viernes, 25 de marzo de 2011

Participación y comunidad política

Por el Dr. Jorge Sánchez Meleán
Con motivo de la V semana de la Doctrina Social de la Iglesia, se me asignó la tarea de reflexionar sobre la "Participación de los laicos en la Comunidad Política", en el Instituto Diocesano de Pastoral Monseñor Marco Tulio Ramírez en Cabimas.
En las sociedades democráticas actuales, igualmente se abren muchas puertas para que los ciudadanos participen en la gestión pública en nuevas y diferentes formas. Todos los cristianos tenemos el deber de contribuir a la consecución del bien común. Como paradigma de lo que ello significa, resalta la figura de Tomás Moro, patrón de los gobernantes y políticos cristianos, quien entre los siglos XV y XVI supo subordinar la política a la moral y la ética, sin importarle su propia vida.
Hoy, la enseñanza social católica descansa en un conjunto de principios y valores, que deben ser la referencia básica para la acción de los laicos católicos en la vida política y social. Dentro de esos principios el de participación está en íntima relación con el de subsidiaridad. Allí está el fundamento del pluralismo social, base para la participación.
La participación es un deber que los cristianos debemos ejercer de manera responsable. Esta es una de las mayores aspiraciones de los ciudadanos y uno de los pilares de la democracia. De allí la preocupación por aquellos países con regímenes totalitarios o dictatoriales, donde desaparece la participación libre y democrática y también el principio de la subsidiaridad. El deber de la participación es inherente a la dignidad de la persona humana.
La participación es una responsabilidad personal y social. En consecuencia, los laicos cristianos comprometidos, tenemos el derecho y el deber de ocuparnos del desarrollo de las instituciones que mejoren las condiciones de la vida humana. La participación comienza con la educación y la cultura y debe llegar hasta el trabajo constante para erradicar la pobreza.
Los laicos en la Venezuela de hoy no pueden olvidar que "la legítima pluralidad de opciones temporales" no puede obviar el compromiso de los católicos en la política con los valores de la doctrina social y moral cristiana. No existe pluralismo ético. Por ello, con valentía, debemos rechazar lo que sea "absolutamente inaceptable" en el orden político, económico y social. Sólo así podremos transmitir a las futuras generaciones razones para "vivir y para esperar".
Tomado de: http://www.laverdad.com/
el día 25-3-2011

viernes, 18 de marzo de 2011

MANUAL DE ENCUENTROS DE PREPARACIÓN INMEDIATA AL MATRIMONIO. ALGUNAS CONSIDERACIONES PASTORALES


Mons. Máximo Rodríguez León
Director Departamento Pastoral Familiar Arquidiócesis de Valencia
Profesor de Pastoral Familiar Seminario Arquidiocesano N.S. del Socorro (Valencia)
E-Mail: maxjesus72@hotmail.com

El Santo Padre Benedicto XVI en su Discurso a la última Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia en febrero 2010 recordó que la preparación al matrimonio en nuestros días es más necesaria que nunca y señaló que es necesario prestar atención particular a que, durante esta preparación, los novios reaviven su relación personal con Jesucristo, especialmente escuchando la Palabra de Dios, acercándose a los Sacramentos y sobre todo participando en la Eucaristía. Sólo poniendo a Cristo en el centro de la existencia personal y de pareja es posible vivir el amor auténtico y donarlo a los demás.
En este sentido, pidió que los obispos promuevan el intercambio de las experiencias más significativas, estimulen un serio compromiso pastoral en este importante sector y muestren especial atención a que la vocación de los cónyuges se convierta en una riqueza para toda la comunidad cristiana y, especialmente en el contexto actual, en un testimonio misionero y profético.
Por ello, afirmó, que un compromiso importante del Pontificio Consejo para la Familia será la elaboración de un Vademécum para la preparación al matrimonio. Estará listo a fines de 2011, antes del VII Encuentro Mundial de las Familias en Milán (2012) y representará una actualización del Documento “Preparación al Sacramento del Matrimonio” (1996).
Hoy, en nuestra Iglesia en Venezuela “hay una sentida urgencia de promover una intensa acción pastoral de evangelización para promover “matrimonios integrales”, “comunidades de vida y amor”, parejas “unidas por el Sacramento del matrimonio” (“Iglesia y Familia: presente y futuro” 48).
Nuestros Pastores, conocen la necesidad urgente e indispensable de proponer y estructurar itinerarios de formación especifica de los novios, en el cuadro de un proceso de formación cristiana gradual y continuo (Cfr. PSM 16).
La Conferencia Episcopal Venezolana, al aprobar el presente Manual de Preparación Inmediata al Matrimonio, desea ofrecer a los novios de toda Venezuela una óptima Preparación Inmediata al Sacramento del Matrimonio.
“Conocemos el proceso de descristianización y el deterioro de la familia y del matrimonio y esa realidad nos obliga a considerar y utilizar la presencia de los jóvenes en los Encuentros Prematrimoniales como un momento único de gracia que hay que saber aprovechar” (Manual de Encuentros de Preparación Inmediata al Matrimonio -para los Agentes de Pastoral- pág. 7- 8)
“Este Manual tiene la finalidad de servir de apoyo a los agentes pastorales que se dedican a la Preparación de las parejas de novios que proyectan recibir el Sacramento del Matrimonio” (Manual pág. 9). Su publicación “era una urgencia nacional en razón de la importancia de esta preparación y en razón de la forma anárquica como se ha estado realizando esta preparación sin ninguna unidad de criterios” (Manual pág. 7)
“Estamos conscientes que la sola publicación de un Manual Nacional no soluciona este problema que requiere otro tipo de intervención, bien sea de la autoridad de cada Obispo Diocesano o bien de la misma Asamblea Episcopal” (Manual pág. 7)
“Deseamos que los lineamientos pastorales que puedan publicarse en las Diócesis logren lo que este manual no puede obtener por si solo” (Manual pág. 8)
“Las Diócesis pueden impulsar el buen fruto de este Manual, con la creación o fortalecimiento de los Departamentos Diocesanos de Pastoral Familiar y de los equipos responsables del acompañamiento de la preparación inmediata al matrimonio” (Manual pág. 8). Se debe “establecer en cada jurisdicción eclesiástica un comité especial, constituido por el obispo, para supervisar y coordinar las actividades de Preparación Inmediata al Matrimonio a nivel Diocesano” (Manual pág 15)
En referencia al Manual de Encuentros de Preparación Inmediata al Matrimonio (Para los Agentes de Pastoral), es importante señalar, especialmente, lo siguiente:
“El Manual, se presenta, todavía a título de experimento, a todos los agentes pastorales de la Preparación Inmediata al Matrimonio” (Manual pág. 7)
“El presente Manual solo responde a una etapa de la preparación al matrimonio, a la más inmediata, en la que los novios llegan carentes de todo y la mayoría de las veces con solo el bautismo” (Manual pág. 7), pero en él “no está previsto dar respuesta a las graves carencias de fe y de vida cristiana con que llegan los bautizados que desean el matrimonio” (Manual pág. 7). Ahora bien, –dice el Manual- es muy “importante una formación que no solo implique la específica preparación al matrimonio, sino que proporcione una verdadera iniciación a la fe y a la vida cristiana” (Manual pág. 8) porque lo fundamental “no es facilitar que los jóvenes se casen sino que lleguen a una adhesión personal y consciente a Jesucristo” (Manual pág. 7)
Por ello el Manual “es un subsidio de formación y guía…, pero que requiere la existencia de un proyecto pastoral” (Manual pág. 8) “Es importante, la promulgación de disposiciones diocesanas con lineamientos pastorales dirigidos a una unificación de criterios (Manual pág. 8)
El Manual, aunque se presenta como una actualización que debe suponer un verdadero progreso pastoral respecto de lo que se esta haciendo en la actualidad (Cfr. Manual pág. 10), con él “no se pretende uniformar, las distintas realizaciones de Preparación al Matrimonio ya existente, sino lograr la necesaria unidad de criterios al impartir sus contenidos” (Manual pág. 10), “no se pretende reducir los cursos prematrimoniales que estén ofreciendo contenidos más amplios” (Manual pág. 10). Además, se reconoce la posibilidad de otras alternativas al presente Manual: “se alentará el surgimiento de nuevas experiencias que respondan a los objetivos trazados” (Manual pág. 10). Solo exige como condición necesaria la unidad de criterios orientadores sobre todo en relación a pautas mínimas de contenido y duración (Cfr. Manual pág. 10)
Afirma también que, “se mantendrá el pluralismo metodológico, pero dentro de la unidad de criterios orientadores” (Manual pág. 10). “La metodología escogida para el desarrollo de cada Encuentro queda a criterio del equipo de Preparación al Matrimonio de cada Diócesis, que establecerá según su realidad aquella que considere mas apropiada para la comunidad a la cual sirve” (Manual pág. 12)
A partir de lo descrito anteriormente y teniendo presente lo ya señalado podemos concluir indicando a continuación lo siguiente:
En Venezuela, hoy en día, existe en la Iglesia una sentida urgencia de promover una intensa acción pastoral de Evangelización para formar parejas unidas por el Sacramento del Matrimonio, que sean verdaderas “Iglesias Domésticas” (Cfr. LCV 27; CAT 41).
En la actualidad, vivimos un proceso de descristianización, con grandes carencias de fe y de vida cristiana en los novios que llegan a nuestras Parroquias solicitando el matrimonio eclesiástico. Por ello, es de suprema importancia proporcionarles a estos jóvenes, antes de la celebración de su boda, una formación que ofrezca a la vez, en el cuadro de un proceso de formación cristiana gradual y continuo, una verdadera iniciación a la fe y una especifica preparación a la vida conyugal y familiar.
Por ello, ante todo, en primer lugar, es necesario constituir “en cada jurisdicción eclesiástica un Comité especial, constituido por el Obispo”, responsable de a) Elaborar el referido Proyecto Pastoral Diocesano que indique las orientaciones y lineamientos pastorales a seguir para preparar idóneamente a los novios y b) Organizar, coordinar y supervisar a nivel Diocesano la Preparación al Sacramento del Matrimonio
A tal fin, se sugiere tener en cuenta, las orientaciones pastorales del Concilio Plenario de Venezuela y Aparecida, en el contexto de la Misión Continental permanente, especialmente lo referente a: propiciar el encuentro “vivo” con Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”, la condición de ser sus “Discípulos misioneros”, la vivencia de la “Lectio Divina” importante para el crecimiento y progreso de la espiritualidad conyugal y familiar, conciencia de fe responsable de los futuros padres/madres de familia de participar en los Itinerarios Catequísticos de sus hijos, el vital llamado a participar en las Pequeñas Comunidades Eclesiales en sus Parroquias.
La actual coyuntura pastoral representa una gran y excelente oportunidad para elaborar en cada Arquidiócesis y Diócesis, un Proyecto de Preparación al Sacramento del Matrimonio, que responda a las exigencias de la Nueva Evangelización en el contexto de la realidad pastoral de la Venezuela del momento presente.
También, sería conveniente y oportuno, doctrinal y pastoralmente, considerar esperar la publicación por parte del Pontificio Consejo para la Familia del anunciado Vademecum (a fines de 2011) con la finalidad de incorporar debidamente sus indicaciones y lineamientos, al Proyecto Pastoral Diocesano. Esto es muy importante a nivel de fidelidad eclesial, en espíritu de comunión y misión.
Por último, si consideramos que la propuesta pastoral que ofrece este Manual para la Preparación Inmediata al Sacramento del Matrimonio, aprobado por la CEV con “sentida urgencia”, se propone para ser aplicado a “título de experimento” y que, además, en él “no está previsto dar respuesta a las graves carencias de fe y de vida cristiana con que llegan los bautizados que desean el matrimonio”, surge entonces, naturalmente, el interrogante pastoral sobre su viabilidad y real actualización con respecto a experiencias de formación ofrecida a los novios en diferentes Diócesis y por tanto, la inquietud sobre sus carencias y efectiva idoneidad.
Entonces, no parece lógico ni pastoralmente prudente, aplicarlo sin la previa elaboración
–como indica el mismo Manual- de un Proyecto Pastoral Diocesano que vaya mucho más allá de la simple aplicación literal y formal del contenido temático del presente Manual en nuestro medio eclesial. Teniendo cuenta, además, que admitiendo la posibilidad de ofrecer otras diferentes propuestas alternativas de formación de los novios -a condición de que respondan a los objetivos trazados-, se deduce que, su aplicación no tiene por si mismo un carácter vinculante de tipo absoluto.

Nota: Publicado en “LA IGLESIA AHORA”, Semanario de la Arquidiócesis de Caracas,
No.284. Semana del 13 al 19 de Marzo de 2011. Págs. 16-17.

martes, 15 de marzo de 2011

IGLESIA Y COMUNIDAD POLÍTICA

V SEMANA DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
“IGLESIA Y COMUNIDAD POLÍTICA”
20 al 25 de marzo de 2011
20 años de la Centesimus Annus
In memoriam: Jean-Yves Calves SJ. (+ 11-01-2010)

Maracaibo-Cabimas-Lagunillas, Estado Zulia. Venezuela
Domingo, 20 de marzo de 2011
En Maracaibo: Eucaristía concelebrada presidida por Mons. Ubaldo Santana, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Iglesia Parroquial “San Antonio María Claret”. Párroco P. Ovidio Duarte.
. Hora: 11 a.m.

En Cabimas: Eucaristía de apertura presidida por Mons. William Delgado, Obispo de Cabimas.
Rectoría La Inmaculada. Ave. H. Hora: 10 am.

Lunes 21 de marzo de 2011
“Fundamentos Bíblico-Teológicos de la DSI”
Eduardo Frades (ITER-Instituto de Teología para Religiosos)
Comentarios: P. José Andrés Bravo. Asesor del Foro Eclesial de Laicos-DSI.
Salón Conferencias. UNICA
Hora: 10 a.m.

Martes 22 de marzo de 2011
“Formación en DSI y Educación Católica”
Prof. Miguel Ricardo Gómez H
Universidad de la Salle- Instituto DSI Juan Pablo II. Bogotá- Colombia
Apoyo especial de AVEC-Maracaibo. .
Salón Múltiple.
Centro de Formación Profesional “San Francisco”. Extensión Maracaibo. Avenida 1º. de mayo.
(Antiguo Seminario Menor Santo Tomás de Aquino)
Hora: 8 am.
Miércoles 23 de marzo de 2011
“Presencia y Ausencia de la Catolicidad en la Comunidad Política”
P. Luís Ugalde SJ. Coordinador Provinciales Jesuitas en América Latina.
Salón Usos Múltiples.
Centro de Formación “San Francisco”. Extensión Maracaibo. Avenida 1º. De mayo.
Hora: 4 pm.

Jueves 24 de marzo de 2011
Charla y Exposición: “Temas de la Doctrina Social de la Iglesia”.
Centro de Formación “San Francisco”. Ave. 1o de mayo. Hora: 8 a.m.-12 a.m.
Colegios AVEC-Maracaibo-. Programa Especial.
Facilitador. Danny Socorro. Huellas.
Coordinación: Prof. Elsy Peñaloza (AVEC). Jaime Palacios (Huellas). José Luis Martin y Gustavo Córdova (AVEC).

En Cabimas:
Conferencia: “Participación de los laicos en la comunidad política”.
Econ. Jorge Sánchez Melean. Consejo de Asesores Económicos. Arquidiócesis de Maracaibo.
Instituto Diocesano de Pastoral “Monseñor Marco Tulio Ramírez”. Cabimas.
Hora: 7 p.m.
Coordinación: Coromoto de Ferrebús (Pastoral Universitaria-Cabimas).

Viernes 25 de marzo de 2011
Conferencia: Tema: “Política Venezolana y DSI”.
Rafael Díaz Blanco, Homero Pérez y Guillermo Yépes Boscán
Salón de Usos Múltiples.
Centro de Formación Profesional “San Francisco”. 1º. De mayo.
Hora: 4 pm.

lunes, 14 de marzo de 2011

NO QUIERO LA MUERTE DEL PECADOR SINO QUE SE CONVIERTA Y VIVA ( Ez 18,23)

MENSAJE DE CUARESMA 2011
Mons. Ubaldo Santana
Arzobispo de Maracaibo
Mons. Oswaldo Azuaje
Obispo Auxiliar de Maracaibo

Muy amados presbíteros, diáconos, personas de especial consagración y fieles del santo pueblo de Dios,
Vuelve a nosotros el precioso don del tiempo de Cuaresma. Cada año nuestra madre la Iglesia nos convoca para celebrar nuestra redención, que Cristo el Señor realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, muerte, resurrección de entre los muertos y su gloriosa ascensión a la derecha del Padre (Cf Constitución sobre la Sagrada Liturgia No 5).
La Iglesia le asignó desde el principio una gran importancia a la celebración de la Pascua y, por eso, dispuso un tiempo especial para que todas las comunidades cristianas la prepararan con particular esmero. Así nació el tiempo de Cuaresma. El núcleo de la Cuaresma es la conversión del pecador. Es también el profundo deseo de Dios, desde que el hombre se alejó de él por el pecado: “Yo no quiero que el malvado muera sino que cambie de conducta y viva” (Ez 18,23). Entendemos por conversión la decisión del pecador de ponerse en camino hacia Jesucristo muerto y resucitado de quien se había alejado por la vida de pecado para encontrarse nuevamente con él y hacerse su discípulo. Pasos parecidos a los que hizo el hijo pródigo de la parábola (Cf Lc 15, 11-24).
Para que se dé el encuentro con Jesucristo es menester emprender previamente un duro combate para liberarnos del yugo del pecado, del hombre viejo y remover de nuestra vida vicios y pasiones desordenadas. El buen combate es también contra el pecado social, que es el mal creciente y manifiesto en las estructuras sociales opresoras, en la inmoralidad social, en la cultura de muerte y el irrespeto de los derechos humanos. La opción por Jesús y su Buena Noticia consiste fundamentalmente en: renunciarse a sí mismo y tomar su cruz: “Si alguno quiere ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame” (Mt 16,24). A esa lucha para liberarnos del yugo del mal la Iglesia la llama el combate cristiano (Cf Catecismo de iglesia católica NN 2015, 2516).
Para realizar el combate cristiano y vivir con mayor intensidad nuestra condición de bautizados no podemos contar solo con nuestras propias fuerzas ni pretender actuar aislados de los demás. Por eso la Cuaresma es un camino que debemos recorrer bajo la guía de la Iglesia. Ella, como buena madre y educadora de nuestra fe, no solo nos ofrece un tiempo y un camino sino que además nos presenta un programa de vida y pone en nuestras manos unas prácticas de fundamental importancia.
Hay que aprovechar al máximo estos cuarenta días para reasumir con mayor conciencia y responsabilidad la condición cristiana adquirida en el bautismo. Para los adultos que se preparan a la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana, el tiempo de cuaresma representa la última etapa de su larga preparación que culmina en la Vigilia pascual con la recepción del bautismo, de la confirmación y de la eucaristía. Pero para todos los que ya han sido bautizados, la Cuaresma también les ofrece la posibilidad de emprender un camino de conversión y de penitencia y de renovar en la magna celebración de la Vigilia de Pascua sus promesas bautismales. Este ha de ser el espíritu con el que todos los cristianos debemos vivir siempre este tiempo de cuaresma. Les invito pues, mis queridos hermanos, a entrar con gran decisión y empeño en este tiempo litúrgico. Busquen a Dios, conviértanse de corazón, abandonen aquellos pecados que los tienen esclavizados. Con San Pablo les decimos: “Este es el tiempo favorable, este es el tiempo de la salvación” (2Co 6,2). Con el profeta Joel les digo: “Vuélvanse al Señor Dios nuestro porque es compasivo y misericordioso, paciente y todo amor dispuesto siempre a levantar el castigo” ( Jl 2,13).
La Iglesia nos ofrece un rico itinerario de renovación que desemboca en la semana santa y particularmente en el Triduo de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Después de Semana Santa se abrirá ante nosotros el tiempo pascual, cincuenta días de fiesta que culminan en la fiesta de Pentecostés. Para vivir más a fondo estos cien días de renovación que nuestra madre Iglesia nos ofrece quiero compartir con todos ustedes algunas líneas de vida y de acción que nos ayuden a empeñarnos juntos en la renovación de nuestra Iglesia local marabina.
Tengamos en cuenta las valiosas indicaciones contenidas en la Ordenación General del Misal romano sobre la Cuaresma, Semana Mayor y tiempo pascual reproducidas en el Calendario bíblico-litúrgico de este año.
• Ofrezcámosles a los fieles una seria catequesis litúrgica que les ayude a captar la importancia de la Pascua y del carácter penitencial del tiempo de Cuaresma. Es el tiempo apropiado para desprenderse de vicios como el alcohol, el tabaquismo, la drogadicción, el juego de azar; de abandonar la santería, la brujería, la adivinación y toda clase de supersticiones; de dedicarle menos tiempo a la computadora o la televisión y más tiempo al hogar, al trabajo y a los hijos; a abandonar prácticas corruptas y deshonestas; a fortalecer la vida familiar. En una palabra para colocar Dios y su Palabra en el centro de sus vidas.
• Revaloricemos las prácticas de la oración, el ayuno y la limosna, tres fórmulas fundamentales para avanzar hacia la madurez de la vida cristiana. Dedíquenle más tiempo a la oración tanto personal como comunitaria. Las parroquias han de ofrecer la oportunidad de recitar comunitariamente la oración de la mañana (Laudes) o de la tarde (Vísperas) y de realizar el Vía crucis. Otro camino excelente de crecimiento en la fe es la lectura orante de la biblia o Lectio divina con diversos formatos para adultos, jóvenes y niños.
• El ayuno no ha pasado de moda. La Iglesia les pide a los cristianos adultos que ayunen por lo menos el miércoles de ceniza y el viernes santo. El ayuno obliga a los cristianos católicos: según las fuerzas y las posibilidades se ayuna de una o dos comidas durante el día, pero no prohíbe tomar agua cuando se necesite. El ahorro ocasionado por el ayuno es recomendado destinarlo a obras de caridad. Asociado al ayuno la Iglesia nos propone la práctica de la abstinencia todos los viernes de cuaresma. Se trata de abstenerse de comer carne ese día. Pero también se puede ampliar a la abstención de tabaco, de alcohol, de chucherías, de televisión, de cine o de otra adicción de las necesitamos con la gracia de Dios liberarnos.
• La limosna se refiere a la práctica de la caridad. La caridad es el corazón de la vida cristiana. Jesús lo entregó en la última cena como el distintivo de todo discípulo suyo (Cf. Jn 13, 34-35). Durante la Cuaresma se desarrolla la Campaña Compartir promovida y coordinada por el Secretariado de Pastoral Social-Cáritas de Maracaibo. El tema de este año está centrado en el cuidado y protección del medio ambiente, casa de la familia humana. Este tema ha cobrado mayor relevancia en el Zulia a raíz de las recientes inundaciones que dejaron gran número de familias en condiciones muy precarias. Con el programa IGLESIA SOY se quiere sembrar en la feligresía católica el sentido de corresponsabilidad. Durante la cuaresma se estará implementando en varias parroquias.
• Preparémonos para realizar una buena confesión acudiendo a las celebraciones comunitarias de la penitencia programadas por las parroquias y rectorías. A mis hermanos sacerdotes les pido ser particularmente diligentes y generosos en el cumplimiento de este maravilloso ministerio sacramental: es el segundo bautismo que renueva la vida de fe.
• En la segunda semana de Cuaresma, del 20 al 25 de marzo, se llevará a cabo la quinta semana de Doctrina Social de la Iglesia con el tema: Iglesia y comunidad política en homenaje a los veinte años de la encíclica “Centesimus Annus” de Juan Pablo II. Este evento nos permitirá inaugurar las nuevas instalaciones del Centro de capacitación profesional de Primero de mayo, antiguo centro vocacional que ha sido completamente reconstruido gracias al apoyo financiero de la empresa Chevron y a la eficaz coordinación del Centro de Formación Profesional San Francisco, que preside el Dr. Jorge Porras.
• Haremos un alto en el camino cuaresmal y aprovecharemos la fiesta de la Encarnación, el 25 de marzo, para ordenar cuatro nuevos diáconos transitorios para el servicio de nuestra Iglesia local: José Antonio Barboza, Diuver Martínez, Daigel Medina y José Gregorio Morán. La ordenación tendrá lugar en San Tarcisio a las 5 pm. Si aún se encuentra entre nosotros la eucaristía de ordenación será presidida por el Excmo. Mons. Edgar Peña Parra, Nuncio apostólico de Pakistan.
• La misa crismal tendrá lugar el martes 19 de abril a las 9am en la Santa Iglesia Catedral. Es la misa diocesana por excelencia en la que el presbiterio renueva sus promesas sacerdotales, se bendicen los santos óleos, se consagra el crisma, se presenta el fruto de la Campaña Compartir, se recoge la colecta a favor de los sacerdotes ancianos y enfermos, compartimos el ágape fraterno y vivimos una experiencia intensa de la Iglesia local una, santa, católica y apostólica.
• Toda la cuaresma ha de conducirnos hacia la celebración de la Semana Santa. Toda la semana santa ha de girar en torno al Triduo santo de la muerte, sepultura y resurrección del Señor. Durante esa semana se realizan campamentos misioneros. Procuremos que no sean acciones esporádicas que abren el apetito pero no tienen ninguna continuación. Necesitamos formar voluntarios y misioneros para la realización del Congreso Misionero Americano; pero más allá de ese evento debemos mirar hacia el gran objetivo de darle a nuestra Iglesia su plena identidad misionera y evangelizadora de los más alejados.
• La vigilia pascual es el corazón del triduo pascual. Preparémosla y celebrémosla con esmero. En cada parroquia y rectoría se ha de celebrar una sola vigilia pascual. Le pido a los hermanos neo catecúmenos que asistan a la vigilia pascual de la catedral o de la parroquia o rectoría que les corresponde y ofrezcan su contribución para que sean celebradas con gran dignidad y alegría. No le pidan por favor a los párrocos, rectores u otros sacerdotes que les celebren vigilias propias.
• La fiesta de la Divina Misericordia, el segundo domingo de Pascua, revestirá un relieve especial por cumplir la fiesta local quince años de su realización y sobretodo porque ese día tendrá lugar la beatificación del Papa Juan Pablo II. Les invito a realizar una vigilia de oración que culmine con la transmisión de la misa de beatificación desde Roma. Queremos también que su imagen y devoción nos inspire en la realización del programa de la Fase previa del Proyecto arquidiocesano de renovación pastoral.
• En la segunda semana de mayo, entre el 10 y 12, se celebrarán las jornadas de formación permanente en San Tarcisio a las que invito al clero, estudiantes del seminario, religiosos y laicos. Estarán centradas en el tema “La Parroquia, comunidad de comunidades vivas y misioneras” y contaremos con la asesoría del Padre salesiano Pablo González, Licenciado en teología pastoral y actual rector del Centro Agrícola Don Bosco de Carrasquero. En su momento oportuno se les dará mayor información al respecto.
• El 11 de junio tendrá lugar la Vigilia de Pentecostés. Este año se celebrará en las parroquias. Especialmente pido a los que participan de la espiritualidad de la Renovación Carismática Católica que tomen parte activa en la animación de las vigilias parroquiales. Dentro de la celebración se hará el lanzamiento del programa anual del Proyecto arquidiocesano y el envío de los nuevos miembros del EAAP. Nos impulsa el deseo de seguir fortaleciendo el tejido pastoral de parroquias y zonas pastorales, de completar la elaboración de los modelos del proyecto, de avanzar en la formación de agentes pastorales, sobre todo en lo atinente a la espiritualidad de comunión.
Que nuestra Madre la Virgen María nos acompañe en este itinerario de renovación profunda y seria de nuestra vida cristiana y eclesial y nos enseñe a escuchar la Palabra, acogerla desde el corazón y llevarla a la práctica con fidelidad y alegría en el corazón de las realidades concretas en las que estamos inmersos.
Con nuestra paternal bendición
Maracaibo 13 de marzo, primer domingo de Cuaresma de 2011

jueves, 10 de marzo de 2011

"Volved a mí de todo corazón" (Jl 2,12)

Benedicto XVI
Homilia del Miércoles de Ceniza
Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos hoy el tiempo litúrgico de la Cuaresma con el sugerente rito de la imposición de las cenizas, a través del cual queremos asumir el compromiso de convertir nuestro corazón hacia los horizontes de Gracia. En general, en la opinión común, este tiempo corre el riesgo de ser connotado por la tristeza, por la oscuridad de la vida. En cambio, es un don precioso de Dios, es un tiempo fuerte y denso de significados en el camino de la Iglesia, es el itinerario hacia la Pascua del Señor. Las lecturas bíblicas de la celebración de hoy nos ofrecen indicaciones para vivir en plenitud esta experiencia espiritual.
“Volved a mí de todo corazón" (Jl 2,12). En la primera lectura, tomada del libro del profeta Joel, hemos escuchado estas palabras con las que Dios invita al pueblo judío a un arrepentimiento sincero y no aparente. No se trata de un a conversión superficial y transitoria, sino más bien de un itinerario espiritual que tiene que ver profundamente con las actitudes de la conciencia y que supone un sincero propósito de arrepentimiento. El profeta parte de la plaga de la invasión de las langostas que se había abatido sobre el pueblo destruyendo las cosechas, para invitar a una penitencia interior, a rasgarse el corazón y no las vestiduras (cfr 2,13). Se trata, por tanto, de poner en práctica una actitud de conversión auténtica a Dios – volver a Él –, reconociendo su santidad, su poder, su majestad. Y esta conversión es posible porque Dios es rico en misericordia y grande en el amor. La suya es una misericordia regeneradora, que crea en nosotros un corazón puro, renueva en el interior un espíritu firme, restituyéndonos la alegría de la salvación (cfr Sal 50,14). Dios, de hecho, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cfr Ez 33,11). Así el profeta Joel ordena, en nombre del Señor que se cree un ambiente penitencial propicio: es necesario sonar la trompeta, convocar la reunión, despertar las conciencias. El periodo cuaresmal nos propone este ámbito litúrgico y penitencial: un camino de cuarenta días donde experimentar de modo eficaz el amor misericordioso de Dios. Hoy resuena para nosotros la llamada “Volved a mi con todo el corazón”; hoy somos nosotros los llamados a convertir nuestro corazón a Dios, conscientes siempre de no poder llevar a cabo nuestra conversión nosotros solos, con nuestras fuerzas, porque es Dios quien nos convierte. Él nos ofrece una vez más su perdón, invitándonos a volver a Él para darnos un corazón nuevo, purificado del mal que lo oprime, para hacernos tomar parte en su alegría. Nuestro mundo necesita ser convertido por Dios, necesita de su perdón, de su amor, necesita un corazón nuevo.
“Dejaos reconciliar con Dios” (2Cor 5,20). En la segunda lectura, san Pablo nos ofrece otro elemento en el camino de la conversión. El Apóstol invita a quitar la mirada de él y a dirigir en cambio la atención hacia quien le ha enviado y hacia el contenido del mensaje que trae: “Nosotros somos, por tanto, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por medio nuestro. Por eso, os suplicamos en nombre de Cristo: Dejaos reconciliar con Dios” (ibid.). Un embajador repite lo que ha oído pronunciar a su Señor y habla con la autoridad y dentro de los límites que ha recibido. Quien desempeña el oficio de embajador no debe atraer el interés sobre sí mismo, sino que debe ponerse al servicio del mensaje que tiene que transmitir y de quien le ha mandado. Así actúa san Pablo al desempeñar su ministerio de predicador de la Palabra de Dios y de Apóstol de Jesucristo. Él no se echa atrás frente a la tarea recibida, sino que la lleva a cabo con dedicación total, invitando a abrirnos a la Gracia, a dejar que Dios nos convierta: “Y porque somos sus colaboradores – escribe –, os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios” (2Cor 6,1). “Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión – nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica – sigue resonando en la vida de los cristianos. [...]es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que 'recibe en su propio seno a los pecadores' y que siendo 'santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca sin cesar la penitencia y la renovación' (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del 'corazón contrito' (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10)” (n. 1428). San Pablo habla a los cristianos de Corinto, pero a través de ellos pretende dirigirse a todos los hombres. Todos de hecho tienen necesidad de la gracia de Dios, que ilumine la mente y el corazón. Y el Apóstol añade: “Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación” (2Cor 6,2). Todos pueden abrirse a la acción de Dios, a su amor; con nuestro testimonio evangélico, los cristianos debemos ser un mensaje viviente, al contrario, en muchos casos somos el único Evangelio que los hombres de hoy leen aún. Esta es nuestra responsabilidad, tras las huellas de san Pablo, he ahí un motivo más para vivir bien la Cuaresma: ofrecer el testimonio de la fe vivida a un mundo en dificultad que necesita volver a Dios, que tiene necesidad de conversión.
“Tened cuidado de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos” (Mt 6,1). Jesús, en el Evangelio de hoy, relee las tres obras fundamentales de piedad previstas por la ley mosaica. La limosna, la oración y el ayuno caracterizan al judío observante de la ley. Con el paso del tiempo, estas prescripciones habían sido manchadas por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se habían transformado en un signo de superioridad. Jesús pone en evidencia en estas tres obras de piedad una tentación común. Cuando se realiza algo bueno, casi instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, de tener una satisfacción. Y esto, por una parte nos cierra en nosotros mismos, y por la otra nos saca de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros. Al volver a proponer estas prescripciones, el Señor Jesús no pide un respeto formal a una ley extraña al hombre, impuesta por un legislador severo como una carga pesada, sino que nos invita a redescubrir estas tres obras de piedad viviéndolas de modo más profundo, no por amor propio sino por amor de Dios, como medios en el camino de conversión a Él. Limosna, oración y ayuno: es el trazado de la pedagogía divina que nos acompaña, no solo en Cuaresma, hacia el encuentro con el Señor Resucitado; un trazado que recorrer sin ostentación, en la certeza de que el Padre celeste sabe leer y ver también en el secreto de nuestro corazón.
Queridos hermanos y hermanas, comencemos confiados y gozosos este itinerario cuaresmal. Cuarenta días nos separan de la Pascua; este tiempo “fuerte” del año litúrgico es un tiempo propicio para atender, con mayor empeño, a nuestra conversión, para intensificar la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la penitencia, abriendo el corazón a la dócil acogida de la voluntad divina, para una práctica más generosa de la mortificación, gracias a la cual ir más ampliamente en ayuda del prójimo necesitado: un itinerario espiritual que nos prepara a revivir el Misterio Pascual.
Que María, nuestra guía en el camino cuaresmal, nos conduzca a un conocimiento cada vez más profundo de Cristo, muerto y resucitado, nos ayude en el combate espiritual contra el pecado, nos sostenga al invocar con fuerza: Converte nos, Deus salutaris noster – Conviértenos a Ti, oh Dios, nuestra salvación”. ¡Amen!

miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuaresma y compromiso social

Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

Compartir es el acto piadoso más querido por el Dios que Jesús nos reveló cuando el mismo Padre lo entregó en la cruz para que nosotros tengamos vida en abundancia. El mismo Dios ha expresado ese agrado por medio del profeta Isaías. Es conveniente seguir escuchando esa voz que denuncia golpeando con fuerza nuestras conciencias para que podamos darnos cuenta de nuestros errores y abrirnos a una conversación sincera. Es que cuando ayunamos, oramos o damos limosnas, parece que a Dios no le agrada porque lo hacemos por interés propio. Pero, además, lo realizamos falsamente, porque al mismo tiempo somos explotadores y, por otro lado, somos causa de discordia y, con nuestras obras u omisiones, construimos una sociedad inhumana. Rechazando a Dios, destruimos la comunión fraterna. Pero, también, cuando destruimos la comunión interhumana, ofendemos a Dios. Hemos construido nuestro propio reino prescindiendo de Dios y, por tanto, lo hemos hecho contra el bien de los humanos. Y, como lo señala el documento de Puebla, en vez de adorar al Dios verdadero, adoramos los ídolos creados por nosotros a nuestra conveniencia: riquezas, poderes, ideologías, lujurias, entre tantos. “Por eso, el hombre se desgarró interiormente. Entrando en el mundo el mal, la muerte y la violencia, el odio y el miedo. Se destruyó la convivencia fraterna. Roto así por el pecado el eje primordial que sujeta al hombre al dominio amoroso del Padre, brotaron todas las esclavitudes.” (Puebla 185-186). Nuestra actual realidad venezolana vive hasta límites extremos esta amarga experiencia que es contraria al plan de Dios, y en la cuaresma 2011 nos interpela.
Tiene razón el Señor cuando nos reclama autenticidad en nuestros actos de piedad que la Iglesia nos ofrece en este tiempo de cuaresma. Por ejemplo, ¿basta el ayuno? Pues no, Él quiere algo más: “El ayuno que más me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que liberes a los oprimidos y acabes con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes” (Is 58,6-7). Es aquí donde nos reclama una acción social urgente, en una sociedad injusta.
En pocas palabras, cuaresma es un llamado a asumir el compromiso de conversión personal, pero que me impulse a transformar nuestra sociedad. Es tiempo sí de encontrarnos con el Señor que da la vida, que ama hasta las últimas consecuencias. Es tiempo sí de orar y hacer sacrificio. Pero es tiempo, ante todo, de compartir con generosidad. De salir de nuestros egoísmos, para tomar la cruz en serio y encontrar al Siervo Sufriente en los rostros de los más necesitados. El profeta seguirá levantando la voz de Dios para decirnos que no podemos vivir el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor por pura emotividad. No se conforma el Padre con la sola piedad individual, desencarnada, abstracta, sin compromiso comunitario. Un cristianismo sin cruz es falso. No resucita quien no entrega su vida en el amor.
Sin embargo, el Padre, así como denuncia, promete: “Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: aquí estoy. Si haces desaparecer toda opresión, si no insultas a otros ni les levantas calumnias, si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad, tus sombras se convertirá en luz de mediodía” (Is 58,9-10). La victoria del bien se garantiza por la lucha del amor extremo de Jesús en la cruz. La resurrección es la meta. Es ella la que da sentido a nuestra existencia cristiana. El aparente fracaso del crucificado se convierte en triunfo liberador en la resurrección. Cuaresma no termina en el sacrificio del calvario, pasa por ahí inevitablemente, pero sigue hasta la vida que se hace eterna en la gloria del Padre. Entonces es cuando el mismo resucitado nos recibirá para decirnos que como construimos nuestra historia amándole en el hambriento, en el sediento, en el preso, en el enfermo, en el que no tiene vivienda digna, en el que está necesitado de comprensión, justicia y amor, convencidos de que le hemos servido a Él mismo, nos invitará a compartir la casa de la Comunión Divina donde habitaremos eternamente con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

lunes, 7 de marzo de 2011

MENSAJE PARA LA CUARESMA


Mons. Mario Moronta

Obispo de San Cristobal

AL PRESBITERIO Y A TODO EL PUEBLO
DE DIOS QUE EDIFICA EL REINO
EN ESTAS TIERRAS TACHIRENSES
¡SALUD Y PAZ EN JESUS, EL SEÑOR!


1. Como parte de la tradición litúrgica de la Iglesia, cada año se dedican 40 días para preparar la gran fiesta de la Pascua del Resucitado. Es el tiempo de Cuaresma. Tomando símbolos diversos, tanto del AT como del NT, e inspirándose en la Palabra de Dios, la misma Iglesia invita a todos los creyentes y hombres de buena voluntad a que asuman una actitud de conversión y de acercamiento a Dios. Esa llamada a la conversión es una invitación a renovarse interiormente para ir asumiendo cada vez más en la propia vida los criterios del Evangelio y transparentarlos de manera continua a través del testimonio y compromiso tanto personal como comunitario.


2. Cuando hablamos de conversión hacemos referencia a dos realidades: una primera es el acto de fe en Dios por parte de quien no creía en Él. Una segunda, es el cambio de vida por parte de quien se ha alejado de Dios por causa de su egoísmo y del pecado. Quien hace este acto de conversión decide dejar lo antiguo para manifestar la novedad de vida que se ha recibido en el Bautismo. Ambas realidades son ciertas y necesarias, sobre todo hoy en medio del mundo convulsionado en el que vivimos. Sin embargo, hay una dimensión que le da el verdadero sentido a esas manifestaciones de conversión y permiten que ésta se mantenga a lo largo de la vida de todo creyente: es la invitación que Jesús hace y que Marcos relata al inicio de su evangelio: Jesús predicaba el Evangelio de Dios diciendo: Se ha cumplido el tiempo, y el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,14,15).

3. En estas palabras del Señor se sintetiza claramente el significado y las consecuencias de la conversión, cambio de vida en actitudes y comportamientos. Ante todo, se identifica la conversión con creer en el Evangelio. Quien se convierte, cree en el Evangelio, sea que comience a creer, o que esté dejando su condición de pecador. Por otra parte, convertirse y creer en el Evangelio no se limita a un acto externo, sino que supone una opción clara y decidida por el Evangelio; es decir por la noticia de salvación. Más aún, se trata de hacer manifiesta en todo momento la opción por Jesús, el Cristo, lo que conlleva su seguimiento. Así, la conversión y el creer en el Evangelio no son otra cosa sino seguir a Jesús e identificarse de tal manera con Él que el creyente hace suyos los sentimientos del mismo Señor (Cf. Filp 2,5).


4. Durante la Cuaresma, los diversos agentes de pastoral, acompañados y guiados por sus pastores, suelen invitar a sus hermanos a la conversión personal y comunitaria. Para ello, se organizan diversas actividades importantes de carácter misionero y litúrgico, enmarcados en la MISION DIOCESANA que actualmente desarrolla el “tiempo de la Palabra”. Reconocemos el esmero, la dedicación y el empeño con los que se realizan. Muchos son los frutos, debido a la gracia de Dios que actúa por medio de cada uno de los evangelizadores. Para conseguir mejores frutos, una de las tareas que debemos seguir realizando y fortaleciendo es la proclamación del Evangelio, y con ella, dar a conocer la Persona de Jesús. Es a Él a quien hay que seguir y es Él quien en definitiva concede la gracia de la auténtica conversión que se manifiesta en “creer en el Evangelio”.

5. Por eso, todos los esfuerzos evangelizadores de la Iglesia deben comenzar y centrarse en el anuncio del Evangelio de Salvación, con el cual podemos conocer la Persona de Jesús: así podremos seguirlo dejándolo todo (Cf. Mc 1,18.20), así lograremos conocer al Padre (Cf. Jn 14,8), así conseguiremos palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68), así seremos capaces de recibir la fuerza del Espíritu (cf. Jn 16,7) y así podremos alcanzar la plenitud de la vida. Quien conoce a Jesús, Dios y hombre verdadero como confesamos en el CREDO, puede entrar en comunión con Él, de tal manera que dé frutos (Cf. Jn 15,5) y sea reconocido como su discípulo. Por algo Él mismo se autopresentó como el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA (Jn 14,6). Nosotros lo proclamamos como el PRINCIPIO Y EL FIN, EL MISMO AYER, HOY Y SIEMPRE; EL SALVADOR Y LIBERADOR DE LA HUMANIDAD.


6. Durante su vida pública, Jesús se presentó como MAESTRO. Su enseñanza causaba el asombro de quienes le escuchaban pues hablaba con la seguridad de un profeta. Sus palabras eran acompañadas con hechos prodigiosos que motivaban el asombro de la fe en no pocas personas. Como Maestro, Jesús no vaciló en enseñar la VERDAD a sus oyentes. No lo hizo con estruendo de erudito, sino con la sencillez del verdadero sabio. Quienes le escuchaban comenzaron a seguirlo y convertirse en sus discípulos. Así lo reconocían como el Profeta esperado, del cual habló el libro de Isaías: El Señor Yahvéh me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al cansado (Is 50,4).

7. ¿Qué enseñaba Jesús a sus discípulos y a tantos oyentes que llegaban donde Él? Sencillamente la VERDAD QUE LIBERA (Cf. Jn 8,32). No vino a destruir la Ley sino a completarla. De allí que su enseñanza de Maestro apuntara a la liberación integral del ser humano. Lo que enseñaba, la VERDAD QUE LIBERA, se cumplía con actos concretos de libertad y sanación. Un ejemplo de esto lo encontramos cuando le dirige a Juan el mensaje a través de sus discípulos que habían venido en su nombre a preguntar si Él era de verdad el Mesías: Vayan y cuenten a Juan lo que han oído y visto: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y los pobres son evangelizados, y feliz quien no se escandalice de mí (Mt 11,4-6).


8. Era su Palabra la que producía la máxima atracción entre sus oyentes y seguidores. Ella tenía una fuerza especial que se hacía sentir en medio de todos, sencillamente porque no era una enseñanza vacía. Juan nos dice cuál es el secreto para entender esa fuerza. Jesús es esa PALABRA que se encarnó y puso su morada en medio de la humanidad (Cf. Jn 1,14). Lo que Jesús enseñaba con palabras asequibles a los demás y con gestos maravillosos era la presencia viva del mismo Dios: Dios humanado que hablaba directamente a la gente, sin intermediarios (Cf. Heb 1, 1-2). Aceptar a Jesús, optar por Él y seguirlo produce un fruto muy particular: A cuantos le recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre les dio capacidad de ser hijos de Dios… porque de su plenitud hemos recibido todos, y gracia sobre gracia (Jn 1,12. 16).

9. El Maestro no sólo anunció el Reino de salvación, sino que se presentó como Aquel que venía a inaugurarlo. No se trataba de un Reino al estilo de los terrenos donde se oprime y se manejan criterios de poder (Cf. Mc 10, 41-42). Más bien se presentó como el SERVIDOR de todos, que venía a dar la salvación ofreciendo su propia vida para ello (Cf. Mc 10, 45). Esa dimensión siempre estuvo presente en su vida y en su ministerio. Incluso, cuando lo anunciaba llegó hasta recibir el reproche de uno de sus Apóstoles, frente a lo cual reaccionó de manera muy fuerte: Lejos de Mí Satanás, porque tú no piensas como Dios, sino como los hombres (Mc 8,33).

10. Como Servidor, Jesús se manifestaba también cual Pastor Bueno que era capaz de dar la vida por sus ovejas (Cf. Jn 10,11) y como el Amigo de verdad que se ofrece totalmente por los suyos (Cf. Jn 15,14). Ello supuso la entrega total de Jesús. En eso consistía el servicio que vino a realizar, el cual tenía un motor sumamente importante: el AMOR. Así nos le enseña el mismo Señor Jesús: Porque tanto ha amado Dios al mundo, que le ha dado a su Hijo Unigénito, para que quien crea en Él, no muera; sino que tenga vida eterna. Pues no envió Dios su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn 3, 16-17). Ese servicio liberador de Jesús, el Señor, le convirtió en Sumo Sacerdote con una característica muy particular, ya que Él mismo era la Víctima ofrecida por la humanidad. De allí que su servicio sacerdotal llegara a ser principio y causa de salvación para la humanidad (Cf. Heb 5,9).


11. Con su servicio, el Señor Jesús cumplió lo anunciado en la profecía del Siervo Sufriente: Despreciado, desechado por los hombres… cargaba con nuestras dolencias… como un cordero llevado al matadero… La voluntad del Señor se cumplirá por medio de Él (Is 53, 3.4.7.10). Esa fue la experiencia de la pasión y muerte del Señor. Los poderosos del pueblo de Israel lo entregaron a Poncio Pilatos, pensando que le hacían un bien a la sociedad de entonces. El Señor Jesús asumió con total humildad la condena que lo llevó a la Cruz redentora. Entonces cargó en sus hombros el pesado madero de la Cruz y en El Gólgota terminó de ofrecer su vida por la salvación de la humanidad. Así lo reflejan sus últimas palabras: En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu… Todo está cumplido (Lc 23,46; Jn 19, 30). Lo que muchos pensaron que era un triunfo personal y el fracaso más rotundo del Maestro, se convirtió en el evento que comenzó a transformar la historia de la humanidad. Así lo deja ver el Centurión Romano con su sencilla profesión de fe: Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios (Mc 15,39).

12. Pero Jesús surge victorioso frente a la muerte y le destruye su poder con su Resurrección. Con su sangre derramada selló una nueva alianza de la que es, además, el único mediador. Esa Nueva Alianza, a la vez, por el hecho maravilloso de la resurrección es proclamada como la Pascua. Al igual, que la primera, aunque con mayor profundidad y consecuencias definitivamente transformadoras, por ser incluso Nueva Creación (Cf. Ga 6,15), la Pascua del Señor Jesucristo sintetiza las promesas hechas por el Padre a la humanidad: Cristo surge vencedor de la muerte para hacer brillar la luz que destruye toda oscuridad. Entonces, se le abre a la humanidad un horizonte que permite cambiar todo: se derriba el muro de división creado por el pecado y todos los seres humanos pueden llegar a convertirse en hombres nuevos (Cf. Ef 2,14-15).


13. Con su Resurrección, por otra parte, Jesús revela definitivamente el misterio de Dios: El es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación… El es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia, siendo el principio, primogénito entre los mortales… Y el Padre quiso por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra, pacificándolas por la sangre de su Cruz (Col 1, 15. 18.20). Con la Liturgia cantamos que es el Cordero Pascual inmolado por nuestra salvación, cuya memoria celebramos cada vez que comemos y bebemos el alimento eucarístico (Cf. 1 Cor 11, 26). Quienes conocemos como el Maestro y el Servidor, también lo conocemos y profesamos como el Señor Resucitado, el Primogénito de entre los muertos, el testigo fiel (Cf. Apoc. 1, 5) el liberador y salvador, la Vida.

14. Jesucristo es uno, en su humanidad y en su divinidad. Quien lo sigue se identifica con Él. Por el Bautismo, esa identificación se convierte en cambio radical de la existencia personal, de tal manera que incluso comenzamos a llamarnos “cristianos”; es decir “otros Cristos”, imagen del mismo Señor: Fuimos, pues, sepultados juntamente con Él por el bautismo en la muerte, para que como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en la novedad de vida (Rom 6,4). La transformación bautismal nos convierte en discípulos y testigos de Jesús. Todo ello, por una iniciativa y un acto de nueva creación del Señor con su Pascua, que nos permite decir con el Apóstol: Por su gracia yo soy lo que soy (1 Cor 15,10).


15. El Señor Jesucristo continúa su obra salvífica en la historia de la humanidad mediante la Iglesia. Esta es el pueblo de Dios que convoca a todos los creyentes y hombres de buena voluntad al seguimiento de su Señor. Recibió el mandato evangelizador de salir al encuentro de todos los seres humanos para invitarlos a convertirse en discípulos del Señor Jesús (Cf. Mt 28,19). Es la tarea de los diversos miembros de la Iglesia que han sido invitados a convertirse también, como Pedro y sus compañeros, en pescadores de hombres (Cf. Mc 1,17). Para poder hacerlo con la conciencia plena de su misión y con total comunión con el mismo Señor, es necesario tener siempre presente el consejo de Pablo a Timoteo: Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos…Si con Él morimos, viviremos con Él, si con Él sufrimos, reinaremos con Él; si lo negamos, Él nos negará a nosotros. Si nosotros no le fuéramos fieles, Él permanecerá fiel, pues no puede negarse a Sí mismo (2 Tim 2,8.12-13).

16. Como en todo momento, y para siempre, durante esta Cuaresma se nos invita a anunciar a Jesús, el Maestro, el Servidor, el Resucitado. En la medida que lo hagamos estaremos siendo fieles instrumentos del mismo Señor que nos ha enviado a anunciar la Buena Noticia de su Persona y de su Salvación. Con entusiasmo apostólico y alegre testimonio de vida, nos corresponde hacer que muchos otros se entusiasmen y se enamoren de Cristo, y entonces se animen a unirse a nosotros y a optar por la salvación (Cf. Hech 2, 46-47). En la medida que anunciemos a Jesús, el salvador y liberador de la humanidad y edifiquemos su Reino de paz, justicia y amor, estaremos colaborando para que nuestra sociedad tachirense, venezolana y mundial lleguen a ser expresión de los cielos nuevos y la tierra nueva, nacidos de la Pascua Redentora de Cristo.


17. No nos avergüenza dar testimonio de Jesús. No hemos recibido un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y prudencia (Cf. 2 Tim 1,7), por lo cual podemos presentar el verdadero rostro del Señor para que muchos se animen a encender el fuego de la fe en sus corazones y cambien de su vida mediocre o llena de maldad y se unan a nosotros que queremos seguir siendo discípulos y misioneros del Redentor. Así, nuestra invitación, apoyada con el testimonio y desde nuestra pertenencia y comunión con la Iglesia, dará a conocer al Maestro que enseña la única verdad que libera y salva; que ciertamente invita a tomar su Cruz para seguirlo, pero que también llama a identificarse con Él que es la luz del mundo y la vida de la humanidad. En esta Cuaresma, como siempre, nos corresponde la tarea de anunciar a Jesús e invitar a que otros lo sigan. Lo hacemos desde el amor que nos identifica como sus discípulos y desde la experiencia de haberlo descubierto de tal manera presente en medio de nosotros que podamos decir con los discípulos de Emaús: “por eso arde nuestro corazón al estar unidos con Él” (Cf. Lc 24,22).

18. María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación, Madre amorosa del Señor y de todos nosotros nos acompañe con su intercesión. Es la gran Maestra que nos enseña como anunciar el Evangelio, cuando también nos invita a decirle a todos Hagan lo que Él les diga (Jn 2, 5).Con su intercesión y con el aliento del Espíritu Santo podremos hacer de este tiempo de Cuaresma un tiempo para que muchos puedan hacer suya la propuesta del Señor Jesús de convertirse y creer en el Evangelio. Es decir, de seguirlo a Él y recibir la fuerza transformadora de su amor.


Con mi cariñosa bendición de padre y pastor

viernes, 4 de marzo de 2011

Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Zulia a Mons. Edgar Peña

Discurso del
Pbro. José Gregorio Villalobos
Párroco de la Parroquia Personal Universitaria «San Juan Crisóstomo»
adscrita a la Universidad del Zulia

Al escribir estas palabras, he pensado más en el género literario epistolar que en un discurso académico. Por esa razón quiero pedirte permiso para dirigirme a Ti, Edgar, no con los títulos nobiliarios propios de la dignidad de la que has sido investido al ser Ordenado Obispo y designado como Arzobispo de Telepte (Tunez) y Nuncio Apostólico, por su Santidad el Papa Benedicto XVI, para estar al servicio de la Iglesia que peregrina en Pakistán, sino con la cercanía y el afecto de quien te siente Padre y Maestro, Pastor y Amigo.
Agradezco a nuestra querida Alma Mater, la Universidad del Zulia, a nuestras autoridades, aquí presentes y a todos los que hemos venido a acompañarte, por la iniciativa de conferirte el Doctorado Honoris Causa y a Ti por aceptar este y tantos reconocimientos y gestos de solidaridad y amor que exaltan la labor de la Iglesia, a veces silente, humilde, pero siempre eficiente, eficaz y efectiva, gracias al Espíritu de Dios que actúa en y a través de ella. En especial de la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Maracaibo, que te vio nacer y crecer y cuidó y cultivó con celo tu vocación sacerdotal y que ha estado, está y estará siempre al servicio de la vida y de toda vida, sembrando el Evangelio con su testimonio, con su acción fecunda, con su presencia, buscando el reconocimiento y el respeto de los derechos humanos y de la dignidad de la persona.
Hoy quiero dejar que hable mi corazón de «hijo», que vive con profundo gozo tu ordenación episcopal y todo lo que ha acontecido en tu vida en estos últimos días, pero de cuya memoria no deja de brotar la imagen de aquel sacerdote muy joven que llegó al Moján en 1987, de mediana estatura, cortés, siempre pulcro, perfumado, pero sobre todo profundamente identificado con su ministerio, que con su cercanía, sencillez y amor a la Iglesia, buscaba ganar a cuantos pudiera para el rebaño de Cristo.
Por eso aprovecho la oportunidad que me dan para expresarte en este momento mi gratitud por aquellos gestos sencillos de apoyo, comprensión y cercanía hacia los jóvenes que cultivaste como Párroco del Moján. Aún recuerdo tu imagen montado -en una ocasión- en una motocicleta y después mezclando en una miniteca en la plaza Bolívar, frente a la Iglesia, después de celebrar las misas de aguinaldo; y tu actitud profundamente sacerdotal orientada hacia una acción pastoral encarnada, que respondiera a los signos de los tiempos. Fueron esos pequeños y hasta “triviales” gestos los que me interpelaron a mí, que era un joven que asistía muy esporádicamente a la misa -prácticamente lo hacía únicamente durante la Navidad y la Semana Santa- y permitieron que germinara en mi corazón la idea de hacerme sacerdote como tú.
Tu alegría, tu jovialidad y tu cercanía hicieron que me planteara muchas interrogantes. La primera fue: «Él es feliz. ¿Y qué es en definitiva lo que estoy buscando sino la felicidad?». Desde aquel día puedo jurarte que no hubo tranquilidad en mi corazón. No dejaban de desfilar por mi mente los rostros de tantos sacerdotes cuyo ministerio había dejado profundas huellas en la historia: Don Bosco, el Padre Madariaga de nuestras gestas independentistas, el Padre Pío de Pietrelcina, el Padre Manyanet, El Padre Claret, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, José María Escrivá de Balaguer, el Padre Olegario Villalobos, el Padre Quintero; el Padre Roberto Morales… y el de tantos sacerdotes ilustres y misioneros santos que conocía. Y la idea de ser sacerdote como tú, y como ellos, no me abandonó jamás.
Nunca olvidaré aquel miércoles santo de 1988 en que después de la misa me confesaste: ¡Cuánta alegría sentí al escuchar de tu labios por primera vez en mi vida que todos mis pecados quedaban perdonados, asumidos, redimidos y transformados por la misericordia de Dios. Y el día siguiente, jueves santo cuando recibí de tus manos sacerdotales el cuerpo y la sangre de Cristo, también por primera vez. Por esta razón, si tuviera que decir en muy pocas palabras ¿por que soy sacerdote? La respuesta sería la misma de mi testimonio vocacional escrito en 1990: «Por la alegría, jovialidad, sencillez, calidad humana y cercanía del Padre Edgar Peña». Sí, Edgar, tú con tus actitudes sembraste en lo profundo de mi corazón una convicción: ¡VALE LA PENA SER SACERDOTE!, y hoy la reafirmas.
Aún conservo -en el mismo sobre en el que guardo las cartas que me escribió mi madre- las cartas y postales que me escribiste cuando estudiabas en Roma: Breves, profundas y llenas de una gran sabiduría espiritual. Ellas revelan tu cercanía, sencillez y tu sabiduría como confesor y guía espiritual. No sabes cuánto me ayudaron y me han ayudado a perseverar, inicialmente en los momentos de crisis y temores que viví ante los retos que imponía a mi vida la formación del seminario y después ante las exigencias del ministerio sacerdotal. En ellas, tus consejos y actitud revelan el corazón de un hombre de oración, así lo expresabas en la primera carta escrita en Roma el 26 de enero de 1990 en la que afirmabas: «…le he pedido mucho al Señor, antes de escribirte estas letras que me ilumine para poder darte un consejo verdaderamente exacto y que de verdad te sirva para tu vida presente y futura» y continuabas diciéndome: «Como estoy seguro que esta no será tu única crisis en tu vida, recuerda siempre este consejo de oro que recibí de manos de Mons. Lückert, cuando yo era un seminarista: 1.- EL SEMNARIO ES UN MEDIO, NO ES UN FIN. 2.- EN TIEMPOS DE CRISIS NO TOMES NUNCA NINGUNA DECISIÓN, DEJA QUE PASE LA CRISIS Y LUEGO DECIDE. Estos dos consejos me ayudaron a enfrentar todos los problemas y crisis, no solamente del Seminario, sino de toda mi vida sacerdotal» –me decías, y después añadías: «y yo agrego otro consejo SIN DOLOR Y SUFRIMIENTO NO SE PUEDE LLEGAR A LA META, YA QUE DESPUÉS DEL DOLOR VIENE LA GLORIA».
Y en la carta siguiente del 28 de abril de 1990, superada ya la crisis de adaptación al seminario, me decías: «Agradece a Dios esta bendición y pídele fortaleza para que sigas superando todas las dificultades, ya que no será la única vez que te preguntarás acerca de tu vida, del sentido de tu sacerdocio, de aquello que Dios quiere de Ti. Y recuerda aquello que te decía mucho en la Parroquia. Nuestro “SÍ” (que diste el día que entraste al Seminario) tendrá momentos culminantes el día que aceptes los Ministerios, pero sobre todo el sacramento del Orden (Diaconado-Presbiterado). Pero será un Sí que tendrás que renovar todos los días, cuando al amanecer junto al alba, estés tú al lado del Señor en Oración. El seguidor del Señor, que así actúa no dejará nunca de cumplir con la voluntad del Señor, que debe ser nuestro IDEAL. Ya que aún durante tu vida sacerdotal, el Señor te seguirá exigiendo que hagas y cumplas su voluntad. Nuestro “Sí” es eterno y nada ni nadie lo debe interrumpir».
Por eso hoy te digo: ¡Gracias Edgar! porque durante todos estos años que precedieron y han seguido a mi ordenación sacerdotal tus palabras y tu testimonio me ayudaron a comprender que el sacerdocio es un camino pascual de realización humana, coronado de gozos, que son precedidos por el sufrimiento. Una vida de oblación, de entrega y acogida, en la que el amor permite superar mediante la fe y la esperanza todos los obstáculos que vamos encontrando en el camino para transformarlos sabiamente en oportunidades de crecimiento y de bien, para uno mismo, para la Iglesia a la que se sirve como Sacerdote y Pastor en los fieles que peregrinan en ella y son confiados a nuestro cuidado pastoral y para el bien de toda la humanidad, ya que nuestra entrega se inscribe en la entrega de Cristo, que es fuente de vida y salvación para todo lo creado.
Edgar, el Señor, en su infinita misericordia ha querido revestirte de la dignidad episcopal y el privilegio de ser el primer Nuncio Apostólico Venezolano. ¡Qué orgullo para nosotros los zulianos!. ¡Qué gozo tan inmenso para nuestra Iglesia, no solamente la que peregrina en la Arquidiócesis de Maracaibo, sino en toda Venezuela, que enfrenta hoy momentos muy difíciles, que con la gracia de Dios estoy seguro podremos ver pronto superados, integrados y redimidos por la preciosísima Sangre de Cristo, muerto y resucitado para salvarnos!. ¡Qué honor el que haya sido un miembro ilustre de nuestro Clero Marabino! Con tu designación el Santo Padre está reconociendo implícitamente, la labor de todos los sacerdotes que han trabajado y que trabajamos en Maracaibo guiados por el Amor que es Dios; que entregamos nuestra vida en servicio por amor a su Iglesia, para sembrar con nuestra acción pastoral el Evangelio de Cristo en esta tierra bendita del sol amada. Por eso quisiera que en nombre de todo el Colegio Presbiteral de la Arquidiócesis de Maracaibo, le expresaras al Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, nuestro agradecimiento porque en Ti, le ha manifestado al mundo su cercanía hacia nosotros y ha permitido que el mundo pueda reconocer la calidad y madurez humana y espiritual de nosotros como sacerdotes. Tu Ordenación Episcopal y designación como Nuncio Apostólico es para nosotros un momento de gracia, de paso de Dios por nuestra Iglesia local y por nuestra tierra, por nuestro país, que nos interpela y que debe llevarnos a renovar nuestro amor, nuestra fe, esperanza, unidad y disponibilidad como Sacerdotes de Cristo a Dios, a su Iglesia y al Santo Padre.
Siguiendo a San Agustín en su famoso «Sermón sobre los Pastores» quiero recordarte que «el ser cristiano te ha sido dado como don propio, para que ante tu mirada este siempre presente tu propia salvación; más por tu condición de Obispo debes ocuparte de la salvación de la Grey que el Señor te confía» ; y añado que por tu condición de Nuncio Apostólico de Su Santidad, has de velar por el bien de la Iglesia en cualquier lugar y misión que la misma te confíe «no solamente representando al Sumo Pontífice ante los Gobiernos nacionales o ante las instituciones supranacionales –como lo afirmaba el Papa Juan Pablo II, en su Discurso a los Delegados Pontificios reunidos en la Ciudad del Vaticano el 15 de septiembre para celebrar el Gran Jubileo del año 2000-, sino siendo además testigo privilegiado de su ministerio de unidad ante las Iglesias particulares; sirviendo asimismo a la unidad plena de todos los cristianos, que es un anhelo del corazón de Cristo y contribuyendo a la búsqueda y a la consolidación de una relación armoniosa con todos los creyentes en Dios, así como de un diálogo sincero con los hombres de buena voluntad» .
Te auguro un futuro muy prometedor, porque sé que estás siempre bajo la mirada de Nuestra Santísima Madre la Virgen María, esa cuya imagen llegas grabada en tu corazón con los rasgos indígenas de nuestro pueblo zuliano, la Chinita, y del pueblo Mexicano, la Guadalupe, a quien además llevas en tu anillo episcopal y que eres un humilde servidor de aquel que se encarnó en sus entrañas puras y se hizo semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, y que desde antes de formarte en el seno de la Señora Adela, ya te conocía y amaba desde la eternidad, y había pensado para ti la gracia de ser configurado a plenitud con su único Hijo Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Pongo tu Episcopado y tu Misión en el corazón de Juan XXIII, el Papa Bueno, quien como Representante Pontificio en Turquía y Grecia, de 1935 a 1944 primero, y después en Francia, de 1945 a 1952, enfrentó grandes retos y estuvo sometido a grandes presiones por las características particulares de los lugares a los que fue designado por el Santo Padre y las circunstancias históricas que le tocó vivir (signadas por regímenes totalitarios, la segunda guerra mundial y por grandes genocidios), para que él interceda por ti ante Dios y el Señor te conceda la humildad, la mansedumbre, la bondad y los dones que necesitarás para desempeñar dignamente tu misión. En efecto, Monseñor Angelo Giuseppe Roncalli, en 1936 escribió en su diario: «Deseo ocuparme con mayor cuidado y constancia en el estudio de la lengua turca. Veo que amo al pueblo turco, al cual me ha enviado el Señor: es mi deber. Sé que el camino que he emprendido en las relaciones con los turcos es bueno y, sobre todo, católico y apostólico. Debo proseguirlo con fe, prudencia y celo sincero, a costa de cualquier sacrificio» .
Ruego al Señor que te conceda Edgar, la gracia de ser como Juan XXIII, un Prelado Santo, totalmente impregnado de su amor libre, gratuito, misericordioso e incondicional, para que sigas por completo al servicio de su Santa Iglesia. Para que como el “Papa Roncalli” te ocupes en el conocimiento de la realidad de Pakistán, ames a sus habitantes con el mismo amor de Cristo, y tu labor en esa tierra pueda ser buena, católica y apostólica, proseguida con fe, prudencia, celo sincero y sacrificado. Para ello te pido hagas tuya una pequeña súplica del Padre Teilhard de Chardin: «Dame, pues, algo más precioso todavía que la gracia que te piden todos tus fieles. No basta que yo muera comulgando. Enséñame a comulgar muriendo» .
Edgar, son muchas las razones por las cuales mi corazón hoy quiere expresar a Dios su acción de gracias por tu vida y tu ministerio:
¡Gracias por tu testimonio, jovialidad, espíritu de juventud, coherencia de vida y alegría permanente que expresan tu profundo amor a Dios Uno y Trino, traducido en tu decisión de seguir fielmente a Cristo, Buen Pastor y Sumo y Eterno Sacerdote!
¡Gracias por tu amor a la Iglesia!, a la que has entregado y seguirás entregándole tu vida, pues has comprendido bien como afirma el gran teólogo alemán Von Baltasar que «El signo de Cristo sólo se puede entender si se entiende su entrega humana hasta la muerte como manifestación de un amor total» .
¡Gracias por tu testimonio de unidad, obediencia y amor hacia el Santo Padre y su Misión Apostólica!
¡Y finalmente, y una vez más, gracias sobre todas las cosas, por haber sido el instrumento que Dios quiso utilizar para que optara por el sacerdocio y no por la Fuerza Armada de Venezuela, como pensaba hacerlo antes de ser profundamente impactado por tu alegría, sencillez, cercanía y transparencia de vida. Monseñor Lücker en una de las entrevistas que le hicieron con motivo de tu ordenación episcopal y designación como Nuncio Apostólico afirmó: «Edgar es de mi cosecha cuando durante 14 años fui párroco de San Juan de Dios. Es saladillero de pura sepa, hijo de Adelita una santa mujer a quien conocí y aprecié» . Hoy con orgullo puedo decir, Edgar: «Gracias, porque al poner tu confianza en mí cuando era un joven apenas de17 años permitiste que yo fuera, primero “seminarista” y ahora «Sacerdote de tu cosecha», fruto de tu testimonio y labor como párroco en San Rafael de Mara, en el Moján».
Para siempre Sacerdote, Hijo, Amigo y Hermano.

jueves, 3 de marzo de 2011

Cuaresma, tiempo bautismal


Mensaje del Santo Padre el Papa Benedicto XVI
en Cuaresma 2011
“Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado” (cf. Col 2, 12)



Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).
1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf.Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.
2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.
3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma"» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.
En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.

Vaticano, 4 de noviembre de 2010

miércoles, 2 de marzo de 2011

CLAUSURA DEL PROCESO DIOCESANO DE BEATIFICACIÓN DE LA SIERVA DE DIOS MARÍA GERALDA GUERRERO DE PIÑERO

Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristobal
En Seboruco el día 1-marzo-2011

Nos narra el evangelio (cf. Lc 21, 4) que un día, estando Jesús en el templo, pasó una mujer viuda pobre y echó en la alcancía del templo unas pocas monedas; se trataba de mucho por lo que a sus condiciones económicas le permitían. El Maestro se fijó en ella e inmediatamente dio una lección a todos los que le estaban cercanos: mientras los que mucho poseían solían dar algo, particularmente poco y de lo que les sobraba, esa mujer dio de lo único que tenía. Es decir, dio mucho más que otros, sencillamente porque no ofreció nada que le sobrara, sino algo que ciertamente necesitaba. La enseñanza es clara: a Dios hay que darle de lo que uno tiene; y no de aquello que pueda ser superfluo.
Este ejemplo tomado del evangelio nos puede servir de referencia directa para enmarcar el acto que estamos realizando en esta mañana del 1 de marzo de este año de gracia del 2011. Estamos clausurando el proceso en su fase diocesana que ha estudiado la vida, virtudes y fama de santidad de la Sierva de Dios MARIA GERALDA GUERRERO DE PIÑERO, popularmente conocida como MEDARDA PIÑERO. Ha sido un trabajo serio y constante que se inició en septiembre del año 2008 y llegó a su feliz conclusión en febrero de este año. Hoy estamos en la sesión de clausura, en la que el tribunal, de acuerdo a la normativa de la Iglesia, consigna las actas al Obispo Diocesano, para que éste, a su vez, las haga llegar a la Congregación para la Causa de los Santos. Estas, con la ayuda del Excmo. Sr. Nuncio Apostólico, llegarán a su digno destino a fin de que comience la fase más importante, que permita profundizar y estudiar las actas enviadas y pueda pronunciarse al respecto.
El que el tribunal diocesano haya culminado esta fase no significa que hemos de cruzarnos de brazos. Ahora, esperaremos las indicaciones del Postulador oficial de la Causa que designará la Congregación. Para ello, hemos propuesto al sacerdote tachirense, Pbro. Dr. ROBERTH ALEXANDER HERNANDEZ GOMEZ. Pero sí podemos y debemos comenzar una tarea de difusión de la biografía de la Sierva de Dios y de la oración por la que le podemos pedir algún favor o gracia a la Santísima Trinidad por intermedio de ella, y en la cual, además pedimos por su pronta beatificación. Lo que no podemos ni debemos hacer es rendirle culto público, de acuerdo a lo que nos enseña la Iglesia. En este sentido, en cada celebración eucarística, por ejemplo, durante la oración de los fieles, podemos incluir una petición a Dios por la pronta beatificación de nuestra Sierva de Dios. De igual manera cuando recemos el rosario, o estemos haciendo una hora santa, no dejemos de incluir esa petición a la Santísima Trinidad.
En la parroquia San Pedro de seboruco se abrirá un libro especial para recibir los testimonios de posibles favores realizados por intercesión de la Sierva de Dios. Aquellos que puedan servir como testimonio de hechos prodigiosos realizados por su intercesión deberán ser presentados a la Curia Diocesana, para que el Obispo diocesano las pueda enviar al Postulador o al Vice-postulador de la causa.
Debemos unir esfuerzos para dar a conocer la vida, virtudes y testimonio de vida cristiana de MEDARDA PIÑERO. Lo hemos de hacer con pleno sentido evangelizador. El Venerable –y pronto Beato- Juan Pablo II, al invitarnos a preparar y comenzar la Nueva Evangelización en el tercer milenio, nos pidió que de manera especial realizáramos la “Pastoral de la santidad”. El punto de partida de esta acción de la Iglesia se enraíza en lo que nos enseña el Concilio Vaticano II en su Constitución LUMEN GENTIUM: todos los bautizados han recibido la llamada universal a la santidad. Con esto se cumple lo que nos pide la Palabra de Dios: “Sean ustedes santos como Dios es santo”… “Sean ustedes perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Al difundir la vida y ejemplo de MEDARDA PIÑERO lo podemos hacer con una doble intencionalidad: primero para que muchos puedan conocer a esa mujer sencilla que supo vivir su vocación a la santidad desde la entrega generosa a los demás; y segundo, para que nos animemos continuamente a ser santos. Esa es nuestra vocación, ése es el desafío que tenemos entre manos.
MEDARDA PIÑERO nos ha enseñado muchas cosas en su vida ejemplar. Quisiera destacar algunas de ellas, de las que nos podemos valer, al presentar su biografía a los demás, como elementos evangelizadores. Un primer elemento es destacar que se trata de una laica. Casada, que dedicó parte de su vida, antes del matrimonio a cuidar a su padre enfermo y luego a otros tantos enfermos y necesitados de ayuda. Una laica de nuestro pueblo tachirense, nacida en estas montañas andinas que cantan las maravillas del Señor. Una laica que, si bien fue analfabeta, no tuvo timidez para hacer la caridad.
Este es un segundo elemento importante que hay que destacar: su entrega llena de amor a los más pobres y necesitados. No en vano se le ha calificado como la CARIDAD HECHA MUJER. No titubeó para nada a fin de hacer sentir la fuerza del amor de Dios en ella y desde ella a los enfermitos que cuidaba con tanta dedicación. Su casa se convirtió en el único hospital, si pudiéramos definirlo así del pueblo de Seboruco y de toda la comarca. Supo ir a pedir limosna, como lo hacían los famosos mendicantes de siglos atrás.
Junto a este elemento de la caridad, vivida en forma heroica, es necesario destacar su opción por los más pobres. Lo hizo no con lo que le sobraba, sino con la actitud de aquella Viuda del Evangelio de la que hacíamos mención al inicio de estas palabras. Pobre que hizo la opción preferencial por los pobres; pobres que supo compartir lo poco-mucho que tenía. Poco, ya que no tenía bienes de fortuna; mucho porque se trataba de su gran riqueza, el amor de Dios y su propia vida.
Por otra parte, en un mundo que ataca tanto a la vida y publicita los antivalores de muerte, entre ellos el aborto, nos encontramos con una defensora de la vida. No era ilustrada, según el decir de la gente; pero fue aprendiendo a ayudar a los demás. Entre sus tareas nos encontramos con su oficio de “partera”. Fueron muchos los niños a quienes ayudó a nacer; ninguno de ellos murió. Antes bien, siempre se preocupaba por su bienestar, que incluía el pronto bautismo de los recién nacidos.
La clave de su vida la encontramos en su devoción, con fe sencilla, alimentada por la oración y la eucaristía, en la persona de Jesús. Su devoción era hacia el Niño Jesús. Era su gran socio en sus actividades y era su fiel compañero en todo momento. Fue Él, ciertamente quien le inspiró a ser lo que fue. Esto nos asegura que para poder ser santo, la primera cosa que se necesita es precisamente estar en comunión con el Señor y actuar en su nombre. El ejemplo de Medarda Piñero es claro: todo lo hizo por Aquel que le dio la vida nueva de hija de Dios. Ahora le pedimos al Señor que nos la coloque como modelo de vida en los altares y que a través de ella se manifieste la Trinidad Santa.
Debo agradecer a todos por el trabajo realizado hasta ahora. Es un agradecimiento que nos permite e impulsa a dar gloria a Dios. A El todo honor por siempre. Agradecemos a cada uno de los que han hecho posible este camino hasta ahora. A los testigos que se hicieron presentes para dar su testimonio ante el tribunal. A los notarios, que han hecho una labor encomiable; al Promotor de Justicia y al Juez delegado, por su perseverancia y seriedad en la tarea encomendada. Gracias a ustedes, al Vice-postulador y al postulador, por todo. De igual manera a los párrocos de Seboruco que se involucraron más directamente; a los miembros de la comisión diocesana designada para promover la causa; así como a todos los feligreses y a las diversas autoridades por su colaboración. Un recuerdo especial de gratitud hacia alguien que, desde el mismo momento de su muerte, promovió la vida ejemplar de nuestra Sierva de Dios y que, estoy seguro está unido a nosotros en esta acción de gracias al Todopoderoso, me refiero al querido Padre OSWALDO GARCIA.
El Táchira es una tierra donde han brillado ejemplos de vida cristiana. En estos momentos tenemos cuatro procesos: uno primero de una hermana carmelita venezolana, cuya causa está en Roma, MARIA ISRAEL BOGOTA BAQUERO. El Primer Obispo de San Cristóbal, Siervo de Dios TOMAS ANTONIO SANMIGUEL y la Madre LUCIA DE LA SANTA FAZ, Carmelita Descalza. Hoy es un día grande porque concluimos el proceso de una tachirense, la primera tachirense que esperamos llegue a la gloria de los altares. Al culminar el acto de hoy, estoy seguro que podremos decir, preparándonos para la siguiente fase en la que esperamos que pronto pueda Medarda Piñero ser reconocida oficialmente como modelo de santidad y así recibir culto público: EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS Y ESTAMOS ALEGRES.