lunes, 27 de julio de 2015

Teología de la Liberación

Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal 34
XVI Domingo Ordinario
            Esta breve reflexión tiene como objetivo presentar al movimiento teológico latinoamericano denominado “Teología de la Liberación” (TL) que me tocó exponer en el el curso sobre política latinoamericana. Tomo como base el libro: “Del Lado de los Pobres. Teología de la Liberación” (CEP, Lima 2005), que recoge seis artículos, tres del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la TL, y tres del teólogo alemán el cardenal Gerhard Ludwig Müller, actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Debo advertir que me ubico en el plano de la teología, discurso sobre Dios o, si se prefiere, ciencia sagrada. Por tanto, la fuente es la Revelación Divina transmitida por las Sagradas Escrituras. Haciendo notar, además, como lo desarrolla el primer artículo escrito por Gutiérrez, se trata de una función de Iglesia: “Partimos de la convicción de que la tarea teológica es una vocación que se suscita y se ejerce en el seno de la comunidad eclesial… (Se) nutre con las fuentes de la Revelación” (pág. 15). Otra cosa más de aclarar es que la teología está al servicio de la evangelización, acción pastoral que identifica a la Iglesia (cf. pág. 16).
            Un resumen de lo que hemos advertido, que ayuda a comprender la naturaleza del tema en cuestión, es este texto del citado artículo: “La teología es un hablar de Dios a la luz de la fe, un lenguaje sobre quien es, en verdad, su único tema. Al misterio de Dios debemos acercarnos con respeto y humildad; pero, en una perspectiva bíblica, misterio no significa algo que debe permanecer secreto. El misterio debe más bien ser dicho y comunicado. Ser revelado pertenece a la esencia misma del misterio (cf. Rom 16,25-26). La teología se constituye entonces en ciencia de la Revelación Cristiana” (pág. 17).
            Debo señalar que el método de la TL parte de una reflexión de fe desde una realidad de opresión que viven los pueblos latinoamericanos, denominada por Gutiérrez, reflexión crítica de la praxis eclesial en la realidad. Aclarando que “lo primero es el compromiso de caridad, de servicio. La teología viene después, es acto segundo. La acción pastoral de la Iglesia no se deduce como una conclusión de premisas teológicas. La teología no engendra la pastoral, es más bien reflexión sobre ella; debe saber encontrar en ella la presencia del Espíritu inspirando el actuar de la comunidad cristiana; la vida de la Iglesia será para ella un lugar teológico. Reflexionar sobre la presencia y el actuar de la Iglesia en el mundo, significa estar abierto a este último, recoger las cuestiones que se plantean en él, estar atento a los avatares de su devenir histórico” (Gutiérrez, G., Hacia una Teología de la Liberación, Bogotá 1971 – se trata de una conferencia dictada en 1968 desde donde parte el movimiento en cuestión).
             Dos categorías son trabajadas en el discurso teológico: liberación y pobres, considerando que este movimiento es latinoamericano. Ciertamente, la situación de pobreza que sufre la población de nuestro continente se presenta ante nuestros ojos con una crudeza que interroga. Una realidad humana que reta la tarea eclesial. La cuestión fundamental es: ¿Cómo decirle al pobre, al último de la sociedad, que Dios lo ama? (cf. pág.19).
            A partir de aquí, Gutiérrez, siguiendo el documento de Puebla, señala dos niveles en la noción de liberación (aunque Puebla habla de tres en los numerales 321-329. cf. págs. 20-21): 1) Liberación integral en Cristo que nos lleva a la plena comunión con Dios y con los demás. 2) Liberación social y política que no debe ocultar de ningún modo el significado final y radical de la liberación del pecado que sólo puede ser obra del perdón y de la gracia de Dios. Aquí aclara Gutiérrez que el contenido de la predicación y la fe es el Reino de Dios acogido por personas que viven en la historia y, por tanto, es un mensaje que incide en la convivencia social, aunque este Reino trasciende cualquier proyecto político (cf. pág. 21). Es decir, el Reino de Dios, de amor, de paz y de justicia, va más allá de los proyectos políticos (sociales), pero los implica. También el compromiso humano de una nueva sociedad centrada en la dignidad de la persona humana es asumido en el mensaje cristiano, y la praxis cristiana encuentra en la historia humana concreta su lugar.
            La otra categoría política es la opción por los pobres que, desde la Conferencia de Medellín (1968) hasta hoy, es opción de la Iglesia (cf. pág. 23). Aunque en los tres artículos de Gutiérrez trata el tema, yo prefiero enfocarme en su tercer artículo que comienza en la página 111: “Dónde dormirán los pobres”. Es significativo y elocuente su título original: “El rostro de Dios en la historia” (2002). Eso me recuerda lo que san Alberto Hurtado decía: “los pobres son Cristo”. Es decir, en cada pobre y necesitado, vemos el rostro del “Siervo Sufriente” (cf. Mt 35).
            Gutiérrez, al tratar el tema de los pobres, insiste en que “la teología es un hablar acerca de Dios animado por la fe; Dios es, en verdad, el primer y el último tema del lenguaje  teológico. Muchos otros puntos pueden ser tocados por él, pero esto no ocurre sino en la medida en que ellos dicen relación con Dios” (pág. 113). Dicho eso, se afirma que “nada escapa a la acción salvífica de Jesucristo. Ésta alcanza, y pone su impronta en ella, todas las dimensiones humanas, personales y sociales” (Pág. 115). Así también la TL hace “…esfuerzo de comprensión exigido por el don de la fe y, simultáneamente, es cambiante en cuanto responde a interpelaciones concretas y a un mundo cultural dado” (pág. 116). En suma, la TL en su preocupación pastoral e inquietud evangelizadora, se sostiene en un compromiso liberador con la sociedad latinoamericana, particularmente con los más pobres.
            “La opción por los pobres es radicalmente evangélica, constituye por ello un criterio importante para operar una criba en los precipitados acontecimientos y en las corrientes de pensamiento de nuestros días” (pág. 117). El dato más importante de la realidad latinoamericana es la de una sociedad pobre y creyente a la vez. Esta inhumana pobreza inspiró la búsqueda de su noción bíblica: 1) Pobreza real como escandalosa, consecuencias del pecado, no deseada por Dios, como lo denuncian los profetas. 2) Pobreza espiritual, lo que llaman los maestros espirituales infancia espiritual, desprendimiento del mundo y confianza en Dios. 3) Pobreza como compromiso, solidaridad con los pobres y protesta contra la pobreza.
            En este artículo, Gutiérrez hace un amplio análisis teológico desde de una economía planetaria. La profundidad teológica lo expresa: “La temática de la pobreza y la marginación nos invita a hablar de justicia y a tener presentes los deberes del cristiano al respecto… En la raíz de esa opción está la gratuidad del amor de Dios. Éste es el fundamento último de la preferencia” (pág. 119).
            En cuanto al tema que titula “hacia una economía planetaria” analiza lo afirmado por el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo de que el siglo nuestro es “un siglo fascinante y cruel” (pág. 123). Lo fascinante por los logros y progresos de la ciencia y la tecnología, especialmente, las comunicaciones y el dominio de la naturaleza. Lo cruel para los pobres y últimos, “si no hacemos un inmenso esfuerzo de solidaridad, …habrá una mayor miseria y será más numerosos los que vivan en ella” (pág. 124). En definitiva, esta realidad sigue desafiando a la inteligencia de la fe en el Dios de Jesucristo que nos llama a proteger a los más pequeños (pág. 124).
            Müller, por su parte, ve la experiencia del movimiento de la TL como un impulso a la teología que se hace en Europa. En su primer artículo (pág 29), ubica a la TL entre las corrientes teológicas más importantes del siglo XX, partiendo del Vaticano II y fruto de las conferencias de obispos latinoamericanos. “La Iglesia ya no es más Iglesia para el pueblo o solamente Iglesia del pueblo, sino pueblo de Dios entre el mar de pueblos de la tierra y, por eso, pueblo de Dios para el mundo. Los pobres y los marginados palpan su dignidad como seres humanos en su encuentro profundo con Dios y con el Evangelio pero participan activamente, vitalmente, en la comunidad, conscientes de la misión de la Iglesia como sacramento de la salvación del mundo” (pág. 34).
            A la cuestión de cómo nos ven los europeos, podemos responder que, al menos Müller habla de la TL desde Gutiérrez. Dice que el teólogo de la liberación comparte los sufrimientos y esperanzas: “En el mejor sentido de la palabra, la teología de la liberación es teología que nace coherentemente de la comunidad y se supera de este modo la brecha entre una teología universitaria, académica, y una reflexión en la fe acerca de las experiencias concretas de las comunidades” (pág. 34). Añade: “La TL no trata de una nueva Revelación. Sólo quiere alentar la participación de los cristianos en la praxis transformadora de Dios” (pág. 35). Y aclara que “la TL no es una sociología decorada con religiosidad ni un tipo de socioteología. La TL es teología en sentido estricto” (pág. 37).
            Con respecto a la metodología, Müller señala tres etapas (cf. págs. 37-39): 1) En la fe, seguimiento a Cristo; participan los cristianos en la praxis de Dios que libera a los hombres al obtener para ellos su dignidad y su salvación. 2) La reflexión sociológica, racional y crítica, que analiza a la luz del Evangelio y con los criterios de la Revelación las dimensiones masivas de la miseria, su estructura y su historia, sus causas nacionales e internacionales. 3) Acometer activamente la transformación, igualmente crítica y reflexiva, de la realidad empírica. Porque la meta es el reinado de Dios en la tierra, tal como Jesús lo anunció.
            Müller, en su artículo “la TL en debate” (pág. 79), plantea uno de los problemas fundamentales de la teología: la salvación y la liberación. Ciertamente, la teología habla del Dios bíblico “que ha dado al mundo y al hombre grandeza espiritual y material, y se ofrece como vida para esta única realidad en la creación, en la historia, en la plenitud final de los tiempos. Es el Dios de la vida y de la salvación. Ofrece y realiza la salvación y la vida en este mundo hecho de creaturas humanas, sociales, históricas, es decir, vida y salvación en la unidad espiritual y corporal del hombre” (pág 85).
            Aquí se supera el dualismo del “bienestar terreno” y la “salvación ultraterrena”, adoptando una concepción integral y una línea de pensamiento bíblico: La experiencia de Dios como autor de la creación y de la redención de un único mundo, y la unidad de la existencia humana, personal, espiritual/corporal y social (cf. pág. 86).
            De ahí que la TL entienda “por teología la participación activa y transformadora, práctica por tanto, en la acción liberadora emprendida por Dios, quien hace de la historia el proceso en el que la libertad se autorrealiza” (pág. 87). Esto justifica las tres instancias metodológicas de la TL señalada por Müller: el análisis social, la sistematización hermenéutica y la pastoral práctica y sus aplicaciones (cf. pág. 90).
            Quiero decir que siento una gran admiración por el ahora dominico Gustavo Gutiérrez, he leído con pasión sus obras y he aprendido mucho de él. Así también dedo advertir que no me agradan todos los autores de la TL y sus enseñanzas, en particular, me niego a aceptar cualquier postura ideológica de cualquier signo y cualquier método que nos lleve al error materialista y, por tanto, anti-humanista. Eso sí, no me niego a estudiar ninguna corriente teológica, porque siempre hay una buena enseñanza que no quiero perderme. Sin embargo, todo estudio debe comprometerme con un claro discernimiento, desde la fe vivida en comunión con la Iglesia cristiana-católica.
            Maracaibo, 19 de julio de 2015

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