sábado, 29 de octubre de 2011

¡HALLOWEEN!

Mons. Mario Moronta
Obispo de San Cristobal

En estos días, desarrollando un afán consumista, muchos negocios y, sobre todo discotecas o centros así denominados “nocturnos”, hacen una gala de invitaciones a “celebrar” el así denominado “Halloween”. Esta es una especie de celebración propia de los pueblos nórdicos y anglosajones, que rememoraría un culto antiquísimo, de origen pagano y que tiene que ver con algunos espíritus del mal. En su evolución, se le ha denominado “noche de brujas”, presentando imágenes grotescas de “seres especiales” que no han existido. Una cosa es la brujería que se practica y que va contra todo tipo de creencia sana en Dios, y otra es esa manifestación de ciertos seres –ficticios- que harían referencia a espíritus malignos o del mal. Aunque ambos casos tienen el mismo denominador común.
En algunos países de origen anglosajón, se le conmemora como una especie de fiesta de disfraces. Es un elemento cultural, sincretista, de esos países. Lamentablemente, por un proceso de transculturización, se ha venido implementando y promoviendo en muchos otros países de otras culturas. Se habla de estar al día o a la moda. Pero no tiene nada que ver con ninguna raíz cultural de nuestros pueblos, como es el caso de las naciones latinoamericanas. Se han venido imponiendo como si fuera un logro. Sin embargo, todo ello encierra un mensaje subliminal: lo que se estaría celebrando es la personificación de la maldad. Por eso, incluso hay quienes ven en estas manifestaciones una especie de culto satánico.
Y en el fondo, sí hay algo de ello. En primer lugar por querer darse una exaltación de la maldad. Aunque pareciera un juego o una especie de carnaval. Y, en segundo lugar, por la forma de realizarse la así denominada fiestas de brujas. Todo ello está rodeado, al menos, en nuestra sociedad, de materialismo, sensualismo y consumismo. No deja nada. Podría hablarse de una cierta inocentada… “No hay nada de malo en celebrarlo… total sigo creyendo en Dios”. Pero es que creer en Dios significa eso: “creer en Dios” y, por tanto dejar a un lado todo aquello que se contradiga y, sobre todo desvirtúe tanto el bien como el sentido de la trascendencia. Hay muchos que piensan que no hay nada de malo… hasta se ven colegios o escuelas que la celebran, por estar al día o a la moda… y entonces, se comienza a desvirtuar ya la mente de los niños y adolescentes. Tiene sus consecuencias, aunque muchas veces no se perciban de manera inmediata. Lamentablemente, también en muchas de esas fiestas se mezcla el alcohol (con sus secuelas de embriaguez y otras cosas) y la droga. Los resultados se pueden hasta medir. Por ejemplo, el pasado año -2010- de acuerdo a las estadísticas y a las reseñas de los periódicos, todas las muertes violentas que hubo en esa noche de brujas celebrada en la ciudad de San Cristóbal fueron de jóvenes que habían participado en diversas fiestas en discotecas y centros nocturnos… ¿Coincidencia? Es para pensarlo.
Un cristiano, que se define como seguidor de Jesús y de los principios del Evangelio, no debe participar en ese tipo de celebraciones. Su centro es la Persona de Jesús, que le revela el amor del Padre Dios. Y, como nos enseña el evangelio, entonces no podrá servir a dos señores: o se decide servir a Dios o al demonio y el mal… pero no a los dos a la vez. Hay muchas formas de enfrentar esta tentación de la celebración de la noche de brujas. En algunos lugares se organizan “fiestas de la luz” (hay quienes las denominan “explosión de luz”). Es una manera…. Pero no hay que quedarse en ello. Se puede correr el riesgo de quedarse sólo en una expresión externa de alabanza. No se le pueden considerar como el “antihalloween”.
El mejor modo es con la reafirmación de la fe, a través de la evangelización, de los sacramentos y de la opción decidida por Jesús, el Señor y el verdadero liberador de la humanidad. Si esto se tiene muy en cuenta, entonces esas manifestaciones comunitarias orientadas a reafirmar la luz de Cristo frente a la oscuridad de la “noche de brujas” no se quedarán sólo en expresiones esporádicas y compulsivas, sino tendrán un sentido mayor: será una forma particular y puntual de profesar la fe en el Dios de la Vida y del Amor, que no quiere el mal sino la salvación de la humanidad.
Hoy, cuando en nuestra sociedad queremos reaccionar ante tanta violencia y tanta apología de la maldad y de lo negativo, hoy cuando nos quejamos de que se va perdiendo la práctica de los valores fundamentales de la conducta humana, hoy cuando comprobamos una descomposición moral… no podemos darnos el lujo los cristianos de “celebrar” la noche de los espíritus feos y malignos, y menos darle un sentido diabólico a ello. Es más bien el tiempo, como siempre lo ha sido, de pensar que todo ha sido hecho de nuevo –la nueva creación- gracias a Jesús, que nos ha invitado a ser hombres nuevos-mujeres nuevas que optamos por su seguimiento que nos conduce a la luz de la salvación en la eternidad del encuentro con el Padre Dios.

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