miércoles, 29 de junio de 2016

LA NATURALEZA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA



Guillermo Yepes Boscán
Coordinador del Foro Eclesial de Laicos


Introducción

Este taller quiere ser un instrumento de formación para grupos comunidades y círculos de estudios sociales de laicos católicos.  Intenta ofrecer unas exposiciones necesariamente sintéticas sobre la enseñanza social de la iglesia, ya en sus bases escriturísticas y en la tradición hasta estos últimos tiempos.   El taller proporcionará una visión de conjunto de lo que es la Doctrina Social de la Iglesia. En primer lugar, porque sinceramente pensamos que la enseñanza social de la iglesia, como continuación de una tradición secular de justicia y caridad, es en sí misma de gran valor, un monumento moral sin parangón.  En segundo lugar, porque los fallos, las omisiones, las rupturas, y sobre todo, las inconsecuencias se suelen repetir de forma machacona, y quizás alguna vez, sin negarlo debemos tomar conciencia también del tesoro que tenemos entre manos.  Y, en tercer lugar, porque, en el fondo, estamos ya metidos en el reino de Dios; la Resurrección de Jesús es presente, y Dios nos ofrece un camino constructivo y gozoso.

Con esto no queremos justificar los pecados de la Iglesia, que son los nuestros, sino estimular a la conversión, a la reacción, a la ilusión y muy especialmente a la creatividad, que hoy necesitamos en dosis notables.  Se progresa en el clima  de sano optimismo y en la convicción de que la utopía lo es cuando se va convirtiendo en realidad y no cuando queda en el ámbito de los sueños imposibles.

Sin lugar a dudas, la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, publicada en 1891, es el documento de la enseñanza social de la iglesia de los tiempos actuales.  Ella fue un punto de llegada de todo un movimiento social cristiano, que en el siglo XIX se sensibiliza con los grandes problemas éticos y morales que el capitalismo reinante había provocado a la conciencia.  Hay toda una historia de búsqueda y de trabajo social, que iba abriéndose camino en las Iglesias europeas, norteamericanas y latinoamericanas.  Ya no bastaba con los tratados tradicionales sobre la Justicia y el Derecho, porque la “cuestión social” era tan provocadora que postulaba otro tipo de tratamiento.  Ya en 1846, la Iglesia Católica cambiaba de actitud y de rumbo con la condena del socialismo y el comunismo. En la Encíclica “Qui Pluribus”, que publicó Pio IX con ocasión de su elevación al pontificado, condenó a ambos movimientos y lo fue repitiendo no pocas veces.  Lo que pasa es que no precisó concretamente a que se refería con las palabras “socialismo” y “comunismo”, porque en aquel entonces había cantidad de socialismos y comunismos que indicaban en su conjunto a los movimientos revolucionarios, los cuales no había alcanzado los niveles de concreción e ideología propios de los partidos comunistas y socialistas, tan pluriformes, del siglo XX.

LA DSI FECUNDA Y FERMENTA LA SOCIEDAD CON EL EVANGELIO

Con su doctrina social, la Iglesia se hace cargo del anuncio que el Señor le ha confiado.  Actualiza en los acontecimientos históricos el mensaje de liberación y redención de Cristo, el Evangelio del Reino.  La Iglesia, anunciando el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de las personas; y les descubre las exigencias de la justicia y de la paz,  conformes a la sabiduría divina.  (Cf. San Juan Pablo II, Carta Encíclica Redentor hominis, 14).



En cuanto Evangelio que resuena mediante la Iglesia en el hoy del hombre, la doctrina social es palabra que libera.  Esto significa que posee la eficacia de verdad y de gracia del Espíritu de Dios, que penetra los corazones disponiéndolos a cultivar pensamientos y proyectos de amor, de justicia y de paz.  Evangelizar en ámbito social significa infundir en el corazón de los hombres la carga de significado y de liberación del Evangelio, para promover así una sociedad a medida del hombre en cuanto que es a medida de Cristo: es construir una ciudad del hombre más humana porque es más conforme al Reino de Dios.  

DOCTRINA SOCIAL, EVANGELIZACIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA

La Doctrina Social es parte integrante del ministerio de evangelización de la Iglesia; todo lo que atañe a la comunidad de los hombres –situaciones y problemas relacionados con la justicia, la liberación, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz-, no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Entre evangelización y promoción humana existe vínculos profundos: “Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos.  Lazos de orden teológico ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención, que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir, y de justicia, que hay que restaurar.  Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover mediante la justicia y la paz el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?” (Cf. Pablo VI Exhortación Apostólica Evangeli Nuntiandi, 31).

II

LA NATURALEZA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

a)    UN CONOCIMIENTO ILUMINADO POR LA FE



La Doctrina Social de la Iglesia no ha sido pensada desde el principio como un sistema orgánico, sino que se ha formado en el curso del tiempo, a través de las numerosas intervenciones del Magisterio sobre temas sociales.  Una clarificación decisiva en este sentido la encontramos, precedida por una significativa indicación  en  las encíclicas Laborem Excercens y Solicitudo Rei Socialis de San Juan Pablo II: “La Doctrina Social de la Iglesia no pertenece al ámbito de la ideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral.  No se puede definir según parámetros socioeconómicos.  No es un sistema ideológico o pragmático, que tiende a definir y componer las relaciones económicas, políticas y sociales, sino una categoría propia: es la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial.  Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, transcendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana” (Cf. San Juan Pablo II, Solicitudo Rei Socialis, 41).

La doctrina social, por tanto, es de naturaleza teológica, y específicamente teológico–moral, ya que se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas.  “Se sitúa en el cruce de la vida y de la conciencia cristiana con las situaciones del mundo y se manifiesta en los esfuerzos que realizan los individuos, las familias, operadores culturales y sociales, políticos y hombres de Estado, para darles forma y aplicación en la historia”. (Cf. Carta Encíclica Centésimus Annus, 59).  La doctrina social refleja, de hecho, los tres niveles de la enseñanza teológico-moral: el nivel fundante de las motivaciones; el nivel directivo de las normas de la vida social; el nivel deliberativo de la conciencia, llamada a mediar las normas objetivas y generales en las situaciones sociales concretas y particulares.  Estos tres niveles definen implícitamente también el método propio y la estructura epistemológica específica de la Doctrina Social de la Iglesia.

La doctrina social halla su fundamento esencial en la Revelación Bíblica y en la Tradición de la Iglesia.  De esta fuente, que viene de lo alto, obtiene la inspiración y la luz para comprender, juzgar y orientar la experiencia humana y la historia.

La fe, que acoge la palabra divina y la pone en práctica, interacciona eficazmente con la razón.  La inteligencia de la fe, en particular de la fe orientada a la praxis, es estructurada por la razón y se sirve de todas las aportaciones que ésta le ofrece.  También la doctrina social, en cuanto saber aplicado a la contingencia y a la historicidad de la praxis, conjuga a la vez “fides et ratio” y es expresión elocuente de su fecunda relación (Cf. Carta Encíclica Fides et Ratio).

La fe y la razón constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las cuales se nutre: la Revelación y la naturaleza humana.  El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación (Cf. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, 14), es decir, la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas.

La centralidad del misterio de Cristo, por tanto, no debilita ni excluye el papel de la razón y por lo mismo no priva a la Doctrina Social de la Iglesia de plausibilidad racional y, por tanto, de su destino universal.  Ya que el misterio de Cristo ilumina el misterio del hombre, la razón da plenitud de sentido a la comprensión de la dignidad humana y de las exigencias morales que la tutelan.La doctrina social es un conocimiento iluminado por la fe, que  –precisamente porque es tal-  expresa una mayor capacidad de entendimiento.  Da razón a todos de las verdades que afirma y de los deberes que comporta: puede hallar acogida y ser compartida por todos.

b)    EN DIÁLOGO CORDIAL CON TODOS LOS SABERES

La Doctrina Social de la Iglesia se sirve de todas las aportaciones cognoscitivas, provenientes de cualquier saber, y tiene una importante dimensión interdisciplinaria: “Para encarnar cada vez mejor, en contextos socioeconómicos y políticos distintos, y continuamente cambiantes, la única verdad sobre el hombre, esta doctrina entra en diálogo con las diversas disciplinas que se ocupan del hombre, e incorpora sus aportaciones” (Cf. San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centésimus Annus, 59).  La doctrina social se vale de las contribuciones de significado de la filosofía e igualmente de los aportes descriptivos de las ciencias humanas.

Es esencial, ante todo, el aporte de la filosofía, señalado ya al indicar la naturaleza humana como fuente y la razón como vía cognoscitiva de la misma fe.   Mediante la razón, la doctrina social asume la filosofía en su misma lógica interna, es decir, en la argumentación que le es propia.  Afirmar que la doctrina social debe encuadrarse en la teología más que en la filosofía, no significa ignorar o subestimar la función y el aporte filosófico.  La filosofía, en efecto, es un instrumento idóneo e indispensable para una correcta comprensión  de  los   conceptos básicos de  la   Doctrina  Social  de  la Iglesia -como la persona, la sociedad, la libertad, la conciencia, la ética, el derecho, la justicia, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el Estado-, una comprensión tal que inspire una convivencia social armónica.  Además, la filosofía hace resaltar la plausibilidad racional de la luz que el Evangelio proyecta sobre la sociedad  y solicita la apertura y el asentimiento de la verdad de toda inteligencia y conciencia.

Una contribución significativa a la Doctrina Social de la Iglesia procede también de las ciencias humanas y sociales; ningún saber resulta excluido, por la parte de verdad de la que es portador.  La Iglesia reconoce y acoge todo aquello que contribuye a la compresión del hombre en la red de las relaciones sociales, cada vez más extensa, cambiante y compleja.  La apertura atenta y constante a la ciencia proporciona a la Doctrina Social de la Iglesia competencia, concreción y actualidad.  Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más eficazmente su tarea de encarnar en la conciencia y en la sensibilidad social de nuestro tiempo, la palabra de Dios y la fe, de la cual la Doctrina Social de la Iglesiaarranca”.



C) EXPRESIÓN DEL MINISTERIO DE ENSEÑANZA DE LA  IGLESIA

La doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña.  No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones.  Toda la comunidad eclesial – sacerdotes, religiosos y laicos – participan en la elaboración de la doctrina social según la diversidad de tareas, carisma y ministerios.

Los aportes múltiples y multiformes  -que son también expresión del sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo- (Cf. Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 12), son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia.  El Magisterio compete en la Iglesia, a quienes están investidos del munus docendi, es decir, del ministerio de enseñar en el campo de la fe y de la moral con la autoridad recibida de Cristo.  La doctrina social no es sólo fruto del pensamiento y de la obra de personas cualificadas, sino que es el pensamiento de la Iglesia, en cuanto obra del Magisterio, que enseña con la autoridad que Cristo ha conferido a los Apóstoles y a sus sucesores: el Papa y los Obispos en comunión con él. (Cf.  Catecismo de la Iglesia Católica, 2034).

En la Doctrina Social de la Iglesia se pone en acto el Magisterio en todos sus componentes y expresiones.  Se encuentra, en primer lugar, el Magisterio universal del Papa y del Concilio: es este Magisterio el que determina la dirección y señala el desarrollo de la doctrina social.  Éste, a su vez, está integrado por el Magisterio Episcopal, que especifica, traduce y actualiza la enseñanza en los aspectos concretos y peculiares de las múltiples y diversas situaciones locales (Cf. Pablo VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens, 3-5).  La enseñanza social de los obispos ofrece contribuciones válidas y estímulos al magisterio del Romano Pontífice.

En cuanto parte de la enseñanza moral de la Iglesia, la doctrina social reviste la misma dignidad y tiene la misma autoridad de tal enseñanza.  Es Magisterio auténtico que exige la aceptación  y adhesión de los fieles (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 20-37).  El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asentimiento que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocados. (Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum veritatis, 16-17)

D)   HACIA UNA SOCIEDAD RECONCILIADA EN LA JUSTICIA Y EN EL AMOR

El objeto de la doctrina social es esencialmente el mismo que constituye su razón de ser: el hombre llamado a la salvación, y como tal, confiado por Cristo al cuidado y a la responsabilidad de la Iglesia (Cf. San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centésimus annus, 53).  Con su Doctrina Social, la Iglesia se preocupa de la vida humana en la sociedad, con la conciencia que de la calidad de la vida social, es decir, de las relaciones de justicia y amor que la forman, depende en modo decisivo la tutela y la promoción de las personas que constituyen cada una de las comunidades.   En la sociedad, en efecto, estan en juego la dignidad y los derechos de la persona y la paz en las relaciones entre las personas y entre las comunidades.  Estos bienes deben ser logrados y garantizados por la comunidad social.

En esta perspectiva, la doctrina social realiza una tarea de anuncio y de denuncia.

Ante todo, el anuncio de lo que la iglesia posee como propio: “una visión global del hombre y de la humanidad” (Cf. Paulo VI, Carta Encíclica Populorum Progressio, 4), no sólo en el nivel teórico, sino práctico.  La doctrina social, en efecto, no ofrece solamente significados, valores y criterios de juicio, sino también las normas y las directrices de acción que de ellos derivan.  Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias.

La doctrina social comporta también una tarea de denuncia en presencia del pecado: es el pecado de injusticia y de violencia que de diversos modos afecta a la sociedad y en ella toma cuerpo.  Ésta denuncia se hace juicio y defensa de los derechos ignorados y violados, especialmente de los derechos de los pobres, de los pequeños, de los débiles.  Esta denuncia es tanto más necesaria cuanto más se extiendan las injusticias y la violencia que abarca categoría entera de personas  y amplias áreas geográficas del mundo, y dan lugar a cuestiones sociales, es decir a abusos y desequilibrios que agitan a las sociedades.  Gran parte de la enseñanza social de la Iglesia, es requerida y determinada por las grandes cuestiones sociales, para las que quiere ser una respuesta de justicia social.

La finalidad de la doctrina social es de orden religioso y moral.  Religioso, porque la misión evangelizadora y salvífica de la Iglesia alcanza al hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser personal y, a la vez, de su ser comunitario.  Moral, porque la Iglesia mira hacia un humanismo pleno, es decir, a la liberación de todo lo que oprime al hombre y al desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres.  La doctrina social traza los caminos que hay que recorrer para edificar una sociedad reconciliada y armonizada en la justicia y en el amor, que anticipa en la historia de modo insipiente y prefigurado “los nuevos cielos y nueva tierra, en los que habita la justicia (Cf. Segunda Carta de Pedro, 3,13).



Por fidelidad doctrinaria con lo aquí expuesto debemos afirmar que estas reflexiones han sido tomadas del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, elaborado por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, y de la obra de Jesús Renau, S.J. Desafiados por la realidad. Enseñanza social de la Iglesia, Editorial SAL TERRAE. Santander (España), 1994. Las referencias y las citas de las encíclicas pertenecen, por igual, al Compendio.