lunes, 12 de marzo de 2018

SIGNIFICACION HISTORICA DE LA CONFERENCIA GENERAL DE MEDELLIN Y LA IGLESIA DE LOS POBRES

XII SEMANA DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

SIGNIFICACION HISTORICA DE LA CONFERENCIA GENERAL DE MEDELLIN Y LA IGLESIA DE LOS POBRES
Por +Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
Introducción
Acepté gustoso la invitación que me dirigió el padre Andrés Bravo y a través de él, del Foro eclesial de Laicos, de la Universidad Católica Cecilio Acosta, porque soy de la generación del 68. Ese año en que se llevó a cabo Medellín, 1968, fui ordenado sacerdote y de algún modo soy tributario de la dinámica de renovación eclesial que generó el Concilio Vaticano II a través de la lectura y aplicación de Medellín.
Se me ha pedido que trate del significado histórico de esa Conferencia y su relación con el sueño de Francisco de una Iglesia de los pobres. Entiendo el término “significación” en el sentido de importancia, de influencia de alguna persona o de un acontecimiento. Significación proviene de la palabra signo, término teológico que tomó particular proyección en el Concilio Vaticano II, con la expresión “signos de los tiempos”. ¿Se puede decir que Medellín reviste una gran significación histórica, en sí mismo, por ser uno de esos signos de los tiempos que debemos saber discernir e interpretar?
Se me pide además que vincule esta relevancia de Medellín con la propuesta del Papa Francisco de una Iglesia pobre para los pobres. No tengo la intención de realizar una investigación exhaustiva sobre el uso de este término en el Magisterio del Papa. Me limitaré a entenderlo, tal como lo presenta en el cap. IV la Exhortación apostólica “Evangelii Gáudium” (24-11-2013). El Papa la trata en la segunda parte del capítulo IV, que lleva por título “La inclusión social de los pobres” (NN 186-216).
A la hora de valorar la importancia de un acontecimiento histórico precisa ser muy modesto. La Iglesia lleva un caminar de siglos. Ciertos acontecimientos que se han producido en su larga historia ha tenido una particular trascendencia. El impacto de muchos de ellos no ha sido inmediato, sino que se ha dado progresivamente, a través de una lenta maduración de las conciencias. La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (aún no se había añadido el Caribe) ocurrido en Medellín, hace apenas cincuenta años, fue uno de ellos. Es un lapso muy corto aún para poder valorar su significación y su influjo en la configuración del pueblo de Dios que camina en los distintos países latinoamericanos.
Delimitado el campo conceptual, nos acercaremos a este tema en las siguientes partes:
-Los contextos, el actual y aquel dentro del cual surgió la Segunda   Conferencia.
-El acontecimiento y las Conclusiones.
- Medellín.
- La Iglesia de y para los pobres: Visión de Francisco. 
1-    Contextos de la Conferencia 
1.1.        Contexto local
Me parece muy acertada haber escogido como tema central para esta XII Semana de la DSI, “El hambre y las Nuevas Pobrezas en Venezuela a la luz de los 50 años de la Conferencia de Medellín” (1968-2018).  Los temas sociales ocuparon un amplio espacio en el Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006) y se encuentran recogidos en varios de sus 16 documentos, particularmente en: Contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad (3) y la Evangelización de la cultura (13).
Pero la grave descomposición del país en todos sus órdenes en estos últimos 18 años y que configura la más devastadora crisis de su historia, ha llevado, tanto a la Conferencia Episcopal Venezolana, como los demás organismos nacionales representativos de la vida consagrada (CONVER) y del laicado (CNL), en sus diversas instancias, a realizar estudios, pronunciamientos y comunicados cada vez más críticos, sin dejar de señalar caminos de solución y de esperanza.  Estas tomas de posición han encontrado apoyo irrestricto en el Papa Francisco, en el CELAM, en numerosas Conferencias episcopales del mundo y otros organismos ecuménicos e internacionales.
En la Asamblea Nacional de Pastoral (ANP), que se llevó a cabo en noviembre del 2105, una las cuatro dimensiones seleccionadas para el desarrollo de los trabajos y la elaboración de propuestas de acción, fue precisamente el Compromiso social.  Sus nueve propuestas junto con una de las premisas del preámbulo, constituyen un decálogo de trabajo para todos los miembros del Pueblo de Dios para los próximos años: formarse seriamente en la DSI, promoción de liderazgos políticos y sociales, capacitación laboral y emprendimiento, fortalecimiento de las capacidades humanas técnicas y socio-pastorales,  creación de las Cáritas parroquiales, promoción y fortalecimiento del voluntariado soco-caritativo, promoción de pastorales sociales especializadas, activación de espacios de encuentro y diálogo, promoción de celebraciones que destaquen el valor de la vida y su dignidad.
1.2 Contexto mundial
El mundo actual se encuentra particularmente convulsionado: rearmamento nuclear en USA y Rusia y en el Medio y lejano Oriente; incremento de la guerra en el Medio Oriente; amenaza creciente del Estado Islámico; migraciones masivas: de los pueblos africanos hacia Europa, acosados por la guerra, los exterminios guerrilleros y el hambre; hacia América del Norte, huyendo de la violencia y del hambre. El Papa no duda en hablar de una tercera guerra mundial por retazos.
2- La Conferencia General de Medellín:
2. 1. Hitos antecesores de la Conferencia General de Medellín:
Quiero recordar tres hitos regionales de particular importancia marcaron la vida de la Iglesia latinoamericana antes de Medellín.
El primero fue la realización en 1899 del Primer Concilio Plenario de América Latina, convocado por el Papa León XIII. Este Concilio le permitió a la Iglesia en América Latina entrar, como conjunto, en el mapamundi de la Iglesia. La intención del Papa era insuflarle una dinámica de actualización y fortalecimiento, ya que llegó al siglo XX, fuertemente desarticulada y debilitada, aislada de la catolicidad universal y despojada de sus recursos pastorales. Todo ello debido las guerras emancipadoras, a los despojos y confiscaciones de sus bienes, a las expulsiones de sus pastores y a los incesantes hostigamientos que sufrieron tanto pastores y fieles, de parte de los gobiernos liberales de inspiración masónica, a lo largo del siglo XIX.
El segundo hito es la realización, en Río de Janeiro (25 de julio al 4 de agosto de 1955) de la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano con la asistencia de 96 obispos. Es la primera en su género y por consiguiente la pionera de esta figura. Esta conferencia marcó el inicio de la historia contemporánea de la Iglesia en AL.  Rio de Janeiro centra su atención en la promoción de las vocaciones y del clero nativo, la renovación de la vida religiosa, el apostolado seglar visto aún como un “auxiliar del clero”, y la preservación y defensa de la fe ante el crecimiento del protestantismo.
A partir de aquí la Iglesia en América Latina cobra carta de ciudadanía y las sucesivas conferencias generales de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), la irán mostrando cada vez más viva, comprometida y profética. Va a descubrir su propia originalidad y se esforzará por descubrir sus propias respuestas a los retos que se le presentan, particularmente el inmenso desafío que representa la pobreza, el subdesarrollo y el analfabetismo religioso.
El anhelo de una mayor comunión entre las Iglesias del continente, provocará uno de los mejores frutos de la Conferencia de Río, y que, por su trascendencia, se puede considerar como un tercer hito precursor: la creación del Consejo episcopal latinoamericano, CELAM, organismo de primerísima importancia, que jugará un papel determinante en la realización y el talante sinodal de las siguientes conferencias generales, experiencia orgánica aún única en su género y que en un momento de particular tensión, S. Juan Pablo II mantuvo, a pesar de las presiones de la Curia para eliminarla.
2.2 Desarrollo y Contenido de la Conferencia de Medellín
a) Esta Conferencia tiene lugar apenas tres años después de la conclusión del Concilio Vaticano II (1962-1965), y un año después de la publicación de la Encíclica social del Papa Paulo VI, “Populorum Progressio” (1967). Su finalidad: poner a tono las Iglesias de AL con el Magisterio conciliar. Se llevó a cabo en la ciudad de Medellín (Colombia) del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1968, con la presencia de 145 obispos, 70 sacerdotes y religiosos, 6 religiosas, 19 laicos y 9 observadores no católicos. Por Venezuela participaron siete obispos, entre ellos Mons. Domingo Roa, 2 sacerdotes y un laico.
b) La asamblea fue considerada como un nuevo Pentecostés (Cfr. Introd. No 8). En su Mensaje final, los participantes declaran: “Hemos visto que nuestro compromiso más urgente es purificarnos en el espíritu del evangelio todos los miembros e instituciones de la Iglesia Católica. Debe terminar la separación entre la fe y la vida, porque en Cristo lo único que cuenta es ”.
c) Las Conclusiones fueron recogidas en 16 documento agrupados en tres partes:
Promoción Humana: Con cinco documentos: Justicia, Paz, Familia y Demografía, Educación y Juventud.
Evangelización y crecimiento en la fe: con cuatro documentos: Pastoral popular; Pastoral de élites; Catequesis y Liturgia
La Iglesia Visible y sus estructuras: con siete documentos: Movimientos de laicos; Sacerdotes; Religiosos; Formación del Clero; Pobreza de la Iglesia; Pastoral de Conjunto y Medios de Comunicación Social.
d) Muchos son los puntos novedosos tratados en los 16 documentos conclusivos, pero cinco de ellos destacan en el conjunto a modo de tres grandes opciones:
1) Las reflexiones y aportaciones de Medellín tienen como marco propio, una lectura evangélica y comunitaria de los signos de los tiempos desde la realidad de pobreza en el continente. No se propone ser una mera repetición de los documentos conciliares, sino una aplicación creativa que tiene siempre, como norte, dar respuestas concretas a los problemas más acuciantes del continente. Estas respuestas son recogidas a su vez como opciones y compromisos no solo de los asistentes sino de todos los destinatarios, miembros del pueblo de Dios.
2) La fuerte toma de conciencia de que se está entrando en el continente en “una nueva época histórica, llena de anhelo de emancipación total, de liberación de toda servidumbre, de maduración personal y de integración colectiva. Percibimos aquí los preanuncios en la dolorosa gestación de una nueva civilización. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una rápida transformación y desarrollo como un evidente signo del Espíritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocación” (Introd No 4).
3) La centralidad de la persona humana (Cfr. Introd. 1), desde la óptica del pobre (Ibíd. No 6), considerado no solo como destinatario, sino como sujeto de la Iglesia y de la acción transformadora de su propia realidad y de su entorno;
2) La nueva evangelización concebida como un proceso de liberación integral.
4) La promoción de las pequeñas comunidades, fruto de la nueva eclesiología conciliar, concebidas como la Iglesia misma en plena actividad evangelizadora y de promoción humana y no solo como una simple metodología de evangelización popular.
2.3. Dimensión social del Documento de Medellín
Medellín le dedica un espacio muy amplio al examen de la problemática social. El título de las conclusiones: “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, lo deja entender claramente. Se refleja aquí la gran influencia de la constitución pastoral del Concilio “Gáudium et Spes” y la encíclica “Populorum Progressio” del año anterior. Esta temática ocupa la primera sección de las conclusiones y allí se tratan temas de gran relevancia en ese momento en AL: Justicia, Paz, Familia y demografía, Educación y Juventud.
Para una exposición más detallada del desarrollo y contenido de la Conferencia de Medellín, pueden leer el artículo, con su correspondiente presentación en ppt, cuyo autor es el Padre Leonidas Ortiz, que prestó sus servicios hasta hace poco en el CELAM, como subsecretario adjunto y director del Observatorio Pastoral.
3-Francisco y la Iglesia pobre y para los pobres
3.1. Antecedentes:
3.1.1. opción preferencial por los pobres
Esta opción, aunque en su formulación explícita la encontramos en el Documento de Puebla, forma parte del patrimonio mismo de la Iglesia a partir de Jesús que nació, vivió y murió pobre, y le otorgó a los más pobres, de forma preferencial, su predilección durante su ministerio público hasta identificarse con ellos en el juicio final.
S. Juan Pablo II, después de citar Mt.  35-36, había afirmado: “Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo y por eso mismo es criterio para la Iglesia, pues sobre esta página la Iglesia mide su fidelidad como esposa de Cristo, no menos que sobre el alcance de su ortodoxia” (NMI 49; cfr. CT 53). El Papa Benedicto XVI, en su discurso inaugural de la Conferencia General de Aparecida (2007), comentando a San Pablo, afirmó que “en la opción preferencial por los pobres está implícita la fe cristológica en aquel Dios que se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (2 Co 8,9).
3.1.2. Antecedentes pre y post conciliares.
Ya San Juan XXIII, antes del Concilio, en su radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, había afirmado: “De cara a los países pobres, la Iglesia se presenta tal como es y como desea ser: la Iglesia de todos, pero especialmente la Iglesia de los pobres”.
El Cardenal Giácomo Lercaro, arzobispo de Bolonia, la retomó al final de la primera sesión del Concilio, al proponer la “Iglesia, sobre todo de los pobres” como el gran tema del Concilio e incluso la razón principal de la unidad de los cristianos, centrándolo en el misterio de Cristo en los pobres. El Concilio no las recogió. Encontraremos sin embargo su resonancia en la GS y la PP, de la cual es fue uno de los autores.
Con todo tales iniciativas no cayeron en saco roto. Casi al final de la última sesión conciliar un grupo de cuarenta padres conciliares, encabezados por Dom Helder Cámara, obispo de Olinda y Recife, hicieron público el llamado Pacto de las Catacumbas (16-11-1965). Se trata de un compromiso personal y público que cada firmante iba a asumir en sus respectivas diócesis. Su contenido se rige por la regla general de vivir “tal como suele vivir nuestra gente” y suelen ir acompañadas de fundamentaciones bíblicas. Tocan, entre otros el estilo de vida, las posesiones, los títulos honoríficos, la vestimenta, la gestión económica, las relaciones personales con ricos y poderosos, con los pobres y los trabajadores. Muchos de sus propósitos siguen siendo válidos para la reforma de la Iglesia hoy.
3.2. La Iglesia pobre y de los pobres, corazón de la reforma de la Iglesia
De algún modo el Papa Francisco retoma el propósito reformador de este Pacto y el espíritu y algunas de las insistencias claves de Medellín. Hace suya esta lectura teológica de sus predecesores: “Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica, antes que cultural, sociológica, cultural o filosófica”, EG 198). Pero ahora la transforma en el eje fundamental de la reforma de la Iglesia.
Son variados los perfiles que caracterizan al Papa Francisco, pero sin duda uno de ellos, que él mismo asumió desde su aparición en el balcón de la Plaza San Pedro, es el de reformador. Una de esas reformas, es la conversión eclesiológica con sus consecuencias sobre la pastoral y todas las estructuras eclesiales. Por eso repite lo que ya expresó desde el inicio de su pontificado: “Quiero una Iglesia pobre para los pobres” (Ibíd.)  esto lo reforzará con la escogencia del nombre de Francisco.
El sueño del Papa Francisco es sacar a la Iglesia de su auto-referencialidad, para colocarla “en la dinámica del éxodo, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21), para cumplir la misión confiada por Cristo, tal como la presenta la GS 40-45. En esta dimensión itinerante, reconocemos la presentación que hacen de la Iglesia LG 2-4 y AG 2-4, como prolongación de las misiones trinitarias del Hijo y del Espíritu Santo, como continuación en la historia, de la Encarnación kenótica del Hijo de Dios. Esta misión que la lleva a entrar en la misma dinámica de la Encarnación, a romper cercos para ir siempre más allá, implica la inculturación, la pobreza y el servicio de los pobres.
3.2.1. Iglesia pobre, de y para los pobres
Según el p. Pedro Trigo a este término se le pueden dar tres acepciones.
a)   La Iglesia, aún sin ser pobre, tiene a los pobres como destinatarios preferidos de su acción. En esta línea podríamos leer LG 8.
b)   Si ellos se sienten en la Iglesia “como en su casa”
c)    Si además son sujetos activos y privilegiados de su misión
Descartado el primero y avanzando ya en la aplicación de la segunda interpretación en muchas Iglesia locales, quedaría pendiente aún la realización de la tercera: una conversión espiritual, pastoral y estructural a Cristo pobre y en los pobres.
Es el deseo que Francisco expresado en EG 198: “Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La Nueva Evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198); Cfr. NMI 50).
Y más adelante concluye: “Solo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. Únicamente esto hará posible que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa” (Ibíd. 199).
3.2.2. Iglesia para los pobres e inclusión social
Hay una íntima relación entre este modelo de Iglesia y la dimensión social de la evangelización como uno de sus componentes esenciales. Desde los pobres la Iglesia se dirige a toda la humanidad. Francisco hace suya una expresión de Benedicto XVI: “el servicio de la caridad es una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su esencia” (EG 179). Se trata de evangelizar el hombre, todo el hombre y todos los hombres. De allí la obligación que pesa sobre la Iglesia si quiere ser fiel a su misión “de emitir opiniones sobre todo cuanto respecta a la vida de las personas…No se puede afirmar que la religión deba limitarse al ámbito privado y que sirva únicamente para preparar a las almas para el cielo. Sabemos que Dios desea la felicidad de sus hijos también en esta tierra” (EG 182). Y más adelante: “Nadie puede exigirnos relegar la religión a la secreta intimidad de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que interesan a los ciudadanos” (Ibíd. 183).
Siguiendo la línea de S. Juan XXIII, Francisco quiere dejar claro que nosotros somos ante todo pastores, que debemos de cuidar de la salvación integral de los seres humanos. Es desde esta óptica que hay que leer todo el capítulo IV de la Exhortación que lleva por título la dimensión social de la Evangelización. Nuestras respuestas deben abarcar, por consiguiente, desde los gestos más sencillos y cotidianos de la solidaridad hasta la cooperación con otros entes privados no-gubernamentales, para resolver los problemas estructurales de la pobreza (EG 188), lo cual supone no solo la atención amorosa sino también voluntad política.  (EG 205).
4. Medellín y la Iglesia pobre, de y para los pobres de Francisco.
¿Qué encontramos del sueño de Francisco en el documento de Medellín? Intentaremos responder a esta pregunta de tal modo que se resalte también la significación histórica de esta Conferencia.
Recordemos que Medellín se propuso aplicar las directrices del Concilio Vaticano II al continente latinoamericano y caribeño. Y lo hace no repitiendo sus conclusiones sino acogiendo su espíritu de renovación y llevando a cabo una lectura de los signos de los tiempos presentes en la realidad del continente y descubrir desde ellos la presencia salvífica de Dios.
Los obispos encontraron en los pobres los protagonistas más significativos y el “hecho mayor” de la vida y de la historia de los países del continente (Cg Pobreza 7, Laicos 2). En los pobres ven un sacramento de la presencia de Dios y por tanto un auténtico “lugar teológico” (Cf Justicia 1: Introducción 4 y 5). Medellín marca así un hito en la toma de conciencia de que la injusta y degradante pobreza en la que vivían millones de personas en el Continente era el más grande y mayor desafío para su misión evangelizadora. De allí se deriva la opción de Medellín por el hombre y dentro de esta opción pone su mirada, de manera especial, en los pobres.  Hay un claro propósito en los pastores allí congregados de promover y construir al hombre íntegro e integralmente, especialmente los más pobres. Allí se vislumbra ya que esta opción no es una actividad pastoral inmanente sino un quehacer teológico.
Desde esta visión y esta opción, Medellín le otorgará al tema de la promoción humana un amplio espacio, inaugurando así un acercamiento privilegiado a la realidad social, que se mantendrá de un modo u otro, en las siguientes conferencias. Es de ese espíritu que bebió el Papa Francisco, además de su espiritualidad ignaciana, para escoger su línea de pontificado. El compromiso con la justicia social y la transformación de la vida de los pobres se entenderá ya como una dimensión esencial de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ya aquí encontramos el término Nueva evangelización y el alcance de su significado.
Medellín dedica al tema de la pobreza dos de sus documentos. El primero se encuentra en la primera sección dedicada a la promoción humana y el segundo en la última sección, intitulada La Iglesia visible y sus estructuras, en el documento la Pobreza de la Iglesia. Este documento consta de tres partes que deja ya entrever la metodología del Ver-Juzgar-Actuar, que se adoptará en los trabajos del CELAM y en Puebla: La realidad latinoamericana, la Motivación doctrinal y la Orientaciones pastorales.
En la primera parte se comprueba una vez más “el sordo clamor que brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte”. También acoge las críticas que le hacen a la Jerarquía, al clero y a los religiosos “de ser ricos y aliados de los ricos”. En la segunda parte describe los distintos sentidos del término pobreza y señala las características de una Iglesia pobre:
a) “Denuncia la carencia de injusticia de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra.
b) Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor.
c) Se compromete ella misma en la pobreza material”.
Concluye: “La pobreza de la Iglesia y sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios, compromiso de solidaridad con los que sufren” (Pobreza de la Iglesia 5 y 7).
En las Orientaciones pastorales, cuando trata de las preferencias y solidaridad y del testimonio, recoge mucho del espíritu que animó el Pacto de las Catacumbas. He aquí algunas de ellas:
- “Los obispos queremos acercarnos cada vez más con sencillez y sincera fraternidad a los pobres, haciendo posible y acogedor su acceso hasta nosotros”.
- “La promoción humana ha de ser la línea de nuestra acción pastoral y a favor del pobre".
Deseamos que nuestra habitación y estilo de vida sean modestos, nuestro vestir sencillo; nuestras obras e instituciones, funcionales si aparato ni ostentación".
Pedimos a sacerdotes y fieles que nos un tratamiento que convenga a nuestra misión de padres y pastores, pues deseamos renunciar a títulos honoríficos propios de otra época".
“La ayuda de todo el pueblo de Dios, esperamos superar el sistema arancelario, remplazándolo por otras formas de cooperación económica que estén desligadas de la administración de los sacramentos”.
“Exhortamos a los sacerdotes a dar testimonio de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales, como lo hacen tantos particularmente en regiones rurales y en barrios pobres”. Con empeño procuraremos que tengan una justa, aunque modesta sustentación y la necesaria previsión social.
Y dejo esta afirmación como compromiso final: “Estos ejemplos auténticos de desprendimiento y libertad de espíritu, harán que los demás miembros del pueblo de Dios den testimonio análogo de pobreza. Una sincera conversión ha de cambiar la mentalidad individualista en otra de sentido social y preocupación por el bien común
Queremos que nuestra Iglesia latinoamericana esté libre de ataduras temporales, de convivencias y de prestigio ambiguo, que “libre de espíritu respecto a los vínculos de la riqueza” sea más trasparente y fuerte su misión de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de Cristo, presente en la construcción del mundo”.
CONCLUSION
Quizá la mayor significación histórica de mayor trascendencia de Medellín es de haber hecho una clara y definida opción por los pobres. Los obispos de Medellín enuncian varios motivos para fundamentar esta opción:
-Sociológicos: exigida por la escandalosa realidad de la desigualdad social (M.P,2).
-Teológicos: Dios ama a los pobres y los defiende.
-Cristológicos: Asumió su condición. Son los primeros destinatarios de su misión. Se identifica con ellos. Su evangelización es señal del advenimiento del Reino (M.P,31-39).
-Eclesiológicos: La Iglesia que se hace pobre se parece más a lo que Jesucristo quiso de ella M.P. 5; J,15).
-Escatológicos: El Juicio final se hará en base a la actitud asumida ante ellos.
De todo esto se deduce que la opción por los pobres es un verdadero lugar teológico. De aquí en adelante el tema será tomado por todas las conferencias generales sucesivas. La Iglesia en Venezuela no se montó en el tren de Medellín en el momento de su realización. Será 10 años después, gracias a la Conferencia General de Puebla, que asumirá progresivamente las grandes opciones de esta profética Conferencia.
El Papa Francisco es sin duda tributario en su Magisterio y espiritualidad de las Conclusiones de la Conferencia General de Aparecida. Pero es también el Papa que mejor recoge el talante y la herencia espiritual de S. Juan XXIII y quien intenta llevar hasta sus últimas consecuencias la opción evangélica y preferencial por los pobres inspirada en Medellín, transformándola no solo en un signo de los tiempos, en un lugar teológico sino también en el modelo que debe configurar la Iglesia en la totalidad de su ser sacramental para ser fiel a los designios de la Trinidad y de las ansias y anhelos de la humanidad de hoy. Hay una fuerte corriente espiritual y pastoral que une esta opción de Medellín con la Iglesia de y para los pobres, que, sueña el Papa Francisco, 50 años después, para la Iglesia universal.
Maracaibo, 26 de febrero de 2018
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

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