Estatólatra es un calificativo apropiado para calificar el Socialismo del S. XXI.
¿Razón? Su estatismo feroz. Tiende a inmolar la persona y la comunidad de personas, en el altar de un Estado convertido en ídolo, como omnipotente, dirigido por un máximo líder (endiosado también), que pretende saber, decidir, poder todo. Esto sea dicho, no obstante su autoidentificación humanista y su promesa de generar un hombre nuevo.
El SS XXI es un socialismo, que manipula las expresiones y formas del así llamado “poder popular”, para convertirlas en órganos ejecutores del Gobierno-Partido-Hiperlíder. Se estructura una centralización extrema. El poder no se define y ejerce, en realidad, desde y con las bases, sino en línea descendente. Desde Miraflores. El volumen y cantidad de asambleas del “pueblo” podrá ser grande, físicamente, no así el real influjo de los ciudadanos. Veamos lo que sucede en Cuba. ¿En manos de quién está la toma de las grandes decisiones? La soberanía del pueblo se diluye y mediatiza en el entramado de la nomenklatura y del liderazgo supremo. ¿Y en Venezuela? ¡La afirmación de que “el Presidente es el pueblo”, simplifica las cosas!
El socialismo “S.XXI” no es cualquier socialismo (la familia es grande). Es marxista, de tipo leninista-castrista. Estatólatra. De allí la acelerada carrera de expropiaciones y monopolizaciones. No soporta la repartición o descentralización del poder. Por lógica embiste contra la propiedad privada, la libertad de expresión y de educación. ¡Qué grato le fuera poder expropiar el cerebro y el corazón de los ciudadanos para pintarlos de rojo!
En Venezuela no se da, por ahora, un socialismo ya conformado. Pero está en proceso; esto explica –más allá de improvisaciones y repliegues tácticos- el sentido monopólico de las leyes y medidas, así como del comportamiento general del régimen.
La Conferencia Episcopal Venezolana, considera la pretensión oficial de imponer un sistema socialista marxista, totalitario, como “moralmente inaceptable, pues ofende la dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, desconoce la soberanía popular y vulnera gravemente el bien común, la institucionalidad democrática y los derechos de los venezolanos” (Exhortación pastoral Anhelos de unión, justicia, libertad y paz para Venezuela, 11.1.11).
Estado y liderazgo convertidos en ídolos: algo moralmente inaceptable.
¿Razón? Su estatismo feroz. Tiende a inmolar la persona y la comunidad de personas, en el altar de un Estado convertido en ídolo, como omnipotente, dirigido por un máximo líder (endiosado también), que pretende saber, decidir, poder todo. Esto sea dicho, no obstante su autoidentificación humanista y su promesa de generar un hombre nuevo.
El SS XXI es un socialismo, que manipula las expresiones y formas del así llamado “poder popular”, para convertirlas en órganos ejecutores del Gobierno-Partido-Hiperlíder. Se estructura una centralización extrema. El poder no se define y ejerce, en realidad, desde y con las bases, sino en línea descendente. Desde Miraflores. El volumen y cantidad de asambleas del “pueblo” podrá ser grande, físicamente, no así el real influjo de los ciudadanos. Veamos lo que sucede en Cuba. ¿En manos de quién está la toma de las grandes decisiones? La soberanía del pueblo se diluye y mediatiza en el entramado de la nomenklatura y del liderazgo supremo. ¿Y en Venezuela? ¡La afirmación de que “el Presidente es el pueblo”, simplifica las cosas!
El socialismo “S.XXI” no es cualquier socialismo (la familia es grande). Es marxista, de tipo leninista-castrista. Estatólatra. De allí la acelerada carrera de expropiaciones y monopolizaciones. No soporta la repartición o descentralización del poder. Por lógica embiste contra la propiedad privada, la libertad de expresión y de educación. ¡Qué grato le fuera poder expropiar el cerebro y el corazón de los ciudadanos para pintarlos de rojo!
En Venezuela no se da, por ahora, un socialismo ya conformado. Pero está en proceso; esto explica –más allá de improvisaciones y repliegues tácticos- el sentido monopólico de las leyes y medidas, así como del comportamiento general del régimen.
La Conferencia Episcopal Venezolana, considera la pretensión oficial de imponer un sistema socialista marxista, totalitario, como “moralmente inaceptable, pues ofende la dignidad de cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, desconoce la soberanía popular y vulnera gravemente el bien común, la institucionalidad democrática y los derechos de los venezolanos” (Exhortación pastoral Anhelos de unión, justicia, libertad y paz para Venezuela, 11.1.11).
Estado y liderazgo convertidos en ídolos: algo moralmente inaceptable.
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