La Comunidad Universitaria de la Universidad Católica
Cecilio Acosta (UNICA) experimenta un profundo compromiso doloroso ante la
situación de injusticia inhumana en la que están sumergidos los más pobres de
nuestro pueblo venezolano. Aquellos que impotentemente ven sufrir y hasta morir
a sus seres más amados - especialmente a niños, ancianos y enfermos de
enfermedades graves - por la precariedad de la salud y la imposibilidad de
encontrar los medicamentos y alimentos necesarios, o porque no se poseen los
recursos o porque no existen en el país.
No exageramos al afirmar con plena responsabilidad que en
nuestro país hay hambre y miseria crecientes. Terrible realidad que amenaza la
paz y contraría la voluntad de Dios. Esto es calificado, con criterios
cristianos, como una situación de pecado. Como Iglesia, sentimos en nuestras entrañas
el clamor de los sufridos y desesperados, un clamor claro, creciente, impetuoso
y hasta amenazante (cf. Puebla 89). Pues, todo atentado contra la vida humana
es una ofensa a su Creador.
Lo más grave, quizá el límite o extremo de una existencia
deshumanizada, es aceptar los linchamientos y la eliminación de presuntos delincuentes
que, sin respeto a ningún proceso judicial y ningún pudor moral, se le aplica
una pena de muerte prohibida por nuestra constitución. Esto se llama barbarie,
lejos de una sociedad civilizada. Por muy culpable que sea, todo ser humano
tiene derechos humanos que deben ser respetados.
No
aprobamos ninguna clase de violencia, ni amparamos a delincuentes, pero no
podemos convertirnos en una sociedad de salvajes. Un escritor cristiano del
tercer siglo denominado Firmianus
Lactantius nos ilumina con su enseñanza: “Si el hombre se enfureciera a la
vista de otro hombre, como vemos hacen los animales salvajes, no podría existir
sociedad entre los hombres, ni orden, ni seguridad en las ciudades. No habría
ninguna tranquilidad en la vida humana si la debilidad de los hombres estuviese
expuesta no sólo a los ataques de los demás animales, sino también se
combatieran unos a otros continuamente conforme hacen las bestias”.
Nos
unimos a las palabras y acciones de nuestra Conferencia Episcopal (Comunicado
de la CEV del 27 de abril 2016) desde donde la Iglesia Católica hace suya las
angustias de nuestro pueblo y, como lo hizo Jesús, se coloca a lado de los más
pobres para servirles. Igualmente, en la Católica de Maracaibo no aceptamos la
manipulación hacia una violencia fratricida, ni el miedo que frena la lucha
liberadora, ni mucho menos la resignación y desesperanza: “Nunca debemos ser
ciudadanos pasivos y conformistas, sino sujetos conscientes de nuestra propia y
calamitosa realidad; sujetos pacíficos, pero activos y, en consecuencia, actuar
como protagonistas de las transformaciones de nuestra historia y nuestra
cultura. ¡El Evangelio nos reclama eficacia!” (CEV 3).
En
la UNICA creemos en la organización popular, en la participación y la acción
solidaria. Creemos en el auténtico diálogo desde la cultura del encuentro a la
que constantemente nos llama el papa Francisco. Apoyamos la Ley de Amnistía y
Reconciliación Nacional. Creemos en la autonomía de los poderes públicos.
Creemos en la posibilidad de crear entre nosotros organizaciones de solidarias
para los venezolanos más necesitados. Porque, “es imperativo seguir ofreciendo
la acción decidida de la Caritas
Nacional diocesana y parroquial y las diversas acciones de la Pastoral Social…
Todas nuestras comunidades eclesiales deben abrir un espacio, de modo que se
conviertan en casas de encuentro y
diálogo para quienes sincera y desinteresadamente buscan construir la paz”
(CEV 10).
Maracaibo, 12 de mayo de 2016
Consejo
Universitario
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