viernes, 19 de junio de 2015

La Iglesia servidora de Venezuela


Andrés Bravo
Profesor de la UNICA
Reflexión Semanal 28
XII Domingo Ordinario
            Jesús nos brinda con su persona y su Evangelio un proyecto de vida que abarca todas las dimensiones humanas y se fundamenta en el amor que él nos propone como un novedoso mandamiento. Es San Pablo quien interpreta que el amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde que fuimos testigos de cómo nos amó hasta la entrega de su existencia en la cruz (cf. 2Cor 5,14). Esta es la novedad del mandamiento de Jesús: “Así como yo los amo, así deben amarse ustedes los unos a los otros” (Jn 13,34). En este sentido, la Iglesia que peregrina y sirve en Venezuela, en su Concilio Plenario nos enseña que “la caridad es el amor cristiano, teologal, desinteresado, que viene de Dios y nos une a él. Es el alma de la solidaridad y de toda acción de servicio a la fraternidad, la justicia y la paz”. Me refiero al extraordinario documento de titulo largo: “La Contribución de la Iglesia a la Gestación de una Nueva Sociedad” (CIGNS), queriendo decir que la Iglesia trabaja con grandes esfuerzos para transformar nuestra sociedad con la novedad de los valores del Evangelio de Jesús.
            Quiero orientar mi reflexión en los temas que, a mi juicio, son los más relevantes de este tercer documento del acontecimiento eclesial del siglo XXI, que lamentablemente no lo hemos acogido como se merece, el Concilio Plenario de Venezuela (CPV). Inaugurado el 26 de noviembre de 2000 y concluido el 7 de octubre de 2006. Se puede decir que es un acontecimiento en medio de una sociedad sacudida por fuertes vientos tormentosos, políticos y sociales, donde la Iglesia hace presenta a Jesús que nos acompaña solidariamente con su gracia y nos reclama mayor profundidad de fe para poder, con la fuerza del Espíritu Santo, renovar a Venezuela y levantarnos en la defensa del bien de todos, hacia la libertad (cf. Mc 4,35-41).
            Creo que el reto principal está expresado con estos términos: “Urge definir cuál debe ser la presencia y el compromiso cristiano en el vasto campo de la cultura, entendida ésta como horizonte general de la actividad humana, es decir, no sólo como expresión artística, sino como los diversos aspectos del quehacer humanizante de las personas y de los pueblos en los ámbitos jurídicos, políticos, económicos, sociales, familiar, artístico” (CIGNS 4). Se concreta en cuatro de ellos como núcleos problemáticos: lo económico, lo social, lo político y lo ético-cultural. Después de hacer un análisis de la realidad (una mirada pastora de la situación de Venezuela en estos cuatro ámbitos), nos presenta una iluminación teológico-pastoral. A esta visión teológica es a la que quiero referirme, completándola con algunos desafíos y sus respuestas comprometedoras.
            Como lo indiqué al principio, en la Persona y el Evangelio de Jesucristo es donde se fundamenta la vida y la misión de la Iglesia al servicio de nuestro pueblo con el deseo de acompañar a todos aquellos que quieran, con sincera entrega, contribuir a la gestación de una nueva sociedad para la Venezuela de hoy. Como para Jesucristo, también para la Iglesia el Reino de Dios es el centro de la evangelización. Aunque sabe que el Reino de Dios trasciende la historia humana, la Iglesia la recibe como misión y vocación, cada una de sus acciones y de sus predicaciones tiene el objetivo de construirlo en este mundo. Dios debe reinar en el aquí concreto de nuestra sociedad.
            Nuestro documento enseña que el paso importante de los cristianos es la conversión para acercarse a Jesús, seguirle y asumir su causa, la causa del Reino. Luego, sumergido en la vivencia de historia de salvación, trabajar constantemente para liberar al pueblo del individualismo egoísta, de la corrupción del pecado, para vivir el ideal de la comunión como expresión del Reino de Dios.
Con el numeral 76 concluye el primer punto sobre Jesucristo y el Reino de Dios, para entrar en el tema esencial del documento, la nueva sociedad: “La Palabra de Dios y el magisterio eclesiástico reciente arrojan luces para determinar la naturaleza y la especificidad de la acción evangelizadora y sus correspondientes aportes a la gestación de una nueva sociedad. La implementación de respuestas acertadas a la nueva situación nos llevará al compromiso, personal y comunitario, de transformar el orden social, comenzando por nuestros propios ambientes, y manifestando claramente la voluntad inequívoca de acercarnos al Reino de Dios”.
Es decir, el compromiso socio-político del cristiano de construir una nueva sociedad, es un mandato evangélico. De ahí que el documento nos ofrece un segundo punto sobre las exigencias del amor. Es que “todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a unirnos e interesarnos cada día más por lo social, porque este es un campo de la actividad humana, y nada de lo humano es indiferente a la Iglesia” (CIGNS 82). La fe debe hacerse notar en el amor – ámense como yo los he amado, así sabrán que son mis discípulos – que se vive encarnado en nuestra realidad concreta, con la solidaridad, la lucha por la paz y la justicia: “El compromiso solidario de la Iglesia con los pobres, con los marginados, con los oprimidos, con los débiles, con los tristes, con aquellos cuyos derechos han sido violados o amenazados, es también motivación, invitación y argumento para la fe del mundo en Cristo” (CIGNS 81).
El tercer punto, la opción por los pobres, como exigencia del amor y consecuencia de una auténtica evangelización. A continuación, hace una excelente reflexión sobre la persona humana y la sociedad teniéndolos como principios de su doctrina social. Me permito cerrar esta reflexión con el texto de compromiso a servicio de la nueva sociedad para nuestro pueblo: “Construir una nueva sociedad implica, en primer lugar, tener claro que todo lo que se plantea como objetivo o ideal de sociedad debe ser viable, aunque sea difícil lograrlo. En segundo lugar, implica buscar pistas propias, con cierta originalidad, rechazando la mera imitación, sin que esto signifique alejarnos de nuestra larga tradición eclesial y de nuestro propio pasado histórico. En tercer lugar, debemos señalar que son los laicos quienes deben asumir como propio de su condición la construcción de esta nueva sociedad, en unión con los pastores, que están llamados, a su vez, a iluminar, instruir y motivar” (CIGNS 91).
Toda esta enseñanza abre desafíos muy importantes: la formación de la doctrina social de la Iglesia que nos brinda los principios de reflexión, los criterios de juicios y las directrices de acción. Desde donde la Iglesia ejerce su vocación profética, que anuncia, denuncia y construye. A mi juicio, dos desafíos son de una necesidad apremiante en la actualidad: “Concretar la solidaridad cristiana y defender y promover la paz y los derechos humanos ante las frecuentes violaciones de los mismos” (CIGNS 137). El otro es: “Ayudar a construir y consolidar la democracia, promoviendo la participación y organización ciudadana, así como el fortalecimiento de la sociedad civil” (CIGNS 153).
            Maracaibo, 21 de junio de 2015

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