Director del Centro de Estudios de la Doctrina y Praxis Social de la Iglesia, UNICA
La vida y las
enseñanzas de San Alberto Hurtado es un faro que ilumina nuestra misión
cristiana en el mundo universitario. Sobre ello vale la pena reflexionar ante
los desafíos que la Pastoral Universitaria nos plantea hoy en Venezuela.
Él
es un Sacerdote Jesuita nacido en Viña del Mar, Chile, el 22 de enero de 1901
y, con un extraordinario testimonio de fe y confianza en el Señor, vivió hasta
entregar totalmente su vida el 18 de agosto de 1952 en el hospital de la
Universidad Católica de Chile. Su último mensaje es dirigido a los amigos de su
más maravillosa obra de caridad y justicia, el “Hogar de Cristo”. Ahí, expresa:
“Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo:
el de que se trabaje a crear un clima de verdadero amor y respeto, porque el
pobre es Cristo”. Este es el manifiesto evangélico que nos permite marcar, como
agentes pastorales, la formación humana y cristiana de nuestros universitarios.
Los
espíritus inquietos de nuestros jóvenes venezolanos merecen un proyecto de
vida, una existencia ejemplar y unas enseñanzas que dinamicen el compromiso por
el bien de todos, por una sociedad libre y justa. Un sentido por qué vivir,
estudiar, trabajar, luchar y dar la vida. Es que San Alberto tomó en serio el
Evangelio de Jesús. Comprendió que la vida se hace eterna cuando se entrega por
el Reino de Dios. Así, sirviendo y entregándose amorosamente, proectó su
existencia.
Si
su vida es una entrega constante, su muerte no puede ser sino su última ofrenda
al Señor. En una de sus meditaciones, precisamente sobre la muerte, dice que la
manera humana de entender y enfrentar la muerte es un “gran derrumbe, el fin de
todo”. Pero, para el seguidor de Jesús, “es el momento de hallar a Dios, a Dios
a quien ha buscado durante toda su vida”. No es, pues, el cómo se muere, sino
el sentido que le damos a la vida: “La vida ha sido dada al hombre para
cooperar con Dios, para realizar su plan, la muerte es el complemento de esa
colaboración, es la entrega de todos nuestros poderes en manos del Creador. Que
cada día sea como la preparación de mi muerte entregándome minuto a minuto a la
obra de cooperación que Dios me pide, cumpliendo mi misión, la que Dios espera
de mí, la que no puedo hacer sino yo”.
Hoy
es sumamente necesario presentarle al joven razones por qué vivir, esperar,
luchar y morir. Este es el mensaje pascual que centra la acción evangelizadora
de la Iglesia en la humanidad. Porque, Alberto Hurtado vivió así, murió así, es
por lo que hoy sigue pastoreando en medio de nuestros universitarios.
Juan
Pablo II lo beatifica el 16 de octubre de 1994 y Benedicto XVI lo canoniza el
día 23 de octubre de 2005. El primero expresaba: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... y a tu prójimo como a ti
mismo (Mt 22, 37. 39). Este sería el programa de vida de San
Alberto Hurtado, que quiso identificarse con el Señor y amar con su mismo amor
a los pobres. La formación recibida en la Compañía de Jesús, consolidada por la
oración y la adoración de la Eucaristía, le llevó a dejarse conquistar por
Cristo, siendo un verdadero contemplativo en la acción. En el amor y entrega
total a la voluntad de Dios encontraba la fuerza para el apostolado. Fundó El Hogar de Cristo para los más
necesitados y los sin techos, ofreciéndoles un ambiente familiar lleno de calor
humano. En su ministerio sacerdotal destacaba por su sencillez y disponibilidad
hacia los demás, siendo una imagen viva del Maestro, manso y humilde de corazón. Al final de sus días, entre los fuertes
dolores de la enfermedad, aún tenía fuerzas para repetir: Contento, Señor, contento, expresando
así la alegría con la que siempre vivió”.
Desde
el 7 de abril de 2006, cuando el Arzobispo de Maracaibo y Canciller de la
Universidad Católica “Cecilio Acosta”, Mons. Ubaldo Santana, lo proclama
solemnemente Patrono de esta misma Casa de Estudios Superiores, la Católica de
Maracaibo, San Alberto Hurtado orienta la pastoral universitaria e ilumina
nuestros caminos hacia un humanismo cristocéntrico y, por lo mismo, trinitario,
integral y solidaria.
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