viernes, 4 de noviembre de 2011

El Espíritu de Asís: unidos por la paz


Documento de la Universidad Católica
“Cecilio Acosta”

Sin paz no es posible la tan anhelada fraternidad universal, ideal del cristianismo por ser el designio de Dios desde su creación. Por eso, toda iniciativa es bien acogida por la humanidad que espera algún día poder cantar al unísono “¡vean qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133,1). Es este deseo escondido en el misterio divino y revelado a su pueblo quien mueve el corazón del Papa Juan Pablo II a citar a los representantes de las diversas religiones, cristianas y no-cristianas, del mundo entero a la ciudad mística de Asís, cuna de los pobrecillos Francisco y Clara y símbolo de paz y bondad divinas, para unirse en una oración por la paz que hace posible la fraternidad universal. Este evento inspirador se realizó el 27 de octubre de 1986, hace exactamente 25 años, con la presencia de 70 líderes de las más significativas religiones existentes en la humanidad actual.
Esta iniciativa fue colmando los corazones de hombres y mujeres del mundo entero, de fe y de buena voluntad, tanto que se ha convertido en un ambiente espiritual denominado “el espíritu de Asís”. Ciertamente, la humanidad apreció y acogió con entusiasmo este espíritu que se multiplicó con eventos en varias comunidades religiosas.
Aquel año de 1986 el panorama mundial sufría el horror de la guerra fría, mundo dividido en dos bloques irreconciliables, en lucha por el control del poder político y económico de la humanidad, mientras la gran mayoría sumergida en la miseria inhumana y marginada de toda participación, vivía bajo el signo del miedo de la violencia. Un paso de gran valía para alcanzar la paz, significó la caída del famoso muro de Berlín y el fin del imperio comunista. Sin embargo, cuando nuestro actual Pontífice Benedicto XVI convoca de nuevo, con impresionante éxito, a celebrar el encuentro de la humanidad por la paz, el 27 de octubre pasado, a los 25 años del comienzo del “espíritu de Asís”, lamenta que aún nuestra humanidad no ha alcanzado conquistar la libertad ni la paz que nos conduce a la fraternidad universal: “La discordia asume formas nuevas y espantosas, y la lucha por la paz nos debe estimular a todos nosotros de modo nuevo” (Discurso en Asís, 27-10-2011). Señala dos tipos de violencia: el terrorismo que, según sus responsables, “la gran causa de perjudicar al enemigo justifica toda forma de crueldad”. Peor aún, cuando su motivación es religiosa. Lógicamente, es un absurdo considerar la religión, de cualquier signo de fe como una justificación para la violencia destructora de la humanidad creada por Dios. Hoy el Papa enfatiza: “Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza que esta no es la verdadera naturaleza de la religión”.
Pero, el Papa señala un segundo tipo de violencia, “consecuencia de la ausencia de Dios, de su religión, que va a la par con la perdida de humanidad”. Se refiere al siempre tentador ateísmo dramático que se convierte en inhumano, y que hoy se concreta en la persecución de la religión. Así lo deja expresado el Papa: “La adoración de Mamón, del tener y del poder, revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. El deseo de felicidad degenera, por ejemplo, en un afán desenfrenado e inhumano, como se manifiesta en el sometimiento a la droga en sus diversas formas. Hay algunos poderosos que hacen con ella sus negocios, y después muchos otros seducidos y arruinados por ella, tanto en el cuerpo como en el alma. La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo. Puesto que la violencia llega a hacerse normal, se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo”.
Todos los que convivimos en la Comunidad Universitaria UNICA, bajo el signo de cristiana y humanista, somos invitados a acoger con libertad y responsabilidad este espíritu de Asís, que nos llama a la urgente misión de conquistar la paz para construir la fraternidad universal. Comenzando por reconocernos humanos, con una dignidad superior que nos da el ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

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