martes, 18 de mayo de 2010

La Iglesia en Venezuela (I)

Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

Todavía no nos hemos dado cuenta de la magna significación histórica y pastoral del Concilio Plenario de Venezuela (CPV). Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos de la Conferencia Episcopal y la Comisión encargada de promover las líneas claves de los documentos, aun éstos no han encontrado la debida receptividad por parte de los responsables pastorales de nuestras comunidades cristianas. Duele decirlo, pero muchos no conocen el extraordinario contenido de tan importante Concilio. Y no se trata sólo de información y publicidad, los agentes pastorales, en particular los Sacerdotes, deben ocuparse de darle vida en cada comunidad cristiana. Nuestra Iglesia debe regirse por sus enseñanzas, si no quiere seguir siendo una simple institución dispersa y sin orientación común, sin nada que ofrecer al pueblo venezolano.
En estas líneas que escribo con el propósito de motivar la reflexión y la acción del evento en cuestión, daré por supuesto el conocimiento de lo que es un Concilio y sus diversas modalidades. Sólo resalto que el Concilio, además de ser un signo de comunión eclesial, representa la potestad suprema sobre la misma Iglesia. En este caso, el CPV es para todos los católicos norma vinculante de obligado asentimiento. Debo suponer también el conocimiento del origen y desarrollo del CPV que comenzó a gestarse desde el año 1996, cuando se tomó la decisión de su celebración, hasta su culminación y la promulgación de sus documentos el año 2006. No quisiera detenerme tampoco en la expresión justa de la extraordinaria experiencia de comunión que vivimos aquellos que participamos en el evento; así como su amplia y significativa participación y dedicación en el trabajo. Sólo pretendo ocuparme en transmitir su contenido.
Al igual que el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) y siguiendo sus enseñanzas, el CPV se centra en el misterio y la misión de la Iglesia; con una bien marcada dimensión pastoral y en clave de comunión y misión. Mons. Ovidio Pérez Morales, quien lo presidió, lo expresa en la Introducción: “Siguiendo la línea teológico-pastoral del Concilio (se refiere al Vaticano II) y de acuerdo con sus contenidos básicos, que se perfilan ya desde el primer documento aprobado, podemos decir, a manera de síntesis, que el Concilio aspira edificar una Iglesia, que, por su honda conversión y encuentro con Cristo y su compromiso discipular en Él, sea auténticamente comunional y solidaria; y, por ello, más profética, santa, misionera, formadora, inculturada y dialogante”.
A mi juicio, los tres primeros documentos, a saber “La proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela” (PPEV), “La comunión en la vida de la Iglesia en Venezuela” (CVI) y “La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad” (CIGNS), constituyen la base fundamental de todo el conjunto del CPV. Precisamente, porque nuestra Iglesia es Sacramento de Comunión que tiene en el Misterio de la Trinidad (Dios como Comunidad Divina de Amor) su fuente, su modelo y su meta (CVI) expresada en su misión evangelizadora y profética en la historia concreta de nuestro pueblo venezolano con testimonio de vida y palabras (PPEV). Pero, además, como signo e instrumento (Sacramento) de comunión, la Iglesia está llamada a ser en la humanidad testimonio de una sociedad fraterna que viva la novedad de los valores del Evangelio de Jesús. En este sentido, como lo reafirma una y otra vez Juan Pablo II, la Iglesia ante la humanidad entera debe convertirse en casa y escuela de comunión, donde hombres y mujeres puedan aprender y vivir en solidaridad, fraternidad, justicia, paz, libertad y amor, para construir la nueva sociedad siguiendo el modelo trinitario (CIGNS).
Partiendo del misterio de la Iglesia como comunión y misión, el CPV nos ofrece un valioso documento donde nos dibuja la estructura renovada de la Iglesia peregrina en Venezuela. Se trata del documento titulado “Instancias de comunión del Pueblo de Dios para la misión” (ICM) donde se “pretende recoger el ideal que debe guiar la renovación de las instancias de comunión ya existentes y orientar el surgimiento de nuevas instancias, en modo que puedan asumirse los desafíos y orientaciones pastorales en fidelidad a la misión recibida” (ICM 78). Aquí se acoge creativamente el documento de la III Conferencia en Puebla (1979) que habla, en categoría de comunión y participación, de los centros de evangelización.
Todos los demás documentos quedan así fundamentados. “La Catequesis” (CAT) al estilo de Jesús y centrada en la predicación del Reino de Dios. Además, “catequizar… es dar testimonio de la persona de Jesús, para que el catequizando lo busque, lo encuentre, lo siga y mantenga la solidez de las enseñanzas recibidas” (CAT 52). Pero, además, la catequesis nos conduce a vivir en comunidad cristiana (CAT 83). Por su parte, el documento “La celebración de los Misterios de la Fe” (CMF), presenta la liturgia como “epifanía de la Iglesia, realización de su misterio de comunión y salvación” (CMF50).
Deseamos, con estas líneas, ofrecer una lectura serena y un análisis crítico de estos y cada uno de los demás documentos del CPV.

1 comentario:

  1. Saludos Padre Andrés Bravo.
    Leí detenidamente las líneas de tu artículo, las cuales me parecen que ayudan a encaminar al pueblo de Dios por los senderos de la unidad y comunión. El Magisterio de la Iglesia sigue siendo en parte importante, un gran misterio para miles de cristianos; Los documentos concilares son dado a conocer sólo por unos pocos pastores o laicos comprometidos; realidad que genera ignoracia del mismo en la comunidad cristiana; en virtud por la cuál se hace necesario promover de manera más efectiva diseñando planes estratégicos, los contenidos los documetos de la CEV; alejando así de las comunidades cristianas la sesación de soledad y la no comunión con la Iglesia Universal de Cristo.

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