lunes, 2 de diciembre de 2013

Dios es adviento

Homilía de la Eucaristía por los 30 años de la
Universidad Católica Cecilio Acosta
1/12/2013
1er. domingo de adviento
Andrés Bravo
Capellán de la UNICA
            El sentido cristiano de la historia se fundamenta en la acción de Dios en ella para realizar su plan de salvación para la humanidad. Dios es adviento, Aquél que siempre está viniendo a nosotros. La irrupción de Dios en el tiempo convierte nuestra historia en historia de la salvación. Este venir de Dios a nuestro lado tiene su plenitud con la encarnación del Hijo que habita en nuestro mundo para salvar lo perdido. Este es el misterio que da sentido al tiempo litúrgico de adviento que hoy comenzamos. Adviento es un camino espiritual que nos prepara y dispone a celebrar el misterio de la encarnación, la navidad del Hijo de Dios. Dios mismo que viene a habitar entre nosotros compartiendo nuestra naturaleza humana e invitándonos a participar de su naturaleza divina.
            La preparación y la celebración del Jubileo del año 2000, la aprovecha el papa Juan Pablo II para enseñarnos la importancia de la historia, el tiempo humano donde también Dios participa. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente, en su numeral 10, enseña que “en el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la plenitud de los tiempos de la encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida de Cristo se inician los últimos tiempos, la última hora, se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la parusía”.
          Nuestra celebración litúrgica del adviento tiene dos sentidos, señalados maravillosamente en este texto de Juan Pablo II. Uno, memorial, no consiste en un simple recordar. No es el cumpleaños de Jesús lo que celebramos. Es el misterio actuante del Hijo eterno del Padre que viene humanado para salvarnos. Con este acontecimiento, la historia se hace plena. Es el misterio de un Dios que revela su amor en la entrega que alcanza su máxima vivencia en la cruz y su triunfo en la resurrección. Este primer sentido nos dice que adviento nos prepara con una actitud paradójica de penitencia y alegría. Se deja notar en la oración colecta del tercer domingo de adviento: “Mira, Señor a tu pueblo que espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo, y concédele celebrar el gran misterio de nuestra salvación con un corazón nuevo y una inmensa alegría”. El corazón nuevo lo logramos con la penitencia que nos lleva a la alegría o gozo en el Señor. Por eso, el color morado de los ornamentos y los cantos alegres de los aguinaldos.
            El segundo sentido es escatológico, apunta a la siempre esperanza de la definitiva venida de Cristo para establecer su reino. Es lo que llamamos parusía. Hacia donde se orienta la historia, la gloria de vivir eternamente en la casa donde reina el Padre, en comunión con su Hijo en el Espíritu Santo. También nos invita la Iglesia a la penitencia y al gozo, como bien lo expresa la oración colecta de este primer domingo de adviento: “Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al reino de los cielos”.
            Ese día, hacia donde se dirige la historia, es el gran día de la paz profetizada por el Profeta: “De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas; ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra”. Esta es la expectativa que nos da esperanza. Hoy, mientras peregrinamos, lo tenemos como tarea vocacional. Por eso, estemos siempre despiertos, activos, actuando en la construcción de la fraternidad que nos lleva hacia el reino de la comunión eterna del Padre, el Hijo y del Espíritu Santo. Todo lo que somos y tenemos tiene, pues, su fuente en Dios y es el mismo Absoluto quien nos atrae para decirnos: vengan porque cuando yo estaba necesitado en los pobres y humildes, ustedes practicaron el amor. Así construye la humanidad el Reino.
            Este adviento es gratamente significativo para nuestra Comunidad Cristiana que peregrina en la Universidad Católica Cecilio Acosta. Con el sentido cristiano de la historia, podemos decir también con Juan Pablo II, al comienzo de este nuevo milenio: “¡Duc in altum! (rema mar adentro). Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro”. Es la invitación de Jesús a los primeros discípulos que habían pasado una larga y bochornosa noche trabajando sin fruto alguno. Hasta que se acerca el Señor y les ordena remar mar adentro y echar las redes. En su nombre, lo hicieron. He ahí el secreto del éxito para los cristianos. Si trabajamos en su nombre, triunfamos.
            Por eso, en su nombre, hemos vivido 30 años de existencia de nuestra Universidad Católica Cecilio Acosta. Por su bendición, hoy traemos a su altar los frutos abundantes como la pesca milagrosa de los Apóstoles. Y hoy, mirando el futuro con confianza, estamos siempre dispuestos a echar las redes mar adentro. Pero, seguimos copiándonos de Juan Pablo II, porque, como él insiste, “no podemos olvidar el deber de gratitud por las maravillas que Dios ha realizado por nosotros”.
            Esta fiesta aniversario no es sólo memoria del pasado, sino profecía del futuro. Nuestra Universidad es un proyecto y, como tal, es dinámica, viva. Celebremos también los años por venir, estos que nos obligan a revisarnos constantemente, a planificar siempre de nuevo, a andar el tiempo acelerado del presente que siempre nos exige el futuro. Otra vez Juan Pablo II nos dice hoy a nosotros: “Es preciso ahora aprovechar el tesoro de gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas”.
            Para concluir, porque Dios es Adviento, Aquél que siempre viene y se hace presente, pienso que, como la Iglesia, la UNICA también hace presente a Dios encarnándose en nuestro pueblo. Es instrumento humano de la revelación divina. ¡Qué dignidad tan grande! Por eso, Juan Pablo II vuelve hablarnos: “¡El cristianismo es la religión que ha entrado en la historia!”. En María de Nazaret entró hace dos mil años, en nuestra Universidad, como Iglesia que somos, debe seguir entrando en la realidad actual de nuestra Patria.
            Sin pretensión ni modestia, la Universidad Católica Cecilio Acosta hace presente al Señor de la historia. Es el adviento y la navidad de Dios.

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