martes, 6 de octubre de 2009

Muchachos y Muchachas

Les escribo con profundo sentimiento de orgullo, desde mi fe en el joven Jesús de Nazaret que vivió con autenticidad su misión hasta las últimas consecuencias, que asumió los más extremos sacrificios por la causa del bien, de la paz, de la justicia, de la libertad, de una vida digna para todos, pero con la convicción firme del triunfo de la vida que se hace eterna cuando se entrega por los demás. Cuando les veo sufriendo persecución por la libertad y la dignidad de la Patria (la Patria es el hombre y la mujer, muchachos y muchachas), pareciera que un relámpago de luz iluminara mi mente y mi corazón para movilizarme hacia la misma causa. Si este efecto lo producen en cada venezolano, y creo que sí, la victoria liberadora está con nosotros. Les aseguro, crecer causa dolor. Pero, quien no sacrifica nada, no puede esperar nada. Ustedes por su parte han preferido jugarse la vida, para que todos la vivamos con dignidad, en libertad y justicia.
Sus palabras podrán sonar sordas a nuestros oídos (aunque no hay peor sordo que el que no quiere oír), pero sus actos nos enseñan más que cualquier discurso. Sigan adelante, no se dejen vencer por las vicisitudes del tiempo, ustedes son, sin duda, la gran fuerza renovadora de una verdadera revolución que merece Venezuela. La revolución que arranca de raíz la esclavitud, la tiranía y toda maldad. La que hace de la verdad el arma de lucha, la que nos hace libres. Ella es la que desenmascara al régimen opresor y da el sentido a la historia. Ella fundamenta la causa: todo ser humano es persona, con inteligencia y libertad, con derechos y deberes propios de su misma naturaleza. No sólo no deben ser violados, es que tampoco podemos renunciar a ellos. Por ello, vale cualquier sacrificio, hasta una “huelga de hambre”.
Ustedes, con valentía han desatado una lucha que nos debe comprometer a todos. Una lucha que tiene olor a triunfo. Ante la verdad, la justicia, el amor y la libertad, ante un pueblo organizado y dispuesto siempre a andar los caminos del bien, no hay régimen que imponga su tiranía por siempre. Podrán sí, poseer el poder de la fuerza armamentista, el imperio de leyes inhumanas, utilizar la cárcel y hasta la tortura; pero la razón y la fe es la que nos da la victoria liberadora.
Además, en ustedes, espíritus inquietos, están todos aquellos que sufren el hambre y la miseria, la violencia diaria, el secuestro; que padecen el deterioro grave de la salud y la educación; obreros y empleados maltratados en su dignidad; los presos injustamente condenados; todo el pueblo pobre y oprimido. En ustedes están ellos y con ustedes estamos nosotros.
Muchachos y Muchachas, que Jesús de Nazaret les bendiga.

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