lunes, 23 de junio de 2014

J. J. Bravo Ríos, el poeta marense



Andrés Bravo

Capellán de la UNICA

            Permítanme hablarles sobre una de las personas más importante para mí, porque es mi padre, el maestro y poeta José Joaquín Bravo Ríos. J. J. Bravo Ríos, como lo identifican sus contemporáneos. Una extraordinaria persona, de un alto porte ético, espiritual y cultural, brindado a la humanidad por el pueblo marense San Rafael de El Moján. Nace el 18 de diciembre del año 1911 y muere en su propia tierra el 4 de marzo de 1961. Estudioso serio de los más variados pensamientos históricos, desde los antiguos clásicos hasta los humanistas contemporáneos del principio del siglo XX. Las primeras obras filosóficas que he contemplado, desde la teoría del conocimiento del viejo Platón hasta el movimiento personalista de Mounier y Maritain, perteneció a su biblioteca. Todavía conservo algunos libros de su propiedad como, por ejemplo, la “Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas” del idealista Hegel, editado en Argentina en 1944. Yo podría haberlo sustituido por una nueva edición cuando estudiaba filosofía pero es que, además de lo valioso, tiene estampada su firma y el número de su cedula de identidad como venezolano: V-1065706. Su existencia entregada a los más altos valores humanos, de amor a la familia, a su pequeño pueblo, a la Patria y a toda persona por quienes se consagró totalmente, lo delata como un auténtico venezolano.

Con esfuerzo propio, en medio de una precaria situación económica y limitaciones de oportunidades para poder entrar a una Universidad, fue creando su pensamiento propio, de inspiración humanista y cristiana que lo conduce a ser uno de los pioneros del movimiento democratacristiano en Mara. Su convicción sincera democrática y libertaría lo mueve a luchar con tesón, muchas veces desde la clandestinidad, contra la dictadura militar de Pérez Jiménez. No fue un buscador de poder, sino un soñador conquistador de libertad, justicia y progreso para todos. Sus acciones públicas, cuando más como concejal, se orientó a la formación. Es pionero de la educación y alfabetización, enseñando en las entonces conocidas Escuelas Nocturnas. Y, por otro lado, ejerce el periodismo fundando grupos literarios y publicando periódicos como Lumen, La Verdad y La Letra. Por otro lado, se ocupa con diligencia en el estudio y la enseñanza del pensamiento jurídico. Incluso, muere ejerciendo como juez. A varios estudiantes de derecho, habitantes del pueblo, los reunía por las tardes en el pórtico de nuestra casa para darles lecciones que fortalecieran sus estudios universitarios. Exceptuando su salario como maestro y luego como juez, jamás recibe remuneración salarial como servidor público, menos aún como concejal.

Contrae matrimonio con mi mamá Eliana Josefina Henríquez Cordero. Desde su unión, se convierte en la Señora de Bravo Ríos y su firma, conservada hasta el momento con sus 91 años de edad, comienza a ser EHdeBravoRíos. Unión matrimonial que sigue con la fidelidad del amor, pasando por el camino sacrificado con la defunción de su amado esposo, cuando ella contaba sólo 37 años de edad. Amante guardiana eterna, levantaron una familia de tres hijas y tres hijos. En su juventud también fue maestra donde se conocieron y enamoraron. Orgulloso, con pretensión lo expreso, es una familia extraordinaria. A mi papá jamás lo sentimos ausente. Somos su mejor obra, su más valiosa lección y el más bello de sus poemas.

De sus obras literarias se destacan sus poemas en sus diversas formas. Muy exigente con sus composiciones, clásico y con un rico lenguaje. Se conservan sus escritos como un tesoro por descubrir. Sólo se ha publicado, con mucha deficiencia, su obra Centena de Sonetos, el año 1980 por el entonces Concejo Municipal del Distrito Mara, como homenaje a mi ordenación sacerdotal. En su prefacio, el primer soneto de los cien, manifiesta: Quiero al compaginar este manojo / de versos, endulzar mi pensamiento, / al lector deleitar por un momento, / y complacer romántico mi antojo. // Mis lágrimas aquí no las recojo / para lustrar la vida en un lamento; / la reseña de ajeno sufrimiento, / a nadie lo divierte… causa enojo. // Quiero con mi Centena de Sonetos, / no conquistar del triunfador la palma, / sino satisfacer gustos prolijos; // pasar a la memoria de mis nietos, / y más aún: dulcificar mi alma, / saber que soy orgullo de mis hijos. //.

Los temas tratados con maestría en los sonetos y demás poemas son muy variados. Lo humano: soledades, destinos, experiencias sencillas e infantiles, inteligencia, venganzas, humor, intemperie, advertencias, amor, culpa, liviandad, prostitución, triunfo, hogar, complacencia, juicio, esperanzas, vicisitudes, son temas expresados en sus bellas letras. Además, le canta a personas apreciadas: Gabriela Mistral, Bolívar, Andrés Eloy Blanco, Elías Bravo Lira, José Ramón Yepes, Idelfonso Vázquez, Udón Pérez, Gloria Gutiérrez, entre otros. También a la naturaleza, sus animales y sus vegetales, son objetos de su inspiración poética. Quizá, para muchos, el nombre de Bravo Lira les es desconocido. Les digo que, aunque no es pariente de mi papá, comparte una hermosa amistad. Bravo Lira es un poeta marense que vive en la Isla de la Providencia porque sufre de lepra, hasta que volviendo a su pueblo amado, El Moján, se suicida. Solían intercambiarse poemas entre sí mi papá y él. Para mi papá es: Alma sonora, clásica sonata / en un crisol de trágica fortuna; / en sus espejos diáfanos la luna / sus virtudes melódicas delata. //.

Los amores de Bravo Ríos son lo divino y lo humano. Vive con un gran aprecio a su familia. Amante fiel y responsable, padre respetado. Con sus hermanas y su hermano, con sus sobrinas, es inseparable. Para toda su familia sigue siendo un modelo de existencia valiosa. Deja testimonio de su felicidad cuando nace su primera hija: ¿La trajo el Niño Dios? Sí al mundo vino / envuelta en galas de infinito amor, / de una ilusión la primera flor / será para endulzar nuestro destino. // ¡Es símbolo de hogar! Numen divino / la trajo en el cristal de un esplendor; / delectación del alma, surtidor / de sentimientos eternos la imagino. // Es la fortuna quien la dicha brinda / con un milagro de grandeza humana,  / cuando viene al hogar cosa tan linda. // ¡La trajo el Niño Dios! Trajo esa gloria. / En nuestro porvenir luce galana / porque es triunfo de amor, dulce victoria. //.

Estas líneas son sólo una muestra del alma grande de ese pequeño humano, de corazón gigante, de brillante inteligencia, de alma luminosa de su pueblo amado que: Desde las cumbres límpidas del cielo, / la excelsitud del vaporoso velo / envuelve los primores del espacio… //.

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