COMUNICADO
XCIII Asamblea Plenaria Ordinaria del Episcopado Venezolano
1. Los Arzobispos y Obispos de Venezuela, reunidos en nuestra XCIII Asamblea Ordinaria, saludamos a todos los venezolanos al comienzo del nuevo año y deseamos que Cristo se haga presente en sus corazones y en los nuestros para que nos dirija al encuentro del Padre y del Espíritu. Reciban nuestra palabra de aliento para seguir viviendo el mensaje central del Evangelio: Amar a Dios y amar al prójimo. En el cumplimiento de nuestro ministerio episcopal, queremos compartir con todos los venezolanos y venezolanas algunas reflexiones sobre la situación actual de nuestro país y sobre cómo responder a sus desafíos.
I. UNA MIRADA A NUESTRA REALIDAD
2. Comprobamos que nuestra patria vive una problemática social, política y económica que evidencia un alejamiento de Dios y un desconocimiento del mensaje de Jesucristo que urge a vivir en solidaridad fraterna. Es preocupante que, además, se pretenda manipular la persona de Jesucristo y su mensaje, tomándolo como un simple personaje revolucionario.
3. Se promueve un profundo antagonismo entre los venezolanos, en el que las posiciones personales y grupales se distanciarían cada vez más. Hemos escuchado declaraciones públicas directas de rechazo al diálogo y a la reconciliación, de fomento del odio y del enfrentamiento. Esta actitud es inaceptable, por cuanto no es cristiana y es ajena al espíritu democrático.
4. Nos preocupan altamente actuaciones y declaraciones de representantes del Gobierno que atentan contra el espíritu democrático y que ponen al descubierto una pretensión totalitaria. Entre ellas, la aprobación de leyes, de manera inconsulta y apresurada, fuera de los criterios constitucionales y al margen de la voluntad popular expresada en el Referéndum de diciembre del 2007, y la desvalorización de la autonomía de los poderes del Estado. Se hace referencia a un “nuevo constitucionalismo” y a la necesidad de desmontar el Estado actual para instaurar un “Estado Comunal”, con la aprobación de la Ley orgánica del Poder Comunal. Incluso se ha llegado a alabar a quienes, con su labor de gobierno regional y municipal, contribuirían a “desbaratar” las Gobernaciones y Alcaldías.
5. Es creciente la convicción de la poca transparencia en el uso de los dineros públicos, que se manifiesta en la crisis bancaria, los escándalos financieros que han salido a la luz pública y los sorprendentes enriquecimientos de personas particulares. La Iglesia, fiel a su misión, recuerda los mandamientos “No Robarás” (Dt 5,19) y “No codiciarás los bienes ajenos” (Dt 5,21). El robo es, en efecto, una inmoralidad, sea de la delincuencia común desatada sea de los llamados “delincuentes de cuello blanco”. Asimismo, nos hacemos eco de la preocupación que ha surgido en nuestra población, por las negativas consecuencias que pudiera traer la reciente devaluación de la moneda decidida por el ejecutivo.
6. La vida se ha considerado siempre como el derecho primero y fundamental del hombre. Observamos con preocupación el incremento del desprecio a ella en nuestra sociedad: aumento de la violencia, de la inseguridad y de la criminalidad, del secuestro y del sicariato, del consumo y tráfico de drogas, y de los asesinatos hasta por motivos banales. Este desprecio a la vida se manifiesta también cuando se hacen llamados a la guerra, ignorando las trágicas consecuencias que ello acarrearía y afectando gravemente la paz en las familias y en la población, especialmente las ubicadas en las fronteras.
7. Un número significativo de venezolanos se abstiene de manifestar abiertamente sus convicciones políticas por el temor a las represalias, a las heridas a su dignidad con insultos y difamaciones, a los atropellos a su propiedad y a los medios de producción privados, a la falta de imparcialidad, a la politización y a la manipulación de la justicia, y a la persecución y el peligro de cárcel por la expresión de su disidencia. La Iglesia, fiel a su tradición, muy claramente expresada desde 1957, con la publicación de la Carta Pastoral de Mons. Rafael Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, acompaña a todos los perseguidos y presos políticos, a los exiliados y a los inhabilitados, para velar por su dignidad y la defensa de sus derechos, de lo cual en otros momentos han sido beneficiados muchos venezolanos, incluso algunos de los actuales dirigentes del país.
II. CRITERIOS NECESARIOS
8. “El amor es una fuerza extraordinaria que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz… Defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad” (Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate, 1). En nuestra situación actual como país que busca la paz y la convivencia armónica, es indispensable la práctica de la verdad desde el amor. La Iglesia promueve el crecimiento integral del hombre como consecuencia de la proclamación del mandamiento del amor (Cfr. Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 29) (Cfr. Concilio Plenario de Venezuela, Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad, 80).
9. La fe de los cristianos debe tener una manifestación clara, no sólo en el encuentro íntimo y fecundo con Jesucristo, en la convicción de que Él es el Salvador y el Redentor del hombre y del mundo, sino también en el encuentro caritativo y solidario con el hermano y sus necesidades. El mismo Jesucristo nos enseña cómo obrar, cuando lo hace en la curación del paralítico (cfr. Mt 9,2-8) y en la multiplicación de los panes y los peces (cfr. Jn 6,3-14), entre otros ejemplos. Se hace necesario que convirtamos nuestras vidas en fidelidad a Dios y a su mensaje para alcanzar una mejor convivencia social en la que vivamos la verdad de la fraternidad cristiana, basada en la práctica del amor (Cfr. Concilio Plenario de Venezuela, Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad, 90). Este es uno de los frutos que esperamos de la Misión Continental Evangelizadora, en la que está empeñada actualmente la Iglesia en Venezuela.
10. La construcción de la nueva sociedad no recae sólo sobre quienes detentan alguna autoridad o tienen poder de decisión. La responsabilidad de éstos es mayor. Sin embargo, todos los ciudadanos podemos y debemos colaborar en la construcción de una sociedad más humana y fraterna. Cada uno en su propio ámbito (familia, trabajo, vecinos, diversión…) es constructor de la civilización del amor, en la que se vivirá la justicia, la verdad, el desarrollo y la paz.
11. No se puede pretender que en esta construcción se establezcan como únicos criterios válidos los que pertenecen a un grupo específico, sea éste mayoritario o no. La búsqueda de consensos y de acuerdos excluye totalmente la imposición de un grupo sobre otro. Esto último generaría una situación de tensión que provocaría una violencia que nadie desea.
12. En orden a lograr un acercamiento efectivo y afectivo entre los venezolanos, consideramos fundamental tender a la búsqueda del diálogo fecundo y enriquecedor entre todos. Buscar como expresión de nuestra fe coherente en Cristo, caminos de reconciliación y de unión, nunca en función de ideologías, sino como apertura al otro, fruto del amor de Dios. Perdonar sinceramente, exigir lo justo y comprender, son manifestaciones de nuestro amor a la verdad y al diálogo.
III. PROPUESTAS CONCRETAS
13. Los Obispos consideramos que es esencial promover la vivencia de los principios y valores cristianos que han caracterizado tradicionalmente la vida de la inmensa mayoría de los venezolanos. Para ello, invitamos a fomentar el encuentro con Cristo vivo y resucitado. El que conoce y ama a Jesucristo, abre su corazón a los demás, pues sólo el amor en la verdad es fuente de verdadero desarrollo. Animamos a vivir con mayor imaginación y creatividad el ejercicio de la caridad (cfr. Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 50), y la invitación de Jesucristo a hacer nuestras las Bienaventuranzas a través de diversas iniciativas, en particular en la atención a los necesitados, los pobres, los enfermos, los niños y los ancianos. Asimismo, a conocer y vivir las verdades básicas de nuestra fe, que contienen los fundamentos del desarrollo humano, a orar personal y comunitariamente, a meditar con frecuencia la Palabra de Dios y, de manera especial, a participar activamente en la Eucaristía dominical.
14. Insistimos en la necesidad del diálogo como único camino para solucionar los desencuentros. Se debe saber argumentar para convencer y no imponer. Las posibilidades pueden ser muchas, pero las decisiones deben estar fundamentadas en la búsqueda del bien común y en la promoción del hombre y de su desarrollo. El ser humano, su promoción y su dignidad, el respeto a sus derechos y a su trascendencia, debe estar en el centro de todos los esfuerzos. La búsqueda de la paz y del desarrollo integral del hombre deben ser criterios básicos para establecer el diálogo. Invitamos a todos los partidos políticos a superar las tensiones internas, a un diálogo constructivo que apunte a la búsqueda de caminos de solución a los problemas nacionales y a acompañar a la sociedad civil en sus luchas y exigencias.
15. Solicitamos a los responsables del Gobierno nacional acatamiento a las decisiones tomadas por la población en el Referéndum de diciembre de 2007. En él, los habitantes expresaron su rechazo a la propuesta de Reforma Constitucional. La aprobación de leyes que van en contra de lo que la población expresó la consideramos como un irrespeto a la voluntad democrática de los ciudadanos. Invitamos a todos los que ejercen funciones de gobierno, a respetar la estructura democrática del Estado, promoviendo la autonomía de los poderes y el auténtico estado de justicia y de derecho. Sólo así será legítima la acción del Gobierno.
16. Es necesario enfrentar el problema de la corrupción con mayor determinación. Por ello, invitamos al Gobierno al ejercicio de una eficaz contraloría en el uso de los dineros públicos, que se fundamente más en criterios técnicos que políticos, de manera de evitar su pérdida y su mal uso, en detrimento de la riqueza del Estado y de la aplicación de esos fondos para la solución de los graves problemas sociales que nos aquejan. No es suficiente el castigo ejemplar de algunos que han caído en este delito, sino que es necesario impedirlo. Igualmente animamos a todos los ciudadanos a rechazar la codicia, la avaricia, el consumismo y el afán desmedido de placer y, en consecuencia, a respetar los bienes que compartimos, y no pretender aprovecharse abusivamente de ellos. Recordamos que la dignidad humana se fundamenta sobre todo en lo que somos y no en lo que tenemos: somos hijos de Dios y nuestra gran riqueza está, en primer lugar, en vivir como cristianos.
17. Exhortamos a todos a fomentar el amor y el respeto reverente por la vida en todas sus etapas, como manifestación del sincero amor a Dios y a los demás. Toda persona tiene derecho a la buena fama, al respeto a sus bienes y a la protección de su intimidad. Asimismo, solicitamos a las autoridades competentes el diseño de políticas y acciones efectivas que conduzcan a la erradicación de la violencia y de sus causas, a fin de ofrecer a la población una mayor seguridad. Los venezolanos merecemos vivir en un clima de serenidad que sea expresión de la armonía social. Consideramos necesario que se adelanten esfuerzos por eliminar el clima bélico, que ha producido tensión entre Colombia y Venezuela. Manifestamos nuestro total apoyo al empeño de los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Ecuador, Colombia y Venezuela para buscar caminos de paz, concordia y reconciliación.
18. Alentamos a nuestros conciudadanos a mantener el espíritu cívico de amor a la patria, que se demuestre en la denuncia de las injusticias, en la exigencia de los derechos y en el cumplimiento de los deberes. Animamos a todos a adelantar con empeño y esperanza acciones constructivas para la búsqueda de una sociedad más justa y fraterna, en la expresión de las propias convicciones políticas, sin temor a posibles represalias, y a tolerar las diversas formas de pensar. Solicitamos a las autoridades actuar con justicia siguiendo el debido proceso, aplicar con mesura y objetividad las penas judiciales, y otorgar medidas de gracia para aquellos prisioneros y perseguidos por sus convicciones políticas, tal como fue solicitado y concedido en el año 1994. Esto representaría una muestra de magnanimidad, buena voluntad y deseos de reconciliación.
19. Es necesario el respeto reverente de la dignidad de la persona humana y la promoción de sus derechos y obligaciones, los cuales no deben ser jamás atropellados, por cuanto la persona está en el centro de todas las consideraciones, y por tanto, por encima de cualquier institución, incluida el Estado. Animamos a las organizaciones de defensa de los derechos humanos a mantener un espíritu vigilante y promotor de los mismos. Invitamos a quienes ejercen el poder a respetar los tratados internacionales suscritos en esta materia y cualquier expresión que sea ejercicio de algún derecho humano. Deploramos los atropellos a los derechos humanos que se han producido en la prisión de la Jueza María Lourdes Afiuni, en el traslado forzoso del productor Franklin Brito, y en otros casos conocidos de la opinión pública.
20. Estamos nuevamente en un año electoral. Animamos a todos los venezolanos a acudir masivamente a elegir a los diputados que conformarán la nueva Asamblea Nacional, y a votar con libertad y conciencia. El Consejo Nacional Electoral debe estimular al voto y conservar su completa imparcialidad. En esto se basa la esencia democrática del árbitro electoral. Lo contrario sería una grave herida al ejercicio del voto como expresión cívica y a la confianza que la población deposita en él. La promoción de la abstención, podría implicar la poca preocupación por los problemas cotidianos y la falta de afecto al país, sería invitar a declararse indiferentes ante la posibilidad de expresarse que ofrece el voto y, a quienes la asuman irresponsablemente, les acarrearía una complicidad pasiva ante los problemas que nos aquejan.
21. Consideramos urgente una política de respeto al medio ambiente, que vaya en la línea del Mensaje de la Jornada Mundial de oración por la Paz, del 1 de enero de 2010, de Su Santidad Benedicto XVI: “Si quieres promover la Paz, protege la creación”. De esta manera, como ha sido tradicional en la Iglesia, se estaría asumiendo la responsabilidad del problema ecológico como algo que atañe a todos, y que nos afecta a todos. Existe un desarrollo que destruye la naturaleza. En Venezuela, ante la grave crisis energética que se está presentando, el llamado a ahorrar electricidad y otros sistemas de energía, debe ser tomado con espíritu de solidaridad pues todos los venezolanos tenemos que ser responsables en el uso común de estos bienes. Comprendemos que ciertas medidas que se han tomado son necesarias para asegurar el suministro de algunos servicios básicos, sin embargo, consideramos muy importante superar la falta de planificación y la improvisación que se han evidenciado en los últimos años para buscar soluciones estables, en orden a asegurar estos servicios a la población, tales como la producción nacional de alimentos y el suministro de electricidad y de agua.
IV. CONCLUSIÓN
22. Al hacer público este mensaje nos mueve la búsqueda del bien de Venezuela y de todos sus habitantes, y asumimos nuestro compromiso pastoral de caminar con todos, colaborando con nuestro mejor empeño, para alcanzar esta meta. Queremos mantener en el centro de todas nuestras atenciones a Jesucristo. Y poner a cada venezolano y a cada familia del país en la presencia del Señor. Colocamos todos estos propósitos en las manos de nuestra Madre María de Coromoto, que nos ha acompañado en toda la historia patria. Ella, como Madre amorosa, sabrá asumir estas inquietudes y presentarlas a su Hijo Jesús.
Con nuestra bendición,
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela
Caracas, 12 de enero de 2010
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