Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA
Un profundo sentimiento de alegría nos ha producido la noticia del nombramiento de Mons. Edgar Robinson Peña Parra como Arzobispo titular de Telepte y Nuncio Apostólico, por parte del Su Santidad Benedicto XVI el 8 de enero. En verdad, no es de extrañar. Pues, quienes lo conocemos sabemos de sus virtudes propias de un pastor que sigue a Jesús hasta consagrarse por entero a su servicio, ama a la Iglesia y trabaja día y noche para su edificación, por los caminos del mundo dónde es exigido su competente servicio sacerdotal.
En nuestra Arquidiócesis de Maracaibo ha dejado huellas pastorales significativas en la Guadalupe (Sierra Maestra) donde da los primeros pasos como neo-presbítero (Poco antes, el 23 de agosto de 1985 es ordenado sacerdote por Mons. Domingo Roa Pérez en la Basílica de Chiquinquirá). Ahí se convierte en acompañante espiritual de los jóvenes, un padre amigo que enseña con las mismas inquietudes juveniles. Eso hace que algunos de sus jóvenes decidan seguir su ejemplo como apóstoles laicos unos y en la vocación sacerdotal otros. Al año es nombrado párroco de la Parroquia San Pablo en la Rotaria con una experiencia breve pero rica. Son casi dos años cuando pasa a un paisaje pastoral totalmente distinto. Ya forjado en las barriadas de la ciudad, se dispone a servir en una parroquia rural: San Rafael de Mara en el pueblo de El Moján. Su pastoral con los jóvenes y con adultos se renueva y crece. Pero, su reto es la vivencia sincera, evangelizadora y, por tanto, santificadora de una muy sentida vivencia de religiosidad popular. Recorrer caseríos con la Palabra de Dios en su boca y en su corazón, vivida en los sacramentos, fructificando en cada marense la convicción del mandamiento nuevo del amor, centro de toda vida cristiana.
En estas comunidades cristianas ha enseñado, con obras y palabras, la importancia de amar a Dios amando sin medida a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Otra de su gran virtud transmitida a sus feligreses, es su devoción a la Madre de Dios y de la Iglesia. Sin duda, es Adela su amada madre quien lo parió en la misma barriada de la Chinita (El Saladillo) el 6 de marzo de 1960, la que le amamantó su inmenso amor a Dios y a la Sagrada Dama del Saladillo.
Nuestro hermano Arzobispo y Nuncio Edgar, desde muy joven gusta de leer y estudiar con seriedad y responsabilidad. Al recibir con muy altas calificaciones su título de bachiller en el liceo Andrés Bello de nuestra Ciudad, orienta su vocación hacia el sacerdocio de Jesucristo. Siente su llamado en su apostolado parroquial, acompañado por el ejemplo de excelentes sacerdotes, pero, sobre todo, en su hogar cristiano. El Seminario e Instituto Universitario Santo Tomás De Aquino de la Diócesis de San Cristóbal lo recibe para formarlo en las ciencias humanas, y le otorga el título de Licenciado en Filosofía en 1881. Luego pasa al Seminario e Instituto Universitario Santa Rosa de Lima de Caracas para formarse en las ciencias divinas, culminando con el título de Licenciado en Teología y su ordenación sacerdotal en 1985.
La Santa Sede es avisada de su idoneidad para un servicio universal de mayor responsabilidad y lo llama para su formación diplomática en la Academia Eclesiástica Pontificia (Vaticano); alternándolo con sus estudios de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma donde recibe el título de Doctor en 1993, después de haber publicado su tesis “Los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano a la luz del Magisterio Pontificio”. Ahí llega a la conclusión de que “el Magisterio Pontificio sobre los derechos humanos en cuanto formulación teórica posee una riqueza que, en mi opinión, no tienen los instrumentos por los cuales el Sistema Interamericano proclama los derechos humanos. En este sentido, el Magisterio Pontificio puede y debe iluminar estos ambientes, responsables de tan alta y noble misión, para que éstas promuevan y protejan los derechos fundamentales del hombre integral, del hombre como individuo-sociedad, del ser humano en todas sus dimensiones: económica, política, social, religiosa, etc. Que junto a los derechos proclamen también los deberes que juntos forman un todo inseparable” (lo tomamos de una copia original que el autor generosamente nos ha dignado regalar). Tema de lo que hemos seguido conversando y Edgar ha seguido profundizando.
Además, en su exigencia misionera al servicio diplomático de la Iglesia, le ha sido útil su especialidad en Derecho Internacional estudiado en la misma universidad Gregoriana, recibiendo su respectivo título en 1993. Su experiencia diplomática la comienza en la Nunciatura Apostólica de Nairobi (Kenia-África); donde representa a la Santa Sede ante las agencias de las Naciones Unidas para el ambiente (UNEP) y para la vivienda (HABITAT). Ahí pudimos, con la gracia de Dios y la generosa hospitalidad de Mons. Edgar, visitarlo, adquiriendo una experiencia espiritual extraordinaria cuando visitamos misiones e intercambiamos con misioneros de gran presencia pastoral y humana. Excelente regalo que jamás será suficiente agradecer.
Más tarde pudimos conocer de su servicio en Belgrado (Yugoslavia), con una fuerte experiencia de guerra a la que no huye responder desde su misión de pastor. En 1999 pasa al servicio en la Misión permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Organizaciones especializadas y la Organización mundial del Comercio, en Ginebra (Suiza). Ahí estuvo hasta el 2002 cuando nos lo acercan a América, como Consejero en la Nunciatura en Tegucigalpa (Honduras) y en el 2005 en la Ciudad de México (México) desde donde Su Santidad lo requiera para Nuncio Apostólico, consagrándolo Arzobispo el 5 de febrero del presente año de gracia.
¡Aleluya¡ Edgar es Arzobispo y Nuncio.
Capellán de la UNICA
Un profundo sentimiento de alegría nos ha producido la noticia del nombramiento de Mons. Edgar Robinson Peña Parra como Arzobispo titular de Telepte y Nuncio Apostólico, por parte del Su Santidad Benedicto XVI el 8 de enero. En verdad, no es de extrañar. Pues, quienes lo conocemos sabemos de sus virtudes propias de un pastor que sigue a Jesús hasta consagrarse por entero a su servicio, ama a la Iglesia y trabaja día y noche para su edificación, por los caminos del mundo dónde es exigido su competente servicio sacerdotal.
En nuestra Arquidiócesis de Maracaibo ha dejado huellas pastorales significativas en la Guadalupe (Sierra Maestra) donde da los primeros pasos como neo-presbítero (Poco antes, el 23 de agosto de 1985 es ordenado sacerdote por Mons. Domingo Roa Pérez en la Basílica de Chiquinquirá). Ahí se convierte en acompañante espiritual de los jóvenes, un padre amigo que enseña con las mismas inquietudes juveniles. Eso hace que algunos de sus jóvenes decidan seguir su ejemplo como apóstoles laicos unos y en la vocación sacerdotal otros. Al año es nombrado párroco de la Parroquia San Pablo en la Rotaria con una experiencia breve pero rica. Son casi dos años cuando pasa a un paisaje pastoral totalmente distinto. Ya forjado en las barriadas de la ciudad, se dispone a servir en una parroquia rural: San Rafael de Mara en el pueblo de El Moján. Su pastoral con los jóvenes y con adultos se renueva y crece. Pero, su reto es la vivencia sincera, evangelizadora y, por tanto, santificadora de una muy sentida vivencia de religiosidad popular. Recorrer caseríos con la Palabra de Dios en su boca y en su corazón, vivida en los sacramentos, fructificando en cada marense la convicción del mandamiento nuevo del amor, centro de toda vida cristiana.
En estas comunidades cristianas ha enseñado, con obras y palabras, la importancia de amar a Dios amando sin medida a los hermanos, especialmente a los más necesitados. Otra de su gran virtud transmitida a sus feligreses, es su devoción a la Madre de Dios y de la Iglesia. Sin duda, es Adela su amada madre quien lo parió en la misma barriada de la Chinita (El Saladillo) el 6 de marzo de 1960, la que le amamantó su inmenso amor a Dios y a la Sagrada Dama del Saladillo.
Nuestro hermano Arzobispo y Nuncio Edgar, desde muy joven gusta de leer y estudiar con seriedad y responsabilidad. Al recibir con muy altas calificaciones su título de bachiller en el liceo Andrés Bello de nuestra Ciudad, orienta su vocación hacia el sacerdocio de Jesucristo. Siente su llamado en su apostolado parroquial, acompañado por el ejemplo de excelentes sacerdotes, pero, sobre todo, en su hogar cristiano. El Seminario e Instituto Universitario Santo Tomás De Aquino de la Diócesis de San Cristóbal lo recibe para formarlo en las ciencias humanas, y le otorga el título de Licenciado en Filosofía en 1881. Luego pasa al Seminario e Instituto Universitario Santa Rosa de Lima de Caracas para formarse en las ciencias divinas, culminando con el título de Licenciado en Teología y su ordenación sacerdotal en 1985.
La Santa Sede es avisada de su idoneidad para un servicio universal de mayor responsabilidad y lo llama para su formación diplomática en la Academia Eclesiástica Pontificia (Vaticano); alternándolo con sus estudios de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma donde recibe el título de Doctor en 1993, después de haber publicado su tesis “Los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano a la luz del Magisterio Pontificio”. Ahí llega a la conclusión de que “el Magisterio Pontificio sobre los derechos humanos en cuanto formulación teórica posee una riqueza que, en mi opinión, no tienen los instrumentos por los cuales el Sistema Interamericano proclama los derechos humanos. En este sentido, el Magisterio Pontificio puede y debe iluminar estos ambientes, responsables de tan alta y noble misión, para que éstas promuevan y protejan los derechos fundamentales del hombre integral, del hombre como individuo-sociedad, del ser humano en todas sus dimensiones: económica, política, social, religiosa, etc. Que junto a los derechos proclamen también los deberes que juntos forman un todo inseparable” (lo tomamos de una copia original que el autor generosamente nos ha dignado regalar). Tema de lo que hemos seguido conversando y Edgar ha seguido profundizando.
Además, en su exigencia misionera al servicio diplomático de la Iglesia, le ha sido útil su especialidad en Derecho Internacional estudiado en la misma universidad Gregoriana, recibiendo su respectivo título en 1993. Su experiencia diplomática la comienza en la Nunciatura Apostólica de Nairobi (Kenia-África); donde representa a la Santa Sede ante las agencias de las Naciones Unidas para el ambiente (UNEP) y para la vivienda (HABITAT). Ahí pudimos, con la gracia de Dios y la generosa hospitalidad de Mons. Edgar, visitarlo, adquiriendo una experiencia espiritual extraordinaria cuando visitamos misiones e intercambiamos con misioneros de gran presencia pastoral y humana. Excelente regalo que jamás será suficiente agradecer.
Más tarde pudimos conocer de su servicio en Belgrado (Yugoslavia), con una fuerte experiencia de guerra a la que no huye responder desde su misión de pastor. En 1999 pasa al servicio en la Misión permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Organizaciones especializadas y la Organización mundial del Comercio, en Ginebra (Suiza). Ahí estuvo hasta el 2002 cuando nos lo acercan a América, como Consejero en la Nunciatura en Tegucigalpa (Honduras) y en el 2005 en la Ciudad de México (México) desde donde Su Santidad lo requiera para Nuncio Apostólico, consagrándolo Arzobispo el 5 de febrero del presente año de gracia.
¡Aleluya¡ Edgar es Arzobispo y Nuncio.
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