miércoles, 21 de julio de 2010

Cardenal por la libertad

Alexander Cambero

El Universal / ND

Un vuelo trepidante desde Roma. El 24 de marzo del 2006 fue un día estelar para la feligresía católica venezolana. Monseñor Jorge Urosa Savino, era investido con el capelo cardenalicio de manos del Sumo Pontifice Benedicto XVI. Es el quinto venezolano que es elevado al rango de príncipe de la Iglesia católica, Urosa Savino recibió la asignación: Titulus S Maria ai Monti en una iglesia del centro de la capital italiana. La misma fue construida por el arquitecto lombardo Giacomo Della Porta en 1580.
El gobierno de Hugo Chávez lo acogió con altos honores militares en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía. El discurso presidencial reconocía el carácter honorable del ilustre prelado caraqueño. Todos observábamos en cadena nacional, al gobierno revolucionario convertirse en la porrista reparte caramelos. Urosa Savino sonreía tímidamente, ante semejante muestra de guindada testicular. Colocaron una espectacular alfombra roja, que hacía juego con el reluciente uniforme de los soldados miembros de la parada militar. En medio de los aplausos se dejaba oír a la laureada, Orquesta Nacional Juvenil Simón Bolívar. Todo era magnificencia, mientras proseguían las palabras de Hugo Chávez, exaltando las virtudes ciudadanas y espirituales del sacerdote. Su plan parecía simple: colmarlo de halagos, regalías y reconocimientos; de esta forma podrían sumarlo a su club de adeptos.
Bastó que el cardenal Jorge Urosa Savino comenzara a denunciar los graves problemas de la nación, para que fuera excomulgado del paraíso socialista. Fue acusado de marcharse a la competencia, es decir, de instrumento de Dios a tener la sotana del Diablo. Un cambio tan mortífero como la viperina lengua presidencial que comenzó a degradarlo hasta la obscenidad.
Con el talante de un hombre comprometido Urosa Savino, prosiguió denunciando el desvío del régimen venezolano hacia esquemas totalitarios. Lo hizo con la valentía de un venezolano que no se escuda en su alta investidura. El languidecer democrático, la persecución contra toda forma de libertad, son hechos tan desgarradores que deben ser denunciados en todas las instancias internacionales.
El cardenal prefirió recorrer este camino. Podía tener una esplendida vía hacía la tranquilidad personal y la de su doctrina, sin embargo, optó por defender la causa de los débiles. Su conciencia privó más que las carantoñas del poder grosero.
No se dejó comprar por el oropel. Su elección de ser un aliado en defensa de la libertad y la democracia, es aplaudida por la gran mayoría de los venezolanos.

alexandercambero@hotmail.com
twitter: alecambero

Tomado el 21-julio-2010 en: http://www.noticierodigital.com/

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