Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal
20
4° Domingo de Pascua
En el
día del Buen Pastor, nos colocamos frente a Jesucristo que nos comunica un
mensaje vivencial, por medio en una parábola que lo revela como el Pastor bueno
(Jn 10,1-21) y, a la vez, a nosotros como su rebaño. Este rebaño es la Iglesia,
cuyo pastor es el mismo Dios que “recoge en sus brazos los corderitos y los
mete en su seno, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11). La Iglesia es,
por tanto, la comunidad (rebaño) formada por los seres humanos (ovejas y
corderos), que, reunidos en Cristo (el Buen Pastor), son guiados por el
Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre (cf. Gaudium et spes 1). Ese Reino es el
rebaño definitivo hacia donde nos conduce el Buen Pastor por los caminos
históricos de este mundo. De ahí que la Iglesia es el germen y primicia de este
Reino en la tierra (cf. Lumen gentium 5). Pues, esta imagen evangélica, que
identifica a la Iglesia como un rebaño donde todas las ovejas nos unimos bajo
el cayado de un solo Pastor, es la clave de la visión de la Iglesia comunión.
La parábola
a la que nos referimos, señala claramente las características de un pastor
según Cristo:
·
No
podemos formar parte de la comunidad cristiana, menos aún como pastores, si no
nos identificamos con el mismo Cristo, puerta del rebaño. Muchos pretenden
entrar por otro lado a la comunidad cristiana para hacer daño, para sembrar
divisiones y escandalizar.
·
Pero,
el auténtico pastor es conocido, entra con libertad por la puerta de la
dignidad y cumple un servicio recibido por el Señor. “El portero le abre, las
ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca. Cuando ha
sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas detrás de él; porque
reconocen su voz” (Jn 10,3-4), lo que no hacen con los extraños. Porque un
verdadero pastor sabe que a quien siguen es a Cristo Jesús, jamás puede
pretender que lo sigan a él mismo.
·
Si
existe alguno que quiera ser pastor por sus propios meritos y con su propia
misión, es rechazado, “no conocen su voz”. Un pastor es en Cristo, sin Él no
somos nada. Por eso necesita ser pastoreado por el Buen Pastor y ser elegido
por Él para que lo represente con fidelidad.
·
La
misión que Cristo realiza y entrega al elegido, es la de dar vida con sentido,
por el contrario, el ladrón da muerte. El Señor vino al mundo a entregar su
vida para que todos la tengamos en abundancia. El buen pastor se diferencia del
mercenario pastor, en que el primero existe entregándose, el último vive para
sí y busca a sus ovejas para que le sirvan.
·
El buen
pastor ama y conoce a cada una de las personas de su comunidad, no los tratan
como masas, como clientes, como parte de un conglomerado que buscan,
eventualmente, un servicio religioso y se van olvidados. La comunidad está compuesta
de personas, con su propia identidad, por eso son capaces del encuentro y el
compartir.
·
El
pastor, como lo enseña el papa Francisco, sale al encuentro de otras ovejas,
las alejadas, las que habitan en las periferias, las críticas, las difíciles, las
que cuestionan y se hacen incomodas, las que profesan otra fe o se confiesan
ateos: “Tengo otras ovejas que no pertenecen a este redil; a ésas tengo que
guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor”
(Jn 10,16).
Nuestro actual Pastor Universal, el papa
Francisco, acostumbrado a sus discursos claros y raspados, nos enseñó en la
Misa Crismal 2015, las tareas de los sacerdotes: “llevar a los pobres la Buena
Noticia, anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, dar
libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracias del Señor. Isaías
agrega: curar a los de corazón quebrantados y consolar a los afligido”. Y, una
de las más hermosas y cuestionadoras palabras de alguien que ama: “Si Jesús
está pastoreando en medio de nosotros, no podemos ser pastores con cara de
vinagre, quejosos ni, lo que es peor, pastores aburridos. Olor a oveja y
sonrisa de padre… Sí, bien cansados, pero con la alegría de los que escuchan a
su Señor decir Vengan a mí, benditos de
mi Padre”.
Maracaibo, 26 de abril de 2015
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