viernes, 30 de julio de 2010

En nombre de Jesucristo

Por el Padre Luis Ugalde, S.J.

Venezuela necesita como nunca obispos y sacerdotes que acompañen a los perseguidos

La naciente comunidad cristiana, hace 2.000 años, con audacia y libertad de espíritu, salió a proclamar que su jefe, recién ejecutado como malhechor, había sido resucitado por Dios y puesto como Salvador de todos. Como era de esperar, las autoridades de Jerusalén los pusieron presos y luego los soltaron con la prohibición de seguir hablando del Crucificado. Ellos respondieron “juzguen ustedes mismos si hay que obedecer más a los hombres que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído” (Hechos Apóst. 4,19). Sin esa disposición espiritual, la Iglesia no es nada.

Vivir para servir

Jesús no era líder político, era el rostro humano y la Palabra liberadora del amor de Dios, que derribó las barreras que rechazaban a los leprosos, a los pecadores, a los herejes samaritanos y a los impuros… Dios no es barrera ni rechazo. Jesús, de hecho y de palabra, denunció la pretensión de entronizar el dinero en lugar de Dios, aunque siempre reconoció la necesidad de recursos para vivir. Reprendió en sus discípulos la tentación del poder que oprime a los demás, como lo hacen ¬dice¬ los tiranos de la tierra que tratan a sus pueblos como esclavos. Les enseñó la importancia del poder para servir, como lo hace el Hijo del Hombre que vino a servir hasta dar la vida. Nosotros en nombre de Jesucristo nada distinto podemos hacer ni enseñar; de lo contrario, seríamos farsantes.
Recientemente, el cardenal Urosa habló para “denunciar el peligro que cierne sobre nuestra querida Patria”: “Sin presión de ningún sector, y sin que nadie me mande a decir nada, sino obedeciendo sólo a la voz de mi conciencia como venezolano y arzobispo de Caracas”. Bien por el Cardenal: él sabía que la denuncia del mal uso del dinero y del poder iba a generar reacciones duras, pero su conciencia le decía: “Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído”; como en la primera Iglesia.

El día del bautismo nos ungieron para que cada cristiano sea con Cristo “sacerdote, profeta y rey”.

Sacerdote. Cristo, nuestro sumo sacerdote, “no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo, excepto el pecado” (Hebreos 4,15), y la Palabra de Dios “es viva y eficaz y más cortante que espada de dos filos” (Hebreos 4,12).
En este momento, Venezuela necesita como nunca obispos y sacerdotes que acompañen a los perseguidos y compartan el sufrimiento de su pueblo en sus carencias y frustraciones por promesas incumplidas.
Sanar las heridas y avivar la esperanza de una sociedad libre, con vida digna y con oportunidades, con capacidad de reconocer al otro y construir la paz juntos.

Hace 2.700 años vivió el profeta judío Jeremías.

Muy joven, movido del Espíritu, empezó a decir verdades exigentes. Como consecuencia, lo cuestionaron sus familiares, lo evitaron sus amigos y lo persiguieron las autoridades políticas.
Jeremías entró en crisis y peleó con Dios. En su desesperación, maldijo su nacimiento: “¡Maldito el día en que nací!…” (Jeremías 20,1418), y decidió no volver a dar la palabra, a hablar a su fuego interior. Pero Dios lo volvió a seducir y él retomó su voz profética porque sentía su Palabra dentro: “Como fuego ardiente encerrado en mis huesos, hacía esfuerzos por contenerla y no podía” (Jer. 20,9). Murió asesinado.
En nuestros tiempos dictatoriales, en la Iglesia han brillado grandes profetas-obispos, como el cardenal Silva Henríquez en Chile, Helder Cámara en Brasil, Angelelli en Argentina, Gerardi en Guatemala, Romero en El Salvador… Los tres últimos asesinados por los dictadores de su país.
Rey. Jesús es rey, pero no ¬le corrige a Pilatos¬ como los reyes mundanos que usan el poder para oprimir, sino con el Amor de servicio que da vida al Reino de Dios, que es de paz, justicia y amor.
Gracias, cardenal Urosa. Usted no inventó eso de que nos quieren llevar al mar de la felicidad comunista de Cuba; todos lo oímos antes. Pero en el propio Partido Comunista cubano se reconoce la miseria, la opresión y la desesperanza, a causa de un modelo totalitario impuesto con la promesa de que era el camino al Paraíso en la tierra. En Venezuela estamos a tiempo para evitarlo con responsabilidad de todos. Nos corresponde a la gente de la Iglesia, obispos, sacerdotes, laicos, hablar y actuar con el Espíritu de Jesucristo para denunciar, consolar y construir.

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miércoles, 28 de julio de 2010

No he dicho mentiras

EXPOSICION DEL CARDENAL JORGE UROSA SAVINO ANTE LACOMISION COORDINADORA DE LA ASAMBLEA NACIONAL DE LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Oficina de Información: Version Oficial de la Exposicion del Cardenal Jorge Urosa Savino ante la Asamblea Nacional

Ciudadana Presidenta y demás diputadas y diputados de la Comisión Coordinadora de la Asamblea Nacional:

Con la mejor buena voluntad y en espíritu de diálogo abierto, sereno y respetuoso, acudo ante ustedes atendiendo la cordial invitación de la Cdna. Diputada Cilia Flores, Presidenta de este Cuerpo Legislativo. Agradezco también la garantía ofrecida por la Cdna Presidenta con relación a mi seguridad y respeto a mi dignidad y condición humana,
Con el respeto y reconocimiento debidos a este cuerpo que representa el Poder Legislativo del Estado Venezolano, vengo con Dios y con la Virgen como Arzobispo de Caracas, es decir, líder religioso y Pastor de los 5 millones de católicos de Caracas, sin distinción de simpatías políticas; Cardenal de la Iglesia en Venezuela y Presidente de honor de la Conferencia Episcopal Venezolana, integrada por 45 Obispos estrechamente unidos en nuestro servicio religioso al pueblo de Venezuela.. En mi tarea pastoral en Caracas me acompañan los Obispos Auxiliares y más de 500 sacerdotes y diáconos, y 1.100 religiosas y religiosos que sirven permanentemente las necesidades pastorales de los caraqueños. También miles de laicos comprometidos que trabajan en las actividades pastorales de la Iglesia. Viviendo la opción por los pobres como sacerdote caraqueño, además de mis labores como formador de sacerdotes en los Seminarios eclesiásticos de Caracas, trabajé durante 11 años en un barrio popular, el barrio Casa de Tabla, conocido ahora como "Cecilio Acosta", en Maca, Petare.
Soy un Obispo, Pastor de la Iglesia, servidor de Jesucristo y del pueblo venezolano todo. En esa condición he actuado y hablado sobre las cuestiones sociales. No me considero ni me he considerado nunca, y no he actuado en ningún momento como actor u operador político. Soy vocero de Jesucristo y de las inquietudes y del interés del pueblo venezolano por la paz, el encuentro, la inclusión, y por el respeto a los derechos humanos civiles, sociales, y políticos consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. No soy vocero de ninguna parcialidad política.

MISIÓN DE LA IGLESIA Y DERECHOS DE LOS OBISPOS

En los debates de estos días se ha hablado mucho sobre la misión de la Iglesia, más específicamente sobre la competencia y participación los Obispos en la vida nacional. Antes de hacer algunas consideraciones de carácter religioso o teológico sobre el tema, quisiera destacar que el art. 62 de la Constitución claramente afirma el derecho de todos los ciudadanos venezolanos a participar activamente en la vida pública. Cito: "Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas". Y el art. 132 va más allá: "Toda persona tiene el deber de cumplir sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida política, social y comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social". En cumplimiento de esta disposición constitucional, la participación en la vida pública de los Obispos, Pastores de la Iglesia en Venezuela, va en la línea del relacionamiento y convivencia de los ciudadanos con el libre ejercicio de sus derechos; no como búsqueda o ejercicio del poder político, ni mucho menos como expresión de la legítima participación de los ciudadanos en partidos políticos. Repito, no somos operadores políticos.
De manera que, cuando los Obispos, desde nuestra misión pastoral, religiosa y espiritual, expresamos opiniones sobre aspectos de la vida social o política del país, lo hacemos con pleno derecho como ciudadanos venezolanos, y cumpliendo el deber que nos impone la Constitución Nacional de promover y defender los derechos humanos para el logro de la convivencia democrática y de la paz social.
Pero es que, además, nuestra condición cristiana y nuestra misma misión pastoral de constructores de la paz, nos impone la opción por los pobres y el deber de velar por la vigencia de los derechos humanos. Cristo nos dice que seremos juzgados por el amor. El nos dice que entraremos al Reino de los Cielos "porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, preso y enfermo, y me visitaste", etc. (Mt, 25)
La Misión Pastoral de la Iglesia no es solamente celebrar actos de culto, sino anunciar a Jesucristo y su Evangelio del amor a Dios y del amor fraterno, del respeto a la vida y los derechos de los seres humanos; es promover la convivencia social en el marco de la libertad y la justicia. Los Mandamientos de la Ley de Dios son un llamado a una convivencia social libre, justa, fraterna. Y eso es lo que nos mueve a los Obispos venezolanos a pronunciarnos sobre la vida social y pública del país.
Al respecto quiero destacar que no es ahora, en los últimos años, cuando los Obispos hemos hecho llamados a la conversión moral en lo social y a la renovación del corazón en la vida política, económica y social de Venezuela según la Doctrina Social de la Iglesia. Quiero recordar aquí, entre muchos, algunos documentos de aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia publicados a lo largo de estos años, durante diversos gobiernos: el documento "Iglesia y política", de 1973"; "La Situación social del País, de enero de 1974" en el cual se habla de la necesidad de que se promueva un progreso más efectivo, dirigido al beneficio de todos, pero especialmente a los sectores menos favorecidos, y particularmente a los marginados. El documento sobre Las Misiones y los Indígenas, de julio de 1977, en el cual se rechazan abiertamente las violaciones a los derechos humanos de los indígenas; la Carta pastoral de Cuaresma de 1980, profética en su diagnóstico y en sus propuestas, en la cual, al hacer un apremiante llamado a la conversión moral, se afirma que la situación social de Venezuela configuraba una situación personal, colectiva y estructural de pecado; el documento sobre la vivienda, de enero de 1986, y el documento sobre el desempleo, de julio de 1987; el documento publicado en enero de 1988 con motivo de los 25 años del 23 de enero de 1958. Especial relieve merece la Exhortación "La recuperación del país" publicada luego del Caracazo, el 8 de abril de 1989, en la cual se hace un diagnóstico severo y muy claro sobre la situación política, económica y social de Venezuela, y se condena la masacre de El Amparo.
Otro documento de especial significación es el titulado "Constructores de la Paz", publicado el 10 de enero de 1992, donde se alude, entre otras cosas, a los asesinatos cometidos por funcionarios de los cuerpos de seguridad del estado. Allí advertíamos: "Sin una respuesta pronta y efectiva a esas urgencias, no habrá paz social con los consiguientes peligros de anarquía o de tentaciones a soluciones de fuerza" Tres semanas después sucedieron los hechos del 4 de febrero.
De manera que no ha sido solamente en estos últimos 11 años y medio cuando los Obispos venezolanos, en cumplimiento de nuestra misión religiosa y pastoral al servicio del pueblo de Venezuela, y en el ejercicio de nuestros derechos constitucionales hemos hecho apremiantes llamados al diálogo, a la atención de las necesidades del pueblo, a la defensa de los derechos humanos, a la inclusión y a la convivencia social, a la justicia como base de la paz. No nos encerramos en las sacristías, ni nos escondemos tras el incienso de las ceremonias. Somos Obispos de una Iglesia viva y activa, comprometida con el pueblo venezolano.
Y esto lo hacemos como respuesta al llamado del Concilio Vaticano. II que nos dice:
"Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y para bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones" (GS. 76)
Y al Documento de la Vª Conferencia General de los Obispos latinoamericanos y del Caribe, Aparecida, que afirma:
504 "Consciente de la distinción entre comunidad política y comunidad religiosa, base de sana laicidad, la Iglesia no dejará de preocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de principios éticos no negociables porque están arraigados en la naturaleza humana".
Pero sobre todo, los Obispos hablamos en respuesta al evangelio de Nuestro Señor Jesucristo que nos llama a ser misericordiosos y a atender las necesidades de nuestros hermanos: Recordemos la parábola del buen samaritano. El modelo que nos presenta Jesús es el samaritano que ayuda a un desconocido en desgracia. (Lc, 10,33 ss).Y el apóstol Santiago, recalcando la necesidad de la caridad concreta hacia los demás nos dice: "La religión pura e intachable ante Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y viudas en su tribulación"… (St. 1, 27)
En el cumplimiento de nuestra Misión pastoral con respecto a la vida concreta de los venezolanos, los Obispos actuamos siempre como ministros de Jesucristo y como pastores del Pueblo de Dios, no buscando el poder, sino como servidores y constructores de la paz. Por eso cuando hablamos en cuestiones de orden social siempre apelamos a la conversión moral, a la necesidad de modificar las conductas, a la rectificación de políticas que consideremos equivocadas, a la necesidad de que todos nos consideremos hermanos en una casa común, una familia, miembros de un solo pueblo, el pueblo venezolano, sin exclusiones de ningún tipo. Permanentemente invitamos al diálogo entre los diversos sectores, a la convivencia, a la búsqueda de soluciones para los diversos problemas del país. Valores como justicia, paz, diálogo y reconciliación son los que guían nuestro ánimo y nuestros documentos en materia social.

MIS DECLARACIONES

Ustedes me han invitado para que, explique las razones que sustentan las denuncias que presuntamente habría realizado, "en contra del Comandante Hugo Chávez, Presidente Constitucional de Venezuela y de las Instituciones del Estado Venezolano" en recientes declaraciones.
Un punto previo: suelo declarar muy poco. Y en mis actuaciones litúrgicas evito el tema político partidista, y así lo exijo a todos los sacerdotes de la Iglesia en Caracas. Mi predicación es religiosa, y de moral tanto individual como social; no es una predicación partidista.
Ahora bien: quiero decir respetuosamente que en mis declaraciones sí he emitido opiniones, pero no he formulado "acusaciones ni denuncias". No es mi ánimo o intención. He emitido mis opiniones amparado por los valores consagrados en nuestra Constitución, tales como la democracia, la preeminencia de los derechos humanos y el pluralismo político, consagrados en el art. 2 de nuestra Carta Magna, y el deber del Estado de garantizar el cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta Constitución.
He emitido mis apreciaciones como ciudadano venezolano en pleno goce de los derechos que me otorga la Constitución, a la cual me acojo, teniendo en cuenta que, - como dice el Art. 19 - "El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable… de los derechos humanos…Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Público, de conformidad con esta Constitución, con los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la República y con las leyes que los desarrollen". Como ciudadano venezolano también reivindico, a tenor del art. 39, mi titularidad de derechos políticos de acuerdo con la Constitución, y en particular mi derecho a mi integridad física, psíquica o y moral, consagrado en el art. 46. También reivindico el derecho consagrado en el art. 60 que reza: "Toda persona tiene derecho a la protección de su honor, vida privada, intimidad, propia imagen confidencialidad y reputación". Por eso exijo que cesen los ataques que contra mi persona se difunden en algunos programas de medios de comunicación del Gobierno.
He emitido opiniones con seriedad, expuesto a equivocarme, pero no he dicho mentiras. Mentir es decir algo que uno sabe falso como si fuera verdad. Opinar es emitir una apreciación con algún margen de error. Con humildad pero con dignidad afirmo que no soy mentiroso.
He emitido opiniones acogiéndome al art. 57 de la Constitución que reza: "Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por lo expresado".
Y es bueno recordar que, a tenor del art. 141 de la Constitución, la Administración Pública, se fundamenta "en los principios de honestidad, participación, eficacia… rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública". ¿No implica esto que en su gestión los funcionarios están sujetos al escrutinio, opinión y crítica de los ciudadanos? Yo he expresado mis opiniones en ejercicio del legítimo derecho a la crítica sobre la actuación de funcionarios en asuntos de naturaleza pública e interés colectivo.
En este marco, y en concreto, quiero decir dos cosas:
En primer lugar he opinado que el Presidente Chávez quiere llevar al país por el camino del socialismo marxista. Pues bien: no he dicho nada nuevo, pues el Presidente en varias ocasiones ha afirmado ser marxista, como lo hizo, por ejemplo en esta Asamblea el 15 de enero de 2010, y está decidido, lo dice permanentemente, a convertir a Venezuela en un estado socialista. Opino que llevarnos por este camino implicaría dejar a un lado importantes principios consagrados en la actual Constitución.
El Estado socialista marxista es totalitario, pues copa todos los espacios, tal como sucedió en los países sometidos al régimen socialista o comunista, como los de Europa Central, la Unión Soviética en el pasado, y Cuba todavía en el presente.
En segundo lugar quiero aclarar que en ningún momento he opinado negativamente en contra - y mucho menos he atacado - a la Asamblea Nacional, al Tribunal Supremo de Justicia o a la Fiscalía General de la Nación. Respeto todas las Instituciones del Estado y nunca me he referido a ellas de manera negativa en los medios de comunicación. Respeto igualmente y nunca he ofendido al Ciudadano Presidente de la Republica.
Mis opiniones no van en contra de las instituciones. Simplemente expreso mis apreciaciones sobre algunas actuaciones. Al opinar que algunas leyes me parecen inconstitucionales no ataco, ni desconozco, ni actúo en contra de la Asamblea, sino que me parece que esas leyes van al margen o contrarían el espíritu y en algunos casos la letra de la Constitución. Ejerzo así mi derecho a participar en la vida pública del país, en el marco del pluralismo consagrado por la Carta Magna, y en uso de la libertad de expresión, tan querida por todos los venezolanos. De hecho se han dado muchos casos, antes y ahora, de que personas o instituciones acudan legítimamente al Tribunal Supremo a cuestionar la constitucionalidad de algunas leyes.
Mi opinión de que algunas leyes contrarían el espíritu o el texto constitucional es sostenida también por algunas instituciones de gran prestigio, tales como la Asociación Venezolana de Derecho Constitucional (15 de dic. de 2009), la declaración de Decanos de Facultades de Ciencias Jurídicas y Políticas de algunas Universidades; El Consejo Superior de la Federación de Colegios de Abogados, entre otros. Esa opinión también ha sido manifestada públicamente en la Asamblea por algunos diputados.

ALGUNAS LEYES PREOCUPANTES

En concreto, algunas leyes que me, en mi opinión, parecen estar en contradicción con la Constitución en algunos aspectos, son:
la Ley del Consejo Federal de Gobierno,
la Ley de reforma de la Ley Orgánica de descentralización, delimitación y transferencia de competencias del Poder Público;
La Ley Orgánica de Educación;
la Ley de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana;
la Ley sobre la Organización y régimen del Distrito Capital;
La Ley para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (Ley del Indepabis),
La Ley Orgánica de Procesos Electorales.
Y el actual Proyecto de Ley de Comunas.
En general, esas leyes afectan el pluralismo político, fundamental para la vida democrática, pues incorporan la concepción socialista, para implantar una Patria socialista, lo cual consagra como obligatoria para todos los venezolanos una ideología, un sistema y un partido, lo cual es ajeno al espíritu y a la letra de la Constitución, que habla de Estado social de Derecho y de Justicia, y propugna como uno de los valores fundamentales el pluralismo político. Van en una línea de centralización del poder, en contra del federalismo y la descentralización, lo cual vulnera las capacidades de acción de los venezolanos de la provincia. Todas estas leyes van en la línea de darle más poder al Gobierno central y a la Presidencia de la República, en detrimento de las capacidades y el poder del pueblo, de la gente, de de las regiones, de la familia, del ciudadano, y consagran un Estado y un Gobierno cada vez más poderoso por encima de la acción e iniciativa de la gente, de los ciudadanos comunes.

CONCLUSIÓN

Ciudadana Presidenta; Ciudadanas diputadas, ciudadanos diputados:
Al concluir esta exposición quiero reafirmar, junto con mis hermanos los Obispos de la Iglesia Católica en Venezuela, nuestra opción por los pobres, nuestra actitud de disposición al diálogo, de servicio al pueblo venezolano, de participación en el marco de los derechos que nos otorga la Constitución, y en cumplimiento de nuestro deber como pastores al servicio del Pueblo de Dios sin discriminaciones políticas ni de ninguna clase, que vive en concreto en condiciones históricas sociales, económicas y políticas que todos hemos de procurar mejorar.
Reafirmo mi condición de Pastor de la Iglesia, a la cual sirvo en nombre de Jesucristo, con el propósito de que su "Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz", se haga realidad en el corazón de los venezolanos, a través de la fe en Dios, y a través de la convivencia fraterna y solidaria. Pido a Dios Nuestro Señor que bendiga a nuestra querida Venezuela, a Ustedes, a todo nuestro pueblo y que nos acompañe siempre la maternal intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de Coromoto. Amen

Muchas gracias.

Caracas, 27 de julio de 2010

jueves, 22 de julio de 2010

A Mons. Roberto Lückert León en sus bodas de plata

Homilia pronunciada por el Pbro. Eduardo Ortigoza en la Eucaristía celebrada en la Basílica Nuestra Señora de Chiquinquirá el día 18 de julio de 2010 por motivo de dar gracias a Dios y a la Virgen por las Bodas de Plata Episcopal de Mons. Roberto Lückert León, Arzobispo de Coro

Homenaje de la Iglesia de Maracaibo

Conocí a Mons. Roberto Lückert en el mes de agosto del año 1969, cuando llegó a mi casa preguntando si todavía deseaba continuar en el Seminario. La razón de esa visita y de esa pregunta fue que a todos los alumnos del Seminario, se nos habían devuelto nuestros documentos mientras nos comunicaban que el Seminario dejaba de funcionar y que cada uno de nosotros podríamos escoger libremente el colegio o el liceo donde continuar los estudios. No se nos había indicado la razón de esa clausura ni qué pasaría después. A todos los muchachos, entre 15 y 16 años, que hacía poco tiempo habíamos comenzado a transitar el camino de la vocación sacerdotal aparentemente se nos había terminado muy rápidamente dicho proyecto.
Gracias a ese joven sacerdote, se dio inicio a una experiencia que ha dado abundantes frutos a esta Iglesia. La mayor parte de los integrantes del clero de Maracaibo han surgido del Centro Vocacional Arquidiocesano impulsado por él. Del grupo rescatado de la dispersión únicamente este servidor llegó a ordenarse, en el camino se fueron juntando otros a la nueva experiencia, para luego contar los frutos.
Desde esa época somos muchos, los que hemos visto en el Padre Lückert al sacerdote maestro y amigo de toda la vida. Por ello, hoy le ofrecemos este homenaje por ser buen pastor de esta Iglesia venezolana.
Su experiencia sacerdotal se inició como Vicario cooperador en la Parroquia de Santa Bárbara al lado de Mons. Mariano José Parra León. Sin duda que de él aprendió la valentía para proclamar la verdad, con la conciencia clara de que quien asume la misión de profeta debe anunciar la palabra de Dios y denunciar el pecado aún a costa de la propia vida. Si él no lo hace lo harán las piedras. Porque esa palabra debe ser anunciada y todo pecado debe ser denunciado y corregido. Posteriormente recibió la encomienda de reunir al pequeño rebaño de seminaristas e iniciar la ya mencionada experiencia de formación sacerdotal. A lo que siguió la Parroquia de Ntra. Sra. de Lourdes, una pequeña iglesia de barrio, convulsionada y dividida por las pasiones contestarias que habían motivado la intervención del Arzobispo y el alejamiento de los sacerdotes que la habían conducido. Nada fácil, eran tiempos en que los Documentos de Medellín estaban muy frescos, en que dentro de la Iglesia efervescia la teología de la revolución y de la liberación, tiempos de curas obreros y de jóvenes que se sentían comprometidos con Cristo y con los más pobres. Preferían al sacerdote que, según ellos, optaba preferencialmente por los pobres y que llegaba hasta a emplearse como expendedor de combustible en la estación de servicio más cercana. Hasta ese ambiento llegó el Padre Lückert, con su sotana y con su viejo Mercedes Benz, que más que automóvil parecía un autobús dada la capacidad que tenía para transportar muchachos a reuniones y paseos. Los seminaristas permanentemente hacíamos la caricatura de los severos esfuerzos que debía realizar para realizar la simple maniobra de girar el volante.
Con la prédica constante de la reconciliación y los gestos continuos de amistad y humanidad, combinando sus tareas de Párroco y de Promotor vocacional, el Padre Lückert fue reconstruyendo su nueva Parroquia en la que especialmente había que dedicarse a fortalecer las bases del templo espiritual, pues el futuro del templo físico era incierto en razón del urbanismo que ya avanzaba y cambiaba la fisonomía de la ciudad.
Ese mismo urbanismo fue el que había arrasado al viejo Saladillo al que llegó el Padre Lückert en el año 1972 para asumir las funciones de Párroco de esta Basílica. Sustituía en el cargo a Mons. Medardo Luzardo, recién nombrado Obispo de San Carlos en Cojedes; debía continuar la tarea de sacerdotes de la talla de Ángel Ríos Carvajal, José Ángel Rosado, David Hernández, Olegario Villalobos, Antonio María Soto. Del territorio parroquial encontró los escombros de las antiguas casas familiares, así como también muchos corazones desgarrados por el avance despiadado de un modernismo inconsciente y desenfrenado. En dos períodos, y durante 13 años, ejerció como Párroco y Rector de este Santuario Mariano, Corazón del Zulia. Varios espacios vitales fueron convertidos en sus escenarios principales para ejercer la misión de reconstruir el tejido parroquial y sanar los corazones heridos: el altar para ofrecer diariamente la divina eucaristía por todo y por todos, a la vez que anunciar sin descanso el mensaje de esperanza; el confesionario para ofrecer un espacio de permanente intimidad a cada uno de sus feligreses y tenderles la mano amiga en el camino de encuentro con Cristo salvador, el despacho parroquial, atendido con rigurosa puntualidad, como lugar propicio para ayudar a resolver los problemas de los fieles y permitir la apertura necesaria para el diálogo amistoso de la asesoría espiritual, y finalmente la visita a los hogares de la parroquia, el caminar sus calles, la atención a los enfermos, el conocer uno a uno sus feligreses, compartiendo con ellos sus alegrías por los nacimientos, bautizos y matrimonios, acompañando sus duelos con la presencia consoladora y la palabra oportuna. Un espacio privilegiado para este apostolado fue el Hospital Chiquinquirá, donde ejerció como Capellán.
Desde la Basílica y con la maternal conducción de la Patrona de todos los zulianos, el Padre Lückert se fue convirtiendo en el cura amigo de todos, en la referencia obligada y permanente del clero zuliano. La fidelidad inquebrantable a Mons. Domingo Roa Pérez, su Arzobispo, lo llevó a compartir nuevas responsabilidades, la Dirección del Diario Católico La Columna, la Vicaría General de la Arquidiócesis, la fundación de las Parroquias de San Juan Bautista y de La Caridad del Cobre en San Francisco, etc.
Un espíritu de pleno dinamismo eclesial ha acompañado toda la vida sacerdotal de Mons. Lückert. Su característica fundamental ha sido la permanente obediencia a sus superiores y la íntegra dedicación a cualquier trabajo al servicio de la Iglesia y de los hermanos.

ME DESPRENDO DE MI VIDA, PARA RETOMARLA DE NUEVO

Luego de 19 años de eficaz ministerio sacerdotal en la Arquidiócesis de Maracaibo, el Papa Juan Pablo II lo elige Obispo de la Diócesis de Cabimas. El 29 de junio de 1985 es ordenado Obispo en esta misma Basílica. Era el mismo año de la inolvidable Visita de Juan Pablo II quien en gesto de devoción y humildad colocó a los pies de la Virgen Chinita su blanco solideo.
El Vicario General de Maracaibo y Cura de la Basílica debía abandonar su querida parroquia, a sus amigos y a sus fieles para entregar su vida «al otro lado del puente». De custodio de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá se convertía en Pastor de los hijos de Ntra. Sra. del Rosario de Aránzazu. Durante ocho años, la Costa Oriental del Lago fue el espacio de acción para este Obispo que día a día se entregó al servicio de los más pequeños y de los más grandes. Haciéndose amigo de todos y cada uno de los hijos de esa Grey.

AL SERVICIO DEL PUEBLO, A LA SOMBRA DE LA CRUZ DE SAN CLEMENTE.

El 20 de julio de 1993, se conoce la noticia del traslado de Mons. Lückert a la Diócesis de Coro, de la cual tomó posesión el 2 de octubre de ese año. Es esta la Diócesis Primada de América Meridional, puesto que fue la Primera Sede Episcopal de la América del Sur, y la Primera Diócesis de la Patria. La Divina Providencia ha querido que sea el Primer Arzobispo de Coro a partir del 23 de noviembre de 1999.

LA MISION DEL OBISPO

Desde Coro, con la prominencia de 500 años de historia de esta Iglesia, Mons. Lückert ha continuado su misión de Pastor de la Grey: velando por el bien de su rebaño, que no solamente es Coro si no Venezuela toda, en espíritu de unidad y colegialidad con sus hermanos en el episcopado, comprendiendo cada día más que, como pastor del Evangelio de Jesucristo confiado a la Iglesia “…tiene el deber y el derecho de predicarlo a todas las gentes, independientemente de cualquier poder humano” (CIC 747 §1); debe proclamar los principios morales, incluso los relacionados con el orden social, y dar su juicio sobre cualquier asunto humano, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”. (CIC 747 §2).

LA IGLESIA ES EXPERTA EN HUMANIDAD

Esta frase fue pronunciada por el Papa Pablo VI, cuando respondía a la pregunta de si la Iglesia debía opinar sobre las diversas situaciones concretas que viven las personas, las sociedades o los pueblos. Y es que la Iglesia, con sus luces y sus sombras, con su pecado y con su gracia, siempre ha tenido presente las palabras de San Pedro cuando decía que Jesucristo: “fue un hombre que pasó haciendo el bien”.
Y es ese el bien que la Iglesia y sus Obispos deben continuar realizando. Es su obligación; ya que su tarea no se limita al ámbito “espiritual”. Su tarea no es solamente salvar el alma, es salvar a las personas concretas que viven el dolor, las alegrías, los sufrimientos, los gozos, las injusticias; y eso afecta su vida, su integridad, su dignidad. Es esa realidad total en la que viven las personas que forman parte de la Iglesia, o están fuera de ella, a la que hay dirigir una palabra de humanidad, para iluminarla con la luz del Evangelio y de la fe.
La Iglesia, con sus pastores y todo el pueblo de Dios, no puede permanecer callada e insensible ante la realidad en la que viven los seres humanos; una realidad llena de injusticia no solo individual sino también institucional, una realidad oscura en todos sus ámbitos: en lo familiar, laboral, político, económico, cultural, social, etc. Para todos las personas, y para todos esos ámbitos de vida, la Iglesia debe tener una palabra iluminadora, de consuelo, de acompañamiento para que ellos, libremente y guiados por su conciencia, puedan aplicarlas a su vida de cada día.

AGRADAR A DIOS, NO A LOS HOMBRES

Esta predicación de los Obispos y de la Iglesia toda, se realiza siguiendo las enseñanzas de los Apóstoles, como enseña San Pablo: “Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. Ustedes saben –y Dios es testigo de ello– que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo, teníamos el derecho de hacernos valer” (1Tes 2,3–7).

ADVERTENCIAS PARA EL MOMENTO PRESENTE

Lamentablemente en la sociedad contemporánea, a nivel mundial y no solamente en Venezuela, parece irse imponiendo una dictadura ideológica que se molesta ante la “firmeza insobornable” de la Iglesia y su anuncio de la verdad. Se pretende instaurar nuevas normas de conducta, tanto personal como social, en la sociedad, inspiradas en principios abiertamente antievangélicos”.
Se pretende secuestrar a Jesucristo y a su Evangelio, prescindiendo de la Iglesia a quien se le confió la misión de custodiar ese mismo Evangelio. Asimismo se procura instaurar un nuevo orden social “aparentemente cristiano” inspirado en un Jesucristo extraño al Evangelio, o en un Evangelio sin Jesucristo, acompañándolo de ideas y doctrinas no acordes con la verdad evangélica, carentes de una genuina jerarquía de los valores humanos.
Por ello se hace necesario escuchar y atender a la Iglesia, experta en humanidad. Con una experiencia de 21 siglos trabajando para reconciliar al ser humano con Dios, su creador; y para unir al ser humano consigo mismo y con su prójimo. En este sentido es que la Iglesia presenta una lista de derechos humanos indeformables e irrenunciables que Dios ha otorgado a cada hombre y a cada mujer, más allá de sus méritos o culpas personales. En primer lugar están los derechos básicos a la vida, a la enseñanza, a la salud, al trabajo, a la libertad, etc., y se extiende a exigencias irrevocables que abarcan el desarrollo de la vida personal, familiar y social.
El actual momento por el que atraviesa la historia de nuestro país exige de los obispos y de los sacerdotes que sepamos ser verdaderos pastores y amigos de todos. Que nunca nos cansemos de propiciar el diálogo y de tender puentes que faciliten el acercamiento y el entendimiento. Que tengamos presente que en nuestras comunidades hay gente de todos los bandos y facciones. Que no tenemos ningún derecho a expresar preferencias por alguna opción política, ya que discriminaríamos a una parte de nuestros pastoreados. Como pastores no se nos permite hacer públicas nuestras preferencias políticas o de partidos. Todo esto no debe impedir la predicación de la verdad, el anuncio del Reino de Dios, la denuncia de la mentira y del pecado. Esta sigue siendo la enseñanza permanente de nuestro homenajeado.
Fundamentalmente a los pastores les toca hacerse, como enseña San Pablo, débiles con los débiles para ganar a los débiles. Hacerse todo a todos para salvar a toda costa a algunos. (1 Cor. 9,22).
Y qué mejor manera de hacerse «todo a todos» en el hoy de Venezuela que a través de la vivencia y la predicación de la misericordia divina, que no hace acepción de personas, que es infinita comprensión y perdón. Ante tanto ofensa, tanto dolor, ante tanta herida abierta, la única salida es que nos decidamos a ser como el Buen Samaritano. Que no nos fijemos en los detalles o en las palabras, sino que reconozcamos el rostro del hermano.
El Evangelio de hoy (Lc.10,38-42) nos convoca, con los ejemplos de Marta y María en la casa de Betania, a saber combinar nuestra contemplación y nuestra escucha de la Palabra de Dios con la acción decidida para ayudar a los hermanos y transformar este mundo en el reino de paz y amor que Jesucristo vino a inaugurar con su presencia.
Mons. Roberto Lückert, Arzobispo de Coro, ha celebrado con alegría y en unión de sus amigos y fieles esta Acción de Gracias al Señor por sus 25 años de vida episcopal; el próximo mes de agosto celebrará sus 44 años de ordenación sacerdotal. Él mismo decía el pasado 29 de junio en Coro que el comején ya se comienza a sentir en su organismo. Pidamos que se siga inmunizando en contra de ese flagelo; y que siga siendo como nuestras viejas Catedrales y como esta Basílica que, aún cargadas de años, siguen permaneciendo en pie y dando calor familiar a cada uno de sus hijos. En Venezuela necesitamos, todavía por mucho tiempo, la voz clara y tronante de este Pastor que sin titubeos anuncia la buena noticia; pero que también denuncia las injusticias y desenmascara las mentiras. Pidamos que pueda seguir siendo el Obispo amigo que construye puentes y que acerca distancias, que como lo hizo tanto en el febrero de 1992, como en el abril de 2002, como en tantas otras ocasiones menos conocidas, pueda acercarse a quienes lo necesiten, aún cuando su presencia pudiera ser inesperada e incomprendida.
Mons. Lückert, con la gratitud de discípulo y amigo, junto a todos estos hermanos que te aprecian y admiran, pido a Dios te siga dando la salud, el coraje y la constancia para que junto a tus hermanos Obispos venezolanos puedas seguir siendo luz y guía para este pueblo venezolano que es cristiano, fiel y devoto, que en la vida y en la muerte ama y lucha, canta y ora. El Señor y la Chinita te sigan bendiciendo.

miércoles, 21 de julio de 2010

Cardenal por la libertad

Alexander Cambero

El Universal / ND

Un vuelo trepidante desde Roma. El 24 de marzo del 2006 fue un día estelar para la feligresía católica venezolana. Monseñor Jorge Urosa Savino, era investido con el capelo cardenalicio de manos del Sumo Pontifice Benedicto XVI. Es el quinto venezolano que es elevado al rango de príncipe de la Iglesia católica, Urosa Savino recibió la asignación: Titulus S Maria ai Monti en una iglesia del centro de la capital italiana. La misma fue construida por el arquitecto lombardo Giacomo Della Porta en 1580.
El gobierno de Hugo Chávez lo acogió con altos honores militares en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía. El discurso presidencial reconocía el carácter honorable del ilustre prelado caraqueño. Todos observábamos en cadena nacional, al gobierno revolucionario convertirse en la porrista reparte caramelos. Urosa Savino sonreía tímidamente, ante semejante muestra de guindada testicular. Colocaron una espectacular alfombra roja, que hacía juego con el reluciente uniforme de los soldados miembros de la parada militar. En medio de los aplausos se dejaba oír a la laureada, Orquesta Nacional Juvenil Simón Bolívar. Todo era magnificencia, mientras proseguían las palabras de Hugo Chávez, exaltando las virtudes ciudadanas y espirituales del sacerdote. Su plan parecía simple: colmarlo de halagos, regalías y reconocimientos; de esta forma podrían sumarlo a su club de adeptos.
Bastó que el cardenal Jorge Urosa Savino comenzara a denunciar los graves problemas de la nación, para que fuera excomulgado del paraíso socialista. Fue acusado de marcharse a la competencia, es decir, de instrumento de Dios a tener la sotana del Diablo. Un cambio tan mortífero como la viperina lengua presidencial que comenzó a degradarlo hasta la obscenidad.
Con el talante de un hombre comprometido Urosa Savino, prosiguió denunciando el desvío del régimen venezolano hacia esquemas totalitarios. Lo hizo con la valentía de un venezolano que no se escuda en su alta investidura. El languidecer democrático, la persecución contra toda forma de libertad, son hechos tan desgarradores que deben ser denunciados en todas las instancias internacionales.
El cardenal prefirió recorrer este camino. Podía tener una esplendida vía hacía la tranquilidad personal y la de su doctrina, sin embargo, optó por defender la causa de los débiles. Su conciencia privó más que las carantoñas del poder grosero.
No se dejó comprar por el oropel. Su elección de ser un aliado en defensa de la libertad y la democracia, es aplaudida por la gran mayoría de los venezolanos.

alexandercambero@hotmail.com
twitter: alecambero

Tomado el 21-julio-2010 en: http://www.noticierodigital.com/

¡SÍ A CRISTO, A SU IGLESIA Y A NUESTRA CONSTITUCIÓN!

CONSEJO ARQUIDIOCESANO DE LAICOS DE MARACAIBO A LA OPINIÓN PÚBLICA REGIONAL Y NACIONAL


Ante el irrespeto recibido de parte del Gobierno Nacional contra los legítimos pastores de Cristo y de su Iglesia en nuestro país, los fieles laicos de la Iglesia de Maracaibo hacemos público nuestro más enérgico rechazo.
En consecuencia declaramos:

1.- Quienes atacan a nuestros pastores, atacan a nuestra Madre, la Iglesia y en consecuencia a todos sus hijos, los bautizados; atacan a todo el pueblo venezolano, por ser este un país mayoritariamente católico. Nosotros como Cuerpo Místico de Cristo nos solidarizamos con nuestros pastores, ya que “si sufre un miembro, todos sufren con él” (1 Cor. 12, 26).

2.- Históricamente la Iglesia cumpliendo con el deber cristiano de “anunciar” y “denunciar”, ha venido denunciado las situaciones de opresión e injusticias contra el pueblo de Dios, por lo tanto suscribimos y apoyamos las declaraciones de su eminencia el Cardenal Jorge Urosa Sabino y de la Conferencia Episcopal Venezolana ante las pretensiones del gobierno de instaurar un régimen comunista en nuestro país, disfrazado de Socialismo del Siglo XXI, contrario a lo que establece nuestra vigente Constitución Nacional y a lo expresado por el pueblo en el Referéndum del 2 de diciembre del año 2007, cuando dicho modelo socialista fue rechazado.

3.- Adicionalmente, nadie, absolutamente nadie está facultado para establecer cambios, mediante leyes contrarias a lo que establece la Constitución Nacional. Tal conducta es inconstitucional e ilegal, por esta razón apoyamos en su integridad la postura asumida por el Cardenal Jorge Urosa Sabino y otros pastores de la Iglesia al denunciar tales hechos. Ellos, como pastores, tienen el deber de denunciar los abusos y defender la constitución de su pueblo.

4.- Nuestra respuesta como laicos es y seguirá siendo una sola, decir la verdad y promover y hacer el bien, en concordancia con la Doctrina Social auténtica conducta cristiana, tal como está expresado en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, sobre La Iglesia y el mundo de hoy (75): “Los cristianos deben tener conciencia del papel particular y propio que les toca en suerte en la comunidad política, en la cual está obligados a dar ejemplo, desarrollando en sí mismos el sentido de responsabilidad y de consagración al bien común…luchen contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo, sea de un hombre o de un partido, obren con integridad y justicia, y que se consagren al servicio de todos con sinceridad y rectitud, más aún, con amor y fortaleza política”.

5.- Frente a este proceso marxista y socialista, que ha hecho de su credo, una religión, nosotros como fieles laicos católicos, debemos dar los signos que hacen presente que Cristo está resucitado: el amor en la dimensión de la cruz y la unidad de todos los hermanos; no devolviendo insulto por insulto, sino al contrario, devolviendo bien por mal.

6.- Finalmente hacemos un llamado a la reconciliación y la unidad nacional para volver a ser el país hermanado en la cultura, en la paz, en el dialogo, en la espiritualidad, en el amor fraterno. En consecuencia invitamos a todos los fieles a unirnos en la oración frente al Santísimo, pues recordemos que Venezuela, desde hace 111 años, es el único país del mundo consagrado al Santísimo Sacramento. Así mismo roguemos a Nuestra Madre y Patrona Nacional, la Virgen de Coromoto, que al igual que unió dos culturas antagónicas, cuando se hizo presente en nuestro país, nos conceda hoy la paz y la unión a todo el pueblo venezolano.

¡SÍ A CRISTO, A SU IGLESIA Y A NUESTRA CONSTITUCIÓN!

Maracaibo, 16 de Julio, 2010

Acción Católica de Venezuela
Adoración Perpetua del Convento
Apostolado “Nuestra Señora de la Preciosísima Sangre”
Damas de la Caridad de San Vicente de Paul
Damas Salesianas
Comunidades Neocatecumenales
Cursillos de Cristiandad.
Encuentros Familiares de Venezuela
Franciscanos de María
Foro Eclesial de Laicos
Fundación La Providencia
Fundación María Camino a Jesús
Jornadas de Renovación Familiar
Juventud Misionera
Legión de María
Matrimonios con Cristo
Misioneros del Sagrado Corazón
Movimiento de los Focolares.
Movimiento Familiar Cristiano
Orden Francisca Seglar.
Renovación Carismática Católica
Servidores de María
Talleres de Oración y Vida
Vicarios de San José

martes, 20 de julio de 2010

Fe y política

Por Dr. Antonio Pérez Esclarín

La religión de Jesús es servicio al necesitado, quien quiera que sea, como queda bien claro en la Parábola del Buen Samaritano.
Nuestro mundo inhumano va contra los planes de Dios que quiere que todos sus hijos vivan con dignidad. Los bienes y riquezas del mundo, por su origen y naturaleza, según la voluntad del Creador, son para servir al bienestar de todos.
La ciencia y la técnica, los recursos del mundo deben ponerse al servicio del amor, para que todos los seres humanos lleguemos a ser personas y podamos vivir como tales. La finalidad del desarrollo no puede ser sólo el crecimiento económico y ni siquiera el cambio de estructuras, sino el desarrollo humano integral.
Para decirlo con las palabras de la Encíclica Populorum Progressio, “el verdadero desarrollo es el paso para cada uno y para todos de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas”. Desarrollo, en consecuencia, orientado a remediar las carencias materiales y las carencias morales, que se sustentan en estructuras opresoras que provienen del abuso del poder o del abuso del tener.
Una fe sin obras es fe muerta. Una religión de espaldas a las necesidades del prójimo es una religión anticristiana. Seguir hoy a Jesús es continuar su proyecto de establecer un reino de fraternidad, justicia y amor.
La fe, es decir, el seguimiento a Jesús, debe convertirse en compromiso radical de combatir los ídolos de la muerte: egoísmo, prepotencia, violencia, explotación, consumismo, corrupción, y trabajar sin descanso para garantizar a todos, sin exclusión de ningún tipo, vida en abundancia.
La religión de Jesús es servicio al necesitado, quien quiera que sea, como queda bien claro en la Parábola del Buen Samaritano. Es por ello urgente que le devolvamos al evangelio su ternura y su radicalidad. Dios busca la felicidad de todos, en eso pone su empeño, y a esa misión nos convoca. No puede ser posible, como se quejaba el teólogo Karl Rahner, que los cristianos nos hayamos instalado en un “egoísmo que sabe comportarse decentemente”. Los cristianos necesitamos recuperar la pasión por Dios y la compasión por los hermanos.
Para que este servicio sea eficaz necesita de la política entendida como búsqueda y organización del bien común, el bien de todas las personas y de toda la persona, es decir su desarrollo más pleno e integral. La política nos concierne a todos. Nadie, mucho menos un seguidor de Jesús, puede vivir sin preocuparse y ocuparse por la suerte de los demás.
Pero es necesario regenerar la política para superar esa politiquería mezquina que habla de vocación de servicio y a la hora de la verdad, demuestra una extraordinaria vocación de servicio, es decir, evidencia los vicios de la deshonestidad, egoísmo, arrogancia, hipocresía, vivismo, ambición.
Se aproximan los días en que debemos elegir nuestros representantes a la Asamblea, tan esencial para reflejar la diversidad, garantizar el pluralismo y controlar al Ejecutivo. La democracia se sustenta en la autonomía de los poderes. Si el Ejecutivo acapara todos los espacios del poder y sólo acepta instituciones sumisas y obedientes, la democracia pierde su esencia.
Por ello, el voto no puede ser un ejercicio irracional, a ciegas, por pura emotividad o rabia. Debemos seleccionar y preferir personas que hayan demostrado con su vida honestidad, idoneidad, sensibilidad social, preocupación por el bienestar de todos, respeto a la Constitución, y que sean capaces de cultivar la comprensión e inclusión del otro diferente, el trabajo eficaz para resolver problemas, la autonomía y fidelidad a su conciencia, el uso eficiente de los recursos que pertenecen a todos y que, en consecuencia, deben ser utilizados para garantizarnos a todos condiciones de vida cada vez más dignas, y no para promoverse ellos.
Para regenerar la política, los nuevos representantes que elijamos tienen que convalidar con el ejemplo de sus vidas su retórica y sus proclamas, dedicarse a trabajar y resolver los problemas de todos más que a “hacer política” o a favorecer a sus seguidores.
Deben también revalorar la voluntad de impulsar el nuevo futuro, soñar la región y el país posibles y entregarse a construir ese sueño, cultivar la auténtica ciudadanía.
A nosotros, los electores, nos toca darle un no rotundo a los arribistas, a los inmorales, a los violentos, a los que muestran ambiciones desmedidas, a los que entienden el ejercicio del poder como medio para vengarse, para enriquecerse o para meramente mantenerse en el poder o acceder a él y así disfrutar de sus ventajas.
Tomado de http://panorama.com.ve/ 18-7-2010

El enemigo necesario

Este es el Editorial de http://www.nanalitica.com/

Editorial
Lunes, 19 de julio de 2010



Se acercan las elecciones del 26 de septiembre y los números de las encuestas no son nada alentadores para Chávez y la revolución. En menos de 70 días, si los indicadores siguen su tendencia el Presidente, aún obteniendo la mayoría, podría estar frente a una de sus más rotundas derrotas políticas, ante un parlamento que le pedirá cuentas, revisará las leyes y los proyectos, y hará verdadera contraloría.
El correlato del panorama electoral ha sido el problema de la comida podrida y su tremenda incidencia en la opinión pública. El Gobierno no sólo ha sido torpe en intentar rociar con ambientador el hedor que despide toda la trama de corrupción e ineficiencia, sino que se ha visto en la necesidad de actuar reactivamente, algo que no hacía desde hace mucho tiempo.
Chávez parece tener claro que con sus desesperados llamados a convencer al sector Ni-ni o No Alienado (que progresivamente se desplaza hacia la acera opositora), no tendrá suficientes votos el 26S y por eso ha buscado la manera de cohesionar el “voto duro” de su militancia. ¿Cómo? Pues como siempre: buscando un enemigo necesario con el cual confrontar y polarizar.
Uribe está a punto de entregar el gobierno, Santos apenas comienza y anda en son de paz, por los momentos; Obama ni le contesta ni le hace mucho caso; la oposición venezolana ha aprendido a no enganchanse con “trapos rojos” y seguir su agenda. ¿Qué le queda? El cardenal Urosa y la jerarquía eclesiástica. De ahí el ataque furibundo, la descalificación continuada y hasta la “cayapa” junto con los otros poderes sumisos al Ejecutivo, un recurso que demuestra toda su desesperación y necesidad de cazar pelea con un “enemigo”, así tenga sotana.
¿Qué pasaría si los jerarcas de la Iglesia católica lo dejan plantado y sólo en el ring de boxeo? ¿A qué enemigo nuevo se buscará? Interesante ¿no?

jueves, 15 de julio de 2010

Comunicado: Exhortamos a los poderes públicos a tener sensatez en el caso del Cardenal Urosa Sabino

Julio 15, 2010

ND.- Representantes de diversas instituciones del estado Carabobo salieron en defensa del Cardenal Urosa Sabino, luego de las “ofensas proferidas por los titulares de los poderes del Estado Venezolano” en contra del alto prelado venezolano. Urosa Sabino fue por 15 años el Segundo Arzobispo de Valencia.

A continuacion el comunicado:

MANIFIESTO A LA OPINIÓN PÚBLICA

Nosotros, representantes de las diversas instituciones del Estado Carabobo, preocupados por la situación de ofensas proferidas por los titulares de los poderes del Estado Venezolano al Eminentísimo Cardenal Jorge Liberato Urosa Savino, Arzobispo de Caracas, queremos manifestar nuestra palabra de solidaridad a quien fue nuestro Segundo Arzobispo durante quince años, destacándose siempre por su don de Pastor, ciudadano, académico y comprometido con la sociedad, razones por las cuales ha escalado posiciones de jerarquía en la Iglesia Católica.



En tal sentido, comprometidos con la conciencia colectiva deseamos expresar:

Primero: Todo ciudadano, dentro del ámbito del respeto y de la legalidad, tiene el derecho de emitir su opinión libre y sin ninguna limitación y, precisamente el Cardenal Jorge Urosa Savino como venezolano puntualizó consideraciones en las cuales manifestó su preocupación por el destino del país y el peligro que representa para la democracia la adopción de sistemas políticos no contemplados en la Constitución Nacional; de acuerdo a su conciencia y sin ofender a ningún funcionario o institución, nuestro querido Pastor siempre ha sido consecuente con su forma de ser y actuar.
Tal actitud de ciudadanía le ha costado al Cardenal Urosa, a la Conferencia Episcopal de Venezuela y al Clero en general, el desprecio y la exposición al escarnio público que, desde las altas esferas del Poder Público incitan al odio y a la división de la población, circunstancia que debe ser rechazada por todos los ciudadanos, sobre todo por la gran mayoría de católicos que sufren como propia la situación que vive nuestro admirado Cardenal y nuestra Iglesia.

Segundo: Consecuentemente, tal postura gubernamental hiere el corazón colectivo que tiene una representación social, una convicción de religiosidad, de estima y respeto hacia sus pastores, hacia la sacralidad que da al traste con una tradición que desde nuestros libertadores, fundadores de la República, han respetado, estimado y promovido; la Religión en todos los tiempos ha ofrecido un camino ético y de respeto a un conjunto de valores que en la sociedad brindan garantías de convivencia, equidad y respeto a la vida.
La presencia de la Iglesia Católica en Venezuela ha sido una constante lucha por la paz, por la conservación de la cosmovisión de los aborígenes, por la moral pública y el Cardenal Jorge Urosa Savino es exponente del verbo encendido de Monseñor Arias Blanco, de Monseñor Salvador Montes de Oca y de tantos obispos que consagraron su existencia a no silenciar la voz de los necesitados y de aquellos que no pueden expresar su opinión por miedo a la persecución.

Tercero: Con toda esta diatriba estéril, que ha pretendido solapar otras situaciones difíciles que están registrándose en el país que tocan la conciencia de los venezolanos, como fuerzas vivas no podemos dejar de expresar el pesar por el panorama que se cierne sobre la sociedad en donde la intolerancia política, religiosa y social se está posicionando en todos los ambientes y amenaza tomar rumbos aún más radicales.
Es por ello, que llamamos a la ponderación, al reconocimiento y respeto del otro como ciudadano dotado de los mismos derechos para entablar un diálogo efectivo, entendido como aquel que nace de asumir las razones de aquellos que disientan de nuestra posición.
Así pues, manifestamos nuestro apoyo irrestricto al Cardenal Dr. Jorge Urosa Savino por sus opiniones emitidas dentro del uso legitimo de los Derechos Humanos inherentes a su condición de principal Pastor Espiritual de la Iglesia Venezolana. Exhortamos al Ejecutivo y demás Poderes Públicos del Estado tener sensatez ante la opinión adversa y aceptar el diálogo y la búsqueda de soluciones a los problemas de la Patria mediante la discusión abierta y promover la unidad y bienestar de todos los venezolanos.

Firman: Universidad de Carabobo, Sociedad Amigos de Valencia, Academia de la Historia, Sociedad Bolivariana, Colegio de Abogados, Cofradía Nuestra Señora del Socorro, Ateneo de Valencia y Feligresía de Católicos de todas las iglesias de Valencia.

http://www.noticierodigital.com/

miércoles, 14 de julio de 2010

Carta sobre la oración

 Por Mons. Bruno Forte

Me preguntas ¿por qué rezar? Te contesto, para vivir. Porque, en efecto, para vivir de verdad hay que rezar. ¿Por qué? Porque vivir significa amar. Una vida sin amor no es vida. Es soledad vacía, es cárcel y es tristeza. Sólo quien ama vive de verdad. Y solamente ama quien se siente amado, alcanzado y transformado por el amor. Así como la planta no puede florecer y dar sus frutos si no recibe los rayos del sol, también el corazón humano no puede abrirse a la vida verdadera y plena si no es alcanzado por el amor. Ahora bien, el amor nace y vive del encuentro con el amor de Dios, el más grande y verdadero de todos los amores posibles; más aún: el amor que está más allá de cualquier definición que podamos dar y de todas nuestras posibilidades. Al rezar nos dejamos amar por Dios y nacemos al amor. Por lo tanto, quien ama vive en el tiempo y para la eternidad.
¿Y quién no reza? Quien no reza corre el riesgo de morir interiormente, porque tarde o temprano le faltará el aire para respirar, el calor para vivir, la luz para ver, el alimento para crecer y la alegría que da sentido a la existencia.
Me dices: ¡pero yo no sé rezar! Me preguntas: ¿cómo se reza? Te contesto: empieza por darle algo de tu tiempo a Dios. Al comienzo, no importará que ese tiempo sea mucho, sino que tú se lo des con fidelidad. Fija tú mismo un tiempo para darle cada día al Señor, y dalo con fidelidad, cotidianamente, cuando lo sientas y cuando no. Busca un lugar tranquilo, donde si es posible haya algún signo que remita a la presencia de Dios. Medita en silencio, invoca al Espíritu Santo para que sea él quien diga en ti: «Abbá, Padre». Llévale a Dios tu corazón, aunque esté confuso. No tengas miedo de decirle todo: tus dificultades y tu dolor, tu pecado y tu incredulidad, y también tu rebelión y tu oposición, si así lo sientes.
Abandonándolo todo en las manos de Dios. Recuerda que es Padre-Madre en el amor, que todo lo recibe, todo lo perdona, todo lo ilumina, todo lo salva. Escucha su silencio. No quieras recibir en seguida respuestas. Persevera. Como el profeta Elías, camina en el desierto hacia el monte de Dios. Y cuando te hayas acercado a él, no lo busques en el viento, en el temblor o en el fuego, en signos de fuerza o de grandeza, sino en la voz sutil del silencio. No pretendas poseerlo, deja en cambio que pase por tu vida y por tu corazón, que toque tu alma y se deje contemplar por ti aunque sólo sea de espaldas.
Escucha la voz de su silencio. Escucha su Palabra de vida. Abre la Biblia y medita con amor. Deja que la palabra de Jesús hable al corazón de tu corazón. Lee los salmos, donde encontrarás expresado todo lo que querrías decirle. Escucha a los apóstoles y a los profetas. Enamórate de la historia de los patriarcas, del pueblo elegido y de la iglesia naciente. Cuando hayas escuchado la Palabra de Dios, sigue caminando por los senderos del silencio, dejando que el Espíritu te una a Cristo, Palabra eterna del Padre. Al comienzo, te podrá parecer que el tiempo es demasiado. Persevera con humildad, dándole a Dios todo el tiempo que logres darle, pero nunca menos de lo que estableciste poder darle cada día. Verás que, de cita en cita, tu fidelidad se verá premiada. Y advertirás que poco a poco crecerá en ti el gusto por la oración: lo que al inicio te parecía inalcanzable, se tornará cada vez más fácil y hermoso. Comprenderás que lo que cuenta no es obtener respuestas, sino ponerse a disposición de Dios. Y verás que todo lo que presentes en la oración poco a poco se irá transfigurando.
Cuando vayas a rezar con el corazón agitado, si perseveras, advertirás que luego de haber rezado largamente no obtendrás respuestas a tus interrogantes, pero ellos se irán derritiendo como la escarcha ante el sol. Y en tu corazón irrumpirá una gran paz: la paz de estar en las manos de Dios y de dejarte conducir con docilidad por él hacia el lugar que te ha preparado. Entonces, tu corazón renovado podrá cantar el cántico nuevo, y el «Magnificat» de María estará espontáneamente en tus labios y será cantado por la silenciosa elocuencia de tus obras.
Sin embargo, no faltarán momentos de dificultad. A veces no podrás acallar el ruido que te rodea y que está en ti; a veces sentirás el cansancio y hasta el desagrado de rezar; a veces tu sensibilidad preferirá cualquier otra cosa menos que estar en oración frente a Dios, como si ese fuera sólo «tiempo perdido». Sentirás, finalmente, las tentaciones del Maligno, que tratará de separarte del Señor, de alejarte de la oración. No temas. Las mismas pruebas que tú vives las experimentaron antes los santos, a menudo mucho más abrumadoras. Persevera, resiste y recuerda que lo único que realmente podemos darle a Dios es la prueba de nuestra fidelidad. Con la perseverancia salvarás tu oración y tu vida.
Llegará después la hora de la «noche oscura», cuando todo te parecerá árido o inclusive absurdo en las cosas de Dios. No temas. Ese es el momento en que Dios lucha junto a ti: remueve todo pecado en la confesión humilde y sincera de tus culpas y busca el perdón sacramental. Dale a Dios más de tu tiempo. Deja que la noche de los sentidos y del espíritu se convierta para ti en la hora de la participación en la pasión del Señor. En este punto Jesús mismo cargará con tu cruz y te conducirá consigo hacia la alegría de la Pascua. No te asombrará, entonces, descubrir como amable esa noche, ya que la verás transformada para ti en noche de amor, inundada por la alegría de la presencia del Amado.
No tengas miedo, por tanto, de las pruebas y de las dificultades de la oración. Recuerda solamente que Dios es fiel y no permitirá nunca una prueba sin salida, no dejará nunca que seas tentado sin darte la fuerza para soportar y vencer. Déjate amar por Dios. Como una gota de agua que se evapora bajo los rayos del sol y sube para volver a la tierra como lluvia fecunda o rocío consolador, deja así que tu ser sea cincelado por Dios, plasmado por el amor de los Tres, absorbido y restituido a la historia como regalo fecundo. Deja que la oración haga crecer en ti la libertad de todo miedo, el valor y la audacia del amor, la fidelidad a las personas que Dios te ha confiado y a las situaciones en las que te ha puesto, sin buscar evasiones o consuelos mediocres. Aprende, al rezar, a vivir la paciencia de esperar los tiempos de Dios, que no son los nuestros, y a seguir sus caminos, que a menudo tampoco son los nuestros.
Un don especial, fruto de la fidelidad en la oración, será el amor por los demás y el sentido de Iglesia. Cuanto más reces, mayor misericordia sentirás por los demás, más querrás ayudar a quien sufre, más tendrás hambre y sed de justicia para con todos, especialmente con los más pobres y débiles, más te harás cargo del pecado de los otros para completar en ti lo que falta a la pasión de Cristo.
Al rezar, sentirás qué bello es estar en la barca de Pedro, solidario, dócil, sostenido por la oración de todos, dispuesto a los demás con gratuidad, sin pedir nada a cambio. Al rezar sentirás crecer en ti la pasión por la unidad del cuerpo de Cristo y de toda la familia humana. Al rezar se aprende a rezar, y se gustan los frutos del espíritu que dan verdad y belleza a la vida. Al rezar, uno se transforma en amor; y la vida cobra el sentido y la hermosura que Dios ha querido. Al rezar se advierte la urgencia de llevar el Evangelio a todos, hasta los últimos confines de la tierra. Al rezar se descubren los infinitos dones del Amado y se aprende a darle gracias por cada cosa. Al rezar se vive. Al rezar se ama, se alaba.
Si tuviera, entonces, que desearte el regalo más preciado, si quisiera pedírselo a Dios para ti, no dudaría en solicitar el don de la oración. Se lo pido. Y tú no dudes en pedírselo a Dios para mí. Y para ti. Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén contigo. Y tú en ellos, porque al rezar entrarás en el corazón de Dios, escondido con Cristo en él, envuelto en su amor eterno, fiel y siempre nuevo. Ya lo sabes, quien reza con Jesús y en él, quien reza a Jesús o al Padre o invoca su Espíritu, no le está rezando a un Dios genérico y lejano. Desde el Padre, por medio de Jesús, gracias al Espíritu, cada uno recibirá el don perfecto, el más oportuno, el que le ha sido preparado desde siempre. Es el regalo que nos espera. El regalo que te espera.

Unidos en la oración.
Nota: Mons. Bruno Forte nace en 1949 en Nápoles. Sacerdote desde 1973 y arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004. Estudió en Tubinga y en París. Doctor en teología y filosofía, ha sido profesor de teología dogmática en la Pontificia Facultad teológica de Italia meridional y consultor del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio para el diálogo con los no creyentes. Es miembro de la Comisión teológica internacional.

lunes, 12 de julio de 2010

DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN: COMPROMISO DE TODOS

Exhortación de la Conferencia Episcopal Venezolana en la XCIV Asamblea Plenaria Ordinaria

Reunidos en la 94° Asamblea Ordinaria del Episcopado venezolano, en el marco de la aplicación del Concilio Plenario de Venezuela y la realización de la Misión Continental, los Arzobispos y Obispos, como hermanos y pastores de la Iglesia, en fidelidad al Evangelio, compartimos las angustias y tristezas del pueblo, sus alegrías y esperanzas, mostrándoles a Jesucristo, único camino de salvación, y contribuyendo a iluminar las conciencias ante las próximas elecciones parlamentarias.



Venezuela: casa de todos

2. La gran mayoría de nuestro pueblo aspira a que Venezuela sea una "casa común", como soñaron los fundadores de la República: amplia, acogedora, tolerante, pacífica y fraterna. Una gran familia que cultive la libertad y el respeto, con un proyecto de país donde quepamos todos y sean respetados plenamente los derechos humanos. Un país que se construya sobre los valores de la paz, la justicia y la verdad, para dejarlo como herencia a las nuevas generaciones. Nuestro pueblo anhela un clima de entendimiento, y reconciliación. Aspira a vivir en un ambiente de armonía, confianza, seguridad y esperanza. Esto sólo lo puede obtener en la medida en que todos trabajemos para alcanzarlo.
3. Necesitamos cultivar el diálogo sereno, como medio necesario para una auténtica convivencia ciudadana, "fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de la persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política" (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 407). Es preciso aprender de nuevo a compartir como ciudadanos, a preocuparnos por la entera comunidad nacional, debatiendo entre todos los sectores y resolviendo juntos los problemas en todas las instancias nacionales, regionales, municipales y vecinales.
4. Contradice estos anhelos el clima de violencia y corrupción que reina en muchas esferas de la vida del país, que se ha puesto de manifiesto sobre todo en la inseguridad, las muertes violentas, tanto en la calle como en las cárceles y la escandalosa pérdida de alimentos y medicamentos.
5. La polarización ideológico-política de diversos actores no contribuye a la creación de un ambiente favorable. De los altos mandatarios y de los funcionarios se espera que en sus declaraciones den ejemplo del respeto que merecen todos los ciudadanos. Rechazamos las reiteradas e injustas agresiones por parte del Presidente de la República a personas e instituciones, hiriendo inclusive el sentimiento religioso de diversas confesiones. En tal sentido, unidos al pueblo cristiano, expresamos nuestra solidaridad con el Señor Cardenal, Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas.
6. El pueblo desea vivir en democracia, en estado de derecho, con participación real de todos, en un clima de justicia social y libertad. Así lo decidió en el referendo del 2 de diciembre de 2007. Por eso es absolutamente inaceptable la imposición de un "Estado socialista" que se inspira en el régimen comunista cubano y se ha venido concretando a través de leyes y hechos que desconocen la voluntad popular y la Constitución vigente. Ese proyecto "no sólo toca el tejido material y organizativo del cuerpo social, sino también, y sobre todo, afecta el fondo íntimo, espiritual, del alma nacional" (Carta Pastoral del episcopado venezolano sobre el Bicentenario de la Declaración de Independencia de la República, del 15/01/2010, 20).



Ante las próximas elecciones parlamentarias



7. De acuerdo a la Constitución (cf Título V, Cap. I), la Asamblea Nacional ha de ser el órgano que promueva, reciba y apruebe las iniciativas legislativas a favor del bien común, a través de procedimientos que garanticen la participación de los sectores de la comunidad interesados en la materia. Debe ser también un órgano de ejercicio real y efectivo de control de la Administración Pública, que vele por el uso correcto de los recursos y por el desarrollo de una gestión que satisfaga los objetivos democráticamente definidos. Estas funciones hacen de ella una instancia insustituible en una democracia.
8. La Asamblea Nacional ha de representar al pueblo, en toda su diversidad política y regional, garantizando el estado de derecho. A diferencia del Poder Ejecutivo, está estructuralmente llamada a recibir en su seno posturas políticas divergentes, siendo representativa de todos los sectores y pensamientos. Ha de reflejar y concretar el ideal expresado en el artículo 2 de la Carta Magna: "Venezuela se constituye en un Estado Democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".
9. Ante la necesidad de garantizar el fortalecimiento de nuestra democracia, consideramos de fundamental importancia las venideras elecciones parlamentarias. Ellas son una invalorable oportunidad para ratificar nuestra fe en la auténtica soberanía del pueblo, con espíritu de apertura a la pluralidad de pensamientos, ideas y acciones. Exhortamos a la ciudadanía a comprometerse activamente en la elección de los Representantes a la Asamblea Nacional, a través del ejercicio libre, consciente y responsable del voto el próximo 26 de septiembre. Votar es un compromiso de todos, un grave deber de conciencia ciudadano y cristiano.



Conclusión.



10. Los venezolanos hemos de tener esperanza y confianza. Si grandes son los obstáculos que se han de vencer, mayores deben ser los esfuerzos por la reconciliación, la paz y la solidaridad, especialmente con los más pobres. Para esto contamos con la fuerza de nuestra libertad y el auxilio del Señor Jesucristo, quien nos invita a que todos seamos uno, como el Padre y Él son uno (cf Jn 17, 21).
11. Confiados en la maternal protección de la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Coromoto, invitamos a todos los creyentes a orar por los destinos de nuestra patria e impartimos con especial afecto la bendición de Dios Todopoderoso.



Firman los Arzobispos y Obispos de Venezuela.



Caracas, 12 de julio de 2010.

La Iglesia y nosotros

Antonio Sánchez-García
http://www.noticierodigital.com/

Por todo eso, porque sé adónde nos puede llevar esta locura en que una parte de nuestro país está empeñado y porque conozco personalmente al cardenal Urosa, a Baltasar Porras y a todos los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana, y puedo dar fe de su inmensa grandeza y generosidad, es que me aflige en lo más profundo de mi corazón el desatino, el irrespeto, la acometida suicida del presidente de la república contra ellos, nuestra iglesia y la feligresía. Una acometida contra el corazón profundo de nuestra bien-amada Venezuela.
Como lo saben algunos de mis amigos, mi padre fue uno de los primeros chóferes de taxis que existieron en Santiago. Murió a los 85 años, sentado en su destartalado carrito, cumpliendo por lo que consideraba era su deber y disciplinado como pocos en el respeto a la cultura del trabajo, que enseña que un hombre se entrega a la muerte cuando abandona sus obligaciones laborales. No necesitaba hacerlo, pero lo hacía madrugando cada día en cuanto despuntaba el alba. Era comunista. Y católico. Lo que en él no parecía contradictorio. Viajaba a diario a Valparaíso, a 120 kilómetro de Santiago, y jamás dejó de cumplir dos obligaciones que confirmaban la perfecta armonía con que en él convivían una posición política con una creencia religiosa.
Era la primera de ellas comprar una veintena de ejemplares de El Siglo, el periódico del partido, que lanzaba a las cuadrillas de trabajadores que cumplían alguna faena en la vía. La segunda era detenerse un momento y con cierta solemnidad, luego de explicárselo a sus pasajeros, para depositarle un óbolo a la Virgen de Lo Vásquez. Frente a cuya hermosa imagen, arrodillado, rezaba un Ave María.
No era el único. La cultura chilena es profundamente católica y fundamenta la vida espiritual y cultural de sus ciudadanos independientemente de cuán observante se sea. Quien haya sufrido un grave contratiempo en la vida, puede imaginarse a qué me refiero. En caso de un doloroso infortunio, como la muerte de un ser querido, el peor de todos ellos, lo primero que se nos viene a la mente son los sagrados principios cristianos, que nos ayudan a sobrellevar el dolor de una vida que suele darnos prueba de insoportables adversidades.
Tal vez por esa catolicidad tan profundamente chilena, los graves errores que cometiéramos durante los atribulados años de la Unidad Popular jamás llegaron al extremo de atacar u ofender a la iglesia Católica, a sus prelados, a sus máximas autoridades. Por muy ateo que se quisiera don Salvador Allende, lo era como lo era mi padre: de los dientes afuera. En lo profundo de su corazón, como en el de toda la izquierda chilena, estaba esa cultura raigal, visceral, profundamente chilena del cristianismo con que se nos amamantara desde la más temprana infancia. Entre mis más bellos recuerdos está la celebración del Mes de María, en Noviembre, en esos maravillosos atardeceres de la chilenidad. En un pasaje de la humilde calle en que vivíamos se reunía todo el vecindario a rezarle a María, la madre de Dios. Madre, eso nos fue inculcado, de todos los hombres. Sin importar la posición social ni ideologías. Culminaba el Mes de María con una procesión en que los creyentes de todos los barrios de Santiago convergían hacia la iglesia mayor de la localidad. El país se movilizaba con antorchas, velas y la imagen de la virgen por las calles de Santiago. Y de Chile entero.
Esa profunda cristiandad de los chilenos la conocía el cardenal Silva Henríquez. Quien agotó todos sus esfuerzos, mano a mano junto a Salvador Allende, por encontrarle una salida política a la grave encrucijada en que nos encontrábamos. Sabedor de la terrible tragedia que se nos venía encima. Y una vez desatada, con su saldo de tristeza, desolación, muerte y miseria, no cesó en poner la iglesia al servicio de los perseguidos, de los dolientes, de los sacrificados. Sin la Iglesia, Chile jamás hubiera salido de la dictadura.
Por todo eso, porque sé adónde nos puede llevar esta locura en que una parte de nuestro país está empeñado y porque conozco personalmente al cardenal Urosa, a Baltasar Porras y a todos los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana, y puedo dar fe de su inmensa grandeza y generosidad, es que me aflige en lo más profundo de mi corazón el desatino, el irrespeto, la acometida suicida del presidente de la república contra ellos, nuestra iglesia y la feligresía. Una acometida contra el corazón profundo de nuestra bienamada Venezuela.
Dios, siempre sabio y misericordioso, pueda darle luces al presidente de la república para que comprenda el abismo al que nos lleva. Y detenga a tiempo la mano asesina que empuña el arma de quienes traicionan nuestros más sagrados principios.