lunes, 9 de marzo de 2015

El Compartir Cristiano

Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal 15
Cuarto domingo de cuaresma
            Una de las cuestiones sociales más importante iluminada por la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), es la vida económica. Esto nos hace comprender la naturaleza cristiana de la noble acción de compartir. Esta reflexión es motivada por la “Campaña Compartir” que realiza la Iglesia venezolana en el tiempo de cuaresma. El amor es su raíz y fundamento (cf. Ef 3,14-21). Porque, “aunque reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor 13,3). Su principio es la dignidad de la persona humana de donde parten los demás principios que dan sentido al compartir: los derechos humanos, la relación persona-sociedad, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad.
La vida económica se comprende necesariamente integrada a toda la persona humana. A la familia como protagonista de la vida social, escuela de solidaridad donde aprendemos a compartir un mismo hogar. Cada familia, basada en el amor, no se encierra en sí misma, sino que se convierte en parte de la gran familia humana. Ella “debe ser considerada protagonista esencial de la vida económica, orientada no por la lógica del mercado, sino según la lógica del compartir y de la solidaridad entre las generaciones” (Compendio de la DSI 248). También integra la dignidad del trabajo como identidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. La Iglesia exhorta a la solidaridad traducida en el compartir fraterno entre los trabajadores.
De ahí que, que la riqueza existe para ser compartida (cf. Compendio de la DSI 328-329). Esta es una enseñanza que la humanidad recibe desde los grandes padres de la Iglesia. El principio cristiano es que “los bienes, aun cuando son poseídos legítimamente, conservan siempre un destino universal. Toda forma de acumulación indebida es inmoral, porque se halla en abierta contradicción con el destino universal que Dios creador asignó a todos los bienes” (Compendio de la DSI 328). Como lo afirma claramente Juan Pablo II en Puebla (1979), toda propiedad privada porta en sí una hipoteca social. Esto responde a lo que leemos en el Pastor de Hermas (siglo II) sobre que las riquezas realizan su función de servicio al hombre cuando son destinadas a producir beneficios para los demás y para la sociedad.
            Nuestra Iglesia peregrina en Venezuela traduce en obras sociales esta extraordinaria doctrina social, por medio de su pastoral o acción apostólica para el bien de los más necesitados. De esta manera nos invita a compartir con la pastoral de salud, con los ambulatorios que se sostienen gracias al trabajo de muchas parroquias y congregaciones religiosas. La solidaria acción del compartir edifica una nueva sociedad que tiene por fundamento la espiritualidad de comunión con la misión de transformarnos en una comunidad universal fraterna.
El propósito no es el de obtener poder, ni el de hacer proselitismo; no se trata de seguir una ideología política, sino del seguimiento de Cristo. Estas palabras de San Alberto Hurtado, patrono de la UNICA, pronunciadas en enero 1950 a dirigentes del apostolado económico-social de Bolivia, nos ayudan a comprender la profundidad espiritual del compartir: “Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta a nosotros bajo una u otra forma: preso en los encarcelados; herido en un hospital; mendigo en la calle; durmiendo, con la forma de un pobre, bajo los puentes de un río. Por la fe debemos ver en los pobres a Cristo, y si no lo vemos es porque nuestra fe es tibia y nuestro amor imperfecto. Por esto San Juan nos dice: Si no amamos al prójimo a quien vemos, ¿cómo podremos amar a Dios a quien no vemos? (cf. 1Jn 4,20). Si no amamos a Dios en su forma visible ¿cómo podremos amarlo en sí mismo?”.
Maracaibo, 15 de marzo de 2015


 

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