En reconocimiento a la labor del
Padre Edgar Doria,
quien, con su espíritu sacerdotal
y su desprendimiento,
viene construyendo un fuerte
sentido de comunidad cristiana
en la Parroquia de Ntra.
Señora de Coromoto
de la Arquidiócesis de Maracaibo.
04 de Agosto, 2015.
Día del Cura de Ars, San Juan
Bautista Vianney.
La palabra gratitud deriva del latín «gratia»
cuyo significado, dependiendo del contexto, es «gracia, donaire o
agradecimiento». En cierto modo gratitud abarca todos ellos. El diccionario
de la Real Academia Española de la Lengua define la gratitud en los siguientes
términos: “Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se
nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera”.[1].
La gratitud es un reconocimiento por lo que recibe
un individuo, ya sea tangible o intangible. Con gratitud, la gente reconoce la
bondad en sus vidas. En el proceso, la gente generalmente reconoce que la
fuente de la bondad se encuentra, al menos parcialmente, fuera de ellos mismos.
Como resultado, la gratitud también ayuda a las personas a conectarse con algo
superior a ellos mismos como una comunidad, otras personas, la naturaleza,
nuestro Dios.[2].
Como Psicólogo, percibo la gratitud como un
sentimiento de aprecio y valoración por las acciones que otros hacen a favor
nuestro. Implica una suerte de «deuda moral» con quien nos hace bien.
Deuda que no significa hacer un cálculo para pagarla, sino elevar la estima por
quien nos hace un favor o nos prodiga un bien, y estar abiertos a la
posibilidad de corresponderle por el beneficio recibido.
El Agradecimiento nunca ha sido fácil para
nosotros, los seres humanos, y es una «virtud en extinción» en los
tiempos modernos, al considerar que la gratitud es el sentimiento de aprecio
por lo que ya tenemos, puesto que en nuestra sociedad consumista, nos centramos
en lo que nos falta, o lo que otras personas tienen que no poseemos. Gratitud
es el reconocimiento de que el bien en nuestra vida puede venir de alguien o
algo que está fuera de nosotros y fuera de nuestro control.[3].
Todavía más, el gran teólogo italiano, Romano
Guardini (1885-1968) observó con su habitual agudeza que la virtud de la
gratitud se encuentra hoy en retroceso, en razón de haber constatado que
el libre dar y recibir ya no es un elemento determinante de la vida social,
puesto que más que fundarse en un donarse, se basa en un pacto o contrato
social donde priman las exigencias de derechos sobre las obligaciones, hecho
que ha degradado la gratitud a virtud olvidada.
Ahora bien, desde una perspectiva ética y
axiológica, la gratitud es una fuerza vinculada: Primero, a la virtud de
religión: en efecto, al recibir los mayores beneficios de Dios, le rendimos
homenaje, especialmente, en la Eucaristía, «acción de gracias»
por excelencia. Segundo, a la piedad, al reconocer los beneficios recibidos de
nuestros padres. Tercero, a la justicia, porque la «acción de gracias»
pretende servir de retribución o recompensa.
La virtud, enseñaba Aristóteles, en su ética, es
una excelencia añadida como perfección; un hábito determinado por la
razón; “No adquirimos las virtudes sino después de haberlas practicado
[...] Se hace uno justo, practicando la justicia; sabio, cultivando la sabiduría;
valiente, ejercitando el valor. La virtud está en el término medio: [...] lo
que no contraviene, ni por exceso, ni por defecto”.[4].
Tomada en su sentido estricto, una virtud es un
hábito, sobreañadido a la facultad que dispone a una persona a alcanzar con
prontitud actos conformes a su naturaleza racional. Su esencia es ser un hábito
operativo esencialmente bueno, en contraposición al vicio, hábito operativo
esencialmente malo[5].
San Agustín la concebía como constancia y facilidad en el bien obrar procedente
de la bondad interior de un hombre íntegro.[6].
Basta observar la actitud de nuestros hijos con los
padres, de los superiores con los subordinados y viceversa; de los empleados
hacia sus organizaciones, de los ciudadanos hacia sus entornos ambientales y
sociales, cada quien encapsulado en el «yo» propio, incapaz de
reconocer en el servicio o cualidades del «otro», el bien que le
proporcionan.
La gratitud es un signo de nobleza y dignidad. Es
conveniente recordar la sentencia de filosofía popular brotada de los
labios de nuestros mayores: «De biennacidos es ser agradecidos.» Sin
embargo, lo que parece haber prevalecido en la historia, no es el
agradecimiento, sino su antónimo: la ingratitud, síntoma de soberbia y egoísmo,
cuando no de mala fe.
El ingrato se caracteriza porque está tan
acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí que no les es nada fácil
reconocer los méritos ajenos. Los favores que recibe lejos de inspirarle
agradecimiento, le inspiran rencor. Evidencia de ello encontramos ya en el
Deuteronomio cuando Moisés reclama la necesidad de reconocer la
grandeza de nuestro Dios:
«Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus
caminos son justos; es un Dios fiel, sin maldad, es justo y recto.
Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada
y pervertida. […] El Señor sólo […] los crió con miel silvestre,
[…] con cuajada de vaca y leche de ovejas, con
grasa de corderos y carneros, ganado de Basán y cabritos, con la mejor harina
de trigo, y por bebida, con la sangre fermentada de la uva. […] Si fueran
sensatos, lo entenderían, comprenderían su destino. De todos
los pecados, no hay ninguno más común que la ingratitud. Está arraigada
al lado del egoísmo. Es un pecado feísimo en los ojos de los demás pero
muchas veces nosotros estamos cegados a su presencia en nuestra vida. En
este texto de Moisés vemos como los hijos de Israel mostraron su
ingratitud a pesar de todo lo que el Señor había hecho para ellos»[7].
También vale la pena considerar el relato de Lucas
sobre la curación de los diez leprosos por Jesús.[8]
Sin pérdida de tiempo, claman a él: «Ten misericordia de nosotros». Jesús les
dice que vayan a mostrarse a los sacerdotes para que acrediten su curación.
Ellos obedecieron y, «mientras iban, fueron limpiados». ¡Sorprendente! Pero más
sorprendente aún es el final del acontecimiento. «Uno de ellos (samaritano),
viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz y se postró
en tierra a los pies de Jesús dándole gracias. Jesús le preguntó: ¿No son diez
los que fueron limpiados? Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien
volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?».
Para el cristiano, el deber de la gratitud es claro
e indeclinable. El apóstol Pablo exhortaba a los Efesios a vivir gozosamente
«dando siempre gracias por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo». Por otro lado, a los Tesalonicenses les instaba a «dar
gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios» y a los Colosenses
les recuerda, entre otros, ese mismo deber: «Sed agradecidos».[9].
Debemos reconocer la ingratitud como la cosa
feísima que realmente es. Debemos ser prontos en decir gracias a todos
los que nos hacen aun un pequeño favor. Debemos alabar a Dios por todo lo
que él ha hecho y está haciendo para nosotros. La gratitud no humilla ni esclaviza
a nadie. Lo que nos esclaviza es nuestro orgullo. La gratitud es manifestación
de magnanimidad, grandeza de espíritu. La ausencia de gratitud no sólo afea
nuestro carácter. Revela la negrura de la mente y el corazón humanos.
Sirvan de colofón los beneficios científicamente
probados de la gratitud que nos motivarán a dar gracias durante toda la vida:
1) La gratitud abre las puertas a más relaciones sanas. 2) Renueva la salud
física. 3) Aumenta la salud psicológica. 4) Acrecienta la empatía y reduce la
agresión. 5) Facilita un mejor dormir. 6) Acrecienta la autoestima. 7)
Intensifica la fuerza mental.[10]
[2] Cf. Harvard Mental Health
Letter , November 1, 2011. In Praise of Gratitude. http://www.health.harvard.edu/newsletter_article/in-praise-of-gratitude 04-7-2015.
[3] Neel Burton.
2014. The Psychology of Gratitude https://www.psychologytoday.com/blog/hide-and-seek/201409/the-psychology-gratitude
04/8/2015
[5] Sto. Tomás de Aquino. Suma
teológica, Concepto esencial de la virtud.Q 55, art III. BAC. Tomo V. Tratado
De Los Habitos Y Virtudes. http://www.bac-editorial.com/catalogo/resena_14727_NO0709_-_Indice.pdf 02-8-2015.
[6] Cf. BERNHARD HÄRING. 1961.
LA LEY DE CRISTO I. Herder - Barcelona . Págs. 513-524 www.mercaba.org/Haring/LEY/513-524_virtudes_en_general.htm 02-08-2015
[10] Amy Morin. 2014. 7
Scientifically Proven Benefits Of Gratitude That Will Motivate You To Give
Thanks Year-Round. http://www.forbes.com/sites/amymorin/2014/11/23/7-scientifically-proven-benefits-of-gratitude-that-will-motivate-you-to-give-thanks-year-round/
04-8-2015
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