domingo, 30 de enero de 2011

NEOCENSURAS

Mons. Baltazar Enrique Porras C.
Arzobispo de Mérida
Uno de los dramas que está viviendo Venezuela es el cerco al ejercicio de la libertad en su sentido más amplio. Se considera a la ciudadanía como menores de edad o adolescentes que necesitan tener sobre sí, la espada de las restricciones, penas y amenazas. Es una de las preocupaciones expresadas en el reciente documento episcopal.
La esquizofrenia que invade al país oscila entre la propaganda oficial que pregona a todos los vientos que nunca ha existido en Venezuela tanta libertad de expresión como ahora. Pero esta propaganda contrasta con la confrontación y el ejercicio práctico de la acción periodística y comunicacional.
Existen variadas formas de contención y confrontación que provienen del gobierno o son alentadas por él: el uso indiscriminado de las cadenas; las menciones denigrantes o intimidatorias contra personas e instituciones no afectas al gobierno. Agresiones contra reporteros y representantes de los medios. Inacción de las autoridades. Ataques directos a los medios y destrucción de instalaciones o equipos. Cercos contra medios privados. Uso de recursos administrativos con medidas de presión, especialmente de parte de Conatel. Retiro de la publicidad oficial a numerosos medios. Ataques a la reputación de periodistas. Impedimentos para cubrir actos oficiales. Sesgo informativo en medios del Estado.
Las agrupaciones que se dedican a monitorear el tema de la libertad de expresión se verán ahora constreñidas por la calificación que les dé el Estado, impidiendo que reciban aportes del extranjero. Pareciera que la tesis del gobierno es que los medios deben ser sometidos al control de la razón del estado.
Se ha llegado a expresar que estamos ante un régimen neopopulista y neoautoritario que emplea métodos y tácticas terriblemente represivas pero que en las formas no parecen tales. Son nuevos en su expresión y aplicación. Desde la legalidad se generan verdaderas tramas de censuras, mejor quizás, de neocensuras.
Reviste variadas formas. Desde el impedimento a la información pública hasta la salida al aire de cuñas que alientan sobre el peligro de la propiedad privada, pasando por el recorte a los presupuestos para las artes, cierre de museos, desalojo de espacios culturales y retiro de subsidios.
Pero la neocensura que es la más vieja de todas es la autocensura. Por miedo, conveniencia o ceguera se cierran espacios de opinión o no se le da cabida a determinadas personas o instituciones para pasar agachado. Estudiar el tema es conveniente para superar el síndrome de Simeón, el viejo profeta que esperaba que algún día llegara la salvación. Bien vale la pena leer la revista Comunicación.

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