Andrés
Bravo
Capellán de la UNICA
Existen
quienes califican de “régimen” al actual sistema político que ejerce el poder
en Venezuela. Otros, notando un tono despectivo en este calificativo, aseguran
que en nuestra Patria no hay un “régimen” sino un “gobierno”. Lo que sucede es
que la palabra suena como fuerza, dominio, imposición. Como el régimen
nacionalista y totalitario del fascismo, el comunismo o las anteriores dictaduras
militares que hemos sufrido los latinoamericanos. Parece que este es el sentido
que le dan los que se oponen al actual estilo de gobierno. Y así les suena a
los que les son afectos, sintiéndose ofendidos. Esto me ha llamado la atención.
De ahí que me pregunte ¿qué es un “régimen político”? Esta inquietud ha crecido
cuando la misma Iglesia nos invita en el Concilio Vaticano II: “Luchen con
energía contra cualquier esclavitud social o política y respeten, bajo
cualquier régimen político, los derechos fundamentales del hombre” (Gaudium et spes 29).
Para darme una respuesta comencé
buscando en el diccionario de la Real Academia Española (22° edición).
Efectivamente, las dos primeras acepciones nos aclaran bastante. La primera
indica que se trata de un conjunto de normas que gobiernan o rigen una cosa o
una actividad. En el caso de “régimen político”, la actividad que rigen o
gobiernan tales normas es el poder político. La segunda es más específica, se
refiere al sistema político por el que se rige una nación. Ahora bien, este
sistema no necesariamente es negativo, todo depende de su ejercicio y de la
ideología que fundamenta el sistema en cuestión.
Sobre esto, Aristóteles enseña que
este régimen político o conjunto de normas que rigen una nación está contenido en
la Constitución de cada pueblo. Así pues, en la Constitución de la República
está el contenido del sistema político que rige el poder de Venezuela. El autor
de Politiká señala tres regímenes
políticos con sus respectivas desviaciones. La monarquía que se desvía a la
tiranía, la aristocracia que se desvía a la oligarquía y la democracia que se
desvía a la anarquía. De manera que no todo régimen político es negativo, pero,
en su manera de ejercerlo, se puede desviar y convertirse en un régimen
destructivo. Sin embargo, no han dejado de existir regímenes que, por la
naturaleza de las ideologías que los sustentan, son fatales para la humanidad.
De acuerdo con lo que hemos
investigado, podemos fijar nuestra atención en lo que actualmente está
sucediendo en nuestra patria. ¿Qué nos dice nuestra Constitución vigente sobre
el sistema político venezolano?, y ¿qué es lo que vivimos? Al parecer, el
artículo 7 es un principio que ha permanecido por siglos, más o menos desde
Aristóteles. Se refiere a que “la Constitución es la norma suprema y el
fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que
ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución”. Ella constituye,
entonces, el sistema político que rige a los venezolanos. Como se cacarea
continuamente, con la Constitución todo, sin ella nada.
Según ella, “Venezuela se constituye
en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la
responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos,
la ética y el pluralismo político” (Artículo 3). Este sistema es plural y
descentralizado: “El Poder Público se distribuye entre el Poder Municipal, el
Poder Estadal y el Poder Nacional. El Poder Público Nacional se divide en
Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral” (Artículo 136). Toda
esta diversidad de poderes tiene que ser respetada so pena de desvirtuar el
sistema democrático que rige. Aunque deben relacionarse entre sí, cuentan con
su autonomía de acuerdo a su naturaleza. Así es como se organiza una sociedad
libre y democrática. Aquí podemos añadir una reflexión de la Iglesia quien
afirma que “la determinación del régimen político y la designación de los
gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos” (Gaudium et spes 74).
El grave problema es cuando el
Presidente de la República que, con sus ministros y otros organismos,
constituye el Poder Ejecutivo, se apropia del poder absoluto del Estado, por
medio de manifiestas maniobras y manipulaciones, violando la Constitución y
declarando abiertamente un sistema político sustentado en una ideología
comunista contraria a la democrática. Aquí, no hay dudas, el Presidente se ha
convertido en el regidor de la República. Y el régimen democrático se desvirtúa
hacia un Régimen Totalitario.
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