Ya está a las puertas una nueva edición de la Jornada Mundial de la Juventud, los magníficos encuentros inspirado por el Beato Juan Pablo II, el gran amigo de los jóvenes. Este año el Papa Benedicto XVI les ha dado cita en Madrid bajo el lema: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2,7).
Me colma de inmensa alegría bendecir y enviar este impresionante grupo de jóvenes católicos zulianos que se agolpa en el recinto de este templo del Smo. Cristo en el Municipio San Francisco. En pocos días se van a unir a la numerosa delegación de peregrinos venezolanos para formar, junto con ellos, una formidable avalancha, un gran río de alegría y esperanza. He sido informado que los 5.527 muchachos de la delegación venezolana conforman una de las más numerosas del continente. ¡Enhorabuena!
Este es un viaje único en sus vidas. No se volverá a repetir. Para llevarlo a cabo han ahorrado, han trabajado horas extras, han inventado mil formas de recabar fondos, han pedido ayuda para un viaje largo y caro. En realidad es un verdadero privilegio. Tienen que preguntarse seriamente: ¿por qué a mí, Señor? Hay millones de jóvenes en el Zulia, en Venezuela y en el mundo. ¿Por qué precisamente a mí? ¿Qué quieres de mí, Señor? Estén atentos, presten atención para descubrir qué es lo que el Señor les pide en este momentos de sus vidas para responderles con prontitud, generosidad y alegría. No van ni de rumba ni de meros turistas. Es cierto, van a aprovechar el viaje para conocer nuevos amigos y realidades, para disfrutar juntos en una gran fiesta mundial de la juventud. Son sin duda propósitos bellos e importantes. Pero no pierdan nunca de vista lo esencial, no vaya a ser que, por andar dispersos y distraídos, se les escape lo esencial y “no le den a la caza alcance”, como dice San Juan de la Cruz. Tienen que regresar con el kit de la Jornada, con la perla preciosa, con el gran tesoro guardado en sus morrales: Jesucristo.
Sí, jóvenes amados, lo más importante no es la cantidad sino la calidad del vigoroso testimonio personal y grupal que darán de Jesucristo, fundamentados en una renovada fe. Dar testimonio de Jesucristo, suprema manifestación del amor de Dios entre los hombres (Cf Rom 8,37-39). No olviden que este es el motivo primordial y fundamental de su viaje. Van a un encuentro con una persona amada, a una cita de amor: el Señor. Van en busca de Jesucristo con la misma insistencia de la joven enamorada del Cantar de los Cantares: “Busqué el amor de mi vida; me levanté, recorrí la ciudad, las calles y las plazas buscando el amor de mi vida y cuando por fin lo encontré lo abracé y nunca más lo soltaré” (Cant 3, 1-4). Vayan en busca de Jesús para entrelazar las raíces de sus vidas con las del Señor y no separarse nunca más de él.
En este encuentro el Señor les entregará la clave para redescubrir el sentido de sus vidas, la identidad real y profunda de sus personas y la vocación a la que están llamados. Solo en Cristo llegamos a conocer qué significa un ser humano, porque, como lo proclama un hermoso texto de la Iglesia contemporánea, “el Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y ´plenitud total de sus aspiraciones’” (Constitución Pastoral “La Iglesia en el mundo de hoy”, 45). Sólo al resplandor de su luz descubrimos cómo debemos comportarnos para ser fieles a esta condición (Ibídem, 22).
No es fácil hoy en día seguir a Jesucristo porque hay muchas propuestas atrayentes que se presentan como alternativas igualmente valiosas. No se dejen engañar. No se dejen meter gato por liebre. Con San Pablo, en la misma carta de donde se sacó el lema de estas JMJ, les digo: “La realidad es Cristo”. Manténganse unidos a Cristo porque sin él no hay vida, no hay felicidad y no podrán alcanzar la plenitud de su vocación humana y cristiana. Con Cristo “destruyan lo que impide que Él reine en ustedes: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y codicia” (Col 2,17 ss). Abandonen ese género de vida. Aparten de ustedes todo lo que sea ira, indignación, malicia, injurias y palabras humillantes y ofensiva. Revístanse del hombre nuevo que se va renovando con la fuerza del Espíritu Santo según la imagen y semejanza que Dios colocó en cada uno al crearlos.
Son millones los jóvenes que han vivido esta experiencia de la JMJ antes que ustedes en los rincones más remotos del mundo. Muchos de ellos han regresado transformados porque se les han abierto los ojos, los oídos, el corazón. Se han encontrado con el Señor y han descubierto felices que, efectivamente, él es el único que puede darles sentido a sus vidas. Eso es lo que yo espero que ocurra también con todos ustedes.
Van a España, un país que solemos llamar la madre patria, porque allá está una gran parte de los orígenes de nuestra identidad, de nuestra historia pasada, de nuestra cultura y de nuestra fe. Se van a encontrar con un país que atraviesa un momento difícil. Están sufriendo las terribles consecuencias de la crisis financiera, están divididos con relación a la llegada masiva de inmigrantes de África y de América Latina. Pero sobre todo sufren una grave crisis de fe y de principios morales y espirituales. Es una crisis que afecta particularmente a los jóvenes, inmersos en un mundo y en una sociedad que no les proporciona razones claras y convincentes para vivir. Tratan de encontrar escape a su aburrimiento en los botellones, en la droga, el sexo y el consumo. No dejen de reflexionar sobre estas graves carencias espirituales para valorar su patrimonio espiritual y moral, cultivarlo y pedirle al Señor que les dé la lucidez, la fuerza y el coraje de defenderlo y trasmitirlo.
El mundo, España y nosotros mismos en Venezuela necesitamos jóvenes católicos profundamente enamorados de su fe, de Jesús, de su mensaje de salvación y dispuestos a entregarse a fondo, con todos los sacrificios que sean necesarios, a la maravillosa experiencia de darlo a conocer a través de una vida coherente, generosa, alegre y solidaria con los más necesitados. Se necesitan jóvenes cristianos enamorados de su vocación para renovar la juventud de nuestra Iglesia, para transformar esta sociedad violenta y excluyente en un solo pueblo de hermanos, en una sola familia capaz de convivir con la riqueza de sus diferencias y de sus pluralidades culturales, religiosas e ideológicas.
Muchachos y muchachas, esta Iglesia marabina los envía. Venezuela, el Zulia y Maracaibo los esperan. Recarguen sus pilas porque muy prontamente vamos a tener en Maracaibo un evento de la magnitud del que van a vivir ahora en Madrid: el Congreso Americano Misionero, el CAM 4 COMLA 9, y vamos a necesitarlos para producir un gran sacudón misionero y hacer estremecer los cimientos de nuestra Iglesia y los de toda Venezuela con la fuerza arrolladora del Espíritu Santo. Hay que meterse a fondo en la nueva evangelización con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones: ustedes son los primeros y más importante s protagonistas de esta novedad.
La Jornada Mundial de la Juventud es como una Visitación que centenares de miles de jóvenes le hacen al viejo mundo que aún siendo viejo y estéril puede ser de nuevo fecundado por la energía divina para que surja una nueva esperanza. En esta visitación madrileña lleven consigo a la tablita de Chiquinquirá. Ella tomó la iniciativa de venir a visitarnos y cambió para siempre el corazón de los zulianos. Ella es la maestra de las Visitaciones. Al contacto de esa joven y maravillosa muchacha de Nazaret, siempre pronta a cumplir la Palabra de Dios, aprenderán cuántas maravillas Dios quiere seguir llevando a cabo en este mundo con los jóvenes que se ponen a su disposición. No se nieguen. Digan ¡si! y pónganse en camino llevando ustedes también en su corazón a Jesús y el Evangelio de su Reino de paz, de libertad, de justicia, de verdad, de santidad y de amor.
No se contenten con menos. Ustedes tienen derecho a beber el agua pura del manantial de la vida que brota del costado abierto de Jesús crucificado. Sacien su sed en ese manantial que correrá a raudales durante la Jornada Mundial de la Juventud; sumérjanse en la oración, en la alabanza y la acción de gracias; gocen de la experiencia de la comunión en su dimensión de Iglesia universal en torno al Papa Benedicto XVI, gran maestro de la fe; purifiquen sus corazones, apacigüen sus almas y sus cuerpos y vuelvan llenos de entusiasmo, de alegría y de fortaleza para compartir con sus familias, sus grupos juveniles, sus parroquias y con esta Iglesia local que los ama y cuenta con todos. Amen
Maracaibo 31 de julio de 2011
+Ubaldo Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
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