Homilía de
Mons. C. Oswaldo Azuaje Pérez
Obispo Auxiliar de Maracaibo
Queridos Monseñores: Roberto Luckert, William Delgado y Jesús Alfonso Guerrero… Sacerdotes, religosos, seminaristas y laicos en general, Queridos hermanos todos, en este día domingo en que celebramos el día mundial de las misiones “DOMUND”, hacemos el lanzamiento de un congreso misionero, evento importante en el camino de la evangelización de nuestra Iglesia local, nacional, y de toda América
Comienzo con una frase de los obispos de Latinoamérica reunidos en Aparecida (Brasil) en el año 2007: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo”. (Aparecida 29). Este fue el modo en que se expresaron los habitantes de Tesalónica para que San Pablo, el apasionado de Cristo y apóstol de los pueblos, los felicitara y pusiera de ejemplo para otras comunidades.: ”ustedes han aceptado la palabra de Dios en tal forma, que han llegado a ser ejemplo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya, porque de ustedes partió y se ha difundido la palabra del Señor; y su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos necesidad de decir nada”.
Hoy la palabra de Jesús nos renueva el recuerdo de un precepto del antiguo testamento: el amor a Dios. Él une el amor a Dios y el amor del prójimo. Son dos amores que en el cristiano son inseparables. El amor que se conoce por experiencia se trasmite y se comunica. Es por este motivo que la Iglesia en este domingo de manera especial quiere que recordemos y respondamos a la imperiosa necesidad de comunicar la verdad total de aquellos hombres y mujeres que aún no conocen a Cristo. En este contexto es importante recordar las palabras del Apóstol San Pablo “¿cómo conocerán a Jesucristo si no hay quien les predique?”. Por ello la Iglesia, no deja de invitar a todos los bautizados y muy especialmente, a aquellos que han recibido el llamado de Dios a ser misioneros, a ser portadores del amor divino en aquellos lugares donde aun Jesucristo no es conocido, una invitación a responder con generosidad a la llamada de Dios, entregando a los demás el amor que han recibido de Dios: “haz crecer ese don que has recibido” (Carta de San Pablo a Timoteo 1.6).
Luego de Aparecida , el mayor acontecimiento a nivel eclesiástico continental vivido hasta ahora fue en 2008, el Tercer Congreso Misionero Americano CAM 3-Comla 8, que tuvo lugar en la ciudad de Quito (Ecuador), del 12 al 17 de agosto de 2008, con el tema “La Iglesia en discipulado misionero” y el lema “América con Cristo: escucha, aprende y anuncia”.
Su excelencia Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera –nuestro arzobispo metropolitano-, en nombre de la Iglesia que peregrina en Venezuela, aceptó en Ecuador, en la misa de clausura del CAM 3-Comla 8, la sede del CAM 4-Comla9. El Cardenal Antonio González Zumárraga +, Presidente de la Comisión Central del Tercer Congreso Americano Misionero, en discurso emotivo, entregó simbólicamente la sede del próximo CAM, a Su Excelencia Mons., Ubaldo Ramón Santana, Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana. Desde entonces, nuestra ciudad con su arquidiócesis representa a Venezuela. La Conferencia Episcopal Venezolana y las Obras Misionales pontificias se dieron a partir de aquel momento a la tarea de organizar el itinerario. Este ha sido un tiempo de gracia de Dios para esta Iglesia que nos lleva a estar despiertos a los signos que el Señor nos está regalando.
El Santo Padre ha querido que el lema del DOMUND de este año sea: “Así les envío yo a ustedes (Jn20,21)”. Y yo como padre y pastor en esta Iglesia que peregrina en Maracaibo también les digo a todos: vayamos y ayudemos a enviar. Desde sus inicios la Iglesia, fiel al mandato misionero de Jesucristo, hizo suyo este mandamiento: “vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (28,16-20), ha respondido con el testimonio de una gran cantidad de hombres y mujeres que han consumido sus vidas para continuar la misión y el deseo de Jesucristo: “que todos sean uno como tú y yo somos uno” (Juan 17,21). Y con Él y en Él, asumir la conciencia y el compromiso del mandato misionero de Cristo de “hacer discípulos a todos los pueblos” (Mt 28.19).
Siendo la actualidad una época fuertemente caracterizada por el avance y por el acceso inmediato a los medios de comunicación, parecería contradictorio pensar que aun existan personas que no conocen a Jesucristo, es decir, que todavía haya “tierras de misión”. En realidad, la naturaleza misionera de la Iglesia, la de todos los bautizados no se reduce a la “missio ad gentes” (misión hacia todos los pueblos). Toda la Iglesia por naturaleza es misionera, así nos dice el Concilio Vaticano II (AG 2). Ella es enviada hacia todos y cada uno de los hombres, misión orientada a ayudar al hombre a descubrirse hijo en el Hijo de Dios, Jesucristo Nuestro Señor. No olvidemos que todos somos Iglesia y que todos los servicios en el amor que ella realiza, aunque se diferencien por los diversos carismas y ministerios, se dirigen a la evangelización.
Familiares, vecinos, incluso los de al lado de nuestras casas, en los colegios y liceos, ¿qué decir de las universidades? Son tierra de misión. Es allí donde el Señor nos está llamando a llevar su mensaje, es a esos ambientes que frecuentamos a diario donde el Señor nos dice, como le dijo a los judíos en el libro del Éxodo, que acabamos de escuchar, que no se puede excluir a nadie, que a todos se les tiene que acercar al gran amor de Dios y mostrar su misericordia, que a través de ese amor misericordioso de Dios se puede llevar el resto del mensaje evangélico. Es un llamado a los adolescentes y jóvenes, y a los no tan jóvenes: no te dejes atrapar por un ambiente en donde no se respire a Cristo, en donde no se sienta su presencia, Jesucristo no es un Dios triste, es alegre y entusiasta; traten ustedes más bien de atraer hacia ese Jesús siempre amigo, siempre alegre a todos los que los rodean, llevando adelante la misión “inter gentes” (entre los otros).
La Iglesia, consciente del llamado y envío misionero, no se limita con el ir a las “tierras de misión”. Ella nos recuerda que todos y cada uno de los bautizados somos y estamos llamados a ser reflejo de la presencia viva de Jesucristo en donde quiera que estemos, en la casa, en el trabajo, en la escuela, ser testigos del amor de Jesucristo. Todos estamos llamados a ser testigos del amor divino, que nos ha amado primero, llamados a encarnar en nuestras vidas las palabras de Jesucristo.
La Iglesia de Maracaibo a lo largo de su historia ha respondido a este llamado misionero con sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares que se encuentran en “tierras de misión”, y necesitamos rezar mucho para que su entrega sea fructífera y perseverante en los éxitos y en las dificultades. Sigamos pidiendo al Señor de la mies, que siga enviando operarios a esta mies para que acompañen y lleven la buena noticia de Jesús a todo el Pueblo Santo de Dios, y con la disponibilidad de ir a donde el Señor llame.
No obstante, esta imperiosa necesidad de misioneros ad gentes, como se les llama, no debemos olvidar la urgencia de ser misioneros en nuestros propios hogares, el dar a conocer a Cristo en nuestras familias, a nuestros amigos y toda la gente que nos rodea, todos los bautizados estamos inmersos en este llamado y deseo divino, de que todos los hombres y mujeres, conozcan y se sientan amados por Dios, por ello debemos pedir constantemente que más hombres y mujeres respondan a la invitación divina de “dejar todo” y seguir a Cristo en aquellos lugares donde aún Jesucristo no es conocido.
Estamos llamados a colaborar espiritualmente con nuestras oraciones y sacrificios espirituales para que los misioneros den con alegría y fidelidad su vida. Sintamos la invitación a ayudar materialmente para que estos misioneros se consagren a tiempo completo en la misión que han recibido: ser puentes entre Dios y los hombres. De esta manera la Iglesia responderá al mandato misionero que Jesucristo nos dejó: “vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,16-20). Junto con la misión de enseñar también debemos transmitir el mensaje del Amor que el Señor nos regala hoy en su evangelio.
Con mi bendición en Cristo nuestro Señor y la Santísima Virgen María de Chiquinquirá, nuestra amada Chinita, cuya fiesta celebraremos pronto. Amén.
22 de Octubre, 2011
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