lunes, 28 de abril de 2014

Mensaje de la Comunidad Universitaria de la Universidad Católica Cecilio Acosta por motivo del Día del Trabajador, 1° de mayo 2014



En plena situación de conflicto social, político y económico que experimentamos los venezolanos, que afecta en especial a los trabajadores que sufren con sus familias los diversos males como el injusto salario, las condiciones de inseguridad jurídica y social, la poca oportunidad de empleo estable con los beneficios propios y respeto a sus necesidades, causados por la destrucción del aparato productivo y el deterioro de las empresas privadas, el alto costo de la cesta básica y tantas otras situaciones que nos han conducido a grandes descontentos expresados en manifestaciones masivas de protestas. Éstas sólo han encontrado respuestas de represión y violación a los derechos humanos de parte de los gobernantes, responsables de la garantía de un trabajo digno del ser humano que permita un justo desarrollo humano integral.
                Expresamos, como lo enseña la doctrina social de la Iglesia católica, la dignidad del trabajo humano que tiene su fundamento en la creación del ser humano con participación en la obra de su Creador, con libertad y amor, para la construcción de un mundo donde se pueda vivir en relaciones fraternas. Uno de los más importantes documentos sociales que la Iglesia venezolana nos ha ofrecido, en situación de dictadura opresora, es la histórica Carta Pastoral del entonces Arzobispo de Caracas Mons. Rafael Arias Blanco del 1° de mayo de 1957 que aún nos sirve de inspiración porque, dice el valiente pastor de Caracas, cuando abogamos por los derechos de los trabajadores, también les recordamos sus deberes y les acompañamos en sus reclamos en todos los aspectos, económicos, culturales, sociales, morales y espirituales, para que se respete la dignidad de la persona humana que en todos y cada uno Dios nos ha donado.
                Alzamos nuestras voces, como también lo hizo de manera admirable y con un auténtico testimonio cristiano nuestro patrono San Alberto Hurtado, dedicando su existencia a la defensa de los derechos de los trabajadores, enseñándoles a vivir con dignidad su vocación obrera, y al derecho a la justa organización. Estos derechos se basan en la naturaleza humana y en su dignidad trascendente. El derecho a que sea salvaguardada la propia personalidad en el lugar de trabajo, sin que sean conculcados de ningún modo en la propia conciencia. No es posible pedir absoluta fidelidad y adhesión al partido del gobierno para que se les permita un trabajo.
El derecho a la justa remuneración y distribución de la renta. Como lo asegura la constitución Gaudium et spes 67, bajo la influencia del Magisterio social de San Juan XXIII y del Papa Pablo VI, “la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al ser humano y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común”. Por su parte, San Juan Pablo II, en su extraordinaria encíclica Laborem exercens, nos invita a vivir la solidaridad con nuevas formas de organizaciones más justas, auténticas y eficaces, al servicio sincero al bien común. Además, a vivir la dignidad del trabajo desde una profunda espiritualidad centrada en la persona de Jesús obrero y su Evangelio.
Nuestras felicitaciones a todos los trabajadores y nuestro respeto a su tan alta dignidad.

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