martes, 20 de septiembre de 2011

“ENRAIZADOS EN CRISTO SEÑOR” (Col. 2,7)

A LOS SACERDOTES DE NUESTRO PRESBITERIO DE SAN CRISTOBAL,
A LOS FIELES CRISTIANOS QUE EDIFICAN EL REINO DE DIOS EN EL TACHIRA Y A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD

¡SALUD Y PAZ EN EL SEÑOR!
1. Luego de haber participado en las diversas peregrinaciones a los Santuarios Diocesanos, con multitudinarias manifestaciones de fe pública, y con la frescura del mensaje del Papa y del testimonio de tantísimos jóvenes del mundo en la reciente JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD, queremos dirigir una palabra de aliento, invitación y compromiso a todos ustedes. Nos anima el Espíritu del Señor que nos acompaña, cual protagonista que es, en la Misión Diocesana y en el Proyecto Diocesano de Pastoral. Hemos ido haciendo camino en el nombre del Señor.
La experiencia vivida en estas últimas semanas nos habla del entusiasmo de fe de nuestra Iglesia. Un nutrido grupo de jóvenes participó, junto con algunos sacerdotes de nuestro presbiterio, en la mencionada Jornada Mundial de la Juventud. De igual manera, en varias parroquias de nuestra Diócesis, jóvenes realizaron campamentos misioneros, en los cuales compartieron su vida de fe con otros hermanos. El caminar de numerosos peregrinos, sus manifestaciones de fe y su participación en la Eucaristía ante las veneradas imágenes del Santo Cristo de La Grita y de Nuestra Señora de la Consolación manifiesta la voluntad de seguir siendo una Iglesia con sabor a pueblo: sí, el pueblo de Dios que peregrina y proclama el Evangelio del Señor Jesús.
2. Todo esto nos alienta: la fuerza del Señor nos permite mirar hacia delante y seguir edificando su Reino de justicia y de paz. Todo lo hacemos en el nombre del Señor, como repetimos con frecuencia. Acá está la clave para todo lo que vamos haciendo en cada una de nuestras comunidades y como discípulos de Jesús. Así, aceptamos la invitación de Pablo, asumida por Benedicto XVI como lema de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid: Aceptamos el desafío de “enraizarnos en Jesús” (Col 2,7). En Él todo lo podemos. Entonces, seremos capaces de realizar la tarea que nos ha encomendado de ir a buscar nuevos discípulos. Es la misión evangelizadora que define a la Iglesia y que en el Táchira hemos hecho también nuestra, para definirnos como una Iglesia local que anuncia el Evangelio y construye el reino de Dios “a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2).
¡Qué hermoso es sentirnos Iglesia! ¡Qué apasionante es manifestar, con nuestros actos apostólicos y nuestro quehacer evangelizador, que somos la Iglesia de Jesucristo! Amar a la Iglesia es amar a Cristo; trabajar con la Iglesia es hacerlo en nombre de su Señor; sentirnos Iglesia es experimentar la alegría de ser parte del Cuerpo de Cristo. El Santo Padre nos lo dice de una manera muy especial en la homilía de la Eucaristía del 21 de agosto pasado: “Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como “su” Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1 Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. El está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza”
3. Frente a esta realidad sentimos la permanente llamada a evangelizar. Por eso, se nos vuelve a repetir la invitación a responder con generosidad a esa vocación. Todos y cada uno de los miembros del pueblo de Dios hemos sido convocados por el Señor para ello. No hay excepción ni excusa. Cada uno debe responder de acuerdo a sus carismas y a sus vocaciones particulares, para así, como Iglesia que construye el Reino de Dios en el Táchira en comunión con la Iglesia universal, hacer realidad en todas partes la nueva creación que ha contagiado la salvación a todos los seres humanos.
Todos estamos invitados. Renuevo la invitación a los sacerdotes de nuestro presbiterio para que sigan siendo pastores buenos en medio de las comunidades y como testigos de Jesús entre nuestra gente. A los miembros de la Vida Consagrada, para que no desfallezcan en su compromiso de ser ejemplos y modelos de vida en el Espíritu. A los laicos, para que en medio de sus trabajos y en sus comunidades sean “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt. 5, 13.14). A los seminaristas, para que sigan abriendo sus mentes y corazones a fin de dar una respuesta clara y generosa a la llamada de Dios al servicio de su pueblo. Igualmente, les renuevo la invitación a todos los jóvenes para que sean evangelizadores de los otros jóvenes. A los catequistas y los que realizan diversos servicios en nuestras comunidades para que sean de verdad instrumentos de la gracia de Dios en beneficio de nuestros hermanos. Con ustedes y para ustedes, renuevo mi respuesta a la invitación que el Señor me hiciera al convocarme a pastorear esta hermosa grey tachirense y lo hago como “servidor y testigo”.
4. Al aceptar la invitación a seguir evangelizando y edificando el Reino de Dios, reafirmamos nuestro compromiso como Iglesia. En el espíritu del II Sínodo Diocesano e inspirados por el Concilio Plenario de Venezuela, estamos realizando nuestro segundo plan trienal. Los diversos programas allí planteados nos permiten continuar la misión recibida. De manera especial, queremos estar al lado de todos, en especial de los más pobres y excluidos de la sociedad. Con sus angustias y con sus esperanzas. Ello nos está conduciendo a fortalecer nuestra preocupación por la familia, santuario de la vida y futuro de nuestra sociedad. De igual manera, el diagnóstico sobre la situación moral de nuestra región nos está brindando elementos que van a requerir de todos nosotros claras y decididas estrategias pastorales para así hacer brillar el esplendor del hombre nuevo en cada uno de nuestros hermanos.
También nos preparamos a la celebración de los noventa años de nuestra Iglesia diocesana. Somos una Iglesia joven, heredera de todo un bagaje evangelizador de quienes nos han precedido. Esa celebración, que no debe quedarse sólo en actos conmemorativos, es una nueva ocasión de la gracia para asumir con alegría, esperanza y convicción nuestra tarea evangelizadora. Con la fuerza del Espíritu, nos enrumbamos siempre hacia el futuro, para hacer realidad en todo momento y en cada uno de los rincones de nuestra Diócesis, la fuerza de la Palabra de Dios, que celebramos en los sacramentos, especialmente la Eucaristía. Nuestro compromiso es actuar en el nombre del Señor y manifestar que nuestra Iglesia se renueva, cumple su misión y es solidaria en el amor de Dios con todos, “en espíritu y verdad”.
5. “Todo lo que ustedes hagan o digan háganlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por Él” (Col. 3,17). Por eso mismo, queremos responder a su invitación, llenarnos de aliento y reafirmar nuestro compromiso como Iglesia. Para ello, junto con su gracia, contamos con la intercesión de María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación que nos dice siempre: “hagan lo que Él les indique” (Jn 2,5).
Con mi cariñosa bendición de pastor,

+Mario del Valle
Obispo de San Cristóbal
San Cristóbal, 18 de septiembre del año 2011

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