miércoles, 9 de febrero de 2011

Dos acontecimientos

Por Andrés Bravo
Capellán de la UNICA

Dos acontecimientos nos despertaron temprano al amanecer del año nuevo 2011. El padre Nolberto López se despide. Su historia llega a su cumbre, pasa a la eternidad. Aunque tristes porque nos deja, nos alegra que él se haga parte de la Comunión Divina de Dios-Amor. Aquí anduvo sirviendo a Dios en la Iglesia peregrina, haciendo el bien, como fiel discípulo y misionero de Jesús. Hoy vive en la Iglesia celestial, la nueva Jerusalén. Seguro que el Señor lo estaba esperando con el corazón abierto para decirle: “Te he preparado un lugar, porque donde esté Yo ahí quiero que esté mi servidor. Ven bendito, porque has sido un sirviente fiel y bueno, pasa conmigo a participar de mi Reino. Además, porque me amaste en el necesitado”.
De pronto, otro acontecimiento estremece nuestras vidas. Como regalo de haber ofrecido al padre Nolberto, Dios bendice a Maracaibo al elegir al orden del episcopado a otro hermano nuestro. Mons. Edgar Peña se consagra obispo para una misión de gran importancia en nuestra Iglesia universal, ser nuncio apostólico (representante del Papa) en una mies abundante, Pakistán. Benedicto XVI le dijo con claridad que hoy su misión es particularmente más urgente. Debe ser obrero de Dios en una humanidad paradójica, donde los hombres de hoy vuelven las espaldas a Dios, sin embargo viven la nostalgia de los valores eternos. Está claro, no sólo la tierra asiática donde peregrinará Mons. Edgar, sino toda la humanidad es mies abundante y nosotros somos pocos.
Entre muchas verdades que el Papa dijo a Mons. Edgar mientras lo consagraba, está la de la necesidad de ser perseverante como eran los Apóstoles. La perseverancia pertenece a la esencia del ser cristiano y es fundamental para la tarea de los pastores. Otra es el llamado a construir la comunión, aquí está la clave del ser cristiano y de la vida eclesial. Para ello, el Papa le enseña que esta comunión se vive en la Eucaristía, y es este sacramento el que nos impulsa a partir el pan, a compartir la vida en el amor a los demás. Es importante tener presente que esta dimensión social de la caridad cristiana es la vida eucarística auténtica. “Rema mar adentro”, dice finalmente el Papa. Pero le recuerda que el mar de la humanidad de hoy es agitado: “Son llamados a echar la red del Evangelio en el mar agitado de este tiempo para obtener la adhesión de los hombres a Cristo; para sacarlo, por así decirlo, de las aguas salinas de la muerte y de la oscuridad en la que la luz del cielo no penetra. Deben llevarles a la tierra de la vida, a la comunión con Jesucristo”.
Así, pues, dos acontecimientos que si pasan desapercibidos es porque no hemos entendido el lenguaje de Dios. El mensaje está ahí, esperando nuestra respuesta. Sin ánimo de ser triunfalistas, debemos agradecer a Dios por la Iglesia que tenemos peregrinando en Maracaibo, por sus pastores entregados como ofrenda amorosa al servicio del pueblo de Dios. Pienso que tiene razón nuestro Arzobispo Ubaldo en la homilía de la primera pontifical del Neo-Arzobispo Edgar, el Señor nos quiere para ser sal y luz de la humanidad. Nuestros sacerdotes son valiosos, a pesar de sus debilidades. Ciertamente, nos amamos, pero sólo nos damos cuenta cuando el viento impetuoso del Espíritu Santo estremece nuestras almas.

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