvan de la cárcel, la clandestinidad o la guerrilla.
La dirección del partido se niega a enviarlo a la montaña porque "no es capaz de manejar un rifle" e hicieron bien porque la palabra siempre fue el arma más efectiva de Manuel.
Antimilitarista, crítico de la visión mística de Bolívar, mamador de gallo consuetudinario, Manuel Caballero tuvo la suficiente capacidad autocrítica, aunque su temperamento beligerante a veces lo negara, para reconocer sus errores y modificar actitudes.
Su visión de Betancourt se atemperó con los años y pudo tomar distancia para escribir un libro fundamental y desapasionado sobre el fundador del partido AD.

Entrega a la historia

En 1971 se declaró en rebeldía contra la dirección del PCV y se fue con un grupo disidente para fundar el partido MAS, aunque en 1998 se iría con cajas destempladas luego de que anunciara su apoyo a la candidatura de Chávez.

Pero ya en la década de los años 80 se fue consolidando el Caballero reposado.

Asume la dirección de la escuela de Historia de la UCV, es acogido por la Academia de la Historia, obtiene un PHD en la Universidad de Cambridge y ésta publica su ensayo Latin American and the Comintern, que una vez traducido al español se convertiría en obra de necesaria consulta para estudiar la actual situación venezolana.
Poco después de morir su madre, María Antonia y a meses de cumplir los 50 años de edad, se casó con el gran amor de su vida Hanni Ossott, en una relación tierna y compleja que se mantuvo hasta la muerte de ella (31 de diciembre de 2002).
Por esos años comenzó a escribir en el diario El Universal y su columna dominical, la última de las cuales se publicó ayer, mostró un talento y una profundidad que con la madurez nunca perdió el fuego de la rebeldía, concentrado en sus últimos años en un solo objetivo: "Yo nunca tuve dudas de que Hugo Chávez era un hombre arbitrario, de una pobreza intelectual impresionante , un bruto, nada más que un tirador de paradas".

martes, 7 de diciembre de 2010

Para reflexionar en Adviento


San Pablo a Tito 2,11-13

Dios ha manifestado su bondad, al ofrecer la salvación a toda la humanidad. Esa bondad de Dios nos enseña a renunciar a la maldad y a los deseos mundanos, y a llevar en el tiempo presente una vida de buen juicio, rectitud y piedad, miemtras llega el feliz cumplimiento de nuestra esperanza: el regreso glorioso de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo.

SANTA MARÍA DEL ADVIENTO

Por Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristobal

Figura emblemática para el adviento es la de María, la madre de Jesús. Ella es considerada el ejemplo más vivo de lo que es la esperanza. De hecho, sus meses de embarazo, en la espera de su hijo, con todo lo que ello había significado para ella y lo que iba a significar para la humanidad, se convierten en un tiempo de esperanza: ya se está cumpliendo la promesa hecha por Dios a los padres y se iba a sentir la misericordia divina de generación en generación. Esa espera maternal de María nos ayuda a entender cuál es la postura que debemos tener los creyentes al preparar en este adviento la próxima Navidad
Se trata de dos actitudes muy propias de una madre: el cuidar que su hijo llegue bien, con salud; y la ternura, que la lleva a tener ilusiones y a pensar en cómo irá a atenderlo después del parto. Esas actitudes nos pueden iluminar sobre cómo ha de ser nuestra preparación inmediata a la Navidad. En primer lugar, cuidar del Niño Dios. Esto implica reafirmar nuestra fe en Él, pero a la vez cuidar porque la fiesta de Navidad no pierda su sentido cristiano. Es decir, cuidar porque sea el Niño Dios –Dios-con-nosotros-, el centro de toda nuestra atención.
Junto a esto, por otra parte, la otra actitud nos ayuda a entender que hemos de imitar a María en lo que a la atención futura de su Hijo se refiere. No es otra cosa sino el estar pendiente de darlo a conocer, de que sea considerado la razón de ser de la humanidad. Esto tiene que ver directamente con la evangelización. Con la ternura que nos viene del amor de Dios, hemos de cuidar este aspecto fundamental de nuestro compromiso cristiano: que Jesús sea conocido y amado por todos. Esto nos ayudará a hacer de esta Navidad la fiesta del amor de Dios.
Por otro lado, en estos días del adviento celebramos dos fiestas marianas que apuntalan nuestra esperanza. Una, el 8 de diciembre: la Inmaculada Concepción. Viene a ser como la garantía de cumplimiento de nuestra esperanza. En vistas a su maternidad divina, María es concebida sin pecado original. Fue la primera en tener el privilegio de vivir anticipadamente el fruto de la acción redentora de su Hijo. Así, la fiesta de la Inmaculada sale a nuestro encuentro para darnos como mensaje que la esperanza sí tiene sentido. Nuestra esperanza ve en este misterio de María un motivo de confianza plena en la realización de la promesa hecha por Dios.
La otra fiesta es la de Nuestra Señora de Guadalupe. Ella es la emperatriz de América y estrella de la evangelización,. Su imagen recuerda a una joven encinta, en espera de su hijo. Es María que se hace presente en nuestras tierras americanas para hacer sentir que también entre nosotros nace el Redentor. Jesús es el Dios humanado que se hizo presente en la historia de la humanidad. María es su madre, el instrumento más hermoso del cual el Padre se valió.
A pocos días de la Navidad, María ilumina nuestra esperanza. Nos invita su figura a ser como ella, capaces de caminar al encuentro del Señor y de hacer de esta fiesta, la celebración de la presencia del Dios en la historia de la humanidad para salvarnos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Entre Conferencias Episcopales

Comunicado Conjunto de los
Presidentes de las Conferencias Episcopades
de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela

1. Para continuar el camino de reflexión y trabajo conjunto iniciado con nuestros encuentros de Bogotá, en septiembre de 2.009, y en Quito, en abril del presente año, nos hemos reunido ayer y hoy en Caracas, los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Colombia, Ecuador y Venezuela. Hemos contado en esta oportunidad con la muy grata presencia de Mons. Miguel Cabrejos Vidarte OFM, Arzobispo de Trujillo y Presidente de la Conferencia del Perú, quien, de ahora en adelante, se unirá a este esfuerzo de comunión entre nuestras Conferencias Episcopales.
2. Ha servido este encuentro para reconocer una vez más que los pueblos de nuestras naciones forman una misma familia de hermanos, caracterizada por una experiencia singular de proximidad, fraternidad y solidaridad, en el marco de una tradición cristiana. Junto a las otras naciones del Continente, nos sentimos llamados a construir una gran patria común, - unida no sólo por la misma geografía, historia y lengua -, sino, sobre todo, por la misma fe en Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, que nos invita a vivir como discípulos y misioneros suyos.
3. En nuestro encuentro hemos tenido la oportunidad de compartir sobre la marcha de la Misión Continental, convocada en Aparecida, en cada uno de nuestros países. Con alegría comprobamos que esta experiencia misionera abre un nuevo horizonte evangelizador para la Iglesia en todo nuestro continente. Por medio de ella queremos ir al encuentro de todos los hombres y mujeres de nuestros pueblos, con el testimonio de la vida en Cristo. Hemos reiterado el compromiso que tenemos como Conferencias Episcopales de seguir brindando orientaciones pastorales en clave de misión para que todas las circunscripciones eclesiásticas de nuestros países se pongan en estado permanente de misión.
4. Hemos delineado algunas orientaciones comunes para la atención pastoral de aquellos fieles que por motivos políticos, sociales y económicos, han emigrado o se encuentran en condición de refugiados, en alguno de los países hermanos, especialmente en las zonas fronterizas.
5. La celebración de los Bicentenarios de la Independencia es una ocasión propicia para que la Iglesia haga memoria y agradezca a Dios por su aporte fundante a la formación de nuestros países y por su permanente servicio evangelizador, que ha sido y es factor decisivo en la fragua de nuestras culturas.
Renovamos nuestro compromiso con la marcha actual y futura de nuestras naciones en la perspectiva de un desarrollo integral y de un genuino humanismo cristiano. No dudamos en invitar a todos los fieles católicos a trabajar, junto a los hombres y mujeres de buena voluntad, para que reine la justicia, la libertad, la fraternidad y la paz en nuestros países. Exhortamos a nuestros gobernantes a seguir avanzando, por las vías del diálogo y del fortalecimiento de las relaciones diplomáticas y la mutua cooperación, en el proceso de integración de nuestros países, superando los pragmatismos y las pugnas ideológicas.
6. Entre las realidades que hoy viven nuestros pueblos, nos causan especial preocupación la extensión de la violencia y el desprecio de la vida humana, manifestados en el auge de la delincuencia, la multiplicación de asesinatos, secuestros y actos de terrorismo. El narcotráfico y la lacra de la corrupción constituyen uno de los peores flagelos que sufren nuestros pueblos. Hacemos un llamado a las autoridades y a todas las instituciones a concertar esfuerzos para un decidido combate de estos males.
7. Antes esta realidad, renovamos nuestra fe en Jesucristo, plenitud de la vida, y convocamos a compartir el compromiso de hacer de nuestras comunidades centros de irradiación de la vida en Cristo, que contribuyan, desde la perspectiva del Reino de Dios, en las tareas de la dignificación humana, la liberación integral, la reconciliación y la inserción social, en la creación de estructuras que consoliden un orden social, económico y político en el que haya posibilidades para todos.
8. Aprovechamos esta ocasión para hacer llegar un mensaje de solidaridad a quienes en amplias regiones de nuestro continente se han visto afectados por las persistentes lluvias de las últimas semanas. La Iglesia, a través de sus instituciones caritativas, quiere hacer efectiva su compañía y ayuda a todas las víctimas de esta emergencia. Elevamos nuestra oración por quienes han perdido la vida y manifestamos nuestra cercanía, con una palabra de consuelo y de esperanza, a sus familiares y allegados.
9. En la proximidad de las fiestas de Navidad, en las que celebramos que la Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros para darnos a conocer al Padre, imploramos para todos los miembros del Pueblo de Dios en nuestros países, y en particular para quienes entregan su vida cada día en la acción evangelizadora, la bendición de Dios, y la protección maternal de la Santísima Virgen María.


Caracas, 1 de Diciembre de 2.010


+ Rubén Salazar Gómez
Arzobispo de Bogota
Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia
+ Antonio Arregui Yarza
Arzobispo de Guayaquil
Presidente de la Conferencia Episcopal de Ecuador

+ Miguel Cabrejos Vidarte, OFM
arzobispo de Trujillo
Presidente de la Conferencia Episcopal de Perú

+ Ubaldo Santana Sequera, FMI
Arzobispo de Maracaibo
Presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela