miércoles, 27 de abril de 2011

A los 50 años de la "Mater et Magistra"



Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

La humanidad celebra los cincuenta años de la promulgación de la encíclica Mater et Magistra (15-5-1961) escrita por Juan XXIII para homenajear a su predecesor León XIII en el septuagésimo aniversario de su encíclica Rerum novarum (15-5-1891). Como lo hizo a los cuarenta años Pío XI con la encíclica Quadragesimo anno (15-5-1931), a los cincuenta Pío XII con el radiomensaje La Solemnitá (15-5-1941). Y, después del Papa Bueno, lo siguió haciendo Paulo VI con la carta apostólica Octogesima adveniens (14-5-1971) a los ochenta años, y Juan Pablo II con la encíclica Centesimus annus (1-5-1991) celebrando el centenario del documento leoniano que marcó el inicio del extraordinario Magisterio Social de la Iglesia, que se ha ido enriqueciendo con las diferentes enseñanzas que iluminan la historia en sus relaciones sociales, ofreciéndoles principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción para la construcción de una convivencia humana en la libertad, la paz, la justicia y el amor.
Ser Juan XXIII el autor de la Mater et Magistra, le da a la doctrina social un sentido profundamente renovador. Aquel que se ha aventurado a abrir las puertas de la Iglesia para que los nuevos vientos del Espíritu Santo penetre para rejuvenecerla, convocando al Concilio Vaticano II, no podía sino aprovechar tal aniversario para dar un elevado impulso hacia el futuro a la doctrina social de la Iglesia. Le toca abrir etapas nuevas en su relación de valoración del mundo y enfocar la cuestión social con modernos métodos. En este sentido es claro al afirmar: “Juzgamos, por tanto, necesaria la publicación de esta nuestra encíclica, no ya sólo para conmemorar justamente la Rerum novarum, sino también para que, de acuerdo con los cambios de la época, subrayemos y aclaremos con mayor detalle, por una parte, las enseñanzas de nuestros predecesores, y, por otra, expongamos con claridad el pensamiento de la Iglesia sobre los nuevos y más importantes problemas del momento” (MM 50). Es época de opciones democráticas e independencias. Tal como hoy, se anda en la búsqueda de gobiernos democráticos derrotando los totalitarismos destructores e inhumanos. Destaca la encíclica las participaciones más amplia de las clases sociales, la independencia política de pueblos afroasiáticos, las notables relaciones internacionales e interdependencia de los pueblos, los nacimientos de organismos mundiales en los campos no sólo políticos, sino también culturales, económicos y científicos.
En cuanto al contenido, no puede ser más renovador. Destaca la necesidad de la iniciativa privada en armonía con una justa intervención de los poderes públicos, en el campo de la economía. Esta intervención del estado se debe regir por el principio de la subsidiariedad, principio propuesto por primera vez por Pío XI en la Quadragesimo anno. Juan XXIII en la Mater et Magistra se convierte en un defensor de la iniciativa privada para una mayor participación, porque “la experiencia diaria prueba que cuando falta la actividad de la iniciativa particular, surge la tiranía política” (MM 57). Otro principio que expone ampliamente el Papa Bueno es la socialización que promueve la convivencia humana. Dedica un espacio a la remuneración del trabajo como lo exige el momento: “Una profunda amargura embarga nuestro espíritu ante el espectáculo inmensamente doloroso de innumerables trabajadores de muchas naciones y de continentes enteros a los que se remunera con salarios tan bajos que quedan sometidos ellos y sus familias a condiciones de vida totalmente infrahumanas” (MM 68). Y, como criterio propuesto para la regulación del salario, rechaza la libre competencia del mercado al igual que su fijación arbitraria por los poderosos. Es aquí donde se debe ser justo y equitativo, prevaleciendo las exigencias del bien común. También nos enseña que toda estructura económica debe ajustarse a la dignidad de la persona humana; así como las organizaciones de trabajadores; el derecho de propiedad dentro de un recto orden social. Existe toda una inquietud por parte del autor de la encíclica cincuentenaria por el sector económico de la agricultura que merece un apartado grande de reflexión.
Para concluir, nos conviene subrayar el gran impulso renovador que dio a la doctrina social, sobre todo al establecer su método antropológico de ver-juzgar-actuar para esta doctrina (Cf. MM 236). Es decir, partiendo de la realidad, ésta es confrontada con el Evangelio de Jesús, para luego tomar el camino de una acción pastoral que cambie tal realidad a los criterios de los valores evangélicos. Porque, Juan XXIII insiste en el carácter práctico de la doctrina y el compromiso del laico en ella. Pero, con fuerte resaltador debemos leer: “Exhortamos, en primer lugar, a que se enseñe como disciplina obligatoria en los colegios católicos de todo grado, y principalmente en los seminarios” (MM 223).

jueves, 21 de abril de 2011

Quiero un candidato a Presidente con temor de Dios



Lic. José Enrique Delgado Rangel

El título de este documento pudo haber sido otro, como algunos de estos:

 Quiero un candidato que ame a nuestro pueblo
 Quiero un candidato capaz de desprenderse de todo lo que es y tiene
 Quiero un candidato con gran sensibilidad social
 Quiero un candidato que acompañe a nuestro pueblo en sus angustias y esperanzas, alegrías y tristezas
 Quiero un candidato que dé soluciones a nuestro pueblo en sus afanes diarios, para que no se acueste sin comer, no regrese a su casa frustrado y decepcionado por no conseguir trabajo y que tenga vivienda para su familia
 Quiero un candidato que utilice el poder político al servicio de todos los venezolanos y extranjeros de a pie que quieren este país
 Quiero un candidato que en su adolescencia y juventud haya trabajado por hacer más fraterna la convivencia entre sus vecinos
 Quiero un candidato que reconcilie al país
 Quiero un candidato capaz de desprenderse de su ideología política y línea partidista para gobernar
 Quiero un candidato que respete las diferencias políticas y acepte la diversidad y pluralidad de ideas
 Quiero un candidato que sea integrador, conciliador, negociador, con carácter y fuerza para asumir sin miedo decisiones, retos y desafíos
 Quiero un candidato que reconozca la necesidad de gobernar con los mejores hombres y mujeres
 Quiero un candidato con criterios propios
 Quiero un candidato que se sienta y actúe con libertad
 Quiero un candidato que le guste estudiar: con Primaria, Secundaria y Universidad
 Quiero un candidato que conozca los avances científicos y tecnológicos a favor de la humanidad
 Quiero un candidato que haya recorrido y conocido toda la geografía nacional
 Quiero un candidato que conozca y entienda la idiosincrasia de nuestra gente en Occidente, en el Centro, en el Oriente y el Sur del país
 Quiero un candidato que haya recorrido el mundo
 Quiero un candidato que gobierne con el pensamiento y el corazón, y con todos los sentidos puestos en la calle
 Quiero un candidato honesto
 Quiero un candidato gerente
 Quiero un candidato que mueva el corazón del empresariado y clase media en tareas de voluntariado a favor de los más necesitados
 Quiero un candidato que ame a su madre y padre, hermanos y abuelos
 Quiero un candidato que tenga familia, que ame a su pareja y a sus hijos

Todos estos posibles títulos son las principales cualidades y condiciones del perfil de mi candidato que visualizo como Presidente de la República.

¡Te invito a visualizar el candidato que tú quieres como Presidente!

José Enrique Delgado Rangel
Un venezolano más de los 28 millones que tiene la República
30 de marzo de 2011

martes, 19 de abril de 2011

HOMILIA DE LA MISA CRISMAL 2011

Homilía de Mons. Ubaldo Santana en la Eucaristía Crismal celebrada el día 19-4-2011 en la Santa Iglesia Catedral de Maracaibo

Amados hermanos y hermanas en Cristo Jesús, presentes y conectados con nosotros por la radio o la televisión...
La misa crismal es la más hermosa y concentrada expresión de la Iglesia una, santa, católica y apostólica que se congrega en Maracaibo en torno a su obispo y a su corona presbiteral y diaconal. Es una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo y un signo de la unión estrecha de sus sacerdotes con él. Está centrada en la bendición y consagración de los óleos y en la renovación de las promesas sacerdotales. En el contexto de esta liturgia se hace también entrega de la Colecta de la Campaña Compartir.
A todos ustedes, hermanos sacerdotes presentes, que en virtud de una gracia especial y por una entrega singular a Nuestro Salvador, soportan el “pondus diei et aestum”, el peso del día y el calor (Cf Mt 20,12), les expreso mi admiración, mi cariño y mi gran respeto. Tengo en mente a los que por diversas causas no vinieron, a los estudiantes en el extranjero, a los enfermos, a los que salieron del redil, a los que abandonaron el ministerio, a los que fueron llamados recientemente a la casa del Padre: los Padres Gustavo Hergueta, Jaime Quijano, Nolberto López, José De Luis e Idírimo Barboza.
Mi mirada y mi recuerdo agradecido se extiende a la pléyade de grandes y abnegados presbíteros que contribuyeron en la edificación de esta Iglesia local desde su fundación, al lado de sus obispos: hombres de Dios como Joaquín Piña, Luis de Vicente, Luis Felipe Fernández Rojas, Helímenas Añez, Antonio Ma. Soto, Jesús Ma. Zuleta, Roberto Acedo, Olegario Villalobos y más recientemente Jesús Galeano y Juan Martínez, todos ellos piedras sillares de nuestra Iglesia local. Bendecimos al Señor especialmente por la vida y el testimonio episcopal de Mons. Mariano Parra León, fogoso y valiente pastor de esta tierra zuliana y Obispo de Cumaná, en el centenario de su nacimiento (1911-2011).
Saludo con especial afecto a los sacerdotes venidos de otras Iglesias locales, a los Niños Cantores de Villa de Cura, La Victoria, Lara, Fundación Santa Cecilia y a los del Zulia, reunidos en estos días en Maracaibo en el Primer Congreso de Pueri Cantores de Venezuela y que clausuran sus actuaciones asumiendo la Capilla Musical de nuestra celebración eucarística; a los Legionarios de Cristo, los Padres Escolapios, los Legionarios de María, a la Comunidad “Jesús es Señor”, a la Asociación Lazos de Amor Mariano, que han venido a misionar en estos días santos nuestro territorio arquidiocesano. Bienvenidos todos. Tengamos una oración especial por el Sr. Patrick Kelly, papá del Padre Jaime Kelly que falleció antenoche en Irlanda.

LOS SANTOS OLEOS


Dios ha querido salvarnos y santificarnos por medio de realidades materiales, a través de dones de la creación que El transforma en instrumentos para salir a nuestro encuentro e introducirnos en su comunión de amor. En su homilía de la misa crismal del año pasado el Santo Padre Benedicto XVI, a quien rendimos ferviente homenaje al arribar hoy felizmente al VI aniversario de su pontificado, señala que son principalmente cuatro esos elementos: el agua, el pan de trigo, el vino y el aceite. El agua, elemento fundamental de toda vida humana, es el signo esencial del acto por el que nos convertimos en cristianos en el bautismo y es la gran puerta por donde todos nacemos a una vida nueva. Es uno de los signos centrales de la Vigilia Pascual.
Los otros tres, el pan, el aceite y el vino pertenecen a la cultura y al ambiente mediterráneo donde vivió Jesús con su familia y sus discípulos y luego se desarrolló el cristianismo. Son elementos de la creación pero también remiten a una dimensión fundamental de nuestra fe: el Hijo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros en un momento y lugar precisos de la historia. El pan y el vino son materia prima que la Iglesia, fiel a su Señor, utiliza en cada celebración eucarística.
El aceite de oliva es alimento, medicina, embellece, prepara para la lucha y da vigor. En el AT los reyes y profetas son ungidos con óleo, signo de la dignidad, de la responsabilidad y de la fuerza que Dios les comunica. “El misterio del aceite, comenta hermosamente el Papa, está presente en nuestro nombre de “cristianos”. En efecto, la palabra “cristianos”, con la que se designaba a los discípulos de Cristo ya desde el comienzo de la Iglesia…viene de la palabra “Cristo” (cf. Hch 11,20-21), que es la traducción griega de la palabra “Mesías”, que significa “Ungido”. Los cristianos podemos decir que procedemos de Cristo, pertenecemos a Cristo, al Ungido de Dios, a Aquel al que Dios ha dado la realeza y el sacerdocio.
En todas las misas crísmales que se celebran hoy o el jueves santo en el mundo, el Obispo, reunido en la catedral con su presbiterio y el pueblo fiel, venido de todas las comunidades de la diócesis, bendice los santos óleos para todo el año. Así, queda expresada también “la unidad de la Iglesia, garantizada por el Episcopado, y remiten a Cristo, el verdadero «pastor y guardián de nuestras almas», como lo llama san Pedro” (cf. 1 P 2,25).
La Iglesia utiliza el óleo en cuatro sacramentos como signos de la bondad y de la misericordia de Dios que llega hasta nosotros: en el bautismo, en la confirmación, en los diversos grados del sacramento del orden y, finalmente, en la unción de los enfermos. “De este modo, el óleo, en sus diversas formas, nos acompaña durante toda la vida: comenzando por el catecumenado y el bautismo hasta el momento en el que nos preparamos para el encuentro con Dios Juez y Salvador” (Ibíd.).
Esta misa toma su nombre de la consagración de uno de los óleos: el santo crisma. Es un óleo relacionado de modo particular con el sacerdocio de Cristo. Lo reciben los bautizados como signo de participación en el sacerdocio común de los fieles. Lo reciben los sacerdotes en el momento de su ordenación presbiteral o episcopal para ser configurados en distintos grados con Cristo, cabeza y pastor, para colocarse al servicio del sacerdocio bautismal del pueblo de Dios


JUAN PABLO II DE LA MISERICORDIA


¿Cómo no traer hoy a la mente de todos, la amada figura del papa Juan Pablo II, el único Papa en la historia que ha visitado Maracaibo, que será beatificado el próximo primero de mayo por el Santo Padre Benedicto XVI en Roma? Esta fecha tiene una especial significación porque coincide con el segundo domingo de pascua que el Papa Wojtyla declaró como el “domingo de la misericordia”. La palabra Óleo derivada de la palabra griega “elaion”, aceite, está unida también a la palabra griega “eleos” que significa misericordia.
El mensaje recibido de Jesús por Santa María Faustina Kovalska y al que el Papa Juan Pablo le dio proyección universal y pascual, se transforma para nosotros en el Zulia y en Venezuela en una misión de acuciante actualidad: la de formar discípulos de Cristo, samaritanos de la misericordia. Narra el libro del Génesis que después del diluvio apareció una paloma portando un ramo de olivos; después de su muerte en cruz, diluvio de amor que sepultó toda la ignominia del pecado, apareció Jesús, florecidas sus llagas gloriosas con el olivo de la paz, entregándoles a sus discípulos su primer mensaje del hombre nuevo Resucitado: “La paz esté con ustedes”.
En el diálogo que el Obispo entabla con sus presbíteros en el momento de la renovación de las promesas sacerdotales, les pregunta si quieren unirse más fuertemente a Cristo y configurarse con él renunciando a sí mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes ministeriales que por amor a Cristo aceptaron para el servicio de la Iglesia. Entre esos deberes primordiales está el de ser canales vivientes de la misericordia divina, portadores del ramo de olivo del perdón, de la reconciliación y de la paz particularmente en los sacramentos de la confesión y de la unción de los enfermos.
Cristo que nos amó hasta el extremo (Cf Jn 13,1) de la cruz para liberarnos por su sangre preciosa y sus llagas sagradas de la peor de las esclavitudes, la esclavitud del pecado, nos ha convertido desde el momento mismo de nuestra ordenación, en sacramentos vivos de la compasión divina. ¡Cuánta falta hace que prolonguemos y encarnemos la misericordia divina en un mundo lacerado por inmisericordias y triturado por incontables intolerancias: destrucción masiva de seres humanos en el vientre de sus madres, actos terroristas que causan estragos en poblaciones civiles inocentes, persecuciones contra las minorías religiosas, sabotajes de la sana convivencia en pluralismo ético, político y cultural!
Con la unción crismal para el sacerdocio recibimos el encargo de ser portadores de la misericordia de Dios a un mundo hambriento y sediento de misericordia. Millones de seres humanos yacen heridos en la cuneta de la vida esperando al buen samaritano que se baje de su cabalgadura, se acerque y les cure las heridas con el bálsamo de la ternura compasiva. ¡Nunca debería faltar en las lámparas de nuestros ministerios el aceite de la misericordia para aliviar a las madres afligidas por el asesinato de sus hijos, para desactivar la violencia que ciega tantas vidas jóvenes en las cárceles, para exorcizar el miedo que atenaza los corazones ante los desastres naturales, para decir una palabra de consuelo y de ánimo a tanta gente abatida por el flagelo de la pobreza!
En esta misa crismal, amados presbíteros, se nos da la gracia de renovar tanto personal como colegialmente, el “sí” pleno e incondicional al Señor Jesús, que, sin mérito de nuestra parte, nos eligió; a nuestra Iglesia arquidiocesana en la que estamos incardinados; a nuestro pueblo amado que con María de Chiquinquirá, ama, lucha , canta y ora. ¡Qué bello es ver llegar, en medio de tantas montañas de aflicción, a un mensajero de Jesús, a un hijo de la Chinita que con su vida abnegada trae el mensaje de la paz!


EL AÑO DE LA MISERICORDIA


En este año que forma parte del camino de nuestro proyecto de renovación pastoral, le daremos un relieve particular al mensaje que trasmite la imagen de la Divina Misericordia en su recorrido desde hace 7 años en Nueva Lucha, Mara, y desde hace 14 años por las calles de Maracaibo. Por eso en todo el territorio arquidiocesano celebraremos el año de la misericordia.
Les invito, mis hermanos sacerdotes, a confiar en el poder más grande del amor que mana del costado abierto del crucificado para ser hombres de paz y de reconciliación. Les exhorto a darle un espacio prioritario a la formación de discípulos misioneros de Jesús, portadores de paz. Jesús de la misericordia como en la tarde de su resurrección nos apremia a experimentar una más intensa vivencia de nuestra fraternidad y a anunciar que “Cristo no triunfa por medio de la espada, sino por medio de la cruz” (Ibíd.). Vence superando el odio con el amor, el mal a fuerza de bien.
Llevemos con orgullo en nuestras alcuzas de barro, el aceite de Cristo que nunca se acaba. El aceite que nos fortalece para la lucha. El aceite de júbilo. El salmo 45, aplicable tanto a Cristo como a todos sus discípulos, nos trasmite este mensaje: «Has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros» (v.8).
El aceite de júbilo es el don del Espíritu Santo que procede de Dios. Es el que se derramó sobre Cristo Jesús en la sinagoga de Nazaret al leer al profeta Isaías. Es el que lo ungió para “anunciar la buena noticia a los pobres, para proclamar la liberación de los cautivos, dar la vista a los ciegos, libertar a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19). Ese es el júbilo (Cf Lc 10,21-22) que llena el cielo y la tierra, del cual Jesús nos invita a ser pregoneros, buscando la oveja perdida, devolviéndoles la dignidad a las personas maltratadas y acogiendo con un abrazo fraterno a los pródigos que regresan convertidos a la casa (Cf Luc. 15). Ese es el camino que queremos abrir en nuestras parroquias, rectorías e instituciones educativas con la peregrinación de la imagen de Jesús de la Misericordia. “Acojamos su misericordia. Construyamos fraternidad”. No puede otro el motivo de gozo y de júbilo de un sacerdote de Cristo. Esta fuerza de la caridad la queremos expresar también mediante la presentación de la Colecta de la Campaña Compartir, que nos permitirá este año “compartir” con las víctimas de las lluvias e inundaciones en Venezuela y más particularmente con las centenares de familias afectadas de la Guajira a través de Cáritas Maracaibo.

EL CAM 4 ESTA EN MARCHA

Nuestra arquidiócesis ha adquirido un compromiso misionero de grandes dimensiones al haber sido designada por la Conferencia Episcopal de Venezuela y las Obras Misionales Pontificias de América como sede del 4º Congreso Americano Misionero (CAM4) en el 2013. La preparación de este evento ya está en marcha. La coordinan Mons. Oswaldo Azuaje en el nivel nacional y el Pbro. José Rafael Romero en el nivel regional. Pero no se podrá preparar ni menos llevar a cabo sino con el esfuerzo mancomunado de todos nosotros.
Un rol especial le corresponde a ustedes, hermanos párrocos, rectores y vicarios parroquiales; a ustedes coordinadores pastorales de las escuelas; a ustedes directores de los Secretariados Arquidiocesanos; a ustedes directivos de los movimientos y asociaciones apostólicas; a ustedes religiosos y religiosas y consagrados seculares.
Nuestras parroquias, rectorías, escuelas, comunidades y movimientos serán los anfitriones de este gran acontecimiento eclesial y deben salir gananciosos y fortalecidos, con una profunda e imborrable impronta de identidad misionera. Preparémonos bien a acoger a los misioneros de América. Impregnémonos del espíritu misionero que nos van a traer. Dejémonos arrastrar por el ventarrón pentecostal que va a sacudir las jambas de nuestras existencias y organizaciones. ¡Que penetre, por nuestras ventanas abiertas, el soplo renovador de la Misión Continental, de Aparecida y del Concilio Plenario de Venezuela!
¡Que el paso del Espíritu que todo lo crea y todo lo renueva fecunde las raíces de nuestras personas y comunidades con aquella savia que corrió por las venas de los apóstoles, de los grandes evangelizadores, de los obispos, frailes y curas doctrineros venidos de allende los mares para traernos a Cristo! Una iglesia misionera es una iglesia que envía, que entrega lo mejor de sí para que otros conozcan el evangelio de salvación. En Venezuela se viene dando, cada vez más, la entrega de sacerdotes, religiosas y laicos a un servicio misionero en otras iglesias y en otros países y continentes. Esta “missio ad gentes”, envío misionero a otros pueblos, tiene que crecer y adquirir carta de ciudadanía en esta Iglesia de Maracaibo.
Necesitamos toda esa fuerza renovadora para superar el cerco de sospecha anticlerical, inflado por ciertos medios nacionales e internacionales, que se ha ido levantando en torno a nosotros los clérigos en general debido a los escándalos y anti testimonios de algunos sacerdotes. Conductas inaceptables que constituyen una pesada cruz y una espada de dolor para la iglesia y nos llaman a velar, a estar alertas, a orar, a buscar la comunión la fraternidad y la ayuda de nuestras feligresías. Gracias a Dios es mucho mayor el número de sacerdotes fieles que viven con entrega generosa y alegría contagiosa su identidad propia y su vocación misionera.


JESUCRISTO NOS INVITA A ESTAR CON EL


Me dirijo, finalmente, a ustedes jóvenes que tienen la mira puesta en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid y a los candidatos que se preparan en el seminario y en las casas religiosas para el sacerdocio y la vida consagrada. Escuchen siempre la voz de Jesucristo que les invita a ser “su presencia” en medio de los hombres. Sean generosos y valientes en sus respuestas. No olviden que, una vez puestas las manos en el arado, no hay que mirar atrás, el evangelio siempre es exigente. Siempre hay que mirar adelante con ánimo renovado y fidelidad al llamado de Dios.
En esta fiesta de la comunión diocesana damos gracias a Dios por habernos ungido un día y habernos marcado para siempre con el óleo consagrado; por habernos alcanzado con su bondad creadora y recreadora y habernos sumergido para siempre en el bautismo amoroso de su Hijo Redentor; por sentarnos una vez más a su mesa y servirnos su cuerpo y su sangre. Que al participar de su sacrificio “su júbilo nos invada cada vez más profundamente y que seamos capaces de llevarlo nuevamente a un mundo que necesita urgentemente el gozo que nace de la verdad”
La pasión y la resurrección de Cristo exigen testigos que la anuncien, la celebren y la vivan. Que la santísima Virgen María nos ayude en estos días de Semana Santa a compenetrarnos con su Hijo, a seguirle en su Pasión hasta el final para transformarnos como ella en testigos ardientes y convincentes de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros.

Catedral metropolitana de Maracaibo 19 de abril de 2011

El Evangelio de la vida



Reflexiones del Padre Andrés Bravo (Capellán de la UNICA) en la inauguración de la muestra individual “Artista Plástico Gladys Torres” titulada “Yeshúa”. Evento realizado por la Cátedra Libre Juan Pablo II de la Universidad Zulia el día 14 de abril 2011, sobre la Evangelium vitae, celebrando la beatificación del Papa Juan Pablo II realizada el próximo primero de mayo.

“El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús” (EV 1), así comienza la decima primera Encíclica de Juan Pablo II, promulgada el 25 de marzo de 1995 y titulada Evangelium vitae (El Evangelio de la vida). Esto indica que también la vida humana está en el centro del mensaje de la Iglesia, más aún, como lo reitera una y otra vez el Papa, la persona humana es el camino de la Iglesia porque así se lo ha ordenado su Fundador (cf. EV 2).
Estamos contemplando un documento “sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana”. Muchos lo califican de un canto a la vida por lo armónico de su constitución y lo grande del tema. Sin embargo, yo prefiero verlo como una de las más terribles enseñanzas y protesta ante las crecientes amenazas de destrucción de la humanidad, muchas veces en nombre del mismo progreso humano. Muchos piensan que ser progresista es promover el asesinado de niños inocentes con el aborto, bajo la excusa de que la mujer es dueña de su cuerpo. Lo que no nos dicen es que no es dueña de la vida que lleva en su seno. Igualmente, se creen progresistas los que propician el asesinato de ancianos, bajo la terrible tesis de la eutanasia. “El resultado al que se llega es dramático: si es muy grave y preocupante el fenómeno de la eliminación de tantas vidas humanas incipientes o próximas a su ocaso, no menos grave e inquietante es el hecho de que a la conciencia misma, casi oscurecida por condicionamientos tan grandes, le cuesta cada vez más percibir la distinción entre el bien y el mal en lo referente al valor fundamental mismo de la vida humana” (EV 4). Desgraciadamente, hoy estamos viviendo el peligro destructor casi sin límites de la energía nuclear, ante la mirada aterrorizada de los más inocentes y el sufrimiento de los que siempre han denunciado proféticamente su eminente peligro de muerte. Así, la lista de amenaza de la vida es larga, incluyendo “a las tradicionales y dolorosas plagas del hambre, las enfermedades endémicas, la violencia y las guerras, se añaden otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes” (EV 3).
Así como la sangre de Abel, asesinado por su hermano Caín por envidia, sigue hoy clamando desde el suelo, al cielo (cf. Gn 4,8). Igualmente, hoy sigue el Señor preguntando por nuestros hermanos y, tal como ocurrió en el principio, tampoco a nosotros nos acepta una respuesta de indiferencia. Juan Pablo II advierte que, “como en el primer fratricidio, en cada homicidio se viola el parentesco espiritual que agrupa a los hombres en una única gran familia donde todos participan del mismo bien fundamental: la idéntica dignidad personal” (EV 8). Porque si Dios es Padre de todos, como nos lo reveló Jesús, todos somos hermanos. Este es el Evangelio de Jesús.
La Iglesia, para todos aquellos que quieran acoger sus palabras con fe, nos ha predicado que el valor de la vida, todo integral, cuerpo y alma, corazón e inteligencia, es fruto del amor de Dios que lo ha creado con el polvo de la tierra, es tierra (humano); pero, soplando su aliento en él, le dio vida que sale del mismo Creador. El ser humano es tierra y cuando destruimos la tierra, nos destruimos nosotros mismo. Sin embargo, posee una dignidad mayor a toda creatura, es imagen y semejanza de Dios. Si bien no somos dioses, el mismo Creador nos ha hecho partícipe de su ser divino. Juan Pablo II lo expresa así: “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad” (EV 2).
Jesús es el mensaje cristiano sobre la vida. La misión de Jesús es que tengamos vida en abundancia. Para terminar esta reflexión que con gusto he aceptado hacer entre ustedes, pero con la natural sensación de no poder abarcar sino una mínima parte de esta tan amplia y rica encíclica, les dejo sin más con palabras del mismo Juan Pablo II: “Ante las innumerables y graves amenazas contra la vida en el mundo contemporáneo, podríamos sentirnos como abrumados por una sensación de impotencia insuperable: ¡el bien nunca podrá tener la fuerza suficiente para vencer el mal! Este es el momento en que el Pueblo de Dios, y en él cada creyente, está llamado a profesar, con humildad y valentía, la propia fe en Jesucristo, Palabra de vida (1Jn 1,1). En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión, aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo un mandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causar cambios significativos en la sociedad; monos aún una promesa ilusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona misma de Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre, con estas palabras: Yo soy el camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Es la misma identidad manifestada a Marta, la hermana de Lázaro: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás (Jn 11,25-26). Jesús es el Hijo que desde la eternidad recibe la vida del Padre (cf. Jn 5,26) y que ha venido a los hombres para hacerles partícipes de este don: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). Así, por la palabra, la acción y la persona misma de Jesús se da al hombre la posibilidad de conocer toda la verdad sobre el valor de la vida humana” (EV 29).

domingo, 17 de abril de 2011

Beato Juan Pablo Magno

Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA


La humanidad postmoderna está signada por la persona y mensaje del Papa Grande Juan Pablo II. No sólo la Iglesia ha celebrado su grandeza, sino también la humanidad entera reconoce que el paso de Juan Pablo II peregrinando por nuestra historia, ha significado una renovada presencia del Evangelio, sembrado en lo íntimo de cada raza y pueblo. Los hombres, al sentir su presencia cercana y su mensaje claro y entendible en el idioma de cada grupo humano, han gozado a la vez de la presencia del mismo Jesús que los llama insistentemente a una convivencia pacífica, en libertad y responsabilidad.

Nuestros ojos vieron y nuestros oídos oyeron lo que muchos de nuestros antepasados desearon. Pues, aun celebramos su presencia en Venezuela y, particularmente en Maracaibo, estremeciéndonos al verle invocar con nuestra misma fe a la Sagrada Dama del Saladillo: “Nuestra acción de gracias al Altísimo se renueva por la presencia entrañable entre vosotros de la Madre de Cristo, la Virgen Santa de Chiquinquirá, Patrona del Zulia, a quien los habitantes de esta zona llamáis con gran cariño la Chinita. Ella, con los rasgos autóctonos de su imagen venerada, preside nuestro encuentro. Ella nos instruye en las sendas del Señor”, así comenzó su homilía en el campus universitario LUZ de nuestra ciudad.

Su Magisterio es tan magno como su persona y su pontificado. Numerosos documentos en diversos estilos y formas distintas, habla a hombres y mujeres de todas condiciones y de toda raza. Habla al corazón de cada uno con la Palabra de Dios. Todos sus escritos están inspirados y fundamentados en la revelación divina. No hace otra cosa que anunciar el Evangelio obedeciendo con gozo y seguridad de fe a Aquel que lo llamó a remar mar adentro como al mismísimo San Pedro. Por ejemplo, la Christifideles laici es una excelente hermenéutica de la parábola del dueño de la viña que llama a obreros para trabajar en su campo. De esta manera desarrolla una catequesis sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, haciendo que el llamado de Jesús siga resonando hoy e inquietando los espíritus. De la misma manera habla sobre la formación de los sacerdotes en la Pastores dabo bobis, tomando como fundamento la Palabra de Dios comenzando por los profetas: “Les daré Pastores según mi corazón” (Citando a Jeremía 3,15). La Evangelium vitae está entretejida por el plan de salvación de Dios para enseñarnos el valor de la vida humana. Cada título y cada subtítulo es una escena de la historia de la salvación. El capítulo primero interpreta el relato del Génesis donde se manifiesta la turbulenta relación entre los hermanos Caín y Abel, para concluir que, “como en el primer fratricidio, en cada homicidio se viola el parentesco espiritual que agrupa a los hombres en una única gran familia donde todos participan del mismo bien fundamental: la dignidad personal” (EV 8). Lo que sigue en este himno sobre la vida humana es el anuncio evangélico de la persona de Jesús, el Evangelio de la vida.

Además, Juan Pablo II nos dejó, como uno de sus mayores legados, el “Espíritu de Asís”. Es un impulso del Espíritu Santo al encuentro y al diálogo amistoso y cordial que inauguró nuestro Beato el 27 de octubre de 1986 en el Encuentro Interreligioso celebrado en la ciudad de Asís. En esa pequeña ciudad, la cuna de San Francisco y de Santa Clara, respondieron a su invitación 150 líderes representantes de las 12 principales religiones históricas del mundo. Allí oraron y ayunaron juntos, inundados por el Espíritu Santo, para clamar y lograr la armonía y la paz del mundo. Es uno de los más significativos eventos del siglo XX a favor de la comunión universal, respuesta al designio amoroso de Dios.
Ciertamente, su peregrinar por nuestra historia renovó la fe y la esperanza, fortaleció la caridad y la Iglesia juvenecida se presenta con una nueva evangelización todavía en marcha.

sábado, 16 de abril de 2011

NUEVO CENTRO DE FORMACION PROFESIONAL SAN FRANCISCO EXTENSION MARACAIBO


Con el respaldo de la empresa Chevron por intermedio de su Unidad de Negocios de Latinoamérica, el 13 de Abril de 2011, fue culminada la primera etapa del Centro Profesional San Francisco Extension Maracaibo, sin duda, un espacio que contribuirá a la formación de jóvenes en diversas áreas de capacitación. Ubicado en 1ero de Mayo, este Centro, a través de los diversos programas que ofrecerá, se constituirá en el semillero de nuevos talentos, fundamentales para continuar la senda de desarrollo de la región. En las palabras de apertura, el Econ. Jorge Porras, Director del Centro y Presidente de la Cámara de Industriales del Zulia durante el período 1981-1982, visiblemente emocionado, remarcó el positivo impacto de esta estructura dentro del sector educativo zuliano. Destacó igualmente el apoyo de las Instituciones de servicio social , sin las cuales hubiera sido prácticamente imposible concretar esta obra, la cual es una extensión del existente en el Municipio San Francisco. En un principio, el Centro de Formación Profesional San Francisco Extensión Maracaibo contará con tres aulas teóricas con capacidad para veinte personas y un laboratorio de computación, asi como áreas administrativas, académicas, y un departamento de psicología. En una primera etapa estarán cumpliendo labores cerca de 165 personas que trabajarán simultaneamente en diversos programas que se ofrecerán; uno de ellos dirigido a empresas y un programa nacional de aprendizaje en alianza con el INCES. Se impulsará también un programa denominado de Inversión Social que es el aporte que realizan las empresa privadas en el marco de Responsabilidad Social Empresarial, traducidos en cursos gratuitos para las comunidades. En este evento asistieron importantes personalidades de la región, entre ellas el Sr. Miguel Zambrano, Presidente de la CIZ, la Econ. Maria Mercedes Arzac y el Ing. Ender Pedraja Carly, Expresidente de la CIZ. Comentó Zambrano, que con este Centro, la comunidad cercana y toda la región zuliana se beneficiara, puestro que además de la amplia y comoda estructura, los programas que ofrecen se constituirán en útiles herrramientas para la mejora de la calidad de vida. "Sin duda -dijo- eventos como este, son una clara señal de que el sector productivo zuliano está y seguirá estando con todo aquello que promueva la integración social y el saber, sobre todo a las nuevas generaciones de zulianos".


Nota: Información recibida por el Alma de esta obra: Dr. Jorge Porras, a quien felicitamos y agradecemos a Dios por su vida apostólica en su misión cristiana en lo humano social.

viernes, 15 de abril de 2011

Para el Culto al Beato Juan Pablo II Magno, Papa


CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS BEATO JUAN PABLO II, PAPA

Carlos José Wojtyla nació en Wadowic, Polonia, el año 1920. Ordenado presbítero y realizados sus estudios de teología en Roma, regresó a su patria donde desempeñó diversas tareas pastorales y universitarias. Nombrado Obispo auxiliar de Cracovia, pasó a ser Arzobispo de esa sede en 1964; participó en el Concilio Vaticano II. Elegido Papa el 16 de octubre de 1978, tomó el nombre de Juan Pablo II, se distinguió por su extraordinaria actividad apostólica, especialmente hacia las familias, los jóvenes y los enfermos, y realizó innumerables visitas pastorales en todo el mundo. Los frutos más significativos que ha dejado en herencia a la Iglesia son, entre otros, su riquísimo magisterio, la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y los Códigos de Derecho Canónico para la Iglesia Latina y para las Iglesias Orientales. Murió piadosamente en Roma, el 2 de abril del 2005, vigilia del Domingo II de Pascua, o de la Divina Misericordia.

Del Común de pastores: para un papa

Oficio de lectura

Segunda lectura De la Homilía del beato Juan Pablo II, papa, en el inicio de su pontificado (22 de octubre 1978: AAS 70 [1978] 945-947)

¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Cristo! ¡Pedro vino a Roma! ¿Qué fue lo que le guió y condujo a esta Urbe, corazón del Imperio Romano, sino la obediencia a la inspiración recibida del Señor? Es posible que este pescador de Galilea no hubiera querido venir hasta aquí; que hubiera preferido quedarse allá, a orillas del Lago de Genesaret, con su barca, con sus redes. Pero guiado por el Señor, obediente a su inspiración, llegó hasta aquí. Según una antigua tradición durante la persecución de Nerón, Pedro quería abandonar Roma. Pero el Señor intervino, le salió al encuentro. Pedro se dirigió a El preguntándole: «Quo vadis, Domine?: ¿Dónde vas, Señor?». Y el Señor le respondió enseguida: «Voy a Roma para ser crucificado por segunda vez». Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión. Nuestro tiempo nos invita, nos impulsa y nos obliga a mirar al Señor y a sumergirnos en una meditación humilde y devota sobre el misterio de la suprema potestad del mismo Cristo. El que nació de María Virgen, el Hijo del carpintero – como se le consideraba –, el Hijo del Dios vivo, como confesó Pedro, vino para hacer de todos nosotros «un reino de sacerdotes». El Concilio Vaticano II nos ha recordado el misterio de esta potestad y el hecho de que la misión de Cristo –Sacerdote, Profeta-Maestro, Rey– continúa en la Iglesia. Todos, todo el Pueblo de Dios participa de esta triple misión. Y quizás en el pasado se colocaba sobre la cabeza del Papa la tiara, esa triple corona, para expresar, por medio de tal símbolo, el designio del Señor sobre su Iglesia, es decir, que todo el orden jerárquico de la Iglesia de Cristo, toda su "sagrada potestad" ejercitada en ella no es otra cosa que el servicio, servicio que tiene un objetivo único: que todo el Pueblo de Dios participe en esta triple misión de Cristo y permanezca siempre bajo la potestad del Señor, la cual tiene su origen no en los poderes de este mundo, sino en el Padre celestial y en el misterio de la cruz y de la resurrección. La potestad absoluta y también dulce y suave del Señor responde a lo más profundo del hombre, a sus más elevadas aspiraciones de la inteligencia, de la voluntad y del corazón. Esta potestad no habla con un lenguaje de fuerza, sino que se expresa en la caridad y en la verdad. El nuevo Sucesor de Pedro en la Sede de Roma eleva hoy una oración fervorosa, humilde y confiada: ¡Oh Cristo! ¡Haz que yo me convierta en servidor, y lo sea, de tu única potestad! ¡Servidor de tu dulce potestad! ¡Servidor de tu potestad que no conoce ocaso! ¡Haz que yo sea un siervo! Más aún, siervo de tus siervos. ¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce! Con frecuencia el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su corazón. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda que se transforma en desesperación. Permitid, pues, – os lo ruego, os lo imploro con humildad y con confianza – permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!

Responsorio R/. No tengáis miedo: el Redentor del hombre ha revelado el poder de la cruz y ha dado la vida por nosotros. * Abrid de par en par las puertas a Cristo. V/. Somos llamados en la Iglesia a participar de su potestad. * Abrid. Oración Oh Dios, rico en misericordia, que has querido que el beato Juan Pablo II, papa, guiara toda tu Iglesia, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre. Él, que vive y reina.

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS BEATO JUAN PABLO II, PAPA

Del Común de pastores: para un papa

Oración colecta:

Oh Dios, rico en misericordia, que has querido que el beato Juan Pablo II, papa, guiara toda tu Iglesia, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones a la gracia salvadora de Cristo, único redentor del hombre. Él, que vive y reina.


lunes, 11 de abril de 2011

"Novo millennio ineunte" (Al comienzo del nuevo milenio)


Reflexiones del Padre Andrés Bravo (Capellán de la UNICA) para el diálogo pastoral en el Encuentro Provincial de Pastoral Universitaria (Maracaibo, Coro, Cabimas y Punto Fijo), realizado en Cabimas el 8 y 9 de abril 2011, tomando como base la Carta Apostólica de Juan Pablo II Novo millennio ineunte (6-1-2000), en homenaje del autor por su beatificación el próximo 1 de mayo 2011

Existe un documento de Juan Pablo II, titulado Novo millennio ineunte, que despertó al principio mucho interés ya que se trata del primero que nos brinda al comenzar el milenio actual y recoge los frutos de la celebración del gran Jubileo 2000. Sin embargo, a mi juicio, ese interés fue desvaneciendo con el tiempo hasta ser olvidado por muchos. Me da la impresión de que nos quedamos con ideas que sólo servían de eslogan como remar mar adentro, sin pensar en la extraordinaria fuerza pastoral de la escena evangélica (Lc 5, 1-11) propuesta por el Papa. Pues, es con este llamado a los pescadores como comienza Jesús su actividad pastoral. Es un llamado que Juan Pablo II ha querido renovar con nuevo ardor para los agentes pastorales de la Iglesia del tercer milenio. Hoy nos toca volver a escuchar a Jesús quien nos llama a remar mar adentro y echar las redes, pero no contando sólo con nuestros esfuerzos sino con su gracia: Porque tú lo pides, echaremos las redes.

En concreto, el mar adentro para nosotros es el mundo universitario. Un mundo pluralista y secularista, lleno de retos, inquietudes e interrogantes. Un mundo de razón y ciencia, de encuentros y choques. Pero, con personas ansiosas de recibir un mensaje que sea capaz de inquietar los espíritus para la construcción de una mejor humanidad. En la búsqueda sincera de la verdad, el deseo de una vida con sentido, auténtica, con razones claras para pensar y actuar, ahí es donde es urgente no quedarnos en la orilla, es necesario penetrar el interior de las vidas, de las culturas, para que con la siembra de la Palabra de Dios podamos crear una comunidad cristiana, una comunidad universitaria de fe, esperanza y caridad. Aprendamos de esta Carta Apostólica que nos invita a asumir con nuevo ímpetu la misión evangelizadora. Pues, “es preciso ahora aprovechar el tesoro de gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas” (NMI 3). Nos llama el Papa a analizar su fervor y recuperar el nuevo impulso para nuestro compromiso espiritual y pastoral.

Es importante tener como modelo de acción el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, porque “el cristianismo es la religión que ha entrado en la historia” (NMI 5). No está en el límite, sino en el centro de los pueblos, en medio de las oficinas públicas y de los mercados, en las fábricas y centros de estudios. Ahí, donde los hombres se reúnen, donde pasan, trabajan o estudian, está encarnada la Iglesia con su mensaje evangélico. A nosotros, particularmente, se nos exige como pastoral universitaria, penetrar en todos los espacios del mundo universitario. No podemos dejar nada sin penetrar, porque cuando el Hijo de Dios se encarna, asume todo lo humano… todo, la totalidad del ser. Juan Pablo II afirma que Cristo es el fundamento y el centro de la historia. Es penetrando en el interior de la humanidad como se traduce en vida este principio fundamental.

El Papa en la Novo millennio ineunte destaca tres importante sectores de la vida cristiana donde nos exige mayor dedicación de nuestra parte. En primer lugar, Juan Pablo II hace como una renovada opción por los jóvenes. Especialmente para nosotros es esta afirmación que nos transmite el documento referido: “Si a los jóvenes se les presenta a Cristo con su verdadero rostro, ellos lo experimentan como una respuesta convincente y son capaces de acoger el mensaje, incluso si es exigente y marcado por la Cruz” (NMI 10). No podemos desfigurar, ni con nuestro testimonio de vida ni con nuestros discursos, la imagen de Jesús que nos presentan los Evangelios. Un Siervo Sufriente capaz de asumir toda clase de sacrificio, de amar hasta el extremo de morir crucificado por la causa del bien, de la verdad, de la justicia, del amor, de la vida con sentido, mueve a los jóvenes de nuestras Universidades que están luchando con tesón por la causa común de la justicia y libertad. Ciertamente, Jesús es y será siempre el gran inspirador de las luchas sinceras por causas autenticas de la historia. Nosotros estamos llamados a encarnarlo en el mundo universitario con hechos y palabras.

Otro sector importante que merece nuestro empeño es referido por el autor de la Novo millennio ineunte como urgente, se trata del diálogo ecuménico, muy importante en un mundo como el universitario. Reconoce el Papa que “el camino ecuménico es ciertamente laborioso, quizás largo, pero nos anima la esperanza de estar guiados por la presencia de Cristo resucitado y por la fuerza inagotable de su Espíritu, capaz de sorpresas siempre nuevas” (NMI 12). Y el otro sector, aun más comprometedor es el problema de los pobres, bandera populista en cada campaña electoral, pero para la Iglesia es el sector de mayor privilegio, donde la Palabra de Dios se hace humana. Categórico es el Papa al enseñarnos que “si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse… Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos” (NMI 49).

Debemos ahondar más en el compromiso nuestro de hacer Iglesia en nuestras Universidades, haciendo cristianas a las Comunidades Universitarias. Es decir, hacer de nuestras Universidades auténticas Comunidades Cristianas. Pues, la mayor fuerza del esta Carta Apostólica de Juan Pablo II es la de reafirmar una vez más la comunión cristiana. Es una verdad fundamental de la Iglesia sobre Ella misma que marcó el camino renovador que parte del Vaticano II y, de una u otra manera, referida en casi todos los escritos de Juan Pablo II. Por ejemplo, en la Christifideles Laici le da al tema una gran atención. En este documento sobre los laicos, enseña que “la comunión genera comunión” (CL 32), pues, “la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión” (CL 32). Por su parte, la Novo millennio ineunte expresa que la manera como la Iglesia puede crear comunión es siendo Ella misma una casa y una escuela de comunión. Para Juan Pablo II, “éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (NMI 43).

Un proyecto pastoral semejante se desarrolla desde una profunda espiritualidad encarnada en la humanidad actual, que nos dinamiza desde nuestro interior para responder, como lo señala el próximo beato, a las aspiraciones de una sociedad que se destruye por las relaciones de guerras, guerrillas, terrorismos y diversos tipos de violencias. Esta espiritualidad lleva el sello de la comunión. Juan Pablo II se pregunta por el significado concreto de lo que él mismo denomina como “espiritualidad de comunión” (NMI 43-45). Su respuesta no podía ser más clara y concreta: “Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de la fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, Espiritualidad de la comunión es saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias” (NMI 43). Sin esta espiritualidad no pudiéramos hacer posible nuestra misión de crear comunión, advierte el Papa.

Esta espiritualidad tiene su sentido más profundo en el encuentro personal con Cristo Jesús. El Papa lo trata en el capítulo donde nos llama a contemplar su rostro. Primero, señala la meditación de la Sagrada Escritura donde ha quedado plasmada en lenguaje humano la revelación de Dios. Cristo nos revela plenamente al Padre y nos envía el Espíritu para que, abiertos a su acción, podamos encontrarnos cara a cara, rostro a rostro con Él, en el testimonio de los Apóstoles y demás Discípulos que con Él vivieron. Luego, en el camino de la fe. En este maravilloso documento, Juan Pablo II nos ofrece uno de los más impresionantes testimonios de fe y seguimiento a Jesús, es la de los Apóstoles: “A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio” (NMI 19). Pero, lo más resaltante el encuentro personal de Jesús en su Evangelio es donde se presenta con el rostro de siervo sufriente y el rostro glorioso del resucitado. Es, pues, a esta experiencia religiosa a la que nos invita Juan Pablo II y nos compromete a provocar esta misma experiencia a los demás, con nuestra misión universitaria.

Termino estas reflexiones con la sensación de no poder abarcar toda la riqueza doctrinal y pastoral de este tan importante documento, poco recordado y menos leído y estudiado. Pero, si consigo animarlos a leerlo y reflexionarlo desde nuestra condición de agentes de pastoral universitaria, me quedo un poco más motivado. Como lo indica casi al final, son abundantes y copiosos los retos actuales que nos exige respuesta: el desequilibrio ecológico, los problemas de la paz, los vilipendios de los derechos humanos, la defensa del respeto a la vida desde la concepción hasta su ocaso natural, las nuevas potencialidades de la ciencia sobre todo el terreno de las biotecnologías, en fin, innumerables y crecientes retos. Sin embargo, concluye la Novo millennio ineunte, “es notorio el esfuerzo que el Magisterio eclesial ha realizado, sobre todo en el siglo XX, para interpretar la realidad social a la luz del Evangelio y ofrecer de modo cada vez más puntual y orgánico su propia contribución a la solución de la cuestión social, que ha llegado a ser ya una cuestión planetaria” (NMI 52).

lunes, 4 de abril de 2011

Centesimus annus

Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

(Charla dictada en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, Sierra Maestra, Municipio San Francisco, Edo. Zulia. El jueves 31 de marzo a las 7:00 pm.)

Mensaje de inicio

Es motivo de alegría y nos fortalece la esperanza de que, lo que humanamente es imposible, humanamente es posible por la acción graciosa de Dios. Por eso, les manifiesto mi complacencia y les felicito por la tan loable iniciativa de crear una Cátedra Parroquial. Pido al Señor extienda esta inspiración a todas las comunidades cristianas de nuestra iglesia particular. Es que cada comunidad cristiana debe ser una cátedra donde aprendamos a vivir como cristianos. De que se haya creado para homenajear al nuestro próximo beato el Papa Magno Juan Pablo II, es de un nivel muy elevado tanto desde el punto de vista de lo académico como de lo pastoral y espiritual. Sin más preámbulo, les felicito sinceramente y me llena de gozo poder colaborar hoy en esta ya exitosa Cátedra Parroquial Juan Pablo II. Le auguro que se escribirá en la historia de nuestra Iglesia que esta Cátedra nace en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de Sierra Maestra en un homenaje de veneración sincera a aquel que hace 26 años se acercó a nuestra ciudad para hablarnos cara a cara, como el peregrino de la paz y la esperanza que es. Precisamente, es el mismo Juan Pablo II, en la encíclica que hoy contemplamos, quien nos dice: “Para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio a Cristo Salvador” (Centesimus annus 5). Y, como evangelizar es la vocación e identidad de la Iglesia, con esta cátedra estamos haciendo Iglesia.

Criterio hermenéutico

En el Papa Juan Pablo II nos encontramos con un magisterio tan magno como su misma persona y pontificado. Nos centramos, como me corresponde en este evento, en la encíclica Centesimus annus (CN), la novena encíclica de su pontificado y la tercera de carácter explícitamente social, fechada el día del trabajador y san José Obrero del año 1991, en homenaje al Papa León XIII y el centenario de su encíclica Rerum novarum (15-5-1891). Sin duda, este nuevo documento de Juan Pablo II enriquece aun más el cuerpo doctrinal de cien años de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Por tanto, la misma DSI es su tema central, desarrollado en seis capítulos: en el primero nos presenta los rasgos característicos de la Rerum novarum; en el segundo nos habla de las realidades actuales desde donde se debe hacer relectura de la encíclica centenaria; el tercer capítulo se trata de lo que ha significado el extraordinario año 1989 para la humanidad con la caída del famoso muro de Berlín y fracaso del régimen comunista; el cuarto capítulo se habla de la propiedad privada y el destino universal de los bienes; el quinto sobre el Estado y la cultura; por último nos enseña algo que se convirtió en una constante para Juan Pablo II y el fundamento de la DSI, se trata de que la persona humana es el camino de la Iglesia. El propósito de esta encíclica es la de hacer una relectura de la Rerum novarum, pero mirando las cosas nuevas que hoy nos interpela. Un pocas palabras, la Centesimus annus es la hermenéutica de la Rerum novarum. Para interpretar un documento de la DSI es necesario darnos cuenta de su carácter histórico. Explico, esta doctrina ilumina y guía el paso de la persona peregrina en el tiempo y en el espacio. En él vive, más que vivir, convive en relación con las criaturas creadas y todo el mundo material que es capaz de transformar con su inteligencia para bien de todos. Dios lo creó para ser señor de la creación y creador como el mismo Creador. También para la relación interhumana que debe vivir en la fraternidad. Y para la relación con el Absoluto de donde surge y hacia donde está llamado como su vocación final. Esta relación parte de la iniciativa divina y se funda en el amor. Es Dios quien lo ama primero y hasta el extremo. Por eso lo hizo Dios a su imagen, capaz de conocerle, servirle y amarle. Aun más, por Jesucristo, lo eleva a la dignidad de hijo. Así pues, el ser humano es señor del mundo, hermano entre los otros seres humanos, e hijo de Dios. Esencialmente somos seres en relación o, si se prefiere, seres sociales. Nosotros, desde nuestra fe, afirmamos que somos seres para la comunión. Pero, el pecado trastorna la armonía de la creación. Desde entonces la historia está entretejida de éxitos y fracasos, de males y bienes, de sufrimientos y felicidades. El trabajo humano tiene sus dificultades cuando se busca interese individuales y se tiene ambiciones egoístas. Las relaciones se tornan difíciles. El humano pasa de señor a esclavo, de hermano a explotador y se olvida de Dios negando su propia trascendencia. Sin embargo, Dios no lo abandona y comienza a formar un pueblo para realizar así su plan de salvación. Este pueblo se convierte, después de la experiencia liberadora del éxodo, en el Pueblo de Dios, con quien el mismo Yahvé hace una Alianza. Y, cuando llega la plenitud de los tiempos, Jesucristo se encarna habitando entre nosotros para redimirnos con su muerte y resurrección. Recrea la nueva humanidad. Nos salva, formándonos en un pueblo de hermanos. Así, con el Espíritu Santo, surge el Nuevo Pueblo de Dios, Pueblo de la nueva y definitiva Alianza sellada en el Misterio Pascual (pasión, muerte y resurrección de Jesucristo). De esta forma la Iglesia se presenta al mundo como Sacramento, es decir, signo e instrumento de la salvación (Cf. Lumen gentium 1), Sacramento visible de unidad (Cf. Lumen gentium 8), “Pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Cf. Lumen gentium 4), Sacramento universal de comunión. Este es el verdadero reto de la Iglesia en la humanidad: ser Sacramento de comunión. Ser signo de una sociedad solidaria. Ella debe, por tanto, ser peregrina significando con su ser y actuar la comunión interhumana y humano-divina. Pero, además, debe hacer que los humanos logren esta comunión tan deseada; es decir, está llamada a ser “casa, escuela y taller de comunión”, para decirlo con palabras del mismo Juan Pablo II y nuestro Pastor de Maracaibo Mons. Santana. Realizar la comunión es la misión de la Iglesia porque es el sentido del reinado de Dios, presentado por Jesús como un gran banquete de amor donde los hombres viven eternamente compartiendo en fraternidad y gozando de la gloriosa presencia del Padre. Comunión de amor que tiene en el misterio de Dios Trinidad su fuente, su modelo y su meta. La Iglesia es, para y con la humanidad, signo visible de la Sociedad más perfecta que es Dios. Esta verdad es el espíritu unificador de toda doctrina cristiana. Naturalmente, también de la DSI. De ahí que, cuando la humanidad sufre la Iglesia se acerca y le sirve. Como el buen samaritano se hace prójimo, comunión. Con su DSI, que responde a cada cuestión humana, la Iglesia acompaña y sirve al peregrino histórico. Asumiendo para sí “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobre y de cuantos sufren” (Gaudium et spes 1). Este es el sentido más profundo de la obra eclesial. Cada documento ilumina el camino humano para que las personas puedan enfrentar con valor e inteligencia, en solidaridad y dignidad, las cuestiones sociales que surgen de sus vidas en relación. Para eso, DSI le brinda “los principios de reflexión, los criterios de juicio y las directrices de acción como base para promover un humanismo integral y solidario” (Compendio de la DSI 7). Por tanto, un criterio importante para la interpretación, después de tener a la Persona Humana como el camino de la Iglesia, es que la DSI tiene un carácter histórico, precisamente porque el humano es histórico. Todo documento social, aun guardando principios perennes y universales, abordan cuestiones históricas concretas. De ahí que en la lectura fiel de cada documento social, debemos ubicarnos en el contexto histórico desde donde se emite y conocer el problema específico que trata. Además, para su comprensión, la interpretación o actualización del mensaje, es importante hacer una relectura enfrentándola con nuestra presente realidad humana. Esta doctrina evoluciona en la medida que responde a situaciones propias de la historia. El mismo Juan Pablo II lo enseña con estas palabras: “A partir de la aportación valiosísima de León XIII, enriquecida por las sucesivas aportaciones del Magisterios, se ha formado ya un corpus doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia, en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia. Intenta guiar de este modo a los hombres para que ellos mismos den una respuesta, con la ayuda también de la razón y de las ciencias humanas, a su vocación de constructores responsables de la sociedad terrena” (Sollicitudo rei socialis 1 SRS).

Contexto histórico de la Centesimus annus

Juan Pablo II celebra el centenario de la primera encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, haciéndole una extraordinaria hermenéutica en un contexto totalmente nuevo. Para ello, con una mirada retrospectiva, mira el contexto del centenario documento para expresar su riqueza, algo así como ¿qué dijo la Rerum novarum? Luego, Juan Pablo II se ubica en su propio momento histórico para poder responder a la pregunta: ¿Qué nos dice hoy la Rerum novarum? Pero, esta pregunta abarca también el futuro del tercer milenio al que Juan Pablo II se ha comprometido dirigir a la humanidad desde los primeros momentos de su pontificado. Como sabemos, León XIII, con la primera encíclica social, dio respuesta a lo que se llamó “cuestión obrera”. En los siglos XVIII y XIX, gracias al avance de las ciencias modernas, se produce una auténtica revolución calificada de industrial que hiso cambiar el estilo de vida de la personas en sociedad. El trabajo manual se sustituye por las maquinas que más tarde serán denominadas como medios de producción, dando paso a las industrias que cada vez crecen más. En la actividad económica, rige un nuevo sistema de ideología liberal individualista que abarca tanto lo jurídico como lo político. Se elimina lo que consideraban trabas y reglamentaciones que se tenía en el Medioevo que dificultaban la actividad económica. En contraposición, surge el principio de la libre concurrencia o competencia entre los individuos y entre las empresas. Así, la propiedad privada pasó a ser un derecho individual controlado por la voluntad de las partes. El capitalismo se hiso presente con un notable aumento en la producción de bienes y servicios. Quien tiene el capital, es dueño de los medios de producción, puede formar la industria y contratar a los obreros para el manejo de las valiosísimas maquinas con un contrato a convenir, sin ninguna reglamentación. Naturalmente, los abusos del capitalista que sólo le importa aumentar su capital, hace de los obreros y su familia una muchedumbre proletaria, en la miseria, en condiciones casi de esclavitud, como lo afirma León XIII en la Rerum novarum. Las reacciones en contra de tal situación no dejaron de aparecer, siendo la más significativa la del famoso Manifiesto Comunista que propone la lucha de clases y la implantación de un régimen de Estado del Partido Comunista del proletariado como dueño de todos los medios de producción, bajo la bandera de la destrucción de la propiedad privada. Su filosofía se fundamenta en una visión materialista dialéctica del hombre y de la historia, con la pretensión de eliminar toda alienación externa, incluyendo la religión. El hombre es sólo un producto socio-económico. Pero, muchos olvidamos que antes del marxismo comunista, muchos cristianos, clérigos y laicos, manifestaron sus propuestas y trabajaron duramente por ellas. Unos, llamados conservadores o tradicionalistas, predicaron volver a vivir como antes, calificando como negativo los adelantos científicos y tecnológicos. Otros, llamados liberales, aceptando los cambios y adelantos del momento, buscan corregir y remediar los abusos. Por otro lado, encontramos a los llamados reformistas, quienes respetando y valorando la realidad de avances, se dedican a una más profunda transformación de la situación de explotación. En este contexto aparece la primera encíclica social denunciando las consecuencias inhumanas del capitalismo liberal y rechazando por materialista y anti-humanista la solución socialista. Cien años después, aparece la Centesimus annus en un contexto totalmente diferente, confirmando las previsiones de León XIII. Ciertamente, los sucesos del año 1989 se convierten en clave de lectura para la encíclica de Juan Pablo II. Este Papa ha sido testigo calificado de todo el sufrimiento y deshumanización que trajo consigo la implementación de un sistema comunista rechazada por la Iglesia desde la primera encíclica. Construir una sociedad sin Dios es posible, pero siempre se construye inhumanamente, contra la misma humanidad. Juan Pablo II pone de manifiesto las grandes visiones de León XIII. Ante la crítica del socialismo porque empeora la situación obrera (RN 4), se coloca como injusta por sí misma al negar el derecho de la propiedad privada (RN 5-9), interviene con graves prejuicios en el interior de la familia (RN 10-11). Pero, por otro lado, con la misma fuerza, arremete contra el capitalismo llamándolo Juan Pablo II salvaje. Reafirma el autor de la Centesimus annus lo que cien años antes afirmara el autor de la Rerum novarum, el capitalismo liberal y el socialismo comunista son por igual ateos e inhumanos. Separan al hombre de la verdad (CN 4) y no respetan la dignidad del trabajador ni del trabajo (CN 6). Así, lo que para León XIII era una fatal posibilidad, para Juan Pablo II fue un trágico momento destructivo que tenía y llegó a finalizar con el fracaso rotundo y solemne del imperio comunista, dejando atrás atrasos y muertes. Juan Pablo II describe así el contexto de hoy en la Centesimus annus, al comienzo del capítulo titulado “El Año 1989”: “Partiendo de la situación mundial apenas descrita, y expuesta con amplitud en la encíclica Sollicitudo rei socialis, se comprende el alcance inesperado y prometedor de los acontecimientos ocurridos en los últimos años. Su culminación es ciertamente lo ocurrido el año 1989 en los Países de Europa central y oriental; pero abarcan un arco de tiempo y un horizonte geográfico más amplios. A lo largo de los años ochenta van cayendo poco a poco en algunos Países de América Latina, e incluso de África y de Asia, ciertos regímenes dictatoriales y opresores; en otros casos da comienzo un camino de transición, difícil pero fecundo, hacia formas políticas más justas y de mayor participación” (CN 22). Otros de estos regímenes que han subsistido hasta hoy, están llegando a su fin de la misma manera. En resumen: el contexto desde donde Juan Pablo II escribe la Centesimus annus es el tiempo de la Perestroika de Gorbachov 1986-1991; 1989-1990 con el desmoronamiento de los regímenes comunista de la Europa del central y del este con la caída del muro de Berlín; la guerra del Golfo (1990-1991); la Conferencia de Paz de Madrid en 1991.

Contenidos de la Centesimus annus

Cuatros principios son destacados de la Rerum novarum por el primer capítulo de la Centesimus annus. A saber, la dignidad del trabajo humano y el derecho a la propiedad privada (CA 6). Debemos destacar que el trabajo es humano y justo cuando realmente responde a la propia vocación de la persona. Además, el trabajo tiene una dimensión social. De tal manera que, el trabajo humano realiza al ser personal integrar como individuo y como ser para la comunión. Con respecto a la propiedad privada, no puede considerarse como un valor absoluto y no puede estar desintegrado del principio del destino universal de los bienes de la tierra. Aquí Juan Pablo II denuncia por igual a los sistemas colectivistas e individualistas. Al tema de la propiedad privada y del destino universal de los bienes, dedica todo el capítulo IV de la Centesimus annus, haciendo toda una exposición de la misma en las diferentes aportaciones que va enriqueciendo este tema en la DSI (CA 30). En todo caso, el principio más significativo es que “la propiedad privada, por su misma naturaleza, tiene también una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes” (CA 30). Es conveniente complementar estas afirmaciones con lo ya definido en la encíclica Sollicitudo rei socialis: “Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originalmente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes” (SRS 42). Por cierto, esto lo desarrolla por primera vez en Puebla 1979, principio de su pontificado, reafirmando como lo hace en la Sollicitudo rei socialis y en la Centesimus annus, la opción preferencial por los pobres. Siguiendo en el capítulo primero de la Centesimus annus, presenta otro rasgo de la centenaria encíclica de León XIII. Se trata del derecho de asociación y derecho a unas condiciones dignas de trabajo (CN 7) unido al derecho a un salario justo (CN 8) y el papel del Estado en atención a todos, especialmente a los pobres, velando por el bien común (CN 10-11). Insiste claramente que el Estado es un servidor del pueblo, preferencialmente debe cuidar y asistir a las mayorías débiles y necesitadas (CN 10). Interpretando a León XIII, “insiste sobre un principio elemental de sana organización política, a saber, que los individuos, cuanto más indefensos están en una sociedad tanto más necesitan el apoyo y el cuidado de los demás, en particular, la intervención de la autoridad pública” (CN 10). En el segundo capítulo, la Centesimus annus nos habla de las cosas nuevas de hoy (CN 12-21). Destaca las previsiones de León XIII y la visión actual de la profundización de los errores del socialismo-comunista (CN 12-14). Presenta, por otra parte, la alternativa defendida por la Iglesia y sus efectos a lo largo del siglo (CN 15-16). Recuerda, con un tono totalmente de consentimiento firme en la actualidad, que “la Rerum novarum se opone a la estatalización de los medios de producción, que reduciría a todo ciudadano a una pieza en el engranaje de la máquina estatal. Con no menos decisión critica una concepción del Estado que deja la esfera de la economía totalmente fuera del propio campo de interés y de acción. Existe ciertamente una legítima esfera de autonomía de la actividad económica, donde no debe intervenir el Estado. A éste, sin embargo, le corresponde determinar el marco jurídico dentro del cual se desarrollan las relaciones económicas y salvaguardar así las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes, no sea que una de ellas supere talmente en poder a la otra que pueda reducir prácticamente a esclavitud” (CN 15). Pero, lo más resaltante es siempre asegurar el bienestar de toda la comunidad, en justicia y libertad. Así como la defensa de los derechos de los pobres, ante todo. Para ello, en concreto, el Papa exige el trabajo digno, el pleno empleo y un salario justo tal que le permita al trabajador la capacidad del ahorro. Naturalmente, el Estado tiene la obligación de capacitar para el trabajo con una educación excelente y para todos, de modo que se pueda ejercer con competencia, responsabilidad y honestidad, un trabajo según su propia vocación. Se “requiere también una asidua vigilancia y las convenientes medidas legislativas para acabar con fenómenos vergonzosos de explotación, sobre todo en perjuicio de los trabajadores más débiles, inmigrados o marginados” (CN 15). Defiende Juan Pablo el derecho natural a las organizaciones obreras, profesionales y técnicas. Esto es una exigencia que atraviesa totalmente la historia de los ciento veinte años de la DSI. Otras muchas garantías para el trabajador como horarios y día de descanso. Otro principio fundamental es la solidaridad. De hecho el tema de la solidaridad es tratado con mayor amplitud e interés por Juan Pablo II en casi todo su Magisterio social, muy especialmente en la Sollicitudo rei socialis. Ciertamente, la solidaridad es una de las más importantes virtudes cristiana, es expresión del mandamiento nuevo del amor y construye la comunión, signo que nos identifica como seguidores de Jesús. Dice el Papa grande: “A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuesto al sacrificio, incluso extremo: dar la vida por los hermanos” (SRS 40). Esta virtud de la solidaridad da a las organizaciones obreras y profesionales, a las organizaciones políticas o del Estado, a toda empresa e instituciones, un tinte cristiano muy valioso. El capítulo tercero habla de los significativos sucesos del año 1989 (CN 22-29). León XIII responsablemente advirtió sobre la solución errónea del socialismo-comunista, hoy Juan Pablo II debe anunciar el fracaso de dicho sistema, que dejó experiencias sumamente trágicas para la humanidad. Sin embargo, con extraordinario optimismo, escribe: “De este proceso histórico han surgido nuevas formas de democracia, que ofrecen esperanzas de un cambio en las frágiles estructuras políticas y sociales, gravadas por la hipoteca de una dolorosa serie de injusticias y rencores, aparte de una economía arruinada y de graves conflictos sociales” (CN 22). De ese dolor es testigo nuestro Papa Polaco. En el anterior capítulo señala que el error de fondo del régimen fracasado es que se basó en una concepción de la libertad que aparta de la obediencia de la verdad y, por tanto, del deber de respetar los derechos de los demás, con las extremas consecuencias que produjo en nuestro siglo (CN 17-21). Pero, lo señala en el tercer capítulo, lo más grave es un régimen sostenido sobre la base de una falsa idea del ser humano que conduce a un falso proyecto de sociedad (CN 25). No se puede sostener una sociedad de progreso humano auténtico, sobre la concepción materialista del humano y su historia. Es lo que podría llamarse anti-humanismo. La Iglesia siempre ha propuesto, esta encíclica de Juan Pablo II lo sostiene con firmeza, que el desarrollo humano es integral, de todos los hombres y de todo el hombre. No sólo económico. Este verdadero desarrollo humano se funda sobre el trabajo solidario, una vida digna y capacidad de responder a su propia vocación. Naturalmente, sobre una fe o vida trascendente. Los sistemas políticos que deben gobernar deben estar construidos mediante el esfuerzo de una razón clara, en el ejercicio de la libertad. Como ya habíamos adelantado, el capítulo cuarto está dedicado a la cuestión de la propiedad privada (CN 30-43). Juan Pablo nos propone caminar hacia un sistema económico basada en la libertad de trabajo, en la justicia social, en la empresa más participativa. Tajantemente declara que el capitalismo no puede ser el único modelo (CN 35). En todo caso, todo sistema, también el capitalismo, debe someterse al control de las leyes justas, siempre y cuando no de pie a ideología radicalizada (CN 42). Siento desilusiónalos, pero cuando muchos esperaban que, ante el fracaso del comunismo, la Iglesia celebraría el triunfo del capitalismo. La verdad es que, desde el principio, con León XIII hasta ahora y siempre, el capitalismo es condenado por salvaje. Porque, el capital no puede estar por encima del hombre, y “el hombre es el camino de la Iglesia” (CN 53). Otro tema es el del Estado y la cultura, del capítulo quinto. El Estado debe armonizas y dirigir el desarrollo; cuando lo requiere, debe ejercer funciones de suplencia; practicar y respetar el principio de subsidiaridad; tarea asistenciales y contribuir a construir una cultura de paz. La misma DSI es el tema del último capítulo, sobre el principio eterno y universal de que el hombre es el camino de la Iglesia. Y, con esta verdad central, termino mi exposición agradeciendo su interés y paciencia. Dice Juan Pablo II: “En los últimos cien años la Iglesia ha manifestado repetidas veces su pensamiento, siguiendo de cerca la continua evolución de la cuestión social, y esto no lo ha hecho ciertamente para recuperar privilegios del pasado o para imponer su propia concepción. Su única finalidad ha sido la atención y la responsabilidad hacia el hombre, confiado a ella por Cristo mismo. Hacia este hombre, que como el Concilio Vaticano II recuerda, es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio. De ahí se sigue que la Iglesia no puede abandonar al hombre, y que este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión” (CN 53). En fin, el sentido de toda la DSI está precisamente en que “la Iglesia tiene como horizonte al hombre en su realidad concreta de pecador y de justo” (CN 53).

Sobre los laicos

Andrés Bravo
Asesor de la Acción Católica de Maracaibo

(Salutación a la XV Asamblea de la Acción Católica de Venezuela en la Arquidiócesis de Maracaibo, entre los días 1 y 3 de abril de 2011)


Como asesor de la Acción Católica en la Arquidiócesis de Maracaibo, les doy la bienvenida a todos los asistentes que tan generosamente han respondido a la invitación para participar en esta XV Asamblea de la Acción Católica (AC) de Venezuela en esta Iglesia particular. Este es un espacio importante de comunión entre los cristianos organizados en este prestigioso Movimiento Eclesial. Compartiendo la Eucaristía, vivimos la comunión con la Comunidad Divina del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta es la fuente, el modelo y la meta de nuestra Iglesia.

El tema central de este evento, “Laicos de Acción Católica: testigos del Evangelio de Cristo”, nos indica la identidad y la misión del laico en la Iglesia para la humanidad. Estamos en sintonía con la realidad de una Iglesia que se abre al mundo para servirle, sembrando en el corazón de cada persona humana la semilla del Evangelio de Jesús, para construir una nueva sociedad formando hombres renovados por los valores cristianos. También son significativos los títulos de los dos grandes momentos, cuidadosamente elegidos. Son: “servicio de la Acción Católica a la comunidad eclesial” y “aporte de la Acción Católica al servicio social”. Por algo los Pastores Latinoamericanos en la Conferencia de Puebla hablan de los laicos como personas de Iglesia en el corazón del mundo, tanto como que son personas del mundo en el corazón de la Iglesia (Puebla 786). Así también lo enseña Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Christifideles laici, que trata precisamente sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Es que cuando una persona humana es adoptada como hija de Dios y, por tanto, miembro de la gran familia llamada Iglesia, no deja de ser humano. No es separada del mundo, por el contrario, es consagrada para encarnarse en el mundo como se encarnó el mismo Hijo de Dios.

Hoy nuestra sociedad espera el testimonio claro y sincero de nuestra fe cristiana. Si decimos que Dios es Padre de todos, debemos hacerlo notar en una vida fraterna. La humanidad no creerá ni se convertirá, si los cristianos somos individualistas y no nos interesamos por el bien comunitario. Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica citada, nos sigue enseñando que “es necesario mirar cara a cara este mundo nuestro con sus valores y problemas, sus inquietudes y esperanzas, sus conquistas y derrotas: un mundo cuyas situaciones económicas, sociales, políticas y culturales presentan problemas y dificultades más graves respecto a aquel que describía el Concilio en la Constitución Pastoral Gaudium et spes. De todas formas, es ésta la viña y es éste el campo en que los fieles laicos están llamados a vivir su misión” (CFL 3).

Dios les bendecirá para que, con esta energía renovadora, esta inquietud espiritual, ante la presencia de una sociedad venezolana desafiante, no tengan miedo de testimoniar la verdad del Evangelio de Jesús. Aunque tengan que asumir grandes sacrificios. Para eso tenemos bellos ejemplos: Santo Tomás Moro, Patrono de los políticos y gobernantes, es decapitado por ser un autentico laico que vivió su vocación en la Iglesia y en el mundo, en el mundo y en la Iglesia, comprometido por la verdad.

Particularmente les recomiendo que no se dejen atrapar en la comodidad de una estructura apostólica que lo proteja. Las organizaciones apostólicas son movimientos de acción, de la Iglesia al mundo y del mundo a la Iglesia. Sepan que el mundo no es el lugar del pecado y la maldad. El mundo es, lo afirma la Gaudium et spes, “toda la familia humana con la universalidad de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia del género humano, marcado por su destreza, sus derrotas y sus victorias; el mundo que los fieles cristianos creen creado y conservado por el amor del Creador, colocado ciertamente bajo la esclavitud del pecado, pero liberado por Cristo crucificado y resucitado, una vez que fue quebrantado el poder del maligno, para que se transforme, según el designio de Dios, y llegue a su consumación” (GS 2).

La Iglesia no se cansa de invitarles a vivir su vocación humana en el plan de Dios, con un carácter comunitario. Recuerden este principio, todo orden social y progreso deben subordinarse al bien de las personas humanas. Ella es el camino de la Iglesia, repite una y otra vez Juan Pablo II. En su apostolado les reta la construcción de una sociedad fraterna. En toda actividad humana, sean protagonistas, no escapen. Tengan una espiritualidad que los dinamice desde el interior para ser testigos de la verdad. La Iglesia, ningún movimiento o grupo eclesial, es refugio para protegernos del mundo. Más bien, la Iglesia es el espacio donde la humanidad aprende a vivir en comunión y testimoniarlo al mundo. Desde Ella, ustedes son servidores de la humanidad. Es el mismo Jesús quien ora al Padre pidiendo que no nos saque del mundo, sino que nos cuide de la maldad (Jn 17,15).

La presencia del laico en el mundo debe ser transformadora. Desde la familia, construyen la sociedad con una recta promoción del progreso de la cultura. En la cultura, son “testigos del nacimiento de un nuevo humanismo, en el que el hombre se define primariamente por su responsabilidad hacia sus hermanos y hacia la historia” (GS 55). Así como tampoco debe estar ausente el laico, en la vida económico-social, honrando y promoviendo la dignidad de la persona humana. No tengan miedo ni reparo en la acción política. En este tema, Juan Pablo II es terriblemente claro: “Para animar cristianamente el orden temporal, en el sentido señalado de servir a la persona y a la sociedad, los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política; es decir, de la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común” (CFL 42).

Así, pues, pidamos al Señor que él mismo sea quien bendiga este tan importante evento. Que contemos siempre con la protección de nuestra Madre María de Chiquinquirá.

Amén.