viernes, 2 de diciembre de 2011

A la UNICA en su vigésimo octavo aniversario


Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

(Homilía de la Eucaristía aniversario de la UNICA celebrada el 1° de diciembre 2011 a las 9 de la mañana)

Agradecemos a Dios por su bondad, porque nos ha regalado un instrumento de su gracia que es nuestra Universidad Católica “Cecilio Acosta”. Este motivo nos reúne hoy como comunidad cristiana para participar de la comunión divina del Padre, por el Hijo Jesús, en el Espíritu Santo.
Permítanme una reflexión que me inspira una predicación del padre Alberto Hurtado en 1945, tiempo de turbulencia para una sociedad que aún está saliendo de la más cruel guerra mundial del siglo pasado. En esa oportunidad les hablaba a los universitarios sobre su misión. Pues bien, también hoy estoy yo frente a universitarios que saben muy bien sobre su misión.
Nuestro padre Hurtado, en aquella oportunidad, critica una concepción puramente pragmática y hasta mercantilista de la Universidad, como simple instrumento para construir profesionales para un trabajo rentable o un sitio para obtener un título profesional que le permita ganarse la vida y resolver su situación económica en el futuro. Aunque, si tuviera que hablar hoy ante nosotros y aquí en la Venezuela actual, no dudaría en decir, con su acostumbrada voz profética, clara y sencilla, que más bien formamos profesionales con un futuro incierto, desempleados y frustrados.
Pero, el padre Hurtado es más optimista y, creyendo en Dios y en nosotros, dice que “felizmente hay excepciones muy honrosas y nos gloriamos de contar con profesores y alumnos que tienen una concepción mucho más amplia de la vida universitaria, de la misión de la Universidad”. Hoy, sin ser adulador, puedo dar gracias al Señor que estas excepciones aquí son más visibles. Pero, no podemos dejar pasar este momento sin que nos interroguemos sobre este desafío. Porque si todavía pensamos que nuestra misión es la de hacer o construir profesionales para el mundo del mercado, es hora de convertirnos a lo que sigue siendo el ideario de nuestra Casa de Estudio, humanista y cristiana. Creando profesionales para el verdadero progreso humano, integral y solidario, que nos permita pasar de una vida menos humana a una vida más humana, como nos ha enseñado la Iglesia. Para ello, nos corresponde orientar las vocaciones hacia la realización de la fraternidad, formar personas para la paz, que sean capaces de instaurar un orden armónico en la libertad y la responsabilidad, respetándonos y aceptándonos los unos con los otros. En pocas palabras y difícil misión, hacer del mundo una casa para todos.
Como lo reza nuestra misión, debemos formar integralmente al ser humano. Hacerlo más humano, formándolo en los valores, capaz de comprometerse con el desarrollo científico, humanístico y artístico de nuestro pueblo venezolano. Sólo en el ejercicio sincero de nuestra vocación como docentes con autenticidad, podemos seguir creciendo para lograr realizar en nosotros una comunidad cristiana de fe, esperanza y caridad. Respondiendo a nuestra propia naturaleza de universidad católica, como lo enseña Juan Pablo II en la Ex corde Ecclesiae, “mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo”. Pues, nuestra visión nos compromete al diálogo con las culturas y al desarrollo humano integral sostenible.
Para terminar con esta reflexión, vuelvo al padre Alberto Hurtado que enseña: “La Universidad debe ser el cerebro de un país, el centro donde se investiga, se planea, se discute cuando dice relación al bien común de la nación y de la humanidad. Y el universitario debe llegar a adquirir la mística de que en el campo propio de su profesión no es sólo un técnico, sino el obrero intelectual de un mundo mejor”. Subrayo: somos obreros intelectuales para construir la fraternidad universal.
El Señor nos siga bendiciendo.

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