martes, 28 de junio de 2011

EUCARISTIA EN LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

IV CONGRESO EUCARISTICO NACIONAL
VIERNES 24 DE JUNIO
EUCARISTIA EN LA SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA
HOMILIA

Amados hermanos y hermanas en Cristo Jesús,
Hoy la santa madre Iglesia nos invita a celebrar, 6 meses antes de la navidad, la natividad de San Juan Bautista. Es el único santo que goza de este privilegio en el calendario litúrgico. Es que Juan ocupa un lugar particular en la historia de la salvación. Dios quiso colocarlo como una bisagra entre la primera y la segunda alianza. En la larga lista de justos y profetas escogidos por Dios para secundarlo en sus designios salvíficos y avanzar hacia la plenitud de los tiempos mesiánicos, Juan el Bautista fue puesto inmediatamente antes del Mesías para preparar su venida y disponer los corazones de su pueblo:

“Y a ti, niño, te llamarán profeta del altísimo
Porque irás delante del Señor a preparar sus caminos
Anunciando a su pueblo la salvación
El perdón de los pecados” (Lc 1,76-77)

La liturgia de la Palabra le aplica a Juan uno de los 4 cánticos del Siervo de Yvh: “El Señor llamó a su siervo desde el seno materno” (Cf 1ª lectura). San Lucas alude directamente a esta profecía cuando narra la visitación de María a su prima Isabel: “En cuanto Isabel oyó el saludo de María saltó de gozo el niño en su seno” (Lc 1,41). Esta exultación de gozo es uno de los signos del advenimiento de los tiempos mesiánicos:

“Grita, alborozada, Sión
Lanza clamores Israel
Celébralo alegre de todo corazón
Ciudad de Jerusalén,
Yvh, rey de Israel
Está en medio de ti…
Un poderoso salvador”

Esta exultación gozosa no es otra cosa que la transmisión del gozo que embarga a Dios mismo porque el tiempo de la promesa ha llegado a su fin y empieza el anhelado tiempo de su cumplimiento:

“Yvh tu Dios está en medio de ti
Exulta de gozo por ti
Te renueva con su amor
Danza por ti con gritos de júbilo
Como en los días de fiesta” (Sof 23,14-18)

Estas profecías se cumplieron plenamente en Jesús pero le correspondió a Juan Bautista reflejarlas anticipadamente en su vida y su misión. Él no era la luz sino el testigo de la luz; no era el esposo sino el amigo del esposo; no era el Mesías sino su precursor; no bautizaba con fuego y espíritu sino con agua; no era la Palabra sino la voz. ¡Qué hermoso escuchar su propio testimonio:
“Yo no soy el Cristo sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye se alegra mucho con la voz del novio. Esta es mi alegría que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,28-30)
La Iglesia, como sacramento universal de salvación, tiene la misma misión con relación al advenimiento final de Jesús en la parusía. En estos tiempos que son los últimos a ella también le toca asumir el estilo y el talante de la misión del Bautista: preparar los caminos, enderezar las sendas, rellenar los barrancos, rebajar los montes y colinas, enderezar las trochas torcidas y quitar las asperezas del camino para que todos puedan ver la salvación de Dios (Cf Lc 3,4-6). Esa es la diaconía joánica de la Iglesia: que Cristo crezca y ella disminuya.
Hoy podemos hacer también nuestra la profecía del profeta Isaías y el grito admirado del salmista: “Señor, te doy gracias porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras: conocías hasta el fondo de mi alma desde que me estabas formando y entretejiendo en las entrañas maternas” (Sa 139,13-15)

JUAN ES SU NOMBRE

Antes de que mis padres pensaran en ponerme un nombre y me presentaran al registro civil y al bautismo ya el Señor había pronunciado mi nombre en la eternidad de su amor. Ningún ser humano es anónimo para Dios. Todos tienen un nombre, todos tienen igual valor, todos llamados a ser hijos en el Hijo.
El nombre de Juan no lo escogió Zacarías ni tampoco Isabel; lo escogió Dios mismo y se lo inspiró a sus padres ante el asombro de los familiares y vecinos. “Juan es su nombre” escribió Zacarías en una tablilla antes de superar su mudez y prorrumpir en alabanzas y bendiciones al Señor. Juan significa “Dios es favorable”. No solo es el nombre del Bautista sino ante todo una revelación de la actitud de Dios para con la humanidad. Con la llegada de Juan el Señor quiere manifestar su benevolencia trayendo vida y salvación para la humanidad. Quiere derramar sobre su pueblo la luz de su gracia y desde allí extenderla al mundo entero.
Juan también es precursor de la misión sacramental de la Iglesia, colocada por Dios en el mundo como signo eficaz de que la vida, el amor, la salvación y la paz, dones mesiánicos por excelencia, no son para unos pocos sino para todos:
“Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob…te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra” (Is 49,6).
Esa misma fuerza es la que el Señor Jesús quiere dar a nuestras vocaciones y a nuestras Iglesias cuando nos llama, nos elige, comparte con nosotros su vida y nos hace sus discípulos misioneros. Cuando el Señor nos visita nosotros y nos saluda por medio de María, nuestro corazón exulta por su presencia: toda nuestra existencia queda estremecida por la recepción del don amoroso de su salvación. Descubrimos entonces con asombro nuestro verdadero nombre, el sentido de nuestra vida, nuestra vocación en la Iglesia y la misión que se nos encomienda. A la luz de su Palabra también descubrimos porque nos ha traído precisamente a nosotros a este Congreso y qué respuesta espera que le demos a esta invitación.
Queridos hermanos y hermanas, para muchos hombres y mujeres, para muchos jóvenes de esta Venezuela de hoy, allí donde vivimos y trabajamos, somos Juan y Dios quiere mostrarles también a través de nosotros su favor. ¡Que nadie nos arrebate la alegría de ver cómo otros hermanos gracias a nuestro servicio sencillo y humilde quedan transfigurados con el descubrimiento de Jesús y lo dejan todo para seguir sus pasos! Juan Bautista nos enseña a servir disminuyéndonos para que aparezca el único que debe aparecer: El Señor Jesús.
De este congreso deben salir servidores diligentes que ayuden a Cristo a repartir los cinco panes y dos peces a las multitudes hambrientas; manantiales de agua viva que manen a raudales sanación y reconciliación por donde pasan (Cf Jn 7,38; Ez 47,9-10.12); antorchas vivas que ayuden a Cristo a arrojar el fuego de su amor sobre Venezuela entera (Cf Lc 12,49); cristianos y cristianas con nombre y apellido que le devuelvan su dignidad a tantos seres sin nombre, pisoteados y maltratados y los inscriban en el Libro de la vida; constructores de las moradas derruidas donde venga a habitar nuevamente lleno de gozo su creador; soles de justicia con la salud en sus rayos para que los ciegos, los cojos y lo9s prisioneros salgan brincando y cantando como terneros bien cebados del establo (Cf Mal 3,20). Así fue Mons. Juan Bautista Castro, cuyo onomástico recordamos hoy con alegría.
¡Todo esto y mucho más ocurrirá si nos nutrimos de Jesucristo, pan vivo bajado del cielo en la Eucaristía! Si vivimos tan estrechamente unidos a él que podamos decir como Pedro y Juan a los enfermos y postrados de esta Venezuela llena de odios, divisiones y violencia: “Oro y plata no tenemos pero lo que tenemos te lo damos: en nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡levántate y anda!” (Cf Hech 3,6).
Ese es el sol que nunca debe ponerse en nuestras vidas y que nunca debemos dejar que se ponga en el horizonte de nuestra patria. Amen
Iglesia de S. José de Tarbes. Caracas 24 de junio de 2011

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Artzobispo de Maracaibo
Presidente de la CEV

1 comentario:

  1. Buen Día Hermano:
    Muy valioso tu aporte de publicar la Homilía de Mons. Ubaldo Santana en la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista... Yo alcancé a grabarla pero tenía muchas lagunas por los diferentes ruidos y por lo lejos que me encontraba... Pude complementarla!
    Un Abrazo Fraternal---
    Rocco Clemente (Valencia)

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