martes, 6 de octubre de 2009

La Iglesia de Puebla 1979

¿Lo hemos olvidado? Pues, ¡recordémoslo! Hace treinta años, comenzó el 27 de enero y se prolongó hasta el 13 de febrero de 1979, la Iglesia en América Latina marca otro hito en la historia de su renovación con la celebración en Puebla de los Ángeles (México) de la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Desde entonces Puebla es una referencia obligada para identificar el ser y la misión de la Iglesia en nuestros pueblos. El espíritu de Medellín (1968) es quien nos lleva hasta Puebla. La Iglesia liberadora, que opta preferencialmente por los pobres y oprimidos, que vive en Comunidades de Base, que acepta y enfrenta como Jesús el sacrificio de la cruz hasta la persecución y el martirio, desde su acción pastoral con la gracia de la Palabra de Dios y de la Eucaristía, vuelve a reunirse para rejuvenecerse y reafirmarse con mayor fuerza como la Iglesia de Jesucristo llamada a ser sacramento de liberación en la comunión y participación.
El tema central es “la evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”, inspirado por la Exhortación Apostólica sobre la evangelización en el mundo contemporáneo Evangelii nuntiandi de Paulo VI. Podríamos afirmar que este documento pontificio es para Puebla lo que el Vaticano II significa para Medellín. Aunque, naturalmente, el Concilio sigue guiando el camino renovador. Paulo VI identifica la identidad de la Iglesia con su misión evangelizadora y ésta con la lucha liberadora y el progreso de los pueblos. La clave eclesiológica es la liberación en la comunión y participación. Para ello sigue la metodología de Medellín y en la línea teológica histórico-salvífico.
En la primera parte, el documento final ofrece una visión histórica y socio-cultural de la realidad actual latinoamericana, y la realidad de la Iglesia misma peregrina en nuestros pueblos. Su visión eclesial destaca una Iglesia encarnada en un pueblo que anda entre angustias y esperanzas, entre frustraciones y expectativas: “Las angustias y frustraciones han sido causadas, si la miramos a la luz de la fe, por el pecado que tiene dimensiones personales y sociales muy amplia. Las esperanzas y expectativas de nuestro pueblo nacen de su profundo sentido religioso y de su riqueza humana”. Fe y pecado conviven paradójicamente en América Latina. La Iglesia se ve a sí misma interpelada por esta realidad humana llena de contrastes. Gracias al camino renovador marcado por el Vaticano II; más aun, diez años antes con el nacimiento del CELAM; y la vivencia diez años después en Medellín, “la Iglesia ha ido adquiriendo una conciencia cada vez más clara y más profunda de que la evangelización es su misión fundamental y de que no es posible su cumplimiento sin un esfuerzo permanente de conocimiento de la realidad y de adaptación dinámica, atractiva y convincente del mensaje a los hombres de hoy”.
Otro punto que debemos subrayar, es la respuesta de la Iglesia al clamor de los pueblos por la justicia. Ese sordo clamor que exige a los pastores en Medellín una liberación que no les llega de ninguna parte, ahora en Puebla ese clamor “es claro, creciente, impetuoso, en ocasiones, amenazante”. Por eso, se reafirma, no sólo la opción por los pobres, sino también la vivencia de una Iglesia pobre y liberadora que testimonia al mismo Jesús que creemos y anunciamos compartiendo la vida, las esperanzas y las angustias de nuestros pueblos.
La segunda parte del documento es más amplia, profundamente teológica y admirablemente pastoral. En ella juzga la realidad de América Latina desde el designio de Dios. Aquí desarrolla el tema de la evangelización fundamentándola con una cristología, una eclesiología y una antropología maravillosamente actuales. Jesucristo es visto desde la imagen profética de Siervo de Dios. Presenta la Iglesia de la liberación en la comunión y participación. Esta eclesiología se ha enriquecido con la experiencia de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB). De ahí enfrenta también la cuestión sobre la “Iglesia popular”. Ésta se entiende como una Iglesia que busca encarnarse en los medios populares del continente y que, por lo mismo surge de la respuesta de la fe que esas Comunidades dan al Señor.
La visión antropológica de Puebla es igualmente muy rica. Después de denunciar las visiones calificadas como inadecuadas, desarrolla un humanismo evangélico bajo la clave de la dignidad humana. Dignidad y libertad son las categorías que utiliza el documento. El fundamento es Jesucristo, revelador de Dios y del misterio mismo del ser humano. Jesucristo es el hombre como debe ser.
Luego, Puebla desarrolla su tema central: la evangelización enmarcada en la redención integral de las culturas, la dignidad del hombre y su liberación. La evangelización de la cultura es un tema que abarca gran espacio en este documento. Esta evangelización de la propia cultura, en el presente y hacia el futuro es, para la Iglesia, una opción pastoral fundamental. Así, también “la evangelización en su relación con la promoción humana, la liberación y la doctrina social de la Iglesia”. La evangelización es liberadora; pues, “es urgente liberar a nuestros pueblos del ídolo del poder absoluto para lograr una convivencia social en justicia y libertad”.
La tercera y la cuarta parte describe la misión de la Iglesia: “Predicar la conversión, liberar al hombre e impulsarlo hacia el misterio de comunión con la Trinidad y de comunión con todos los hermanos, transformándolos en agentes y cooperadores del designio de Dios”. Desde este criterio, presenta a los centros, agentes y medios de comunión y participación. Finalmente, reafirma su opción preferencial por los pobres y hace una novedosa opción por los jóvenes, comprometiéndose a construir la sociedad pluralista, tan cara para nosotros en la actualidad.

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