martes, 4 de agosto de 2015

LA VIRTUD DE GRATITUD


Dr. Emilio Fereira

En reconocimiento a la labor del Padre Edgar Doria,

quien, con su espíritu sacerdotal y su desprendimiento,

viene construyendo un fuerte sentido de comunidad cristiana

 en la Parroquia de Ntra. Señora de Coromoto

de la Arquidiócesis de Maracaibo.

04 de Agosto, 2015.

Día del Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney.

 
La palabra gratitud deriva del latín «gratia» cuyo significado, dependiendo del contexto, es «gracia, donaire o agradecimiento». En cierto modo gratitud abarca todos ellos. El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la gratitud en los siguientes términos: “Sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera”.[1].
La gratitud es un reconocimiento por lo que recibe un individuo, ya sea tangible o intangible. Con gratitud, la gente reconoce la bondad en sus vidas. En el proceso, la gente generalmente reconoce que la fuente de la bondad se encuentra, al menos parcialmente, fuera de ellos mismos. Como resultado, la gratitud también ayuda a las personas a conectarse con algo superior a ellos mismos como una comunidad, otras personas, la naturaleza, nuestro Dios.[2].
Como Psicólogo, percibo la gratitud como un sentimiento de aprecio y valoración por las acciones que otros hacen a favor nuestro. Implica una suerte de «deuda moral» con quien nos hace bien. Deuda que no significa hacer un cálculo para pagarla, sino elevar la estima por quien nos hace un favor o nos prodiga un bien, y estar abiertos a la posibilidad de corresponderle por el beneficio recibido.
El Agradecimiento nunca ha sido fácil para nosotros, los seres humanos, y es una «virtud en extinción» en los tiempos modernos, al considerar que la gratitud es el sentimiento de aprecio por lo que ya tenemos, puesto que en nuestra sociedad consumista, nos centramos en lo que nos falta, o lo que otras personas tienen que no poseemos. Gratitud es el reconocimiento de que el bien en nuestra vida puede venir de alguien o algo que está fuera de nosotros y fuera de nuestro control.[3].
Todavía más, el gran teólogo italiano, Romano Guardini (1885-1968) observó con su habitual agudeza que la virtud de la gratitud se encuentra hoy en retroceso, en razón de haber constatado  que el libre dar y recibir ya no es un elemento determinante de la vida social, puesto que más que fundarse en un donarse, se basa en un pacto o contrato social donde priman las exigencias de derechos sobre las obligaciones, hecho que ha degradado la gratitud a virtud olvidada.
Ahora bien, desde una perspectiva ética y axiológica, la gratitud es una fuerza vinculada: Primero, a la virtud de religión: en efecto, al recibir los mayores beneficios de Dios, le rendimos homenaje, especialmente, en la Eucaristía, «acción de gracias» por excelencia. Segundo, a la piedad, al reconocer los beneficios recibidos de nuestros padres. Tercero, a la justicia, porque  la «acción de gracias» pretende servir de retribución o recompensa.
La virtud, enseñaba Aristóteles, en su ética, es una excelencia añadida como perfección; un hábito determinado por la razón;  “No adquirimos las virtudes sino después de haberlas practicado [...] Se hace uno justo, practicando la justicia; sabio, cultivando la sabiduría; valiente, ejercitando el valor. La virtud está en el término medio: [...] lo que no contraviene, ni por exceso, ni por defecto”.[4].
Tomada en su sentido estricto, una virtud es un hábito, sobreañadido a la facultad que dispone a una persona a alcanzar con prontitud actos conformes a su naturaleza racional. Su esencia es ser un hábito operativo esencialmente bueno, en contraposición al vicio, hábito operativo  esencialmente malo[5]. San Agustín la concebía como constancia y facilidad en el bien obrar procedente de la bondad interior de un hombre íntegro.[6].
Basta observar la actitud de nuestros hijos con los padres, de los superiores con los subordinados y viceversa; de los empleados hacia sus organizaciones, de los ciudadanos hacia sus entornos ambientales y sociales, cada quien encapsulado  en el «yo» propio, incapaz de reconocer en el servicio o cualidades del «otro», el bien que le proporcionan.
La gratitud es un signo de nobleza y dignidad. Es conveniente recordar la sentencia de filosofía popular brotada de los labios de nuestros mayores: «De biennacidos es ser agradecidos.» Sin embargo, lo que parece haber prevalecido en la historia, no es el agradecimiento, sino su antónimo: la ingratitud, síntoma de soberbia y egoísmo, cuando no de mala fe.
El ingrato se caracteriza porque está tan acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí que no les es nada fácil reconocer los méritos ajenos. Los favores que recibe lejos de inspirarle agradecimiento, le inspiran rencor. Evidencia de ello encontramos ya en el Deuteronomio cuando Moisés reclama  la necesidad de reconocer  la grandeza de nuestro Dios:
«Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos;  es un Dios fiel, sin maldad,  es justo y recto. Hijos degenerados, se portaron mal con él,    generación malvada y pervertida. […]  El Señor sólo […]  los crió con miel silvestre, […]  con cuajada de vaca    y leche de ovejas,  con grasa de corderos y carneros, ganado de Basán y cabritos, con la mejor harina de trigo, y por bebida, con la sangre fermentada de la uva. […] Si fueran sensatos, lo entenderían,    comprenderían su destino. De todos los pecados, no hay ninguno más común que la ingratitud.  Está arraigada al lado del egoísmo.  Es un pecado feísimo en los ojos de los demás pero muchas veces nosotros estamos cegados a su presencia en nuestra vida.  En este texto de  Moisés vemos como los hijos de Israel mostraron su ingratitud a pesar de todo lo que el Señor había hecho para ellos»[7].
También vale la pena considerar el relato de Lucas sobre la curación de los diez leprosos por Jesús.[8] Sin pérdida de tiempo, claman a él: «Ten misericordia de nosotros». Jesús les dice que vayan a mostrarse a los sacerdotes para que acrediten su curación. Ellos obedecieron y, «mientras iban, fueron limpiados». ¡Sorprendente! Pero más sorprendente aún es el final del acontecimiento. «Uno de ellos (samaritano), viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz y se postró en tierra a los pies de Jesús dándole gracias. Jesús le preguntó: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los otros nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?».
Para el cristiano, el deber de la gratitud es claro e indeclinable. El apóstol Pablo exhortaba a los Efesios a vivir gozosamente «dando siempre gracias por todo al Dios y Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo».  Por otro lado, a los Tesalonicenses les instaba a «dar gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios»  y a los Colosenses les recuerda, entre otros, ese mismo deber: «Sed agradecidos».[9].
Debemos reconocer la ingratitud como la cosa feísima que realmente es.  Debemos ser prontos en decir gracias a todos los que nos hacen aun un pequeño favor.  Debemos alabar a Dios por todo lo que él ha hecho y está haciendo para nosotros. La gratitud no humilla ni esclaviza a nadie. Lo que nos esclaviza es nuestro orgullo. La gratitud es manifestación de magnanimidad, grandeza de espíritu. La ausencia de gratitud no sólo afea nuestro carácter. Revela la negrura de la mente y el corazón humanos.
Sirvan de colofón los beneficios científicamente probados de la gratitud que nos motivarán a dar gracias durante toda la vida: 1) La gratitud abre las puertas a más relaciones sanas. 2) Renueva la salud física. 3) Aumenta la salud psicológica. 4) Acrecienta la empatía y reduce la agresión. 5) Facilita un mejor dormir. 6) Acrecienta la autoestima. 7) Intensifica la fuerza mental.[10]




[1] La Real Academia Española (RAE). 2014. Diccionario de la lengua española 23a Edición.

[2] Cf. Harvard Mental Health Letter , November 1, 2011. In Praise of Gratitude. http://www.health.harvard.edu/newsletter_article/in-praise-of-gratitude   04-7-2015.


[4] Aristóteles. (2004). Ética Eudemia. Buenos Aires, Argentina: Losada, pag , 50-64

[5] Sto. Tomás de Aquino. Suma teológica, Concepto esencial de la virtud.Q 55, art III. BAC. Tomo V. Tratado De Los Habitos Y Virtudes. http://www.bac-editorial.com/catalogo/resena_14727_NO0709_-_Indice.pdf 02-8-2015.

[6] Cf.  BERNHARD HÄRING. 1961. LA LEY DE CRISTO I. Herder - Barcelona . Págs. 513-524 www.mercaba.org/Haring/LEY/513-524_virtudes_en_general.htm 02-08-2015

[7] Deuteronomio 32: 3-29

[8] Lc. 17:11-19,

[9] Ef. 5:19-201 Ts. 5:18 Col. 3:15;19, 20;  Ro. 1:19-21

[10] Amy Morin. 2014.  7 Scientifically Proven Benefits Of Gratitude That Will Motivate You To Give Thanks Year-Round. http://www.forbes.com/sites/amymorin/2014/11/23/7-scientifically-proven-benefits-of-gratitude-that-will-motivate-you-to-give-thanks-year-round/  04-8-2015

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